La rebelión de las masas. Ortega y la técnica. | ||||
---|---|---|---|---|
La rebelión de las masas, una de las obras más importantes de la producción filosófica de Ortega y Gasset, viene a subrayar los aspectos más problemáticos del empleo y uso de la técnica en las sociedades democráticas contemporáneas. En esta obra temprana del pensador español, encontramos algunos indicios de lo que hoy constituye el discurrir de las nuevas tecnologías de la información y comunicación, y de su influencia en la evolución del pensamiento humano. |
La
crítica de Ortega a las “sociedades masificadas” arranca de la negación de la
idea según la cual el progreso opera como algo mecánico e inconsciente. En
efecto, el filósofo madrileño emprende una revisión del ideal ilustrado en
virtud del cual el progreso científico conduce, de manera casi automática, a
la emancipación del individuo. Las objeciones de Ortega vendrán a decir, en
consonancia con la crítica husserliana de las ciencias positivas, que, si se la
desconecta de su base cultural, la técnica carece de facultad para orientar la
vida humana[1].
En
este marco, Ortega nos habla del hombre-masa como aquel individuo incapaz de
comprender el esfuerzo cultural que está detrás del hecho técnico. Este hombre
se caracteriza por su aislamiento, su “atomización”, que favorece la falta
de tejido asociativo y trae de suyo un incremento de la plasticidad de lo social,
que se vuelve epidérmica y superficial, o sea, carente de toda estructura. Dicha
sociedad maleable se convierte en terreno abonado para los totalitarismos, pues
la pasividad y falta de criterio hacen del hombre-masa un ciudadano poco
participativo.
La
sociedad-masa, en su conjunto, se caracteriza por tres rasgos: su banalidad, su
alto grado de burocratización política y su masificación. Podemos decir, según esta idea, que la sociedad-masa supone un
menoscabo de la excelencia (científica, técnica y humanista). Y precisamente la
excelencia es lo que, a juicio de Ortega, debemos recuperar. Justamente porque
el hombre-masa es incivilizado y desagradecido, porque desconoce el esfuerzo y
la disciplina, la capacidad humana de crear y de construir lo más sobresaliente,
se hace necesario recuperar el ideal aristocrático de excelencia cultural y de esfuerzo.
Así pues, no es de extrañar que, para el filósofo español, la satisfacción
supusiera “el final de la historia”.
Con
todo, es menester remarcar que estas consideraciones se hacen desde dentro de
la concepción de la técnica en tanto que fenómeno epocal, y no en tanto que
dimensión antropológica. En este sentido, Ortega afirma que el hombre masa es
consecuencia de la democracia liberal, la experimentación científica y el
industrialismo[2].
Por esta razón, el hombre-masa se erige como transversal, más allá de las
diferencias de clase, siendo su aparición un rasgo del tiempo en que Ortega
escribe sus obras.
Publica un comentario: