Platón sobre Ciencia y Deseo en La República

Platón sobre ciencia y naturaleza del deseo en 'La República'. Análisis filosófico del alma y la razón.
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Platón explorando la ciencia y el deseo en La República, con elementos filosóficos del alma y la razón



En este pasaje de "La República" de Platón, se explora la naturaleza de la ciencia y el deseo, estableciendo una distinción entre lo universal y lo particular. Platón argumenta que cada ciencia se define por su objeto específico, como la arquitectura por la construcción de casas, y que esta especificidad también se aplica a los deseos humanos, como la sed, que es deseo de beber. A través de un diálogo, se desglosa cómo el alma humana puede estar dividida en partes que razonan y partes que desean, mostrando cómo estas pueden entrar en conflicto, lo que lleva a una discusión sobre la estructura tripartita del alma: la parte racional, la apetitiva, y la irascible. Este análisis no solo profundiza en la filosofía de la mente y la ética, sino que también ofrece una visión de cómo la razón y el deseo interactúan en la búsqueda de la virtud y el conocimiento.

Diálogo de Platón en "La republica"

- La ciencia en cuanto tal es ciencia de lo que se aprende en tanto tal, o bien de esto o aquello que debe ser referido a la ciencia. Pero una ciencia determinada lo es de algo determinado. Quiero decir lo siguiente: Cuando se ha generado una ciencia de la construcción de casas, esta se ha distinguido de las demás ciencias y ha debido ser llamada 'arquitectura'. - Ciertamente. - ¿Ves que esto no ocurre por ser de una índole determinada, distinta a todas las demás? - Sí. - Y cuando se ha generado de una índole determinada, ¿no ha sido por ser ciencia de algo determinado? ¿Y no es así con las demás artes y ciencias? - Así es. - Dime ahora si has comprendido lo que quería decir hace un momento: todas las cosas que están referidas a otras, si lo están sólo en sí mismas, están referidas sólo a esas otras cosas en sí mismas; en cambio, si están referidas a otras cosas determinadas, ellas mismas están determinadas. Y con esto no quiero decir que, tal como sean esas otras cosas, así sean aquellas a las cuales las otras están referidas, por ejemplo, que la ciencia de la salud y de la enfermedad sea sana y enferma, o que la de los males y de los bienes sea mala y buena. Lo que quiero decir es que, cuando una ciencia llega a ser ciencia no del objeto de la ciencia en sí misma sino de algo determinado -como es la salud y la enfermedad-, sucede que ella misma llega a ser determinada, y esto impide desde entonces llamarla simplemente 'ciencia', sino que hay que añadirle el nombre de algo determinado a lo que está referida, y llamarla así 'ciencia médica'. - Ahora he comprendido, y creo que es como dices. - En cuanto a la sed, ¿no la colocarás entre las cosas que se refieren a otra? Porque sin duda es sed de algo. - Sí, de la bebida. - Y dado que hay bebida de tal o cual índole, habrá también sed de tal o cual índole. Ahora bien, la sed en tanto tal no es sed de mucha o poca bebida, ni de bebidas de buena o mala clase, en una palabra, una sed determinada, sino que la sed en tanto tal es por naturaleza simple sed de la bebida en cuanto tal. - En un todo de acuerdo. - Por consiguiente, el alma del sediento, en la medida que tiene sed, no quiere otra cosa que beber, y es a esto a lo que aspira y a lo cual dirige su ímpetu. - Evidentemente. - En tal caso, si en ese momento algo impulsa al alma sedienta en otra dirección, habría en ella algo distinto de lo que le hace tener sed y que la lleva a beber como una fiera. Pues ya dijimos que la misma cosa no obraría en forma contraria a la misma parte de sí misma, respecto de sí misma y al mismo tiempo. - No, en efecto. - Del mismo modo, creo que no sería correcto decir que las manos del mismo arquero rechazan y a la vez atraen hacia sí el arco, sino que una es la mano que lo rechaza y la otra la que lo atrae hacia sí. - Con toda seguridad. - Pero podemos decir que hay algunos que tienen sed y no quieren beber. - Sí, a menudo y mucha gente. - ¿Y qué cabría decir acerca de ella? ¿No será que en su alma hay algo que la insta a beber y que hay también algo que se opone, algo distinto a lo primero y que prevalece sobre aquello? - Así me parece a mí también. - Pues bien, lo que se opone a tales cosas es generado, cada vez que se genera, por el razonamiento, mientras que los impulsos e ímpetus sobrevienen por obra de las afecciones y de las enfermedades. - Parece que sí. - Pues no sería infundadamente que las juzgaríamos como dos cosas distintas entre sí. Aquella por la cual el alma razona la denominaremos 'raciocinio', mientras que aquella por la que el alma ama, tiene hambre y sed y es excitada por todos los demás apetitos es la irracional y apetitiva, amiga de algunas satisfacciones sensuales y de los placeres en general. - Sería natural, por el contrario, que las juzgáramos así. - Tengamos, pues, por delimitadas estas dos especies que habitan en el alma. En cuanto a la fogosidad, aquello por lo cual nos enardecemos, ¿es una tercera especie, o bien es semejante por naturaleza a alguna de las otras dos? - Tal vez sea semejante a la apetitiva. - Sin embargo, yo creo en algo que he escuchado cierta vez; Leontio, hijo de Aglayón, subía del Pireo bajo la parte externa del muro boreal, cuando percibió unos cadáveres que yacían junto al verdugo público. Experimentó el deseo de mirarlos, pero a la vez sintió una repugnancia que lo apartaba de allí, y durante unos momentos se debatió interiormente y se cubrió el rostro. Finalmente, vencido por su deseo, con los ojos desmesuradamente abiertos corrió hacia los cadáveres y gritó: - ¡Mirad, malditos, satisfaced con tan bello espectáculo... - También yo lo he oído contar. - Este relato significa que a veces la cólera combate contra los deseos, mostrándose como dos cosas distintas.
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