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La construcción escatológica de la vERDAD





Es mejor que mueran los inocentes a que escape el culpable…

Herodes

 

No hay nada sobrenatural que pueda ser concebido primero como un hecho divino, así como no hay nada natural que la ciencia no trate de explicar, ésta, no se preocupa de lo sobrenatural porque elementalmente es irreproducible. Lo verdadero según lo que entendemos es repetible, pero lo falso también se puede repetir. ¿Qué se puede decir de los hechos que solamente ocurren una vez? ¿Son falsos necesariamente? Esto quiere decir que nuestra noción de la realidad debe ser tomada como limitada de antemano bajo cualquier ley lógica de forma imperativa, aunque no desde ESA lógica imperativa, la que nos dejaron los imperios, sino como forma, como un rayo de lucidez que viene a enseñar qué tan alejados estamos de la Verdad y de estar conscientes de ello.

No es digno, ni intelectualmente ético entonces, asegurar que los milagros no existen, ni siquiera es científicamente correcto decirlo, entendiendo que la falsabilidad es un requisito científico para cualquier campo que se quiera investigar, pero que no puede ser aplicado a todo, y como hay un todo, y una cantidad mínima de investigaciones que se pueden hacer científicamente, la ciencia es enormemente limitada. Los analíticos dicen que no vale la pena escribir sobre lo que no se puede investigar ni demostrar, que hay que apegarse muy estrechamente a la lógica para poder hacer filosofía, pero hay una contradicción en este argumento, porque la lógica misma exime la existencia de la filosofía analítica como una vía relevante para encontrar la verdad. Otro tema es considerar las verdades que ponen en duda, lo cual es su especialidad, y la forma en que lo hace nace desde la perspectiva elitista de la que nació.

Ahora, que lo falso se pueda repetir no es un argumento en contra de los milagros, es el argumento que le proporciona razón de ser a la ciencia, porque es fácil decir que siempre han existido mentiras, por tanto, la filosofía analítica no es una filosofía, es una retórica, un sofismo. La filosofía debe dar esperanza, debe apuntar lo falso; pero no dar una esperanza basada en alimentar “falsos profetas”, ni encontrar lo falso con lógicas basadas en el parasitismo sobre los recursos naturales de los individuos. La filosofía es irracional en este sentido, es un salto hacia los confines de la imaginación y de la superstición con valor estoico, para encontrar en todo lo repetible, aquello que nunca más ocurrirá. El pensamiento histórico tiene que ver con esto, y muy claramente con lo que proponían Deleuze y Guattari en su propuesta filosófica. La filosofía decanta lo parasitario porque no necesita de un alimento externo para sobrevivir, su alimento cae del cielo y son los cielos sus límites, y éstos, no lo tienen.

En este sentido somos prisioneros de la naturaleza. Al crearse la mente y evolucionar, evolucionaron lentamente las formas de tecnologías. Que el humano haya podido domesticar las plantas representa una lucha simbólica entre el bien y el mal, todo ha sido predicho para simbolizar a través de los libros sagrados el advenimiento de dios, su segunda venida, un nuevo paraíso en el cual inventemos también a dios, le demos vida. En este sentido la tecnología, la familia, el estado, las empresas, la inteligencia, son herramientas de una creación teológica después de la cual no podremos escapar. Se estudia la repetición porque es la repetición la fuerza organizativa de dios, se estudia la diferencia para ver en qué este dios se equivoca.

Actualmente nos encontramos en la era de la posverdad, porque es más fácil decir que siempre han habido mentiras, luego, todo es mentira, y la verdad es la que personalmente yo manifiesto. He ahí el renacimiento de las tendencias proclives a crear la realidad, desencantadas del acto repetitivo científico, encuentran en esta visión espiritual una nueva esperanza, una nueva religión. Mas todas las religiones se unen en cierto aspecto, todas crearon algún tipo de herramienta dispuesta a mejorar la tecnología, la punta de lanza; la semilla es una forma tecnológica, y esto es mucho menos espeso de digerir conociendo los avances con respecto a la modificación del ADN en semillas hoy por hoy. Si consideramos, la semilla comenzó dependiendo de algunos hombres experimentados, para luego sostener pueblos, ciudades, imperios; pero en el presente, al igual que las riquezas, comienzan a concentrarse como forma de derecho, como forma de ejecución, en una menor cantidad de población, la más rica, y al igual que con los derechos, son cada vez menos las personas más ricas de este mundo, aunque cada vez más los que sostienen una riqueza parasitaria; así como la filosofía analítica que depende del estudio del lenguaje para desmentir y avanzar al alero de la ciencia. Los ricos parasitarios son personas con una gran opulencia, pero no tan dueños de nada, ni de las tecnologías que le brindan el sostenimiento de sus vidas, comprendiéndolas holísticamente con la naturaleza, ni del sostenimiento que nos ha brindado la agricultura desde hace miles de años.   

Pero la posverdad es un efecto social. Y así como la semilla que, como forma tecnológica, respondió a nuestras necesidades, así también la tecnología como algún tipo de dios que estamos inventando, responde a nuestras necesidades y deseos. Quién controla los medios digitales controla la verdad, la mínima verdad que se está creando, una verdad que busca exaltar deseos porque de éstos dependen las tecnologías, y nosotros de ellas. El populismo, la exaltación de la irracionalidad, es el resumen de lo que ya dijo Nietzsche: "No hay hechos, sólo interpretaciones". Todo marcha en este sentido, y parece hacerlo tan fuertemente que es bastante notorio el hecho que no muchos vean esta trampa, esta tendencia sine die de estar creando de forma literal a una deidad. La tecnología es esta deidad, ya se sostuvo de nuestras manos para comenzar a sostenerse a sí misma, primero la domesticamos a nuestro beneficio, pero no sabremos hasta qué medida lo artificial pueda tornar a salvaje nuevamente. Algunos arqueólogos sostienen que catástrofes así pudieron haber ocurrido, pero ignoro que sostengan que éste nuevo nacimiento de un dios sea la razón de desapariciones masivas de civilizaciones a lo largo de la historia y del mito. El Leviatán guarda estos dos aspectos: en la biblia es un monstruo mítico que representaba el alejamiento de Dios (seguir los deseos), mientras que en Hobbes representa al Estado y sus poderes siguiendo un principio primordial, como, por ejemplo, el de la escuadra y el compás. La adoración a la técnica. 

La potencia del móvil para difundir la propia opinión es importantísima si es lógicamente congruente con aquello que le abruma. Pero ya la tecnología lo adquiere todo, prácticamente no hay nada que se le escape. Estamos aun en una época feudal, con vasallos, reyes, territorios en disputa, y un hambre brutal de lo tecnológico por crecer, lo está consiguiendo, y aparentemente, no hay nada que pueda evitarlo. La aniquilación total podría ser el secreto que nos dejaron los antiguos para matar a este Leviatán, pero obviamente es una solución poco plausible. Sería interesante imaginar qué hizo la tecnología en la antigüedad para que la aniquilación haya sido la solución, dejemos este trabajo a los novelistas y concentrémonos en los hechos.  

Para la posmodernidad la verdad no existe, solo existe el lenguaje con el cual la describimos. "La demasía en palabras mata, pero el espíritu da vida" (Corintios). En términos extremos es el lenguaje el que hoy le da vida a lo que está creciendo y muerte a lo que decrece: nosotros, crea nuevos deseos y es la herramienta para la manifestación de todas las cosas que las masas quieren que se cumplan, pues no hay otra vía hacia el sufrimiento que el lenguaje, y la creencia que podemos manifestar la realidad, lo cual es desear. Lo creímos del budismo, lo creímos en Schopenhauer, hay evidencia suficiente para decir que el transhumanismo es un medio para un traspaso de poder mucho más grande. Actualmente nos podemos sentir lo competentemente ignorantes con respecto al enunciado: Somos la naturaleza mejorándose a sí misma.

Es irónico, lo único que es mas grande que las riquezas, las ciencias y las tecnologías, es el Deseo, y la mayor bajeza. La potencia de lo falso radica en la medida en que la Verdad se oponga a los deseos humanos; el deseo influye, junto al algoritmo lógico de las maquinas, a la ilusión de tener siempre la razón, lo que expande la posverdad a demasiados territorios. Así la vERDAD se impone como forma de dominación y como institución política. Se propone un No al dogmatismo de la verdad, porque la verdad en política ha dejado demasiados estragos, es conveniente la frugalidad de lo falso, o lo que es lo mismo la fugacidad del deseo. Si no hay verdad la tolerancia debe maximizarse, pero lejos de maximizarse una tolerancia positiva, se obtiene una tolerancia negativa, que rechaza la lucha en contra del mal y exalta una aceptación de la conveniencia. El deseo se transforma en una manera de liberarse, porque la razón en política es una forma de dominación, mientras se exalta una verdad única en disciplinas que llevan a la tecnología a niveles cada vez más elevados, pero con otros fines, en los que no está incluida la salvación de ningún pueblo. La verdad es para la tecnología, la vERDAD para nuestros pueblos. En política la verdad se vuelve superstición, y se acusa a los que la practican a niveles inquisidores, tal y como se acusó a los templarios en algún momento, de servir a Baphomet, ese símbolo de carnero dual que representa cierta unión de los contrarios, sarracenos, ocultistas, gnósticos; ya es otro campo de la historia. La democracia se separa de la verdad y se une a la vERDAD.

Las ciencias y las políticas recaen en el pecado de la redundancia, la política lo hace ontológicamente, esto es, es su razón de ser, mientras la ciencia lo hace escolásticamente, como una forma investigativa para aumentar un conocimiento eterno a través de las mismas vías. Como las nuevas tecnologías facilitan lo falso, se llega a intuir inconscientemente que la posverdad (que no exista una verdad definida), puede llegar a liberar a la humanidad. Entonces la verdad depende de las proposiciones de lo que percibimos, lo que es una postura de los analíticos, mientras que la tecnología se vuelve la única forma capaz de fabricar la Verdad.

Muchos dirán a la vieja usanza de que si eres comunista no puedes portar un iPhone, que todo esto lo escribo a través de medios digitales, pero esto no es más que otra forma de hacer ver lo poderosa que se ha vuelto nuestra incapacidad de ejercer otros medios. Al fin de cuentas San Agustín ya nos defendió: Si la verdad no fuera transmitida, enunciada, ni usada, no habría Verdad.

De lo vertical a lo horizontal

 


La verdad es un proceso desarrollándose día a día, una forma de imaginarlo sería, según Heráclito, como el cauce de un rio, al parecer siempre es la misma agua, siempre es el mismo curso, existen muchos factores que parecieran permanecer constantes, pero en realidad es un continuo cambio de innumerables variables. Las verdades que no cambian en un plazo de tiempo relativamente decente, que pueden ser capturadas, estructuradas, se les llaman ciencias, las que se establecen en lo continuo, como modelos de realidad sujetas a debate y verificación constante al asumirse de antemano la hiperrealidad de las cosas.

Estos establecimientos de verdad pueden simbolizarse de muchas formas en sentidos de creencias que ayuden a cada individuo a involucrarse en algún aspecto con la lógica que puede alcanzar su posicionamiento, desde estándares bastante altos en diversas ramas como la misma ciencia que, sin estas miradas no tendría el rigor que tiene, entendiendo quien la seduce partir desde donde es fácil despegar a un infinito posiblemente inventado. La verdad es por tanto inalcanzable, es entonces como diría Schopenhauer sacándolo de Kant, que ya no se debe mirar hacia el exterior, sino mas bien al interior, pero, y siendo completamente implacables, todo lo que observamos es el interior manifestándose. Cada propuesta descansa en un punto de apoyo que evita muchas cosas, no sabemos qué evita, no podemos llegar a eso. Por tanto, se debería poner los ojos en lo estrictamente falso, tratando de amenazar con míseros rasguños el mito, las fantasías, el inconsciente, la ética, etc. Pero aún podemos amenazar nuestros sentimientos, dado que vienen desde una realidad desconocida y a través de ellos interpretar una isla de proposiciones que pueden llevarnos a destinos absolutamente inerrables. Como no hay una verdad estricta, no hay una falsedad estricta, mas, existen condiciones que permanecen fijas como puntos de apoyo para descartar el camino de la verdad. Para muchos, el camino de la verdad se ha transformado en el camino de la satisfacción, otros, han tenido el coraje de encontrar en la insatisfacción la satisfacción de la verdad. Pero dados todos estos aspectos que se han propuesto, es plausible cambiar el concepto de verdad por el de conocimiento. Lo que le sirvió al hombre hace mil años puede que no le sirva hoy, hay cosas que aún le sirven, si se han logrado transmitir a través de los años este conocimiento presenta aspectos relevantes de estudio en el tiempo, y quizás, por tanto, en la vida de los individuos. Puedo descartar el mito. ¿Qué es lo bueno que puedo sacar de él? ¿Qué razones me hacen descartar el mito? Puede que la única razón es creer tener un mito mucho mejor o un mito acorde a mi tiempo, a mi comunidad, a mis instrumentos. ¿Qué hay de los sentimientos? Las doctrinas han preñado al hombre de mentiras. Tenemos el don de utilizar todos los recursos de los que disponemos para crear y establecer nuevos puntos de vista, esto, puede ser visto como una forma matriarcal de crear las cosas. Matriarcal o patriarcal, ¿se puede ser viril? ¿es la virilidad una condición netamente masculina? Si pretendemos lo contrario, podríamos abrir un camino en lugar de cerrarlo, crearíamos cierta contradicción. Es menester, entonces, no encontrar la verdad, sino el conocimiento que nos permita vivir en nuestro tiempo, omitiendo la bola de nieve en la que estamos insertos de condiciones que van en contra de este conocimiento. Así nace el campo de batalla.

Esta tierra de nadie, es el lugar donde podemos encontrar una forma de energía. Las energías para que el ser humano se auto supere se encuentran en crisis, en tanto se mueven en una inmensidad de verdades y conocimientos que podrían tentarle a escapar de la prisión de su yo. Platón habló de escapar de la caverna como una forma de ascender hacia el conocimiento de las Ideas, pero no creo que se refiriera a una despersonificación de la estructura yoica; aunque esto no esté del todo claro. La desestructuración del yo es un inmenso campo de guerra que trata de ser dominado desde muchos francos, uno de ellos es el del mundo inmenso de verdades que disparan a cada espacio yelmo. El punto es que el sujeto debe volver a la caverna a salvar a los otros, una vez las ideas hayan hecho lo concreto en su vida como para mostrar y mostrarse el camino de salida y de llegada. ¿un ascenso y un descenso a los abismos? Supongo que pocos pueden comprender este camino entendiendo que está aquí, ahora, en cada carácter, sobre cada silencio, en toda contingencia que se presente en las innumerables posibilidades de la historia humana. Este abismo, el conocimiento, se presenta en el ahora, fuera del tiempo, y por lo tanto, en él, porque le trasciende, ignoramos hasta cuándo o dónde.

La posmodernidad nos plantea un espacio horizontal, una zona de batalla, la modernidad nos presentó el espacio vertical, ascender o descender hacia una meta por una razón. Los desiertos, las tierras de nadie, no tienen razones. Como en un campo de batalla, el deseo sustituye a la razón, se vuelve lo único relevante, desaparece el otro y solo tiene sentido lo que pasa ahora. Vivimos como patinando sobre un lago helado, vivimos, sin pausa (Zigmunt Bauman). La idea de trasparencia es lo que se ve, es lo que es, en la posmodernidad. ¿Qué es lo que se ve? Olvidamos el alcance de nuestros lentes porque ahora solamente utilizamos pantallas. En tanto la verdad, el conocimiento, se siguen escabullendo de nuestro parecer para ser sustituidos por formas predispuestas de nuestro yo; obligadamente, debemos adaptarnos a estas formas, asumiendo la libertad que estas formas tienen, razonando según sus formas, alocarnos según sus formas, conducirnos según sus formas. En este lugar desértico ya no hay espacios para escalar, no se puede volver, todo es igual. No hay un mundo de las ideas ni una caverna. Perdimos el horizonte porque, precisamente, está en todos lados.   

¿Es justo lo que pasa?

 



La única ley que se cumple, es la que no se escribe...


La tortura ha sido un medio para escarmentar a las masas desde hace milenios, se tiene conocimiento que en Irán ya se usaba la crucifixión como castigo, pasando por los babilonios, asirios, persas, romanos, etc. Toda forma de tortura que sirviera como forma de terror y escarmiento ante un hecho peligroso para el imperio, que generara opinión pública en contra de la rebeldía, y una visión apocalíptica sobre el fin del ser humano como sujeto libre pensante en cualquier ámbito que amenazara al estadio de las cosas, servía como instrumento válido para ser usado. Si se considera el pulso de muerte, en conjunto con el pulso de vida, podemos llegar a estimar que en este terror que se ha impuesto desde antiguo nace también una resistencia al terror; es esta resistencia la que arguye, aunque sea inconcientemente, los propósitos que van en contra del imperio, los gérmenes que pueden hacer caer los grandes poderes del pasado (sí, en presente); por el mal manejo o desde la completa ignorancia de esta resistencia, ha surgido la negación de la negación en los rincones de la tierra en los que se sigue formando una especie de corriente autónoma, tendiente a la libertad. El proceso de nuestra historia ha sido consecuencia de resistir, una consecuencia de la mente consciente e inconsciente, la manera en que el ser humano, desde el terror absoluto impuesto por el control, llegara y seguirá llegando a un deseo de libertad irrefrenable.

Esta tradición, actualmente se ha transformado en un proceso casi oculto, empero, aún así existe una especie de romanticismo elocuente, popular, folclórico, con respecto al delincuente, que es digno de analizar. 

La búsqueda de la maquinaria ejecutora es amenazar desde la bondad, esto es, se amenaza al “buen ciudadano” con un miedo continuo a los hechos delictivos que ocurren de facto, pero que se hacen columna vital en la prioridad de información que se debe tener, como espectáculo, de miles de medios de información, dado que es el espectáculo, el término integral que ha cruzado por siglos, los conceptos dominantes desde una barbarie imperial y/o primitiva, hasta esta nueva barbarie civilizada, que llega a través de cientos de vehículos de información mucho más efectivos que el boca a boca de la edad media, aunque la edad media tenga otras intrigantes tan misteriosas como apasionantes. El espectador sigue participando con el morbo de la observación, con en el terror que esta cercanía le produce desde un ángulo completamente consumible, digestivo; por tanto, el terror en lugar de disminuir, se aísla, se vuelve manejable, maleable, hasta acercarse a lo placentero, pero el fin apocalíptico permanece amenazante. El ciudadano ya sabe lo que lo mete en problemas, ya sabe las causas; debe conocerlas, en último término, intuirlas, al fin y al cabo, ese es el objetivo. 

Como el mercado es abstraído, también es abstraído el sistema judicial penal, ambos pertenecen al poder del espectáculo desde tiempos inmemoriales, han sabido mezclarse para perpetuar los finos mecanismos que, de historia en historia, de hegemonía en hegemonía, sobrevivieron hasta nuestros días, mutando, indefinibles. Como la subcultura de antaño, la cultura de hoy y la subcultura de hoy, se mantienen tan multifacéticas que es prácticamente imposible identificar cómo se vinculan las verdades manifiestas de la justicia (debería haberlas), con los hechos evidentes de la tortura penal de mercado. No sabemos en qué posición está el ajusticiado por las leyes ordinarias en sentido epistemológico, por lo tanto, no sabemos en qué posición se encuentra su rebeldía, ni aquel rebelde utópico, tan parecido al necesario superyó en la sociedad. Cuando se imponen las reglas, de tal manera que no exista un automatismo voluntario en el individuo, terminará por confundir su yo con todo lo que se le imponga. Si no conocemos al rebelde, si se nos vende la idea de rebeldía, la verdad misma está en jaque, y con ello la justicia. Quién ejecuta la justicia no puede renunciar a su responsabilidad. 

La delincuencia como letra musical es un negocio, Reggaeton, Hip Hop, Salsa, se han utilizado para vender esa idea, claramente, puede vender otras. Así como es un negocio la constante amenaza de inseguridad a través de los medios oficiales. La población se encuentra en algún punto en el medio de estos dos extremos.  

Se asume en pleno siglo XXI que existe la fatalidad ante la violación de las leyes, en lugar de mostrar, a través de ellas, en qué momento se comete justicia, en qué momento se comete injusticia; educar verdaderamente; pero esto no importa, porque nunca ha sido el espíritu de la ley; pensar otra cosa es un acto inocente. Lo que se busca es, más bien, crear un relato que testifique la mayor cantidad de escenarios sobre los cuales nos presentamos y se presentan, ellos, los fatales, en alguna otra dimensión, sufriendo una justicia, la que sea. No se trata que no existan individuos que crean, con buenos fundamentos, que la vida es injusta, es más, que no exista la justicia real; se trata que el sistema que nos rige es problemático porque nos impone una justicia chamánica, arcaica, con intocables, con comunidad Dalit; que viven con la amenaza permanente de la violencia en sus vidas, tanto criminal como judicial; con la carga de no ser educados, tanto por el mundo criminal como por el mundo judicial; con condiciones de vida parecidas al esclavismo, impuestas desde su gobierno como desde las mafias. Usé a los Dalit de ejemplo, porque su posición en este tablero es universal desde los extremadamente terribles hechos que tienen que vivir. Son minoría, no tienen voz, son desplazados, son débiles, no pueden ejercer la política y, ni siquiera, elegir no ser usados por ella.

En el 2022, un joven Dalit en Rajasthan fue golpeado hasta la muerte por beber agua de un recipiente destinado a castas superiores. En 2016, cuatro hombres Dalits en Gujarat fueron azotados públicamente por “matar” una vaca. En 2021, una niña de 9 años fue violada y asesinada, generando protestas nacionales. El 2020, una joven fue violada, torturada y asesinada por hombres de castas superiores; su cuerpo fue incinerado por la policía sin un consentimiento familiar.

Segregación de espacios públicos, humillaciones rituales, boicot económico, negligencia policial, manipulación de leyes, intimidación judicial, acceso limitado a la educación y al empleo, despojo de tierras, crímenes de odio, trabajos forzados, esclavitud; los lugares donde viven son llenados de basura por sus propios vecinos. Son sistemas de acoso que no viven solamente los Dalits, que pueden extrapolarse a cientos de miles de casos en países en vías de desarrollo con millones de familias que viven en la desdicha. Paises en donde la muerte penal a comenzado a ser prohibida para demostrar, simbólicamente, que no se puede escapar de la justicia de ninguna forma; una obligación penal es una deuda, se rige como cualquier ley del mercado. Evidentemente muchos considerarán que el derecho a la vida (y a la muerte), es uno de los derechos más fundamentales de los seres humanos, no discrepo con ello; empero, hubiese esperado que la abolición de la pena de muerte tuviera éstas razones, sin camuflajes, humanamente. 

Es el alma la que se juzga, de ella nace lo réprobo y lo útil, la rebelión y la locura, el control y las palabras. Qué nazca la palabra. Cuando es el alma la culpable, no hay otros culpables, mientras la justicia se pierde en el enmarañado inimaginable de la sociedad, la ley puede hablar en ausencia del acusado, inteligentemente, dado que la ausencia según Hegel, torna a algo, la ausencia nunca es nada, siempre es ausencia de algo, quién sabrá dado que es la ley la que habla, quién habla. No alcanza, según la lógica utilitaria, con que los malos sean castigados justamente, de ser posible, que se juzguen y se condenen ellos mismos, por ello es conveniente la segregación; el impedimento y la imposición, no es otra cosa que culpar a todos sin lugar para romanticismos. Una obra de teatro en el que el personaje principal es el pueblo, cuya presencia real e inmediata es un requisito para su realización.

Jesús dijo una verdad al sufrir la tortura de la cruz en su momento aterrador, con el tiempo esta verdad mutó. Es necesario entonces para el poder, que se olviden las verdades de los procesos punitivos, que se interponga injusticia tras injusticia, para que ninguna verdad aterradora mute a otra rebelde; pero, si cambia, ¡que sea aterradora! 

Entendemos por punitivo al aparato legal e ilegal que interactúa precíprocamente para acosar a la ciudadanía. La labor de la filosofía es mutar las verdades, revelarse estéticamente. Deconstruir. Diría Jacques Derrida muy acertadamente, que no se debe destruir por destruir, más bien investigar cómo los procesos y las palabras fueron construidas. El término deconstrucción no viene de Derrida únicamente, nace de pensadores como Jean-Luc Nancy, Paul de Man, Hélène Cixous, Gayatri Spivak y Judith Butler; el cual busca la desestabilización de nuestras categorías. Pero, ¿No es el mismo abismo de deconstruir una acusación manifiesta a las leyes de nuestro tiempo? La critica a la metafísica de la presencia, debería tornarse e invertirse pulsativamente a la crítica de la metafísica de la ausencia, porque es así como se maneja el poder de las armas. Esta visión aparentemente equitativa y acertada, no puede coincidir con la forma en que se estructura el aparato legal, entendiéndolo mínimamente, como un lujo que no estamos dispuestos a asumir, y menos quienes nos gobiernan. Lo dijeron los estoicos, ser como promontorio contra el que sin cesar se estrellan las olas, las olas continúan, este mar inunda nuestra tierra.

Deshacer, descomponer, desedimentar estructuras […] no consistía en una operación negativa. Más que destruir era preciso asimismo comprender cómo se había construido un “conjunto” y, para ello, era preciso reconstruirlo” Jacques Derrida

Como dijo Michael Foucault: "El hecho de que la falta y el castigo se comuniquen entre sí y se unan en la forma de la atrocidad no era la consecuencia de una ley del talión oscuramente admitida. Era el efecto, en los ritos punitivos, de determinada mecánica del poder: de un poder que no sólo no disimula que se ejerce directamente sobre los cuerpos, sino que se exalta y se refuerza con sus manifestaciones físicas; de un poder que se afirma como poder armado, y cuyas funciones de orden, en todo caso, no están enteramente separadas de las funciones de guerra; de un poder que se vale de las reglas y las obligaciones como de vínculos personales cuya ruptura constituye una ofensa y pide una venganza; de un poder para el cual la desobediencia es un acto de hostilidad, un comienzo de sublevación que no se funda en un principio muy diferente al de la guerra civil; de un poder que no tiene que demostrar por qué aplica sus leyes, sino quiénes son sus enemigos y qué desencadenamiento de fuerza los amenaza; de un poder que, a falta de una vigilancia ininterrumpida, busca la renovación de su efecto en la resonancia de sus manifestaciones singulares; de un poder que cobra nuevo vigor al hacer que se manifieste ritualmente su realidad de sobre poder".



La propuesta del infierno

 




…Por tanto, la voluntad humana es, por decirlo así, una bestia entre dos amos. Si Dios está por encima de ella, quiere y va donde Dios manda, como dice el salmo: “Ante ti yo era una bestia y, sin embargo, estoy continuamente contigo”. Si es el diablo quien está por encima de la voluntad, ésta quiere y va por donde Satán quiere. Ni está en poder de su propia voluntad el elegir para qué jinete correrá ni a quién buscará, sino los jinetes mismos disputan quién a de obtenerlo y retenerlo.

Erasmo de Rotterdam   

 

 

El individuo debe encontrar en aquello que le abruma el bálsamo de su salvación. La psicología del verdugo y de la victima se encuentran enlazadas entre sí. El abismo en el que se encuentra la humanidad representa, en última instancia, la vía para su salvación; puede que estemos fabricando dentro de muchos infiernos, el camino hacia el paraíso, el único camino posible, el único camino que la historia ha presentado como forma de renacimiento: la aniquilación total de una idea, el extermino total de una tecnología, el afrontamiento pleno con todos los monstruos naturales que tenga este planeta y la realidad misma, razonando que estás dos cosas no son lo mismo. El inconsciente es parte de esta realidad, que puede demonizar o endulzar todos los sabores, todas las visiones, si dentro de algún marco puede hacerse, si es posible, se adjetiva, si es posible se significa. El paraíso nunca fue perfecto, no todos estaban bien con la existencia de un paraíso, Dios por ejemplo, seguía tan incólume como siempre, mientras el hombre ni siquiera sabía si estaba bien o estaba mal, como si de algún tipo de niñez se tratase. Es menester preocuparse también por quienes van a sufrir por estos paraísos artificiales, e incluso, por estos paraísos naturales, no sabemos cuáles se manifestarán, pero lo harán. No sobremos decir, a ciencia cierta, si las individualidades crearan "qué sucesos", o las colectividades "cuáles otros". El camino de la humanidad a su tan anhelada felicidad se aproxima, es tan claro como aterrador.  

Nos encontramos frente a un discurso dual de las masas. Jamás dijimos que nos importara menos lo que el otro diga, haga y ejerza sobre su vida, pero jamás nos importó tanto como ahora. Este fenómeno se plantea en la propuesta antepasada de que el individuo debía ser libre para ejercer el comercio, por lo tanto, tener toda la responsabilidad sobre su persona y sobre la forma de conducir su vida. El hombre está condenado a ser libre (Sartre), pero, aunque esta condena sea efectiva, no existe una responsabilidad condenativa sobre el poder que el individuo pueda llegar a tener; pero, tampoco, extrañamente, sobre lo mucho que pueda llegar a caer. Todas estas variables importan en el desarrollo inconsciente de esta propuesta, el desarrollo lateral para que esta propuesta sea narrable ontológicamente, lo relevante no se reconoce, no hay hechos, sólo efectos reservados para las voces acalladas que puedan notarlo. 

No es necesario tener poder y tener fama en la arqueología astral del poder, de hecho, la fama va en contra del poder por antonomasia. Aunque se crea lo contrario popularmente, cualquier tipo de fama, es una forma de debilidad, reconociendo efectivamente que también hay debilidades que nos hacen más fuertes, como lo propone, extrapolando, la misma teoría de la evolución de las especies de Charles Darwin al insinuar que se puede sobrevivir desde la debilidad, pero no estar en la cima de la "pirámide alimenticia" por el mero hecho de sobrevivir. El punto de inflexión para el débil se crea en el momento en el que se prioriza el poder ante la libertad, lo cual es una evidencia de falta de poder, valga la redundancia, dado que el poder, como la libertad, se ejercen; mientras que la fama se padece, para bien o para mal. Quién tiene poder puede ser libre, y esta es la razón por la cuál se brinda tanta atención a las redes de poder sin afirmar ningún interés. Tampoco se reconoce poner atención a los que caen, sin embargo, son usados de ejemplo para vergüenza, humillación para ellos mismos y para la sociedad que eventualmente siga sus pasos. No sólo esto, se dice, que las grandes fortunas se amasaron con la mano de obra de millones y millones de trabajadores que vendieron su fuerza de trabajo para que otros se enriquezcan. Pero también hay imperios que se han formado gracias a los que caen... es evidente, por esto, que se les ponga una cámara encima sin decir tener ningún interés.

Son estas las formas en que las dudas irracionales surgen, a través de lo continuamente planificado. La filosofía de hoy sigue rompiendo con esta irracionalidad, pero no se deben olvidar los abismos de la razón. Para darnos mayores libertades positivas se deben alcanzar todas las visiones, la mayor visión es la que va en contra de la luz misma; dejamos demasiadas cosas atrás como para ser olvidadas o dadas por sentado. La irracionalidad representa nuestra libertad negativa de una manera mucho más evidente de como lo harían cualquiera de las muchas filosofías que puedan alejarse de la historia y de los hechos. Mientras que no hay voluntad si hablamos de desarrollo humano, de humanidad, de curso, de futuro de nuestra especie. Existe un devenir tan inocente como malévolo en sus formas más básicas, dado que alcanzamos niveles altos de desarrollo en contraposición al poder que tenemos sobre ellos. Puestos estos eventos, los que Soren Kierkegaard no erraría en proponer como irracionales, admitiendo a la vez que la irracionalidad podría ser la mayor de las disciplinas, porque es el estudio de la fe; lo único que desde el principio de los tiempos nos ha brindado un alivio, una elocuencia, un punto de apoyo, un corpus, una disciplina, una humanidad, desde donde partir, desde donde pensar; comenzamos a ver lo que dejamos atrás. Supongo que es un camino de valientes, la fe no siempre se tiene, de hecho solamente se debe tener en aquellos puntos en que, de tanto y tanto pensar, nuestras piernas tiemblen para otorgarle otra visión a la humanidad. Quizás, y en ultimo termino, mi propuesta de infierno no sea otra cosa que algún tipo de paraíso para alguien y/o para nosotros. 

 

¿Por qué no pertenecer a los partidos?


 

Estamos a punto de cumplir un siglo en el que, como civilización occidental, le tememos a la libertad, al contrario de nuestros padres que dieron su vida por ella, hoy, estamos ansiosos por venderla. No hay un solo comprador, existe una oferta de compradores, cosa curiosa: son ahora los compradores los que se ofrecen… y precisamente, por esto, es valiosa la venta de nuestra libertad llegado el momento en que nos involucramos en la oferta de compradores de otras libertades, en reglada sincronía de clase. Lamentablemente para algunos, siempre existirán personas que no podrán vender su libertad por imposibilidad, otros, por el contrario, resistirán al correcto, mediado, pausado, fino hecho de no vender su libertad individual. Los compradores son fascistas, pero también antifascistas, desde aquí, el derecho a estudiar las posibilidades es inmensa, tendiente al infinito.

Para Freud las personas son esencialmente seres antisociales, es la sociedad la que debe domesticarlos, es la sociedad la que debe acusarlos después, de ser peores que los animales. El hecho es que mucha de nuestra cultura se está aboliendo, la cultura que servía para sublimar los instintos biológicos de los seres humanos y civilizarlos, se aleja de la enseñanza de los infantes, lo que provoca serios problemas de adaptación al cambio y de tolerancia a los procesos educativos que buscan que los individuos lleguen, como meta máxima, a competir en sus trabajos. Es por tanto imperativo captar que las inclinaciones humanas a lo bello, así como también a lo feo, no forman parte de la biología humana, sino que son el resultado del proceso social que crea a los sujetos. Esto causa un efecto en cadena y un proceso dialectico de afirmación, negación y de negación de la negación; la historia crea a los individuos, pero es que también el individuo crea la historia. El gran problema de esta propuesta es la pluralidad en la primera fase y la singularidad en la segunda fase, lo que termina por provocar un acomodamiento de una cantidad indeterminada de individuos a una muy poca capacidad para gestionarla. Lo milagroso es admitir que esta forma esclavizante de procesamiento social, termina creando cultura, sea a quien sea que moleste. Mientras que lo aterrador es que pareciera percibirse que los mecanismos de poder intentan descubrir cuáles son los límites de esta adaptación.

Quién desee ser libre estará profundamente solo. La religión, la política, los nacionalismos, no son otra cosa que forma de evitar que los sujetos se sometan al peor de sus temores: el aislamiento. El ciudadano apolitico no es que no tenga opinión, sentido de los justo, o puntos de vista bien definidos y fundamentados de los hechos, es que los partidos que conoce le desconocen, traicionando su visión ciudadana se enfocan en su visión política, y se acartonan; el sujeto apolitico evita este acartonamiento, se une con su ciudad, así como lo hicieron los partisanos en Italia, o los rusos en Stalingrado, representando el peor de los infiernos para sus enemigos, porque se transformaron en las cosas mismas, dejaron de ser personas-ciudadanos-políticos, y se transformaron en calles, edificios y alcantarillas. El individuo apolitico es el enemigo de la máquina, imposible de identificar detrás de cualquier estampa.

La reforma fue uno de los procesos de individuación más importantes que hayan existido en nuestra historia, como forma social de proponer un nuevo punto de vista religioso, social y político en el mundo entero. La sensación de soledad e impotencia llevó luego al nacimiento del calvinismo, el cuál propugnaba en pocas palabras, que todo estaba dicho, sublimando así, en dios, el profundo sentimiento de aislamiento que la reforma trajo consigo. Mas jamás en la historia de las sociedades ha bastado la fe. El calvinismo y el protestantismo fueron entonces los responsables del ascenso del Capitalismo, cuando el creyente necesitó demostrar en sociedad de una u otra forma, que llevaba una vida virtuosa, acumulativa de bienes categóricos, llenos de idealismo; para que sus hijos al tener su destino heredado, se limpiaran de responsabilidades, destruyendo lo que no veían, colonizando a los, desde ya, condenados al purgatorio. La libertad instantánea necesitó de la dominación del destino divino inmediatamente. “La libertad para”, se volvió un concepto aterrador, naciendo así el concepto burgués de la “libertad de”. Nuestra forma segura de mantener el destino de ser los únicos animales que trascienden sus limites, es mantenernos en venta, el mercado era trascendencia y teníamos a dios, mientras que hoy es inmanencia por ateísmo.

Cuando perdemos el paraíso es imposible volver a él, aunque todo camino de vuelta comience en el infierno; el infierno de la libertad puede traer este paraíso perdido, puede que quizás, encuentre otros; la historia a demostrado que no es posible. Primero fue Adán quien fue expulsado del paraíso terrenal, luego fue Caín quien fue expulsado del paraíso de su familia, los judíos fueron expulsados del paraíso de su esclavitud en Egipto. Cualquier forma de dominación puede que tenga que enfrentarse con una cualidad extraña, profundamente humana, de encontrar la liberación cualesquiera sean las circunstancias, con la muerte como último camino. Es por ello, que dijo Camus, que es el suicidio la afirmación de la vida misma.

Es interesante notar que Lutero escribió en contra de la usura y los monopolios de su tiempo, siendo que fue él mismo el que sugirió un mayor individualismo, pero es aún más polémico enfatizar que la Iglesia Católica también era un monopolio y un estado al mismo tiempo, ejercía el control desde todas las aristas humanas materiales e inmateriales, privilegiando a su “Politburó” desde el poder que por sí misma mantenía. A veces es bueno separar un poco las aguas para luego volverlas a mezclar. Por esto el Concilio de Trento fue una parte importantísima para muchos desposeídos que vieron en el protestantismo un abismo irreconciliable para sus vidas condenadas desde el nacimiento a la miseria. La sublimación de los individuos se refugio entonces en el arte, y propuestas tan importantísimas como el barroco nacieron para proponer una forma de conciliar el salvajismo humano con el énfasis civilizatorio. Aunque fue en la educación en donde la contrarreforma encontró su caballo de batalla en contra de este nuevo liberalismo que amenazaba la unidad de la iglesia (Partido).

Los judíos siempre fueron perseguidos en Europa, pero recibieron con cierta simpatía las ideas de la reforma protestante, aunque luego Martin Lutero tomara posturas antisemitas. Es el hecho que el individualismo no admite una competencia igualitaria la negación de la negación a la propuesta de Lutero, pero dentro de su mente, con mucha posibilidad, se manifestaban preponderancias tendientes a la religión, por ello fue relevante desde el hecho de no admitir al mesías hasta las diferencias irreconciliables que existían en el proceso de conversión. Esto no significa que los judíos no supieran aprovechar las instancias de estas movilidades históricas y edificar alternativas económicas plausibles con estas nuevas creencias. La mano invisible de dios comenzó a funcionar, el aparato de la fe se bancalizó desde un extremo movible, fe por todos lados, hacia todos los rincones. 


Comala por dónde sea


 



Para poder ser pleno como ciudadano apolítico, primero se debe asumir que no es posible ignorar una posición desde donde se pueda ser absolutamente neutral, entendiendo que primero se está inmerso en una sociedad catalogante desde prismas que se han vuelto infinitos. Eres hombre, eres mujer, latino, trabajadora, madre, padre; pertenecemos a la política, con ciertas libertades si somos valientes, pero pertenecemos a nuestro catálogo. Eres mal padre, trabajas mediocremente, no terminaste tus estudios, eres el mejor en tu empresa, no importan las causas, solamente nos enfocaremos, como sociedad, en los efectos. Esto termina por mover ciertos escenarios que los tableros de las eventualidades sociales manejan por inercia, dado que el bien se ha transformado en una inercia, mientras que el mal en potencia que ramifica sus raíces en la completa destrucción de lo que toca por su extremadamente abundante fertilidad.

La eventualidad social es el movimiento que se descubre en el tablero de los hechos de acuerdo a estas características: el mal encuentra su camino por la mínima acción, mientras que el bien identificado es copiado industrialmente para que pierda su artesanado, la producción del bien torna en alienación y nunca se sabe en qué momento se está ejerciendo. Si eres abogado es muy probable que se busque con más ahínco a quién te asesina. Si eres una jovencita puede que tengas mas oportunidades laborales para cargos mejor pagados, con cierto acoso locuaz, ligero, sobre todo en sociedades modernas, que se escabullen por el buen gusto y los momentos del tiempo. Si no tienes estudios es mas probable que convivas con la violencia, con la amenaza, y con sustancias que estén diseñadas para hacer ricos a otros; que se usufructúe de tus imposibilidades. La eventualidad social se aprovecha de cada uno de los errores individuales, para ofrecer soluciones generales, politizadas, vinculadas con el ejercicio del mal, e integrar movimientos complejos y subconscientes de la ciudad, del estado, de las instituciones. Es una concepción paranoide de la realidad, claro está, en el sentido en el que se piensa que las cosas y los hechos se ordenan en el exterior para influir en nuestras vidas. Entendiendo que, las enfermedades mentales, son también, enfoques ricos en reproducciones de la realidad. La locura es política y debe ser usada en consecuencia.

El hombre de nuestro tiempo debe ser fuerte, la mujer de nuestro tiempo debe ser fuerte, todo dependiendo de su posición social. Y es así como también debe ser débil. Éstas no son formas optativas, son condiciones para vivir en un recuadro especifico de esta sociedad, condiciones para vivir en su oscuridad, en las penumbras, que va renovando continuamente como producciones cinematográficas, artísticamente, alternando sus manipulaciones en el recuadro 25. Ergo, ¿Cuál es el grito de libertad de nuestro tiempo? Deberíamos atender la dialéctica de la libertad absoluta y del terror absoluto de Hegel para considerar esta pregunta, deberíamos dejar de preocuparnos tanto por nosotros mismos, y vivir la vida rebeldemente, es decir, revolucionariamente, es decir, violentamente. Agresivamente en contra del mal que debería tener alguna llave de identificación. Es asombroso cómo la violencia a asumido nuevas definiciones para nuevas debilidades, para nuevas oportunidades mercantiles. O, deberíamos vivir, como dice Maquiavelo, tratando de manipular cuando se pueda lo manipulable, todo para nuestro propio beneficio y olvidarnos del posible desplazamiento de nuestro ser en la rueda de la fortuna. Quizás, deberíamos ser historiadores comprometidos socialmente, que estudian una minoría asumiendo y divulgando los riesgos y las injusticias que sufren por ética profesional. Puede que esto no sea una forma realmente científica de ver la historia, pero quién querría ciencia ante el sufrimiento, quién quiere ratas frente a lo que está claro que no queremos que ocurra.

Todo esto es de perogrullo dada la saturación en la que estamos inmersos. Hay un quiste, un pus, por exceso, que intenta sanarse en un sistema que se adapta a lo que creemos un cuerpo, pero no llega, dado que no sigue las leyes genéticas que cuidan el cuerpo. Puede que la salud sea un concepto meramente biológico que demuestre lo infinitamente alejado que están nuestras posibilidades sociales, democráticas económicas y políticas, de una simple acción curativa. Solo queda simular como individuos que lo que atendemos es importante y lo que nos pasa importa, pero esto no es así; desde el punto de vista del ciudadano apolitico, es una necedad. Pero, si todo en política es una simulación, ¿No conviene ser parte del juego? ¿Hasta qué punto? El mundo se acelera.

Hace cientos de años que se había planteado el problema del movimiento mas optimo. Esto es, según el sabio griego Heron de Alejandria, la forma en que la luz se propaga. Pierre de Fermat demostró la ley de Snell, luego Isaac Newton descubrió el mismo movimiento extraño al cambiar la luz de medio, para luego descubrir que no es que buscara necesariamente el camino más corto, sino el camino en donde se llegaba antes, la mayor velocidad. Con esto comenzó el concepto de mínima acción, una cualidad fundacional que sugería que las partículas buscaban en su trayectoria el camino en donde la acción sea la menor posible (Joseph-Louis Lagrange). El mal.

La importancia de hacer cosas nuevas es relevante para escapar de la industria, el problema es que la innovación comenzó a ser parte del producto. ¿Cómo reconocemos los nuevo? Cómo podemos decir: he aquí esto es nuevo (Eclesiastés). Ni la ética se puede dar. Es imposible notar lo bueno o lo malo en la memoria; mientras que si se puede también se destruyen las particularidades por saturación. Es tan imposible diferenciar lo justo e injusto, lo bueno o malo, como calcular la posición de una partícula. Pero se pueden encontrar nuevas combinaciones en las que las injusticias se logren definir. La labor intelectual de muchos grupos profesionales que quieren ejercer su profesión de una forma ética, es denunciar la injusticia y las combinaciones en las que se va dando la maldad en contra del débil, del que no tiene voz, del minusválido, de la minoría, del pobre, del ignorante. Como ya se mencionó, no se pueden identificar las bondades de ningún sector. ¿Responden estas ganas de salvar al mundo a un deseo sexual? Son, por tanto, comercializables.  

Se debe detener la corriente de la maldad deteniendo el tiempo que es un bien capitalista. El tiempo, según Immanuel Kant, es una intuición a priori, una condición de que nuestra mente exista. Debemos manejar nuestra propia condición, identificarla, sellarla en el sentido, inventar el acto de juntar diferentes representaciones y captar lo múltiple en ellas en una sola cognición. Crear una síntesis es la lenta labor filosófica de nuestra era. Identificar las causas para equilibrarlas con los efectos. El problema es que ya no se pueden identificar las causas, alejadas del mismo creador y de los intérpretes, el humano se transforma en fantasma, como en Comala. Nos queda esperar la guerra Cristera.

Pero el mal está en todas partes, el mal es infinito, por lo que no sabemos nombrarlo. Nombrar el mal es un privilegio absolutamente político, nombrar al mal es una tarea empresarial, nombrar al mal es un bien económico, nombrar al mal es un dogma religioso. Paraísos artificiales del consenso nos esperan, en donde nuevamente se demostrará lo ínfimo que es el ciudadano, lleno de historias pasadas, muerto, sin tiempo, hambriento.

¿Amas la justicia?


Eros disparaba sus flechas para inflamar los corazones de los dioses y de los mortales porque el dolor da cuenta de los elementos de nuestro cuerpo, da ciencia de la existencia de nuestra materia, una ciencia que se desvela eróticamente, a través del deseo que si bien, bajo una lógica capitalista, es carencia, desde una lógica inorgánica (Deleuze), es potencia; como si la saeta que hiere termine por avivar los últimos instantes eternos de cada muerte. Todo se mitifica para poder estratificar los hechos, de lo contrario carecemos de organismo y la civilización se pierde. Mas ésta puede ser nómade. El problema radica en que no puede ser nómade en su totalidad, es Eros un elemento mismo de la mitología, la flecha, el amor, incluso, el mismo corazón, pero todos existen en los planos en los que les tenemos identificados, variarlos conlleva a la esquizofrenia, la cual es básicamente desorganización.  

No se conocen con certeza los lugares habitados de la mitología, porque en realidad habitamos lo que queremos, y de vez en cuando aparece un Borges preguntándose qué realmente debía sentir el Minotauro. Afirmar o no que existen los hechos mitológicos (como el amor), sería una necedad, o peor aún, una enfermedad que terminaría con delirios persecutorios. Definir exactamente un concepto filosófico o interpretar una mitología como canon es la enfermedad misma, un cáncer que debiese existir y que existe, pero que debe ser aislado para tratarlo como tal y no como aquello que constituya los acontecimientos de antemano. Identificar el miedo es identificar también una forma de ignorancia, no hay un solo camino en esto.

Extrema se tangunt. ¿Lo que se tiene, se tiene realmente? ¿Qué se tiene cuando se tiene? El ser permanece coordinadamente en una aglomeración de tiempos que gobiernan todo desde el absoluto caos, desde la nada, eso es el Ser, pero a la vez lo único que es. Este caos es tan extremo que no podría ser humanamente inteligible si no le llamáramos de la forma en que le llamamos o si no pretendiéramos encerrarle en algo que sí se pueda entender, pero en el fondo es una carencia. La potencia nunca puede ser otra cosa que su misma carencia, ya que cuando se organiza pierde esta cualidad, se hace estable y deja de peligrar al borde de la explosión. El hijo de la diosa del Amor y del dios de la Guerra se comprometía a ofrecer algo de lo que él mismo carecía: heridas. Quien es herido es penetrado y comienza a amar desde una posición femenina (Freud), sólo se puede amar desde una posición femenina, amar feminiza. Pero no es que cupido sea el símbolo de la virilidad ni mucho menos, quizás hasta muchas veces su sexualidad se ha puesto en duda, porque no es desde su posición de disparador desde donde se sexualiza, sino desde la posición de flechado. Los dioses griegos podían enamorarse con amor erótico bajo esta cualidad de ser vulnerables.

En estos estándares no somos más que maquinas que sufren fallas con distintos puntos de fuga. Pero no una maquina objetiva y manejable que se puede relatar o dibujar o comprender cabalmente. Somos un conglomerado de direcciones maquínicas que se mueven a través de disfuncionalidades que terminan por funcionar a través del combustible de nuestros deseos. Lo antinatural es comprender los deseos naturalmente, lo que termina por alejarnos de la creación obvia que viene de todo esto: crearnos a nosotros mismos. Definir al hombre, definir a la Mujer, ser los que terminan diciendo la ultima palabra con respecto a lo que estas palabras significan, desde el mayor desafío para los humanos desde el comienzo del pensamiento: la Ética.

El primer acto de amor debe ser necesariamente el precursor de un efecto dominó. La creación del mundo no ocurrió al principio de los tiempos, ocurre todos los días (Marcel Proust), el amor es un hecho pragmático, como creador eterno es completamente desterritorializado. No hay una contestación fija desde un tipo de sexualidad a lo que es el amor ni el erotismo, por ello Eros bien puede haber sido un ser con una dudosa orientación sexual, mas no por ello incapaz de amar; la gran pregunta y tragedia es elucubrar cuál sería su imaginaria herida. Cuál es la herida de los desplazados de nuestra generación, de las anteriores, de las venideras. Cuál es la herida de las minorías. Qué las provoca. Denunciar un único caso década tras década creo que no resolverá nada. Los dardos son tantos y tan variados que merecen mitificarse, significarse para comprendernos. Esa es la importancia de la ciencia nómade.  

La vida, los hechos metafísicos, son indemostrables porque están vivos, por tanto, en continua construcción y destrucción. Cuando demostramos, ya murió, cuando sentimos y late, está vivo en las verdades de las cosas, de los hechos inconscientes. No podemos escapar al hecho en sí, al presente en sí que demanda continuamente de nuestra atención, de nuestra concentración. Nuestra mirada es tan valiosa porque a pesar que, minúsculamente, veamos carencias frente a un ordenador, terminamos con ello de potenciar un sistema que se construye día a día con nuestra atención. Es esta orientación guiada la manera en que se maneja la estadística de nuestro movimiento, pero una estadística con territorio, con órganos que le terminan por restar potencia, al sistema capitalista o al planeta. ¿Cuál de estos órganos mutará a cáncer?  

Hoy la ciencia de las cicatrices ya no acompaña al cuerpo. Las técnicas de análisis corporal tienden a brindar una mayor geografía del daño causado, por ello el cuerpo es un elemento investido en las relaciones de poder, y puede ser rehabilitado y llevado a un estatus mayormente aceptado en la moralidad comunitaria, dado que el lenguaje tiene criterios polarizables.

Pero los resultados del análisis del alma y de la psique humana en cuanto al trauma, son vistos como algo degradante, denigrante, y aún más incapacitantes que las lesiones corporales. Es por ello, como diría Foucault, que se ataca más al alma que al cuerpo en la era moderna. Su ataque incapacita al penitente de su defensa geográfica y metódica (ya que nunca estará moralmente capacitado); mientras absuelve al juez del acto de castigar, de la culpabilidad de asumir una labor para la cual nunca es digno.

 

El problema del mal

 



Las figuras literarias existen para garantizar una adecuada comprensión de algún tipo de representación humana en la repercusión de cierto pensamiento. Quién escribe ignora en parte las consecuencias de lo que narra en todas las posibles verdades que sus palabras pudieran generar. No sabemos si la realidad es infinita, pero sabemos que tiende a ello. Es pues desde este punto de vista que nacen posibles formas de escribir, sobre todo, e incluida la filosofía, por lo que a veces es recomendable que existan completos autodidactas en diversas disciplinas que pidan rescatar la realidad de las cosas, para que no se universalicen formas de escribir y de plantear problemas, y así nazcan ramificaciones que bien pueden o no repetir lo ya dicho, o encontrar razones para no hacerlo. El oxímoron, por ejemplo, ha sido una de las formas más bellas que he visto para contar a dios, con sus defectos, que en realidad son los nuestros, y sus virtudes. Lo curioso aquí es que es poco plausible etiquetarnos las virtudes, porque representan algo ajeno a nosotros, como si todo en nuestro interior respondiera a nuestro ego y a un modo completamente erróneo de hacer las cosas. Defectos nuestros, virtudes, ajenas. Planteemos ambos escenarios.   

Si todo el bien naciera de mí, mis pasiones y mis deseos responderían a las razones del príncipe, que guiarán mis actos de tal manera que yo pueda satisfacer mis deseos, procurándome el menor de los daños posibles, para mí, sin importar los otros. Existe un plano que no manejo, el plano en el que se formó mi inconsciente, pero desde ahí procuro el mayor de mis placeres y de mis conveniencias, de la manera más lógica posible en el ámbito utilitario. Todas las disciplinas me interesarían de pasada, y la mayor de mis pasiones dependería de la forma, arbitraria, pero controlada por el ego, en que se forjó mi psiquis. ¿Qué placeres me dominaran? Dado que hablamos de dominio en ambos sentidos, el dominio del bien interpretado como fluyente de mí, en este caso un dominio en el que mi interés me brinde la seguridad ante la vastedad de la libertad de todos los medios de lo que me es licito. El resto no representa para mí más que una forma para una meta que al parecer jamás acaba, tan hambrienta como cada nuevo día y tan sedienta como cada nueva sed. Como no hay un fin más que yo mismo, para el parto de la bondad, no termina el deseo hasta encontrar una razón que me trascienda, esto es, en términos simples, una razón que no repita día a día mis necesidades fingidas o no, dado que entre más se adapte y se mueva mi ser a estratos de poder altos más se confundirá en lo que realmente quiere, mas no en el nacimiento de esta bondad. La simbolización de satán es ésta, alcanzar tanto y todo que no tenga otro bien que el mal en sí mismo, ignorando cualquier otra existencia y cualquier otra fuente de bien. Entre lo que logro adaptarme y seguir al mal simulando el bien, llega el punto en el que el bien ya no se distingue, incluso para mí mismo, todo es falso, el mal absoluto habrá llegado sin que ni siquiera lo note, pero es que tampoco podría decir qué fue lo realmente bueno desde el comienzo. No habría memoria del deseo, porque la memoria pertenece a otro, que fui yo, pero que ya no es, que respondió a necesidades que puede que no tenga, pero eso ya no importa. Trascenderse en estos términos es la salvación de lo falso, de la total inexistencia. No puede existir alguien que funde el bien en sí mismo por siempre, el Tiempo le devorará. Y si creemos realmente que todo bien sólo puede surgir desde uno mismo, todo dependería de una absoluta fe propia, y que yo, como mi propio dios, descubriré la verdad en la cotidianeidad de mi conveniencia, descubriré que la verdad es relativa a mi contingencia. Bajo estos aspectos es preciso notar lo agresivo que es el lenguaje con respecto a esta idea. ¿Por qué no creer que esta agresividad subjetiva es sospecha que en nosotros se esconde la verdadera bondad? Dado que no necesariamente es correcto seguir lo que grita nuestro lenguaje si lo imaginamos como una mera herramienta para algo más excelso. El lenguaje es exterior, algo que inventaron otros, sin embargo, no puedo vivir fuera de él, no puedo vivir fuera de los otros. Todo vicio procede de los otros, la vida es un engaño, y mi propia construcción es un engaño si lo baso en el lenguaje. Mi intuición es la mayor de las verdades y a la vez la mayor de las bondades. Si por alguna razón llegué a una madurez suficiente, quizás esta diferencia entre el más bajo de mis instintos y la armonía pura conmigo mismo pueda llegar a limarse.

Por otro lado, si todo el bien naciera del exterior, debería negarme absolutamente a mí mismo. Ninguna virtud procede de mí, mientras todo vicio procede de mí. Como se mencionó con el tema de dios. El poder de dios radica, en ultimo aspecto, en su capacidad de ser ajeno a nosotros, aunque creemos, intelectualmente, todas las máscaras para evidenciar lo contrario. ¿Las virtudes proceden de otro y de otros? No sería aconsejable. Dado que estos otros no son más que otros egos. Mas, se puede imaginar otra cosa: ¿Es virtuoso encontrar el bien para los otros? ¿Desde dónde? Desde alguna forma de buenismo que involucre algo superior al bien propio y al bien utilitarista de otros. Todo apunta a que el bien no necesita explicación en este sentido, el mal sí, para bien o para mal… Esto necesita encajar en algún rompecabezas. Este rompecabezas es la historia, la memoria, por esto toda ética que quiera fundar los derechos humanos no debe ignorar la memoria, es más debe recalcarlos hasta el hartazgo, paranoicamente. Si el bien está afuera, seamos radicales, todo lo que es, es bueno. No hay nada que cambiar. O todo el bien está afuera, o todo el bien está adentro. Elegimos creer que todo el bien está afuera. Lo de afuera nos debe controlar, entonces, para que el bien se manifieste y contenga nuestro mal el control absolutista debe existir, la memoria y el control. Aunque desde el control no pueda existir el bien por sí mismo, dado que no habría voluntad que lo elija. El bien debe encontrar la forma de imponerse sin alterar la libertad, sin controlar nada, sin intimidar y sin necesidad de crear una memoria paranoica. El bien es nuestro o no lo es, venga de donde venga. Si el bien es nuestro, viene de afuera, pero se calcó en nuestra alma, tendrá por requisito el bien exterior, será la única prueba de su existencia y la estupidez le seguirá los pasos, la esclavitud, si hay agentes externos que necesiten medirlo. No somos nada sin que aquello que nos delata. El bien exterior supone dogmas que puede que escapen a una concreción pura de libertad, según historia, no hay esclavitud que sea buena. No tengo nada fuera de la lengua que no sea conjuntiva, es ahí donde se de-muestra, en un estadio infinito sobre espejo, que tienta a pensar en una ética adulterada sin límites, necesitadamente documentada, para no olvidarla. El bien se haría fijo sin la posibilidad de cambio, lo que era bueno para los muertos debe serlo para los vivos. Terminando con el hecho de ser peleles de un bien explicado día a día y politizado, pero no con su fin en la contingencia, sino en el recuerdo. Si el bien viene de fuera, pero no es nuestro, no tenemos nada de qué adueñarnos, no hay forma de identificarlo, ni siquiera podría comparársele con una sombra, porque nuestro Yo deslumbraría todos los caminos, solamente se debería dejar que las cosas pasen, y el ámbito científico podría o no tener, perfectamente y en ambos sentidos, la misma equilibrada importancia de decir algo ético o absolutamente nada. Si el bien viene de fuera seríamos organismos virales sujetos a misericordia con la garantía notoria de ser absolutamente nada para el universo. Si el bien viene de afuera, en el atomicismo, vendríamos a ser partículas que son para que este bien se manifieste, sirvamos o no de ejemplo positivo o negativo para esto.       

¿De dónde nace el mal? Las cosas se manifiestan, pero al parecer es nuestro interior lo que interpreta lo relativo, mediatizamos las cosas, aunque procuremos lo inmediato. Creemos que podemos captar la realidad, pero no hay tal hecho, solamente representaciones. Podemos hablar de bondad y maldad, pero no llegamos a captar las fuentes, existe un impedimento innato que puede contradecir la realidad a través de la voluntad. Esto no quiere decir que debemos rechazar nuestros universales, pero debemos conocer su naturaleza, relatándolas es como se puede llegar a entender la historia. Este relato es muchas veces un oxímoron a través del cual se comprende la interacción entre interior y exterior, entre bondad y maldad, con nuestras voluntades en el centro tratando de identificar bajo cierto espectro todo lo que valga la pena en el pensamiento.

Existen otras posibilidades con respecto al origen del mal, tema que puede diversificarse completamente en minúsculos ejemplos. Pero como diría Deleuze, no es digno preguntarse qué quiere decir un libro, un texto, o un artículo, sólo basta con preguntarse con qué funciona.


Inflamando lo mínimo

 


El poder del pensamiento de Lucrecio radica en descifrar las palabras y los símbolos que mueven las cosas desde su necesidad radical, las palabras son perspectivas simples de lo que es realmente la vida, pero que se alteran en un ornamento falaz, misterioso; se debe por tanto rehuir de la mentira sin erradicar los misterios que comprenden los motores que atesoran su resistencia. Bajo esta figura, lo falso estará en la luz, mientras que lo profundamente verdadero, en las sombras, bajo el alero de la noche. La luz es trabajosa, necesita de procesos químicos y físicos tremendamente complejos para manifestarse, en este proceso explica la realidad mintiendo, es fenómeno, nunca noumeno; mientras la oscuridad es parca, sobria, elegante y justa. Como el pequeño punto de apoyo que necesitaba Arquímedes para mover el mundo, las cosas pequeñas inician a las grandes, comienzan lo eterno, lo que está más allá de nuestro entendimiento; como el principio científico del Big Bang necesitó de su mínimo posible en cuanto a espacio y tiempo para ser grande, las grandes verdades se dicen con poco, en el enfrentamiento común del individuo con sus necesidades, allí donde se fricciona con las cosas; cuando se caen las máscaras y vuelven a nacer las pasiones, junto con ellas todos los dioses, los más elementales, para que en la dialéctica del tiempo se vuelvan a hacer misteriosas y simples a la misma vez. En este choque con las cosas, los sentidos se alteran y la razón se vuelve inútil, incapaz de sostener aquello que dedujo a través de ellos, se maneja el todo con el todo, ya no es una mascara participando con algo, solamente hay sustancia alejada de la razón.

El producto se torna inevitable en algún momento de la historia, es ahí cuando el hombre toma su curso natural dejando lo artificial en el olvido; se prioriza la emergencia. La verdad no necesita memoria, esta misma se recuerda por siempre para no dejar de ser en ningún momento, el resto es un intento de detener el tiempo, y, aunque ocurre, no presenta cambios en el orden de las cosas, solamente perpetúa una mentira difícil de ignorar, porque representa una tentativa a la permanencia, recordando signos que debiesen existir por si mismos, pero, por no tener existencia propia, deben repetirse constantemente en las mentes establecidas de la democracia. No es el hecho una repetición, nuestra lengua y nuestra mente tratan de repetirse para vagar confiadamente en un mundo inhóspito que requiere de lo pagano primeramente para sobrevivir, es por ello que los dioses, que se repiten, nos dan la vida y la mantienen, en una estrecha relación que con el tiempo torna a religión, para luego pasar a un sistema político-económico que lo vulgariza todo. Es un extremo que no se puede sujetar, aunque se disfrute de un cambio relativo al subjetivismo del tiempo que se vaya creando tan lentamente, que las generaciones apenas noten sus cambios; en este sentido, lo fabricable tiene que ver con un gesto que avisa de qué moriremos; los vanos días que permanezcamos en este mundo podrían servir para servirnos, para acercarnos o alejarnos de la naturaleza; para aproximarse a lo mínimo y aspirar a lo máximo, dependiendo de los estados de conciencia que se alcancen con respecto a los ritmos de los dioses del tiempo.

Lucrecio fue contrario a toda religión, ya que ésta establece e impone las normas desde las cuales se deben desarrollar las conexiones intimas de los humanos con lo sagrado, intentos hegemónicos para protagonizar la mentira que recorta la realidad, desfigurando a los dioses; validando su existencia desde el amparo contrario al nacimiento de éstos, desde el absoluto desamparo. Por ello, se considera que Lucrecio manifestó en su filosofía la doctrina epicúrea de esconder la vida, la que podría traducirse de muchas maneras, pero que deja una huella interesante con respecto a la sacralidad de lo que el humano, como un ser que debería ser más que un bípedo implume, debería ganar, para dejar atrás el sinsentido sin goce, el tiempo sin estaciones, o las filosofías verdaderas, pero poco oscuras. Esconder la vida es esconder las razones, para no crear proselitismo ante una experiencia meramente personal de conocimiento, con respecto a la cual se podría orientar sin imponer, mientras se logre enseñar sin condenar. Esconder la vida es esconder la palabra, porque los nombres de los dioses son santos, recabados solamente por la impronta contingencia hacia contactos de paso, pero reveladores, estremecedores y escalofriantes. Dado estos casos, es menester no juzgar a quienes relatan dichas revelaciones.

Desde el ateísmo, este contacto no es más que encontrar algo más grande que uno, cosa no muy difícil de lograr. Ante esto, la historia del suicidio de Lucrecio, aunque no confirmada, propone una visión mágica del mundo antiguo con respecto al ateísmo, que puede explicarse con la libertad total y absoluta si se permite; esto es, no hay dios que decida ni cuándo se nace ni cuándo se muere, aunque, con respecto a esto último, la libertad de elección es total, sin cuestionamientos. Es la tesis del suicidio la forma de morir del ateo, que, aunque crea en un orden natural sin la necesidad de un ordenador, también entiende el orden artificial que se puede imponer para mentirle a las cosas, sin necesidad de establecer una deidad, dado que entiende que está necesidad es ilusoria, aunque desconociendo qué tan necesaria; empero, el suicidio, aunque artificial, no viola ninguna ley natural más que las divinas, en las cuales son los dioses los que deciden sobre los tiempos humanos, sin olvidar que el dios que nos rescata, bien puede rescatarnos con la libertad que tenemos en el artificio de sus cosas. El suicidio es quizás la única forma artificial que no banaliza la vida con su permanencia.

Es así que no se debe temer, según Lucrecio, ni a los dioses ni a la muerte, ya que estos vienen a rescatarnos con el hecho azaroso de mantener una mente serena, estableciendo que el cambio fortuito nos regala la cordura con su antónimo a veces. Es bueno entonces, recibir a la fortuna con la calma que debiera permanecer por siempre en nuestras mentes, recibir con una constante, dado que el resto es sólo verdad manifestándose eternamente en pluralidad de términos, desviaciones atómicas que brindan oportunidades caóticas para la excusa existencial de algún tipo de deidad, memorias que solamente quedan en especies capaces de sobrevivir lo suficiente como para visualizar símbolos o mitificarlos.

Aunque se alude mucho al término de los dioses para este artículo, la verdad es que Lucrecio no los consideraba importantes para la vida del hombre, no consideraba que éstos influyeran en sus acontecimientos, es más, es el individuo quién les da vida, y les llama según sus necesidades. Ahí radica la importancia de nombrarlos en filosofía. Muy atomista, como las palabras, los átomos desarrollan la historia en su interacción. El alma material, conviene acomodarla a la naturaleza, las palabras materiales, conviene acomodarlas a las cosas, mientras que los poemas responden a todas las preguntas. La vida, en última instancia, es placer, por lo que no es vano crear desde el ámbito artístico, entendiendo que en la estratificación del arte se encuentra una autentica adoración a figuras de paso, que hacen llorar o dan risa.

Un lente para no ver

 


El espíritu está en el presente. El espíritu es en tanto espíritu porque representa para el hombre cierta transparencia ante lo que es, el presente es lo que es, aunque con esto no se pueda decir ninguna cosa... El espíritu se muestra como la punta del iceberg, es una pasión trascendente, es la cosa que permanece más allá de la materia; el espíritu es un misterio intuitivo y metafísico que merece ser nombrado, pero que excluye todo nombre, que excluye a la materia, aunque puede manipularla y ser parte de ella; el espíritu es devenir; pero no un devenir constitutivo por las leyes inmutables, las que en este estado, en este aspecto, simplemente no existen, cosa obvia para algunos, siempre debe aclararse. No hay elementos medibles para el espíritu, lo que se puede medir no es más que un plano que sobrepasa al individuo. Es la corriente más allá, incluye todos los tiempos, incluye todos los espacios, incluye todas las materias, incluye todas las formas, los propósitos, las reacciones, las funciones. El presente es el espíritu moviéndose, manifestándose en el plano material, pero no es Esa forma, no es un atajo, el presente es la inconmensurabilidad de todo en la nada genuina, por eso avasalla con el peso del fenómeno tan vasto como lo que el sujeto sea capaz de soportar. El espíritu es parte de lo máximo y nada más, el punto visible e invisible hacia el todo que apenas se deja notar.

El espíritu tienes leyes que sobrepasan cualquier fantasía, son lógicas, son analíticas, pero no son eso solamente. La utopía analítica es estudiar el lenguaje que es una adaptación al infinito, ergo, lo analítico, si no es mediocre, debería aspirar a lo infinito, no tratando de ordenar aquello que trata de capturar lo inconmensurable. La mera existencia de la filosofía analítica es un absurdo, por redundante, el lenguaje se estructura solo y no miente, mentimos nosotros usándolo. No se trata de encontrar, siendo exagerados, brujerias, conspiraciones, orígenes, destinos, o posibles realidades; estudiar el espíritu y todas sus posibilidades metafísicas no hacen más que expandir nuestra conciencia, expandir la realidad tan cambiante como el clima, y tan aparentemente estable como la geología. He ahí la falta de rigor en positivismos vanos y desmoronables, en analíticas perfectas de cambios estandarizados y complejos, dado que no contemplan el infinito indemostrado de visiones astronómicas, ni los experimentos cuánticos desde el absoluto, sino que en su misma realidad que los rodea por necesidad, es un contacto torpe e infravalorado. ¿Por qué la filosofía debiese tenerle miedo a la palabra magia, por ejemplo? ¿No es esto un mal minimalismo del potencial real de las categorías, de los universales, de los imperativos, de las mónadas, o de incluso, del signo, de la gramática, de la estructuración de las palabras y de su desestructuración. ¿Esto no reduce el potencial de abrirnos al mundo para tratar de masticar con un poco más de dignidad la realidad, con la frente en alto, sin engaños? ¿Por qué el miedo ha de hablar y hacer arquitectura con lo que uno sabe desde la general realidad y no desde la particularidad? Para un espíritu tan nuestro, no es más que la manifestación de los temores de quienes quisieron vedar la metafísica, alejando precisamente la misma magia de las cosas; vedar la alquimia que tanto decía, pero que en gran parte se perdió permaneciendo oculto en grupos sectarios, ocultos y elitistas. Así como el paganismo huyó del cristianismo y del Islam, para preservar algún tipo de conocimiento, el positivismo oscureció estas doctrinas porque liberaban las aristas humanas quitando el rigor que necesitaban para abstraerse. No hay libertad en la analítica, no hay libertad en el positivismo.

Cómo lograr la empresa de derribar el conocimiento humano con conocimiento humano… esta respuesta la gritan las máquinas con las posibilidades que les brindaron millones y millones de medios, desde el Big Data; aunque no por algún tipo de voluntad propia, sino porque la propia existencia de las máquinas reconocen su negación. La negación de un conocimiento equiparable a lo que el individuo desde el comienzo de los tiempos presumió. Por ello, en esta intima relación que tiene el ser humano con la realidad, se debe luchar en contra de las certezas y alimentar la posibilidad, no veo otro medio por el momento. No se trata de negarse ciegamente a estar convencido, sino de observar cómo estás certezas se agrietan por sí solas en el proceso de contradicción con "todo lo demás", todo lo demás son las posibilidades. Hay certezas que evidentemente sobrevivirán a nosotros, el conocimiento es una forma de permanecer con el espíritu que se mueve suavemente en los detalles de la vida, en el ojo imperfecto de lo que se Es para que se aventure hacia el otro lado, sin importar las nociones del mundo, del comercio o la cultura. Se mueve a través de todo y no excluye a nada.

Probablemente es el paganismo en toda su acepción eufemística, la forma en que se deba buscar la verdad. El habitante del pago (pagano) o de la aldea, comenzó a negar que sus creencias se vieran afectadas por una corriente imperial, pero y más que eso, que otra creencia diferente a la suya fuese impuesta. La fe dejó en este aspecto de necesitarse, y los avances políticos comenzaron a ser más importantes que los suplicios que el devenir pudiera traer para cualquier tipo de creyente. “El espíritu es fe”, supongo que es la primera acepción de cualquier religión que grite a los cuatro vientos que confía en sus deidades para algo. Una verdadera religión, como la de Jacob, necesita luchar contra la fuerza que la mantiene; toda la historia debe conectarse con el infinito, la religión necesita demostrar su objetivo, de lo contrario, es un partido político más. No hay una forma corta para la observación ya que en estos caminos no existen distancias. No olvidemos que la presencia de los totalitarismos fueron consecuencia de la disposición a creer solamente en algunas leyes ¿Dónde quedaron las leyes que nos dieron la libertad, que nos hicieron morir por ella? Olvidadas en algún armario, se sentía el latir de otro regalo, de otra carencia. La libertad depende de la cantidad de espíritu que tenga nuestro pensar, atrayendo con ello errores y virtudes que radican lejos de la estabilidad, en un pensamiento dinámico, transitorio, un poco más real, un poco más espiritual, un poco más vivencial. 

Los objetos terminarían presentándose, como Hegel diría, anunciando su universal, proponiendo su existencia y su nada, abarcando un todo. Pero lejos. Muy lejos de su significado.

El Yin Yang Lingüístico


 


La lengua es un sistema de diferencias. Si cada significante propone otra cosa ¿Cuándo realmente llegamos a la cosa? ¿Hay una cosa primordial o, exagerando, la sustancia de las sustancias? 

Cuando se trata de usar un signo para una sustancia el ser humano tiene problemas con respecto a lo que imagina pero desconoce. Lo desconoce porque no ha llegado a un consenso y no llegará en lo que se refiere a un signo, dado que un signo es demasiado opaco para iluminar; no es ni exacto ni preciso, entonces la sustancia se forma por una red de significados que pasan a ser un significante en el consenso, y se hace un poco más significante en cuanto más académicamente se haga. Entre más sabiduría, menos significante y más significado. Con el caso de la cosa es más problemático. Notamos el caso de la cosa para la cosa, es decir, un signo necesita otro signo para existir. Para este apalancamiento, ¿se debió necesariamente utilizar a la sustancia primariamente? ¿O hay una cosa para la cosa? No hay una relación directa entre el signo lingüístico y la realidad.

Esto quiere decir que el lenguaje es un sistema arbitrario de signos. Una arbitrariedad que involucra una historia directa e intima con la historia humana y su devenir, la arbitrariedad del poder. Es importante notar que la realidad y la historia no tienen por qué coincidir, dado que, como historia con una prehistoria siempre se le debe minimizar por convención. La historia es el medio por el cual se manifiesta nuestra libertad, la realidad es el ambiente donde se manifiesta este medio, supongo que esto resuelve algunos problemas políticos; donde esta historia se resuelve como mediación a la realidad, como antítesis, es que se debe inventar la política. Es por tanto la historia un requisito para el desarrollo de la lengua, esto es, ¿tienen los nativos montañeses una palabra fácil para océano? ¿Tienen las civilizaciones portuarias una palabra difícil para el mar? La historia forma una trama que maquina nuestro lenguaje, desde ahí comienzan a gobernarnos los muertos, los muertos desde la cultura, desde nuestras nociones de arte, desde las leyes que obedecemos, y los derechos que creemos tener porque nuestros ancestros o bien fueron amos o esclavos.  De todas formas, siempre el océano, el mar, tienen otros significados, otros recovecos, se encuentran entre el signo y la sustancia, divididos por el poema y la prosa, tan dioses como nuestras venas.

Como la lengua es historia, hace historia, hace filosofía, nace el estructuralismo. El lenguaje es una herramienta para la construcción de identidades individuales y colectivas. Por ello el lenguaje está vivo, muta, porque la historia muta con sus signos por otros signos, por otras historias tan violentas como las otras, es así como la sintaxis ha significado desde el mundo antiguo: orden de batalla. Que el lenguaje sea historia involucra que exista una historia de las matemáticas, una historia del arte, una historia de las ideologías de género, las que precisamente quieren cambiar el lenguaje, porque saben que cambiando el lenguaje cambian la historia. Tener el curso de la historia, no es otra cosa que demostrar la potencia de obrar, pero como su definición es la libertad, también la potencia de abstenerse de obrar, como, muy entre comillas, España en la segunda guerra. Cosa curiosa, la verdad se defiende sola, pero es que la verdad no es otra cosa que la realidad que los fuertes quieren escribir. Por lo que terminan negándola. La verdad es el papel donde los titanes quieren dejar sus huellas.

La conciencia es la presencia de Dios en el hombre (Víctor Hugo). Es sólo la conciencia la que es capaz de ver la cosa y la sustancia, de separarlas y de conocer qué tan alejada está la una de la otra, pero a la vez de unirlas y de especular el lenguaje, por lo que la única respuesta posible a la pregunta: ¿Existe el signo del signo? La respuesta es la conciencia. Pienso, luego existo. Pero es que este pensar es el hecho concéntrico por referencia, una forma de significar el Yo, la sobrevivencia, un actuar de poder que cambia la realidad, pero, para decirlo en términos hegelianos, que cambia la razón. La conciencia es la única evidencia de que existe el signo. ¿Pero, que la conciencia dude de la sustancia, implica que la conciencia sea una sustancia? La conciencia duda de sí misma, la conciencia duda de la sustancia en cuanto no la puede atrapar, bajo esta propiedad, la conciencia cumple este requisito. ¿Habrá otros?

Si existe algún conflicto entre el mundo natural y el moral, entre la realidad y la conciencia, la conciencia es la que debe llevar la razón (Henry F. Amiel). La conciencia lleva la razón, mas la realidad la tiene, como el vinicultor que extrae la uva para comenzar el proceso del vino, de lo báquico, del misterio, de las estructuras del conocimiento y de la cultura, para poder extraer el jugo de la fuerza, de la dominancia, del poder del Übermensch, para dominar el lápiz que escribe porque conoce las reglas de esta arquitectura. La conciencia inventa sus propias razones, ¿es sustancia, es signo, da a luz signos? Quizás sólo queda pensar que ni se crea ni se destruye.

La conciencia según el pensamiento oriental no cambia, es eterna, pero es adquirida en porciones parciales para el sujeto. Según la problemática, no siempre el sujeto es consciente, ni tampoco hay garantía que el sujeto en algún momento del tiempo, llegue a tener conciencia, por tanto, la conciencia puede no ser una característica del sujeto, puede que venga de otra parte, puede que entre en contacto en nuestra realidad pasando por el filtro del sujeto, para luego marcharse. Una especie de arista que entra fácilmente en el ámbito religioso, aunque en el budismo, que habla bastante de la conciencia, y que es catalogado como la religión atea por antonomasia, curiosamente, se marca como una conexión con lo que somos, mientras que el sujeto está atado a sus pensamientos, a sus emociones y a sus relatos, a la batalla entre realidad y razón. Prehistoria para historia, historia para prehistoria, susurrando los símbolos en todo momento. Como negándose a sí mismo, el sujeto llega a los extremos de su todo, radialmente, y si no es por sí, si es en sociedad, en constante cambio.

 “El problema central de la filosofía. Relación de la palabra con el objeto... ¿Qué es una palabra? Un signo arbitrario. Pero vivimos en las palabras. Nuestra realidad, entre palabras, no cosas. No existe cosa tal como una cosa, de cualquier modo; una Gestalt en la mente. Entidad... sensación de sustancia. Una ilusión. La palabra es más real que el objeto que representa. La palabra no representa la realidad. La palabra es la realidad. Para nosotros, de cualquier modo. Quizá Dios llegue a los objetos. No nosotros, sin embargo” (Philip Dick). Quizás por ello el sujeto tiene la ilusión que la conciencia se le va, porque la conciencia es una ilusión. Considera la posibilidad de que a Dios no le agradas. Puede que Dios nos odie tanto que su castigo, nuestra vida en la tierra, no sea más que un castigo mental, un castigo psicológico, estar sujetos a estas palabras como si fueran el mundo. Como si el lenguaje formara parte de la expiación y la condena, un medio artístico humano y divino, a través del cual podemos amasar nuestra lejanía con las cosas, y las palabras jugaran con esta polaridad de los signos que no acaban, ni se sabe de dónde viene.

Para que tu mano derecha ignore lo que hace la izquierda, habrá que esconderla de la conciencia (Simone Weil).