| ||||
---|---|---|---|---|
|
En el ensayo “el Yo
como conciencia de si mismo” planteo una serie de problemas, que el ser humano,
a lo largo de la historia, ha tratado de dar respuesta.
Entre las mismas hay
varias que retomaré, empezando por
¿Por
qué sentimos ansias de eternidad?
Todos los seres
humanos sentimos ese ansia de perennidad, de eternidad.
La ciencia, a través
de la biología, nos da cuenta de los procesos que van sucediendo desde el
embrión hasta la descomposición total del cuerpo, de todos los seres vivos
incluido el hombre.
También nos da cuenta
que todos los vivientes pasan por los siguientes estadios: nacen crecen, se
reproducen, mueren.
A esto se suma, en los
animados, los instintos, que complejizan la vida, en especial el de la
conservación del individuo, que junto con el de preservación de la especie
hacen que se reproduzcan y se perpetúen en el tiempo. Pero sin conciencia de lo
que se realiza. Cada instinto tiene una función específica y finalidad propia.
En el ser humano, estos
instintos están sublimados a la inteligencia, a la razón, a la conciencia de sí
mismo.
En razón de lo
expresado hasta aquí, la primer respuesta que podríamos dar a la pregunta sobre
el ansia de eternidad, es la sublimación de los instintos de conservación del
individuo y de la especia que conjugado con la imaginación, hacen creer al ser
humano, que puede llegar a ser eterno, o que parte de él lo es. Lo cual sería
una ilusión, pero también un sinsentido por tener un deseo que no se
corresponde con una función o finalidad. Y la acción de la naturaleza tiende a
atrofiar o hacer desaparecer algo que no tiene función o finalidad, pero el ser
humano sigue teniendo este deseo.
Consideremos que la
conciencia de sí mismo, el “yo”, es además comprensible y transmisible.
El Yo puede trasmitir,
por la palabra, sus necesidades, sus pensamientos, sus elecciones, y los “otros
yo” comprenderlos.
A esta realidad es lo
que nosotros llamamos cultura, por lo que el hombre se convierte en un ser
cultural y social.
Quiero introducir aquí
un hecho, solo tomando al homo sapiens, las distintas culturas diseminadas a lo
largo del tiempo y del espacio de la tierra, coinciden en la respuesta al ansia
de eternidad: el alma humana (parte del/ o el hombre mismo) es eterna
(transmigra, va al cielo/infierno). No hay ninguna expresión cultural que de
otra interpretación a este deseo, que no incluya un elemento humano eterno.
El homo sapiens lleva
sobre la tierra, alrededor de ochenta mil años. Hoy mirando hacia atrás y
considerando el progreso científico y tecnológico, entendemos que todas esas
respuestas culturales a la pregunta sobre el ansia de eternidad, como animismo,
como mitología. Y por lo tanto un saber arcaico.
¿Qué
nos da el derecho de tirar por la borda ochenta mil años de cultura?
Pero
esta forma de entender, actual, el deseo de perennidad, como mitológico ¿no
sería una nueva forma de mito?
¿Un
nuevo paradigma no es un nuevo mito con apariencia de saber auténtico?
¿Qué
nos hace pensar que lo que hoy llamamos conocimientos válidos no son otra forma
de mitología?
Tenemos que definir en
primer término, el significado de mito.
Según la definición
usual se le llama mito a:
1.-
Historia fabulosa de tradición oral que explica, por medio de narración, las
acciones de seres que encarnan en forma simbólica fuerzas de la naturaleza,
aspectos de la condición humana, etc.
2.-Historia
imaginaria que altera las verdaderas cualidades de una persona o cosa y le da
más valor de la que tienen en realidad.
Si tomamos, por
ejemplo, la teoría atómica, que representa el sostén de una importante fracción
del conocimiento actual, y que es verificada constantemente, está fundada sobre
un elemento, el átomo, que nadie ha podido ver. Hasta el momento hay varias
teorías que establecen como sería el modelo atómico, sin embargo, no se lo ha
podido visualizar, ni siquiera con aparatos complejos. Lo que sí se ha podido
comprobar y verificar son las consecuencias de su funcionamiento.
Si a la teoría atómica
le aplicamos las dos definiciones usuales veremos que se ajusta a las mismas.
1.-
La teoría atómica es una historia fabulosa (producto de la imaginación) que
explica las acciones de seres (átomos) que encarnan en forma simbólica (utiliza
símbolos para especificar propiedades energéticas y de cada elemento químico)
las fuerzas (energía) de la naturaleza.
2.-
La teoría atómica, historia imaginaria que altera (ha producido una revolución
en el conocimiento humano acerca del funcionamiento del universo) las
verdaderas cualidades de una cosa (cuando se interpreta como solo movimiento
atómico) y le da mas valor de la que tiene en realidad (reemplaza el valor del
ser de las cosas, ya no son entes en sí mismo sino un conjunto de átomos).
Seguramente alguien me
podrá decir que lo ut supra escrito sobre la teoría atómica es una
interpretación muy alejada (torcida) de la realidad, y posiblemente tengan
razón, pues no soy un experto en la misma. Mi objetivo es sembrar la duda
acerca de si los conocimientos verificables no son en definitiva nuevos mitos,
dicho de otro modo, si las condiciones de verificabilidad y de sentido que le
pedimos a un conocimiento teórico, práctico
y/o tecnológico y que se logra, comúnmente a través de tecnologías
inventadas a tal fin, no son nuevas formas de construir nuevos mitos, relatos,
con la pretensión de acercarnos a lo verdadero, a la realidad.
Volviendo al punto en
cuestión, entender el ansia de eternidad en el ser humano, como un mito basado
en nuestros conocimientos actuales, sería alejarlo de la realidad, descartarlo,
en base a otro mito que reemplaza al anterior.
El ansia de eternidad
en el ser humano es un hacho que
problematiza y merece una respuesta y a mí particularmente no me conforma la
explicación biológica (expuesta al principio) pues deja muchas dudas sin
resolver.
El deseo de perennidad
es un hecho que nos produce una situación paradojal:
“El ansia de eternidad o es una sublimación
de los instintos de conservación, entonces es un sinsentido, pues en la
naturaleza nada hay que no tenga un sentido o función que no se atrofie o
desaparezca, por lo que el deseo de perennidad o se atrofia y desaparece, lo
cual no ocurrió hasta el momento, o no es un deseo natural por lo cual debe
tener otra explicación”.
Es el ser humano el
único capaz de crear paradojas, pero justamente, lo paradójico lo es para
buscarle una solución, que no se encuentra en el mismo enunciado del problema,
justamente es la base de la posibilidad del conocimiento, es la motivación de
la búsqueda de respuestas, es el problema que nos lleva a plantear hipótesis. Toda
paradoja tiene solución, aunque se tarde toda una vida en resolverla, de lo
contrario se convertiría en absurdo.
En definitiva, lo que
quiero expresar es que el conocimiento actual limitado por las condiciones de
verificabilidad y de sentido hacen que “el deseo de eternidad” que subyace en
el ser humano, entre en el terreno de lo paradójico. Un deseo que no puede ser
satisfecho es un sinsentido, algo absurdo y por lo tanto no puede existir, no
puede ser real. Pero existe y es real, por lo que hay que buscar otra forma de
acceso a la respuesta.
El hecho a partir del
cual se puede esbozar una respuesta es que el “ansia de perpetuidad” se nos
presenta a partir de la conciencia de sí mismo, de la inteligencia.
Si podemos de alguna
manera establecer la naturaleza de la conciencia, la inteligencia, voluntad, a
su vez podemos establecer de dónde nos viene el deseo de inmortalidad.
En la conciencia, la
inteligencia, voluntad, etc. encontramos
características distintivas por ejemplo en el habla, el concepto, las ideas,
las ideologías, el querer, el amor, y otros mas.
Tomemos la palabra, es
el resultado de un acuerdo social para nombrar algo. Que a su vez representa la
idea que nos formamos de ese algo: ej. casa, es un término que usamos para
determinar un cierto tipo de objeto, mi casa, pero también es un concepto común
a todas las casas. Por lo que una palabra, casa, se convierte en un concepto
que representa una casa en particular y a todas las casa en general.
Quisiera aclarar que
no hablo de lenguaje pues en un sentido amplio todos los seres vivos e incluso
el universo, se expresan, algunos pueden entenderse entre ellos, pero solo el
hombre puede inventar terminología para interpretarlos.
La posibilidad de
conceptualización y transmisión de ideas que solo el ser humano posee, tienen
características que tendríamos que analizar.
Lo que la ciencia ha
demostrado hasta el momento es que el cerebro es la base en la que se asienta
nuestra actividad pensante, y es a su vez su límite. Veamos un par de ejemplos.
Cuando recordamos o creamos, nuestra mirada se dirige hacia uno u otro
hemisferio cerebral como indicando qué parte del cerebro está en
funcionamiento. Por otra parte una de las consecuencias nefastas que tiene la
desnutrición infantil en el primer año de vida es el poco desarrollo del
volumen de masa cerebral, que va a impedir que esa persona, en el futuro, pueda
desarrollar su inteligencia.
Aunque limitado por la
materialidad cerebral, la actividad pensante es la única función que puede
reflexionar, o sea pensarse a sí mismo, dicho de otra forma, solo con el
pensamiento podemos interpretar de distintas maneras el mundo, los animales y a
nosotros mismos y nuestros pensamientos. Interpretar es pensar, interpretar es
tener la posibilidad de comunicar y que se pueda comprender. Comprender es
pensar.
Y esta actividad solo
el ser humano, puede realizarla. Toda la naturaleza se expresa, en el
aquí/ahora. Solo el pensamiento humano puede interpretarlo espacial y temporalmente
en historia (pasado y presente) y proyectar (futuro).
En base a lo expresado
hasta aquí se percibe que el pensamiento, la conciencia, es una actividad que
va más allá de lo meramente cerebral, aunque limitado por este órgano. O sea,
el pensamiento va más allá de lo meramente material, en definitiva es inmaterial.
Todo lo material está
atado a los procesos naturales de corrupción, de finitud, del ciclo ecológico,
del ciclo ecológico o universal. Comienza y termina.
Por lo cual si la
conciencia, el pensamiento, u otra forma de denominarlo, es inmaterial, no está
atado a esos procesos, no es corruptible, no tiene comienzo ni fin. Trasciende
lo material.
Pero entonces ¿qué es
el pensamiento? ¿de dónde viene? ¿a dónde va?, es una serie de preguntas que
han tenido respuestas distintas a lo largo de la historia humana y que
seguiremos investigando.
La limitación que
impone el cerebro, al pensamiento, es justamente lo que nos hace que no podamos
encontrar todas las respuestas, y especialmente todo lo referido a lo
trascendente.
En conclusión: el
“deseo de inmortalidad” nos viene de la propia naturaleza de la conciencia que
es inmaterial.
A partir de aquí
entramos en terreno de la fe y dejamos la filosofía.
Publica un comentario: