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¿Por qué es importante la lectura de los clásicos?

Una amenaza la que encuentra por la intención utilitarista hacia las humanidades.

En algunos momentos de nuestro quehacer reflexivo sobre determinado aspecto o fenómeno, como aspirante a la filosofía, es imperativo poner el dedo en la llaga, como de manera coloquial se dice; es decir, poner en la mesa del debate temas que resultan para algunos en verdad espinosos. En estos artículos en los que estamos revisando la mitología griega, es necesario provocar.


En algunos momentos de nuestro quehacer reflexivo sobre determinado aspecto o fenómeno, como aspirante a la filosofía, es imperativo poner el dedo en la llaga, como de manera coloquial se dice; es decir, poner en la mesa del debate temas que resultan para algunos en verdad espinosos. En estos artículos en los que estamos revisando la mitología griega, es necesario provocar.
El tema que se pone sobre la mesa es el siguiente: la vulnerabilidad pedagógica o curricular por la que están pasando la lectura de los clásicos. Esto es, es necesario, desde mi punto de vista y lugar en un hipotético debate, defender a las humanidades. Entonces, ¿es factible defender las humanidades ante un mundo utilitarista? Eso me propongo.
Es verdad, no podemos luchar de una manera “quijotesca” sobre molinos de viento que, metafóricamente, resultarían “virtuales”. Vivimos en una sociedad de consumo y, más aún, (en esa necesidad sociológica de delimitar ciertos estadios), contamos son un nuevo ingrediente: la llamada orientación tecnológica en nuestra vida cotidiana y laboral.
Dicha coyuntura socioeconómica, trastoca, entre otros aspectos, un área que nos interesa: la educación. Aquí se plantean los cimientos de un posible debate: hasta qué grado las políticas públicas están resultando irresponsables cuando proponen reestructurar los planes de estudio afectando el campo de las humanidades. No sólo quitando carreras afines sino materias a otras áreas de estudio.
¿Por qué considera uno que esto es un acto de irresponsabilidad, el eliminar aspectos humanísticos en los estudios? Ese es el tema. En mi oportunidad de proponer un argumento en este texto, es que no sólo es por la razón de conocer y/o dominar cierto fenómeno de estudio y desarrollar un campo de investigación o acción, sino porque esos conocimientos permiten pensar.

La lectura de ciertos clásicos, por ejemplo, le permite a uno desarrollar un diálogo intelectual que sin duda será resultante de nuevas ideas, supone uno, cada vez mejor planteadas. Por esa razón genuina y expansiva en el eco reflexivo es que resulta inaudito evitar las lecturas de los clásicos, esa es su riqueza. 

La mitología griega y sus connotaciones literarias

Revisión conceptual de la mitología y la literatura

En este momento, es necesario hacer una pequeña aclaración de lo que será desde este punto, la publicación, de mi parte, de una serie de artículos que van enfocados a la idea de revisar la “Mitología griega y sus connotaciones literarias”, que conformarán al final un libro que sirva para divulgación de las ideas intelectuales de uno como pensador humanista. 


En este momento, es necesario hacer una pequeña aclaración de lo que será desde este punto, la publicación, de mi parte, de una serie de artículos que van enfocados a la idea de revisar la “Mitología griega y sus connotaciones literarias”, que conformarán al final un libro que sirva para divulgación de las ideas intelectuales de uno como pensador humanista.
Empecemos pues, haciendo una breve revisión introductoria de lo que es considerado la “mitología clásica” como un ente emancipador e inspirador de lo que se considera la conciencia de la cultura occidental. Esto es la resultante de la unión, más que académica, de la mitología y la literatura en todo su contexto y esplendor.
Es importante reconocer que desde los tiempos inmemoriales en lo que la historiografía aún no tenía registro de cierta actividad humanística, hasta nuestros días, los mitos y la propia literatura, de los antiguos griegos, fueron más que la base fundacional de nuestra cultura, son el germen del quehacer de las artes y la propia literatura alimentándose del mito como aliento de vida creativa.
Se entiende entonces que la literatura será y es, la vía de transmisión de las ideas y de los mitos que se gestaron desde la antigua Grecia. De todo ello va quedando registro no sólo en la propia historiografía literaria, sino en el quehacer del propio escritor en su oficio. La lectura de los clásicos y otros autores va más allá de un mero plagio inconsciente de las ideas.
O de una emulación creativa del demiurgo mitológico. La revisión de todos estos temas tiene desde mi punto de vista en esta serie de artículos, más que nada, incentivar las necesidades e inquietudes intelectuales de cada lector posible que llegase a tener. No se pretende, y se sobreentiende, hacer un análisis literario ni mucho menos.

Simple y llanamente es una invitación compartida a que leamos de nuevo a los clásicos griegos ya no para cumplir con una obligación escolar (en el mayor de los casos posibles), o a cualquier otro impulso lector.  Digamos que segundas lecturas son buenas.

El hombre es Dios en la tierra: Fichte

La acción divina del hombre en la tierra desde el idealismo alemán

La historia de la humanidad, de las ideas y del desarrollo de las grandes coyunturas, a través de un consenso académico; a determinado varias pautas o estadios de la propia dinámica historiográfica. Naturalmente la filosofía no podría estar exenta: en ese sentido ubicaremos la filosofía de Fichte dentro de la corriente del idealismo alemán dentro de los años de 1762-1814.

Acción divina del hombre sobre la tierra

La historia de la humanidad, de las ideas y del desarrollo de las grandes coyunturas, a través de un consenso académico; a determinado varias pautas o estadios de la propia dinámica historiográfica. Naturalmente la filosofía no podría estar exenta: en ese sentido ubicaremos la filosofía de Fichte dentro de la corriente del idealismo alemán dentro de los años de 1762-1814.
Bajo esa premisa entendemos que en su época, como ya avisaba en el párrafo anterior, en la época en que vivió el filósofo alemán Fichte, dentro de la corriente del idealismo alemán, su quehacer y obra filosófica fue entendida como una exaltación y promoción de la subjetividad desde el punto de vista cognoscitivo, pasando por la fenomenología como ente argumentativo.
En el común denominador de sus obras, como común denominador se manifestaba la idea de que el “yo” como recurso inmanente de la existencia finita, se justifica a través de una serie de actividades fundamentadas. Es en ese sentido que se empiezan a gestar las pautas principales de lo que se considerará el idealismo alemán y a él se le conocerá como el fundador.
De hecho, si se revisa aunque sea de manera panorámica la secuencia y/o el curso de lo que es la propia historia de la filosofía, tenemos que el propio Hegel, parte de sus doctrinas filosóficas (de Fichte), para construir lo que ahora conocemos como uno de los sistemas filosóficos más intensos desde el punto de vista del idealismo. De hecho, podríamos argumentar que el propio Hegel nutrió las ideas de Fichte.
La lectura y aportación que en la dinámica actual podemos rescatar de la obra de Fitche llevada a la praxis, radica en el hecho más que fortuito de que en el contexto del devenir humano, como ser social y político, lo más elemental, vital e importante es que el propio ser humano esté sin ataduras morales, es decir, cuente con su propia libertad humana.

El ente social y político que se vacía en el recipiente del Estado social, solamente tiene justificación divina a través de la acción individual del propio ser; claro está, como un impulso de mejora del propio Estado. Es así que el propio “yo” será el pilar de la construcción del mundo inteligible. La cultura es unión y progreso.


Derrida, una mirada periférica hacia la escritura literaria.

Reflexiones de la escritura filosófica y literaria desde la perspectiva de Derrida.

En este texto pretendemos acercarnos a lo que es el oficio del escritor desde el punto de vista filosófico. Darle ese contrapeso al propio acto de escribir con la oralidad circundante de la narrativa como recipiente del mismo. Derrida cuestionó el proceso de escritura que uno intenta proyectar para una comprensión del mismo.





Pretender acercarse al pensamiento de un filósofo determinado sólo se puede realizar a través de una pesquisa historiográfica de sus obras. Eso resulta académicamente lógico desde el punto de vista metodológico. En esa intención cognoscitiva del entender el saber de algún filósofo en el contexto de las formas (bibliográfica), no anticipa peligro alguno. El aviso intelectual queda manifiesto cuando se intenta incursionar en el pensamiento de manera frontal, directa. Esa actitud la mayoría de las veces nos lleva a un marasmo conceptual (en el mejor de los casos), o a un abandono reflexivo cayendo en una historia de la filosofía.




Por tal razón, ante tal eventualidad, a título personal y de acuerdo a mi compromiso intelectual, he decidido llevar a cabo una mirada periférica al pensamiento de Derrida para pretender (se entiende mi actitud precautoria), acercarme a una forma proactiva, al oficio de la escritura desde el punto de vista de la literatura, más concreto sería, desde la narrativa. En los siguientes párrafos (y en todos los artículos que escriba en este sitio), van en esa tesitura. Se pretende al final que esto pueda resultar ser un libro digno de publicarse, en el sentido de que valga la pena leerse sin hacer perder el tiempo al posible lector.

He decidido acercarme al pensamiento filosófico de Derrida porque me permite los conceptos elementales que necesito para la argumentación filosófica-literaria de esta serie de artículos y es por una sencilla y potente razón: dentro de la historia de la filosofía se admite que el filósofo francés Derrida, es sinónimo del concepto que él intencionalmente acuñó como “desconstrucción”, que nos permite, en nuestro rigor de pensamiento filosófico, proponer una “filosofía de la diferencia”. Termino que precisamente intento rescatar como herramienta del proceso de escritura en estos artículos.

La obra de Derrida, desde el punto de vista narrativo de su filosofía, permitió proponer y dio como resultado, una nutrida proliferación de términos nuevos que le permitió profundizar en sus argumentaciones filosóficas y, en consecuencia, pudo trastocar en el análisis de diversos campos de la ciencia filosófica, la calma en la que se encontraban. Cabe aclarar que acuñó nuevos términos mas no contienen en su matiz, una carga estrictamente conceptual. Al final del día, no pretendía ampliar el espectro filosófico sino darle mayor sentido a la oralidad de la escritura.

Con ello, se puede (él lo llevó a cabo), navegar por el campo de la fenomenología trascendental, en la filosofía del lenguaje, en el campo de la semiótica, en el estructuralismo, en la estética y/o las artes, en el psicoanálisis, en la teoría literaria, entre otros campos posibles. En nuestro caso sólo pretendemos acercarnos a lo que es el oficio del escritor desde el punto de vista filosófico. Darle ese contrapeso al propio acto de escribir con la oralidad circundante de la narrativa como recipiente del mismo. Derrida cuestionó el proceso de escritura que uno intenta proyectar para una comprensión del mismo. 

La escritura creativa, una aportación de la filosofía escrita.

Un enfrentamiento que va más allá de la hoja en blanco en el proceso de escritura

Dicho ejercicio consiste en enfrentarse al llamado síndrome de la hoja en blanco y escribir sin un objetivo aparente. En ello sólo se busca plasmar las ideas que rondan en nuestro pensamiento de manera automática e impulsiva. 








Existe una diversidad de propuestas en el campo de la escritura emparentada con el oficio del escritor; que van desde técnicas, modelos, actitudes y una gran variedad de acciones. Todas ellas como talleres de escritura, satisfacen una de tantas necesidades propias del escritor. Y es así, por el simple hecho de que cada escritor, en su propia individualidad, busca su propio estilo y reflexión. Además de que dichos talleres, por su propia naturaleza, tienden a centrarse en un recurso en específico. Dependerá de cada escritor y/o filósofo, satisfacer y evolucionar en su quehacer del uso de la palabra.

Si bien es cierto, que en lo que respecta al texto escrito, como lo señalamos en otro artículo, no es algo del cual nos resulte imprescindible en el quehacer filosófico, si debemos tenerla en cuenta como una herramienta que nos apoye en el propio acto de filosofar, al rescatar y plasmar ideas resultantes de nuestra reflexión. Al tener en cuenta esto, es que podremos acercarnos al acto de la escritura filosófica, o mejor dicho, a la filosofía escrita que podremos producir.

Para plantearnos la tarea de escribir, podemos proponer un acto que resulta ser el común denominador de los talleres de creación filosófica y literaria; y es precisamente el hecho de ejercitar la llamada escritura creativa. Ese es en esencia, el germen que da vida a las ideas que terminarán plasmadas en un texto escrito. Y para lograr ello, se plantea tomar parte de una actividad que aunque en apariencia resulta sencillo, es por su potencial poético, que al final, puede rebasarnos.







Dicho ejercicio consiste en enfrentarse al llamado síndrome de la hoja en blanco y escribir sin un objetivo aparente. En ello sólo se busca plasmar las ideas que rondan en nuestro pensamiento de manera automática e impulsiva. Es llevar a cabo aquello que los surrealistas y el psicoanálisis explotaron bajo sus propios preceptos teóricos. Nosotros, en nuestro afán discursivo desde la perspectiva filosófica o narrativa, sólo debemos concentrarnos en vigilar que nuestra pluma fuente o el teclado no se detengan.

Nuestro argumento teórico se basará en el mero acto de receptividad de nuestras ideas inertes sin preocuparnos por la belleza del lenguaje, justificación del tema en el discurso, o cualquier otro tipo de auditoría en la redacción. Las ideas sólo deben fluir. Se debe evitar a toda costa, emitir algún tipo de juicio a-priori, y se debe vaciar o aplicar la totalidad de la mente, no debe, en consecuencia, existir ningún tipo de distracción. Al final, cuando nos enfrentemos, en una primer y subsecuentes lecturas, nos daremos a la tarea de revisar la autenticidad de nuestras reflexiones con la impostura de otros pensamientos. Esa es la filosofía escrita

Los orígenes de la filosofía escrita y la noción de cultura libre.

Rescate de algunas lecturas de el Fedro de Platón.

Han surgido una cantidad exponencial de escritores y sin embargo, la curva en relación al número de lectores no parece tener algún rasgo de paralelismo. Y si tomamos la variable de la calidad de los libros, entramos en un dilema aún más complejo. 







Actualmente nos encontramos con una ambigua virtualización de los libros. La tecnología digital, ha instaurado nuevos canales de distribución de los libros. Y en cierto sentido, la cultura, en ese contexto, se ha virtualizado. Tenemos una apertura democrática en todo el proceso que conlleva la creación y distribución de propuestas académicas o literarias. Han surgido una cantidad exponencial de escritores y sin embargo, la curva en relación al número de lectores no parece tener algún rasgo de paralelismo. Y si tomamos la variable de la calidad de los libros, entramos en un dilema aún más complejo. Existen muchos libros y sin embargo, la sabiduría va perdiendo intensidad conceptual en ellos. Lo cual nos invita a cuestionarnos si la escritura de ciertos libros es conveniente. 

Es importante recordar que en la antigüedad, hablamos desde el pensamiento occidental, la escritura como tal y sus consecuencias, es decir, la lectura, no eran del todo una actividad filosófica y cultural del todo sustancial. Aun así, en el tema del propio quehacer filosófico y su devenir cultural, éste se desarrolló sin ningún contratiempo; valga de ejemplo el hecho enriquecedor de saber que Sócrates no escribió algún tipo de obra y sin embargo, es un pensador que en la actualidad es influyente; para él era más importante el acto reflexivo y consideraba a la escritura como una especie de prótesis del acto de pensar.





Se podrá o no estar de acuerdo en ello; en lo que si anticipo un mayor consenso es en el hecho de considerar que la palabra, en su contenido y forma, es un ente vital. Da vida al pensamiento y al propio ser en su colectividad. En principio, se comunica con otros cuando prescinde del habla. Se da la posibilidad u oportunidad de pertenecer a diversos tiempos y espacios a través de la memoria que permite la grafía de los pensamientos reflexivos y/o creativos. O satisface a determinado ser, respuestas que encontrará en la memoria. Se presenta el ser filosófico, literario e historicista.

Como podemos recordar, en el libro de Fedro, de Platón, en la parte final; se encuentra relatada la idea de cómo habría llegado la escritura a ellos (a nosotros, en consecuencia). Y aunque vemos en ello una intención política por parte de Platón, es en cierta forma válida. Planteaba en ello la posibilidad de justificar el ser político a través de la escritura. Quien tenía sus manos y asimilado en su pensamiento parte de la cultura escrita, tenía la posibilidad de gobernar.

Sin embargo, también es posible encontrar en el Fedro, una figura en el acto de escribir, es decir, la escritura misma. Se cuestiona, no ayudará al fortalecimiento de la memoria colectiva del saber, al contrario, se desarrollará una pseudosabiduría, en todo el sentido de la palabra. Con ello podemos comprender que finalmente la oralidad da como resultante el pensar con vitalidad. Con esto se entiende que debemos rescatar a la filosofía escrita en vez de pretender ser bestseller.