“En la historia no se producen milagros. Los milagros los hacen los dioses.
Los hombres son los que, actuando de acuerdo con las circunstancias y
fijándose metas claras, conducen la historia”.
Un gánster es un hampón profesional, un maleante “de carrera” -un
“muerto viviente”- que forma parte de una organización criminal que se va
introduciendo en las células del tejido de un determinado organismo social
hasta infectarlo, corromperlo y extinguirlo. Es lo más similar a una virosis
letal, y puede llegar a convertirse en la pandemia del Ethos de toda una
formación social, e incluso de una totalidad histórica. De hecho, se va
apoderando de ella y, poco a poco, la va enfermando y consumiendo. Va menguando
sus fuerzas hasta que la destrulle por completo. Y, al igual que las células
malignas, potentes y mortales, logra, astutamente, engañar al organismo entero,
introducirse en los tejidos que conforman la anatomía de su ser y de su
conciencia, aparentando ser lo que no es. Un ganster puede llegar a hacerse
pasar por un empresario, un gremialista, un juez, un ideólogo, un religioso, un
político o un militar. Se encapucha, se mimetiza y se “arrancha”, para terminar
dando rienda suelta a su función destructora. El gansterato que saquea y
mantiene secuestrada a Venezuela -y tal vez a buena parte de Occidente- es
justo eso: una pandemia mortalmente infecciosa y agresiva que, en estricto
sentido, la está conduciendo a los brazos de la muerte.
En 1978, Sofía
Imber y Carlos Rangel entrevistaron al ex-presidente Rómulo Betancourt para el
programa “Buenos días”, de grata recordación tanto por su calidad intelectual
como por la profundización en temas y problemas que, cada mañana, contribuían
con el enriquecimiento del debate político y cultural de un país sano, próspero
y auténticamente democrático. En aquella entrevista, Betancourt afirmó estas
reveladoras palabras, que bien vale la pena transcribir, a los efectos de
comprender en detalle contra quiénes se enfrentan las fuerzas democráticas de
lo que va quedando: “Vivimos en un mundo en el que se ha establecido una internacional
del terrorismo. Aquí mismo en Venezuela, tenemos el triste privilegio de haber
establecido la célula matriz de ese terrorismo que está conmoviendo al mundo,
porque en los años sesenta, cuando se estaban secuestrando aviones, cuando se
secuestró a Steffano, cuando se secuestró al Coronel Smoller, cuando se asesinó
de forma tan cruel como asesinaron a Moro, al señor Iribarren Borges.., cuando
se asesinó al abogado Seijas, cuando se trató de asesinar al General Moreán
Soto. Esos son los antecedentes del terrorismo éste que ahora están conmoviendo
al mundo. Fue en la época de mi gobierno y en la época del gobierno de Leoni. Y
todo eso en Europa lo registraba la prensa como una manifestación del pintoretismo
latinoamericano. El terrorismo había comenzado en América Latina, porque era un
transplante del terrorismo cubano.. La llamada revolución cubana fue dirigida
por un grupo de pistoleros que se iniciaron no leyendo libros de teoría
marxista, no haciendo proselitismo político, no organizando partidos políticos,
sino como jefes de bandas universitarias de secuestradores. El señor Fidel
Castro es el personaje a quien describe Rómulo Gallegos como Justo Rigores
en su novela cubana Una brizna de paja en el viento. Justo Rigores
-Fidel Castro-, tal como se lo describió a Gallegos su entonces adversador Raúl
Roa -profesor universitario-, era jefe de un bonche universitario, de
gente que estaba en un filo de cuchillo entre el Robin Hood de la
leyenda inglesa, perseguidor de los ricos en favor de los pobres, y el
atracador puro y simple.. Esos métodos fueron trasladados a Venezuela por los
agentes del quintacolumnismo castrista en nuestro país”.
Betancourt
describe, con extraordinaria precisión, los orígenes de la terrible pandemia
que, ya desde los inicios mismos del régimen democrático en Venezuela,
amenazaba de continuo, una y otra vez, con expandirse y enfermar gravemente la
otrora Nación, que ya hoy no existe. Y así, en un momento de defensas bajas, con
buena parte del virus ya expandido entre una población que fue premeditadamente
conducida a su contaminación, a consecuencia del cobijo que encontrara entre
poderosos -e inescrupulosos- sectores resentidos, parasitarios, habituados a
vivir de los “recursos preferenciales” del Estado, y que vieron en serio
peligro los intereses de sus jugosas ganancias, el país terminó en manos de una
organización criminal oculta bajo los ropajes constitucionales. En nombre de
una “nueva república” se fue acabando sistemáticamente no con la “vieja
república”, como se anunciaba, sino con la idea repúblicana misma y,
consecuentemente, con su valiosa objetivación institucional. En su lugar, el
hampa gansteril se fue apoderando de todo, destruyendo las fibras vitales del
país entero, hasta llevarlo a su completo desfallecimiento y poniéndolo al
servicio de los negocios del narco-terrorismo internacional. Ahora la pandemia,
planificada y propagada desde el comienzo por Justo Rigores, amenaza
con expandirse a todo el Occidente, hasta hacerlo “morder el polvo”, ponerlo de
rodilas, intoxicándolo, mientras “el bonche”, del que hablaba Betancourt, se
enriquece grosera y grotescamente, en nombre del “pueblo” y de la “revolución”.
Por José Rafael Herrera
@jrherreraucv
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