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Oprimidos y opresores en el especismo

 

Oprimidos y opresores[1]


                Nacemos y vivimos en una sociedad caracterizada por la exclusión y la explotación. Por lo general, nuestras fuerzas y potencialidades se desvanecen al topar con esta realidad artificial, donde imperan el consumo innecesario y la superficialidad. Somos adoctrinados y empujados a colaborar con este sistema, aun cuando queremos escapar de él. Como bien apuntaba Marcuse, no sabemos diferenciar entre las necesidades que son reales y las que no; y esta forma de vida es, por tanto, característica de una sociedad totalitaria, ya que como diría este autor “el sujeto alienado es devorado por su existencia alienada”. Pero, ¿qué pasa cuando somos nosotros quienes oprimimos, cuando somos nosotros quienes privamos de la vida y la libertad a alguien?

                A lo largo de la historia de la humanidad nuestra relación con los animales ha ido degenerando cada vez más. El ser humano ha pasado de pedir disculpas a los espíritus de los animales asesinados para alimentación, a abusar de ellos de la forma más cruel. Experimentación animal, mascotismo, el negocio de la industria cárnica, tráfico de animales, etc., no son más que manifestaciones crueles de lo que se conoce como especismo.

                Creemos que decidimos que comer porque nos han dicho que podemos escoger entre carne o pescado. Y cuando alguien nos plantea que no consume ningún producto de origen animal, pensamos que es “radical”.  Nuestro proceso de enculturación se encuentra sumergido dentro de los límites especistas imperantes en la sociedad, habituados a someter a los animales no humanos nos encontramos con dificultades para salir de esa espiral. Ser dominados y querer dominar, así nos programan. De modo que todo ese sufrimiento no nos importa, nosotros sufrimos y el sufrimiento del resto de animales nos da igual. “Es ley de vida” dirán algunos… no lo es, en la medida que ese sufrimiento depende de tus acciones, de tu consumo y de si te apetece a ti plantearte o no que hay un problema. Tus acciones sí importan, del mismo modo que pueden dañarte o beneficiarte a ti, pueden dañar o beneficiar al resto.

                Es necesario para cualquier cambio social que primero el cambio se dé en la moralidad, del mismo modo que es imprescindible abolir la explotación animal para derrocar el despotismo o el abuso de superioridad. Como se ha señalado en otras ocasiones, la libertad animal y la libertad humana no son excluyentes sino complementarias, formando parte del mismo “todo” y necesitándose la una a la otra. Por ejemplo, si yo no soy libre de decidir qué comer porque me limito a seguir los dictados de la cultura imperante, mi libertad se ve limitada por la obediencia ciega al tiempo que limito la libertad de los animales no humanos que dicha cultura ha considerado comestibles.

                Es importante resaltar que seguir una filosofía vegana es una forma de desobediencia, ya que no nos han educado en el veganismo y decidimos respetar a los animales a partir de una serie de premisas, entre ellas, la de que su vida es igual de importante que la nuestra.

        Si queremos un mundo libre de opresión deberemos predicar con el ejemplo. Ni tú ni yo somos superiores a ellos (los animales no humanos) y, sin embargo, les torturamos en prácticas experimentales, les hacemos vivir hacinados para la industria de la alimentación, les matamos en cacerías y pesca… les torturamos y asesinamos de diferentes maneras llegando, incluso, a no sentir desprecio de nosotros mismos al hacerlo. De hecho, si algo hay que comprender es que nadie es superior a nadie. Solo partiendo de ese punto podremos conseguir una sociedad justa, o mejor aún, una sociedad donde reine la equidad; pues “la equidad es a la justicia lo que la causa es a su efecto”.[2]

Retomemos ahora una idea explicaba en un artículo titulado Sobre la verdad y la desobediencia:

“Todo el mundo afirma tener su verdad, pero, ¿hay alguna que pueda ser válida o universal? ¿hay algo que pueda ser inevitablemente cierto? ¿existe una verdad de la que no se pueda dudar? ¿hay algo que sea cierto independientemente de los ojos que lo miren? Para algunas personas la certeza absoluta estará en algún dios, para otras en cualquier ideología; cualquiera de estas opciones supondría un debate interminable. ¿Qué puede, pues, ser cierto?, ¿será, acaso, la opresión la única realidad de la que podemos tener constancia? […] Si la única verdad de la que podemos tener constancia es la opresión, será mejor acabar con ella y no tener certeza de nada. La opresión se alimenta de la obediencia, y la obediencia de la falta de crítica, ¿será nuestro fin, en una sociedad como la que vivimos, adquirirla? Si “el secreto de la vida es vivir” ¿serán el boicot y la desobediencia la única manera de conseguirlo?”.[3]

            De modo que, si hay algo de lo que podemos tener certeza es de que existe la opresión, opresión que se da en dos direcciones: interior y exterior. Interior en tanto controla nuestro ser más íntimo y exterior en cuanto limita nuestra capacidad de actuar. Por otra parte, esa opresión es hacia nosotros y del nosotros al otro, bien sean animales humanos (que se encuentran jerarquizados en la sociedad actual) o no humanos (estando esto últimos, en dicha sociedad, siempre doblegados a los caprichos del ser humano).

                En su frase “pienso, luego existo”, Descartes exaltaba la certeza del yo que piensa: “[…] el “yo pienso” manifiesta: no aceptar como verdadero nada que no se haya presentado como evidente ante el atento examen de la razón”.[4] Descartes buscaba encontrar un método adecuado, aquí también se pretende, pero en este caso, al ser la certeza la existencia de la opresión, el método deberá ser el boicot y la desobediencia, alejados de dogmas religiosos y/o culturales y en búsqueda de la Libertad real. Veamos que pensaba Descartes acerca de la cobardía (diré que la cobardía nos la han “inyectado” como mecanismo de control, a través del miedo impiden que se produzcan cambios y/o avances que derrocarían el poder establecido):

                “Pero ordinariamente es muy perjudicial, porque desvía a la voluntad de las acciones útiles. Y como proviene sólo de que no se tiene suficiente esperanza o deseo, no hay más que aumentar en sí mismo estas pasiones para corregirla”.[5]

                Cierto es que nos falta esperanza y que nos falta deseo. Deseo porque estamos “distraídos” con la creación de falsas necesidades impuestas por el poder, y esperanza porque vemos como está organizado el mundo que nos rodea y no parece que haya posibilidad de que un cambio surja.

Reflexionemos en torno al “pienso, luego boicoteo”: que pensemos (como sujetos insertos en la sociedad del sufrimiento) equivale a decir que nos damos cuenta de la opresión a la que estamos sometidos, que nos damos cuenta de que no podemos realizarnos, de que no somos quienes somos, o que no somos quien podríamos llegar a ser en una sociedad natural. Pero pensar no se limita a sentir el malestar del subordinado, pensar equivale también a darse cuenta de que, igual que yo estoy oprimida, puedo estar (consciente, o inconscientemente) oprimiendo a alguien más. Pongamos de nuevo el ejemplo de la alimentación, imaginemos que no me he dado cuenta de que la vida de todos los animales vale lo mismo, por herencias culturales y/o educacionales, pero me entero de en la cría intensiva de gallinas para huevos, los pollitos macho son triturados al nacer[6], y las hembras explotadas porque ya “no valen” para el fin establecido, serán asesinadas.

                Después de pensar en esta realidad que se oculta a los consumidores, puedo decidir desobedecer al sistema establecido, boicoteando a la industria del huevo. Y no solo eso, puedo ir más allá e investigar cómo nos estamos relacionando con los animales no humanos en cuanto les tenemos sometidos, hacinados y explotados para que nos alimentemos con productos de origen animal. Puedo pecar, no obstante, y caer en la trampa del bienestarismo pero, si he investigado bien, comprobaré que no necesito consumir esos productos para llevar una alimentación saludable. Además, el bienestarismo no suprime la esclavitud, ni la cosificación de los animales, ni impide su asesinato, así como tampoco permite que los animales puedan ser quien son.

Una consecuencia directa de que yo piense, de que yo investigue las diferentes esferas del poder, es que de ese pensamiento surgirá mi desobediencia, surgirá el boicot a las distintas formas de explotación y esclavitud a las que estamos sometidos y sometiendo. El hecho de que yo no desobedezca muestra mi sumisión ante el sistema establecido, ya que, formando parte de una sociedad del sufrimiento, no hay otra alternativa para que esta se disuelva que no sea la búsqueda de la finalización de la opresión. Si yo no desobedezco, no pienso; y si yo pienso, boicoteo. Si las diferentes opresiones se manifiestan, no es únicamente porque el poder las imponga, es porque colaboramos con ellas.

 



[1] Imagen de Pixabay https://pixabay.com/es/photos/polluelo-pájaro-pollitos-de-pollo-2965846/ [02/09/2021]

[2] Diderot. Escritos políticos. Madrid. Centro de estudios constitucionales. 1989. Página 20.

[3] Sobre la verdad y la desobediencia https://www.microfilosofia.com/2020/11/sobre-la-verdad-y-la-desobediencia.html [28/04/2021]

[4] Descartes. La duda como punto de partida de la reflexión. España. RBA. 2015. Páginas 7-9

[5] Descartes, René. Discurso del método. Tratado de las pasiones del alma. Barcelona. Editorial Planeta. 1984. Página 184.

[6] Véase más, por ejemplo, aquí https://igualdadanimal.org/actua/pollitos-triturados


¿Qué es el amor hoy en día?

Este artículo ha sido escrito entre Andrea Fano y Esteban Higueras, siendo estos dos sus autores.



[1]

                 En los menos de los casos existe una indiferencia total hacía sentimientos de celos o frustración en el enamorado. Y es más, en menos casos aún estos dos sentimientos no ejercen su influencia en los enamorados. De aquí viene la pregunta ¿En qué consiste estar enamorado?, ¿Qué es el amor?.

¿Y si hoy me preguntan qué es el amor?

                Puede que tenga algo que ver con el deseo de querer sin poseer como nos dice Nuccio al señalar que “abandonar la pretensión de poseer, saber convivir con el riesgo de la pérdida significa aceptar la fragilidad y la precariedad del amor. Significa renunciar a la ilusión de una garantía de indisolubilidad del vínculo amoroso, tomando nota de las relaciones humanas, con los límites y las imperfecciones que las caracterizan, no pueden prescindir de la opacidad, de las zonas de sombra, de la incertidumbre.”[2]

                Siguiendo con nuestra reflexión si podemos decir que hay algo libre en el mundo, dirá Emma Goldman, esto es el amor, que no puede comprarse, ni conquistarse. Siendo tan libre, que no puede existir en otra atmósfera que no sea la de la libertad. Entregándose total y únicamente en ella, y no necesitando protección, ya que se basta a sí mismo. Lamentablemente, en nuestra sociedad, se encuentra falseado, no pudiendo “ajustarse a la estrecha medida de nuestra fábrica social.”[3]

    Como se va entendiendo, tendemos a considerar el matrimonio y el amor como sinónimos, pero la realidad dista mucho de esta creencia.[4] Cierto es, que algunas uniones matrimoniales se realizan por amor; pero también los es, que muchas utilizan el matrimonio como una forma de someterse “para pagar el tributo de la opinión pública.”[5] Por otra parte, como señala Emma Goldman, es completamente falso que el amor sea resultado de los matrimonios.

                Y es que argumenta que la dificultad para el "amor" está en encontrarse “separado por una valla de supersticiones, de costumbres y de hábitos, el matrimonio no tiene el poder de desarrollar el conocimiento mutuo y el respeto del uno para el otro, sin lo cual toda unión de esta clase está sometida al fracaso, a la desavenencia continua.”[6] 

El amor hoy en día es escaso

                  Somos conscientes de que esta idea de matrimonio o unión forzosa no es muy habitual en nuestra cotidianidad, más no es esa la cuestión principal, sino las formas que constituyen el deseo de "amar" de alguien hacía alguien, como se señala al principio. Hoy amamos o creemos amar a otro por frustraciones propias o celos percibidos, y esto esconde la más graciosa de nuestras zancadillas, a la que llamamos no conocernos, no querernos.

Y es que al tomar el deseo de estar con alguien o el matrimonio como una imposición para poder encajar en la sociedad, las personas se someten, sin tener certeza de si ese amor estará presente durante toda la vida; y, en muchas ocasiones, estando ya el divorcio normalizado, alimentando el “negocio del desamor”. Antes de que los divorcios y las separaciones supusieran un camino para recaudar, esa separación entre dos personas que no se amaban estaba mal vista, pues habían firmado un contrato para toda la vida. ¿Qué puede haber más terrible que vivir encadenado a alguien que no amas?

                “El amor, que es el más intenso y profundo elemento de la vida, el precursor de la esperanza, de la alegría y del éxtasis; el amor, que desafía impunemente todas las leyes humanas y divinas y las más aborrecibles convenciones; el amor uno de los más poderosos modeladores de los destinos humanos, ¿cómo tal torrente de fuerza puede ser sinónimo del pobrecito Estado y del mojigato sacramento matrimonial, concedido por nuestra santa madre Iglesia?[7]

No debemos confundir el amor con el ansia de poseer, que lo limita todo a la propiedad. Cuando sentimos la necesidad de dominar al otro, el amor se convierte en celos.[8] Y éstos son una de las manifestaciones más deplorables de la especie humana. Estamos tan acostumbrados a la idea de propiedad, que nos llega a invadir hasta en nuestras más íntimas esferas (el amor, la amistad…) queriendo reducirlas a negocios y encarcelándolas.

                “El amor no puede ser enjaulado […] Encerrar el amor en un círculo, condenándolo a vivir en una cárcel eterna, no servirá para protegerlo de los cambios y las metamorfosis que caracterizan las cosas humanas.”[9]

                El hecho de pensar que las relaciones necesariamente tienen que ser eternas, es asumir unos mandatos caducos que, muchas veces, imponen un amor ficticio a quien no lo siente. El amor que no se siente feliz es una imposición, incluso una auto imposición guiada por costumbres culturales o creencias que no son del todo tuyas. El amor como sentimiento, si puede renacer y mostrar su esplendor, pero no bajo fuerzas coercitivas.

“El amor auténtico se convierte así en expresión del encuentro entre dos seres que avanzan libremente el uno hacia el otro. Lo que les une es un lazo desinteresado, es el valor del amor en sí, capaz de extirpar todo interés individual y toda forma de egoísmo.”[10]

 



[2] Ordine, Nuccio. La utilidad de lo inútil. ACANTILADO. Barcelona. 2013. Página 122

[3] Goldman, Emma. Recopilatorio de escritos. Editorial Descontrol. Barcelona. Página 108.

[4] Op. Cit. 95-108.

[5] Op. Cit. Página 95.

[6] Op. Cit. Página 97.

[7] Op. Cit. Página 105.

[8] Ordine, Nuccio. La utilidad de lo inútil. ACANTILADO. Barcelona. 2013. Página 118

[9] Op. Cit. Página 124

[10] Op. Cit. Página 118

Cómo encontrar tu propósito en la vida

Vivimos en una sociedad de consumo, en la que creemos que nuestra felicidad depende de las cosas que compramos y no de nuestra realización personal. No es algo que hagamos voluntariamente, ya que dependemos de nuestra cultura, que de algún modo nos impone ese tipo de conductas. Para poder encontrar nuestro propósito en la vida, lo primero que deberíamos hacer sería tomar conciencia de que éste no dependerá de ninguna cosa material, ni ajena a nosotros mismos.

                ¿Cómo, pues, podremos encauzarnos en la búsqueda de tal propósito? En palabras de Sartre, “lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros”. ¿Qué queremos decir con esto? Es posible que nos encontremos, en cierto modo, limitados por el tipo de sociedad en que vivimos, por nuestras condiciones laborales o por nuestro entorno. Es posible, también, que no sepamos ver más allá de nuestro día a día condicionado por la falda de tiempo y, muchas veces, por la desidia. A diario nos dejamos llevar por la costumbre, por la apatía… Pensamos que nuestras “pequeñas” decisiones no sirven para nada que, si algo no va a cambiar por completo “para que lo voy a intentar”. Aunque estemos inevitablemente condicionados y, de algún modo, sometidos a los patrones culturales imperantes en esta sociedad capitalista; lo importante son las decisiones que vienen dadas por nuestro ser más profundo.

Encontrar nuestro propósito en la vida pensando

                No podemos encontrar ningún propósito si no somos capaces de pensar por nosotros mismos, de decidir cómo vivir y qué queremos ser. De modo que lo primordial será preguntarnos quiénes somos en la actualidad y quiénes queremos ser en un futuro. No es fácil responder a la pregunta ¿quién soy? Podemos, brevemente, pensar que somos el fruto de nuestras experiencias y las marionetas del sistema imperante, que actúan como autómatas. Pero somos mucho más que eso, somos seres con una finalidad en la vida, que necesitan desarrollarse como personas para poder vivir plenamente.

                Así, nuestro propósito será lograr ser nosotros mismos. Pero, ¿qué tengo que hacer para poder ser yo mismo? La mayoría, sino toda, la parte de nuestro tiempo libre la invertimos en diferentes formas de evasión; como puede ser, por ejemplo, ver la televisión o “andar con el móvil”. Dedicarse profesionalmente a algo que de verdad nos llene puede ser más difícil, seguramente necesitaríamos invertir tiempo y dinero en una formación que no se lograría de un día para otro, pero que, si podríamos tener en cuenta de cara al futuro, tengamos la edad que tengamos. Por eso, sería conveniente empezar gestionando nuestros momentos de libertad, haciendo que sean realmente nuestros.

El propósito y la vida.

                La vida es un cúmulo de sensaciones, pensamientos y experiencias, que pasa más rápido de lo que nos gustaría, haciendo que muchas veces sintamos nostalgia del tiempo perdido. Ser quienes somos, o luchar por ello, hará que no sintamos ese vacío al mirar hacia atrás; conseguiremos también, que no nos arrepintamos de no haber disfrutado nuestra vida, la única de que disponemos y que, tarde o temprano, se acabará. Pensando quienes somos, que nos gustaría cambiar de nosotros mismos, cual es nuestra esencia, y que tenemos que mejorar, podremos elaborar un plan para encontrar nuestro propósito en la vida. Así que coge un bolígrafo y un papel y empieza tu sueño de futuro.

               

                “El constructo Propósito de Vida fue desarrollado por Viktor Frankl, quien plantea que este aporta significado a nuestra vida, y es definido como la responsabilidad que el hombre tiene de su existencia”[1]    

                Esa búsqueda de dicho propósito nos aporta la motivación para seguir viviendo y la posibilidad de responsabilizarnos de nuestra existencia. Otra característica destacable del propósito de vida, es que no puede ser inventando, sino que tiene que ser descubierto.[2] Todos y todas tenemos una finalidad, aunque a veces nuestra mente se nuble y pensemos que no, somos seres con un potencial que debe ser puesto en marcha y/o desarrollado. Hacer lo que todos hacen, pensar como todos piensan y querer lo que todos quieren, porque esté normalizado dentro del pensamiento imperante, no es perseguir nuestro propio propósito. Desgranar, desintegrar o desarticular esas ideas preconcebidas nos ayudará a aproximarnos a nuestro fin o sentido individual y exclusivo de cada ser humano.

                “La cuestión del sentido surge con el ser humano. El animal no necesita planteársela. Tiene que desarrollarse, pero su desarrollo está predeterminado con firmeza implacable por la especie. Por eso no puede equivocarse nunca al actuar. Le basta seguir sus instintos para asegurar su pervivencia y la de la especie. El ser humano debe también crecer por ley natural, pero tiene el privilegio de poder saberlo y precisar el modo de llevarlo a cabo. El hombre es un "ámbito", no un mero "objeto", y se desarrolla como persona creando nuevos ámbitos a través del encuentro. El encuentro es fuente de luz y de sentido. Al encontrarme con otras personas y formar comunidades, siento que configuro mi vida de forma ajustada a las exigencias de mi realidad personal, a lo que ya soy y a lo que estoy llamado a ser. Esta llamada es mi vocación y misión. Cuando mis opciones fundamentales, mis hábitos y mis actos se orientan hacia el cumplimiento de esta misión y esta vocación, la marcha de mi existencia se realiza en el sentido adecuado, en la dirección justa. ”[3]

                Todos los animales, humanos y no humanos, poseemos un sentido de la vida. Nosotros, a diferencia de los animales no racionales, tenemos unas expectativas diferentes, más amplias, en las que podemos realizar funciones más complejas.



[4]

Debemos pensar en profundidad en la pregunta: “Si no tuvieras miedo, ¿qué harías?” Miedo a perder tu empleo, el cual te da seguridad; miedo al rechazo, por no tener la aprobación de los demás, y un largo etcétera de miedos que nos envuelven en una espiral de malestar por no seguir nuestros propósitos. Debemos vivir nuestra vida, y no la vida que los demás quieren que vivamos; debemos, del mismo modo, tomar nuestras propias decisiones, y no las que los demás quieren que tomemos; también, ser capaces de encontrar nuestro propósito en la vida, exclusivo de nuestra persona, sin dejarnos influenciar por los demás, ni acobardar por el miedo.

Por otra parte, tenemos en común con el resto de animales, que el objetivo de la vida es vivir. Y vivir no es someterse, ni doblegarse a nadie. Vivir no es caminar contrario a los dictámenes de tu corazón. Vivir no es, sin duda, hacer cosas contrarias a tu voluntad; o, dicho de otro modo, no hacer las cosas que quieres hacer. ¿Qué es lograr tu propósito en la vida más que seguir tus propios propósitos? ¿qué propósito puede ser mayor que vivir tu correspondiente o pertinente vida? ¿qué hay menos vital que vivir de acuerdo a los intereses de otros? Así, dejémonos guiar por nuestra voluntad, por nuestros deseos como arma para alcanzar nuestro propósito de vida, como instrumento para no morir mientras estamos vivos.

“Cuando se constituye un organismo, todas sus fuerzas tienden hacia un mismo objetivo: mantener su existencia personal, alimentándola y defendiéndola contra cualquier influencia que pueda destruirla o disminuirla.
                En la Naturaleza, todos los seres se esfuerzan por vivir, todos buscan, según sus facultades, el goce que da la satisfacción de la necesidad; todos huyen del sufrimiento, de la privación, que es una restricción, una disminución de la vida.
                Durante la primera infancia, el hombre es todavía inconsciente o, más bien, no ha deformado ni falseado aún su conciencia normal y, como los demás seres, sigue esta tendencia universal. Más tarde, cediendo a las sugestiones del ejemplo, a las falsas nociones que se le enseñan, llega a someter su naturaleza, a domar los impulsos de su personalidad, a dejar actuar, sin combatirlas, las influencias que pesan sobre su propia vida.”[5]

No permitas que te manipule tu entorno, ni los medios de comunicación, ni cualquier agente externo que quiera imponerte como vivir. Solamente así, lograras encontrar tu propósito de vida. Únicamente conociéndote e impidiendo que fuerzas ajenas decidan por ti, sabrás que camino has de seguir.  Y así, vivirás y no llegará el día en que mires atrás y te arrepientas de no haberlo hecho. No llegará el día en que andes perdido sin saber quién eres porque te han modelado tanto que ya ni te reconoces. Nunca es demasiado tarde para reconciliarte contigo mismo, para conocerte y comprenderte, ni para dar satisfacción a tus necesidades vitales. Que la búsqueda y la consecución de nuestro propósito de vida llene nuestro día a día. Luchemos por satisfacer la necesidad de ser quienes somos, del mismo modo que comemos y dormimos por satisfacer algunas de nuestras necesidades fisiológicas.



[1] Cazabonne, Rosario. Personalidad, Propósito de vida y Resiliencia: revisión bibliográfica. {PSOCIAL} Vol. 5. 2019. Página 28

[2] Op. Cit. Página 28

[3] López Quintás, Alfonso. LA CULTURA Y EL SENTIDO DE LA VIDA. Ediciones Rialp, S.A. Madrid. 2003. Página 31

[5] David-Néel, Alexandra. Elogio a la vida. Ed. OCTAEDRO. Barcelona. 2000. Páginas 17-18.


Sobre la verdad y la desobediencia

Introducción de Esteban Higueras Galán

La estructura moderna del poder

Las estructuras de poder, decía Foucault que son máquinas de control modernas, que evolucionaron a raíz del panóptico de Bentham, y que ejercían la vigilancia sobre todos los reclusos, no solo ya impidiéndoles realizar actos prohibidos por su naturaleza, sino haciéndoles conscientes de que en cada momento estaban siendo vigilados. Y es que este es el comienzo de la opresión asumida como poder, el poder ya no se ejerce para impedir "actos impuros", es decir, que ya no solo impide que los afectos incompatibles con la vida en sociedad puedan desarrollarse, sino que inunda a la persona de presiones incompatibles con la posibilidad de ejercer un acto propio, es decir, de ser ella misma y de actuar como tal. 

De esta forma es posible entender la opresión como una realidad, como una realidad producto de la afección que se provoca en un cuerpo (por decirlo aquí como lo pensaba Spinoza y Deleuze) y que tiende a expresar todo cuanto está en ella. Esta es una realidad total, es una realidad que no puede disociarse de sí misma hasta que no nombra a través suya ("enuncia" decía Deleuze) lo que es capaz de decir de otras cosas. Hasta que no enuncia su potencia, las multiplicidades de su potencia. 

Andrea fano ha elavorado un artículo genial sobre la realidad de la opresión y la desobediencia que se encuentra a continuación:


Sobre la verdad y la desobediencia


Desobediencia y verdad 

"Junto a la objetividad, la verdad es otro de los mitos más sólidos de nuestra cultura educativa […] Y de nuevo ¡cuánto sufrimiento ha tenido que causar la verdad para imponerse! Y es que, de la misma manera que la objetividad no es más que una subjetividad dominante, la verdad no es otra cosa que una ficción escenificada por el poder para justificarse.” 1


"Todo el mundo afirma tener su verdad, pero, ¿hay alguna que pueda ser válida o universal? ¿hay algo que pueda ser inevitablemente cierto? ¿existe una verdad de la que no se pueda dudar? ¿hay algo que sea cierto independientemente de los ojos que lo miren? Para algunas personas la certeza absoluta estará en algún dios, para otras en cualquier ideología; cualquiera de estas opciones supondría un debate interminable. ¿Qué puede, pues, ser cierto?, ¿será, acaso, la opresión la única realidad de la que podemos tener constancia?


La idea de las verdades absolutas no es más que una pretensión de “imponernos comportamientos que no compartimos, en nombre de alguna ley de la naturaleza, esencia del hombre, tradición intocable, revelación divina.”2 La mentira social siempre se ha basado y se basará en la opresión o dominación.


De modo que aquellas verdades que presuponemos no son más que formas de controlar nuestras mentes y nuestros actos; la verdad a la que estamos sometidos y sometidas es la verdad del poder. El poder no solo ejerce una coacción física en la que nos dice que está permitido y que no; sino que ejerce también una coacción moral. De hecho, para que se dé la primera, debe existir la segunda. Esa coacción está fundada en una serie de premisas calificadas de verdad: pautas culturales, prejuicios, dogmas, etc. La función de estas verdades es la división de las personas (observemos como está estructurada la sociedad) cuanto más divididas estemos, mayor será el poder que esas verdades ejerzan sobre nosotros y nosotras. La verdad del poder nos divide y fomenta la exclusión: edadismo, cuerdismo, machismo, especismo, racismo, etc. De modo que, si toda verdad ha de ser puesta en duda por ser causante del sometimiento, el sufrimiento, la sumisión y la degradación de la especie; lo único de lo que podemos tener constancia es de la existencia de la opresión. 

Según la RAE oprimido/a es aquel/a “que está sometido a la vejación, humillación o tiranía de alguien” 3 . 

“La opresión social hace que los ciudadanos se sientan 'aplastados', ahogados, incapaces de ser ellos mismos, y con frecuencia se ven obligados a actuar de una manera que no es normal para ellos” 4

Siento dar por hecho que sabemos que somos incapaces de ser nosotros/as mismos/as, a causa de la alienación y la sumisión; a causa de vivir insertos e insertas en un sistema destructivo, competitivo, y, a fin de cuentas, incoherente. Pero esa opresión social que nos impide ser, también hace que impidamos ser los demás (humanos y no humanos).


“Sorprende que con el enorme y tal vez desmesurado retumbar de las noticias sobre corrupción, no se haya entrevisto la peor de las corrupciones […] Me refiero a la corrupción de la mente, a la continua putrefacción de la consciencia debida, entre otras monstruosidades de degeneración mental, a la manipulación informativa. Estas corrupciones no son instantáneos desenfoques de la visión. Al cabo del tiempo esos manejos en nuestras inermes neuronas acaban por distorsionarlas, desorientarlas y dislocarlas. Difícilmente podrán hacer ya una sinapsis, una conexión pertinente y correcta.” 5


Una vez asumido que nuestra percepción está distorsionada, podremos, quizá, reconocer que vivimos oprimidos y oprimidas. Reconocer que no decidimos sobre nuestras vidas. Reconocer que no somos libres. 


“La opresión, que puede afectar de múltiples maneras a unos grupos o a otros, 

puede manifestarse a través de estereotipos difundidos por los medios de comunicación, estereotipos culturales, mecanismos del mercado, etc., esto es, formas de hábito que son normales en la vida cotidiana de las personas.” 6


De modo que lo normal es que vivamos bajo el yugo de la opresión, incitados e incitadas por la cultura y los medios de comunicación, y bajo los intereses de un mercado. Un mercado que, junto a los dos anteriores, convierte a las mujeres en objetos y a los animales en comida; un mercado que se expande con nuestra necesidad de querer ser como los demás, de no querer desentonar, de no ser diferente por miedo a la exclusión. 


“Las capacidades (intelectuales y materiales) de la sociedad contemporánea son inmensamente mayores que nunca; lo que significa que la amplitud de la dominación de la sociedad sobre el individuo es inmensamente mayor que nunca.” 7


¿Qué deberíamos hacer ante un panorama tan desolador? La opresión va más allá de “aquel que tanto os domina sólo tiene dos ojos, sólo tiene dos manos, sólo tiene un cuerpo” 8, aquello que nos domina ya no tiene ojos, ya no tiene manos, ya no tiene cuerpo… aquello que nos domina son un conjunto de ideas heredadas e impuestas que se mantienen por los intereses de unos pocos. Ideas que están insertadas en nuestra mente, y que ocupan todas las esferas de la vida, que condicionan nuestra forma de pensar y que nos impiden distinguir entre las necesidades reales y las necesidades artificiales.


“Una revolución moral ha de ser la total reorientación de la personalidad humana, que sólo puede lograrse con dos métodos que cabría denominar integración y educación.” 9


Vivimos en una sociedad caracterizada por la exclusión y por una educación que, como diría M. Nussbaum, pretende hacer de nosotros únicamente sujetos económicamente productivos. Una vez seamos conscientes de la opresión, estará en nuestra mano investigar acerca de aquello que nos somete y hace que sometamos a los/as demás. Estará en nuestra mano cuestionar u obedecer ciegamente. Estará en nuestra mano luchar por la libertad. 


“Que cada cual siga enteramente, siempre y en cualquier parte, el impulso de su naturaleza, ya sea ésta limitada o genial. Sólo entonces el hombre sabrá lo que es vivir, en lugar de despreciar la vida sin haberla vivido jamás.” 10


Pero, ¿cómo reconocer nuestra propia naturaleza si no nos reconocemos?, ¿cómo desobedecer si hasta la misma desobediencia está pautada dentro de unos límites?, ¿cómo no intentarlo si nos vamos a morir sin haber vivido? La habilidad se adquiere con la práctica. 

La obediencia tiene dos fases distintas 11: o bien obedecemos porque no podemos hacer otra cosa, o bien obedecemos porque creemos que debemos hacerlo. En el primer caso, hablaríamos de un dominio ejercido a través de la fuerza física, que no puede (en palabras de Alexandra David-Néel) ser llamado autoridad, ya que únicamente el dominio de las ideas abstractas haría referencia a ella. En segundo lugar, encontramos la obediencia por creer que es necesario obedecer que se alimenta del temor a lo desconocido. Las pautas culturales nos incitan a la obediencia; y la educación, lejos de promover un pensamiento crítico, nos empapa de un pensamiento uniforme que se aleja cada vez más de nuestros intereses como individuos y como sociedad: “el sujeto alienado es devorado por su existencia alienada.”  12

Si la única verdad de la que podemos tener constancia es la opresión, será mejor acabar con ella y no tener certeza de nada. La opresión se alimenta de la obediencia, y la obediencia de la falta de crítica, ¿será nuestro fin, en una sociedad como la que vivimos, adquirirla? Si “el secreto de la vida es vivir” 13 ¿serán el boicot y la desobediencia la única manera de conseguirlo?.


“Una persona puede llegar a ser libre mediante actos de desobediencia, aprendiendo a decir no al poder. Pero no sólo la capacidad de desobediencia es la condición de la libertad; la libertad es también la condición de la desobediencia. Si temo a la libertad no puedo atreverme a decir "no", no puedo tener el coraje de ser desobediente. En verdad, la libertad y la capacidad de desobediencia son inseparables; de ahí que cualquier sistema social, político y religioso que proclame la libertad pero reprima la desobediencia, no puede ser sincero.” 14


Nadie nos dirá “sométete, pero desobedéceme”, hasta quien nos dice “duda de todo” incluirá implícitamente “menos de lo que yo digo”. Seamos libres de decidir qué comer, cómo relacionarnos y qué pensar. Nos costará desdeñar la palabra del poder, pero como dijimos antes, la habilidad se adquiere con la práctica. Únicamente practicando la desobediencia iremos ganando terreno en la esfera de la libertad. Únicamente practicando la libertad iremos cultivando la desobediencia. Únicamente dudando de todo, veremos que estamos sometidos y sometidas. Si la opresión existe, no es solo porque existe el poder; es porque colaboramos con ella. La práctica del boicot (a la industria cárnica, peletera, circos con animales, o cualquier otra cosa que fomente la esclavitud humana y animal) podrá llevar al declive del poder establecido. Poder que nos dice que es lo verdadero y lo falso, poder que nos enseña a morir en vida. ¿Qué es la vida sin libertad?, ¿qué es la libertad sin desobediencia?


“Porque no es solo totalitaria una coordinación política terrorista de la sociedad, sino también una coordinación técnico-económica no-terrorista que opera a través de la manipulación de las necesidades por intereses creados, impidiendo por lo tanto el surgimiento de una oposición efectiva contra el todo. No solo una forma específica de gobierno o gobierno de partido hace posible el totalitarismo, sino también un sistema específico de producción y distribución que puede muy bien ser compatible con un pluralismo de partidos, periódicos, poderes compensatorios, etc.” 15


Notas:

[1] Bustamante Aguilar, Pedro. Aprender a desobedecer. Pedagogía desobediente. Revista digital científica sobre investigación en Arquitectura y Humanidades. Madrid, noviembre 2014. Páginas 10-11.

[2]  Vattimo, Gianni. Adiós a la verdad. Editorial Gedisa. Barcelona. 2010. Páginas 26-27.

[3]   https://dle.rae.es/oprimido [01/11/2020]

[4] https://www.significados.com/opresion/ [01/11/2020]

[5] Lledó, Emilio. Ser quien eres. Ensayos para una educación democrática. Prensas Universitarias de Zaragoza. Zaragoza. 2009. Página 47.

[6] Hernández Artigas, Aniol. Opresión e interseccionalidad. Revista Internacional de Éticas Aplicadas, nº26. Página 276.

[7] Marcuse, Herbert. El hombre unidimensional. Austral. Barcelona. 2020. Página 32.

[8] Discurso de la servidumbre voluntaria. Ed. Trotta. Madrid. 2014. Página 31.

[9] Read, Herbert. La redención del robot. Editorial Proyección. Buenos Aires. Página 161

[10] David-Néel, Alexandra. Elogio a la vida. Ed Octaedro. Barcelona. 2000. Página 20.

[11] David-Néel, Alexandra. Elogio a la vida. Ed Octaedro. Barcelona. 2000. Páginas22-23.

[12]Marcuse, Herbert. El hombre unidimensional. Austral. Barcelona. 2020. Página 49.

[13] David-Néel, Alexandra. Elogio a la vida. Ed Octaedro. Barcelona. 2000. Páginas22-23. Página 14.

[14] Fromm, Erich. Sobre la desobediencia. Ed. Paidos. Buenos Aires. 1984.Página 16.

[15] Marcuse, Herbert. El hombre unidimensional. Austral. Barcelona. 2020. Página 43





Elogio al boicot

Un ensayo escrito entre dos, uno Esteban Higueras y otra la genial e intempestiva Andrea Fano, dos cabezas piensan mejor pues la alienación y la realidad se confunden y nos confunden, siendo necesaria la ayuda mutua.

Vivimos sometidos desde el nacimiento a una serie de normas impuestas. Actuamos como se espera de nosotros, pese a que las consecuencias de nuestros actos destruyan el planeta y conlleven al maltrato humano y animal. Es “más fácil” no pensar en lo que implican nuestros actos, resulta “peligroso” salir de los estándares impuestos, nadie quiere ser “raro” o “diferente” por miedo al trato que pueda recibir; trato que, sin dudar, damos a quien no cumple los criterios de normalidad.

La desobediencia fingida.
¿Qué pasaría si nos negásemos a colaborar con el sistema destructivo en que vivimos?. Que la revolución sería ahora una revolución del boicot, y un negarse a colaborar con situaciones de opresión. Un no tener miedo al cambio pues no tiene por qué “lo malo conocido” ser mejor que lo “bueno por conocer”. A lo largo de la historia siempre ha habido personas que han mostrado resistencia, que han sabido boicotear a quien estaba en el poder. ¿Y esto como lo han hecho?, ¿No será cambiando algo que nos cambie a todos?. Hoy, “actuamos” sumidos en la conformidad, y es que nos cuesta distinguir entre aquello que nos beneficia y aquello que nos perjudica. Cuesta: saberlo, comprenderlo y hacerlo comprender. No sabemos prestar atención a nuestras propias necesidades, aunque estás clamen atención y se muestren en forma de malestar.

El malestar no es únicamente individual, sino que es colectivo, es interactivo y social. Y la sociedad actual se presenta como el camino a seguir, consistiendo este camino en un rodeo de publicidad y productos inservibles, ¿vendemos nuestra consciencia a cambio de una falsa satisfacción?. No creemos en las palabras de quien nos gobierna, pero las reconocemos y aceptamos, es quien decide por nosotros y nos importa formar parte del circo. Estamos demasiado acostumbrados a que no nos respeten, a no cuestionar, a obedecer.

La nostalgia de lo completamente otro, se ha transformado en nostalgia por lo “comprablemente otro”. El vivir la única vida de la que disponemos se ha cambiado por el vivir la vida de los que muestran como vivir, la vida de los felices y felicísimos mostrada con filtros de red social.

El comer de acuerdo con nuestras necesidades, ha transmutado en el holocausto animal, pero disfrazado de amabilidad y música relajada en el supermercado. El modo en que nos relacionamos sustituye a cualquier tipo de relación basada en el respeto, ya no admiramos a nadie porque sabemos que lo que vemos es fingido, ¡queremos aparentar mejor!. Y competir es el único modo en el que se permite tener contacto con los demás seres humanos. 

Boicot silencioso 



La libertad del no virtuoso.

Vivimos con miedo a la exclusión, al rechazo, a la pobreza y, sin embargo, nunca hemos sido tan pobremente esclavos como ahora. Creemos ser libres pero no tenemos deseo por conocer, es decir, no nos hacemos virtuosos.

Si creemos ser libres, es para elegir que comprar, o para escoger a quien pisotear, queremos ser libres para cambiar de canal, creemos ser libres porque vamos a votar. La libertad dista mucho de estas supuestas libertades, estamos demasiado lejos de ser libres, no somos virtuosos. ¿Podrá ser que resquebrajando el sistema, este que no nos permite simplemente ser curiosos mínimamente, ni como voy diciendo, virtuosos, podamos ser completamente libres?

Defendemos nuestra cultura como si se nos fuera la vida en ello, ¿Una cultura de la sumisión y de la obediencia o una de lo estático y pasado a modo de museo?, ¿Una cultura de la tortura y la esclavitud pero adornada de estímulos alegres?, ¿Una cultura patriarcal y especista en un siglo que se dice feminista y animalista?, todo esto conlleva, creo, dejar de saber quienes somos. No nos damos cuenta de que una cultura puede cambiar, puede abrirse a la vida, y que se da a veces separada del poder.

¿Qué es el poder?

Cualquiera se asombra si es capaz de reconocer la influencia que tiene en las diferentes esferas. Y es que por encima del estado, está la cultura. Cultura que heredamos y que se impone. ¿Por qué pensamos que no tenemos derecho a decidir cómo vivir?, puede que por nuestra educación, que lejos de fomentar un pensamiento crítico (¿acaso es otro su fin?) nos incita a aceptar la evidencia actual, a obedecer. “Obedece y compite y serás alguien en la vida”, obedece y compite y serás una marioneta más de un sistema destructivo, que te destruye a ti mismo, a los demás y al planeta.

¡Qué incómodo es pensar que no decido nada de lo que atañe a mi vida!, ¡dejadme ser libre!, ¡dejadme aprender! Aprender algo más allá de modas pasajeras, aprender algo más allá de la última tendencia de teléfonos móviles, aprender a vivir conforme a mis necesidades reales.

Han dicho grandes pensadores que no nombraré por no importar ahora, que “radical es lo que va a la raíz”, es decir, que es radical aquello que nos acerca a nosotros mismos. Ojalá por esto sean radicales estas palabras, y no muramos sin haber vivido.

Pero cuando hablamos de radical normalmente queremos hablar de algo que escoge la peor de las formas posibles, y que por eso no va a la raíz como debiera sino a la imaginación más pervertida y alejada de la realidad. Hoy, radicalmente perversas son las guerras, y la explotación. Radicales son las fronteras, y de una imaginación radical es la exclusión social. Radical es que la educación no te eduque, sino que te adoctrine. Endiabladamente radical es que la cultura te diga hasta como defecar en anuncios de veinte segundos. Radicalmente escondida y sumida por imaginaciones inauditas es la colonización, y su hermana la servidumbre. Radical en este sentido peyorativo es no tener un pensamiento propio. Radical es no saber desobedecer, porque no sabemos cuándo estamos obedeciendo. Malignamente radical es el sistema en el que vivimos que ha dejado de valorar la verdadera radicalidad.

Como se va prestando ya este pequeño ensayo a decir lo que su título buscaba, que es que hemos perdido la raíz, vamos Andrea Fano y yo (que soy quien va escribiendo esta línea, pero no la anterior ni la siguiente) a aceptar que existe una radicalidad propia y posible, y que consiste en un boicot a nuestro tiempo. Que podemos ser radicales en nuestros actos y reencontrarnos con nuestra raíz, ¿Qué cómo?.

¡Aprendiendo a desobedecer!, aprendiendo a elegir, admirando a los demás y tras ello a nosotros mismos. Aprendamos a ver aquello que nos limita. Aprendamos a ser quienes somos. Lo normal es alienante, destructivo. Lo “raro” o diferente es lo único que puede abrir paso a la vida, a una vida plena y propia. No cambies de canal, apaga el televisor y sal de la esfera de la esclavitud mental. Tan invisible que no la puedes palpar, pero que domina tu vida. ¡Atrévete a ser libre!.

El cuerdismo en una sociedad enferma


    El cuerdismo hoy y ayer. 


    El 25% de la población mundial tiene algún tipo de trastorno mental, lo que equivale a una de cada cuatro personas[1]. Sea mayor o menor el número de personas que viven con algún tipo de trastorno mental, no hay excusa para la discriminación. Nuestra cultura nos enseña a burlarnos y excluir a aquellos que consideramos “diferentes” y, en este caso, son muchas las personas que se encuentran marginadas por este motivo. Sin embargo, no nos paramos a pensar en que, en la sociedad que vivimos, todos estamos enfermos, a costa de que este tipo de sistema siga sobreviviendo. Y es precisamente porque la sociedad está enferma, por lo que se dan los diferentes tipos de discriminación, entre ellos, el cuerdismo. 

    La estigmatización de la enfermedad mental tiene muchas veces, como consecuencia, el autoestigma: “el estigma internalizado se ha relacionado con creencias de desvalorización y discriminación, con disminución de la calidad de vida, la autoestima, la autoeficacia y el agravamiento de los síntomas.”[2] De modo que además de soportar la carga de la opresión externa, podemos llegar a dañarnos todavía más a nosotros mismos con esa supuesta valoración negativa a la que debemos someternos. 

    “El estigma que este colectivo sufre no está sencillamente arraigado en la carencia de información, aun cuando también colabora negativamente sino que está arraigado en las personas, en las familias, en la sociedad misma. Muchos de los mitos sobre el enfermo mental especialmente el de la violencia y el de la incapacidad son transmitidos de unos a otros, en las familias, en los medios de comunicación, en el cine, etc. contaminando todas las actividades sociales.”[3]   

    La enfermedad mental en la edad media

    La piedra de la locura. El bosco


    El cuerdismo en la sociedad


    Haciendo un breve repaso a lo largo de la historia, diremos que, en la Edad Antigua se consideraba a las enfermedades mentales como posesiones demoníacas y se trataba a las personas con métodos mágico-religiosos. Sería en Grecia, donde se comenzaría a estudiar las enfermedades mentales desde una perspectiva científica. Los romanos, siguiendo el ejemplo de los griegos, afirmarían que “las pasiones y deseos insatisfechos actuaban sobre el alma produciendo enfermedades mentales”. Con la llegada de la Edad Media, se produciría una decadencia intelectual en Occidente, que conllevó el retorno de la consideración de las enfermedades mentales como posesiones demoníacas. El Renacimiento, dejando también mucho que desear, se convertiría en uno de los peores periodos de la historia de la psiquiatría y de los derechos de las personas afectadas por la enfermedad. En el periodo de la Ilustración, los individuos con enfermedades mentales, seguían sin correr mejor suerte, o eran internados como delincuentes, o vagaban solitarios siendo objeto de burlas y exclusión. Ya en el siglo XX, la utilización de psicofármacos produciría un gran avance en el campo de la psiquiatría. La antipsiquiatría, rechazaría el modelo tradicional del uso de manicomios o asilos. El enfermo mental, según esta corriente, no era un ser humano que debía ser tratado, sino la víctima de un sistema que crea malestar con la cultura.[4] 

    El proceso de estigmaticación supone un conjunto de características: “a) la distinción, etiquetado (labeling) e identificación de una determinada diferencia o marca que afecta a un grupo de personas. b) la asociación a las personas etiquetadas de características desagradables, en función de creencias culturales prevalentes. c) su consideración como un grupo diferente y aparte: “ellos” frente a “nosotros”. d) las repercusiones emocionales en quien estigmatiza (miedo, ansiedad, irritación, compasión) y en quien resulta estigmatizado (miedo, ansiedad, vergüenza) […] e) la pérdida de estatus y la discriminación que afecta consecuentemente a la persona o grupo estigmatizado, dando lugar a resultados diferentes y habitualmente desfavorables en distintas áreas. f) la existencia de factores o dimensiones estructurales que tiene que ver en último término con asimetrías de poder […] sin las cuales el proceso no funcionaría o, al menos, no con la misma intensidad ni con las mismas consecuencias para las personas afectadas.”[5 

    Entrevista


    Aprovechemos la ocasión, para hacer una breve entrevista a Nacho Arteaga, psicólogo clínico, quien forma parte de la cooperativa A teyavana, Centro de Apoyo a la Integración en Salud Mental[6]: 

    - ¿Cómo dirías que afecta el cuerdismo a tus pacientes? 

    “El estigma social, el autoestigma, las situaciones deshumanizantes en los ingresos hospitalarios así como la negación del propio poder de decisión del paciente sobre sus vidas o su tratamiento están, por desgracia, a la orden del día. Y de una u otra manera se hace patente en las personas afectadas, convirtiéndose estos factores en algo más a trabajar en consulta. 

    Los efectos de la discriminación por la condición de tener un diagnóstico de salud mental son múltiples y siempre están presentes de una u otra forma en las personas que atendemos. Desde una pérdida del rol social con el consiguiente aislamiento o pérdida de relaciones personales debido a la incomprensión, pasando por una indefensión aprendida, asumiendo las limitaciones que la sociedad les impone como propias. En ocasiones obstaculiza más el proceso de recuperación que los propios síntomas.” 

    - Sabemos que vivimos en una época de grandes avances científicos, aun así, hay algunos tipos de medicación que tiene efectos secundarios notables, ¿cuáles son los efectos secundarios más habituales que pueden sufrir los pacientes? 

    “Si, así es, aunque sí es verdad que los fármacos de última generación provocan menos efectos secundarios visibles, todavía siguen estando presentes. Los más habituales son la sedación, somnolencia, temblores y dificultades a nivel sexual (falta de deseo, disfunción eréctil, anorgasmia..). En este sentido hay mucho por hacer todavía. A nivel farmacológico, mejorando los fármacos; a nivel médico escuchando al paciente y tratando de medicar a la baja. Pero a nivel usuario también hay mucho que hacer, en Ateyavana hablamos mucho sobre la importancia de “educar” a los psiquiatras. Hay que contarles qué efectos secundarios se sufren, exigir alternativas de tratamiento y buscar soluciones conjuntas. Si esto se obvia la salida que encuentran muchas personas es dejar la medicación de golpe con la frecuente consecuencia de una recaída y un ingreso hospitalario en el que serán de nuevo sobremedicados.” 

    - ¿puede el tipo de sociedad en la que vivimos provocar problemas de salud mental? “No es que pueda provocarlos, es que de hecho los provoca. Vivimos en una sociedad altamente exigente, estresora y competitiva, donde lo que prima es tener éxito, o al menos aparentarlo, donde se nos presiona a encajar en un molde en el que a veces no encajamos. Muchas veces el hecho de que no desarrollaremos un problema de salud mental depende de la forma en que consigamos modificar ese molde o de los factores de protección que tengamos alrededor o los que consigamos construir.” 

    - Erich Fromm afirmaba que el concepto de salud mental en una sociedad depende del concepto de naturaleza humana que dicha sociedad tenga, ¿quién está enfermo, el individuo o la sociedad? 

    “Totalmente de acuerdo, lo que es normal, enfermo o loco se construye desde la sociedad con criterios estadísticos y sesgados por la cultura de quien define lo que está a un lado o a otro. El sufrimiento, en cambio, escapa a este sesgo. Es un medidor más fiable de lo que es un problema para la persona o su entorno. Por ejemplo, escuchar voces (alucinaciones auditivas) es un síntoma que es considerado un problema de salud mental, pero si esas voces en ningún momento me generan sufrimiento ni me dificultan el funcionamiento, no tiene por qué ser considerado un problema. 

    Algunas personas, por predisposición genética, aprendizajes, traumas, etc, pueden desarrollar dificultades a la hora de desenvolverse en esta sociedad ultra exigente y cuando esas dificultades son muy fuertes o se cronifican en el tiempo, la sociedad les aparta. Más que personas con enfermedad mental prefiero pensar en personas que por un factor u otro desarrollan una mayor vulnerabilidad al estrés en sus diferentes vertientes. Si tengo que decantarme por “quién está enfermo”, en mi opinión la sociedad claramente.” 

    - La sociedad va cambiando, y el trato a las personas con problemas de salud mental también, pero ¿cuáles dirías que son los avances que necesitamos de modo inmediato en el campo de la salud mental? 

    “Lo primero abrir el campo de la salud mental al resto de la sociedad, que los problemas de salud mental dejen de ser ese gran desconocido de la población general. Todo el mundo ha oído hablar de la esquizofrenia, pero muy pocos saben lo que realmente es, hace falta informar, romper estereotipos y sacar a la salud mental del “armario”. 

    También incluirla en educación, no sólo a nivel de información sino de entrenamiento en habilidades para cuidar nuestra salud mental. Si la educación emocional, la gestión del estrés o las habilidades sociales nos las hubiesen enseñado de pequeños hoy en día estaríamos mucho mejor. 

    También pienso que la atención sanitaria que se da en salud mental necesita mejorar con urgencia. Humanizar los tratamientos, eliminar determinadas prácticas como las contenciones mecánicas (atar con correas) en las plantas de psiquiatría y aumentar los tratamientos psicosociales donde las personas afectadas sean las protagonistas de su propio proceso de recuperación. Tenemos ejemplos en otros países…” 

    La salud social.


    Erich Fromm ha definido el concepto de salud mental desde una perspectiva ética: que beneficia al ser humano y qué lo daña. Hay determinadas cosas que estimulan nuestro desarrollo, y otras que lo impiden, y como los seres humanos y la sociedad formamos una unidad, ya que la sociedad ejerce gran influencia sobre nosotros, Fromm no ve posible separar los términos sociedad y salud mental. El ser humano, además de luchar por sobrevivir, como el resto de animales, en nuestras sociedades, deberá luchar ante el peligro de “volverse loco”. 

    Mientras que, para Freud, el ser humano es asocial y necesita someterse para que la vida en sociedad sea posible; para Fromm, los seres humanos llegamos a una determinada sociedad que nos moldea, y esto, no es necesariamente positivo: 

    “Si los integrantes de una sociedad funcionan bien y se adaptan, pero al mismo tiempo se aburren, beben demasiado, pasan largar horas frente a la televisión y no pueden gestar su vida de manera creativa y espontánea, entonces la conclusión es que ocurre algo poco saludable. En analogía al concepto de carácter versus carácter individual Fromm formuló un concepto, que posibilita hacer una distinción entre neurosis individual y aquellos fenómenos colectivos, que no son considerados en principio neuróticos.”[7] 

    Fromm se refiere a ello como un defecto socialmente predeterminado[8]. Al ser experimentado por todos o la mayoría de los individuos de la sociedad, no lo vemos como un defecto, y lo asimilaremos como formar parte de un grupo. 

    “Supongamos que en nuestra cultura occidental dejaran de funcionar sólo por cuatro semanas los cines, la radio, la televisión, los eventos deportivos y los periódicos. Cerrados todos esos medios de escape, ¿cuáles serían las consecuencias para las gentes reducidas de pronto a sus propios recursos? No me cabe duda de que, aun en tan breve tiempo, ocurrirían miles de perturbaciones nerviosas, y que muchos miles más de personas caerían en un estado de ansiedad aguda no diferente del cuadro que clínicamente se diagnostica como neurosis.”[9] 

    Pero, ¿por qué está enferma la sociedad? La locura puede definirse como desequilibrio mental o social.[10] Las características principales de la patología global se observan en diferentes áreas: En lo referente al individuo, podemos encontrar el individualismo extremo, el narcisismo, la insensibilidad y la codicia. En torno a la familia, vemos la anomia (incapacidad de armonía familiar), la extinción de la familia natural, con la consecuente hegemonía de la familia proveedora que fomenta el individualismo extremo. La sociedad, por su parte, se caracteriza por la sujeción a lo material, relación de los antivalores (odio, codicia, envidia…) psicopatización colectiva “pérdida de los valores ético-morales, con asunción de roles disociales en perjuicio de la familia y la colectividad”, adicciones masivas, cultura tanática y machismo salvaje.[11] 

    “La adaptación nos ayuda a sobrevivir sí, pero ¿tú quieres sobrevivir o vivir?”[12] que la mayoría de las personas sean capaces de adaptarse a las sociedades contemporáneas, no quiere decir que puedan vivir, bajo esas circunstancias, plenamente. La alienación nos anula y nos enferma, con una de las patologías más comunes: la depresión. Alrededor de 300 millones de personas en todo el mundo sufren depresión, estando España situado como en cuarto país de Europa con más casos[13]. 

    Estemos “locos” o “cuerdos”, es de admirar a aquellos sujetos que no se someten al sistema que tanto nos oprime. A aquellas personas que, en vez de competir, colaboran; que en vez de discriminar o separar, incluyen. El cuerdismo es una de tantas discriminaciones impuestas por la sociedad y la cultura, a la que la mayoría de la población se somete sin cuestionarse las causas. Como siempre que nos sometemos a algo, sin tener un pensamiento crítico acerca de ello, perjudicamos a las personas involucradas y al conjunto de la sociedad. 

    “Ese modo de negarse a sí mismo es, también, una forma de negar a los otros. La mentira con la que se ciega la propia libertad produce, al mismo tiempo, la falsedad y la doblez hacia los demás. Para ello, la “mala fe” tiene que alimentarse del miedo. Vivimos, a causa de esa originaria indigencia, en una existencia arriesgada; pero ese riesgo del vivir que nos pone en guardia ante distintos peligros, asume otros miedos que los propios: los miedos con los que la “mala fe” de ciertos intereses del poder nos angustian y nos oprimen. De esta manera, se va levantando en el individuo el complejo universo de la enemistad por el acoso de reales o imaginarios peligros.”[14] 

    El tipo de sistema en el que vivimos conlleva a que estemos enajenados de nosotros mismos, de nuestros semejantes y de la naturaleza. Nuestro carácter nos empuja a traficar y a consumir, tanto objetos materiales como espirituales [15]; los autómatas en los que nos hemos convertido, no pueden amarse entre sí[16]. En nuestra cultura, en la que el éxito material constituye un valor dominante, no es de extrañar que las relaciones sigan el mismo esquema de intercambio gobernado por los bienes.[17] La exclusión social se convierte en una consecuencia directa de nuestro modo de vida, opuesto a la solidaridad y el apoyo mutuo. La teoría del más fuerte inunda nuestra mente, y no somos capaces de ver más allá, lo que nos beneficiaria tanto individualmente, como colectivamente. La sociedad está profundamente enferma, pero, ¿realmente es algo inamovible?

    Referencias


    [1] 1 de 4 personas en el mundo tiene un trastorno mental https://www.rtve.es/noticias/20161003/cada-cuatro-personas-mundo-tiene-trastorno-mental/1418640.shtml [09/07/2020]

    [2] La estigmatización de la enfermedad mental https://www.isep.es/actualidad/la-estigmatizacion-de-la-enfermedad-mental-limita-al-paciente/ [09/07/2020]

    [3][3] El estigma http://salutmental.cat/la-enfermedad-mental/el-estigma.html [09/07/2020]

    [4] M. León Castro, Héctor. Estigma y enfermedad mental. Revista de psiquiatría y salud mental Hermilio Valdizan. Vol VI Nº1 Enero-Junio 2005. Páginas 36-40.

    [5] López, Marcelino; Laviana, Margarita; Fernández, Luis; López, Andrés; Rodriguez, Ana María; Aparicio, Almudena. La lucha contra el estigma y la discriminación en salud mental. Una estrategia compleja basada en la información disponible. Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., 2008, vol. XXVIII, nº101. Página 48.

    [6] https://www.ateyavanacooperativa.es [10/07/2020]

    [7] Ubilla, Enrique. El concepto de salud mental en la obra de Erich Fromm. Rev. Chil. Neuro-Psiquiat. 2009; 47. Página 159.

    [8] Op. Cit. Passim

    [9] Fromm, Erich. Psicoanálisis de la sociedad contemporánea. Fondo de Cultura Económica. México. 1956. Página 22.

    [10] Dimeo Coria, Mauricio. Filosofía para una sociedad enferma. Editorial Académica Española. 2016. Página 9.

    [11] Nizama-Valladolid Martín. Sociedad enferma. Revista IIPSI. Vol. 18, nº1. 2015.Página 156-158.

    [12] “No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma” https://www.ecorganicweb.com/arnau-benlloch3/ [10/07/2020]

    [13] España, cuarto país de Europa con más casos de depresión. http://www.medicosypacientes.com/articulo/espana-cuarto-pais-de-europa-con-mas-casos-de-depresion [10/07/2020]

    [14] Lledó, Emilio. Ser quien eres. Ensayos para una educación democrática. Prensas universitarias de Zaragoza. Zaragoza. 2009. Páginas 56-57.

    [15] Fromm, Erich. El arte de amar. Ediciones Paidós Ibérica. Barcelona. 1959. Página 110-112.

    [16] Op. Cit. Página 130.

    [17] Op. Cot. Página 16.