Hola a todos, este es mi primer post en Microfilosofía. Quisiera avisarles con esta entrada que estaré publicando algunos textos que ya había publicado en mi blog, La ciudad de Eleutheria, y que quiero ahora compartir con ustedes debido a que creo que captan parte de mis preocupaciones más esenciales en torno a la filosofía y temas afines y constituyen sendos ejercicios filosóficos. Son reflexiones que se han ido construyendo durante varios años por mi paso en el mundo de las ideas y en ellas ha quedado plasmado lo más original de mi concepción del mundo y de las cosas. Así que al principio —y no tan al principio—, habrá un pequeño mix de escritos diversos que versan sobre los más variados temas de mi interés, a saber: matemática, filosofía política, ciencia, lógica, filosofía de la ciencia, filosofía del lenguaje, psicología, política y religión.
Aprovecho también para saludarlos a todos y decir que empiezo esta nueva experiencia llena de entusiasmo y no sin cierto pequeño —aunque breve— nerviosismo. Pero en general estoy muy contenta de poder transmitir a través de este sitio mis ideas a los otros (a su vez que recibir las ideas de los demás) y animar con ello —espero— al amor por las palabras, el mundo de las ideas, la ciencia y el pensamiento en general. Creo que nos tocó asistir a un momento en general muy difícil para la transmisión y la preservación del saber en el mundo —moldeado en buena parte por nuestras circunstancias sociales— y que, desde esa perspectiva, al menos para los que estamos genuinamente interesados en el saber por el saber, es decir, el saber per se, al margen de cualquier sentido instrumental, nos interesa también la creación de espacios en los que quede garantizada la función no instrumental del saber. Es debido a ello en parte a que decidí participar activamente en Microfilosofía y por lo que en mi fuero interno he decidido erigirme, a menos el tiempo que dure mi participación aquí, en una especie de activista del saber, activista de las ideas y del pensamiento. No sé, quizá la idea es ambiciosa y superflua, pero al menos creo que alentará la noción más cotidiana y simple con arreglo a la cual existe una razón por la que hacemos las cosas: el deseo, o más específicamente, la guía de algún páthos espiritual o filosófico que nos impele a actuar.
Aprovecho también para saludarlos a todos y decir que empiezo esta nueva experiencia llena de entusiasmo y no sin cierto pequeño —aunque breve— nerviosismo. Pero en general estoy muy contenta de poder transmitir a través de este sitio mis ideas a los otros (a su vez que recibir las ideas de los demás) y animar con ello —espero— al amor por las palabras, el mundo de las ideas, la ciencia y el pensamiento en general. Creo que nos tocó asistir a un momento en general muy difícil para la transmisión y la preservación del saber en el mundo —moldeado en buena parte por nuestras circunstancias sociales— y que, desde esa perspectiva, al menos para los que estamos genuinamente interesados en el saber por el saber, es decir, el saber per se, al margen de cualquier sentido instrumental, nos interesa también la creación de espacios en los que quede garantizada la función no instrumental del saber. Es debido a ello en parte a que decidí participar activamente en Microfilosofía y por lo que en mi fuero interno he decidido erigirme, a menos el tiempo que dure mi participación aquí, en una especie de activista del saber, activista de las ideas y del pensamiento. No sé, quizá la idea es ambiciosa y superflua, pero al menos creo que alentará la noción más cotidiana y simple con arreglo a la cual existe una razón por la que hacemos las cosas: el deseo, o más específicamente, la guía de algún páthos espiritual o filosófico que nos impele a actuar.
Parecería que es una contradicción, pero creo que, quizá, esto también es o podría ser discutible.
Bueno, esto de decir “mi primer post” es un poco relativo porque en realidad se trata del segundo, como pueden constatar aquí.
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