Soren Kierkegaard. Diario de un seductor.
Cuando una muchacha no despierta en nosotros desde la primera mirada una impresión tan viva que cree una imagen ideal de sí misma, generalmente no es digna de que nos tomemos el trabajo de buscarla en la realidad.
Cuando una muchacha no despierta en nosotros desde la primera mirada una impresión tan viva que cree una imagen ideal de sí misma, generalmente no es digna de que nos tomemos el trabajo de buscarla en la realidad.
Pero si despierta en nosotros esa imagen, pese a nuestra experiencia, nos sentimos dominados y vencidos por una desconocida fuerza.
Pero en tal estado, le faltará un goce: el goce de la situación, pues el mismo resulta sometido, se sumerge y se oculta en ella.
Obtener lo más hermoso es siempre difícil; lograr lo interesante, en cambio, es sencillo. Pero siempre es conveniente acercarse lo más posible; ese es el verdadero deleite y no llego a comprender que goce buscan los otros en su lugar. La simple posesión es algo vulgar y resultan mezquinos los recuerdos de que se sirven esos enamorados: no vacilan en emplear el dinero, el poder, la influencia ajena y aun los narcóticos. ¿Qué placer puede brindar a un amor si no contiene en sí mismo el abandono absoluto de una de las partes?
Siempre es preciso el espíritu y el espíritu falta comúnmente a esa clase de enamorados.
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