“El deseo
humano de adquirir nuevas capacidades es tan antiguo como nuestra misma
especie. Siempre hemos buscado expandir los límites de nuestra existencia, ya
fuera socialmente, geográficamente, o mentalmente. Hay una tendencia, al menos
en ciertos individuos, a buscar siempre un modo de sortear todo obstáculo y
limitación a la vida y la felicidad humanas.”[1]
El transhumanismo fue
planteado por primera vez en el año 1923 por el genetista Haldane, en La ciencia y el futuro. Heldane estaba
especialmente interesado en el desarrollo de la eugenesia, la ectogénesis, y la
aplicación de la genética para mejorar la salud e inteligencia.[2]
Etimológicamente
podemos traducir eugenesia por “buen nacimiento”. Tratándose de una disciplina
que pretende mediante leyes biológicas de herencia el perfeccionamiento de la
especie humana.[3] Por su
parte, la ectogénesis pretende que los seres humanos no desarrollándose en el
útero natural, lo hagan en uno artificial[4].
Los
primeros que se autoproclamaron transhumanistas se reunirían formalmente en el
año 1980, en la Universidad de California, convirtiéndose en centro principal
de pensamiento transhumanista. Podemos señalar como característica común de
esta corriente la visión de futuro de una especie nueva, que podría
complementar o, incluso, suplantar a la especie humana. Pese a que muchos
seguidores del transhumanismo pretenden utilizar la ciencia y la tecnología
para erradicar enfermedades, pobreza, discapacidades, etc., esta disciplina se
centra en la mejora de los cuerpos de forma individual. Al contrario de los
filósofos o críticos sociales que pretender la preservación de los sistemas
naturales, los transhumanistas ven el concepto “natural” como algo
problemático, calificándolo incluso como un obstáculo para el progreso.[5]
David
Pearce, filósofo británico y seguidor del transhumanismo, es conocido por su
idea de que existe una obligación que nos empuja a la consecución de la
abolición del sufrimiento de todos los seres sintientes.[6]
En su obra The Hedonistic Imperative,
explica cómo las tecnologías podrían eliminar las formas desagradables de
experiencias en animales humanos y no humanos, sustituyendo el sufrimiento por
bienestar, en los que denomina “ingeniería del paraíso”.[7]
No
podemos evitar reconocer que el transhumanismo se ha convertido en una
tendencia creciente en los últimos años, esta corriente de pensamiento nos
lleva desde las técnicas más simples, hasta las “antropotecnias más
ambiciosas”.[8]
Juzgar
las propuestas de esta corriente desde el concepto de naturaleza humana es una
de las opciones, seguida, entre otros, por Fukuyama, Habermas, Kass o Sandel.[9]
“Debemos
ser capaces de desarrollar principios y normas que nos permitirán tomar
decisiones normativas sobre lo que debería o no debería ocurrir con la
optimización y mejora de la humanidad. […] Los ciudadanos se han rendido a la
perspectiva cínica según la cual los desarrollos en medicina y biotecnología
están impulsados por el mercado […][10]
Por
su parte, Diéguez opina que la naturaleza humana no existe. En primer lugar,
señala, que los transhumanistas no creen en el concepto de naturaleza humana.
En segundo lugar, que el reconocimiento de la misma puede bloquear las
intervenciones genéticas sobre los seres humanos. En tercer lugar, afirma que
el uso de tal concepto es el responsable de todas las barbaridades que se han
cometido en su nombre: “Han sido demasiadas las ocasiones en el pasado en las
que la apelación a un supuesto orden natural ha servido como el recurso más a
mano para justificar una injusticia, un dominio sobre el otro o una opresión.”[11]
¿Es
el transhumanismo una forma de superar nuestros límites?, ¿o es una forma de
demostrar que los tenemos no asumiendo nuestra naturaleza? ¿Vivir “mejor”
depende de la tecnología o de nuestras relaciones sociales?, ¿somos tan incapaces
de mejorarlas que buscamos una solución externa?, ¿acaso el transhumanismo no
es otra forma de dominación?
“La misma definición del “Transhumanismo”
plantea ya una serie de interrogantes fundamentales: ¿Qué entendemos cuando
hablamos de una “mejora” (Enhancement) de la especie humana? ¿Dónde está la
frontera entre terapia y mejora? El hombre ha utilizado desde siempre medios
naturales o artificiales para potenciar sus facultades habituales (como, p.
ej., en el caso de las gafas), mejorar su cuerpo o fortalecer su inteligencia.
¿Existen límites éticos para estas operaciones? ¿Cuándo se puede afirmar de un
hombre que es “normal” y cuándo no lo es? ¿El criterio de normalidad se
establece con arreglo a unos estándares físicos y a estadísticas del número de
seres humanos que poseen “esa normalidad”?”[12]
La
corriente transhumanista reconoce tres libertades básicas: morfológica,
reproductiva y cognitiva.[13]
La libertad morfológica supondría no estar sujetos a las limitaciones de la
estructura biológica natural. La libertad reproductiva hace referencia al
derecho de reproducirse de la manera que se desee. Y, por último, la libertad
cognitiva permitiría la plena expansión de la conciencia. ¿Podemos decir que
ser libres es dejar de ser quiénes somos? “La pretensión de seleccionar todas
las características de la descendencia, eliminar el envejecimiento, desarrollar
nuevas habilidades cognitivas o eventualmente lograr la inmortalidad, vacían de
sentido la condición humana.”[14]
No podemos evitar reconocer que
el transhumanismo se ha convertido en una tendencia creciente en los últimos
años, esta corriente de pensamiento nos lleva desde las técnicas más simples,
hasta las “antropotecnias más ambiciosas”.[15]
Juzgar
las propuestas de esta corriente desde el concepto de naturaleza humana es una
de las opciones, seguida, entre otros, por Fukuyama, Habermas, Kass o Sandel.[16]
“Debemos
ser capaces de desarrollar principios y normas que nos permitirán tomar
decisiones normativas sobre lo que debería o no debería ocurrir con la
optimización y mejora de la humanidad. […] Los ciudadanos se han rendido a la
perspectiva cínica según la cual los desarrollos en medicina y biotecnología
están impulsados por el mercado […][17]
Por
su parte, Diéguez opina que la naturaleza humana no existe. En primer lugar,
señala, que los transhumanistas no creen en el concepto de naturaleza humana.
En segundo lugar, que el reconocimiento de la misma puede bloquear las
intervenciones genéticas sobre los seres humanos. En tercer lugar, afirma que
el uso de tal concepto es el responsable de todas las barbaridades que se han
cometido en su nombre: “Han sido demasiadas las ocasiones en el pasado en las
que la apelación a un supuesto orden natural ha servido como el recurso más a
mano para justificar una injusticia, un dominio sobre el otro o una opresión.”[18]
¿Es
el transhumanismo una forma de superar nuestros límites?, ¿o es una forma de
demostrar que los tenemos no asumiendo nuestra naturaleza? ¿Vivir “mejor”
depende de la tecnología o de nuestras relaciones sociales?, ¿somos tan incapaces
de mejorarlas que buscamos una solución externa?, ¿acaso el transhumanismo no
es otra forma de dominación?
La
corriente transhumanista reconoce tres libertades básicas: morfológica,
reproductiva y cognitiva.[20]
La libertad morfológica supondría no estar sujetos a las limitaciones de la
estructura biológica natural. La libertad reproductiva hace referencia al
derecho de reproducirse de la manera que se desee. Y, por último, la libertad
cognitiva permitiría la plena expansión de la conciencia. ¿Podemos decir que
ser libres es dejar de ser quiénes somos? “La pretensión de seleccionar todas
las características de la descendencia, eliminar el envejecimiento, desarrollar
nuevas habilidades cognitivas o eventualmente lograr la inmortalidad, vacían de
sentido la condición humana.”[21]
Referencias:
[1] Bostrom,
Nick. Una historia del pensamiento
transhumanista. Universidad de Oxford. Páginas 157-158.
[2]
Transhumanismo. Wikipedia [18/04/2020]
[5]
Transhumanismo. Wikipedia [18/04/2020]
[6] David
Pearce. Wikipedia [18/04/2020]
[7]
Transhumanismo. Wikipedia [18/04/2020]
[8] Marcos,
Alfredo. Bases filosóficas para una
crítica al transhumanismo. Artefactos. Revista de estudios de la ciencia y
la tecnología. Vol. 7, No 2 (2018) Páginas 108-109.
[9] Op. Cit.
Página 116.
[10]
Mendieta, Eduardo. El debate sobre el
futuro de la especie humana: Habermas critica la eugenesia liberal.
Universidad del Estado de Nueva York en Stony Brook. Páginas 94-95.
[11] Marcos,
Alfredo. Bases filosóficas para una
crítica al transhumanismo. Artefactos. Revista de estudios de la ciencia y
la tecnología. Vol. 7, No 2 (2018) Páginas 116-117.
[12] Postigo Solana, Elena. Transhumanismo y Post-humano: principios teóricos e implicaciones bioéticas. https://www.bioeticaweb.com/transhumanismo-y-post-humano-principios-teasricos-e-implicaciones bioacticas/ [19/04/2020]
[13] Paramés
Fernández, Mario D. Transhumanismo y
bioética: una aproximación al paradigma transhumanista desde la bioética
personalista ontológicamente fundada. Vida y Ética Año 17, Nº1, junio 2016.
Biblioteca digital de la Universidad Católica Argentina. Páginas 56-62
[14] Op.
Cit. Página 81.
[15] Marcos, Alfredo. Bases filosóficas para una crítica al transhumanismo. Artefactos. Revista de estudios de la ciencia y la tecnología. Vol. 7, No 2 (2018) Páginas 108-109.
[16] Op. Cit. Página 116.
[17] Mendieta, Eduardo. El debate sobre el futuro de la especie humana: Habermas critica la eugenesia liberal. Universidad del Estado de Nueva York en Stony Brook. Páginas 94-95.
[18] Marcos, Alfredo. Bases filosóficas para una crítica al transhumanismo. Artefactos. Revista de estudios de la ciencia y la tecnología. Vol. 7, No 2 (2018) Páginas 116-117.
[19] Postigo Solana, Elena. Transhumanismo y Post-humano: principios teóricos e implicaciones bioéticas. https://www.bioeticaweb.com/transhumanismo-y-post-humano-principios-teasricos-e-implicaciones bioacticas/ [19/04/2020]
[20] Paramés Fernández, Mario D. Transhumanismo y bioética: una aproximación al paradigma transhumanista desde la bioética personalista ontológicamente fundada. Vida y Ética Año 17, Nº1, junio 2016. Biblioteca digital de la Universidad Católica Argentina. Páginas 56-62
[21] Op. Cit. Página 81.
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