Filosofía y Teología en Santo Tomás de Aquino: “Una vida dedicada a la búsqueda de la Verdad” por Hander Andrés Henao / Twitter: @hormy11
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Filosofía y teología se encuentran relacionadas de manera inmanente en aquello mismo que las constituye como experiencias espirituales del ser humano. Ambas buscan desesperadamente un encuentro con la verdad de lo absoluto. Para ello, se elevan sobre la experiencia cotidiana del mundo y se encaminan hacia la especulación, como un sumergirse decidido en lo trascendental. Santo Tomás de Aquino (1225- 1274) como filósofo y como teólogo cristiano, muestra con su vida esta inevitable relación, pues como consideró Chesterton (2014) en la biografía realizada por él a santo Tomás, la vida de dominico es la introducción a su filosofía, a la vez que su filosofía es la introducción a su teología. |
La época en la que transcurrió su vida, es la época de la consolidación del modo de producción feudal y de la forma de vida adherida a este. El siglo XIII, en materia del desarrollo cultural, se conoce, entre los historiadores de la filosofía y de la teología, como el apogeo de la escolástica; época en que se pacificaba el cristianismo debido al final de la guerra de conquista de la tierra santa y el enfrentamiento entre el sacerdocio y el imperio papal (Coutinho, 2008). Este ambiente de paz, posibilitó, no solo el desarrollo libre de estudio de las escrituras y de los textos antiguos, sino también el intercambio de saberes desarrollados por el mundo árabe musulmán como el Aristotelismo, así como la construcción de las primeras universidades como centros de reflexión y producción de los distintos saberes (Coutinho, 2008). En el centro del cristianismo, se configuran las denominadas ordenes medicantes, dedicadas a la preservación y expansión de la verdad del dogma cristiano por lo que aparecieron como las organizaciones idóneas en el control de aquellas instituciones de enseñanza y producción de cultura que eran las universidades. La escolástica no es para nada una época de oscurantismo, sino de ensanche, de búsqueda de mayor libertad; es una reforma de la antigua visión neoplatónica y agustiniana (Chesterton, 2014).
Por su parte, Tomás nació en Roccasecca, cerca de Aquino (en el sur de la región italiana del Lacio), en el seno de una familia noble y numerosa de sangre germana. Su padre estaba emparentado con el Emperador Federico II y su madre era una condesa (Chesterton, 2014, Manser, 1947). Siempre estuvo rodeado de riqueza, poder y mucho confort, pero su espíritu buscaba una experiencia que iba más allá de aquellas falsos bienes. A los cinco años, en 1230, fue enviado a la abadía de Montecassino en donde un familiar suyo era un abad; luego estudiaría en la universidad de Nápoles en 1239, en dónde rápidamente se uniría a la orden medicante de los Predicadores de la mano maestro general, Juan de Wildeshausen en 1244 (Chesterton, 2014). En la universidad de Nápoles no sólo tendría contacto con la lógica Aristótelica, sino también con una perspectiva de vida austera, de pobreza, dedicada a la experiencia intelectual y a la búsqueda de la verdad Divina. En 1245, un año después de unirse a la orden dominicana, continua sus estudios en París en donde conoce a Alberto Magno quien lo sumerge completamente en la obra del estagirita (Chesterton, 2014; Manser,1947).
Tomás género controversias, tanto en el ambiente intelectual de su tiempo como en el seno de su familia. Desde el comienzo su familia rechazo esta decisión de Tomás ya que la encontraba obstáculo para el desarrollo de sus propios intereses, ya que desde que habían enviado a Tomás para Monteccassino, su plan está en que éste remplazase a su tío en la dirección de aquella abadía. Su familia entonces lo raptaría y lo encerraría en una torre de su castillo, para aislarlo del desarrollo de las actividades de la orden dominicana. Tomás logrará escapar y continua con la búsqueda de la verdad absoluta al margen del poder, la riqueza o el confort. Siempre fue firme a sus lecturas e interpretaciones aristotélicas, sin importar que lo acusen de hereje, de tergiversador de las enseñanzas divinas al recuperar un autor pagano interpretado fundamentalmente por árabes. No solo esto, Tomás tuvo también a los propios árabes como sus contradictores en materia de aristotelismo.
Sin importar esto, Santo Tomás de Aquino tuvo una vida dedicada a la experiencia espiritual de la verdad absoluta y, como expresa Manser (1947:38) en su estudio sobre el Tomismo:
«Todo en él ha de acabar subordinándose de nuevo a la verdad y a su conocimiento y a su posesión, absolutamente todo, hasta el amor de Dios. S´olo en esta arm´onica subordinación se puede comprender bien y abarcar por completo la figura aristotélica de Tomás, en oposición al platonismo del siglo XIII»
La búsqueda de la verdad fue su principal objetivo; no se trataba de que este o aquel autor estuviese más en boga en la discusión, sino que se trataba única y estrictamente de encontrar los caminos seguros para el encuentro de la luz absoluta de la verdad. Nunca contrapuso, simple y llanamente, la verdad del dogma cristiano; por el contrario, estudiaba detalladamente los argumentos de sus adversarios para mostrar desde ellos mismos, el error de sus posturas frente a la verdad absoluta. En ese sentido, Santo Tomás de Aquino unión dos cosas que paren ser contradictorias en un principio: una inquebrantable fidelidad a la iglesia, junto con una entrega desesperada a la investigación racional (Manser, 1947). Acá no se trata de construir una jerarquía entre ambas líneas, por el contrario, diferenciando estas disposiciones, mantiene que ellas, son solo posible en virtud de la gracia divina que toca la experiencia humana. La verdad es amplia e inmensa como Dios, a quien le rinde culto y homenaje, pues ella amplia el horizonte de un alma grande que se dedica a la búsqueda de una experiencia fundamental de lo absoluto (Manser, 1947).
Su obra manifiesta esta majestuosidad, no solo por su volumen bastante extenso, sino por la amplitud de miras con las que abordo cada uno de los temas que se propuso considerar. Entre comentarios y refutaciones a los árabes, entre los comentarios a la biblia y las sumas, encontramos un espíritu entregado completamente al trabajo filosófico, al mismo tiempo que se tiene una vida completamente religiosa entregada a la plegaria y al conocimiento de los misterios y los sacramentos. Dios y la verdad son, como en ningún otro escolástico, una y la misma cosa.
Ahora, no por ello, se puede decir que Tomás confundió los campos de la teología y de la filosofía, por el contrario, mantuvo su diferenciación, a la vez que reconoció que ambas no podrían sino tener un único e igual origen divino (Manser, 1947). Esto lo aclararemos más adelante, por ahora nos interesa resaltar que Tomás tuvo un único y fundamental objetivo: La búsqueda de la verdad, que él comprendía como la búsqueda de Dios.
En ese orden de ideas, podemos destacar dos valores que manifiestan el genio único de Santo Tomás de Aquino, como resalta Coutunho (2008): su capacidad de síntesis y su potencia de análisis. El aquinante, bebió de una diversidad de fuentes, superando cualquier sincretismo y eclecticismo, logró sintetizar los elementos de verdad de cada uno de ellos (del Neoplatonismo, de agustinismo, del Averroismo, etc.) construyendo un sistema coherentemente elaborado. Por otro lado, su capacidad de análisis lo constituye en un filigranista del pensamiento, ya que supo captar lo más profundo de cada cuestión y abrió miras en aquellos puntos obscuros o revelo obscuridades en aquellos otros que ya se consideraban solucionados y superados (Coutinho, 2008). Su estilo entonces no es retorico, sino frio y racionalista, ya que Santo Tomás no busca dejar un sello personal, sino permitir una vía de expresión a la verdad que está por encima de sus opiniones particulares y singulares.
Quisiéramos dejar claro en estas primeras palabras introductorias que santo Tomás de Aquino dedico sus esfuerzos vitales a la completa búsqueda de la verdad, no porque aspiraba con ella a ganar algún tipo de beneficio político, económico o celestial, sino porque reconocía que es Dios la única, eterna y entera verdad. Su experiencia teológica fue una experiencia filosófica, a la vez que su reflexión filosófica es sostenida con una clara vocación hacia la fe.
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