El problema del mal en el
cristianismo primitivo no es un tema sencillo. Desde la filosofía clásica, en
Platón por ejemplo, el asunto del mal se limitó a ser una ausencia, una
carencia o falta de ser, el mal no es, por ello aquello que lo define es su no-ser.
El mal no es. Pero qué es el bien, qué sería el bien en oposición al mal. El
bien es bello y bueno pero su lugar no pertenece al orden de lo mudable y de lo
sometido a la temporalidad, el Bien es una Idea, el arquetipo ideal que podemos
llegar a conocen a través de las reminiscencias, de la contemplación en algún
momento pretérito de ese mundo arquetípico: la justicia, la belleza, el bien.
Por una serie de peripecias de Platón de las que no voy a ocuparme aquí, entiende
al mundo material y al cuerpo como el correlato defectuoso de ese mundo, el
alma es prisionera del cuerpo y la materia como reflejo defectuoso de ese mundo
dan cuenta de la presencia del mal y la falta moral. Esta explicación un tanto
escolar, porque deberíamos considerar el diálogo ¨El Sofista¨ donde la noción
de no-ser no sólo se torna más problemática, porque vemos ahí al viejo Platón exponer
que el no-ser debe ser algo, debe tener, si no es, algo pero este tema no es el
que aquí nos convoca. En todo caso la referencia de Platón, en su versión un
tanto escolarizada, me permite dar cuenta de la clásica noción metafísica del
mal como ausencia de bien y si la he mencionado es por considerarla una de las
principales, cuya influencia en las diversas corrientes cristianas primitivas
es patente.
Así, en Génesis 1-26.27.28 puede
leerse: ¨1.26
¨Díjose entonces Dios: ¨Hagamos
al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza, para que domine sobre los
peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre todas las
bestias de la tierra y sobre cuantos animales se mueven sobre ella¨. 27 ¨Y creó
Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó macho y
hembra; 28 y los bendijo Dios, diciéndoles: ¨Procread y multiplicaos, y henchid
la tierra; sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del
cielo y sobre los ganados y sobre sobre todo cuanto vive y se mueve en la
tierra¨.
Encontramos en el relato bíblico
yahvista rasgos antropológicos y ontológicos con su respectivo correlato
jerárquico: Dios crea al hombre a su imagen y semejanza y siendo dios un ser de
pura bondad, sapiencia y omnipotencia, estas características también deben
estar en el hombre pero lo que en dios es en acto lo es en potencia en el
hombre; de esta manera el hombre es inferior ontológicamente a su creador,
siguiendo el argumento de la causa eficiente pero posee mayor estatuto
ontológico que el resto de las creaciones. Al hombre le es encomendada la orden
de multiplicarse, de poblar la tierra y hacer uso como también la de
administrar todos sus recursos. De esto último podemos deducir una cierta
responsabilidad ética. Por su carácter de ser creado a imagen y semejanza de
Dios no puede tener en su naturaleza lugar alguno el mal. Es decir, no hay mal
en la naturaleza del hombre pero cómo explicar su presencia, cómo explicar el
mal en la tierra. Veamos el problema de la caída en el Génesis 3-1.2.3.4.5:
¨3.1.Pero la serpiente, la más
astuta de cuantas bestias del campo hiciera Yavé Dios, dijo a la mujer:
¨¿Conque os ha mandado Dios que no comáis de los arboles todos del paraíso¨. 2
Y respondió la mujer a la serpiente: ¨Del fruto de los árboles del paraíso
comemos, 3 pero del fruto del que está en medio del paraíso nos ha dicho Dios:
¨No comáis de él, ni lo toquéis siquiera, no vayaís a morir¨ Y dijo la
serpiente a la mujer: ¨No, no moriréis, 5 es que sabe Dios que el día que
comáis se os abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y el
mal¨.
El tema de la caída y tentación
de la serpiente presenta algunos problemas. Primero, el lugar que ocupa la
serpiente en la tradición judeocristiana. La caída es inducida a través de la
figura mítica de la serpiente, podemos suponer que la misma es por un defecto
ontológico, como mencioné al comienzo, no porque el mal esté en la naturaleza
del hombre pero por su condición inferior a la de su creador es voluble y puede
ser inducido, en este caso a ser engañado por la más astutas de las bestias.
Con lo cual el problema del mal sería algo así como la consecuencia de esa
condición ontológica menor pero el problema de la caída no nos allana el camino,
por el contrario, la problemática sobre el mal se torna más amplia. Al comer de
la manzana no sólo se apartó el hombre de la gracia divina sino que además
despertó en él eso que la serpiente menciona: ¨seréis como dios, conocedores
del bien y del mal¨. Podemos suponer que
el estado anterior al del conocimiento es el de
inocencia, al comer de la manzana el hombre se descubre desnudo, el
pudor, la vergüenza, el esconderse y el temor aparecen en escena. De este modo
el hombre ha tenido que comer de la manzana para ser precisamente un hombre.
Todo esto no hace más que girar
alrededor del problema de la libertad. El mal según vimos no está inscripto en
la naturaleza humana, siguiendo siempre el relato bíblico, por ser el mismo un
ser creado a imagen y semejanza del creador. Entonces? El problema del mal
parece ligarse irremediablemente a la libertad del hombre, la serpiente no es
más que eso, la representación simbólica de poder elegir y el hombre para
devenir hombre y romper el lazo de inocencia y comunión con su dios debe
trasgredir la prohibición, sobrepasarla porque la misma surge en el momento en
que dios establece la disyuntiva entre poder comer de estos árboles y no de
otros.
La caída sumerge al hombre en una
mancha que abarcará a todas las generaciones y generaciones por venir, el
pecado original, hasta el momento que Dios a través de su hijo Jesucristo nos
redime con el sacrificio de éste. De esta manera, de igual modo que en la
clásica tradición filosófica el mal es una ausencia porque no tiene lugar más
allá del espíritu humano que habrá de elegir hacer el bien en correspondencia con
su naturaleza o elegirá hacer el mal, con lo cual el mal tiene lugar en el
mundo porque depende de la voluntad de los hombres porque el mismo, aquí es
donde mejor se percibe la herencia de la filosofía clásica, es ausencia de
bien.
Pero veamos otro problema, el tema de Satán en el mítico libro de Job:
1-6.7.8.9.10.11.12:
¨1.6. Sucedió un día que los
hijos de Dios fueron a presentarse ante Yavé y vino también entre ellos Satán.7
Y dijo Yavé a Satán: ¨¿De dónde vienes?¨ Respondió Satán: ¨De dar una vuelta
por la tierra y pasearme por ella¨8 Y dijo Yavé a Satán: ¨¿Has reparado en mi
siervo Job, pues no lo hay como él en la tierra, varón íntegro y recto,
temeroso de Dios y apartado del mal?¨9 Pero respondió Satán a Yavé
diciendo:¨¿Acaso teme Job a Dios en balde?¨10 ¿No le has rodeado de un vallado
protector a él, a su casa y a todo cuanto tiene? Has bendecido el trabajo de
sus manos, y sus ganados se esparcen por el país.11 Pero extiende tu mano y
tócale en lo suyo;(veremos) si no te maldice en tu rostro¨12 Entonces dijo Yavé
a Satán:¨Mira, todo cuanto tiene lo dejo en tu mano, pero a él no le toques¨ Y
salió Satán de la presencia de Yavé¨.
La escena es inquietante y
repleta de imágenes fantásticas. Dios y Satán apuestan la suerte de Job, a
poner a prueba su fe, el primero a favor y el segundo a quebrarla. Job cae en
desgracia, enferma, es tentado por su familia a maldecir a dios pero Job es un
soldado de la fe de primera línea, soporta y se pregunta por qué de está
maldición sobre él, busca la sabiduría para salir del mal que ha caído sobre
los suyos y encuentra su respuesta: ¨28-28. El temor de Dios, ésa es la
sabiduría; apartarse del mal, ésa es la inteligencia¨.
Apartarse del mal, es decir
ejercer la libertad orientada hacia al bien y no desviar el camino de Dios. Veo
aquí un tipo de confrontación dialéctica entre un tipo de ética heterónoma que
responde a las leyes de dios y de su iglesia a través de sus sacerdotes y por
el otro la voluntad del hombre, una ley autónoma que puede elegir hacer el bien
o hacer el mal. La primera no limita a la segunda, en todo caso le sugiere un
camino, ciertas pautas morales pero está en él hombre hacer caso de ellas o no, con lo cual el mal
es un asunto humano. El bien y el mal no tienen lugar más allá del hombre y su
voluntad. La religión permite dar sustento a cierto orden moral, a la
estructura social, de ciertas prescripciones o amenazas de castigo eterno
porque el mal o el bien encuentran su condición de posibilidad en el hombre. El
mal o el bien es eso que los hombres eligen y hacen. Apartarse de la senda de
dios y ejercer la libertad fuera de su gracia condenan al hombre
irremediablemente al pecado.
Así en las tradiciones gnósticas podemos encontrar diferencias
importantes en comparación con los textos canónicos. Veamos una cita:
¨La respuesta a la pregunta
acerca del origen del mal era clara para los gnósticos del siglo II: creían que
la realidad material no había sido creada por la divinidad superior, sino por
una divinidad de segundo orden, el dios creador o demiurgo, a quien
consideraban un adversario del Dios superior y un enemigo de la humanidad. En
especial en el Apócrifo de Juan atribuye al demiurgo todo tipo de deficiencias,
malas cualidades, intenciones malignas, además de hacerle responsable de toda
la desgracia que pudiera aparecer en el mundo material¨ Luttikhuizen, Gerard,
La pluriformidad del cristianismo primitivo, el almendro de córdoba, pág137.
Los textos gnósticos nos dan una
perspectiva diferente sobre el problema del mal, de igual modo sería
interesante profundizar en el comentario literal al génesis y en la ciudad de
dios de Agustín, quien además tiene presente las posiciones gnósticas y
maniqueas a las cuales combate pero no voy a exponerlo en este momento. No cabe
dudas que la religión explica el porqué del mal en la tierra y la respuesta no
puede ser más severa: por el hombre.
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