Heidegger creía que "el lenguaje es la casa del ser", y donde habita el "Dasein". Por eso muchas veces el lenguaje se convierte en una casa vieja y rota (Nietzsche, Foucault...) que ya no habla del ente ni del ser.
Bien, no me quiero enrollar mucho, pero me gustaría mostrar la idea. Lo que no me parece existente de Heidegger y su teoría es que no se puede nombrar ese "sí mismo", como a él le hubiera gustado o como él creyó hacer, es decir, que ni él lo pudo nombrar, ya que en mi opinión es "experiencia sola", o vete a saber si podemos decir que es algo esa sola experiencia.
Lo veo en mis sesiones de ayuda psicológica online y veo que las palabras que usan las personas duelen cuando pierden su función con la vida de esa persona, cuando se vuelven delirantes, o in-explicativas, etc.
Y cuando dejan de doler y la cosa va bien, suele pasar que no se pone otra palabra estática en su lugar, es decir, que la persona ha aprendido a actualizar sus experiencias con formas del lenguaje para explicarlas. Qué entiende que las cosas cambian.
Realmente quienes somos ha cambiado.
Y es que, por decirlo con Foucault estamos inmersos en estructuras de poder, que vienen a ser máquinas de control modernas, y que según él evolucionaron a raíz del panóptico de Bentham, y que ejercían la vigilancia sobre todos los reclusos, no solo ya impidiéndoles realizar actos prohibidos por su naturaleza, sino haciéndoles conscientes de que en cada momento estaban siendo vigilados. Y es que este es el comienzo de la opresión asumida como poder, el poder ya no se ejerce para impedir "actos impuros", es decir, que ya no solo impide que los afectos incompatibles con la vida en sociedad puedan desarrollarse, sino que inunda a la persona de presiones incompatibles con la posibilidad de ejercer un acto propio, es decir, de ser ella misma y de actuar como tal.
De esta forma es posible entender la opresión como una realidad, como una realidad producto de la afección que se provoca en un cuerpo (por decirlo aquí como lo pensaba Spinoza y Deleuze) y que tiende a expresar todo cuanto está en ella. Esta es una realidad total, es una realidad que no puede disociarse de sí misma hasta que no nombra a través suyo ("enuncia" decía Deleuze) lo que es capaz de decir de otras cosas. Hasta que no enuncia su potencia, las multiplicidades de su potencia.
Bien, la raíz de todo este movimiento está en un libro: "En medio de Spinoza" de Deleuze Gilles, y su continuación en "Diferencia y repetición" y en "Lógica del sentido", si algún lector no ha leído alguno de estos libros, le aúpo a que deje de leer este artículo y corra a comprarlos, ya que en ellos está la primera piedra del mundo de hoy, en esos libros se puede entender lo que hoy somos.
Es en estos libros en los que se rompe mínimamente el existencialismo angustioso de esta época de post guerra, ese existencialismo de Sastre y Heidegger entre otros, y que se asociaba por el mismo Deleuze a una fenomenología marchita.
Y es que se trata de una forma genial de romper la experiencia sufrida por posibilidad. Es de veras, por testimonios que me han llegado de lectores de Deleuze tras muchos años al frente de una página de filosofía, "soplos de aire fresco", realmente se puede regular emocionalmente una persona leyendo esa prosa tan excitante y rápida, y como voy diciendo, tengo pruebas varias incluida la mía misma.
Pero ese algo que somos no dura para siempre, a veces dura muy poquito.
Existe una diferencia muy grande y tan separada que no creo capaz de juntar. La diferencia entre el conocimiento del hombre por el afecto por si, que es lo mismo que decir que "la filosofía es pensar el agenciamiento del otro", es decir, que es lo que decía Heidegger. Esto no se puede juntar con "la filosofía es la posibilidad de múltiples agenciamientos", que es pensar la afección desde la afección misma hacia cualquiera otra, y que es lo que propuso Deleuze.
Por otro lado, hay un filósofo que al pensar a Spinoza creyó que fue el que más dijo la verdad hasta él, y cogió solo los afectos, pues pensaba que de afecciones ya estaban hartos los cultos y en ese tiempo había que eliminar ese lujo (el del pensar a través de la afección) pues era malo para el país e impedía las libertades a las personas analfabetas, bien este filósofo fue Hegel. Lo que pasa con este autor es que acaparó la filosofía e hizo desaparecer el Averroísmo (que era su principal problema por aquel entonces) y la idea de afección (que también venía de los tratados médicos de Averroes como "aflicción") en Spinoza. Por suerte Deleuze la rescató y devolvió a la vida, y esto es una maravilla, ahora bien, el camino de la afección es el comienzo, siempre es la primera parte de una terapia, y la última es el afecto. Pero un afecto que en mi opinión debe de tener pocas palabras, que debe de saber autorregularse y comunicarse, realmente lo "cansino" de Hegel y de Heidegger es su obsesión con la palabra, con encerrar hay el espíritu, o el ser mismo, aquí más nos valdría aprender de Ortega y Gasset y su forma circular de filosofía.
Ahora bien, si es que estamos en el camino de la inclusión, del reconocimiento del otro y del mío propio. Entonces es porque puedo desprenderme de mi sufrimiento, que es producto de mi afección (de mi creencia distorsionada emocionalmente por sucesos o estados condicionantes) y por tanto aparte de poder relacionarla no ya con su causa, sino con cualquier otra afección, debemos a la vez ser capaces de formar un asiento sentimental común, o lo que se ha llamado afecto. Es decir, hay que volver a Spinoza, hay que actualizar Spinoza a nuestro tiempo hay que hacerlo circular como Ortega lo haría.
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