Nietzsche, del leer y escribir. | ||||
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El sentido del plano inmanente y de sus fenómenos es inmediato y se encuentra en la propia inmanencia; es, en palabras de Nietzsche “el sentido de la tierra” y este es lo único que puede desparalizar la voluntad y posibilitar el pensamiento |
Antes de intentar una reflexión sobre la tipología de lectura y escritura que plantea Nietzsche en “Del leer y escribir”, veamos un poco algunos elementos que se presentan en el mismo discurso y sobre los cuales se posibilita la propuesta de lectura y escritura Nietzscheana.
Nietzsche encuentra que el espíritu, a lo largo de la historia, ha tenido tres faces: “En otro tiempo el espíritu era dios. Luego se hizo hombre, y ahora se convierte incluso en plebe”[1]. La tercera de estas faces: cuando el espíritu se hace plebe, es en especial interesante para una reflexión sobre la tipología de escritura que propone Nietzsche en este discurso, ya que es en medio de esa fase histórica del espíritu donde Nietzsche escribe y donde encuentra a su tipo contrario de escritor.
En esta fase, del nihilismo pasivo, la voluntad está paralizada, a diferencia de las dos anteriores cuando dios y la razón llenaban de sentido la existencia (la justificaban). No hay ningún referente que jalone la voluntad humana; la cultura se ha convertido en algo trivial y la creación en algo imposible, llegándose a laosumo a una escritura de tipo periodístico[2]
En el discurso del leer y el escribir se pueden distinguir dos momentos del desarrollo de la propuesta Nietzscheana de lectura y escritura: un momento negativo y un momento propositivo. En el negativo se incluye el diagnóstico de la escritura de su época y lo que es más importante, la muerte de la metafísica como aquello que posibilita la fase propositiva.
La metafísica occidental, desde Platón hasta los contemporáneos de Nietzsche, vía idealismo, ha paralizado la potencia creadora de la voluntad (y en ello entiéndase también de la naturaleza). El optimismo teórico occidental de pretender ordenarlo y explicarlo todo según categorías y conceptos de una pretendida validez universal, es, para Nietzsche, la característica por excelencia de un tipo de cultura que él llama socrática-alejandrina
La muerte de la metafísica posibilita, en el discurso nietzscheano, el resurgimiento de la cultura trágica hacia la cual se dirige el momento propositivo del discurso del leer y escribir.
En el apartado veinte de “El nacimiento de la tragedia” la invitación de Nietzsche es clara: “si, amigos míos, creed conmigo en la vida dionisaca y el renacimiento de la tragedia. El tiempo del hombre socrático ha pasado: coronaos de hiedra, tomad en la mano el tirso y no os maravilléis si el tigre y la pantera se tienden acariciadores a nuestras rodillas. ¡Vosotros acompañaréis al cortejo dionisiaco desde India hasta Grecia!, ¡armaos para un duro combate, pero creed en los milagros de nuestro dios¡”[3]
Una vez muerta la metafísica se abre un nuevo plano de interpretación en el cual nada está ordenado de antemano. Ya no es misión del pensamiento encontrar ese orden que desde una visión metafísica llena de sentido los fenómenos, sino, dejando de lado cualquier jerarquización noumeno-fenómeno que le atribuya a lo noumeno la característica de un orden trascendente, penetrar en lo inmanente del fenómeno que se ha constituido en el nuevo plano de interpretación y de acción para el pensamiento.
La acción del pensamiento en este plano de inmanencia, para Nietzsche no puede ser otra que una labor estética de creación de perspectivas de interpretación.
La tipología de lectura y escritura que propone Nietzsche, es entonces también una labor estética; en ambas, lectura y escritura, se está siempre interpretando y creando sentidos y no solo leyendo el orden ya dado que se halla al fondo de cualquier propuesta metafísica.
El sentido del plano inmanente y de sus fenómenos es inmediato y se encuentra en la propia inmanencia; es, en palabras de Nietzsche, “el sentido de la tierra” y este es lo único que puede desparalizar la voluntad y posibilitar el pensamiento.
[1] NIETZSCHE, Federico. Así habló Zarathustra. Oveja negra. P. 63.
[2] Este tipo de escritura es el tipo contrario de la escritura que Nietzsche propone. En ella, además de ser objeto del comercio, no se crean perspectivas de interpretación del mundo y de la existencia. No se arriesga el escritor a lanzarse en el juego estético de la creación conceptual, sino, que se escribe para un lector ya conosido sobre asuntos también conocidos echando a perder cualquier posibilidad de verdadera creación y convirtiendo el esfuerzo y compromiso que, para Nietzsche, implica la escritura, en algo rutinario
[3] NIETZSCHE, Federico. El nacimiento de la tragedia. Alianza. P. 164
Autor: Jesús Alejando Villa Giraldo
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