Si miramos a un lado están las ideas como resultado de las catas, estas actuarían como producto en la degustación de un vino, perdón de varios, o a falta de vino enunciados. Ya la degustación potencia al enunciado y estos le son recíprocos. Pero la degustación proviene de un proceso inmanente y los enunciados se dividen en distintos sabores estimulares de procedencia externa. No siempre hay encuentro, no surgen los acontecimientos apropiados y la cata tiene valor negativo, en otros casos -en los que consiga un valor positivo- cuando se aceleren procesos potenciadores, aquí si surgen las ideas, mediante devenires singulares en la mezcla de enunciados y degustación. Una idea es una fiesta. Son muchos los placeres que pueden expandirse en el proceso de cata de ideas. Así que este concepto responde a la felicidad, y no al deseo, sino al placer y sus formas.
En el mismo enunciado, la cata como resultado de las ideas sugiere dar media vuelta al platonismo, ya la lectura dentro de una conceptualización platónica explosionaría en conflicto, imaginando -en este caso- la idea y su perfección sumergidas en un proceso desintegrante. Así, viven muchas ideas en mundos inteligibles incapaces de prestar su textura a quien desea degustarlas. Ahora bien, la cata no se da por falta de ideas, sino de vino. De la mezcla de sabores anónimos y a la espera de nombres fugaces y vivos. Como un rizoma, siempre que se forme a la par de la degustación y entre sabores.
LDF se define como página Nietzscheana, Deleuziana, Foucaultiana... Nombres que se lanzan directamente al pie y te empujan hacia encuentros con placeres, una página para transformar ideas e impresionarse.
Publica un comentario: