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Decir que la razón es lo único que tenemos, desalienta. El neoliberalismo no solamente vino a destruir la luchas sindicales, y a destruir el sindicato, sino también a imponer la razón, esto es, una adaptación neta y potentísima al cuaderno, al esbozo. La última etapa de la razón es reconocer que hay una infinidad de cosas que la sobrepasan. Muy débil es si no se llega a reconocer esto (Pascal).
Reconocemos que todos sus intentos sólo llenan un espacio ínfimo del conjunto real, si es que se le puede llamar conjunto; ateniéndose a la teoría de conjuntos que cuestionó Bertrand Russell; dejando incompletas bases totalmente indispensables para trabajar seriamente el desarrollo total del conocimiento. Lo necesario es saber que al hablar de universales es lícito admitir que ni siquiera sabemos de lo que estamos hablando, entendiendo que las proposiciones imaginarias son la base de las certezas de nuestro siglo.
El racionalismo avanza omitiendo estas incertezas. Martin Heidegger provocó mucha controversia cuando dijo: “La ciencia no piensa”, refiriéndose al hecho de que ésta no se detiene en los fundamentos, sino que conlleva una carrera política, económica, hegemonica mientras los pisotea.
Esto es clave para entender el comportamiento del ciudadano contemporáneo el cual va de caída en el mismo sentido de sus amos. Pero no es una caída cognoscible. Entender la mente del ciudadano del siglo XXI es tratar de entender la mente de un individuo que aprendió más palabras de un dispositivo que de su propia madre. La dialéctica del amo y del esclavo no pretende demostrar algún tipo de lógica, la dialéctica ya estaba establecida, sólo vino a tratar de apuntar hacia dónde caemos. La evolución en el sentido racionalista, es tomar un camino despreciando la infinitud, no desde el punto de vista de lo vasto, sino desde lo axiomático. Este camino lo toma con firmes convicciones de divulgación mientras que en otras, toma pasos dubitativos, caminos falseables (Popper), quedándose en el aprendizaje académico, un aprendizaje de relleno, mientras se aleja de la praxis, de la vanguardia.
La duda misma es una forma de razonar, la duda es el espacio ínfimo, el recoveco que sigue llevando a la seguridad y la certeza a través del esfuerzo. El problema es que vivimos en el mito. Las imágenes, las noticias, lo contingente, pertenecen a una economía de la atención, ni siquiera necesitan decir la verdad o como mínimo, ser sinceros. Su necesidad es inauténtica.
Hay que salir del agujero para notar este bucle (Platón), y sin embargo, estar condenado a jamás salir de él pareciera ser el problema. Somos como somos, pensamos como pensamos, el no ser es imposible desde este punto de vista. ¿Cómo saber que somos otro? Dejar de Ser solamente es una prueba empírica para los que quedan en este mundo, con la muerte como una tradición. De esto tienen mucho que proponer los vedas, quienes, bajo estrictas reglas lógicas llegaron a la conclusión de que así como materialmente somos distintos al nacer y al envejecer (Paradoja de Teseo), no hay ningún motivo para pensar que aquello que perdura de nosotros, perdura también por sobre la muerte.
El miedo hizo decir a más de algún pensador que no concebía la posibilidad de muerte, mientras trataba de dictar simplemente una condena (Papado). Quién piensa así no es más que un juez que va, caso a caso, martillando sobre el estrado para dar o quitar opinión. El capital necesita de energías mentales, e incluso la infelicidad es rentable. Por suerte para los vedas, después de la muerte abandonamos nuestras cargas.
Usualmente, la razón humana, cuando tiene la última palabra, conduce a la irracionalidad.
El movimiento romántico llegó para refutar el racionalismo, pero sufrió, históricamente, el mapeo del camino a la locura. Así ocurrió en la revolución francesa influida por las ideas románticas de finales del siglo XVIII y que estallaron sin tregua por toda Europa y América, llevando consigo masacres inhumanas.
David Hume no fue un pensador romántico, pero sí contribuyó a construir el romanticismo "destruyendo" el racionalismo y tildándolo de absurdo. Quizás nunca pensó que en nuestro siglo se hablara de cognitariado. Ya no es que los trabajadores tengan otros sueños, su sueño es poder trabajar.
Ni el escepticismo se ha marchado, ni el romanticismo, ni tampoco el racionalismo, sus luchas siguen manifestándose con núcleos muy diversos y con distintos propósitos, pero no las bases que se saltan para cometer aquellos mismos errores. La semiología de Ferdinand de Saussure vino a imponer una nueva dictadura apoyada en sus principios: todos los signos sirven para todos los fines. Es esta cantidad enorme de información actual y actualizada la que propone una separación infinita, la fragmentación y la discontinuidad fragilizan las identidades sociales, pulverizan la memoria colectiva.
La nueva lógica valiente de ayer llega a ser la ortodoxia sosa de hoy y el oscurantismo insoportable de mañana (Richardson). Lo grave no es rechazar la verdad sino desmentir años de investigación, esto pasó con la religión y el caso de Galileo, y sigue pasando con la ciencia y el muy dudoso caso de Jacobo Grinberg. El problema no es enfrentar la ciencia, sino a sus inversores. La ciencia no tiene problema, el capital sí. Esto ha pasado con la filosofía oficial y cultural también, para convertir el conocimiento de hoy en una forma cobarde de enfrentar la realidad, mínima, cómoda. En el ámbito epistemológico y fenomenológico, la adquisición de conocimiento es una tarea divina. En una la razón no alcanza a comprender lo que calcula, en otra, ni los sentidos ni la imaginación que nacen de éstos llegan a una visualización total de las cosas.
Quizás sean éstos uno de los mejores motivos para fusionarnos con la máquina, en una tarea ortopédica infinita nacida de una invalidez infinita.
De todos modos, bien sabemos lo que les pasa a los pensadores que van en contra de su tiempo y que se atreven a desafiar las corrientes de poder. O, perfeccionando, no sabemos lo que les pasa.
¿Pero cómo enfrentamos a la razón desde un polo que no sea la locura? ¿Cómo enfrentamos a la razón sin razón? Si ejemplificamos algún tipo de camino hacia el conocimiento, no debería ser la autodestrucción como fin, ni siquiera el dejarse destruir. Sino una conciencia en movimiento hacia el ángulo de mayor perspectiva en el azar de la vida.
Tal vez sólo convenga asirnos a lo que tenemos y nada más, qué importaría el resto si no lo entendemos o escapa de nuestras manos. La felicidad pende de estos dominios. La felicidad para los tontos, la paz para los sabios.
Aunque siempre hay algo en el corazón humano que ansía un poco más. Sólo se puede buscar lo humano en las cosas únicamente. Con esto en mente, ¿no sería la ética lo único verdaderamente humano que podemos construir? ¿Por qué nuestros padres se esmeraron en heredarnos el lenguaje si éste, como las matemáticas, que es un lenguaje, sólo muestra logicismos que no logramos llevar a cabo prácticamente y demostraciones de verdades perfectamente apegadas a la razón? ...y nada más...
Lo humano radicaría y sólo radicaría en lo imposible. Crear la Ética. Más razón tiene un águila al atrapar a su presa que el individuo moderno al subirse a su vehículo.
La ética, el lenguaje de nuestros padres es una forma de construir imposibles. Pero no imposibles razonables, ni locos imposibles, sino éticas que se adapten a las circunstancias (Ortega y Gasset). Porque sólo aquello que uno ya es, tiene poder curativo (Carl Jung).
Es ilícito pasar por este ejercicio sin nombrar a Immanuel Kant, quién notó los problemas del racionalismo, pero a la vez, los problemas del romanticismo. ¿Qué puedo saber? Metafísica. ¿Qué puedo hacer? Ética. ¿Qué puedo esperar? Religión. Estas preguntas se materializaron en sus tres obras principales: “Critica a la razón pura”, “Critica de la razón practica”, “La religión dentro de los límites de la razón”. Aunque cometió el error antes mencionado pero, en otros términos totalmente excelsos: La religión jamás podrá permanecer por siempre dentro de los limites de la razón.
El personaje del Fausto de Goethe, es la representación de lo que la cultura condena en sus intelectuales, asumiendo que ciertos conocimientos no se permiten en "el conocimiento". La libido a sido puesta a trabajar y nadie debe entenderlo.
El régimen semiótico puede ser represivo cuando a un significante le es atribuido muchos significados. El Quijote blandió su espada en contra de los molinos, el sonido de su metal fue llamada locura.
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