Este es el primer artículo de una serie de escritos que gira en torno a una figura que me ha estado obsesionando este verano. Hablo del presocrático Heráclito. Su pensamiento es como un prisma de múltiples caras, todas forman parte de una misma figura y es necesario verlas por separado para entender profundamente que forman parte de un todo.
Mi camino hacia su pensamiento se inició hace mucho y me gustaría poder compartir este comienzo tan personal. A la tierna edad de 5 años tuve una especie de encontronazo filosófico donde salí de mi zona de confort. Es algo así como cuando te quitan las rueditas de atrás de la bici.
Yo estaba sola en el baño de casa de mis abuelos jugando con un juguete muy básico que hoy en día siguen vendiendo en ferias y bazares. Se trata de un palo de colores flúor que en su extremo inferior se une con un cilindro perforado. Yo miraba como giraba y giraba de forma hipnótica, estaba totalmente atrapada por la forma y el movimiento. Algo tan simple despertó en mi el siguiente pensamiento:
“Gira y gira, parece que todo el rato es igual pero en realidad es diferente.”
La vedad que ese pensamiento me dejo un poco loca. No sabía muy bien como interpretar ese pensamiento, solo sentí que algo me removía por dentro. Eran pensamientos muy vagos y difíciles para una niña pequeña.
Al poco rato mi abuela me llamó, ya era la hora de comer (Os juro que mataría alguien ahora mismo por un plato de comida de mi yaya).
Para este proto pensamiento filosófico encontré alivio en 1º de Bachillerato cuando mi profesor nos habló Heráclito. Lo primerito que hay que saber es que a Heráclito lo apodaron “el oscuro” ya que escribía en formato de aforismo (sentencias breves que nos sirven como reglas). Como os podéis imaginar su estilo no facilita para nada el seguimiento posterior de su obra y además grandes filósofos como Platón o Aristóteles lo citan de mala gana y con poco rigor. Como un Chupa-Chups en el patio de un colegio, Heráclito es hartamente manoseado y su mensaje se ve deformado por montones de pensadores posteriores.
Hoy en día nos ha llegado la siguiente información, se ve que vivió entre el siglo VI a.c. y el siglo V a.c., en Efeso, una ciudad de Asia Menor y que escribió un libro titulado “Acerca de la naturaleza” dividido en tres partes: Una dedicada al Universo, otra a la política y otra a la teología. También sabemos que lo apodaron “el sin risas” ya que era un misántropo de mal carácter, soberbio (algo muy poco habitual en el mundo de la filosofía…ja ja ja) y que despreciaba a figuras de 1ª línea como Pitágoras, acusándolo de poseer un conocimiento meramente acumulativo y no verdaderamente filosófico. Supongo que el no ser el chico más popular del instituto no le ayudó a que posteriormente lo citaran correctamente.
Ya entrando en materia os diré que Heráclito es famoso por la siguiente sentencia que quizás ya conocéis: “No nos podemos bañar dos veces en el mismo río” (como el girar del juguete, el agua del río fluye). Esta frase la escuché por 1ª vez cuando tenía 16 años y mi concepción de la filosofía heracitiana ha ido evolucionando. En un inicio interpreté su celebre frase como que todo fluye en el cosmos, que todo es devenir y cambio como el caudal del río que discurre sin pausa.
Pero luego pensé lo siguiente… ¡Cuidado que igual os va a explotar la cabeza! Que todo fluya no quiere decir que el cambio constituye lo real y que por ello no existe identidad debajo de los cambios. El flujo universal del cosmos es compatible con la permanencia en el cambio. A pesar de que parece complejo pero es muy sencillo si tomamos el siguiente ejemplo: Mi reflejo en el espejo va cambiando, soy mutable y caduca, pero para que este cambio se de ha de haber un sujeto que cambie, un sujeto que permanezca. Si amigas/os cambio y permanencia son compatibles. Todo esta en perpetuo cambio, vuestros cuerpos serranos también, pero necesitamos de un sujeto, un río o un juguete, que permanezcan para que dicho cambio se dé.
El cambio es un tema central en su filosofía y existen diferentes interpretaciones pero para entenderlo bien y crearnos una opinión propia hemos de ver porque reglas se rige. Las reglas del juego nos las da el logos, término filosófico más que polisémico. En las obras de la época se entiende como logos una especia de razón o de verbo entendido como habla, pero para Heráclito el logos abarca mucho más, es un patrón universal que rige el Universo. Son las normas que alumbran y determinan el juego aquí y en Pokón.
Según el filosofo podemos captar este logos, la razón, en la propia cotidianidad de la vida ya que todo sucede de acuerdo a esta “programación”. Pero la cosa no es tan sencilla ya que de momento los misterios de la vida siguen siendo eso, misterios. Ya en su tiempo Heráclito era consciente de ello y defendía que la gente corriente no era capaz de entender ni captar la estructura que estaba delante de sus ojos, por ello nos propone un método, una ayudita, que nos permita ver con más claridad. Nos propone descomponer las partes y examinarlas y asimilarlas por separado para luego observar la relación que hay entre ellas (huele a regla cartesiana). Aún así solo el verdadero/a filosofo/a será capaz de verlo. La normativa cósmica está estrechamente ligada con el cambio ya que el mundo que observamos está atado a la corrupción y al cambio y como prueba el nacimiento y muerte de todo ser. Es un ciclo sin fin como en El Rey León. Toda criatura, sin excepción, nace, vive y muere al margen de fantasías propias de Entrevista con el vampiro.
No solo del logos y cambio vive su filosofía, hay muchas más caras interconectadas en este poliedro que veremos más adelante. Con estos escritos no solo quiero reivindicar la figura “del oscuro”, también quiero reivindicar el papel de la filosofía como elemento sanador en nuestra cotidianidad. Estoy más que harta de aquellas personas que la encierran en una torre de marfil y no permiten que sea accesible. Todas las personas tenemos encontronazos filosóficos desde la infancia y la filosofía nos puede acompañar.
CONTINUARÁ…
Publica un comentario: