Imagen de Ben Saphiro. |
Shapiro es el nuevo representante del viejo entendimiento abstracto al que muchos, por simple ignorancia, denominan “metafísica”. Pero como en toda ignorancia siempre se pueden encontrar algunos elementos contentivos de la verdad -Verum index sui et falsi- , y dado que el concepto de metafísica ha sido manipulado hasta el hastío por el propio entendimiento abstracto, al punto de intentar convertirlo en una de sus piezas predilectas de disección, entonces habrá que afirmar que el señor Shapiro es el nuevo representante de la vieja metafísica de entendimiento abstracto, cuya característica esencial consiste en la extracción -el saqueo indiscriminado- de la historia rica y concreta, hasta su transmutación en sentencia hueca. Su técnica consiste en ir eliminando, paso a paso, los componentes específicos de -por ejemplo- un castillo. Si se hace abstracción de los materiales que lo componen, de la ingeniería y de la arquitectira que lo caracteriza, haciendo de él una simple figura espectral, traída de la imaginación, ya no quedará de él más que el espacio en el que se encontraba. Pero Shapiro vá má allá, y sobre las dimensiones espaciales en las que se encontraba el castillo hace, una vez más, abstracciones. Y es así como, al final, logra obtener una sentenciosa “categoría metafísica” del castillo. Por cierto, fue a punta de las representaciones de los fantasmas del castillo como fue estableciendo los fundamentos de su última publicación: El lado correcto de la historia.
Además de “el tiempo de Dios es perfecto” y del “vamos bien”, entre otras expresiones casi épicas -tan rimbombantes como las campanas inexistentes del precitado castillo etéreo-, la frase que sirve de título al ensayo de Shapiro es harto conocida por todos los venezolanos. Y no es improbable que Shapiro -nunca se sabe-, en un gesto de suprema inspiración, la haya tomado prestada de quien la transformara en su estandarte de lucha por la libertad y la democracia en Venezuela: sí, de Leopoldo López, quien no pareciera, por cierto, representar los mismos ideales de quien ha manifiestado ser uno de los defensores más ortodoxos y reaccionarios del neo-liberalismo y del conservatismo republicano, o sea, de aquello a lo que el narco-régimen de usurpación, sin ninguna justificación, acusa al valiente dirigente político venezolano, fundador de Voluntad Popular. Shapiro es otra cosa. Él si representa los términos de una extrema derecha que ya quisieran tener de interlocutora los capos de la mafia usurpadora, quienes se escudan detrás de bambalinas rojas para ocultar el gran escenario de su andamiaje criminal. Porque poco queda de aquella vieja izquierda honesta, libertaria, republicana y democrática. Los que mandan son bandoleros, traficantes y terroristas, que han convertido a la vieja izquierda decimonónica en una franquicia de criminales, cuyos sofisticados medios de advertising and marketing les permiten justificar sus “negocios” para poder enriquecerse con el sufrimiento y la sangre de los más necesitados.
Benjamin Aaron Shapiro es un escritor californiano de 36 años, judío ortodoxo, licenciado en artes y ciencias políticas y doctor en derecho por la Universidad de Harvard. Es el escritor sindicado más joven de los Estados Unidos. De hecho, su primer libro, Brainwashed -“Lavado de cerebro o cómo las universidades adoctrinan a la juventud norteamericana”- lo comenzó a escribir a los 17 años. El título de su segunda publicación no es menos sugerente: Porn Generation. How the social liberalism is corrupting our future -“La generación porno o cómo el liberalismo social está corrompiendo el futuro”. En 2013 publicó un ensayo titulado Bullies. How the Left's culture of fear and intimidation silences americans -“Intimidadores, o cómo la cultura de izquierda es miedo e intimidación que silencia a los americanos”. Basta apenas con citar como ejemplo estos títulos para que el lector tenga una idea del perfil conceptual que orienta sus líneas doctrinarias. Estar a la derecha del partido repúblicano y oponerse a la elección presidencial de Donald Trump no es poca cosa.
The right side of the History será presentado este jueves, 20 de febrero. Su propósito consiste en “exponer los fundamentos filosóficos sobre los cuales se ha construido la cultura occidental -la revelación jedeo-cristiana y la razón griega-, concentrándose en el propósito moral, la racionalidad, el descubrimiento científico y la libertad del individuo, sometiendo a revisión a aquellas filosofías alternativas que se alzan para disputarlos y las consecuencias que acarrean para sus respectivas sociedades”, como señala Anthony Kinnett, redactor de Misesreport. El fin de la historia y la muerte de las ideologías han quedado muy atrás, enterrados en el cementerio de los espejismos del siglo XX. Ha llegado una nueva era: la de poner fin al “hedonismo animal” y al “estoicismo ciego” que surgen de “una sociedad perdida, sin un propósito o camino”, para dar paso al reencuentro con los derechos y libertades dadas por Dios a los hombres, por encima del “tribalismo de la izquierda interseccional” o de la “derecha fascista”. La humanidad, como pueblo común, tiene un propósito común. Un mal chiste metafísico ha observado que el ser es como una salchicha, pero sin carne por dentro y sin piel por fuera. Tal parece ser el propósito pautado por la Atenas y la Jerusalén, formuladas por el ilustre autor.
Hasta aquí las expectativas que, grosso modo, se derivan de la novísima “metafísica” de Shapiro, a la que sin duda habrá que leer en detalle. Especialmente en lo que respecta, dentro del escenario de una filosofía de la historia, a los llamados principios de autoridad fundantes de la cultura occidental. Así, los principios parecen haber creado la historia y no la historia a los principios. Valdría la pena preguntarse por qué tales principios surgieron dentro de ciertas y determinadas circunstancias y no en cualquier otras. Cabe decir, examinar el modo de vida de los pueblos judío y griego, su existencia cotidiana, sus necesidades vitales, su modo de producir, los materiales e instrumentos con los cuales producían, las relaciones sociales, culturales y políticas que fueron capaces de entretejer. Conocer la historia profana de los hombres es la clave para comprender su historia sagrada. En caso contrario, queda abierta la sospecha de que esta novísima “metafísica” de la historia no es más que un conjunto de sentencias ideológicamente comprometidas con el más rancio conservatismo y sin mayor fundamento que el prejuicio.
Por lo pronto, conviene advertir que no puede existir el lado correcto de la historia sin la presencia efectiva del lado incorrecto, porque es en virtud de lo incorrecto que surge lo correcto. Sólo de los antagonismos, de la confrontación abierta y directa, surge la historia de la sociedad. Lo correcto es un término correlativo. Suprima el lector la incorrectitud y verá desaparecer la correctitud. Pero con ello desaparecerá la historia real. Pretender borrar el lado “incorrecto”, eliminarlo de un plumazo y sustituirlo por el “correcto” ya es, de suyo, una incorrección. No es solo es una abstracción, es un castillo de yeso y cartón pìedra en el mágico reino de la fantasía.
José Rafael Herrera
@jrherreraucv
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