OTRA LECTURA DE LA PATRIA:
Tráfico, destierro y cuerpo.
Jonatan Alzuru Aponte
Están estructuradas las secciones de la siguiente forma:
- I. Dedicatoria/ Introducción / La patria.
- II. Eran los ochenta / La telenovela como práctica cultural.
- III. El país según Cabrujas / Para comprender a Cabrujas: Teodoro Petkoff y Argelia Laya.
- IV. Sin tierra / Cabrujas, el radiólogo / La lectura / Militarismo / La memoria.
- V. La incertidumbre / La casa y sus arquitectos / La democracia / Tráfico/ La pasión rigurosa de las orquestas: José Antonio Abreu.
- VI. El rumiar / Rodolfo Izaguirre y el Cine Ojeda / Eran los noventa / El sueño de Alberto Arvelo Ramos / Me traduzco: Yolanda Pantin / El olfato afinado de Miguel Ron Pedrique.
- VII. ¿Militarismo tropical o civismo militar? / ¿La tragedia? / Con hambre y desempleo con Chávez me resteo / Principios básicos.
- VIII. ¿Educación pública y gratuita? Siempre / La innovación educativa: Luis Beltrán Prieto Figueroa y su fundamento en Simón Rodríguez/ Posdata: Arnaldo Esté y la Educación para la dignidad.
- IX. Si los intelectuales no lo comprenden, ¿qué se le puede pedir a los políticos? / Interpelaciones: a propósito de la piel como voz/ Simón Rodríguez le responde a Rafael Cadenas / Ídolos rotos / Otro síntoma: Distinto a los colores o el mismo/ Un matiz del problema ético / La política selectiva del color / Huella arqueológica: blanquearse.
- X. ¿Tembló la Universidad? Terremoto en el país y mi admiración: Enzo Del Bufalo.
- XI. Como las reinas de belleza o Carolina Herrera como ethos/ Venezuela no es un tren de prostitutas/ Lectura en el exilio/ La comunidad en la diferencia: Miguel Márquez / Armando Rojas Guardia: el horizonte de sentido.
“Un Gobierno Etolójico, esto es, fundado en las costumbres.”
(Simón Rodríguez, 1828//2016, pág. 60)
Los fragmentos que componen la sección: Eran los ochenta/ La telenovela como práctica cultural.
Eran los ochenta
Noche y día. Manuel Alzuru, 2017
I
Con Tráfico salimos del esencialismo y, como hemos dicho, nos reconocemos en la historia: menos mal que nadie puede calificar de "esencial" el tráfico. Pasajeros, somos poetas de transición, como toda poesía es de transición… (Grupo Tráfico. Sí, manifiesto, 1981)
Circulación de la sangre se llama el poemario que Alberto Márquez publicó en 1989. Finalizaba la década que inauguró Rubén Blades con “Plástico” y Frank Quintero lo contrapunteó con la “Chica de los ochenta”. La época donde coincidimos, en la Universidad Central de Venezuela, una generación que hicimos gala de la idiotez en las décadas siguientes (la política no era un asunto nuestro: era de unos “otros” que eran corruptos; la ocupación se orientaba hacia el mundo de lo privado). El virus de la huelga cerebral no fue un privilegio de mi alma mater: era una inundación que tenía tiempo en gestación. El ethos, en devenir, lo dibujó Rafael Cadenas con sus poemas “Derrota” y “Fracaso” –desde ese magma cultural se fraguó la plasticidad de nuestros cuerpos.
II
Eran tiempos de acogida sin restricciones desde los años setenta; puertas abiertas a lo mejor en todos los campos del saber y del hacer, y de lo peor también: narcos, estafadores, asaltantes y prostitutas. Época en que llegaron, sobre todo, chilenos, argentinos, uruguayos, paraguayos, colombianos, bolivianos, cubanos, dominicanos, ecuatorianos, haitianos, brasileños y peruanos. Las panaderías eran de portugueses, los restaurantes de españoles, italianos y chinos. El comercio de ropa y electrodomésticos estaban en manos de turcos, libaneses, árabes y sirios.
Se consolidaba nacional e internacionalmente, con cien volúmenes, la Biblioteca Ayacucho. Creación del uruguayo Ángel Rama y del venezolano José Ramón Medina, financiada por el Estado. La fiesta fue celebrada con el discurso realizado por el paraguayo Augusto Roa Bastos, quien la describió como la “Enciclopedia Latinoamericana” más importante de la región; la portada fue diseñada por el argentino Juan Fresán y en el comité editorial estaban notables intelectuales venezolanos: Ramón J. Velásquez, Oswaldo Trejo, Miguel Otero Silva, Ramón Escobar Salom, Simón Alberto Consalvi, Óscar Sambrano Urdaneta, Pascual Venegas Filardo y Pedro Francisco Lizardo.
Tenía un extraordinario prestigio el Festival Internacional de Teatro de Caracas, cumplía diez años, creación de la venezolana María Teresa Castillo y el argentino Carlos Giménez; en su sexta edición participaron veintidós países. La misma edad tenía el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, cuya infraestructura de 16.000 metros cuadrados –con diecisiete salas y una biblioteca especializada en arte– fue premiada nacionalmente por la exquisitez de su diseño arquitectónico. En aquella época se convertía en uno de los principales museos de Latinoamérica por la colección de obras europeas y de todo el continente americano (llegó a tener, al finalizar el siglo, más de cinco mil obras), solo comparable con los museos de Brasil. Museo fruto del tesón de la rumana-venezolana Sofía Imber (a los seis años llegó a nuestro país, en 1930) y formó a generaciones de críticos de arte y a gestores culturales. Una mujer también muy activa en el periodismo político y cultural.
Los recitales de poesía en la calle sorprendieron a la década, dos grupos compartieron la escena: Tráfico y Guaire. Guaire es el río que cruza la ciudad de Caracas, vertedero de las aguas demoníacas. El Guaire, el íngrimo, el insurrecto del olvido.
- El excremento es constitutivo del cuerpo; quien no lo produce es un ángel o está muerto. ¡Hasta los suizos tienen sus excrementos! Eso es humano, demasiado humano, como diría Nietzsche.
En el grupo Guaire: Rafael Arráiz Lucca, Luis Pérez Oramas, Nelson Rivera, Armando Coll, Leonardo Padrón y Alberto Barrera Tyszka. Sus integrantes son fundamentales para la comprensión de las prácticas culturales en la Venezuela contemporánea, por la poesía que hicieron en los ochenta y por los desarrollos, en décadas posteriores, de sus integrantes en distintos campos: la creación literaria, la crítica, la difusión cultural a través de la prensa, la radio y la televisión; los estudios históricos, la creación de telenovelas y, actualmente, series de Netflix, Cada uno merece un buen estudio. De forma conjunta conformarían un bello fragmento del paisaje venezolano.
Era costumbre, en todo el país, que la música que acompañaba la creación de las hallacas en diciembre fuesen aguinaldos, parrandas y gaitas; sin embargo, esa conjunción musical del oriente con el occidente del país tenía unos veinte años sonando en todas las casas, de forma equiparable, en cualquier región. Fue en los inicios de los años sesenta, cuando se unieron en Caracas dos miembros del Orfeón Universitario de la UCV, el gran compositor yaracuyano Otilio Galíndez –del centro occidente– y el joven cantante sucrense Rafael Montaño –de oriente– e hicieron un disco en esos tres géneros musicales. El éxito discográfico nos unió musicalmente.
Sentíamos vivir en un país profundamente mezclado, mestizo. El único negro que nos dolió fue el viernes (el Viernes Negro). y según, los presidentes de turno, estábamos hipotecados, pero ese, como dije, era un asunto de los otros.
- ¿Política? ¿Partidos políticos? –les preguntó a los presentes.
- No. Estoy ocupado en graduarme para estudiar un posgrado en el exterior y trabajar en la empresa de papi; él si se ocupó de eso, fue ministro dos veces.
- No. Yo soy intelectual. Estoy luchando para que financien mi libro de ensayos y la película del amigo. Allí haremos unas críticas contundentes al sistema.
- No. Ese mundo es de corruptos. Cada cinco años es suficiente. Ir a votar por el menos malo y ya.
- Yo sí. ¡Fidel! ¡Fidel! ¿Qué tiene Fidel? Que el imperialismo no puede con él. Al terminar de gritar dijo con ojos de vaca recién parida: “Es un viejito hermoso; yo he ido a Cuba un par de veces. La última vez le dije al gordo, está bien, vamos a Paris, pero luego tenemos que ir a ver el paraíso de la felicidad y ¡zuas! Nos lanzamos pa′Cuba. Las playas son hermosas y ni te cuento la rumba que me metí en La Bodeguita del Medio, la pasé grupi y me traje una franelita del Ché que me queda extraordinaria... Me interesó ese mundo cuando vi la película de Iván Feo, País portátil. Por la adaptación de la novela de Adriano González León. Ese mundo es fascinante, de película... ¿Qué?... ¿Cómo?... ¿Quién no me conoce?”.
Hola Gordo, permíteme presentarme, yo me llamo Laura Pérez, "La sin par de Caurimare".
Todos los balurdos creen (¿Qué es lo que creen?),
que yo soy una sifrina (¡tucu tucu tu cu tú!)
y me dicen frasquitera, (¿Frasqui… qué?...)
(Grupo Medio Evo, 1982)
- Yo acompañé a mi negris a Cuba por la música. Fuimos a Roma, al concierto de Umberto Tozzi, Gianni Morandi y Enrico Ruggeri; por supuesto, no nos pelamos a Eros Ramazotti… Y después, en la isla, entonamos ese himno tan bello de Silvio: “Iba matando canallas, con su cañón de futuro…”. ¡Es arrecha la Nueva Trova!
Finalizamos la década de los ochenta con una reforma del Estado, por primera vez se elegían a gobernadores, alcaldes y concejales; también con un estallido social, el Caracazo, que sorprendió a la sociedad de una clase media consolidada; los pobres que bordeaban la clase media baja podían ascender socialmente, a través del sistema educativo; sin embargo, se hicieron presente los más pobres, los excluidos sociales: la periferia, quienes estaban al margen de las instituciones y de la ciudad, como un hormiguero, se apropiaron de las calles. Se rompió la vitrina y la dirigencia política, en shock, no comprendía lo que había sucedido.
La telenovela como práctica cultural
Cotidiano 8. Manuel Alzuru, 2022
Franklin Virgüez, el morenazo venezolano (galán de las telenovelas de los ochenta y noventa) en la entrevista que le hace Luis Olavarrieta, afirma que la telenovela “(…) Por estas calles, jugó a la antipolítica…” (diciembre, 2024), de hecho, así titula el periodista el capítulo del pódcast. El actor relata una anécdota de cuando se encontró con el expresidente Carlos Andrés Pérez en New York. Y este le dijo: “(…) esa telenovela le hizo mucho daño al país, me hizo mucho daño…”; el actor, arrepentido y temblando –según su relato–, no encontraba qué decirle y atinó a expresar lo siguiente: “Yo era de quince y último”, haciendo referencia que no tenía ninguna responsabilidad en su creación y que, para él, era un trabajo y nada más. El sentimiento de culpa que lo embargaba era de tal naturaleza –comenta en la entrevista– que quería arrodillarse y pedirle perdón, porque se sentía copartícipe de una práctica social contra la democracia perdida.
La autocomprensión cultural del actor tiene fundamento en la interpretación que han realizado comunicólogos, politólogos y sociólogos venezolanos cuando analizan las posibles causas de la llegada de Chávez al poder. Esa mirada atada, marcada, atrapada en la relación con el campo de las prácticas políticas, anula lo que fue un desarrollo vital e importante para nuestra cultura.
De allí que considere relevante abordar esta práctica de la industria de entretenimiento que la describo como una “práctica cultural” e intentaré mostrar por qué puede evaluarse con ese adjetivo y por qué esa historia cosechada es uno de los microtrampolines o microsespacios de la trama de relaciones intersubjetivas que pueden potenciarse en la reconstrucción de nuestra sociedad. Repito: en la reconstrucción de nuestra sociedad.
- Mi Bro… ¡Cálmate!... La existencia sociopolítica de un país no se limita a sus gobiernos ni a quienes se oponen. Para decírtelo con la Sra. Hannah Arendt, el totalitarismo vence a tu cuerpo cuando la banalidad del mal se apodera de tu ser; cuando el virus se aloja en ti. Cuando lo horroroso del exterior se confunde con tu alma enferma. Cuando está colonizado tu cuerpo, por la banalidad, la comprensión oscila entre respirar o vomitar según lo determine el poder. Como diría nuestro rockero de los setenta, Trino Mora, “Libera tu mente”.
Si tu desesperación te conduce a buscar en este trabajo las tomas de decisiones que deben realizar quienes deben ocuparse de eso, para retornar a una vida republicana, este artefacto no es para ti.
Un viejo adagio dice: me visto lento porque voy de prisa. Dicho con más contundencia, si no tienes estómago para ver las bellezas y fealdades de campos distintos a la real política; asume tu derrota y no leas más. No es esclavo quien tiene una cadena en el cuello, sino quien tiene encadenado el espíritu.
La perspectiva que subyace, como un hilo de Ariadna, en cada sección de este trabajo, es que la ética es la forma reflexiva de la libertad y su ejercicio es estético. La existencia como obra de arte. Por ello indagamos en diversas prácticas sociales: la industria cultural, la educación, la moda, la música, el cine y, por supuesto, la política, porque son hábitos, costumbres, es el ethos, que, como rizomas en un jardín, configura valores difusamente compartidos, formas múltiples de ver la vida de una comunidad; por lo tanto, es un suelo fértil para la configuración de lo que decía Simón Rodríguez en 1828, la gestación de una mirada política etológica. La digestión de lo que afirmo no es coyuntural y mucho menos mi perspectiva de abordaje.
Mi pana cae en conciencia. Como país, verdaderamente, nacimos en el siglo XX, estamos gateando… ¿Nos dimos un coñazo? Sí, duro. ¡Duele! Pero es una caída de un bebé que recién empieza a caminar. Las andaderas son las buenas prácticas sociales que hemos realizado. Quien siga durmiendo no podrá encontrarlas. Y se despertará con pesadillas. ¡Piénsalo!
Jesús Martín Barbero, filósofo (español-colombiano) y el investigador, en el campo de la comunicación social, Germán Rey (colombiano), sostienen en su libro Los ejercicios del ver (1999) que los intelectuales en América Latina han tenido un “mal de ojo”, porque han sido insensibles a los retos que plantean los medios audiovisuales, pero que se intensifica cuando se trata de la televisión y en grado superlativo con el mundo de las telenovelas. En un artículo que publiqué en la revista FAMECOS de Brasil, en el 2007, titulado “Marilyn, los intelectuales y la industria cultural”, mostré que la insensibilidad deviene de las dos grandes tradiciones de pensamiento político, de la izquierda y la derecha.
La argumentación de la izquierda se podría sintetizar así:
(…) la telenovela es un producto de la industria cultural, es el melodrama en serie, repetido, reiterado y calibrado por el mercado, es una mercancía delimitada y estructurada por la oferta y la demanda, cuyo sentido es distraer a las grandes mayorías del mundo real, su sentido es configurar momentos para olvidarse de la densidad de la vida.
La telenovela triunfa cuando el receptor se olvida de sí y se entrega sin ninguna resistencia a la ficción. (Alzuru Aponte: 2007)
La tradición de derecha, diría lo siguiente:
(…) el consumidor es libre de escoger la mercancía que desea consumir. Si se vende es porque alguien la consume. El televidente tiene el poder de cambiar el canal. En cada canal se vende un tipo de programación. Ellos, los canales con sus programaciones, compiten entre sí y tendrá mayor sintonía quien venda la mejor programación. Esa es una de las formas de manifestarse la libertad que se ha conseguido en el transcurrir del tiempo en Occidente. Eso ha dado resultado, es el único camino del progreso.
El problema no está en la industria de la televisión sino en la educación de la sociedad. Una persona culta consumirá una programación que abone su florecimiento espiritual, porque su mirada no soportará algo distinto… (Alzuru Aponte: 2007)
Donde no existen contradicciones (entre las comunidades que se inscriben en cualquiera de los lados del muro de Berlín) es en lo siguiente:
El punto común, entre las miradas antagónicas que hemos caracterizado, es en la acción: ver lo mínimo la televisión y nunca melodramas. También en la ubicación del sector social que consume melodrama: los pobres y/o los que tienen un bajo nivel educativo. Tal punto común es una impronta estereotipada que se reproduce en nuestra sociedad. (Alzuru Aponte: 2007)
Martín Barbero y Germán Rey se referían a considerar a la televisión y a las telenovelas como asunto de estudio; inimaginable, ni siquiera para ellos, como práctica cultural de intelectuales. Sin embargo, debemos afirmar que la generalización de los pensadores colombianos sobre América Latina no se adecúa a la realidad o, para ser rigurosos, tendrían que exceptuar a Venezuela. Porque más allá de la izquierda y la derecha, nuestros intelectuales no fue que se ocupó del fenómeno como objeto de estudio, sino que se introdujeron en la industria y cineastas, dramaturgos, poetas y narradores hicieron y hacen telenovelas.
Quizás el pionero en llevar las tablas del teatro –con sus elencos– a la pantalla chica, fue el dramaturgo Gilberto Pinto en los años sesenta; en la década de los setenta, la televisión tuvo el privilegio de que el Premio Nacional de Literatura de aquel entonces, Salvador Garmendia, se incorporara a la industria para escribir telenovelas. Importantes intelectuales siguieron por esta ruta: Román Chalbaud, José Ignacio Cabrujas, César Bolívar, José Simón Escalona, Clemente de la Cerda e Ibsen Martínez. Se dio el caso de que actores de teatro y de la televisión se hicieron guionistas y terminaron escribiendo telenovelas y películas como fue el caso de Fausto Verdial; también el de familias con tradición en la dirección como Juan Lamata y su hijo cineasta, Luis Alberto Lamata, quien también realizó la práctica de la escritura de telenovelas; César Miguel Rondón, por ejemplo, inició su actividad pública como crítico de cine y locutor y en los ochenta se incorpora en aquel terremoto cultural de la telenovela. También discípulos de Cabrujas como Pilar Romero y Boris Izaguirre; posteriormente participaron los poetas Leonardo Padrón y Alberto Barrera Tyszka.
La comunidad de actores y actrices, nacionales y extranjeros, que trabajaban en telenovelas se formaron en las escuelas de teatro. La pionera del teatro contemporáneo de Venezuela fue Juana Sujo (Juana Sujovolsky Berconsky; 1913-1961) actriz y dramaturga argentina, quien fundó en 1952 la Escuela Nacional de Arte Escénico. Posteriormente, el dramaturgo argentino, Carlos Giménez (1946-1993) funda en 1971 el Grupo Teatral Rajatabla; en la década de los 80 se trasforma en la Fundación Rajatabla y promueven el Centro de Directores para el Nuevo Teatro, el Teatro Nacional Juvenil de Venezuela y el Taller Experimental de Teatro. Algunos se formaron bajo la dirección del dramaturgo venezolano Levy Rosell (1945-218) en el grupo de formación actoral Arte de Venezuela (1972) y, después de treinta años dentro del cine y la televisión venezolana, nuestra gran actriz chilena, doña Amalia Pérez Díaz, en 1980, funda con otros compañeros, la Fundación Academia de Artes y Ciencias del Cine y la Televisión.
Dos ejemplos de telenovelas, de los años ochenta paralizaron al país. Su importancia sociocultural radica en las temáticas trabajadas desde una perspectiva crítica que, en América Latina, fueron impulsadas por los movimientos feministas y cobraron relevancia en los albores del siglo XXI. Además, por la estructura de los guiones rompiendo con la lógica de lo que se conoce como la telenovela rosa –que era la del mayor consumo en otros países de la región.
Una es la telenovela Natalia de 8 a 9 (1980), de José Ignacio Cabrujas (guiones: Julio César Mármol, Fausto Verdial y José Ignacio Cabrujas; dirección: César Bolívar). La trama planteó, en el arco de transformación de la protagonista, el proceso de emancipación de la mujer contra el machismo en la vida ordinaria. Se trataba de una familia caraqueña de clase media. Natalia (Marina Baura) era una mujer católica, formada con valores tradicionales con los que amaba a su marido. El esposo Juan Carlos (Gustavo Rodríguez) solo compartía con la familia una hora al día, cuando llegaba del trabajo, por eso el título de la telenovela. Juan Carlos percibía que el matrimonio era rutinario; deseaba experimentar el sexo con otra persona y encontró un estímulo para vivir en la piel de una joven y sensual amante, Mariana (María Conchita Alonso) y su enganche eléctrico lo conduce a divorciarse. Natalia quedó en el limbo; según su autocomprensión no sabía hacer nada para mantenerse y deseaba volver a la estabilidad matrimonial. En ese proceso descubre que su hija menor está tomando anticonceptivos (no era virgen) y participaba en apuestas clandestinas que la condujeron a la cárcel. Su padre logra sacarla de prisión, pero decide quitarle los hijos, legalmente, a Natalia. La circunstancia la conduce a empezar una venta de comida que resulta exitosa.
Juan Carlos, después de varios amores tormentosos, quiere volver con Natalia. Ella lo rechaza. Empoderada de sí, asume su nueva vida, con la firme decisión de no aceptar que ningún hombre la trate como un ser inferior, regalándole migajas de amor. Se lanza a la aventura de vivir en la incertidumbre con la confianza de saber que podía autosustentarse y con la seguridad de un nuevo deseo, experimentar un amor entre iguales. Así, con este final abierto, concluye la telenovela.
La otra es Elizabeth (1981) original de Pilar Romero y José Simón Escalona (realizada bajo la dirección de César Bolívar y Clemente de la Cerda). La trama giró alrededor del cuerpo de la mujer, la enfermedad, el embarazo y el aborto. Una innovación en esta telenovela fue la inexistencia de un personaje antagonista. La enfermedad de Elizabeth (Caridad Canelón), la leucemia, el pésimo sistema de salud y la irresponsabilidad del hombre ante su hija biológica, funcionaron en la trama como el gran antagonista a vencer. Se trataba de la vida cotidiana de jóvenes que finalizaban el bachillerato y eran de clase media.
El episodio desencadenante fue que Elizabeth y su prima Lourdes (Grecia Colmenares), sufrieron idénticos mareos en la institución educativa. Un joven periodista, Juan David (Orlando Urdaneta), las auxilia y las lleva a su casa. El síntoma era igual, pero respondía a situaciones distintas. La primera tenía leucemia y la segunda, Lourdes, estaba embarazada. Esta decide abortar. Al ser ilegal, el proceso la condujo al borde de la muerte. Al pasar el tiempo varía su situación y tiene a su hijo soltera, al final se casa con quien eligió. Juan David y Elizabeth se hicieron novios. Durante toda la trama el problema es cómo curarla, diversos intentos infructuosos hasta que consiguen el éxito con un trasplante de médula. Se casan. Sale embarazada, pero es de alto riesgo. Ella decide tener la hija y muere dando a luz. Juan David, asume su viudez y se dedica a formar a su hija. pensando siempre en su “ciela” (apodo con el que llamaba a la protagonista).
La telenovela Elizabeth fue la primera vez, en la historia de nuestro país, que la protagonista era una negra y el protagonista no era el típico galán de televisión. El problema de los colores de la piel no fue temática dentro de la telenovela. En la década de los ochenta la telenovela se hizo totalmente mestiza, hasta desembocar en Por estas calles. Utilizo el vocablo mestizo no en el sentido clásico de la antropología; más bien como sinónimo de mezclas de comunidades provenientes de clases distintas, con distintos patrones de belleza, de diferentes regiones, países o continentes.
- ¿Sabes? El adjetivo negro me identifica y no renunciaré a él por la moda anglosajona de los Estudios Culturales en América Latina. ¿No lo sabías? Revisa los trabajos del sociólogo Daniel Mato. Muestra la profunda huella anglosajona de la denominación “Estudios culturales” y, por supuesto, sus cajas de herramientas conceptuales. Seguiré usando, por tanto, el adjetivo negro o negra, aunque se le abran las venas y se revuelque en su tumba, una y mil veces, Eduardo Galeano.
Es de rigor interpretar la telenovela Por estas calles de Ibsen Martínez (1992-1994) en el contexto de su tradición melodramática. La importancia es que realizo una corrección de nuestra autocompresión sociopolítica a propósito del imaginario expresado por Franklin Virgüez, al mostrar que no fue una excepción sino que tenía como talante el espíritu crítico y la innovación.
La propuesta estética fue similar a la realizada por Truman Capote en la literatura con su novela A sangre fría, una narración realista, periodística, cargada o recreada literariamente, llamada por algunos críticos como literatura de no ficción. Fue innovadora en su género. El detonante de la trama de la telenovela fue cuando la maestra, quien vivía y daba clases en el barrio Moscú, le encuentra un arma a uno de sus alumnos. El problema para ella fue la decisión ¿qué hacer?, ¿denunciarlo o no? A partir de ese acontecimiento se desarrollan las historias del barrio, la vida de los marginados se transformó en la columna que vertebró todas las historias. Habían subtramas que por momento se transformaron en la trama principal; por lo tanto, había una multiplicidad de protagonistas y antagonistas. La telenovela narraba los problemas sociales, económicos, sociales y políticos que se vivían en el país; fue una de las telenovelas más largas de la historia en Venezuela con 591 episodios.
Que se considere a esta telenovela como parte de los factores de la llegada al poder de Chávez, es un indicador de la fortaleza, la potencia crítica del género melodramático y, por otro lado, la debilidad de la dirigencia de los partidos políticos, de todas las tendencias, por la falta de creatividad con la que dejaron de pensar políticamente y de conectarse con la comunidad. La sociedad venezolana apostó por un cambio y por alguien que asumió la responsabilidad de sus actos, para bien o para mal, con el intento de un golpe de Estado.
Finalmente, un dato para los estudiosos de la cultura latinoamericana. Un espacio de hibridez intercultural, lo que llamo el mestizaje, fue la industria del entretenimiento venezolano. Basta analizar las parrillas de todos los canales privados y públicos desde los años 50 hasta el primer lustro del siglo XXI, para evidenciarlo. En el campo de la telenovela, por ejemplo, realizo un listado a vuelo de pájaro de países y artistas que se integraron, para culminar la sección. Fue una buena práctica como país en la recepción de la migración.
Argentina: Zoe Ducós y Hugo Pimentel.
Brasil: Rubens de Falco.
Chile: Amalia Pérez Díaz, Manuel Poblete, Conchita Obach, Marcelo Romo y Julio Jung.
Colombia: Betty Ruth, Cecilia Villarreal, Flavio Caballero, Juan Pablo Raba, Alejandro Martínez, Fernando Villate, Luly Bossa, Marcelo Cezán, Danilo Santos, Rafael Novoa y Brenda Hanst.
Cuba: Esperanza Magaz, María Conchita Alonso, Jorge Félix, Daniel Farías, Enrique Alzugaray, Arquímedes Rivero, Lotario (Mario Brito), Beatriz Valdés, Kiko Mendive y Raúl Xiqués.
Ecuador: Bertha Moncayo.
España: José Bardina, Marina Baura, Javier Vidal, Guillermo González, Juan Manuel Montesinos, Jorge Palacios, Agustina Martín, Bárbara Teyde, José Poveda, Chelo Rodríguez, Martín Lantigua, Herminia Martínez y Giove Campuzano.
México: Arturo Peniche y Roberto Metheos.
Paraguay: Arnaldo André.
Perú: Roberto Moll, Regina Alcóver, Carlota Ureta Zamorano y Jorge Aravena.
Puerto Rico: Daniel Lugo.
República Dominicana: Andrés García.
Uruguay. Dante Carle, Guillermo Ferrán y Alma Ingianni.
Yugoslavia: América Alonso (María Golajovski Zaicev).
Publica un comentario: