Hoy nos topamos con uno de los pensadores más
relevantes del s.XX: Martín Heidegger (1889-1976).
Una rock star de la filosofía acusada
de mantener relaciones con su alumna Hannah
Arendt y de apoyar supuestamente al nazismo. Pero como siempre digo, ama a
la obra y no a su autor. Nos centraremos en una de mis obras favoritas “El origen de la obra de arte”. Este
ensayo fue leído por Heidegger en
conferencias y publicado posteriormente en 1952. Siendo un análisis profundo de la obra de arte, escrito con un lenguaje a
ratos complejo y casi místico.
Para el alemán la obra de arte tiene
una importancia excepcional ya que es gracias
a su contemplación que acontece la verdad. Ahí es nada. La verdad en
sentido griego, como “aletheia” como
desocultación de lo oculto. Desvelar el secreto.
Veamos como narra Heidegger el camino fenomenológico hacia la verdad. Es un camino
sinuoso, pero intentaré que resulte lo más cómodo posible. Dicho camino tiene
varias paradas:
1) La cosidad de la obra de arte
2) Los zapatos de Van Gogh
3) La obra de arte establece mundo
4) La obra de arte hace tierra
5) La lucha entre mundo y tierra
6) La verdad y el arte
La obra de arte como cosa
En un inicio olisqueamos la obra de
arte desde su posición innegable de cosa. Ya que ni la más elevada de las
experiencias estéticas puede librarse de la cosidad de la obra, ya que ésta viene impuesta
por el material propio de cada obra
de arte. ¿Qué tipo de cosa es la obra de arte? Está claro que no es una cosa
cotidiana como lo es una piedra. La obra trasciende y reclama a un
“otro” (una observadora) con el que está íntimamente relacionado. Aquí
observamos a la obra como un ente simbólico
y alegórico, que va más allá de la
mera cosa. La piedra es siempre piedra la mires o no, en cambio la obra de
arte necesita la contemplación del otro para ser obra de arte.
Los zapatos de Van Gogh
Ya situados en la obra de arte y con los motores
encendidos nos adentramos en el pensamiento de Heidegger a través de un cuadro de Van Gogh que representa los zapatos
usados de una campesina.
En el cuadro solo vemos un par de zapatos de
labriega y nada más. No observamos un espacio determinado o trozos de tierra
adheridos a su suela y aún así nos traslada inevitablemente a la fatiga del
trabajo, a los surcos de la tierra labrada, a la soledad del camino bajo las
suelas y a todo el contexto que ha rodeado a las botas de la labriega. Y aquí
reside lo extraordinario de la obra de arte, nos abre la posibilidad de mirar por una mirilla un lugar y tiempo
determinado y las cosas que suceden en éste.
¿Qué sucede en la obra de Van Gogh? Para Heidegger
En la obra se nos presentan los zapatos de labriega tal y como son, por ello gracias
a la obra acontece la verdad. Ante tal gigantesca afirmación cabe
preguntarse:
¿Cómo llega el arte a la verdad? ¿Cómo se instaura
esta verdad en la obra?
Como hemos visto la obra de arte establece un mundo
pero también hace tierra.
La obra de arte establece un mundo
Seguimos con la apertura de la obra de arte. De la
misma manera que Van Gogh nos abre
el mundo de la campesina, el templo
griego, como obra de arte arquitectónica, nos abre la historia del pueblo griego. Cuando presenciamos el templo tenemos
acceso a esa mirilla que nos muestra el curso y el destino de un grupo de
personas en una época pasada. El recinto sagrado nos lleva a sus creencias y
rituales, relacionados con el
nacimiento y la muerte, la felicidad y la desdicha, la victoria y la ruina.
El templo
griego al ser obra de arte nos abre un mundo que a su vez nos devuelve a la
tierra, lugar donde lo nacido se alberga.
Aquí viene la siguiente vuelta de tuerca, el retorno a la tierra.
La obra de arte hace tierra
Lo que nosotros llamamos naturaleza, Heidegger lo
llama tierra, en el sentido metafórico o mitológico tradicional de “la madre tierra”, que engendra y
alimenta a todos sus seres y luego los recoge en su seno. Para Heidegger la tierra solo se abre como
es ella misma, es decir, esencialmente infranqueable,
siempre irracional. La esencia de la
tierra es ocultarse de si misma y hacer
tierra quiere decir hacer patente dicha ocultación.
Recapitulando, ya son dos los rasgos esenciales de
la obra de arte: establecimiento de un
mundo y hechura de la tierra. Es decir la obra de arte establece un mundo
de relaciones que muestra el momento histórico de un pueblo y la vez hace
tierra, es decir nos muestra el ser propio de la tierra, la ocultación.
Lucha mundo y tierra
La apertura de un mundo que se nos muestra y la
hechura de una tierra que se delata como opaca e inaccesible, genera
irremediablemente una lucha que según
Heidegger, es la que dota de unidad a la obra y le confiere su reposo. Esta lucha es el pegamento que unifica la
obra.
La verdad y el arte
Esta es ya la última parada. En esta lucha mundo-tierra de la obra de arte, donde
la verdad acontece. La lucha da unidad a la obra, y a su vez, al contemplar la
obra se nos hace manifiesta la opacidad
de la tierra y el mundo que se abre. Se nos manifiesta la verdad. La obra de arte nos arranca de
nuestro estado de confort y nos planta
la verdad en la cara mediante su contemplación. Gracias a la contemplación de
la obra de arte la verdad acontece.
Llegados al final del camino y al margen de creer o
no que en la obra de arte hallamos la verdad, solo puedo sentirme afortunada
por poder ir en busca de una obra de arte. Por ser un sujeto capaz de contemplar
una obra de arte.
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