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El Dualismo Cartesiano y la Naturaleza Humana: Un Análisis del Cambio de Paradigma en la Filosofía de Descartes

Problemas no resuelto

Descubre el viaje filosófico de Descartes: Dualismo, cogito ergo sum y el dilema mente-cuerpo en una representación visual. Ideal para entusiastas de la filosofía y el pensamiento moderno



Lo más difícil para todo individuo es lograr asimilar satisfactoriamente algún cambio de paradigma que logre experimentar, dicho de otro modo, lograr comprender la forma cómo algo que se considera verdadero deja de serlo, estando al borde de los principios cognitivos, reflexionar sobre los modos en que el pensamiento ha configurado la realidad subjetiva y, consecuentemente, establece una configuración de la realidad estable. Es propósito principal de este escrito es analizar la filosofía y visión de Descartes frente a la naturaleza humana y como, consecuentemente, le da un orden a todo lo que se encuentra fuera del ser humano, la doble naturaleza que se intenta explicar da evidencia y ayuda a entender el método de las estructuras de los fenómenos que se han constituidos de un modo "inalterable", dudoso, cuestionable. Como lograr sostener castillos en el aire cuando ni siquiera se reconocen las bases en que el castillo fue construido. 

René Descartes ha sido uno de los filósofos más importante que ha existido y, sin duda, el más famoso de Francia, su visión de lo que acaece en el mundo puso en jaque la forma que se consideraba al mundo como tal, su perspectiva dio inicio a la modernidad, pero aun no existía la madurez necesaria para poder desembarazarse totalmente del peso que traía la escolástica. Queriendo despejar una maraña con una mirada hacia el futuro, sin poder quitar sus pies en el peso de lo antiguo, solo a través de esta visión que se estaba generando en el pensar fue por el cual su propio pensamiento se siente influenciado, en el momento que estaba terminando de redactar su manuscrito "El Mundo", en el que procuraba explicar los fenómenos naturales por medio de las leyes establecidas de Dios, ya por terminar este manuscrito, en Noviembre de 1633, recibe la noticia de que Galileo fue condenado en Roma por su afirmación del movimiento de la Tierra[1], lo que genera una transformación radical en las consideraciones que tenia, dejando de lado su manuscrito, luego de 4 años sale a la luz, de forma anónima, El Discurso del Método, con la que comenzó a estructurar su filosofía.

El camino que decide tomar Descartes es la búsqueda de enunciados que sean verdaderos, de algún tipo de verdad que sea absolutamente incuestionable, encontrar al menos una proposición que no se puede cuestionar, "algo" por mínima que sea, que no se pudiera poner en duda, por esta razón, es necesario para él quitarse todo la carga que limitaba su búsqueda. Decide, por lo tanto, dejar de lado todo aquello que se pudiera poner en duda; "Pensaba que era necesario hacer todo lo contrario y rechazar como absolutamente falso todo aquello en lo que pudiera imaginar la menor duda para ver si después de esto quedaba algo en mi creencia que fuera enteramente indudable"[2], de la cual deduce que no es posible adquirir un conocimiento indudable por medio de un acceso que se puede dudar, para poder avanzar en su búsqueda fue menesteroso tener un punto de referencia (como lo pedía Arquímedes).

Con la seguridad de que en cada momento, y por toda su vida, no ha experimentado nada más que engaños, pero que en aquel punto logra asimilar, comprende, de esta manera, que inclusive la seguridad de que su cuerpo "es" no lo es más que como una derivación y que, consecuentemente, puede dudar. Asimismo, es capaz de reconocer la posibilidad de la existencia de un ser que tenga la única intención de mantener el engaño en las personas que solo pueden limitar sus conocimiento por medio de un acceso sensible, o tal vez son las mismas personas que se autoengañan. Este pensamiento, este proceso que va construyendo se va mutando en la base de su filosofía, al momento de dudar sobre los conocimientos que ha adquirido por medio de su corporeidad, asume que no puede dudar de su pensamiento, solo a posteriori de esta comprensión es capaz de sintetizar una verdad que es indudable; "De modo que después de haber pensado bien, y de haber examinado cuidadosamente todo, hay que concluir y tener por establecido que esta proposición: yo soy, yo existo, es necesariamente verdadera siempre que la pronuncio o que la concibo en mi espíritu"[3], por lo tanto, la existencia se puede asumir solo posteriormente de reconocer que soy, Cogito. Tanto Cogito como Sum son independientes, y como lo expone William ambas son incorregibles y autoverificables[4] esto quiere decir que cada una son verdaderas; "El Investigador Puro tendrá una creencia verdadera o cierta sólo cuando afirme algo, por ejemplo que está pensando y aquí la propiedad autoverificadora del "cogito" en tanto que aseverada le lleva inevitablemente a una creencia verdadera"[5]. Lo que ambas producen es una tautología que permiten en todos los casos que sea verdadera, así poder reafirmar la teoría del cogito.

Formulando (y estableciendo) una consecuencia lógica, puesto que no se entiende completamente lo que "es" este ser, o dicho de otra manera, el modo y lugar en que se manifiesta el cogito, consecuentemente; "El cogito estableció la existencia, el acto de ser. Cogito es la verdad del ser, de la raíz misma de la entidad. La raíz de la entidad, el ser mismo, se manifiesta en el cogito, pero la estructura interna del ente que es, queda todavía indeterminada. Son momentos distintos el del cogito y aquél al que responde la res cogitans, el de la existencia, del ser en tanto ser y el de la sustancia de la esencia. Momentos deferentes y sucesivos tal que el uno - res cogitans - se funda en el otro - Cogito"[6]. La res cogitans (como una "cosa" que piensa), pero que está en relación con lo corpóreo, con aquello que es dudable, y que no le entrego ningún conocimiento verdadero, sino mas que la misma Duda.

Esta relación entre la res cogitans y la res extensa; esta ultima corresponde a las cosas de la naturaleza sensible y su extensión; "la figura de las cosas extensas, su cantidad o magnitud, y su número; como también el lugar donde están, el tiempo que mide su duración y otras semejanzas"[7], dejando de lado todo Hilemorfismo Aristotélico, esta dualidad es la naturaleza intrínseca del ser humano que le permite reconocer todo acaecimiento que surge en el entorno en el que se encuentra, esta dualidad mente-cuerpo configura la forma por la cual Descartes desarrolla su entendimiento de lo que podemos conocer, ambas con una naturaleza diferente permite al ser humano tener una comprensión mejor y más fidedigna de lo real, de lo que le es licito lograr conocer; "Descartes fundamente su ontología en la oposición entre lo indivisible, que expresa la esencia propia del pensamiento, y lo divisible, que expresa la esencia de la extensión. Esta es la gran diferencia que establece Descartes entre espíritu y cuerpo, que el cuerpo es siempre divisible por naturaleza, y el espíritu es enteramente indivisible"[8].

La Distinción Real entre estos conceptos, que configuran la "Dualidad Cartesiana", se debe entender en primera instancia como dos substancias, las cuales son completamente diferentes, se entrelazan para que, ambas, configuren la naturaleza mas única del ser humano. Aunque en la segunda meditación Descartes expone la diferencia entre ambas de forma negativa, exponiendo precisamente lo que no es, una forma indirecta que utiliza para facilitar la comprensión por medio de un recurso lingüístico; "Yo no soy esa reunión de miembros que se llama cuerpo humano; no soy un aire tenue y penetrante difundido por todos estos miembros; no soy un viento, un soplo, un vapor, ni nada de cuanto puedo figurar e imaginar, ya que he supuesto que todo eso no era nada y que, sin alterar esta suposición, hallo que no dejo de estar cierto de que soy alguna cosa"[9], pero la Distinción Real como lo expone Williams[10] entre Alma y Cuerpo se encuentra en la sexta meditación, donde se entiende una mejor definición de lo que es cuerpo, como una extensión, una maduración clara del pensamiento cartesiano y que, adicionalmente, se transforma en el puente hacia Dios, además, de plasmar una dualismo radical del que se es precisamente caracterizado la filosofía cartesiana: "Y aun cuando tengo un cuerpo al cual estrechamente unido, como por una parte poseo una clara y distinta idea de mi mismo, en tanto soy solamente una cosa que piensa y carece de extensión, y por otra tengo una idea distinta del cuerpo en tanto es solamente una cosa extensa y que no piensa - es evidente que yo, mi alma, por la cual soy lo que soy, es completa y verdaderamente distinta de mi cuerpo y puedo ser o existir sin él"[11], el puente y la comprensión de la Distinción Real es solo posible, a posteriori, de demostrar la existencia de Dios, en el que cae en el famoso Circulo Cartesiano, argumento que debilita el peso y fuerza de los argumentos cartesianos.

La Distinción Real que se desarrolla en sexta meditación permite el traspaso de una claridad subjetiva a una distinción objetiva, en el primer paso de aceptar la evidencia de no tener posibilidad alguna para conseguir un conocimiento verdadero por medio de un acceso sensible permitiendo una primera certeza que es el subjetivismo, y el paso hacia lo que es la objetividad es el poder conseguir una idea clara y distinta. Solo por medio de la voluntad de Dios se posibilita la existencia de una certeza objetiva, de una idea que no se pueda poner en duda, y solo de esta manera realmente se abre un camino hacia un conocimiento indudable, un camino que es permitido solo cuando se logra reconocer la distinción en la dualidad propia del ser humano, en el que es distinto a su cuerpo, que en realidad ni si quiera puede asevera que éste lo sea, sino mas bien sabe que puede dudar, pero no dudar que, realmente, esta dudando, dicho de forma más precisa es "no - idéntica"[12], no es son cosas opuestas, sino mas bien, son completamente contradictorias, al entender esto, se posibilita el entendimiento real de lo que es la naturaleza humana, es la unión de dos naturalezas separadas, dos substancias que forman una entidad.

El Dualismo Radical Cartesiano aunque muestra un quiebre y dio paso a una metodología para poder entender los acaecimientos del mundo que se encuentra frente a nuestros sentidos, radicalizando el pensamiento a su nivel más extremo, dejándolo como la única forma de poder acceder a un conocimiento indudable, pero que produjo ciertas respuestas en su contra. La escuela conductista, así como el extremo racional que uso Descartes dejó de lado todo proceso mental, negando completamente todo mentalismo; "Los conductistas mantienen que cuando atribuimos estados o acaecimientos mentales a las personas, lo que realmente producimos son enunciados indirectos sobre su comportamiento corporal o hipotético"[13], la forma en que el conductismo quiso entender la conducta humana fue excluyendo cualquier comprensión de lo que sucede en el mundo interno del individuo para generar un conducta "x" esperada por medio de estímulos arbitrariamente determinados, consecuencias que se pueden seguir como una pauta de estudio, pero algo que el conductista no puede medir son las intensiones subjetivistas del individuo.

Un camino intermedio fue tomado por Ludwig Wittgenstein, quien estableció que en el momento en el que pensamos de forma intima y personal lo hacemos menesterosamente desde un leguaje absolutamente público y culturizado (ya condicionado), de igual manera debe ser asimilado por el individuo para que solo por medio de esta forma sea posible expresar lo que sucede en su mente, como lo dice en su tractatus §5.6: "los limites de mi lenguaje son los limites de mi mundo", esto es comprensible con el análisis del "dolor", puesto que aunque tenga la experiencia de lo que es el dolor y padezca de dolor no sé que es dolor sin entender el concepto de "dolor", o dicho de otra forma, aunque antes de Newton muchas cosas se pudieron haber caído, ninguna de estas se cayeron por la gravedad, solo posterior de la construcción del concepto como tal de "gravedad" se abre la posibilidad de tener la experiencia de gravedad subjetiva y objetiva .

De igual manera la corriente materialista se aleja de forma incuestionable, ya que se necesita entender aquellos fenómenos que fueran mesurables, pero lo que sucede en la mente se escapa de aquello, Searle explica que la conciencia es un fenómeno que sucede en el cerebro, o dicho con mayor precisión es una cualidad del cerebro[14], una forma extrema y radical de esta postura es la hecha por J. P. Changeux en el que el ser humano solamente es un ser que es por qué sucede neuronalmente: "La experiencia consiente de cada persona permanece como la entidad esencial que es valorada como humana y requiere, como otras actividades humanas, la presencia del cerebro, entendida no precisamente como un objeto visible o tangible, sino como un sistema activo, como una organización definida, que inicia y dirige las diferentes acciones humanas"[15].

Luego de exponer tanto la base del argumento cartesiano en el que se explica la naturaleza del ser humano y, posteriormente, sintetizar las principales ideas que contradicen la dualidad cartesiana, es posible comprender la problemática cartesiana en el momento en el que, primeramente, fue realizada, y analizada bajo la lupa de las consideraciones actuales en que se analiza el conocimiento como tal. Entendiendo que las observaciones realizadas por Descartes fueron condicionadas por un momento histórico especifico o como lo expone Young "La filosofía de Descartes constituye un compromiso histórico, donde las exigencias de la explicación científica produce una definición de la materia, y las exigencias de la iglesia y de la moral, una definición del pensamiento. Y, sin embargo, ambos fueron compatibles"[16], esta compatibilidad es la definición mas precisa que se debe entender para producir un entendimiento acabado de cómo la filosofía cartesiana es constituida, depende de cómo aun tiene un peso que no es capaz de quitarse, no logra avanzar lo suficiente para comprender que su análisis es un punto primordial de cambio en la aceptación del ser humano como un individuo.  

La capacidad que se tiene hoy en día, una visión absolutamente diferente a la que tuvo Descartes en su momento permite comprender lo que acaece con una perspectiva radicalmente más independiente, aunque no se es posible permitir un abandono absoluto al pensamiento cartesiano por que por medio de esta comprensión del cogito permite mantener en tela de juicio todo lo que recibimos, con la esperanza de que el conocimiento como tal, el progreso mismo del conocimiento avanza por la incapacidad de no dejar la duda vigente en el pensamiento del ser humano, el conocimiento crece como si fuera los numero Fibonacci, crece de una manera limitada, pues, manteniendo la idea de Wittgenstein, la aceptación de la realidad que me acaece esta en directa proporción al lenguaje que puedo asimilar.

El dualismo cartesiano es el primer paso moderno que fue dado para entender la naturaleza del ser humano, una doble naturaleza que configura un ser único, donde la razón mas radical es el punto que define al ser humano, ya que, como se ha expuesto de sobre manera, según Descartes, todo lo demás se podría dudar, la postura cartesiana habilito y permitió cambiar la forma de pensar estancada, abrió el camino para considerar nuevas perspectivas filosóficas que no deja del todo la corporeidad, aunque jerarquizada. Aunque se demuestra que el dualismo radical expuesto limita excesivamente una comprensión acabada tanto del ser humano como de lo extenso permite avanzar hacia un punto mucho más verdadero, con ayuda de la razón nos permitimos comprender el mundo, para, de esta manera, entender la capacidad humana que tiene para entender el mundo que tiene delante.

Finalmente, el primer paso para entender la capacidad que tiene el ser humano de conocer el humano está limitado de reconocerse a sí mismo como un ser que tiene la capacidad de identificarse a sí mismo como un ser. Ya que como dicen los funcionalistas "los seres humanos son criaturas de carne y hueso con ciertas habilidades que constituyen sus mentes. No hay nada en la naturaleza de la mente humana que entrañe que ésta no pudiera encamarse, o más bien materializarse. Más aun, incluso en el caso de humanos de carne y hueso, no hay nada en la naturaleza de nuestra mente que nos demuestre que no somos artefactos extremadamente debilites"[17].

¿Y si siguiéramos la fantasía de Kenny para pensar como mayor fuerza sobre las características mas exclusivas de que se trata ser un ser humano?













Bibliografía:
- Anthony Kenny. (2000). El Mito de Descartes. En La metafísica de la mente. España: Paidos.
- Bernard Williams. (1996). Descartes, el proyecto de la investigación pura. Madrid: Cátedra, Colección Teorema.
- David Papineau. (2009). II, Mente y Cuerpo. En Filosofía. Barcelona: Blume.
- René Descartes. (2010). Meditaciones Metafísicas. México: Editorial Porrúa.
-René Descartes. (1996). Meditaciones Metafísicas. Santiago de Chile: Editorial Universitaria.
- René Descartes. (1999). Discurso del Método. Bogotá: Panamericana Editorial.
- Jesús Martínez Velasco. (1996). El problema mente-cerebro: sus orígenes cartesianos. Contrastes, 1, 192.




[1] David Papineau. (2009). II, Mente y Cuerpo. En Filosofía (48). Barcelona: Blume.
[2] René Descartes. (1999). Cuarta parte. En Discurso del Método (51). Bogotá: Panamericana Editorial.
[3] René Descartes. (1996). Segunda Meditación, De la Naturaleza del espíritu humano y que es más fácil de conocer que el cuerpo. En Meditaciones Metafísicas (31). Santiago de Chile: Editorial Universitaria.
[4] Bernard Williams. (1996). Cogito y Sum. En Descartes, el proyecto de la investigación pura (93). Madrid: Cátedra, Colección Teorema.
[5] Ibídem p. 94
[6] René Descartes. (1996). Teoría de la Res Cogitans. En Meditaciones Metafísicas (45). Santiago de Chile: Editorial Universitaria, Nota de Juan de Dios Vial Larraín.
[7] René Descartes. (1996). Primera Meditación, De las cosas que se pueden poner en duda. En Meditaciones Metafísicas (19). Santiago de Chile: Editorial Universitaria.
[8] Jesús Martínez Velasco. (1996). El problema mente-cerebro: sus orígenes cartesianos. Contrastes, 1, 192.
[9] René Descartes. (1996). Segunda Meditación, De la Naturaleza del espíritu humano y que es más fácil de conocer que el cuerpo. En Meditaciones Metafísicas (37). Santiago de Chile: Editorial Universitaria.
[10] Ibídem ref. 4, p. 134
[11] René Descartes. (2010). De la existencia de las cosas materiales y de la distinción real entre el ama y el cuerpo del hombre. En Meditaciones Metafísicas (96). México: Editorial Porrúa.
[12] Ibídem ref. 4, p. 145
[13] Anthony Kenny. (2000). El Mito de Descartes. En La metafísica de la mente (31). España: Paidos.
[14] Ibídem ref. 8, p. 201
[15] Ibídem ref. 8, p. 203
[16] Ibídem, ref. 8, p. 204
[17] Ibídem, ref. 13, p. 45

Potencia de la razón: Control de afectos y libertad del alma - Spinoza

PARTE QUINTA: DEL PODER DEL ENTENDIMIENTO O DE LA LIBERTAD HUMANA PREFACIO 

Imagen de una glándula pineal suspendida en el cerebro, interactuando con los espíritus animales.


Paso, por fin, a esta última Parte de la Ética, que trata de la manera de alcanzar la libertad, es decir, del camino para llegar a ella. En esta Parte me ocuparé, pues, de la potencia de la razón, mostrando qué es lo que ella puede contra los afectos, y, a continuación, qué es la libertad del alma, o sea la felicidad; por todo ello, veremos cuánto más poderoso es el sabio que el ignaro. 

De qué manera y por qué método deba perfeccionarse el entendimiento, y mediante qué arte ha de cuidarse el cuerpo a fin de que pueda cumplir rectamente sus funciones, son cuestiones que no pertenecen a este lugar; lo último concierne a la Medicina, y lo primero, a la Lógica. Aquí trataré, como he dicho, solamente de la potencia del alma, o sea, de la razón, y mostraré ante todo la magnitud y características de su imperio sobre los afectos, en orden a regirlos y reprimirlos. Ya hemos dicho más arriba que, desde luego, no tenemos un absoluto imperio sobre ellos. Sin embargo, los estoicos creyeron que los afectos dependen absolutamente de nuestra voluntad, y que podemos dominarlos completamente. 

Con todo, ante la voz de la experiencia, ya que no en virtud de sus principios, se vieron obligados a confesar que para reprimir y moderar los afectos se requiere no poco ejercicio y aplicación, y uno de ellos se esforzó por ilustrar dicha cuestión, si mal no recuerdo, con el ejemplo de los dos perros, uno doméstico y otro de caza: el repetido ejercicio acabó por conseguir que el doméstico se habituase a cazar y el de caza dejase de perseguir liebres. 

Dicha opinión está muy próxima a la de Descartes. Pues admite que el ánima o el alma está unida principalmente a cierta parte del cerebro, a saber, la llamada glándula pineal, por cuyo medio el alma percibe todos los movimientos que se suscitan en el cuerpo, así como los objetos exteriores, pudiendo el alma moverla de diversas maneras, con solo quererlo. Sostiene que dicha glándula se halla suspendida en medio del cerebro, de tal modo que puede ser movida por el más pequeño movimiento de los espíritus animales. Sostiene, además, que esa glándula, suspendida en medio del cerebro, adopta tantas posiciones distintas cuantas maneras de chocar tienen con ella los espíritus animales; y que se imprimen en ella tantos vestigios distintos cuantos son los distintos objetos exteriores que empujan contra ella a esos mismos espíritus animales; de donde proviene que, si posteriormente la glándula, por la voluntad del ánima que la mueve de diversas maneras, resulta estar suspendida de un modo que los espíritus animales agitados en una u otra forma ya le habían hecho adoptar con anterioridad, entonces esa misma glándula impulsará y determinará a los espíritus animales del mismo modo que lo había hecho cuando su manera de estar suspendida era la misma. Sostiene, además, que toda volición del alma está unida por naturaleza a cierto movimiento de la glándula. Por ejemplo, si alguien quiere mirar un objeto lejano, esa volición hará que la pupila se dilate, pero si solo piensa en la dilatación de la pupila, quererla no le será de ninguna utilidad, porque la naturaleza no ha unido el movimiento de la glándula —que sirve para impulsar los espíritus animales hacia el nervio óptico de manera que dilaten o contraigan la pupila— con la volición de contraerla o dilatarla, sino solo con la volición de mirar objetos lejanos o próximos. Finalmente, sostiene que, aunque cada movimiento de esta glándula parezca estar conectado por la naturaleza, desde el comienzo de nuestra vida, a uno solo de nuestros pensamientos, puede unirse mediante el hábito, sin embargo, a otros, lo cual se esfuerza en probar en el artículo 50 de la Parte I de Las pasiones del alma. 

Concluye de ello que ninguna alma es tan débil que no pueda, bien dirigida, adquirir un absoluto poder sobre sus pasiones. Pues estas, tal como él las define, son percepciones, sentimientos o emociones del ánima, que se refieren especialmente a ella, y que (nótese bien) son producidas, mantenidas y robustecidas por algún movimiento de los espíritus (ver artículo 27 de la Parte I de Las pasiones del alma). Ahora bien, supuesto que a una volición cualquiera podemos unir un movimiento cualquiera de la glándula y, consiguientemente, de los espíritus animales, y que la determinación de la voluntad depende de nuestra sola potestad, entonces, si determinamos nuestra voluntad mediante juicios ciertos y firmes conformes a los cuales queremos dirigir las acciones de nuestra vida, y unimos a tales juicios los movimientos de las pasiones que queremos tener, adquiriremos un imperio absoluto sobre nuestras pasiones. Tales son las opiniones de este preclarísimo varón (según puedo conjeturarlas por sus palabras), y difícilmente hubiera podido creer que provenían de un hombre tan eminente, si no fuesen tan ingeniosas. 

Verdaderamente, no puedo dejar de asombrarme de que un filósofo que había decidido firmemente no deducir nada sino de principios evidentes por sí, ni afirmar nada que no percibiese clara y distintamente, y que había censurado tantas veces a los escolásticos el que hubieran querido explicar cosas oscuras mediante cualidades ocultas, parta de una hipótesis más oculta que cualquier cualidad oculta. Pues ¿qué entiende, me pregunto, por «unión» de alma y cuerpo? ¿Qué concepto claro y distinto, quiero decir, tiene de la íntima unión de un pensamiento y una pequeña porción de cantidad? Quisiera, ciertamente, que hubiese explicado dicha unión por su causa próxima. Pero había concebido el alma como algo tan distinto del cuerpo, que no pudo asignar ninguna causa singular ni a esa unión ni al alma misma, y le fue necesario recurrir a la causa del universo entero, es decir, a Dios. 

Me gustaría mucho saber, además, cuántos grados de movimiento puede el alma comunicar a dicha glándula pineal, y con cuánta fuerza puede tenerla suspendida. Pues no sé si esa glándula es sacudida más lenta o más rápidamente por el alma que por los espíritus animales, ni si los movimientos de las pasiones que hemos unido íntimamente a juicios firmes no pueden ser separados otra vez de ellos por obra de causas corpóreas; de ello se seguiría que, aunque el alma se hubiera propuesto firmemente ir al encuentro de los peligros, y hubiera unido a tal decisión movimientos de audacia, al ver el peligro, sin embargo, la glándula estuviera suspendida de manera que el alma no pudiese pensar sino en la huida. Y, ciertamente, como no hay ninguna proporción entre la voluntad y el movimiento, no puede haber tampoco comparación entre la potencia o fuerza del alma y la del cuerpo, y, por consiguiente, las fuerzas de este nunca pueden estar determinadas por las fuerzas de aquella. Añádase a esto que dicha glándula tampoco se encuentra en medio del cerebro dispuesta de manera que pueda ser movida con tanta facilidad y de tantos modos, y que no todos los nervios se prolongan hasta las cavidades del cerebro. Por último, omito todo lo que afirma acerca de la voluntad y de la libertad de esta, ya que he mostrado sobradamente que es falso. Así, pues, dado que la potencia del alma, como más arriba he mostrado, se define por la sola capacidad de conocer, los remedios contra los afectos —remedios que todos conocen por experiencia, pero que, según creo, no observan cuidadosamente ni comprenden con distinción— los determinaremos por el solo conocimiento del alma, y de dicho conocimiento deduciremos todo lo que concierne a su felicidad.

 AXIOMAS DE LA PARTE 5.

I. —Si en un mismo sujeto son suscitadas dos acciones contrarias, deberá necesariamente producirse un cambio, en ambas o en una sola de ellas, hasta que dejen de ser contrarias. 

II. — La potencia de un efecto se define por la potencia de su causa, en la medida en que su esencia se explica o define por la esencia de su causa. Este Axioma es evidente por la Proposición 7 de la Parte III

Pienso luego existo, o Descartes nunca existió.

Descartes no existe imagen



¿Saben ustedes que Descartes no existió?, difícil de creer, si, pero verdad (para algunos). No se muy bien donde escuche esta afirmación y lo siento, pero ya no lo recuerdo, solo puedo decir que ahora no puedo imaginar lo contrario. Recuerdo de un problema, de esos problemas que no son problemas, ni estorban, ni nunca pensaste cambiar ni considerar. Este es: ¿puede ser que aún con mi pensamiento yo no exista?, todo el mundo sabe que existo, si o si, por que pienso, es así, ya lo dijo Descartes. Pero disculpen mi incompetencia, puede que no pensase bien. Hay pensamientos que solo circulan del ombligo a la raja del culo, para volver de nuevo a la primera depresión. Y después siguen y siguen de raja en raja, y vuelta de una depresión a otra, eso cada vez huele más peste (habla mi experiencia). Entonces pensé: Descartes se quedó corto, y me interrogué: ¿de que forma un pensamiento puede satisfacer la existencia?, por que hay pensamientos que no satisfacen, solo son en circulo, y vuelven, y no paran. Esos que sacan de los nervios por su inmovilidad. De esto, no puede depender la existencia.

Y Descartes decía: Pienso luego existo, y fue el más seguro principio para su filosofía, el único salvado en la duda radical. Pero, si el problema de pensar no basta para existir, que contenido puede formar el pensamiento para existir: ¿es necesario desear algo?, ¿cómo se forma esa necesidad o gracia de pensamiento?. Por un lado, pensar necesita de un cuerpo que lo sustente, es decir, un útil que como maquina deseante se apropie de placeres y experiencias, y pueda conjugarlas y mezclarlas de su única y propia manera. Así que Descartes afirmó por estas razones la verdad de nuestra existencia. Y por otro lado, el deseo en si es amorfo, como formado de una inconsistencia dispersa, es decir, más bien que deseo hablamos de un placer manifestándose incompletamente, falta algo para que sea placer, otra consistencia, otro lugar y forma.

Se puede decir que el placer es la linea que marca la existencia, y el deseo no es otra cosa que devenir placer, devenir estancado o devenir ágil, pero devenir. Un devenir muerto o vivo, que adopta la forma de placer o muere

Así que no es que existas por que piensas, sino que piensas por que existes, y existes cuando el placer se completa, y deja su estado amorfo. Y por estas razones dicen que Descartes nunca existió.

Spinoza y el Ethos



José Rafael Herrera

@jrherreraucv

..es tan imposible que el vulgo se libere

de la superstición como del miedo

                                              B. Spinoza

“Spinoza es tan fundamental para la filosofía 

moderna que bien puede decirse que quien no

sea spinocista no tiene filofofía alguna”.

                                              G.W.F. Hegel

“El ser que influyó más decisivamente en mí

y que estaba destinado a afectar toda mi manera

de pensar, fue Spinoza”.

                                              W. Goethe


El árbol del conocimiento del bien y del mal, detalle del panel derecho de El jardín de las delicias, c.1500
El árbol del conocimiento del bien y del mal, detalle del panel derecho de El jardín de las delicias, c.1500



Desde la Antigüedad clásica, la filosofía concentró sus esfuerzos en el establecimiento de una firme e inescindible unidad de la verdad, la belleza y el bien. “Dices bella, buena y verdaderamente”, afirma Sócrates de modo continuo en los Diálogos platónicos, para referirse, no sin énfasis, al hecho de que lo verdadero coincide con lo bello y lo bueno, al punto de que alcanzar el saber no es posible sino como resultado de una conquista estética y ética. Ser bueno implica el hecho de haber conquistado lo bello y, a la vez, lo verdadero. Y de igual modo -más allá de la moda, el maquillaje, las prótesis o las refacciones- existe una belleza mucho más delicada y envolvente, más cercana a Eros y Afrodita, una belleza que no caduca -más misteriosa y atrayente que la que vende en el mercado la industria cultural-, que consiste en dar cumplimiento al oráculo de Delfos: “conócete a ti mismo”, porque a medida que más se profundiza en el saber más se acrecienta su atractivo y crece el bien.

No hay mejor confirmación de la 'unidad-distinción' de estos tres elementos orgánicos que el hecho de que mientras mayor sea la ignorancia mayor será tanto la agresividad como la pérdida del sentido estético de las más diversas formaciones sociales. ¿No es, bajo las actuales circunstancias históricas, más fea, más vulgar, de “mal gusto” y mal hablar, esa gruesa parte de la población que, sometida al poderoso influjo de las redes sociales, es arrastrada a las “bajas pasiones”, al odio y al resentimiento social? ¿Existirá alguna relación entre la mal llamada “música de moda”, los lamentables programas de televisión que se transmiten a diario, las redes de información infectadas de mediocridad y superficialidad, el mal uso del lenguaje y los ya habituales crímenes de la semana? ¿Alguien podrá negar, en el caso específico de la Venezuela empobrecida, triste y rota, las vinculaciones existentes entre la cada vez más preocupante ignorancia de la población más joven -los “hijos de la revolución”-, la repugnante representación de “belleza” implantada por el régimen gansteril y la criminalidad campante, o entre los anti-valores impuestos y la acelerada violencia cotidiana? 

En idioma italiano la fealdad lleva el sugerente nombre de “bruttezza” y su acepción incluye, además, lo que ha sido mal hecho, lo fatto male. Tan brutta es la prostitución del cuerpo social como la de su espíritu. Decía Spinoza que “el orden y la conexión de las cosas es idéntico con el orden y la conexión de las ideas”. Pero, y dada la circularidad de la expresión, también se podría argumentar exactamente lo opuesto, cabe decir, la inversión especular de dicha expresión, sobre todo en el ambiente propio de una sociedad que ha sido deliberadamente sometida a un proceso de descomposición: “el desorden y la desconexión de las ideas es idéntico con el desorden y la desconexión de las cosas”. 

Cuando las “ideas” no son ni “claras” ni “distintas”, cuando carecen de “orden y conexión” o, más pura y simplemente, cuando ya no hay ideas adecuadas a las cosas, la realidad se transforma en un auténtico embrollo, en una desgracia que afecta a todo el organismo social y lo conduce a la autodestrucción. De hecho, en estos días que transcurren, no muy distantes están del lenocinio las finanzas y el poder (las “riquezas” y los “honores” a los que se refiere Spinoza en sus Tratados), percibido como algo “natural” y, por ello mismo, como cosa “buena” y hasta envidiable. ¿Qué otra cosa es la corrupción sino la prostitución devenida norma de vida? 

No obstante, históricamente, el “punto de quiebre” de la estrecha conexión de la verdad, la belleza y la bondad, se produjo después del imperio del ricorso de la teología filosofante -con sus “verdades de razón” y sus “verdades de fe”-, de las que deriva la “moral provisional” cartesiana. El conocimiento, según Descartes, es un instrumento -un método- que da cuenta de la certeza del mundo, de la intelección de la existencia material. Su propósito consiste -según el autor del Discurso del Método- en trazar las leyes de interpretación de los fenómenos. La creencia, la fe, la moralidad, en cambio, nada tienen que ver con el ámbito cognoscitivo. Son “cuestiones del corazón”, no de “la razón”. El cartesianismo, de hecho, impuso a la cultura moderna el camino de la “metódica” separación de conocer y creer, de certeza y moralidad. Y en ello, a pesar de las más diversas perspectivas teoréticas, lo siguieron casi todas las cabezas pensantes de su tiempo y muchas otras después, hasta convertirse en la ley que rige el modo de ser y de pensar actuales. Con la excepción de tres agudos pensadores universales, tres auténticos herederos de la cultura clásica antigua: Spinoza, Vico y Hegel.

En el caso de Spinoza, autor del Tratado de la reforma del entendimiento, su propósito consistió en demostrar que sólo se puede conquistar el bien enmendando el modo como los hombres asumen el conocimiento, lo cual sólo es posible superando el modelo propio de la racionalidad instrumental, la cual presupone que la verdad es cosa diversa del bien y que en nada se relaciona con lo bello. Conocer no es una premisa sino un resultado. Y ese resultado culmina en el re-conocimiento, esto es, en una relación que supera las formas abstractas del conocimiento y las comprende -las conserva- en ella, conquistando así el “verdadero bien”.

Son los prejuicios la causa de los grandes conflictos personales, sociales y políticos. Una sociedad sustentada en la instrumentalización del conocimiento es una sociedad mecanicista, desafecta, atiborrada por la confrontación entre los prejuicios que su propia ignorancia genera. Una sociedad en y para la barbarie. Sobre la base de suposiciones, el mecanicismo propio de la razón instrumental acostumbra preguntar cómo se hace, pero no por qué se hace. Suele separar la forma del contenido y, más aún, confundir la forma con el contenido. No basta con la masificación de los centros educativos y su progresiva transformación en fábricas generadoras de instrumentistas, mal llamados “especialistas”. Un ingeniero, un matemático, un odontólogo, un administrador, un computista o un abogado que no han sido integralmente formados, que cuentan con una visión parcial, carente de plena formación cultural, de “Bildung”, termina siendo -probablemente- buenos técnicos en ingeniería, matemática, odontología, administración, computación o derecho. Pero seguirán siendo individuos con carencia de civilidad, que solo en apariencia pueden ser considerados ciudadanos. La gente de bien resulta del cultivo de la educación estética.

El entendimiento tiene que enmendarse a sí mismo. Debe superar su condición formalista e instrumental por la comprensión y el re-conocimiento. Una tarea pendiente para una sociedad desgarrada, inmersa en las miserias del prejuicio y la ausencia de sentido ético y estético. No por caso, la metafísica de Spinoza lleva por título Ethica. Quizá por eso la sociedad que -hasta el sol de hoy- le rinde culto al entendimiento abstracto lo excomulgara y acusara de “ateo”, lo proscribiera y prohibiera sus obras. Pero por esa misma razón, desde la distancia y frente a la crisis actual, Spinoza sigue manteniendo plena vigencia. 


Ética demostrada de Spinoza: Prefacio por Alain - Razón y Espíritu

Prefacio a Ética Demostrada de Spinoza por Émile-Auguste Chartier, conocido como Alain

La filosofía, la razón y la sabiduría como un fuego, con la vida y las ideas como combustible.



La filosofía es, en efecto, una gran cosa; puede hacerse todo lo que se quiera con ella, excepto algo chato. Sucede lo mismo con la Razón y con la Sabiduría, que consisten sobre todo en un fuego cuya eficacia es importante conservar; pues nada se pierde con mayor facilidad que la vida y la fuerza de las ideas.

Comienzo, pues. Es preciso partir de Descartes y llevar esta admirable doctrina hasta Spinoza. Éste es el medio para no caer en la filosofía escolar y para despertar al hombre en el lector. Así pues, dejaos penetrar por el espíritu de las Meditaciones, atendiendo sobre todo a lo que pudo asustar al propio Descartes y devolverlo a las Matemáticas, cien veces más fáciles, donde igual que en la guerra el coraje es suficiente.
 
Consideraré primero la presencia de Dios, tan evidente en las Meditaciones. Imaginad que Descartes se sumerge en un retiro para estar solo, cultivar su propio espíritu y reencontrar el mundo entero y todo el Ser. En primer lugar, Dios, o el Espíritu, es indivisible: lo cual hace que, si descubrimos una parte de Él en nosotros, necesariamente debemos encontrarlo todo; de manera que la actividad de rezar, o de meditar, nos retira de los hombres y de las cosas y nos pone en posesión de nuestra libertad, que es Dios mismo. Semejante conclusión, que Descartes no desarrolló, debía asustarle, como todo lo que brinda al hombre un gran poder.

La posición del rey inspira naturalmente mucha desconfianza. En cada cual está el Espíritu absoluto, el Gran Juez, juez de todos los valores, juez de la opinión, de la majestad, juez de las ceremonias. Un poder semejante invita enérgicamente al hombre a fundar una religión: “¡Vaya -se dice a sí mismo-, otra más!”. Esta reflexión sobre sí fue la que animó a Rousseau, y no podía ser de otro modo. Estoy convencido de que Rousseau nunca pudo olvidar el capítulo de El Contrato social titulado “El derecho del más fuerte”, y de que jamás se lo perdonó. Exactamente, del mismo modo, también la moral de Kant, que hacía inútiles tantos razonamientos metafísicos, dio miedo a esta gran filósofo, que rechazó esta grandeza.

El penetrante ojo de Descartes había percibido todas estas dificultades. Además, aconsejado por Mersenne, el gran jesuita, debió arrepentirse de su puesto de soldado, bastante temible ya por sí mismo, y llegar a la Modestia absoluta de la que he encontrado ejemplos en Lagneau y en Lachelier.

He aquí que ya hemos avanzado bastante en nuestro camino, al conocer gracias a Descartes que el Espíritu es uno. Ahora bien, también Spinoza leyó a Descartes. Bajo el título de Cogitata Metaphysica había presentado a Descartes en proposiciones matemáticas. Pero Spinoza, por su parte, no tenía el menor miedo de su Espíritu y se entregó a él por completo, con la admirable ingenuidad de un lector de la Biblia.

Si leéis la Biblia no podréis evitar pensar que la única religión es ésa, y que ése es el único Dios y la única verdad política. A menudo dije, y lo repito aquí, que quienes han mamado desde pequeños la Biblia tienen una inmensa ventaja sobre sus contemporáneos; saben adorar y despreciar; ello explica la persecución continua que, al separarlos de los hombres, los ha obligado a formar la Humanidad. Y también explica el odio que aún persiste y que sólo puede cesar mediante el desarrollo de la inmensa idea hebraica, un odio que no puede permanecer, que reclama un resultado y una infinidad de Mesías. ¡Cuántos peligros entraña aún esta gloria! Spinoza aceptó este papel de impío y de paria, porque puso en la balanza los placeres de la amistad y los placeres del amor a Dios, y tomó partido por la felicidad, como se observa en la quinta parte de la Ética.

Si habéis leído la Biblia, sabéis que allí está el verdadero Dios y la única religión que se ha conocido; de ahí su desprecio por todas las demás religiones; y de ahí también los odios, como advertí; y ese espantoso aislamiento que se debe a no querer nada, a no amar nada más que el Pensamiento, que nos permite mantenernos en comunicación con Dios. Por eso las piedras lanzadas contra Spinoza vuelven a caer sobre nosotros. Tal es el monasterio moderno. Están claras, pues, las razones para hacerse spinozista; pues también eso está prohibido. El movimiento de mezclarse con el pueblo es el movimiento propio de todo Espíritu. Pero el movimiento de retirarse en uno mismo, de negarse, es aún más fuerte. Tal es la situación de un espíritu moderno ante la Política, tan detestada como inevitable.

Al leer el Tratado político de derecho natural de Spinoza, así como el Tratado teológico-político, encontraréis sin duda todas las condiciones de la República, y sin duda me perdonaréis también que haya considerado a Spinoza como el radical puro. Es asombroso que tanto el jacobino puro como el monje puro se dieran en la persona de Spinoza, tantas veces, y tan en vano, maldita. Queda claro, pues, para qué puede usarse a Spinoza.

No cabe duda que el poder de este resumen tan sabio, que constituye el contenido de la presente pequeña obra, resulta asombroso. Sí, ¿pero qué hay del alma? Encontramos más alma en los perseguidores, en los guerreros, en todos los individuos Gloriosos de la Historia, que en el judío estudioso que, sin embargo, acabará llevando por las calles el letrero que Spinoza llevaba para denunciar a todos los tiranos.

La cuestión está, pues, claramente planteada. Pues hay que preferir la justicia y vengar al inocente. Me resulta imposible no sorprenderme al comprobar cómo la imponente masa de los sacerdotes y de los fieles, en fin, de toda la Iglesia, hace tan a menudo lo contrario y suscribe el esclavismo universal. En alguna ocasión he dicho que la filosofía resultaba muy peligrosa. Por eso ningún hombre fue más refutado que Spinoza. Ningún sistema fue más maldito que ese detestable panteísmo. Falta saber lo que sea tal cosa. Puesto que Dios es uno e indivisible, Dios está presente por todas partes; por lo demás, eso es lo que se enseña. Pero pobre de quien lo enseña. Y el jesuita eterno nos recuerda que no hay que decirlo. Cuando hayáis considerado lo suficiente todas estas contradicciones, que libran una guerra en nuestro interior, entonces copiaréis la Ética de cabo a rabo, puesto que es así como debe empezarse si se quiere sentir esta belleza bíblica, modelo de toda grandeza.

Después de esto, las muy sabias Proposiciones y los muy prudentes Escolios de la Ética os parecerán grandes y bellos versículos de la nueva religión. Convenceos de que la Gran Reconciliación se hará de este modo y de ningún otro; por el culto de la Humanidad recobrada y por lo que debe llamarse el gozoso fanatismo de la Razón. Pensad en el número de hombres indignados al ver que es la sinrazón la que reina. Porque en último término es preciso oponerse a ella. No tenemos derecho a abandonar la Razón y la Justicia. A estos abandonos se debe lo que vemos en el presente.

Así pues, cada vez que regreséis a Spinoza, perdido todo vuestro coraje y sin ver ya nada en él, refugiaos, como Descartes, en ese vasto mundo e interrogad al Espíritu uno e indivisible. Entonces, inevitablemente, recobraréis el espíritu, y las fórmulas spinozistas recuperarán su sentido, tanto si os consagráis a la Política, a la Moral o al placer. Entonces os reencontraréis en la Biblia, ante Jehová y ante una sabiduría tan antigua como el mundo.

Tal es, pues, el sentido del spinozismo, sentido muy positivo y muy fácil de comprender, siempre que estemos persuadidos de encontrarnos en presencia del Espíritu Universal. Esta convicción os hará soportable el pensamiento, y de repente os reconoceréis como hombres, siempre a la luz del axioma: El hombre es un dios para el hombre, que es la clave de la futura República y de la igualdad del 48. He dicho igualdad porque no es posible que el hombre carezca de pasiones y porque todo afecto deja de ser una pasión en cuanto nos formamos una idea adecuada de él. He aquí el secreto de la Paz, que en cualquier caso es la Paz del alma, verdad muy ignorada. Por este motivo aprenderéis a tomar partido por Spinoza, un partido que evitaréis calificar de judío, pero que no por ello lo será menos. Entonces, sin combate, el nazismo, el fascismo y toda suerte de despotismos serán vencidos, y la maldad enteramente impotente, tal como efectivamente es (pues no es nada). Este es el porvenir inminente que encierra este pequeño libro. 

Puedes leer el libro completo aquí.

Descartes y la filosofía de la locura.

Descartes loco


En este texto se discuten aspectos relacionados con la locura como la definición de este fenómeno, su origen y cómo afecta a la experiencia humana. Esta disciplina filosófica se centra en explorar los aspectos de la experiencia humana como la realidad, la percepción y el pensamiento, desde la óptica de aquellos que padecen trastornos mentales. Además, se investigan las concepciones y teorías acerca de la locura formuladas por filósofos y pensadores a lo largo del tiempo. En síntesis, el objetivo de la filosofía de la locura consiste en explorar de manera profunda la comprensión de la mente y la realidad a través del análisis de la locura y sus consecuencias.


Es fundamental estar atento a lo que la locura intenta transmitir.


Las Meditaciones de Descartes de 1641 se inician introduciendo al lector en un profundo mar de dudas e incertidumbre. ¿Cuál es la forma de comprobar la autenticidad de algo? Parece que me encuentro sentada cerca de una hoguera, vestida con mi abrigo de invierno y sosteniendo un papel en mi mano. ¿Pero puedo estar seguro de que no estoy soñando? ¿Puedo tener la certeza de que no hay un ser malévolo que está manipulando mis sentidos visuales y auditivos? En un estado de desamparo por parte de Dios y sintiéndome completamente solo, ¿es siquiera posible tener la certeza de mi propia existencia?

Uno se percatará de que esos pensamientos son similares a los de una persona que está fuera de sí, como aquellos que aseguran estar vestidos con ropas de color púrpura cuando en realidad están desnudos, o que tienen la cabeza hecha de barro, o que son objetos como calabazas o hechos de vidrio. Sin embargo, él resalta que nada podría estar más lejos de la verdad: "Estas personas están totalmente desequilibradas, y sería igualmente absurdo considerar tomar algo de ellos como ejemplo para mí mismo". Puede que se encuentre en un estado ilusorio o siendo manipulado, pero no está loco.

¿Por qué Descartes no contempla la posibilidad de su propia locura, entre todas las posibilidades escandalosas? Según Foucault, Descartes demuestra un distanciamiento fundamental entre la filosofía y la locura (cómo en la locura reflexiba de hamlet), y afirma que la filosofía, al menos en Occidente, ha seguido ese mismo modelo. En la época medieval, las personas consideradas como "locas" tenían su propia interpretación de la realidad para revelar. Poseían la habilidad de compartir información sobre los misterios de la naturaleza y el universo, la esencia divina, los enigmas de la muerte, la resurrección y el inminente juicio, al igual que el rey Nabucodonosor. Con Descartes, se comenzó a cuestionar la capacidad de las personas con trastornos mentales para escuchar e incluso menos para razonar. A Descartes le parecería repulsiva e incluso pervertida la idea misma de una filosofía de la locura.

El movimiento reciente en filosofía está desafiando activamente la suposición de Descartes. Actualmente, el movimiento es tan incipiente y poco desarrollado que resulta difícil establecer un estándar específico. La verdad es que la incapacidad de establecer un estándar puede resultar crucial en la filosofía de la locura. No obstante, tres textos recientes pueden ser considerados como un punto de partida apropiado: "Filosofía de la locura" escrito por Wouter Kusters, "Epistemología y duda psicótica radical" de Sofia Jeppsson, y "Experiencias religiosas agudas" de Richard Saville-Smith.

Los textos tienen en común la idea de que la locura puede ser una puerta de entrada hacia la realidad. El loco, en lugar de tener un razonamiento defectuoso, muestra un estilo de razonamiento original. La mente loca no siempre está desconectada del mundo. En ocasiones, uno puede sentirse atrapado en su abrumadora densidad.

La forma más eficaz de acercarse a la filosofía de la locura es a través de un enfoque indirecto, es decir, al considerar lo que no es. En primer lugar, como señaló mi estudiante Mallory González, la filosofía de la locura no se limita únicamente a una discusión filosófica acerca de la condición de la locura. Hemos adquirido ya ese discurso. El término utilizado es "filosofía de la psiquiatría". Dentro del ámbito de la filosofía de la psiquiatría, se da lugar a la interacción de una persona, que se supone que está mentalmente sana, con otros individuos que también se supone que están en buen estado mental, en conversaciones referentes a la esencia de un concepto abstracto llamado locura. Se menciona esto como si estuviera hablando de una mascota exótica que está en una jaula al otro lado de la habitación. En muchas ocasiones, la razón detrás de esto es el deseo sincero de mejorar la clasificación, manejo o tratamiento de la enfermedad mental (o sus formas menos graves, como la depresión o la ansiedad).

La filosofía de la locura va más allá de simplemente complementar la psiquiatría con una reflexión sobre la experiencia vivida de la locura, también conocida como su "fenomenología". Cuando tenía 19 años, me vi obligado a ser ingresado en el hospital a causa de un episodio psicótico desencadenado por el consumo de drogas. En el hospital, inspeccioné mis pies, los cuales lucían pálidos, lastimados y sucios, lo que los hacía parecer ajenos a mí. Estaba convencido de que estaba atrapado dentro del cuerpo de otra persona. Tal vez había logrado resucitar un cadáver. En el pasillo, vi a una enfermera y le pedí amablemente un espejo. Cuando era niño, mi padre era ingresado con frecuencia en el hospital debido a que escuchaba voces que nadie más podía escuchar y tenía creencias sobre ellas que parecían extrañas para los demás. Tal vez haber crecido con él me haya preparado para algunas de esas experiencias inusuales.

La experiencia en el centro médico cambió radicalmente mi visión sobre los pilares filosóficos de la psiquiatría. El tema a discutir es la naturaleza de los delirios. Hay un debate en curso entre los filósofos sobre si los delirios son inherentemente irracionales o si son respuestas razonables a experiencias inusuales. No obstante, considero que la incorporación de una reflexión sobre la experiencia no se ajusta totalmente a la idea de complementar la filosofía de la psiquiatría con una filosofía de la locura. La razón por la que ocurre esto es porque la filosofía de la locura aborda todos los aspectos del entorno, como la naturaleza del mundo, la existencia de Dios y el papel de la mente en el panorama general. Un ejemplo de esto se puede observar al utilizar el episodio mencionado previamente como punto de partida para reflexionar sobre la esencia de la identidad individual. Al realizar esta acción, podemos afirmar que el concepto de "intercambio de cuerpos" tiene coherencia y factibilidad, lo cual nos permite adentrarnos en la exploración filosófica de la locura al utilizar las vivencias de individuos mentalmente perturbados. La ventana es una representación de la realidad.

Hay varios enfoques en los que la locura puede ser útil para comprender la realidad. Según Kusters, la filosofía occidental se ha centrado principalmente en "los objetos del mundo", es decir, en los elementos que conforman la realidad. ¿Existe una sola sustancia o varias? ¿Es posible categorizar claramente el mundo en diferentes categorías naturales? Kusters argumenta, utilizando sus propias experiencias con la psicosis, que no solo la realidad se divide en categorías, sino también en diferentes niveles. En la psicosis, a veces el mundo se experimenta como auténticamente real; todo adquiere un significado y sentido profundos. A veces, la realidad del mundo puede alternar entre ser más tangible y menos tangible. Podríamos pensarlo de forma más seria, tal vez debamos considerar la idea de que la realidad se despliega en múltiples niveles.

De acuerdo con lo establecido por Sofia Jeppsson, la locura también proporciona valiosas lecciones sobre la naturaleza del conocimiento. A menudo, los filósofos han explorado de manera teórica e imparcial el problema del escepticismo en cuanto al mundo exterior. Es cierto que admiten que quizás no se pueda demostrar la existencia de un mundo exterior a la mente. No obstante, sostienen que la creencia en la existencia de un mundo externo juega un papel imprescindible en la lógica práctica. Esta idea calmante contradice la experiencia de muchas personas que, a pesar de tener serias dudas sobre la veracidad del mundo, lograron sobrevivir e incluso tener éxito.

Los problemas en el campo de la filosofía de la religión y de la filosofía de la mente pueden ser elucidados por la locura. Durante el siglo XX, se destacó la relevancia de distinguir de manera clara entre la locura y la iluminación mística por parte de filósofos de la religión como William James y Rudolf Otto. De acuerdo con Richard Saville-Smith, al examinar con atención textos filosóficos y religiosos, se puede apreciar que la diferencia entre una persona considerada como loca y otra clasificada como mística está constantemente influenciada por el momento histórico y es susceptible de interpretación. La idea comúnmente aceptada de que se puede determinar de manera objetiva si una figura histórica como Margery Kempe "estaba" o "no estaba" loca es desafiada por el análisis. En su investigación sobre la experiencia religiosa, sugiere también alternativas a los enfoques médicos que clasifican la locura como una enfermedad o trastorno.

Después de haber establecido los conceptos esenciales de la filosofía de la locura, es vital evitar caer en dos errores tentadores. Una sugerencia para reescribir el texto podría ser: La primera tentación se presenta al intentar ofrecer una definición rigurosa, recopilar obras o tomar decisiones apresuradas sobre si una obra filosófica en particular pertenece o no a la filosofía de la locura. Se puede considerar que la necesidad de definiciones precisas y límites claros surge como resultado de un enfoque sesgado hacia la salud en la filosofía. El lenguaje no está inherentemente predispuesto a capturar todas las experiencias humanas. No se creó con ese propósito. También deseo aclarar que no estoy afirmando que sea imprescindible haber experimentado la locura para poder filosofar sobre ella. Mi punto es que esa filosofía debe derivar de una experiencia profunda, ya sea haberla experimentado personalmente o haberla conocido a través de testimonios.

Es fundamental evitar caer en la tentación de aceptar una definición precisa y fija de lo que es la locura, así como generalizar experiencias individuales como si fueran representativas de todas las formas de locura. Nev Jones and Mona Shattell emphasize in their book "Not What the Textbooks Describe: Challenging Clinical Conventions About Psychosis" that the categories used by mental health professionals often fail to capture the true diversity of psychotic experiences. La búsqueda de la filosofía de la locura consiste en expandir nuestra comprensión de la realidad y el papel que juega la mente en ella, con el propósito de abrazar una mayor variedad de experiencias y formas de pensar. En lugar de dictar cuales son las experiencias o formas de pensamiento consideradas "verdaderamente locas".

La locura filosófica desafía nuestras creencias arraigadas sobre la naturaleza de la filosofía al revelar un mundo posiblemente más extraño, emocionante e incluso aterrador de lo que pensábamos. También, pone en duda nuestro entendimiento de la locura en sí misma, o del trastorno mental que ha sido abordado desde el ámbito médico. Quizá esto nos anime a alterar nuestra forma de ver la locura, dejando de considerarla únicamente como un fenómeno médico extraño o una lamentable distorsión del entendimiento, y empezar a prestar atención a lo que intenta transmitir.