Las formaciones históricas están conformadas
por diferentes estratos. Los estratos están regidos por reglas que conforman subjetividades
de manera indirecta, es decir implícita pero no ocultos, por lo cual para poder determinar el estrato
sobre los que operan es necesario determinar qué enunciados producen. Por lo
tanto debemos determinar a qué familia pertenece nuestro enunciado a extraer y
su umbral. En el caso presente nuestro umbral corresponde a: psicología,
psicoanálisis, industria cosmética y estética en el marco de la una cultura de
consumo, lo que implica una dimensión económica. Todas estas singularidades
aisladas constituyen nuestro corpus
de trabajo a través del registro de archivo. El mismo ese compone de
bibliografía o de páginas webs que dan cuenta de cada uno de estos registros
particulares. El corpus es el modo
por el cual una época agrupa el lenguaje, lo que Foucault denomina como hay lenguaje. Nuestra formación histórica está orientada a
la búsqueda de los polos productores de enunciados y su condición de
posibilidad. El problema sería cómo hacer una ontología sobre las condiciones
de posibilidad de los discursos científicos contemporáneos del amor
considerados verdaderos. Como ya se mencionó, nos ocuparemos de las
singularidades como sistemas de producción de discursos considerados verdaderos
y las prácticas que se derivan constituyendo la realidad. También se
considerará a las prácticas sociales como productoras de subjetividad.
Entonces, la arqueología nos permitirá descubrir lo que subyace a las
prácticas, es decir lo objetivado. El siguiente gráfico intentará dar cuenta de
lo expuesto hasta el momento:
La determinación de nuestro corpus nos permite realizar la pregunta
sobre la formación histórica que se pretende trabajar: la condición de
posibilidad del discurso científico contemporáneo sobre el amor. Ahora bien, la
definición de nuestro corpus, nuestro
recorte, nos ha entregado los enunciados sobre los cuales habremos de trabajar.
En la presente cultura de consumo, las
relaciones entre lo sujetos adquieren matices inéditos en relación con tiempos
pretéritos, sin embargo, la industria cosmética-estética no es una
característica exclusiva de los tiempos presentes. Es decir, criterios estéticos
normativos siempre hubo, pero lo que señala la actual ruptura con cualquier
momento anterior son las reglas y juegos
que determinan un campo en el que se despliegan discursos legitimadores de
prácticas sociales que reivindican para sí el carácter científico de sus
enunciados. Siguiendo el modelo cosmético-estético, el mismo establece
parámetros de aceptación que se traducen en modelos de salud, modelos de
pareja, criterios sobre sexualidad que se ven amplificados al concatenarse con
otros elementos culturales: discurso psicológico, medios de comunicación- por
ejemplo del tipo de films comedias románticas- libros de autoayuda y revistas
femeninas. El denominador común es la sexualidad, en el marco de la actual
sociedad de consumo, cuyo fundamento lo encontramos en el discurso psicoanalítico
y psicológico. La identidad de los sujetos se desprende de la calidad de sus
relaciones sexuales, es decir, que el sujeto y la sexualidad determinan
representaciones sociales que se traducen en bienestar personal por medio del
ejercicio de una buena vida sexual. El imperativo tácito: la sexualidad es un
fin en sí mismo, teleología sexual: gozar. Gozar imperativamente. Así la noción
de identidad supone cierto esencialismo: el sujeto adulto posee una sexualidad
plena o atrofiada dependiendo de cómo se desarrolló su historia personal
entorno a la sexualidad infantil. De
esta manera, la sexualidad deviene un fin en sí mismo independiente de otros
fines, como por ejemplo los reproductivos. De este modo, la industria
cosmética, pese a sus anuncios engañosos que pueden verse en los comerciales,
no estimula la singularidad y la afirmación de la multiplicidades, sino por el
contrario, determina modelos homogéneos e imágenes estandarizadas de belleza y
atractivo sexual.
Así, los enunciados
estéticos producen discursos en los que la sexualidad es redefinida como un
valor social cuyas visibilidades podemos advertir en los criterios de elección,
en el marco de una dinámica en la que las condiciones de elección han sido
pre-definidas, pero no por los agentes, sino por criterios externos fijados por
sectores cuyos intereses responden a cuestiones mercantiles. Los enunciados del
tipo: valor, autoestima, calidad de vida, seguridad personal, dan cuenta de los
elementos que hacen a los discursos del tipo mencionado.
Por otro lado, los
regímenes de best seller que se aprecian en la literatura del tipo autoayuda
como también en los libros de psicología de divulgación y las revistas de tipo
femeninas, postulan la preponderancia del yo y la necesidad de sentirse bien
con uno mismo para poder establecer vínculos sanos en contraposición con los
sentimientos de inseguridad que pondrían de relieve cierta estructura de ese yo
defectuosa o no-sana. Porque lo que se valora en este tipo de discursos es la
interacción social en relación necesaria con la autoestima. Es decir que, en
este modelo, los enunciados dan cuenta de discursos que sostienen que el valor
propio es consecuencia de la interacción entre personas cuyas prácticas
sociales se traducen en el reconocimiento de los sujetos, que se proyecta en
prototipos culturales que tienen como base la industria cosmética estética. Los
mismos encuentran su fundamento tanto en la psicología como en el psicoanálisis-
o al menos en su versión de divulgación, un ejemplo: los libros de la locutora devenida experta en temas de pareja María Isabel Sánchez- y los estereotipos del tipo publicitario. Así, en el
psicoanálisis, el amor está pre-definido por los vínculos de apego con las
primeras figuras parentales. Por lo tanto, nuestras relaciones están determinadas, porque la causa del amor o su fracaso, en este
tipo de discurso, se explica en relación con la historia psíquica del sujeto, y
por tanto, fuera de su control. En la psicología, las relaciones dependen de
configuraciones de compatibilidad entre personalidades, así serán más
fructíferas aquellas relaciones cuyas personalidades sean más afines, es decir,
compatibles. Ahora bien, ¿qué subyace por debajo de esta formación histórica?
¿Cuál es el estrato que sin omitir las particularidades de los enunciados
descriptos los atraviesa a todos ellos? Pero antes de intentar ensayar una
respuestas veamos cómo el psicoanálisis explica la homosexualidad desde el
conflicto entre la pasividad y la actividad, a través de la historia psíquica
del sujeto:
¨Naturalmente, si
intentamos seguir el destino de estas reacciones pasivas en el varón, debemos
hacerlo así a partir de los comienzos de su vida; debemos seguir las tendencias
pasivas en la dependencia del niño con respecto a la madre en la fase oral, y
posteriormente el poderoso fortalecimiento de estas tendencias durante la fase
anal, en cuyo transcurso el niño depende de la madre en forma pasiva, y casi
dolorosa¨[i]
Y más adelante:
¨Por otra parte, todos
nos encontramos en el tratamiento analítico con esos homosexuales pasivos que
aparentemente han aceptado su pasividad y en la expresión manifiesta de su
sexualidad buscan una pareja masculina activa que los trate como si fuesen
mujeres pasivas (…) Muy a menudo evitan totalmente entrar en tratamiento o,
cuando lo hacen, no expresan el deseo de ser curados de su homosexualidad.¨[ii]
No
importa considerar aquí si el psicoanálisis define a la homosexualidad como una enfermedad
o no. No es éste el tema. La arqueología, según Foucault, se limita a la
descripción objetiva, sin ningún tipo de interpretación. De lo que se trata es
de dar cuenta de cómo para el discurso psicoanalítico las relaciones están
pre-figuradas por las relaciones parentales del sujeto en la primera infancia,
es decir, que se traza una línea histórica de la psiquis del sujeto que va
desde ese momento primero hasta su vida de adulto. Opera una reactualización de
esas secuencias primeras. Así el amor y los vínculos devienen objeto de
investigación, y el sujeto se constituye en sujeto de conocimiento, a través de
la figura del analista, y objeto de auto-conocimiento por medio de procesos de
introspección, autoanálisis, etc. Aquí hemos intentado dar cuenta de cómo los
discursos descriptos se autoerigen como discursos
verdaderos en tanto intentan dar cuenta de fenómenos desde cierta racionalidad:
en el caso presente, desde el estatuto de ciencias, o, en el caso de los medios
de comunicación, desde estrategias de marketing, estudio y técnicas
cuantitativas que dan cuenta un sistema racional orientado al mercado de
consumo y a la constitución de subjetividades que definen las prácticas
sociales. Así, el discurso sobre el amor, las relaciones de pareja, las
elecciones, los discursos sobre la sexualidad, se producen desde las prácticas
que transforman la realidad. Por ej: el concepto de autoestima no comenzó a
instrumentarse hasta que ciertas prácticas discursivas- enunciado: autoayuda,
psicológico, industria cosmética-estética- y no discursivas- terapias
alternativas, psicoterapias, tips de belleza- se tradujeron en prácticas
sociales que producen objetividades. La arqueología debería permitirnos
encontrar qué sostiene lo objetivado.
Las formaciones
discursivas responden a reglas de formación. Hemos visto cómo cada uno de estos
enunciados se limita a un discurso particular que responde a reglas de
formación porque instituyen, es decir, que se despliegan en el marco de instituciones
que definen modos de enunciación, o sea, funciones, prácticas sociales y relaciones.
Pero ¿cuál es el estrato que subyace a nuestra formación histórica? Pues bien: el
modelo de salud mental, en el marco de una economía de consumo. Conceptos como
autoestima, independencia, felicidad, bienestar, madurez emocional y calidad de
vida dan cuenta del modelo que los hace posible, el de salud mental. La
noción de salud mental debe entenderse como la posibilidad de hacer visibles
los fenómenos que constituyen el amor en
tanto el mismo puede ser explicado desde la psicología, el psicoanálisis y libros
de autoayuda. Pero el campo en el cual se entrelazan los enunciados con las
visibilidades es un escenario de confrontación donde la industria de la
moda-estética, los medios de comunicación y los estereotipos ponen de relieve
que el campo de las relaciones es conflictivo: de conquista y competencia, de
pérdidas y ganancias, en el que los agentes despliegan estrategias de seducción
en pos de esas conquistas articulados por una cultura de consumo que las
fomenta y estimula por medio de imperativo tácitos: autoestima, independencia,
desapego emocional, modelos estéticos, etc; obstaculizando así las relaciones
interpersonales, en lugar de allanarlas. Por lo cual las relaciones están
vinculadas con factores económicos que se traducen en estos imperativos
tácitos. Creo que quien mejor ha plasmado la sensación de vacío que produce el
quedar excluido de este modelo de salud mental y por ende del mercado
matrimonial es el novelista francés Houellebecq en su novela: Ampliación del
campo de batalla. La misma da cuentas del tipo de subjetividad constituida en
la contemporaneidad cuando las relaciones no encuentran un punto de anclaje
como ocurría en tiempos pretéritos, por ej. a través de la institución del
matrimonio, sea ésta civil o religiosa. La novela merece un análisis aparte. Me
limito a un pequeño párrafo que ilustra frente a qué tipo de subjetividad hemos
referido:
¨Me interno un poco más
en el bosque. Detrás de esta colina, según el mapa, están las fuentes del
Ardèche. Ya no me interesa; aun así, sigo. Y ya ni siquiera sé dónde están las
fuentes; ahora todo se parece. El paisaje es cada vez más dulce, más amable,
más alegre; me duele la piel. Estoy en el ojo del huracán. Siento la piel como
una frontera, y el mundo exterior como un aplastamiento. La sensación de
separación es total; desde ahora estoy prisionero en mí mismo. No habrá fusión
sublime, he fallado el blanco de la vida. Son las dos de la tarde.¨[iii]
[ii]
FREUD, Anna, Estudios psicoanalíticos.
op. cit., p47
[iii] HOUELLEBECQ, Michel, Ampliación del campo de batalla. Bs As, Anagrama,p174
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