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La técnica de las técnicas


 


La libertad de hablar se está perdiendo. Antes era evidente que las personas que mantenían una conversación se interesaban por su interlocutor, pero eso ha sido hoy sustituido por la pregunta por el precio de sus zapatos o de su paraguas. En toda conversación se va infiltrando el tema que plantea las condiciones de vida, el del dinero. (…) Es como si estuviéramos atrapados dentro de un teatro y tuviéramos que presenciar la obra que se representa en el escenario, lo queramos a no, convirtiéndola, una y otra vez, en objeto del pensamiento y la conversación (Walter Benjamin).

El castigo ha dejado poco a poco de ser teatro (Foucault), quizás porque el teatro comenzó, desde algún momento en más, a formar parte de la cotidianeidad que necesitaba "el nuevo hombre" que estaba naciendo. El acceso a las artes debe venir desde medios controlados, ojalá desde las pantallas, nunca más desde la espontaneidad. Los pueblos tienen un vigor especial, son las parteras del arte, alimentarlas, avivarlas, es traer las llamas del Olimpo a los sedientos esclavos (Hegel). Lo que sobrepasó por completo al teatro griego como ornamentación educativa para las polis, fue la tortura europea del siglo XVII. Así como cualquier tipo de ostracismo de antaño, sigue permaneciendo vigente en la cultura popular como susurraciones, los implantes que se quieren instalar con lo ausente, con lo falto; así se cambia lo ornamental para alterar lo fundamental.

La evidente reacción de los actores en cada una de las piezas de este "Espectáculo de los reyes" (Debord), precedió a gran parte de las teorías filosóficas continentales y analíticas del siglo XX. Al traspasar el poder de castigar se traspasa la maldad, al anonimato. 

Los actores de un reino ejecutaban sus papeles con pasión porque eran la obra, eran su llama, su calor, su razón, quienes estaban en la última escala para la creación del lenguaje (ciencia) y la cultura (literatura). El verdugo sabía que sus manos y sus herramientas representaban el poder del rey, éste jamás podría quedar mal, de lo contrario, el escarnio sería mayor. Hipotéticamente, es otro el que castiga desde las sombras, pero no participa en el castigo dada su bondad intrínseca nombrada por Dios. La gracia es no saber quién castiga, vemos un acto y ejecutores a sueldo que siguen ordenes (Nuremberg), la gracia, es la oportunidad de ser algún día perdonados por un agente que puede estar a un metro o a miles de kilómetros de distancia, omnipresente, siendo el mismo el que nos condenó, el mismo quién nos salvó, un aparato, una logística. El supliciado era la encarnación del cuerpo del Cristo, era uno con su sufrimiento, quién murió y seguirá muriendo por todos nuestros pecados, reprimidos (cínicos(filosofía)), en una liturgia sonora-visual que demuestra las consecuencias de ser masa, pero no las comprende (siglo XX). Un hombre es lo que hace con lo que hicieron de él.

El público forma parte de un juicio, es jurado, una propaganda nacida por ellos mismos, para ellos mismos, desde sus pobres techos, desde sus humildes moradas; reaccionan al evento avivándolo, o en contados casos, pidiendo compasión, pero siempre reaccionando. Ni la democracia fue tan políticamente participativa como una obra de teatro. Hay muchos casos documentados en que los verdugos debieron huir de sus propios puestos ante la ira del pueblo por piedad o por gracia.

Es entonces el teatro una forma antigua de conocimiento de la opinión pública (un voto), una elección sin registros estadísticos, que opina del poder de sus políticos y de sus violadores, un juicio estético reservado más para definir el mal y el bien. Es subjetividad misma, lo que Immanuel Kant quiso ahuyentar con sus críticas terminó por reforzar la subsección a la razón. 

El teatro es la política de los infiernos... corazonadas, ritmos, pautas manipuladas, aunque sin un resultado predecible; lo predecible es que se mostrará una cultura que de una u otra manera sobrevivirá. El teatro es el único medio en donde la humanidad se enfrenta a sí misma (Miller). La esencia literal del averno de Sartre. Los círculos de Dante no son más que una representación.

Es la imagen que causa el teatro una opinión de cada tiempo, una manifestación culta. Si el teatro es paupérrimo, hablamos de una sociedad paupérrima; cada cosa que se insinúa, se dice, se hace, habla sobre emperadores e imperios. 

El cine habla de muchas cosas, entre ellas de dinero, de espacios de tiempos, de limbos; el teatro es presente puro, el mas natural de los actos como regalo, aunque regalo siempre para una Troya. Un engaño para una guerra, para un descanso, para una fiesta, para una masacre... mas no todo esto es polar...

Masacrar a un pueblo, en estos ámbitos, es disminuir su capacidad de sentir, hacer guerra con un pueblo es coartar y tomar su cultura, extasiarlo para que se sienta angustiado, devastado, exhausto.  

El teatro no nació como accidente aunque sea uno, como una cosa que nunca sabremos si en realidad fue o si volverá a ser. Es innato. Puede ser cualquiera, nacer cualquiera. No podemos identificarlo con alguna civilización, aunque la creencia esté. Es un acto de fe. 

 El teatro es tentador, tentación, tentativo, tensión. Un universal. El creador de los proyectos binarios tuvo que haber conocido el teatro, así como la guerra, así como la política, así como el ritual. Todo acto político es teatral. 

Recibe el reconocimiento a través y sólo a través de su iniciativa. Es la intención más acertada de las simulaciones, pues miente con la verdad.

El poder es mentiroso, de ahí el posmodernismo. La máxima que acusa es esta: las verdades establecidas, los hechos, las causas exactas, las moralidades. El arte de mentir debe separarse del castigo en la plaza pública, el castigo verdadero debe ser en las sombras. El falso castigo, así como las falsas caricias, son a plena luz del día. La mentira, como arte, como verdad danzante tiene esta corriente: el actor tiene la responsabilidad de ser el rey de su papel el tiempo que sea necesario, tan excelentemente como para que nadie se le iguale, y tan cruelmente para que nadie se le acerque.

Conócete a ti mismo y conocerás al mundo. El teatro se atreve a gritar esto en la cara de su público. Es una caracterización de valientes, de memorizadores coloniales de algún tipo de psicología, de guión; perseguidos día y noche por su imposible pizarra limpia. El actor en general, si no tiene público, tiene lentes. El actor en particular, tiene tablas, respiros, murmullos, susurros, silencios, respetos, aplausos. Es su propia vida un accidente. 

La vida de un actor no se rige por la verdad, sino por el mito, por una confusión profesional sobre quién es verdaderamente. La más santificada ambigüedad en algún tipo de persona; después el loco, después el villano, después el comediante, ninguna tan necesaria, tan anhelada, tan maestra.

¿Quién sabe lo que se puede hacer con una bomba? ¿Un rey? ¿Un poder? ¿Un pueblo? ¿Un actor? ¿Un espectador? ¿Un ejército? ¿Un coro? ¿Un director? ¿Quién vendrá a salvarnos con otra obra artística que sobrepase, que trascienda nuestra alienación? Invirtamos los términos. ¿Volverá algún Vietnam? ¿Es el teatro la más evolucionada de las técnicas de las tinieblas? ¿De la llegada de un mesías, de nuestra historia, de nuestra vida, de nuestra especie?

El presente, para ser tiempo, debe viajar al pasado (San Agustín). Mil demonios acechan la frontera de las nobles verdades. Mis manos quizás actúen la posición de sus dedos. De todas formas, jamás lo sabremos.  


"El tiempo corre. Gracias a él, primero vivimos, lo cual quiere decir que ya hemos sido acusados y juzgados por la gente. Luego morimos y permanecemos aún unos años entre los que nos han conocido, pero muy pronto se produce otro cambio: los muertos pasan a ser muertos viejos, de los que ya nadie se acuerda y que desaparecen en la nada; tan sólo unos cuantos, muy, muy pocos, imprimen su nombre en la memoria de la gente, pero, ya sin testigos fehacientes, sin un solo recuerdo real, pasan a ser marionetas" (Milan Kundera)