Leyendo el otro día el absolutamente recomendable libro “El absurdo mercado de los hombres sin cualidades. Ensayos sobre el fetichismo de la mercancía “, se me presentó una tesis innovadora, que casi me hace explotar la cabeza. La idea de que el ser humano, el supuesto sujeto del capitalismo, ha pasado de ser el sujeto activo de este sistema para ser un objeto pasivo dominado por la mercancía. Ahora las personas solo somos estúpidos títeres de un mercado que lejos de poder controlarlo nos controla a nosotras. ¡Toma distopía!
Cierto es que el marxismo puede parecer harto obsoleto en lo que a la revolución final del proletariado se refiere (o al menos a mi me lo parece) pero desde esta interesante perspectiva aún podemos darle una vuelta más de rosca a la teoría de Marx. ¡Vamos a ello!
La mercancía para Karl Marx es la forma elemental de riqueza en el capitalismo. En el primer capítulo del famosísimo libro “El capital”, la mercancía nos aparece como un elemento cuya primera característica observable es la de ser capaz de satisfacer una necesidad humana, encontrando así dos valores esenciales que aparecerán repetidamente en este artículo:
–El valor de uso: Hace referencia a la necesidad que cubre la mercancía.
-El valor de cambio: Es por lo que la mercancía es intercambiada, lo que se obtiene al entregar la mercancía. Vamos el dinero que estamos dispuestos a pagar por ella.
Estos dos valores se oponen y se generan mutuamente. Algo es mercancía si posee un valor de cambio, siendo el valor de uso condición necesaria.
Una vez aclarado esto nos ponemos las gafas marxistas para encararnos a la mercancía y a la tesis que afirma que el sujeto del capitalismo ya no es el hombre si no la mercancía. Si vemos a la mercancía como algo natural esta no nos supone un problema, pero si por el contrario entendemos mercancía como producto destinado desde su origen a la venta y al mercado (al margen de que éste esté regulado o no por el Estado), parece que la mercancía pierde su naturalidad y se problematiza. Actualmente nos encontramos en una economía de mercancías nacidas para ser vendidas al margen de ser usadas o no, no importa el valor de uso que la mercancía tenga sino su valor de cambio, lo importante en la mercancía es que se pueda vender, para así obtener pasta y poder comprar otras mercancías. Muestra de ello es que hoy en día, lo que se lleva empresarialmente hablando, es especializarse en producir una mercancía concreta. Por ejemplo tomando un producto final como podría ser una calculadora, vemos que sus diferentes elementos suelen provenir de diferente fábricas cual Frankenstein moderno. En la fábrica donde producen sus teclas les da igual su valor de uso ya que esas mismas teclas son vendidas para formar parte de calculadoras, ordenadores, cajas registradoras o juguetes. Así que lo único importante es el valor de cambio.
Ahora podría venir la crítica de la importancia del valor de uso ya que si estas teclas no se usaran para lo anteriormente comentado nadie las querría y por lo tanto ya no habría valor de cambio. Pues bien, esta crítica se desmonta cuando hay tantas y tantas mercancías inútiles en el mercado así como tantas y tantas mercancías inútiles en nuestras casas. ¿Por qué ya me diréis cual es el valor de uso de la cucharita de café nº500 que tengo en mi cocina? La pobre quedó detrás del cajón y nunca ha sido usada. O el valor de uso de los típicos “pongo” que son tan populares en fiestas navideñas o amigos invisibles. También desconozco el valor de uso de mi colección de muñequitos o de cualquier otra cosa que no usamos pero si que pagamos por ella.
De esto se deriva un gran inconveniente y es que las personas no somos quienes regulamos la producción según nuestras necesidades sino que hay un agente anónimo, el mercado, que es quien regula la producción. Esto es evidente ya que si fuera de otra manera hubiéramos dejado de producir chuminadas inútiles hace mucho tiempo.
Agarraos que vienen curvas: De esto podemos deducir que el sujeto del capitalismo no es el ser humano sino la propia mercancía. La mercancía es dueña y señora del mercado y es aquí donde radica su máxima inconciencia depredadora, ya que el hombre queda controlado por un mecanismo que el mismo creó pero que no controla. La mercancía como tal no puede preocuparse de que las necesidades humanas queden cubiertas, solo el hombre puede hacerlo, y éste en vez de tomar el control de si mismo ha preferido trasferírselo a un objeto que como tal no tiene conciencia, moral ni voluntad. Ridículo y real a partes iguales. El ser humano ha sido tan estúpido de transferir sus obligaciones mercantiles a las mercancías y en consecuencia se pueden ver familias de clase media baja con dificultades para llegar a final de mes pero con el último modelo de Iphone en el bolsillo. A la inversa de lo que sucedía en las sociedades anteriores, en este neocapitalismo liberal el valor de uso se convierte en mero portador del valor de cambio, es decir que el precio realmente no se justifica por el uso.
Quizás la mercancía y su forma general, el dinero, nos era beneficiosa en sus inicios pero ahora cuanto más se “apodera” la mercancía de la sociedad, más desprotegida queda la humanidad y la propia mercancía, ya que por la propia lógica interna del sistema capitalista este tiende a autodestruirse. Su condición destructiva es muy simple, el capitalismo posee un afán ilimitado pero los recursos son limitados. Con este concepto de mercancía no tenemos más que asentir ante la afirmación del fetichismo de la mercancía ya que tal y como afirmaba Marx y luego Jappe, la vida social de los hombres se ha transferido a sus mercancías y en lugar de controlar su producción material, los hombres son controlados por ella. Es como si los productos se hubieran independizado de su productor, igual que sucede en la religión. Por ello, visto que la revolución definitiva de la clase oprimida no llega por mucha lucha de clases que se dé, quizás nos deberíamos plantear atacar por otro frente: LA DESTRUCCIÓN DE LA MERCANCÍA (sin valor de uso). Me parece un camino razonable para que el ser humano pueda empezar a responsabilizarse y reconstruir su subjetividad.
Publica un comentario: