Apure de Homer: inactividad práctica
Es verdad, como afirma Benedetto Croce, que
“un todo es todo sólo porque y en cuanto tiene partes” y que “un organismo es
tal porque tiene, y es, órganos y funciones: una unidad es pensable solamente
en cuanto tiene en sí distinciones y es la unidad de las distinciones. La
unidad sin las distinciones causa repugnancia al pensamiento, tanto como las
distinciones sin la unidad” (Log,1,VI). Pero, advierte Croce, los
términos que conforman la distinción no son términos opuestos, ni se reducen a
ellos. Distinta es la actividad práctica de la teórica. En la teoría, la
estética es distinta a la lógica; en la práctica, la ética a la utilidad. En
cambio, lo opuesto de la actividad práctica es la inactividad práctica; lo
opuesto de la utilidad es la inutilidad; lo opuesto de la moralidad la inmoralidad,
etc. Entre los términos opuestos no es posible agregar o insertar conceptos
como la fealdad, la falsedad, la inutilidad o la maldad. No caben. Lo opuesto a
la derecha es la izquierda. Pero la gansterilidad es un término que no tiene
cabida entre ellos. La gansterilidad, distinta como es de la derecha o de la
izquierda, es la otredad de la otredad de la propia gansterilidad, es decir, de
su término idéntico correlativo, aunque éste se presente como la
“anti-gansterilidad”, bajo la forma de Estado.
En este sentido,
conviene insistir, una vez más, en el hecho -lógico e histótico- de que el
fenómeno contra el cual se enfrenta la sociedad civil venezolana -de la cual,
por cierto, y para el asombro de unos cuantos inadvertidos, también forman
parte los partidos políticos- no consiste en una relación de oposición, de
antagonismo frente a “su otro”, sino en otra cosa, que no puede ser
definida bajo los criterios formales, ni tradicionales o genéricos, de esa
suerte de cajón de sastre que recibe el nombre de “anti-política”. Se trata de
una experiencia inédita -de ahí la dificultad de su comprensión- marcada no por
la oposición política sino por la distinción contra el criminal. Un político se
enfrenta -se opone-, bajo los términos de la lógica política, contra otro
político de otra tendencia. Y podrán luchar a muerte, pero tarde o temprano se
producirá, entre ellos, el recíproco reconocimiento. No sucede lo propio respecto de un ganster,
porque el ganter no sólo no es político sino que es virtualmente un enemigo y
un secuestrador de las relaciones políticas.
Más allá de la
filmografía hollywoodense, en pleno llano venezolano, una de las puertas de
entrada y salida estratégicas del gran negocio del narco-tráfico, cerca de
cinco mil personas han sido recientemente desplazadas, centenares han sido
heridas y, por lo menos, se cuenta con más de una decena de personas
asesinadas. Hasta ahora, porque la condición actual amenaza con empeorar. No
obstante, y a decir verdad, la situación no es nueva. Y es que desde hace ya
mucho tiempo, la población de La Victoria, en el Estado Apure -al igual que la
del resto de las poblaciones fronterizas de lo que va quedando de país- viene
siendo controlada y sometida sistemáticamente por los poderosos carteles de “los
Soles” y de “Sinaloa”. De modo que, lo que en algún momento de su historia
regional diera lugar al nombre de “La Victoria”, hoy no es más que la
confirmación efectiva de su completa derrota frente al terror de los narcos. No
se trata de resaltar la incompetencia de los efectivos militares venezolanos en
su “lucha por la defensa de la soberanía nacional”. Palabras, por cierto,
absolutamente vaciadas de todo contenido. Se trata, más bien, de comprender los
alcances de la confrontación, abierta y directa, entre dos mafias, entre dos
estructuras criminales, que “luchan a muerte” por el control de la zona, a los
efectos de defender el imperio de sus intereses o, más bien, los intereses de
sus respectivos imperios.
Esta es la más
estricta expresión del significado objetivo de la lógica de la oposición. La
verdadera oposición al consorcio gansteril que mantiene secuestrada a Venezuela
no es otra que el consorcio gansteril que, en este momento, lucha a sangre y
fuego en su contra por el territorio de “La Victoria”, y que, llegado un
determinado momento de las hostilidades recíprocas, es decir, tarde o temprano,
tendrán la necesidad de establecer un acuerdo de convivencia, a los efectos de
reconocerse recíprocamente. En otros términos, la llamada “oposición” al
régimen gansteril venezolano no es -y no puede ser- una oposición, o, por lo
menos, no lo es en términos reales, porque no es su término opuesto
correlativo. A menos que renuncie a las formas políticas propias del juego
democrático y decida incorporarse a los
grandes negocios de lo que va de siglo: el narco-tráfico y el terrorismo. Pero
con ello dejaría de lado sus banderas de lucha y renunciaría a su propia
condición. En efecto, quienes luchan por la democracia y las libertades políticas y sociales en Venezuela no pueden ser considerados como la oposición
-o los opuestos- al régimen sino como los distintos al gansterato y, como
tales, deben comenzar a asumirse, a auto-reconocerse. Nosce te ipsum. Lo
que implica demostrar en la práctica el poseer la condición civil necesaria
para poder serlo.
La restitución del sistema de vida democrático en Venezuela pasa, necesariamente, por la existencia de una generación de dirigentes políticos que, como lo hiciera la llamada generación de 1928, sean lo suficientemente capaces de comprender que cuando se asume la democracia se está asumiendo un nuevo modo de vida, un innovador modo de ser y hacer, de pensar y hablar, adecuado a las ideas y valores que le son inmanentes. No bastan los tecnócratas de la política. No son suficientes los especialistas en publicidad y mercadeo. No se trata de un jingle, ni del último ritmo del rating -el de mayores ventas- en el hit parade del quehacer político. Se trata de una nueva cultura, por cierto, de una Weltanschauung, muy distinta a la que, hasta el presente, el régimen gansteril ha terminado por imponer y la mal llamada “oposición” por asumir. Ha llegado el momento de la autoconsciencia.
@jrherreraucv
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