¨13 de Septiembre de 1811. Hace ya tres semanas que
la joven recién casada, Bettina, de soltera Bretano, está alojada con su
marido, el poeta Von Arnim, en la casa del matrimonio Goethe en Weimar. Bettina
tiene veintiséis años, Arnim treinta, Christine, la mujer de Goethe, cuarenta y
nueve; Goethe sesenta y dos y no tiene un solo diente. Arnim ama a su joven
esposa, Christine ama a su anciano marido y Bettina ni siquiera después de la
boda deja de flirtear con Goethe¨. La vida íntima del poeta no es distinta a la
de otro hombre. Lleva una vida tranquila con su esposa dedicando su tiempo al
trabajo de toda la vida: escribir. Conozco esos momentos de paz, de silencio y
trabajo meditado en soledad encerrado dejando fluir las palabras y de repente
sentir cómo ese momento de recogimiento interior y trabajo explota por el aire
ante una presencia inoportuna o frente a los ruidos molestos de quienes no
saben vivir en el silencio. Aquí se conjugan más de un elemento: una amante
casada, una esposa y el ruido. Pero es Bettina la amante del viejo poeta?
Algunas referencias históricas mencionan un viejo amor no en la hija sino en la
madre. La madre de la joven es Maximiliane Von La Roche, mujer de la que el
joven Goethe estuvo enamorado a los veintitrés años. No hay mayores datos que
ese, curioso: un amor no correspondido con el tiempo es un dato algo incierto.
Pienso en Charlotte Buff, otro amor frustrado, su amor por ella inspiró y dio
lugar a la creación de Werther: ¨¡Cómo me persigue esa imagen! Ocupa toda mi
alma ya sea despierto o en sueños. Ahora, cierro los ojos, en mi frente donde
se concentra toda mi visión interior veo aquellos ojos negros. ¡Aquí! No te lo
puedo explicar. Cierro los ojos y están; como un mar, como un abismo descansan
de mí, dentro de mí, llenan los sentidos de mí frente. ¿Qué es el hombre, ese
ponderado semidiós? ¿Acaso no flaquean sus fuerzas justamente cuando más las
necesita? Ya sea encumbrado de felicidad o abrumado por la aflicción, es
detenido y vuelve a la honda y fría preocupación, justo cuando creía poder
perderse en la plenitud de lo infinito¨. Me pregunto si el poeta habrá
experimentado esos amores frustrados más allá de las palabras, con el cuerpo
pensaba. Es posible pero también cabe la posibilidad que eso no sucediera, y
sin embargo con las palabras también se expresa el cuerpo, por supuesto que es
distinto. No es lo mismo. Esos amores de juventud se dan su lugar en el mundo
en las palabras. Christine es una mujer inculta, esos nos dicen las crónicas
mal intencionadas: cómo el genio puede compartir el lecho con una mujer de pueblo,
rústica y hasta fea. Pero no voy darles crédito, todo rumor expresa las
miserias de quien las profesa. Kundera cita una situación que dio lugar en el
ambiente cultural del siglo XIX como el comienzo sistemático de todas esas
calumnias, poco me importa si las inventó o tienen sustento histórico en alguna
crónica de ese momento que en lo personal desconozco. ¨Cuando se rompe un vaso
significa felicidad. Cuando se rompen un espejo cabe esperar siete años de mala
suerte. ¿Y cuándo se rompen unas gafas? Es la guerra. Bettina declara en todos los salones de
Weimar que `esa morcilla gorda se volvió loca y me mordió´. La risa va de boca
en boca y todo Weimar se muere de risa. Esa frase inmortal, esa risa inmortal,
suena hasta nuestros días¨. Kundera sostiene que no es amor lo que Bettina
siente por el viejo poeta, sino el afán de inmortalidad. Inmortalidad que se
desprende de su relación amorosa con el poeta anciano. Establece diferentes
tipos de inmortalidades. Por ejemplo la fe religiosa nos promete la inmortalidad
de nuestra alma y una vida en el más allá de paz serena si mantenemos ciertas
normas de conducta en nuestra vida terrena. Luego tenemos otra especie de
inmortalidad, la llama pequeña inmortalidad. La pequeña inmortalidad pertenece
al ámbito de la memoria y el recuerdo que dejamos en aquellos cuando nos ha
llegado la muerte. Generalmente si el
recuerdo depositado en el prójimo es malo y poco grato el olvido demora un poco
más en llegar. Nos recuerdan por más tiempo pero desde el resentimiento-qué horrible
y triste palabra-. Por supuesto, ninguna de estas pertenece a la inmortalidad
del poeta. La gran inmortalidad es para pocos, es selectiva y se expresa a
través de la vida del poeta en sus creaciones que perduran y escapan a su
generación. Es un estar siempre presente en personas que nunca se conoció
personalmente. Establece Kundera una relación entre la inmortalidad y la
muerte. Para ser inmortal primero hay que estar muerto, de esto saben mucho los
melancólicos románticos que anhelan una muerte poética para así perdurar en el
recuerdo de sus contemporáneos. Lo suyo es una vida muerte o un vivir para la
muerte, un ser para la muerte sin las connotaciones heideggerianas del termino.
Hay otro tipo de inmortalidad, menos poética pero no por ello menos espectacular,
la inmortalidad ridícula que define por ejemplo nuestro tiempo presente. La
inmortalidad de la cámara donde todo es registrado por la lente de la cámara.
Por ejemplo, un accidente de tránsito y el dolor de quien lo padece es
registrado y difundido para complacer el morbo de observar aquello que estamos
seguros de nunca padecer pero el destino
juega con los dados, nunca sabemos... Pero además del morbo también el
registro de nuestras actividades más triviales o el ojo vigilante de las
cámaras de seguridad. No dejamos de ser observados pero también de exponernos.
La inmortalidad ridícula es la del foco de la cámara. A Goethe no le hubiera
gustado en lo absoluto, no necesita la autoexposición, por otro lado no había
fotógrafos y cámaras de video para que registraran sus momentos privados y sin
embargo está Bettina que expresa este tipo de inmortalidad de la cámara avant
la lettre. Busca por todos los medios posible estar cerca del poeta, en ser su
amiga, le ofrece su amistad y amor a cambio de que él comparta con ella su
lugar en la inmortalidad. La relación entre ellos estuvo rota por años por el
accidente de los lentes. Pero ella tiene sus armas, adopta la pose de niña. Ser
una niña, es una mujer que es una niña en su comportamiento, sabe muy bien que
la pose de niña le abre todo un abanico de posibilidades impunes en su acción.
La ingenuidad de sus palabras, la falta de experiencia ante el mundo y la
espontaneidad son las actitudes que adopta bajo la máscara de la niña. Hubo
sexo entre el viejo Goethe y la ¨niña¨ espontánea? Lo dudo, él era un viejo y
ella una mujer incapaz de sentir algo debajo de la falda. Kundera cita una
carta de Bettina(la niña) de 1809 en la que escribe: ¨Tengo la firme voluntad
de amarte hasta la eternidad¨. Pero Kundera al igual que Goethe no se dejan
engañar, no es amor al poeta, es amor a la eternidad, la voluntad no está
puesta en el amor sino en la inmortalidad. Pertenecen a generaciones
diferentes, es un error considerar a Goethe como un romántico. El Sturn und Drang representa un antecedente
muy temprano en la obra del poeta y hasta reniega de él en la vejez. Goethe es
un clásico, Bettina una romántica adoradora como los de su generación de la
muerte. Establecen un puente entre el amor y el tormento, equiparan el amor al
sufrimiento. El viejo Goethe es un amante de las formas, del estilo cuidado,
más de veinte años para terminar de redactar su Fausto expresan el carácter
sereno y dedicado al trabajo, no hay arrebatos pasionales, es el cuidado de la
forma, el detalle minucioso, el borrador siempre inconcluso que busca la
perfección en la materia. Es una vida al servicio del arte. No hay arrebatos,
ni momentos de pasión irrefrenable en el viejo Goethe, todo es minucioso. Un
solo desliz rescata Kundera del viejo Goethe, por supuesto que el mismo sólo
tiene lugar en el ámbito de las letras, en una carta en la que manifiesta un
juicio inmortal como epitafio sobre Bettina la amante de la muerte: ¨moscón
antipático¨. ¨Pienso en el momento en que Goethe escribió las palabras `moscón
antipático´. Pienso en la satisfacción que sintió al hacerlo e imagino que
entonces de pronto comprendió: nunca en su vida había actuado como quería
actuar. Se consideró administrador de su inmortalidad y esa responsabilidad le
había atado y hecho de él un hombre estirado¨.
El 26 de Marzo del año 1832 muere Goethe para dar el paso que solo unos
pocos pueden dar, el paso a la inmortalidad. Es interesante el aprecio del
poeta por el silencio. Detestaba el ruido, hoy no podría vivir o le sería
difícil, quizá retirado en el campo pero es seguro que nuevas Bettinas con sus
cámaras le pedirían una foto para luego postear en las redes sociales. Al poco
tiempo de la muerte del poeta Bettina publica su libro cuyo título es más que
sugestivo: ¨Epistolario de Goethe con una niña¨. En efecto, Bettina era una
niña. El ruido es el rumor de Bettina, su impertinencia, esa impunidad de la
que gozan los niños malcriados. Según Kundera en 1929 se descubrieron las
cartas originales saliendo a la luz todas las falsedades narradas por Bettina
pero no podemos quitarle mérito ya que logró su propósito, alcanzar la
inmortalidad junto al oprobio. Recientemente releí mi edición de Colihue de
Werther, marqué algunos pasajes, en cierto modo en relación con la inmortalidad
y su relación inseparable con la muerte: ¨¡Aquí estoy, Lotte! ¡No me asusta
beber en el frío y terrible cáliz del que he de tomar la bebida de la muerte!
¡Me lo has acercado y no vacilo! ¡Todos, todos! ¡Todos mis deseos y esperanzas
de mi vida se han cumplido! ¡Y golpearé, tan frío, tan rígido el férreo portal
de la muerte!¨ La escena final muestra a Hemingway charlando con el viejo
Goethe sobre diversos temas, el hilo común que sustenta el diálogo es la
inmortalidad. No era amor lo que Bettina sentía por Goethe. Tampoco estoy
seguro si el poeta amaba a su esposa Christine. Lo seguro es que tomó partido
por ella cuando se produjo el incidente de los cristales rotos pero de un modo
tibio. Es raro el retrato de Goethe. Lo observo en silencio y lo siento como un
poeta de la distancia. La inmortalidad es distancia. La inmortalidad… qué es la
inmortalidad? ¨La inmortalidad es el
juicio eterno¨. Un juicio no sobre la obra sino sobre la vida.
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