Lévinas contra Heidegger

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Emmanuel Lévinas fue un filósofo lituano-francés del siglo XX conocido por sus contribuciones significativas en el campo de la ética y la ontología. Su enfoque revolucionario y su pensamiento heterodoxo han influido en una variedad de disciplinas, incluyendo la filosofía, la teología, los estudios culturales y la ética aplicada. En este artículo, exploraremos los aspectos más importantes de la filosofía de Lévinas, desde sus conceptos clave hasta sus implicaciones éticas y ontológicas.

Levinas


 

 

Su trabajo no solamente fue conocido por el publico francés, sino que propuso las bases para un pensamiento más ético, porque pretende decir que gran parte de la tradición filosófica es violenta.

La filosofía de Lévinas puede entenderse mejor a través de algunos conceptos clave. En primer lugar, destaca su énfasis en el Otro. Lévinas sostiene que nuestra responsabilidad ética se basa en el encuentro con el Otro, un ser humano concreto y único. Este encuentro cara a cara nos confronta con la vulnerabilidad del Otro y nos incita a asumir una responsabilidad infinita hacia él. La ética levinasiana se basa en la idea de que debemos ir más allá de nuestras preocupaciones y deseos individuales y reconocer la humanidad del Otro. Esta responsabilidad infinita nos exige actuar altruistamente y priorizar el bienestar del Otro sobre el nuestro.

Además, el rostro del Otro desempeña un papel central en la filosofía de Lévinas. El rostro del Otro nos llama a la responsabilidad ética y nos compromete con una relación primera e inmediata que trasciende el conocimiento y la comprensión intelectual. Para esto, se debe dejar a un lado cualquier pretensión metafísica y comenzar a filosofar desde la ética, producto de la imposibilidad de la filosofía de dar herramientas serias en contra de los horrores de la primera mitad del siglo XX.

La ética levinasiana se opone a abordajes tradicionales basados en reglas, principios y consecuencialismo. Lévinas critica el "universalismo abstracto" que reduce a los individuos a conceptos generales y busca establecer normas éticas para todos por igual. En su lugar, defiende una ética de la responsabilidad singular, que se basa en la relación cara a cara con el Otro.

Lévinas argumenta que la justicia no es suficiente para abordar las necesidades del Otro, ya que la justicia trata a todos de manera igualitaria, sin tener en cuenta sus demandas individuales. Para él, la justicia debe estar supeditada a la ética y la responsabilidad infinita hacia el Otro. Por esto, la propuesta hermenéutica en Lévinas es vital para entender que se debe reinterpretar los textos desde lo no dicho, entender y buscar el otro lado del texto y de las mismas interpretaciones. Se abandona el esquema verdadero-falso, para buscar un marco de interpretaciones-significados.

Lévinas también realizó una fuerte crítica a la tradición filosófica occidental, especialmente a la ontología. Argumentó que la ontología tiende a primar el ser y la existencia individual, lo cual pasa por alto la relación fundamental con el Otro y su llamado ético. Rechazó el “giro ontológico” de Heidegger, argumentando que pensar en el Ser es pensar en lo idéntico, lo que excluye la diferencia, lo Otro.

Propuso una inversión en la jerarquía entre ética y ontología, argumentando que la ética debe tener prioridad sobre la búsqueda ontológica del sentido y la verdad. Para él, la responsabilidad hacia el Otro es el fundamento primordial de la existencia humana y de la propia moralidad.

En su libro, “De la evasión”, propone la idea de ir más allá de la identidad, de las rejas y prisiones que sujetan el Ser, dado que toda la filosofía anterior se preocupa de la identidad de las esencias, se debe comenzar a pensar en la alteridad. Cito: “El Otro no es otro con una alteridad relativa como en una comparación. La alteridad del Otro no depende de una cualidad que lo distinguiría del yo”.

Lo diferente del Otro no depende de que no sea como yo, dado que de esta forma se estaría entendiendo su diferencia desde nuestra identidad. Comparar, por tanto, implica acercarnos al Otro anulando su radical alteridad. Para comprender la radical alteridad se necesita dejar de compararla desde un marco individual, en otras palabras, la alteridad es constitutiva, el otro es otro, no la falta de nuestro yo. Es una presencia que desborda. Esto implica que nuestra relación con el Otro no puede ser cognoscitiva, ya que todo juicio erraría en su misión de capturar la infinitud del Otro. Lévinas diría: “El otro siempre nos desborda, siempre sobrepasa nuestros intentos de conocerlo. Para este filosofo la alteridad es radical e infinita.

El concepto de infinito de hecho, tiene que ver con el Otro, aunque no con el Otro en sí, sino con su encuentro, con el cara a cara que sería la parte visible de esta infinidad. Para él toda relación ética se reduce al cara a cara, por lo que el concepto de “encuentro” y el de “huella” imprimen la base más importante de su filosofía, puesto que el encuentro y la huella suponen este camino transitorio en donde se brinda la libertad, el fluir de la ética, el cara a cara que pretende solamente pasar. Como menciona, la huella es la ausencia de otra persona, por ello nos relacionamos la mayoría de las veces a través de las huellas, la huella es una ausencia presente, una ausencia que no se puede captar, el rostro del otro es una huella de su infinita alteridad y toda violencia un discurso identitario.

Se llega que la libertad es entonces una autentica responsabilidad porque se necesita un Otro que nos interpele, donde el centro no sea la libertad para actuar sino una responsabilidad absoluta por esta comunicación. El individuo no nace autosuficiente o pleno, sino que nace en una red de relaciones entramadas que le imposibilitan encerrarse, porque las aperturas son siempre a través de otro si quiere libertad.

La filosofía de Lévinas está fuertemente influenciada por su herencia judía. Él incorpora conceptos centrales del judaísmo, como la justicia y la responsabilidad. Lévinas sostiene que la ética y la responsabilidad infinita hacia el Otro tienen raíces en la ética judía y en la tradición profética que reclama justicia social y preocupación por los más vulnerables.

Lévinas ve la relación con el Otro como una experiencia religiosa. Considera que la ética es una forma de trascendencia que nos conecta con algo más allá de nosotros mismos, un llamado trascendente que nos convoca a una responsabilidad incondicional.

Las ideas de Lévinas han tenido un impacto significativo en una variedad de disciplinas y campos, como la ética aplicada, la teoría crítica, los estudios culturales y el pensamiento feminista. Su énfasis en la responsabilidad ética hacia el Otro ha influido en los debates sobre la justicia global, los derechos humanos y la violencia interpersonal.

Además, su crítica de la ontología y la primacía de la existencia individual ha estimulado la reflexión filosófica y el cuestionamiento de supuestos fundamentales en campos como la fenomenología y la teoría social.

En política se propone también la relación con un tercero aparte de la relación con un Otro, puesto que la relación con el Otro es una relación ética, la relación con un tercero es una relación política. Es por un tercero por el que se hacen las leyes, por lo que dice que no solamente somos hijos de la biblia sino también hijos de los griegos. Hay un tercero siempre imaginario que ya no se presenta cara a cara, pero que representa ese por quién cara a cara nos relacionamos.

Emmanuel Lévinas, con su enfoque en la ética del Otro, su crítica a la ontología y su incorporación de la herencia judía, ha dejado un legado duradero en el pensamiento filosófico. Mediante su énfasis en la responsabilidad infinita hacia el Otro, Lévinas nos desafía a reconsiderar nuestra relación con los demás y a actuar en consecuencia. Su impacto en la ética contemporánea y su enfoque en la responsabilidad ética radical continúan siendo temas de estudio e inspiración para pensadores en todo el mundo.

Rompió con Heidegger por su reclusión en los campos de concentración y por la orientación que tomó éste al tomar el rectorado de Friburgo el 21 de abril de 1933, en una Alemania que comenzaba a hervir con ideas supremacistas y desorientadoras.

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