La inducción cuna de la deducción. | ||||
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Las creencias comunes que expresan entre sí quienes con-viven son la regla de su confianza, esta - máxima de la religión monoteísta - cognoscente de la creencia común hacia la burda (de la locura), compromete la utilidad de lo imaginado, solo en cuanto a la satisfacción del otro cohabitante en una imaginación parecida. |
Me explico; La imagen y los posibles movimientos de esta en un individuo, en las diferentes transformaciones que a través de los sentidos se produzcan, o tras volver a imaginar la misma imagen, hacen que la imagen primeramente percibida, cambie en una proporción difícil de delimitar, esto es así pues no existe referencia más que la primera percepción ya ocultada por las imaginaciones consecutivas - los actuales psicobiólogos hablan de sinapsis para "guardar" la información neural - de tal forma que, para vivir en comunidad solemos otorgar nuestra confianza a las personas que responden a creencias parecidas a las nuestras, y que por tanto reproducen imaginaciones parecidas a las nuestras.
La creencia al igual que la imagen es una formación que sufre de un continuo trasvase de contenidos, la diferencia de la creencia es que nace de la deducción - al menos parcial - de su contenido, mientras que la imagen lo hace de la percepción misma, en ambas, volver a un punto de inicio muy próximo al primero es posible si percibimos el mismo estímulo de la percepción primera, o si pensamos el mismo enlace conceptual en la deducción. Estas son cosas que requieren de un autocontrol sobre los contenidos de nuestra consciencia, es un ejercicio común que persigue no desviar nuestras imaginaciones y nuestras creencias de un punto real objetivo. Los individuos que no realizan este proceso "purgante", claro está, se desviarán más de el contenido primero, y desarrollarán creencias que les produzcan imaginaciones cada vez más subjetivas, y al revés, imaginaciones que transformarán sus creencias, no por medio de la deducción lógica, sino por imágenes acompañadas - como no - por pasiones y tristezas varias.
Pues como todos los filósofos "amateurs" sabemos, como intuimos los lectores de filosofía, decididos los filósofos que aparecen en los libros de texto estarían en deducir sus conclusiones y no dejarse incubar por imágenes y creencias, en los casos más perdidos, de infinita incongruencia, un filósofo deberá echar fuera las imágenes y creencias y proseguir su camino incado de la razón de lo negativo, es decir, de la inducción. El pensamiento inductivo que consiste en obtener proposiciones probables generales a partir de datos particulares - es el arma de doble filo del pensador - un veneno dichoso en la mayoría de los casos, y siendo así, no es fiable para afirmar una proposición. Los filósofos que lo han dominado - como Averroes y Spinoza - son famosos por destronar los mitos contingentes de su época, pues no lo utilizan para pronosticar - el laborioso Averroes también pronosticaba como hobbie..- sino para falsar la creencia no posible, ahí está la proposición Averroista; "No puede existir el alma separada del cuerpo" que cambió el destino de la civilización occidental hasta nuestros días.
No es menos claro el sentido inductivo de Spinoza, en su libro Ética demostrada compagina las deducciones en inducciones afirmando que todas ellas se comunican y forman una identidad en quien las crea, parta de la imagen o creencia que tenga a bien contener el pensador. Es decir, Spinoza "demuestra geométricamente", simplificando inducciones en deducciones, que parta un hombre de una imagen falsa, nacida de pasiones, si se lanza al doloroso camino organizativo de las percepciones, y si crea creencias validas a partir de ellas, alcanzará el mayor bien para él y sus conciudadanos. El libro que contiene, destroza y demuestra todas las proposiciones entre inducción y deducción es admirado y leído por casi la totalidad de filósofos posteriores a Spinoza, entre ellos Hegel, y Marx, este último con un grandísimo interés en proponer de forma práctica la proposición de Spinoza.
He aquí el locus, el logicus consecuentis, la hacienda del luchador. Se puede decir de Marx que es un filósofo de causa noble, de inmenso trabajo organizativo, muy basto enjambre conceptual, clara visión consecuente. Grande entre todos los pensadores de todos los tiempos, y, con dos etapas filosóficas bien diferenciadas, una de compresión y conceptuación de todo el saber existente, la posterior, simplificadora del saber en conceptos básicos - al igual que su admirado Spinoza - en contra de su maestro Hegel - capaces de formar creencias validas en la actualidad de su mundo, en los pensadores e indivíduos todos.
Viene aquí el concepto de ideología, que como máquina del pensamiento - diría Deleuze - es de inmanencia posible, muy alegre. Un concepto capaz de servir al obrero en su pensar, que sustituye a la fe en la creencia, por la capacidad de la imagen y la creencia para superarse, el concepto de Marx urge a revivir el afán de Spinoza en Praxis, la real y objetiva forma de trasvasar de la imagen incompleta y pasional, que como poco todo hombre tiene, en la más alegre y activa razón. Para el señor que primeramente se sentó a la izquierda en un parlamento, la idea de que todos tenemos una ideología, y por tal todos somos iguales, es la consciencia común de que nuestra libertad - la tuya y la mía - existe en potencia. La ideología formada sea cual sea, llevará a la razón libre de nuestros actos, diría Marx.
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