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Vivir bajo sospecha

No importa la verdad, sino quién puede instalarla.

Somos una sociedad que desprecia los hechos y ama las teorías. Muchas de esas teorías responden a dogmas previos cristalizados, o peor aún a intereses particulares.
En el marco de la posverdad, para un conjunto de actores (sobre todo vinculados al poder económico, político, religioso, científico, comunicacional), no importa la verdad, sino quién puede instalarla. Logran instalar como verdad algo que se le parece pero no lo es.

Desde hace un tiempo, la posibilidad de acceder a la  verdad, fue puesta en duda[1]. Hoy parece que es imposible, nos conformamos con que algo sea verificable o simplemente verosímil, aún así nos queda la duda, quedando a criterio y discernimiento propio su aceptación.

Para poder entender la paradoja que esta situación nos plantea, es necesario hacer un recorrido sobre algunos conceptos y definirlos:
-         Qué entendemos por verdad desde las distintas áreas de la filosofía: lógica, teoría del conocimiento, ontología, ética y psicológica.
-         Proceso de conocimiento.
-         Concepto de verdad.
-         Verificabilidad.
-         Verosimilitud.

Qué entendemos por verdad:
Desde la Lógica, la verdad es una herramienta, que junto con las reglas formales del razonamiento, nos llevan a un resultado válido. O sea, la verdad en este caso es absoluta, algo o es verdadero o falso, no hay término medio, no puede existir una verdad a medias (sería falsa), pues se aplica el principio de tercero excluido.
En la Teoría de Conocimiento, se considera a la verdad como una adecuación entre el objeto y lo que piensa de él el sujeto. O sea una relación entre lo que pensamos subjetivamente y una realidad objetiva.
En cuanto a la Ontología, el ser es uno, bueno y verdadero. Es decir, la verdad es una de las características esenciales del ser.
En relación a la postura Ética, es lo opuesto a la mentira, se conoce algo como verdad y se decide, voluntariamente, sostener lo opuesto.
Desde la psicología filosófica, se identifica a la verdad con la certeza, que es la seguridad, interior y subjetiva, de poseer la verdad.
La verdad, que hoy nos parece imposible acceder, se refiere más a la mirada gnoseológica que al resto, por lo cual me voy a enfocar en esta perspectiva.


En cuanto al proceso de conocimiento:
Analicemos el siguiente cuadro acerca de la relación de conocimiento:

La relación de conocimiento se da entre un objeto al que se conoce y un sujeto que lo adquiere, entre la realidad y el cognoscente:
-                           La realidad irrumpe, perturba  la indiferencia de nuestros sentidos, los excita y a partir de ese momento se pone en funcionamiento nuestra capacidad cognitiva.
-                           Los sentidos reciben los estímulos, y con ellos conforman una imagen.
-                           De esa imagen, la inteligencia extrae las notas inteligibles y elabora los conceptos y los asocia a palabras que los designan, que también hemos recibido del exterior.
-                           Los conceptos e imágenes se guardan en la memoria, que también tiene su particularidad, que es el de modificar, de alguna manera, el recuerdo a la hora de necesitarlo.
-                           Al relacionar conceptos, realizamos representaciones, interpretaciones de esa situación que nos afecta; proposiciones que nos permiten referirnos a la realidad.
-                           Pero, aún nos falta un paso más, es comprobar si ese enunciado se corresponde con aquello a lo que se refiere. Es en este momento donde se puede comprobar la verdad de la proposición.
De este esquema podemos sacar algunos datos a tener en cuenta:
-                           No hay conocimiento sin observador.
-                           Todo lo conocido pasa a través de los sentidos, aunque después lo reelaboremos.
-                           La verdad es una relación de adecuación, y se refiere a la interpretación que hacemos de la realidad, no al objeto.
-                           No hay objeto conocido sin sujeto cognoscente.
Concepto de verdad:
La definición más común, desde el punto de vista del conocimiento, es aquella de Aristóteles, “la verdad es la adecuación de la mente a la realidad” o dicho de otra forma: “La Verdad es la correspondencia entre una relación pensada ‘subjetiva’ (proposición) con la situación ‘objetiva’ a la que se refiere (realidad)”.

Sostenía B. “Spinoza que el orden y la conexión de las ideas es idéntico al orden y la conexión de las cosas. Pero cuando se genera una ruptura –precisamente, un desgarramiento, una escisión– recíproca de los términos de esta adecuación o, lo que es igual, cuando se pone objetiva y explícitamente de manifiesto la inadequatio existente de lo uno y de lo otro, el resultado es la pérdida de la más importante de todas las riquezas: la del espíritu, sin la cual no es posible la prosperidad material de una sociedad”[2].

En este punto es donde comienza la dificultad, pues, tanto la realidad, en cuanto objeto capaz de ser pensada, como la relación que el sujeto establece entre dos o más conceptos (proposición), son construcciones sociales. Una y otra dependen del observador, ya que es éste el que constituye al objeto y al sujeto como lo que son, respecto al conocimiento.
En cuanto a la realidad, la forma y características de las cosas, aunque existentes en sí mismas, pues de ellas se reciben los estímulos que excitan los sentidos; no existen por sí mismas como objeto, con objetividad propia, sin un observador que las defina, legalice o sancione.
Voy a utilizar un ejemplo que me propuso Oscar Schvarzer, “podríamos suponer un hipotético Ser inteligente muy pequeño de menor tamaño que un microbio. Este observaría que si el núcleo de un átomo fuera del tamaño aproximado de una Nuez, su nube de electrones circundantes, ocuparía un espacio superior al de una cancha de fútbol y el siguiente átomo más próximo constitutivo de esa porción de materia, se encontraría a decenas de kilómetros del anterior (o sea que en proporción equivaldría a una distancia, equivalente a esta) de manera que el espacio vacío sería gigantesco, frente al ocupado por materia densa. Otro ser un poco más grande, podría ver los átomos como una manzana y estos estarían a una distancia “equivalente” a varios km unos de otros, (2, 5 o 10 km, según el tipo de sustancia) es decir que si este observador se encontrara en un lugar intermedio, no podría visualizar nada material”.
Todos estos modelos, pueden ser válidos o inexistentes según el observador. Decir que el mismo objeto tiene distintas formas o tamaños simultáneamente, podría ser equivalente a que no posea una existencia propia mientras que ésta no se pueda probar, aunque la tenga y no dependa de la existencia o no del espectador. Es decir, el universo existe aunque no existiera vida inteligente capaz de constituirse en observador que pudiera afirmar su existencia.
De esta situación surgen varias posturas, desde la realidad está ahí y lo único que tengo que hacer es dejar que transcurra, es inasible;  pasando por lo que sostiene Aristóteles: “nada está en la inteligencia, que primero no haya pasado por los sentidos”; hasta el más absoluto nihilismo que sostiene que la realidad extra-mental es una construcción de mi mente (soy lo único que existe), o al menos no puedo probar la existencia de algo fuera de mi.
En conclusión, el observador es el que da entidad cognoscitiva al objeto como tal y en referencia a sí mismo, que se instituye como sujeto, y establece, con aquél, una relación de conocimiento.
Pero, la realidad, está ahí y nos golpea, el objeto también nos convierte en sujeto, sin él no habría conocimiento y no cabría la posibilidad de cuestionarnos acerca de la verdad.
Resulta casi imposible, entonces, conocer la realidad (lo existente fuera del observador) tal cual es, para lo cual necesitamos la posibilidad de comparación con otros observadores, de ahí que el conocimiento se convierte en un hecho social.
Es en el marco del lenguaje, donde se elabora la relación pensada por el sujeto (proposición), que es una conexión entre conceptos, predicando una propiedad (predicado-cualidad) a un determinado objeto (sujeto, en lenguaje sintáctico) que la contiene.
En filosofía es muy usada la frase “vivimos en el lenguaje” para anunciar que la realidad humana descansa sobre la plataforma del lenguaje. El lenguaje es el sistema lingüístico mediante el cual nos comunicamos los seres humanos a partir de signos sonoros que pueden ser representados gráficamente. En tanto que tenemos la facultad de usarlo, el lenguaje se nos presenta como la condición necesaria para organizar un mundo a la manera humana. Sin este sistema de comunicación, la vida no sería la que es toda vez que el lenguaje define el entorno en el que cobra acción la vida de los hombres.”[3] El lenguaje define, pero no da existencia real.
“Pensemos por un momento que careciéramos de lenguaje. Sin lenguaje toda esa realidad sólo sería un ‘eso’, es decir, un todo indeterminado imposible de definir en el que no se descubren partes, no se distinguen cosas como mesa, silla o árbol, no hay nada concreto, sino una espesa nube colorida y difusa en donde los objetos desaparecen en el todo. Y es que el lenguaje hace que las cosas se destaquen, que ‘salgan’ a la realidad y se manifiesten, que cobren ‘existencia’”[4].
Lo que sostiene J. Derrida, hace pensar que damos existencia al objeto, pero, la realidad misma es la que hace que nosotros, a través del lenguaje, podamos nombrarla y darle ‘existencia como objeto’.  De hecho, cada vez que nos encontramos con una cosa desconocida, le ‘inventamos’ un nombre.
Pero además, los observadores, están insertos y atravesados por la sociedad espacio-temporal en que se desarrollan y se moldean a través del lenguaje.
Como sostiene Descartes “Y si escribo en francés, que es la lengua de mi país, en lugar de hacerlo en latín, que es el idioma empleado por mis preceptores, es porque espero que los que hagan uso de su pura razón natural, juzgarán mejor mis opiniones que los que sólo creen en los libros antiguos; y en cuanto a los que unen el buen sentido con el estudio, únicos que deseo sean mis jueces, no serán seguramente tan parciales en favor del latín, que se nieguen a oír mis razones, por ir explicadas en lengua vulgar[5].
“Aparentemente, nos encontramos aquí con la distinción, incluso con la oposición, entre lengua y discurso, lengua y habla. En la tradición saussuriana se opondría, de este modo, el sistema sincrónico de la lengua, el ‘tesoro de la lengua’, a los actos de habla o de discurso, que serían la única efectividad del lenguaje. Esta oposición, que cubriría también la de lo socioinstitucional y lo individual (el discurso sería siempre individual), suscita numerosos  problemas… Ante esta dificultad, que él trata un poco como un accidente terminológico inesencial. Saussure dice… que… es preferible interesarse por las cosas mas que por las palabras”.[6]
“Sin embargo, si nos fiásemos, por pura comodidad provisional, de esta posición saussuriana, de este modelo mas ‘estructural’ que ‘generativo’, tendríamos entonces que definir nuestra problemática así: tratar aquello que en un acontecimiento filosófico como acontecimiento discursivo o textual, siempre tomando en la lengua, llega por la lengua y a la lengua, ¿qué pasa cuando semejante acto de discurso se nutre del tesoro del sistema lingüístico y eventualmente lo afecta y lo transforma?”.[7]
Sería, “una poderosa combinatoria de discursos que se nutre de la lengua y está condicionada por una especie de contrato social preestablecida y que compromete de antemano a los individuos”.[8]
Aquí se presenta la paradoja de la lengua natural, aquella con que nos comunicamos en una determinada sociedad, dando un significado especial a cada término donde intervienen todos los aspectos que hacen al humano como tal, aunque solo intente interpretar; y de la lengua artificial, creada a propósito para determinada función, general, que trasciende las diferencias y connotaciones culturales, dando así un común significado a cada símbolo, como ocurrió con el griego antiguo o el latín, y ahora con el lenguaje matemático o de las ciencias duras; ambas responden a un contrato social preestablecido, uno particular y otro universal. En una se manifiestan las particularidades humanas, pasiones, emociones, etc., y en la otra solo las racionales, lógicas, estrictas. Sin embargo en ambas se puede perder de vista la necesidad de adecuar las proposiciones a la realidad. Realidad que es interpretada en razón del lenguaje mismo.
Pero, cuando se rompe el contrato social, para el observador, ya no existen referentes, salvo las cosas, para construir expresiones que se refieran al hecho.
En el mundo científico, es difícil que se rompa el contrato social que da base al sistema lingüístico, por la misma razón de su rigidez estructural y metódica.
Pero, en las ciencias humanas, en las relaciones sociales y culturales, etc., la globalización de la economía y especialmente de las comunicaciones, produjo esa ruptura.
El sistema –mundo globalizado– hace que se difuminen las referencias. Los distintos sistemas culturales, lingüísticos, ponen en duda las estructuras de referencia.
Solo se trata de interpretaciones.
Por la cual podemos llegar, fácilmente a la conclusión que:
“En el marco de la posverdad, para un conjunto de actores (sobre todo vinculados al poder económico, político, religioso, científico, etc.), no importa la verdad, sino quién (o quiénes) puede instalarla, evidentemente, estos actores vinculados con el poder del estado y de los medios de comunicación, logran instalar ciertas interpretaciones como verdades y no lo son, o por lo menos no se adecúan a la situación objetiva. Solo apariencias”.
Sostiene F. Nietzsche, "la apariencia es la viva realidad misma actuando que, irónica consigo misma, había llegado a hacerme creer que aquí no hay más que apariencia, fuegos fatuos, danzas de duendes y nada más."[9]
"La creencia en la reputación, el nombre, la apariencia, el valor, el peso y la medida habituales de una cosa –que en un principio fueron algo erróneo y arbitrario que cubrió a la cosa como fina capa totalmente extraña a su naturaleza e incluso a su epidermis–, la creencia en todo esto, digo, transmitida de generación en generación, se fue convirtiendo en el cuerpo de esa cosa en solidaridad de algún modo con su crecimiento más íntimo; ¡la apariencia primitiva acaba siempre convirtiéndose en la esencia y actuando como tal! ¡Qué locura supone pretender que bastaría denunciar ese origen, ese velo nebuloso de la ilusión para aniquilar ese mundo que consideramos esencial y al que llamamos "realidad"! ¡Sólo podemos aniquilar siendo creadores! Pero no olvidemos tampoco esto: que basta crear nuevos nombres, nuevas valoraciones y verosimilitudes para crear, a la larga, "cosas" nuevas."[10]
Dice I. Asimov, “Negar un hecho es lo más fácil del mundo. Mucha gente lo hace, pero el hecho sigue siendo un hecho.”




[1] Este tema está desarrollado en http://www.microfilosofia.com/2017/03/el-camino-la-subjetividad-nem.html
[2] http://www.microfilosofia.com/2017/10/del-dicho-al-hecho.html
[4] Ídem.
[5] Rene Descartes, Discurso del método. pdf. Pg. 61. Hablando del presente francés que lo atraviesa a Descartes, Derrida sostiene “Este presente marca… el acontecimiento aparente de ruptura, pero también de continuidad de un proceso histórico interminable e interminablemente conflictivo… el imperativo de la lengua nacional, como medio de comunicación filosófica y científica, no ha dejado de reiterarse y de re-iterarnos al orden… en una Nota de… (1982) que la lengua francesa ‘debe seguir siendo o volver a convertirse en un vector privilegiado del pensamiento y de la información científica y técnica’.” Jacques Derrida, El lenguaje y las instituciones filosóficas, Paidós, 1995, pg. 34.
[6] Jacques Derrida, El lenguaje y las instituciones filosóficas, Paidós, 1995, Pg. 31
[7] Ídem Pg. 32
[8] Ïdem, pg 33

Scavino: Problemas entorno a la filosofía actual


Para la metafísica hay correspondencia entre la idea y las cosas que se expresa por el lenguaje a través de juicios lógicos. De este modo el sujeto mantiene una relación con todas las cosas previa a cualquier nominación lingüística. Desde los tiempos de la Grecia clásica y particularmente desde Platón y Aristóteles se sostiene que el ser humano es un ser que por su capacidad de abstracción puede conocer las esencias de la realidad y comunicarlas a todos.

Para la metafísica el pensamiento(conceptos), la realidad(las cosas) y el lenguaje(las palabras) están vinculados entre sí. El lenguaje expresa el pensamiento y significa las cosas, la realidad a través del pensamiento.

Posteriormente, a comienzos de la modernidad, Descartes continúa esta línea de pensamiento al legitimarla con su dictum: ¨cogito, ergo sum¨ que se traduce en la dualidad:
·       
      mente-cuerpo
·        espíritu-materia
·        sujeto-objeto

Esta perspectiva tradicional constituye el núcleo metafísico del pensamiento occidental que se prolonga hasta entrado el siglo XX y en el cual el ser de una cosa era:

·        Uno: Cada vez que hay una cosa, ésta aparece como cosa. El ser es uno

·        Verdadero: Porque la verdad es la aparición de la cosa, la verdad es algo que se des-cubre
·        
        Bueno: Porque carece de predicados, de determinación

Así para Platón el Bien era el nombre del ser de modo análogo como Dios lo será para la teología medieval, es decir aquello que carece de determinación. Lo uno, lo verdadero y lo bueno constituyen la garantía de unidad y cognoscibilidad del referente más allá de su modificación sensible. Las cosas no son como las pensamos sino que son pensadas en conformidad con lo que son. La verdad como adecuación es el núcleo de la metafísica tradicional de occidente, en la cual el lenguaje expresa esa correspondencia por medio del juicio veritativo.


La búsqueda del fundamento 


La contribución más significativa de Gottlod Frege fue a la filosofía la distinción entre:
·        Signo
·        Sentido
·        Referente

Así por ejemplo, un signo lingüístico posee dos vertientes:

·        En el caso del habla: el signo constituye una corriente de sonido que interpretamos lingüísticamente
·        
       En el caso de la escritura:  es una representación visual y grafica portadora de un significado

Por ejemplo un nombre propio es un signo que designa un objeto. Es decir una frase que designa un objeto. El referente sería aquello que designado por el signo, el referente de un nombre propio que es un objeto particular. El sentido en este contexto sería el significado. Más allá de esta simplificación, para Frege hay otros signos que el denomina como ¨palabras conceptuales¨ y que también tienen sentido y referente. Para Frege, las ¨palabras conceptuales¨ son signos que se refieren a un concepto. El concepto opera en función de un solo argumento cuyo valor es un valor veritativo. Es decir que las condiciones de verdad de un enunciado dependen de la existencia real y exterior del referente. Por ejemplo:
X es Napoleón, X es el vencedor de Jena, X es el derrotado de Waterloo
Proposición verdadera
El referente es un individuo cuya existencia histórica ha sido verificada

Frege rompe con el psicologismo, según el cual los significados y los conceptos son entidades privadas, para abrirse a un nuevo paradigma de corte platónico; el realismo del significado, desde donde defiende que nuestras palabras refieren a objetos del mundo, tiene referencia y también sentido. Los sentidos, los significados de las palabras pertenecen a comunidades de hablante y no a la mente de los individuos, lo que pertenece a los hablantes son sus representaciones subjetivas.

También en Husserl el conocimiento comienza por la existencia real y exterior, es decir por la experiencia. Sin embargo el concepto de experiencia posee otra connotación. Husserl pertenece a una tradición que se remonta a Descartes y Kant: la filosofía de la conciencia. La conciencia es siempre conciencia de algo, así la conciencia no es una cosa a la cual podríamos referirnos, es la conciencia la que se refiere a algo, a una cosa, a una X, aún cuando se desconozca en un primero momento esa ¨cosa¨. La fenomenología a través del concepto de intencionalidad parece restituir con éxito ese referente idéntico a sí mismo faltante en la lógica de Frege. De este modo el discurso científico encuentra en la conciencia el fundamento que la filosofía buscaba.


   El giro lingüístico


Inspirado en Heidegger, Derrida procede a la deconstrucción del concepto de presencia. Este concepto operaba como garantía de unidad del referente más allá de sus modificaciones sensibles. La presencia como lo que se presenta. Derrida establece que el presente no coincide consigo mismo, no hay identidad sino diferencia porque el presente difiere de sí. La conciencia es una ilusión porque al ser conciencia de algo, de una cosa presente, es por consecuencia una ilusión.

Al deconstruir el concepto de presencia, de ese ser uno, verdadero y bueno, Derrida inicia la crítica de lo que llama de la ¨onto-teo-logía¨:
·      
              Logos: discurso
·        
      Onto: ente

·        Theos: Bien-modelo platónico-Dios medieval-Hombre moderno

La clave de la deconstrucción de Derrida se sustenta en la lingüística estructural del profesor Saussure. Para quien un signo lingüístico es una entidad biplánica compuesta de un significante y un significado. En relación con la verdad, lo que define una expresión no serían sus condiciones de verdad sino la aceptación dentro de una lengua determinada por los habitantes del lenguaje comunitario que orientan nuestra interpretación de los hechos.

Otra diferencia establecida por Saussure la constituyen:

·        Eje pragmático: propio de las sustituciones
·        
      Eje sintagmático: propio de las sucesiones

Para ilustrar esta segunda diferencia tomamos un ejemplo del propio Saussure: el significante árbol tiene una significación en la lengua española pero su sentido cambia cuando hablamos de ¨árbol de cerezas¨ y del ¨árbol genealógico¨. El sentido se modifica de acuerdo con el sintagma o con la sucesión discursiva. De modo que aún al interior de una misma lengua o cultura, los términos tienen significaciones y sentidos diferentes. Sustitución y sucesión van a convertirse en el discurso de Derrida en dos formas de diferencia.

El elemento presente difiere de sí, ya Saussure definía la lengua como ¨un sistema de diferencias sin términos positivos¨. La identidad aparente del signo es una diferencia real, a su vez el sentido de ese signo va a depender de la sucesión discursiva en la cual se inscriba, tanto del pesado de esa sucesión como de su futuro. El sentido se ve siempre diferido, es decir el sentido de cada término queda siempre suspendido.

Conclusiones parciales:

Primera consecuencia: El significado de un significante no es un referente( ¨la cosa misma¨) sino otro significante.

Segunda consecuencia: Si las palabras no re-presentan lo que ya estaba presente, entonces no podemos establecer una distinción precisa entre el discurso unívoco de la ciencia y el discurso equívoco de la ficción. No podemos hablar de un lenguaje figurado y otro literal.

Tercera consecuencia: ¨No hay hechos, sólo interpretaciones¨. Lo que se traduce en que el significante no remite a un referente sino a otro significante. El discurso es anterior a las cosas.

En síntesis:
·       
       El mundo no es un conjunto de cosas que primero se presentan y luego es nombrado por el lenguaje. Es una interpretación cultural y como tal poética o metafórica
·       
       ¨El mundo se vuelve fábula¨. Es decir algo que se cuenta y que no existe sino en el relato
·       
      Rorty sostiene que los filósofos y los científicos son poetas que se ignoran como tales, es decir son   intérpretes

·   Vattimo: La primacía de la interpretación por sobre los hechos caracteriza a la tradición ¨hermenéutica¨, de la filosofía que se identifica con el nihilismo en tanto no hay algo fuera del lenguaje o interpretación


 Discurso Racional y perspectiva hermenéutica


·        Discurso racional: Desde la perspectiva iluminista, era aquel en que el orden y conexión de las ideas es idéntico al orden y la conexión de las cosas(ciencia)

·        Perspectiva hermenéutica: Nunca conocemos las cosas tal cual es fuera de los discursos que hablan acerca de ella y que a su vez crean y construyen

¿Qué conocemos? Desde la perspectiva hermenéutica, una interpretación  o una creación de los hechos. Nuestra versión resulta a su vez una versión de esa versión. ¿Cuándo un enunciado es verdadero? Es verdadero cuando una interpretación coincide con otra interpretación previa. Así, Rorty sostiene que las proposiciones son elementos de los lenguajes humanos, donde no hay proposiciones no hay verdad y los lenguajes humanos son creaciones humanas. La frase de Nietzsche ¨Dios ha muerto¨ expresa que nada hay fuera de las interpretaciones. Porque Dios era el fundamento del discurso racional, esa unidad verdadera y buena, la aparición de la cosa sin atributo, anterior a cualquier juicio acerca de ella.

Desde el punto de vista científico un hecho no prueba nada porque depende de una interpretación. Así, la filosofía y la ciencia se convierten en variantes de la retórica al renunciar a la idea de una verdad objetiva o de un discurso racional. En este sentido la lingüística y la teoría literaria, entendidas como análisis retórico, comienzan a ocupar un lugar central en el debate intelectual a partir de los 60. Tanto Derrida como Rorty leen un discurso filosófico por ejemplo del mismo modo que interpretan un texto literario.

La objeción a la metafísica realizada desde los seguidores del ¨giro lingüístico¨ a los defensores de la verdad objetiva o la razón iluminista es que sabemos porque formamos parte de una cultura, una lengua en la que cada una de las cosas tienen para nosotros una o varias significaciones.  En oposición a la ciencia positiva o la razón iluminista para quienes habitamos la naturaleza, la hermenéutica en cambio sostiene que vivimos en un ¨mundo¨. El mundo es un conjunto de significaciones, de saberes, valores, de gustos, de certezas, un pre-interpretación o una pre-comprensión. Habitamos un mundo, un lenguaje, una cultura.


La hermenéutica como filosofía de la finitud


El sujeto, para los filósofos del giro lingüístico, es portador de un lenguaje histórico y finito que hace posible y condiciona a su vez el conocimiento a sí mismo y al mundo, en oposición al sujeto autónomo de la modernidad. Por ello Derrida sostienen que es la lengua la que domina a sus hablantes. La lengua nos da su palabra de dos maneras diferentes y correlativas:

  • Un sistema significante: a partir del cual comprendemos el mundo
  • Nos propone confiar en él: sólo nos queda creer en las palabras dadas, en su herencia y su promesa
El lenguaje no es el fundamento como Dios o el Hombre de la ilustración, el lenguaje no es Uno, es múltiple, y crea por consiguiente diversos mundos, cada uno con sus seres, acontecimientos y hechos. Cada uno habita un mundo pero ya no hay, como se suponía, un solo mundo. Sin embargo es posible ¨trascender¨ la finitud por medio de la tradición. La tradición es un modo de eludir la muerte, de vencer la finitud dentro de una comunidad que ya no se define política sino cultural o étnica.

El concepto de finitud trastoca un aspecto esencial de la filosofía que iba de Platón a Descartes y de este al propio Frege: la diferencia entre Doxa y Episteme. Es decir entre ¨opinión¨ y ¨ciencia¨, entre ¨pre-juicio¨ y ¨conocimiento des-prejuiciado¨. Para esta tradición filosófica los enunciados verdaderos sobre las cosas implica verlos o pensarlas como son y no como creemos o imaginamos que son de acuerdo a las habladurías de una época o una comunidad. Esto implica sustraerse a las interpretaciones culturales o históricas y observar las cosas con una mirada a-temporal e in-finita. La razón iluminista resulta incompatible con la finitud histórica de los seres humanos y por esto, puede ocupar el lugar de Dios.

Este modo de razonamiento constituye una ilusión más de la metafísica. El pre-juicio de la metafísica fue pensar que un pensamiento sin-prejuicios era posible para el hombre, lo que subyace a este razonamiento es la idea de una filosofía como espejo de la naturaleza.

Para la hermenéutica un enunciado es verdadero cuando resulta conforme establecida, aceptada, instituida dentro de una comunidad de pertenencia. Un enunciado verdadero no dice lo que una cosa es, sino que se presupone dentro de una cultura particular.


Los juegos del lenguaje


Entre principios de finales de los 70´, la teoría de Wittgenstein de los ¨juegos del lenguaje¨ va a tener sus adeptos en la europa continental, de los cuales el alemán J. Habermas y el francés F. Lyotard  son sólo dos ejemplos de esta tendencia. Pero también fuera de europa, podemos mencionar por ejemplo a R. Rorty y a P. Watzlawick.

Wittgenstein consideraba que la significación de un término se identificaba con su uso. Lo importante es lo que los hablantes hacen con el término que utilizan. En este aspecto la lógica de Wittgenstein puede considerarse pragmática. Por ejemplo:

  • Lassie es una perra
  • Eres una perra
En el primer caso el uso del término ¨perra¨ se usa para informar, en el segundo para insultar.  Así, informar, insultar, declarar, prometer, interrogar, etc., son diversos modos de hacer cosas con palabras.

Por ello la validez de un enunciado depende de que todos los participantes acepten jugar, actuar y reconozcan en consecuencia las reglas del juego establecidas. De ahí que tanto Habermas como Lyotard hablen de un contrato, explícito o no, entre los jugadores. El ¨lazo social¨ se identifica con estas reglas: a cada institución le corresponde un juego de lenguaje preciso del cual participa un conjunto de individuos.

Dos consecuencias de los juegos de lenguaje:

  • Los juegos son autónomos y heterogéneos
  • El sujeto no tiene identidad anterior al papel que protagoniza en un determinado juego de lenguaje
Estas condiciones no son metafísicas, sino, siguiendo a Habermas, ¨comunicativas¨ o ¨lúdicas¨; reglas a las cuales responde ese juego de lenguaje llamado ciencia por ejemplo. Un enunciado no es científico porque diga algo verdadero acerca de un estado de cosas, lo es porque respeta ciertas reglas de juego. El principio lógico es sustituido por un principio retórico. Se trata de convencer a los destinatarios de la validez de un enunciado, y para que éstos lo acepten, el destinador debe respetar ciertas reglas de juego de la ciencia.

 El problema de la verdad hermenéutica


Nuevamente se plantea el problema de la verdad, pero en esta ocasión al interior de las filosofías hermenéuticas. Los hermeneutas sostienen que  la verdad es posible gracias a la apertura originaria al ¨mundo de la vida¨, mundo que Habermas concibe como ese ¨entendimiento¨ preestablecido en una capa profunda de evidencias, de certezas, de realidades que jamás son cuestionadas. Habermas ofrece más bien una interpretación pragmática de ese ¨mundo de la vida¨, los presupuestos a este ¨mundo¨ son las propias reglas de los juegos de lenguaje y ciertos enunciados acerca de los cuales ¨todo el mundo¨ está de acuerdo que valen en consecuencia como regla.

Lyotard, se diferencia de Habermas. Él propone en ¨La condición posmoderna¨ una legitimación de la ciencia que no está basada en el consenso sino en la ¨paralogía¨. Lo cual implica buscar las inconsistencias o los puntos ciegos de cualquier sistema. Así, la verdad no implica conformidad con el consenso establecido, sino a la inversa, su crítica o cuestionamiento. Las revoluciones científicas resultan inesperadas incluso par los propios ¨revolucionarios¨.

La teoría de legitimidad por paralogía sostenida por Lyotard(verdad=revolución) coincide, en un primer momento, con la propuesta de Rorty, para quien la ¨verdad¨ comienza con la creación de una nueva redescripción. Sólo que para Lyotard no hace falta que esa creación resulte legitimada por el consenso o que sea aceptada por el ¨nosotros¨, basta que abra un nuevo campo de investigación para que tenga legitimidad como tal. En síntesis:

  • Habermas-verdad-entendimiento preestablecido-aspecto consensual
  • Lyotard-verdad-revolución-paralogía
  • Rorty-verdad-redescripción-aspecto consensual
Este constituye un punto decisivo en la discusión de las filosofías de fines de siglo y comienzo de esté siglo. El problema del planteo de Lyotard es identificar la verdad con la revolución: ésta serviría para legitimar cualquier revolución como portadora de una verdad? Mientras que Habermas y Rorty insisten en su aspecto consensual o comunicativo de la verdad para no caer en la dualidad entre Doxa y Episteme, verdad y opinión y evitar conjurar los peligros de un gobierno que ya no se apoye en el consenso sino en la verdad revolucionaria e instale una nueva ortodoxia. Platón en la República se basaba en la noción de Episteme para reprimir a los sofistas, maestros de los juegos del lenguaje y retórica, quienes no buscaban encontrar la verdad sino persuadir a sus conciudadanos, sosteniéndose en sus opiniones y sus creencias ancestrales. Por lo visto el problema es de larga data y esta lejos de haber cerrado.