Las potencias del cuerpo llevadas al límite
El problema de no encontrar una salida es la muerte. No basta con
limitarse sólo a un registro creativo. Por ejemplo, pocos saben que pasó un año
en prisión por tenencias de drogas, violencia doméstica y resistencia a los guardianes
de la ley. Importa poco en el país del norte que el acusado sea un artista
famoso, la justicia dictamina y sentencia: culpable. Un año preso en el
pabellón medico para recuperación de adictos. Lo que pudo ser el momento de
total derrumbe generó un efecto contrario. Quienes tengas este tipo de
experiencias límites con sustancias conocen bien las consecuencias en el cuerpo
luego de un tiempo de abstinencia a base de agua. Pero apenas son movimientos
leves que se bloquean tras regresiones a los mismos patrones. Un año encerrado
en un pabellón para adictos con trato preferencial y una rutina diaria bajo la
luz del sol, el sueño reparador de ocho horas y actividades bien programadas
con sesiones terapéuticas tres veces por semanas y espacios de esparcimiento
parecen ser la clave para nuevas experiencias. Como tampoco suele faltar en
estos momentos: un retorno provisorio a la fe de corte predicador ambulante
evangélico. Los elementos necesarios para ser calificado como un sujeto
rehabilitado, que habiendo cumplido su condena social, regresa normalizado a la
vida en sociedad. Los registros de esos tiempos, por ejemplo algunas
declaraciones radiales de Alfredo Lewin confirman lo supuesto: mejor humor,
frescura en la piel y en la voz. Algunas experiencias previas con su mujer
Castaneda, presentes en ¨canción de amor interestatal¨, son registros de ese
estado anclado cuya única salida no puede ser otra que la muerte. Simular la
sobriedad en la conversación telefónica. Cuánta perversa ingenuidad. De todos
modos nadie tiene derecho al juicio, como leí recientemente, el deseo no se
juzga, es ¨bueno¨ o ¨malo¨ no por un juicio previo que condena, condiciona su
recorrido, sino en su movimiento es donde nos es posible discernir. Toda salida
está bloqueada, el movimiento conduce inevitablemente a un límite del cuerpo.
Por eso cada una de las expresiones musicales, que no son meras
representaciones de estados subjetivos, sino que constituyen testimonios de
experiencias, una vida que se expone, si bien bajo un registro sonoro, el
soporte material no es otro más que el cuerpo. Movimientos que se bloquean y
sin embargo una pasión de base: la vida en su máxima expresión. Llevada al
límite y cuyo desenlace todos conocemos, un cuerpo caído en un colectivo. El
personaje, esa figura pública, de la que el vulgo espera el escándalo, siete tigres enjaulados vuelan. Visiones
seductoras de México, y ella espera: un año de reclusión. El juicio que
posibilita el sentimiento de culpa siempre viene del afuera. Esperan que asuma
aquello que creen que es. Ser, mejor el no-ser nada. Por supuesto que no
entienden. Es sencillo seguir patrones condicionados por rutinas que establecen
un orden en el tiempo, en la administración de los recursos, lazos sociales
sólidos e instituidos. ¡Todo parece tan sencillo desde afuera! No es fácil
vivir en el caos. Por supuesto que las consecuencias están a la vista: ser
expulsado. Todo eso es S.W. Una vida
compleja con miles de matices que se oponen, no hay correspondencias, armonías,
sólo breves momentos de sosiego que anticipan noches de tormentas presentes en
un registro vocal de barítono medio. La experiencia de la reclusión, aún en una
clínica de lujo con sexys enfermeras, no deja de ser una experiencia límite. El
registro de estás experiencias es 4. ¨Chica ácida¨ o ¨Atlanta¨ son las
expresiones más directas, experiencias
manifiestas de no poder atravesar el umbral de muerte que implica el exponer el
cuerpo a situaciones que superan los límites del mismo. Una partida prematura
cuando ya se ha superado los tiempos de juventud. La madurez. Un cóctel. Subir
un poco la aceleración, bajar un poco el ritmo, las vibraciones en el pecho,
algunos leves temblores en las manos, la fatiga en los músculos, subir un poco
más para evitar la caída. El sueño que parece inevitable, no poder permanecer
despierto. No llegar lo suficientemente alto, bajar un poco más por temor a no
resistir. Son movimientos simultáneos en el cuerpo, se alternan uno con otro,
la velocidad vertiginosa genera espasmos en el cuerpo. El espacio se mueve. Un
único sentimiento atraviesa todo ese momento: no regreso. ¿Han estado ahí? En
ocasiones con un poco de suerte es posible el retorno, luego la promesa: es
demasiado para mí. Pero la memoria es frágil y las promesas carecen de valor
real, paliativos cuyo objeto es calmar el temor de terceras personas. Nadie
puede poner en dudas que fue fiel a su deseo. Lo cuál no deja de plantear un
problema que no deja de dar vueltas en mi cabeza.
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