Están estructuradas las secciones de la siguiente forma:
- I. Dedicatoria/ Introducción / La patria.
- II. Eran los ochenta / La telenovela como práctica cultural.
- III. El país según Cabrujas / Para comprender a Cabrujas: Teodoro Petkoff y Argelia Laya.
- IV. Sin tierra / Cabrujas, el radiólogo / La lectura / Militarismo / La memoria.
- V. La incertidumbre / La casa y sus arquitectos / La democracia / Tráfico/ La pasión rigurosa de las orquestas: José Antonio Abreu.
- VI. El rumiar / Rodolfo Izaguirre y el Cine Ojeda / Eran los noventa / El sueño de Alberto Arvelo Ramos / Me traduzco: Yolanda Pantin / El olfato afinado de Miguel Ron Pedrique.
- VII. ¿Militarismo tropical o civismo militar? / ¿La tragedia? / Con hambre y desempleo con Chávez me resteo / Principios básicos.
- VIII. ¿Educación pública y gratuita? Siempre / La innovación educativa: Luis Beltrán Prieto Figueroa y su fundamento en Simón Rodríguez/ Posdata: Arnaldo Esté y la Educación para la dignidad.
- IX. Si los intelectuales no lo comprenden, ¿qué se le puede pedir a los políticos? / Interpelaciones: a propósito de la piel como voz/ Simón Rodríguez le responde a Rafael Cadenas / Ídolos rotos / Otro síntoma: Distinto a los colores o el mismo/ Un matiz del problema ético / La política selectiva del color / Huella arqueológica: blanquearse.
- X. ¿Tembló la Universidad? Terremoto en el país y mi admiración: Enzo Del Bufalo.
- XI. Como las reinas de belleza o Carolina Herrera como ethos/ Venezuela no es un tren de prostitutas/ Lectura en el exilio/ La comunidad en la diferencia: Miguel Márquez / Armando Rojas Guardia: el horizonte de sentido.
¿Tembló la Universidad? Terremoto en el país y mi admiración: Enzo Del Bufalo
Bestiario. Manuel Alzuru, 2015 |
El primer síntoma de una debacle sociocultural y política en un país es cuando la comunidad académica, que constituye a la institución universitaria, se esclerotiza, se descoyunta y simula ser la misma. Una comunidad académica no es un grupo de profesionales que imparten clases. Una comunidad académica es un gimnasio donde se realizan prácticas intelectuales aristocráticas.
- ¡Por favor! ¡Deténgase! ¡Que no le salten SUS PRE-JUICIOS, sus juicios-previos!
- LEA Y PIENSE LO QUE VOY A ESCRIBIR. Le suplico afabilidad para escuchar, atentamente.
1. Educación aristocrática. Aristocracia, en este contexto, no alude a nada de lo que usted está pensando. El vocablo utilizado no responde al campo de la economía política ni a la sociología; no es descriptor de un estatus social. Se restringe al ámbito ético, en su acepción nietzscheana.
En la sección novena del libro titulado Más allá del bien y del mal de Friedrich Nietzsche, tiene por título: “¿Qué es aristocrático?” En la línea final del fragmento 287, a mi juicio, se sintetiza su significado para usarlo como instrumental de trabajo. Escribe Nietzsche: “El alma aristocrática se respeta a sí misma.”
2. Comunidad académica. Utilizo el vocablo no restringido a los profesores que dictan clase, escriben artículos, trabajan en laboratorios, realizan congresos (prácticas de vinculación) o quienes tienen cargos gerenciales. La comunidad académica son todas las personas cuyo oficio contribuye a la formación (en distintos campos del saber y del hacer) de la juventud. Quienes mantienen ese acervo y lo incrementan; quienes comparten un horizonte de sentido: ser una maquinaria de transformación sociocultural. De allí que a la comunidad académica pertenecen, desde el obrero hasta quien ganó el nobel.
3. Prácticas intelectuales. Es un campo definido por Daniel Mato (miembro fundador del Centro de Investigaciones Postdoctorales de la UCV). No se restringe a la práctica de la investigación ni a la escritura ensayística, poética o narrativa. Es toda práctica comunitaria que implique creación, mantenimiento y acrecentamiento de saberes, por ejemplo, la que realizan las comunidades aborígenes; toda práctica comunitaria que implique análisis, reflexión y transformación de estructuras sociales, por ejemplo, los movimientos feministas, sindicales, ecológicos, etc.
Dentro de la institución universitaria forman parte de este campo: la práctica de la docencia, la investigación, las publicaciones, los movimientos culturales, los movimientos estudiantiles, las vinculaciones con el medio, los movimientos sindicales, los voluntariados, entre otras.
- Valga una digresión. Estoy satisfecho porque le he dado dos aportes al país donde habito en la actualidad. Uno, a la ciudad de Valdivia. Utilizando como fundamento las investigaciones de Daniel Mato, escribí un libro publicado por la Dirección de Vinculación con el Medio de la Universidad Austral de Chile, titulado: Buenas prácticas de vinculación con el medio. Una aproximación desde los voluntariados de la UACh. (2023). El otro a Chile.
Por cierto, Daniel Mato fue uno de los maestros (sin quererlo, sin saber que me estaba formando, inconsciencia mía, pues) con el que tuve más distancia y desencuentros. Nada qué ver con asuntos teóricos; estúpidas incomprensiones de la vida cotidiana; yo asumo mi infantil estupidez.
¡Gracias Daniel! Por ti escuché en vivo y directo a George Yúdice, Nelly Richard, Néstor García Canclini, entre otros, y claro eso me hizo leerlos, ¡qué bien…! Chamo, me estoy poniendo cursi… pero del carajo… ¡Gracias!
En el segundo libro fui un director de orquesta. La construcción fue una práctica intelectual realizada por cuarenta personas: veinte venezolanas, diecinueve chilenas y un argentino. Fue una experiencia comunicativa retomando, resignificando el trabajo realizado por el artista chileno Guillermo Deisler en su exilio, en la década de los ochenta. Es una obra de arte colectiva. Duramos dos años construyéndolo. Lo titulamos: Posteos desde el sur. Tributo y asedio a Guillermo Deisler.
La belleza del diseño, la creatividad de la edición y su elegancia, resemantizando al primer artista gráfico del mundo del mundo, nuestro Simón Rodríguez, se le debe a las artistas y académicas, Ana Karina Gil y Dianayra Valero, bajo la dirección de Víctor Daniel Albornoz quien está a cargo de la Dirección de Cultura y de las ediciones Actual de la Universidad de los Andes de Venezuela.
Les invito a revisarlo. Está en internet. Publicado en el portal de la Galería Réplica de la Universidad Austral de Chile y en el de la Universidad de los Andes.
Finalizada la digresión, volvamos al punto. Entonces, ¿cómo defino a la universidad? Es el gimnasio donde la comunidad académica realiza prácticas intelectuales aristocráticas.
La sintomatología de la enfermedad de un país se empieza a manifestar cuando tiembla el gimnasio donde practica la comunidad académica. Lo más visible empieza a suceder cuando está en una crisis de finanzas.
Hugo Chávez, de forma expresa, aplicó la táctica de la reconducción presupuestaria de las universidades fundadas antes de su llegada al poder, durante años, para ahogarlas –teniendo el país la bonanza de divisas más grande de toda la historia de la nación por el alza de los precios del petróleo. Piense que el mejor precio que tuvo la venta del barril de petróleo desde 1914 hasta 1998, fue multiplicado por mil en la época del gobierno de Chávez, a 150 $ el barril. Simultáneamente, creó una decena de instituciones de educación superior. ¿Cuál era el sentido? Al final le expresaré el objetivo, según mi perspectiva.
Complementó la táctica utilizando el Tribunal Supremo de Justicia para impedir que se realizara la práctica democrática de alternar el poder. No le importó si la rectoría era afable o no con el gobierno; era lo de menos. Lo relevante fue lo siguiente: al no poder realizar elecciones generó unas costumbres, unos hábitos autoritarios en la comunidad, porque por ley quien ejercía el poder se mantenía, indefinidamente, en el cargo.
Cuando la comunidad intelectual deja de ser aristocrática, se transforma en reproductora del vasallaje. Reproduce una moral esclava. Este fenómeno es clave, porque el ejercicio del poder es más efectivo cuando el dominado desea mantenerse en la situación. Eso sucedió con nuestras universidades.
He relatado lo grueso, lo visible. Pero la enfermedad de la descomposición institucional de las universidades tiene unos síntomas menos visibles y más cancerígenos. Esto ocurre cuando el problema no depende solo de la otredad, sino de la propia comunidad de quienes la dirigen. Para decirlo en castellano limpio: el cuerpo rectoral con sus decanaturas.
Cuando el gimnasio pierde el cerebro; esto es, cuando, quienes dirigen pierden el horizonte de sentido por el cual habitan en ese espacio, entonces lo que produce y reproduce es la desestructuración, desafiliación, la comunidad se atomiza y vivencian las decisiones como si estuviese en un campo de concentración, es decir, sobrevivir, cada quien en lo suyo, porque cualquiera puede morir.
Relataré un detalle de los invisibles a los que aludo, como ejemplo.
Hay un intelectual que admiro. Existirán miles. Me refiero al que yo haya leído. Considerando a europeos, latinoamericanos o norteamericanos. Considerando a quienes hayan realizado su producción entre 1980 hasta la actualidad. Realizadas esas acotaciones, diré ¿por qué lo admiro? Porque en términos de información pareciera que tuviese todas las bibliotecas en su cabeza. Porque parece un intelectual del renacimiento. Conoce, investiga y puede realizar prácticas en lo más especializado de la economía –de los oficios que hizo: Director Ejecutivo del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (Banco Mundial), de la Corporación Internacional de Fomento y de la Agencia Multilateral de Garantías a las Inversiones. Es un torbellino inimaginable de conocimiento de la historia de Occidente, también del Oriente; conoce al dedillo las sutilezas más finas de las tradiciones políticas, liberales y marxistas; tiene un conocimiento magistral en el campo teológico sobre las tres grandes religiones monoteístas; es un maestro en la filosofía nietzscheana, heideggeriana, deleuziana, foucaultiana y griega; es traslúcido para explicar los mitos. Me inclino ante él porque tiene un novedoso instrumental para estudiar las figuras de la subjetividad de los pueblos… creo que el único campo que, hasta ahora, no sé si maneja con la propiedad de los anteriores es el de la literatura, no me extrañaría que me sorprenda y publique sobre esa área… todos sus posgrados los hizo en Venezuela, entre la UCV y la Simón Bolívar; ¡En la Simón!, la de la Cuarta República… Tuve la fortuna de compartir años a su lado.
El intelectual que admiro en grados superlativos, es venezolano y se llama Enzo Del Bufalo. Mi biblia es un libro de él que se llama: Roma: historias y devenires del individuo, aunque tiene 947 páginas, publicado por Bid & Co, siempre está en mi mochila. Enzo es miembro de número de la Academia Nacional de Ciencias Económicas de Venezuela.
- Déjenme contarles una anécdota. Estábamos en alguno de los buenos restaurantes de Caracas (porque Rigoberto Lanz, Agustín Martínez y Miguel Ron Pedrique solían instruirnos con el ejemplo… no se puede pensar bien sin una buena comida, bien servida y con un licor exquisito, nos decían) y a cierta altura de la noche Ron Pedrique, riéndose por adelantado, repetía el mismo cuento del profesor de la UNAM y todos los comensales, una vez más soltábamos la carcajada. Estaban invitados los tres nombrados y Enzo para dictar unas conferencias en la prestigiosa universidad mexicana. Los anfitriones comentarían las ponencias. Faltaban días para el viaje. Ron Pedrique está leyendo en su oficina. Suena el teléfono y él atiende. Al escuchar el saludo nota el acento típico de la tierra de Juan Gabriel. Era el comentarista de la ponencia de Enzo Del Bufalo. Con voz entre cortada le dice que le costaría comentar aquel escrito porque no entiende absolutamente nada de lo que el autor quiere expresar. Ron Pedrique, carcajada mediante, le dice: ¡No se preocupe! Diga lo que quiera que aquí ninguno le entendemos. Y allí venía otro trago y risa y risa.
El 23 de enero (para quienes somos venezolanos ese día es muy simbólico porque fue el fin de la dictadura de Pérez Jiménez en 1958) de 2017, en el portal estimulo.com, en la sección Climax, la periodista Faitha Nahmens, publicó un reportaje que tituló, “CIPOST, la muerte del pensamiento crítico”. Citaré fragmentos y subrayaré lo que dijo Enzo Del Bufalo. Él tiene la capacidad de sintetizar con una sentencia todo un acontecimiento que dice no solo de la universidad, de la coyuntura, sino del país. Escribe la periodista:
Con ganas de entrar en honduras –o mantenerse en ellas- el economista y denso y prolijo autor Enzo Del Bufalo es de los que concibe el Cipost como un ágora que ha de citar a seseras bien amobladas, y es así como se da a la tarea de buscar el sitio que albergaría suculentos debates, reuniones inconcebibles, exposiciones conmovedoras –fueron enmarcados Carlos Zerpa, Felipe Herrera, Pájaro y Nelson Garrido–, y eventos culturales para el goce. La casa escogida pronto se convierte en campus.
Autores e investigadores de las ciencias sociales y políticas, y de la filosofía, y todos los enamorados del saber de aquí y allá dictan cátedra, escriben, participan en seminarios, invitan a tertulias, se encierran a deliberar, abren las puertas para hacerlo, publican, bautizan libros que parecen bombillos encendidos, trabajan en jornadas infinitas y enjundiosas. Gentes de creencias disímiles y antagónicas, de derechas, de izquierda o de centro, ateos y creyentes, gentes ilustradas pero que no se asumen miembros de una secta.
Los privilegiados que fueron parte de aquel espacio ideal –tan cerca de las nubes como de la realidad más frágil, el Cipost se conectó con las escuelas públicas, ensartó la hipótesis con el trabajo de campo, llegó a colegios de zonas populares, a Petare, y a los muchos Fe y Alegría de zonas campesinas del país– coinciden en describirlo como un lugar fuera de serie. “El Cipost no se parece a nada que yo haya conocido aquí y afuera”, dice Alex Fergusson, científico que incorporó el asunto ambiental a la temática de los debates filosóficos, y, desde el Cipost, contribuyó en la redacción de una propuesta de Ley de Educación Superior, patrocinada por Unesco, y, con Cipost, fue a París para la creación del Observatorio de Reformas Universitarias (ORUS). “Mi relación con el Cipost, tan motivante, casi sensual, definió lo que es hoy mi pasión: la ecología humana. Cambió mi vida”.
Todo aquel que pasara el umbral de sus puertas habla del Cipost desde el hechizo. “Mi primer viaje académico a Venezuela, primer viaje a secas a ese país, fue en el año 1995, invitado a dictar el curso anual del Cipost. Pude vivir un clima de discusión a la vez respetuoso y entretenido, frontal, pero sin rechazo del otro, y advertir que se estaba a la altura del mejor debate internacional en el tema de posmodernidad (sobre el cual versaba el curso), con sus efectos en lo político, lo cultural y lo social; en ese sitio se formaban intelectuales de fuste”, dice Roberto Follari, prolífico autor, 16 libros y cientos de artículos arbitrados de su puño y letra, desde Mendoza en Argentina.
Entonces acota Xiomara Martínez, socióloga y profesora del Doctorado en Ciencias Sociales: “Cipost fue eso y más, redes académicas, publicaciones, eventos, seminarios, la cosecha de los egresados postdoctorales, formación de jóvenes investigadores, y un largo etcétera perfecto y fácilmente constatable, lo que, entre otras cosas comprueba que no es cierto que el Cipost era un centro concentrado en los estudios posmodernos”, explica la también exdirectora del centro y quien tendría el honor de ser cabeza del primer Programa de Estudios Post-Doctorales, no sólo del país, sino de toda América Latina.
(…)
(…) la casa creció en nombre y en belleza. La albergó y la detentó en la arquitectura que la adecuó al contenido. Los gobiernos caraqueños de Juan Barreto y luego de Antonio Ledezma consintieron en invertir en modificaciones que convirtieron la sede del Cipost en Edén. En un país donde lo hermoso es idiosincrático e incluso aval, no debió ser vista la belleza como altanería.
“Con esta ambiance, como le gustaba al maestro Rigoberto Lanz intercalar palabras en francés, era normal acumular enemigos: la academia que no digiere bien la generación de nuevo conocimiento y los pseudos políticos que no podían ubicar a qué corriente pertenecerían esos nuevos conocimientos temían, quizá con razón, que fueran excesivamente útiles a la hora de desmontar sus incongruencias”, se lamenta Rayda Guzmán, consternada sin remedio, porque aquel espacio icónico será luego tomado por gentes que desdeñan la meritocracia. O como dice Enzo Del Búfalo: gentes que solo saben de caudillismo y creen, desde la valoración más pueril, que era un espacio “de” Rigoberto Lanz, su coto de caza.”
(…)
El Cipost, que ofreció su sede para que la Fundación Cultural José Ignacio Cabrujas –miembros relevantes de la cultura asistían semanalmente, entre otros Alfredo Chacón, Perán Erminy, Tulio Hernández– no termina, como parece. Luego que se impidiera realizar nuevas elecciones en las universidades –un no que arropa a decanos y rectores– la decana electa cumple su mandato y se retira. Al no haber comicio, quien asume el decanato, necesariamente, lo debe lograr por un acuerdo en el Consejo de Facultad. En 2011 se acordó la intervención del Cipost. “No sabemos cuál era el interés, pero lo cierto es que se designa a un director y a un comité académico violentando todas las normativas. Tampoco creo que estuviesen en los cálculos de todos que se desintegraría”, añade Alzuru.
Escritor que en su libro convida a ser antiprologado, idea democrática que rechaza las zalemas convenientes y convenidas muy del Cipost, anota los detalles del desenlace: “Termino mi período con la decana Sary Levy y pongo mi cargo a la orden. Efectivamente, nombran a Nelson Guzmán, quien no era del centro, por lo que todos protestamos; entonces él despidió a Enzo, a Rigoberto, a mí, entre otros del comité académico y Rigoberto Lanz pasa un correo diciendo que no aceptaremos la intervención”…
“Hay otras honduras, las de la tristeza y las del dolor personal que causa el maltrato académico y la pérdida de un espacio que fue una apuesta ética y afectiva de vida profesional”, se quiebra Xiomara Martínez pensando en la casa común, la casa de savia, la casa razón. “Pero fíjate”, cavila Alzuru,“la casa, según se dice, está abandonada, es decir ¿el Estado perdió la inversión así nada más?”, desliza. “Pero nuestra apuesta está más allá de la casa, de una institución, más allá de la burocracia. Cipost es un espíritu que se seguirá manifestando en nuestra cultura, espíritu de celebración de las diferencias y el debate riguroso de las ideas. (Faitha Nahmens: 2017)
Recuerdo cuando Faitha me contactó para realizar ese reportaje, estaba viviendo en Colombia. No evoco bien, al parecer había leído, por casualidad, el artículo que publicó Rigoberto Lanz, un lustro antes. El maestro escogió el mismo día que se solía celebrar la fecha de su fundación para expresar la noticia a Venezuela. El 22 de noviembre del año 2012, publicó en el diario El Nacional, en la columna que dirigía, A tres manos, un artículo titulado; “CIPOST. Q.E.P.D.”
No tengo idea qué hizo la Universidad Central de Venezuela con la bellísima sede del CIPOST –una elegante casa de los años cincuenta ubicada, como tenía que ser, en lo alto, en la Colina, de un Bello Monte-– que fue una donación que consiguió Enzo Del Bufalo. Entiendo que actualmente funciona en unos cubículos, en un pasillo de algún edificio de la UCV; esa cosa que le llaman con el mismo nombre y entregan certificados.
Xiomara Martínez y yo fuimos de la primera y –¡horror! - la última generación formada por los maestros para el primer relevo; como sabían que éramos pichones, los fundadores eran el comité académico. Dentro de los diversos programas que se tenían desde que se fundó, fue en la gestión de Xiomara, en el 2002, que se creó el Programa Postdoctoral conducente a certificado. Porque allí el asunto fundamental, no era de togas ni birretes…
La investigación universitaria en general se muestra en congresos, seminarios, simposios nacionales e internacionales, publicaciones de libros, revistas, etc. Un Centro de Investigación no existe si no está articulado a redes de investigaciones nacionales e internacionales; las rendiciones de cuentas académicas de un nivel postdoctoral se legitiman en espacios como El Instituto Internacional de la UNESCO para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (IESALC), porque allí están los pares o con Centros de Investigaciones similares. En el CIPOST se coordinaba el Observatorio de Reformas Universitarias (ORUS) adscrito al IESALC-UNESCO. ¿Los resultados? Siete libros, bajo el nombre “La Universidad se reforma”, escrito por una red de investigadores y están en la biblioteca del Instituto y en las universidades.
Daré otro ejemplo como espacio de legitimación de un centro de investigación de nivel postdoctoral con una de nuestras fundadoras, la Dra. Julia Barragán. En el libro Decidir en sociedad: Homenaje a Julia Barragán (2009), realizado por académicos españoles y venezolanos. Es un honor para Venezuela que la comunidad española escriba en ese texto cómo se refieren al Programa de Investigación Postdoctoral de Estudios Normativos que dirigió Julia: La Escuela de Caracas. Refiriéndose a las innovaciones en el campo del derecho, a propósito de la construcción de normas que permitan regular las relaciones intersubjetivas; así como los diseños de las reglas para decidir en situaciones de incertidumbre, que garanticen los resultados más eficientes posible desde la perspectiva del abastecimiento de espacios institucionales para el bienestar de los involucrados, utilizando como herramienta las teorías de juego. Por estos aportes fue invitada especial a la recepción del Premio Nobel de Economía en 1994 de John Harsany, académico quien estuvo trabajando con su equipo de investigación en un seminario en Caracas; tal como lo reseña el compilador del libro quien la conoció en dicha ceremonia.
Lo que pasó en nuestra máxima Casa de Estudios, sucedió en otras universidades; en el mismo año de lo que he narrado, el gobierno desarticuló el proyecto que impulsaba Freddy Castillo Castellanos, fundador y rector de la Universidad Experimental del Yaracuy (UNEY). Allí tenían unas prácticas intelectuales novedosas; tan impactante fueron que por ello llegó formar parte del Comité Jurídico Interamericano de la Organización de Estados Americanos (OEA) y a representar a Venezuela ante la UNESCO (2004 y 2005) en los comités de elaboración y aprobación de la Convención sobre la Promoción y Protección de la Diversidad de las Expresiones Culturales; en el artículo sobre el CIPOST mencionado anteriormente, se comenta sobre la muerte de ese proyecto. También queda el nombre, por supuesto, allí está la UNEY. En mayor o menor grado, esas decisiones solo las viven quienes lidian con ellas y no tienen una visibilidad como la del presupuesto, que es el mayor cáncer. A veces, quienes participan en la expansión de la enfermedad ni siquiera es por un asunto ideológico ni por maldad, es simple ignorancia. Las desarticulaciones de proyectos, de centros, de valoración de lo monetario por encima de la academia, es el temblor al que aludía al inicio de esta sección.
¿Por qué a Chávez le interesaban esos deterioros?
Objetivo: borrar el pasado reciente, el siglo XX. Vincularse al siglo XIX como el mito fundador, con el vocablo de Independencia. Y ser el protagonista de una segunda independencia en el siglo XXI, con la creación de un nuevo país. La sociedad nueva debía tener universidades en consonancia.
- -Tuve la desagradable fortuna de conocer a un académico en Chile que me dijo que yo hablaba de Venezuela desde el dolor. ¡Carajo! ¿Cómo hablar desde otro lado? Si apenas estaba naciendo como investigador y se me truncó la vida… y un detalle, la de ocho millones de familias venezolanas.
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