Al poeta, al «buen» poeta, es decir, al maestro hilador de afectos que mira al frente -en el entrecejo, la picardía del hablante. A ellos va dirigido esta entrada, a Cervantes y a Shakespeare, a Hesse y a Deleuze. Todos ellos son aquí buenos poetas -se dice bueno por el dominio de sentimientos y afectos que pueden enunciar.
Por que hay poetas y poetas, como aquellos vendedores de versos repetitivos, que encadenados a su gran afecto son los enunciadores de las mismas pasiones. Que arrastran al querer sus entrañas para mezclarlas con quien lee, y por eso son queridos, por virtuosos de la pasión. En contra, sus escritos merman el animo a un lado y ninguna potencia crece, algo tragico queda en el verso que no permite la enunciación por el pequeño hombre. Entonces se hacen al despiste -a la hora de llamar las cosas por su nombre, este poeta nombra y se congoja cuando roza el carácter de algún sentido, y no avanza más en la enunciación, se puede decir que su arte depende de la pasión que los gobierna, lo que es tan poco filósofo, donde se encuentran tan pocos conceptos.
Pero hay poetas con una fuerte voluntad, rígida, solvente y experta voluntad, -como aclara Heine Heinrich en su prólogo de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote De La Mancha. Donde habla de Miguel de Cervantes, que así lo hizo, se hizo poeta dominante.
Lectura de Heine Heinrich...
Fue hombre guapo y fornido don Miguel de Cervantes Saavedra. Ancha su frente y grande su corazón. Maravilloso era el hechizo de su mirada. Al igual que hay gentes que miran a través de la tierra y que pueden ver los tesoros o los cadáveres en ésta oculta, así penetraba el ojo del gran poeta en el pecho de los hombres y veía claramente lo que en él se escondía. Para los buenos era su mirada un rayo de sol, que iluminaba alegremente lo le llevaban dentro; para los malos era su mirada una espada que cercenaba cruelmente sus sentimientos. Su mirada penetraba inquisidoramente en el alma de cualquier hombre, hablaba con ella, y si ésta no quería responder, la torturaba, y el alma yacía chorreando sangre por el tormento, mientras que su envoltura corporal daba muestras, quizás, de una distinción arrogante.
No es, pues, ningún milagro que muchas gentes cobrasen antipatía por ello y que sólo le ayudaran muy miserablemente en su carrera terrenal. Tampoco logró alcanzar nunca ni honores ni bienes, y de sus penosas peregrinaciones no trajo ninguna perla a la casa, sino tan sólo conchas vacías. Se dice que no supo apreciar el valor del dinero, pero yo os aseguro que sabía aquilatar muy bien el valor del dinero, por cuanto no lo tuvo. Pero nunca lo valoró en tan alto grado como su honra. Tuvo deudas, y en una carta compuesta por él, que fue impuesta al poeta por Apolo, decreta el primer parágrafo que cuando un poeta asegura carecer de dinero, hay que creer fielmente en sus palabras y no exigirle que preste juramento. Le gustaban la música, las flores y las mujeres. Pero también en el amor por estas últimas le fue extraordinariamente mal, sobre todo en sus años mozos.
Lectura anterior de Heine Heinrich en prologo de el Quijote.
¿Qué se quiere decir por fuerte voluntad? Lee concepto de voluntad en más allá del bien y del mal y aclarate.
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