Una de las constates del
pensamiento de los últimos 400 años, ha sido el incesante interés por romper
cualquier vínculo con la ‘filosofía medieval’ u ‘oscurantista’. Desde el Novum
Organum de Francis Bacon, la revolución copernicana, los métodos de Kepler,
Galileo e Isaac Newton, pasando por René Descartes, David Hume con An Enquiry Concerning Human Understanding
(Un Ensayo sobre el Entendimiento Humano), Kant y su Kritik der reinen Vernunft (Crítica de la Razón Pura) el empirismo
lógico, gestado en Der Wiener Kreis
(El Círculo de Viena) e influenciado por la obra del filósofo inglés Bertrand
Russell y las del austriaco Ludwig Wittgenstein con el Tractatus Logico-Philosophicus, constituyen, quizás, los sistemas de pensamientos que han despertado
la actitud de rechazo a toda formulación de argumentos metafísicos y teologizantes
en las ciencias.
El punto de partida de la reflexión filosófica no son ya cuestiones religiosas, tampoco supuestos de la moral, sino la naturaleza y sobre cómo construir un conocimiento fiable sobre ella. La aplicación de una ciencia exacta como la matemática al estudio de la naturaleza va a dar origen a lo que se conoce como la ‘revolución’ o ‘evolución’ de las ciencias. Surgirá, desde luego, una nueva concepción del mundo producto del cambio del ‘saber’ o ‘paradigma’ trayendo consigo la llamada renovación de las ciencias de la naturaleza.
Francis Bacon un crítico de la autoridad como método de validez del conocimiento, Galileo Galilei, el valiente intelectual que se atrevió a publicar y difundir la concepción heliocéntrica contra el sistema geocéntrico establecido hasta la época y el francés Descartes con quien nace forma moderna de hacer filosofía.
El producto de la racionalidad
científica gestados durante los siglos XVI al XVIII, impulsaron a muchos
pensadores del siglo XIX y XX, a
elaborar nuevas reflexiones en torno al alcance y límites de las ciencias de la
naturaleza [Naturwissenschaften] y las
ciencias del espíritu (ciencias humanas) [Geisterwissenschaften].
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