Vivimos en una sociedad de
consumo, en la que creemos que nuestra felicidad depende de las cosas que
compramos y no de nuestra realización personal. No es algo que hagamos
voluntariamente, ya que dependemos de nuestra cultura, que de algún modo nos
impone ese tipo de conductas. Para poder encontrar nuestro propósito en la
vida, lo primero que deberíamos hacer sería tomar conciencia de que éste no
dependerá de ninguna cosa material, ni ajena a nosotros mismos.
¿Cómo,
pues, podremos encauzarnos en la búsqueda de tal propósito? En palabras de
Sartre, “lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos
con lo que han hecho de nosotros”. ¿Qué queremos decir con esto? Es posible que
nos encontremos, en cierto modo, limitados por el tipo de sociedad en que
vivimos, por nuestras condiciones laborales o por nuestro entorno. Es posible,
también, que no sepamos ver más allá de nuestro día a día condicionado por la
falda de tiempo y, muchas veces, por la desidia. A diario nos dejamos llevar
por la costumbre, por la apatía… Pensamos que nuestras “pequeñas” decisiones no
sirven para nada que, si algo no va a cambiar por completo “para que lo voy a
intentar”. Aunque estemos inevitablemente condicionados y, de algún modo,
sometidos a los patrones culturales imperantes en esta sociedad capitalista; lo
importante son las decisiones que vienen dadas por nuestro ser más profundo.
Encontrar nuestro propósito en la vida pensando
No
podemos encontrar ningún propósito si no somos capaces de pensar por nosotros
mismos, de decidir cómo vivir y qué queremos ser. De modo que lo primordial
será preguntarnos quiénes somos en la actualidad y quiénes queremos ser en un
futuro. No es fácil responder a la pregunta ¿quién soy? Podemos, brevemente,
pensar que somos el fruto de nuestras experiencias y las marionetas del sistema
imperante, que actúan como autómatas. Pero somos mucho más que eso, somos seres
con una finalidad en la vida, que necesitan desarrollarse como personas para
poder vivir plenamente.
Así,
nuestro propósito será lograr ser nosotros mismos. Pero, ¿qué tengo que hacer
para poder ser yo mismo? La mayoría, sino toda, la parte de nuestro tiempo
libre la invertimos en diferentes formas de evasión; como puede ser, por
ejemplo, ver la televisión o “andar con el móvil”. Dedicarse profesionalmente a
algo que de verdad nos llene puede ser más difícil, seguramente necesitaríamos
invertir tiempo y dinero en una formación que no se lograría de un día para
otro, pero que, si podríamos tener en cuenta de cara al futuro, tengamos la
edad que tengamos. Por eso, sería conveniente empezar gestionando nuestros
momentos de libertad, haciendo que sean realmente nuestros.
El propósito y la vida.
La vida
es un cúmulo de sensaciones, pensamientos y experiencias, que pasa más rápido
de lo que nos gustaría, haciendo que muchas veces sintamos nostalgia del tiempo
perdido. Ser quienes somos, o luchar por ello, hará que no sintamos ese vacío
al mirar hacia atrás; conseguiremos también, que no nos arrepintamos de no
haber disfrutado nuestra vida, la única de que disponemos y que, tarde o
temprano, se acabará. Pensando quienes somos, que nos gustaría cambiar de nosotros mismos, cual es nuestra esencia, y que tenemos que mejorar, podremos elaborar
un plan para encontrar nuestro propósito en la vida. Así que coge un bolígrafo
y un papel y empieza tu sueño de futuro.
“El
constructo Propósito de Vida fue desarrollado por Viktor Frankl, quien plantea
que este aporta significado a nuestra vida, y es definido como la
responsabilidad que el hombre tiene de su existencia”[1]
Esa
búsqueda de dicho propósito nos aporta la motivación para seguir viviendo y la
posibilidad de responsabilizarnos de nuestra existencia. Otra característica
destacable del propósito de vida, es que no puede ser inventando, sino que
tiene que ser descubierto.[2]
Todos y todas tenemos una finalidad, aunque a veces nuestra mente se nuble y
pensemos que no, somos seres con un potencial que debe ser puesto en marcha y/o
desarrollado. Hacer lo que todos hacen, pensar como todos piensan y querer lo
que todos quieren, porque esté normalizado dentro del pensamiento imperante, no
es perseguir nuestro propio propósito. Desgranar, desintegrar o desarticular
esas ideas preconcebidas nos ayudará a aproximarnos a nuestro fin o sentido individual
y exclusivo de cada ser humano.
“La
cuestión del sentido surge con el ser humano. El animal no necesita
planteársela. Tiene que desarrollarse, pero su desarrollo está predeterminado
con firmeza implacable por la especie. Por eso no puede equivocarse nunca al
actuar. Le basta seguir sus instintos para asegurar su pervivencia y la de la
especie. El ser humano debe también crecer por ley natural, pero tiene el
privilegio de poder saberlo y precisar el modo de llevarlo a cabo. El hombre es
un "ámbito", no un mero "objeto", y se desarrolla como
persona creando nuevos ámbitos a través del encuentro. El encuentro es fuente
de luz y de sentido. Al encontrarme con otras personas y formar comunidades,
siento que configuro mi vida de forma ajustada a las exigencias de mi realidad
personal, a lo que ya soy y a lo que estoy llamado a ser. Esta llamada es mi
vocación y misión. Cuando mis opciones fundamentales, mis hábitos y mis actos
se orientan hacia el cumplimiento de esta misión y esta vocación, la marcha de
mi existencia se realiza en el sentido adecuado, en la dirección justa. ”[3]
Todos los animales, humanos y no humanos, poseemos un sentido de la vida. Nosotros, a diferencia de los animales no racionales, tenemos unas expectativas diferentes, más amplias, en las que podemos realizar funciones más complejas.
[4]Debemos pensar en profundidad en
la pregunta: “Si no tuvieras miedo, ¿qué harías?” Miedo a perder tu empleo, el
cual te da seguridad; miedo al rechazo, por no tener la aprobación de los
demás, y un largo etcétera de miedos que nos envuelven en una espiral de
malestar por no seguir nuestros propósitos. Debemos vivir nuestra vida, y no la
vida que los demás quieren que vivamos; debemos, del mismo modo, tomar nuestras
propias decisiones, y no las que los demás quieren que tomemos; también, ser capaces
de encontrar nuestro propósito en la vida, exclusivo de nuestra persona, sin
dejarnos influenciar por los demás, ni acobardar por el miedo.
Por otra parte, tenemos en común
con el resto de animales, que el objetivo de la vida es vivir. Y vivir no es
someterse, ni doblegarse a nadie. Vivir no es caminar contrario a los
dictámenes de tu corazón. Vivir no es, sin duda, hacer cosas contrarias a tu
voluntad; o, dicho de otro modo, no hacer las cosas que quieres hacer. ¿Qué es
lograr tu propósito en la vida más que seguir tus propios propósitos? ¿qué
propósito puede ser mayor que vivir tu correspondiente o pertinente vida? ¿qué
hay menos vital que vivir de acuerdo a los intereses de otros? Así, dejémonos
guiar por nuestra voluntad, por nuestros deseos como arma para alcanzar nuestro
propósito de vida, como instrumento para no morir mientras estamos vivos.
“Cuando se constituye un
organismo, todas sus fuerzas tienden hacia un mismo objetivo: mantener su
existencia personal, alimentándola y defendiéndola contra cualquier influencia
que pueda destruirla o disminuirla.
En la Naturaleza, todos
los seres se esfuerzan por vivir, todos buscan, según sus facultades, el goce
que da la satisfacción de la necesidad; todos huyen del sufrimiento, de la
privación, que es una restricción, una disminución de la vida.
Durante la primera
infancia, el hombre es todavía inconsciente o, más bien, no ha deformado ni
falseado aún su conciencia normal y, como los demás seres, sigue esta tendencia
universal. Más tarde, cediendo a las sugestiones del ejemplo, a las falsas
nociones que se le enseñan, llega a someter su naturaleza, a domar los impulsos
de su personalidad, a dejar actuar, sin combatirlas, las influencias que pesan
sobre su propia vida.”[5]
No permitas que te manipule tu
entorno, ni los medios de comunicación, ni cualquier agente externo que quiera
imponerte como vivir. Solamente así, lograras encontrar tu propósito de vida.
Únicamente conociéndote e impidiendo que fuerzas ajenas decidan por ti, sabrás
que camino has de seguir. Y así, vivirás
y no llegará el día en que mires atrás y te arrepientas de no haberlo hecho. No
llegará el día en que andes perdido sin saber quién eres porque te han modelado
tanto que ya ni te reconoces. Nunca es demasiado tarde para reconciliarte
contigo mismo, para conocerte y comprenderte, ni para dar satisfacción a tus
necesidades vitales. Que la búsqueda y la consecución de nuestro propósito de
vida llene nuestro día a día. Luchemos por satisfacer la necesidad de ser
quienes somos, del mismo modo que comemos y dormimos por satisfacer algunas de
nuestras necesidades fisiológicas.
[1]
Cazabonne, Rosario. Personalidad,
Propósito de vida y Resiliencia: revisión bibliográfica. {PSOCIAL} Vol. 5.
2019. Página 28
[2] Op. Cit.
Página 28
[3] López
Quintás, Alfonso. LA CULTURA Y EL SENTIDO
DE LA VIDA. Ediciones Rialp, S.A. Madrid. 2003. Página 31
[4] Imagen
de http://www.amalielecoin.com/si-no-tuvieras-miedo/
[19/12/2020]
[5]
David-Néel, Alexandra. Elogio a la vida.
Ed. OCTAEDRO. Barcelona. 2000. Páginas 17-18.
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