Los zombis son una metáfora del deterioro social y de la deshumanización del individuo. |
---|
Las series y películas de temas relacionados con el fin del mundo o la exterminación de la humanidad tienen desde hace algunos años una aceptación creciente en el público espectador. Tanto es así, que el género de terror ha ampliado sus horizontes y ha incluido en sus temas a los muertos vivientes, criaturas enajenadas atraídas por el perverso deseo, ¿acaso necesidad?, de acabar con la vida en el planeta.
El tema de los zombis, como aquellos que muestran un futuro desalentador ocasionado por guerras nucleares y choque de asteroides, pueden formar parte de lo que se conoce como género apocalíptico, una clase de literatura cuya misión es mostrar, mediante símbolos o metáforas, una realidad catastrófica de la cual sólo algunos saldrán avantes.
Este género nació en la cultura hebrea durante los siglos II y I a. C., épocas de crisis político-religiosa en las que los judíos se vieron obligados a ceder la tutela sacerdotal a sus enemigos. Los escritores, incitados por un deseo de venganza, apelaron a la justicia divina con el fin de que en el futuro los malvados recibieran su castigo. No comprendían cómo Dios, quien manejaba la historia humana, podía permitir el sufrimiento del “pueblo elegido” y el triunfo del mal, encarnado en los adversarios del judaísmo. Tal contradicción necesitaba una solución. Así, gracias a la influencia de la religión persa, los autores encontraron la solución en el final de los tiempos, momento crucial en el que Dios derrotaría finalmente al mal y los hombres justos recibirían su recompensa.
En adelante los cristianos retomaron el género durante las persecuciones romanas. Necesitaban promover la esperanza en sus fieles para fortalecer la fe y lograr que la flamante religión no fuese destruida. Entre más se impregnaban de la simbología apocalíptica y de su mensaje, más ánimo sentían para enfrentar las penas y el sufrimiento. Muchos mártires se entregaron a la muerte impulsados por este pensamiento.
Al parecer, el género apocalíptico decayó durante la Edad Media en el aspecto literario, mas nunca dejó de estar presente en la mente humana. Cualquier episodio extraño, un cometa, algún cataclismo o el fin de un ciclo (el año mil por ejemplo) le recordaba a la humanidad que el ajuste de cuentas promulgado por los profetas apocalípticos en las Sagradas Escrituras no se había cumplido aún: el fin de los tiempos estaba cerca, el mal finalmente llegaría a su fin. La diferencia con el pensamiento antiguo recaía en el hecho de que ahora también los cristianos pecadores sufrirían la ira de Dios.
Transcurrieron los siglos y aunque el pensamiento filosófico le ganó terreno a la religión y la ciencia se impuso sobre la superstición, en el sentir de gran parte de la humanidad permaneció viva la llama apocalíptica. Supongo que esto obedece a un continuo y prolongado sentimiento de desesperanza y de desilusión respecto al camino al que se dirige nuestra especie: tal parece que no tenemos remedio y que merecemos el exterminio por nuestras malas acciones.
Hoy en día, desde la llegada del nuevo milenio, las manifestaciones en favor del fin de los tiempos se multiplican. Y no es para menos si tomamos en cuenta que nos hallamos sujetos a los caprichos de personajes de ciencia ficción capaces de conseguir hacer volar el planeta en un abrir y cerrar de ojos, seres hambrientos de poder ávidos de tragarse al planeta.
Las películas y series de toque apocalíptico son un reflejo del sentir de nuestro tiempo. Los zombis son una metáfora del deterioro social y de la deshumanización del individuo. Nos comemos unos a otros porque una cruel epidemia de individualidad egocéntrica se extiende por el mundo. Mas igual que en los textos proféticos, nuestras series y películas son un llamado de atención que contiene entre líneas la esperanza de que no todo está perdido; si mantenemos la fe en nosotros mismos y creemos aun en la bondad humana, el futuro será mejor.
Publica un comentario: