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Aprender a Aprender: Filosofía y Metacognición

Técnicas prácticas y reflexiones filosóficas para perfeccionar el aprendizaje autónomo


En un mundo donde la información fluye sin cesar, aprender a aprender se convierte en una habilidad esencial para navegar con éxito el conocimiento moderno. Este artículo explora cómo desarrollar la autonomía en el aprendizaje a través de la metacognición, una herramienta poderosa que nos permite reflexionar sobre nuestros propios procesos mentales. Inspirados en las ideas de filósofos como Spinoza y Vygotsky, y en teorías como el constructivismo social de Bruner, descubriremos estrategias de aprendizaje que combinan la filosofía del aprendizaje con prácticas efectivas. Bienvenido a una inmersión en el arte de aprender a aprender, donde la biblioteca clásica y la era digital se fusionan para inspirar un crecimiento intelectual continuo.


Acuarela de una biblioteca clásica con un estudiante leyendo, simbolizando aprender a aprender, metacognición y filosofía, inspirado en Spinoza y Vygotsky.

Contexto histórico, por qué es importante "aprender  aprender" hoy.

El concepto de "aprender a aprender" no es nuevo, pero ha ganado relevancia en la era moderna, donde el acceso masivo a la información exige habilidades para gestionarla de manera autónoma y eficaz. Sus raíces se remontan a las reflexiones filosóficas y psicológicas de los siglos XIX y XX, cuando pensadores como Lev S. Vygotsky y Jean Piaget comenzaron a explorar cómo los individuos construyen conocimiento. Vygotsky, con su idea de la "zona de desarrollo próximo", destacó la importancia del contexto social y la mediación en el aprendizaje, mientras que Piaget enfatizó el desarrollo cognitivo a través de la asimilación y la acomodación. En los años 60, Jerome Bruner, inspirado por Piaget, introdujo el constructivismo social, subrayando que el aprendizaje es un proceso activo donde el estudiante no solo absorbe información, sino que la transforma y la aplica en diferentes contextos.

Paralelamente, la filosofía ha aportado una dimensión profunda a este concepto. Baruch Spinoza, en el siglo XVII, con su método geométrico en la Ética, mostró cómo el conocimiento puede construirse de manera lógica y estructurada, un principio que resuena con la metacognición moderna: la capacidad de reflexionar sobre el propio pensamiento. En el siglo XX, Reuven Feuerstein complementó estas ideas con su programa de enriquecimiento instrumental, diseñado para enseñar a pensar y aprender de forma autónoma. Este artículo se sitúa en la intersección de estas corrientes: la psicología del aprendizaje, la filosofía del conocimiento y la pedagogía contemporánea, que hoy en día valora el papel activo del estudiante en su proceso educativo. En un mundo saturado de datos, donde la tecnología y la tradición coexisten —como en una biblioteca clásica que abraza herramientas digitales—, aprender a aprender se convierte en un puente entre el pasado intelectual y el futuro del crecimiento personal.

Cómo aprender a aprender por uno mismo

El concepto de "aprender a aprender" no es nuevo, pero ha ganado relevancia en la era moderna, donde el acceso masivo a la información exige habilidades para gestionarla de manera autónoma y eficaz. Sus raíces se remontan a las reflexiones filosóficas y psicológicas de los siglos XIX y XX, cuando pensadores como Lev S. Vygotsky y Jean Piaget comenzaron a explorar cómo los individuos construyen conocimiento. Vygotsky, con su idea de la "zona de desarrollo próximo", destacó la importancia del contexto social y la mediación en el aprendizaje, mientras que Piaget enfatizó el desarrollo cognitivo a través de la asimilación y la acomodación. En los años 60, Jerome Bruner, inspirado por Piaget, introdujo el constructivismo social, subrayando que el aprendizaje es un proceso activo donde el estudiante no solo absorbe información, sino que la transforma y la aplica en diferentes contextos.
Paralelamente, la filosofía ha aportado una dimensión profunda a este concepto. Baruch Spinoza, en el siglo XVII, con su método geométrico en la Ética, mostró cómo el conocimiento puede construirse de manera lógica y estructurada, un principio que resuena con la metacognición moderna: la capacidad de reflexionar sobre el propio pensamiento. En el siglo XX, Reuven Feuerstein complementó estas ideas con su programa de enriquecimiento instrumental, diseñado para enseñar a pensar y aprender de forma autónoma. Este artículo se sitúa en la intersección de estas corrientes: la psicología del aprendizaje, la filosofía del conocimiento y la pedagogía contemporánea, que hoy en día valora el papel activo del estudiante en su proceso educativo. En un mundo saturado de datos, donde la tecnología y la tradición coexisten —como en una biblioteca clásica que abraza herramientas digitales—, aprender a aprender se convierte en un puente entre el pasado intelectual y el futuro del crecimiento personal. Si te apasiona esta reflexión, descubre más en Filosofía Autodidacta: Aprende a Pensar por Ti Mismo, un libro que te guiará en este viaje de autodescubrimiento intelectual.
1. Observar y analizar el proceso de "aprender a aprender"
Las disciplinas de la psicología y la filosofía han mostrado un interés profundo y sostenido en definir las complejas relaciones entre saber y aprender, por un lado, y entre enseñanza y aprendizaje, por el otro. El aprendizaje se concibe como un proceso dinámico y complejo en cuya construcción participa activamente el aprendiente, aportando sus experiencias, conocimientos previos y perspectivas únicas. Este rol activo del individuo solo es posible si se es consciente del propio proceso de aprendizaje y si se pueden identificar, evaluar y ajustar las estrategias que se emplean en él. Por ejemplo, un estudiante que lee un texto difícil podría detenerse a reflexionar sobre si su método de subrayado y resumen es efectivo o si necesita cambiarlo por una técnica como la elaboración de preguntas para profundizar en su comprensión.
Teóricos destacados han abordado este aspecto desde diferentes ángulos. Jerome Bruner (1960), quien desarrolló las ideas de Jean Piaget, construyó un puente esencial entre la psicología cognitiva y la pedagogía. Bruner afirmó que en el aprendizaje son tan importantes los procesos como los productos finales. Para él, el objetivo primordial de la educación no es solo acumular datos o información factual, sino fomentar el desarrollo de la comprensión conceptual, que está íntimamente ligada al lenguaje, al cuerpo pensante y a las destrezas cognitivas. Su teoría, conocida como constructivismo social, sostiene que la educación debe involucrar a la totalidad de la persona —sus emociones, intelecto y experiencias— y que el verdadero valor de aprender a aprender radica en la capacidad de transferir lo aprendido de una situación a otra, adaptando el saber a diferentes escenarios y contextos de la vida cotidiana o profesional. Por ejemplo, un niño que aprende a resolver problemas matemáticos no solo debería dominar las operaciones, sino también entender cómo aplicar esos principios a situaciones prácticas, como calcular un presupuesto.
En la creación del concepto de "aprender a aprender" también han influido las teorías de Lev S. Vygotsky, psicólogo ruso de principios del siglo XX, y de Reuven Feuerstein, psicólogo educador israelí. Ambos autores subrayan la importancia de la mediación —ya sea por parte de un profesor, un mentor o incluso un compañero— como uno de los principales factores que enriquecen el aprendizaje. Además, destacan el papel del contexto social en el que este se produce y la conveniencia del aprendizaje cooperativo como complemento al esfuerzo individual. Vygotsky, por ejemplo, introdujo el concepto de la "zona de desarrollo próximo", que sugiere que el aprendiente puede avanzar más allá de sus capacidades actuales con la guía adecuada, mientras que Feuerstein desarrolló el programa de enriquecimiento instrumental, enfocado en enseñar a los estudiantes cómo pensar y aprender de manera estructurada. En consecuencia, la pedagogía contemporánea otorga cada vez más importancia a que el alumno desempeñe un papel activo en su propio aprendizaje, ajustándolo según sus necesidades, intereses y objetivos personales. Este proceso tiene una dimensión psicológica profunda: el cuerpo humano, con su capacidad para reflexionar y no dejarse dominar por interferencias emocionales, es el que posibilita la creación de procesos conceptuales y sintácticos claros y efectivos.

2. Autoadministrarse las estrategias de aprendizaje más apropiadas

Las estrategias de aprendizaje son aquellos procesos, técnicas o herramientas que facilitan realizar una tarea de manera idónea y eficiente. Estas pueden variar desde tomar notas estructuradas hasta emplear mapas mentales, pasando por la práctica espaciada o el uso de analogías para conectar ideas nuevas con conocimientos previos. Dado que el aprendizaje es un proceso profundamente individual, cada persona debe descubrir y optar por el método de estudio y aprendizaje que mejor se adapte a su estilo personal, a su ritmo y a sus metas. Además, es el propio individuo quien está más capacitado para medir el progreso conceptual y la consecución de los objetivos que se ha trazado. Esta autoevaluación requiere una habilidad clave: la capacidad de "alejarse de sí mismo" para analizar, sin prejuicios emocionales ni afectivos, la estructura lingüística y conceptual del contenido aprendido, buscando el significado más objetivo posible y evitando interpretaciones subjetivas basadas únicamente en experiencias personales.
Por otro lado, en cada proceso de aprendizaje es necesario descubrir, crear e incluso inventar los medios que permitan mantener un flujo constante de asimilación y acomodación intelectual. Este flujo, descrito originalmente por Piaget, implica integrar nueva información en estructuras mentales existentes (asimilación) y ajustar esas estructuras cuando la nueva información lo exige (acomodación). Este proceso no se limita a la enseñanza formal o regulada, sino que se aplica a cualquier individuo comprometido con aprendizajes permanentes a lo largo de su vida. Por ejemplo, un profesional que aprende un nuevo software podría experimentar con diferentes tutoriales, tomar notas de sus errores y ajustar su enfoque hasta dominarlo, todo ello de manera autónoma.
El proceso de aprender a aprender consiste, en esencia, en ejercer activamente el conocimiento de cómo uno aprende, identificando los mecanismos que se están utilizando y determinando cuáles son las maneras más eficaces de comprender, analizar y asimilar el mundo exterior. Cada persona puede elegir los medios que le resulten más convenientes o cómodos. Un ejemplo clásico de esto lo encontramos en el filósofo Baruch Spinoza, cuyo método geométrico en su obra Ética ilustra cómo el aprendizaje puede construirse a partir de proposiciones interconectadas. Para Spinoza, "cada cosa —cuerpo o idea— se esfuerza, cuanto está a su alcance, por perseverar en su ser" (proposición 6, parte III), una idea que deriva de proposiciones anteriores como "la potencia de Dios es su esencia misma" (proposición 34, parte I) y "ninguna cosa puede ser destruida sino por una causa exterior" (proposición 4, parte II). Este encadenamiento lógico demuestra cómo el aprendizaje puede ser un proceso acumulativo y estructurado, algo que cualquier persona puede replicar al conocerse a sí misma y reflexionar sobre sus propios métodos.

La relevancia de aprender a aprender en la actualidad


Aprender a aprender es una habilidad fundamental en nuestros días, especialmente en una sociedad donde la información nos bombardea constantemente desde múltiples fuentes: redes sociales, noticias, libros, cursos en línea, entre otros. En este contexto, es esencial saber organizarse, seleccionar lo más relevante, filtrar lo superfluo y, sobre todo, utilizar ese conocimiento de manera práctica y efectiva en el futuro. Estas tareas requieren haber asimilado una serie de estrategias y haber desarrollado la capacidad de ponerlas en práctica de forma consistente.
Así pues, aprender a aprender se convierte en el procedimiento personal más adecuado para adquirir cualquier tipo de conocimiento. Este enfoque supone impulsarlo como una forma activa de acercarse a los hechos, principios y conceptos, transformando al aprendiente en un agente consciente de su propio desarrollo intelectual. En términos concretos, aprender a aprender implica:
  • El aprendizaje y uso adecuado de estrategias cognitivas, como la memorización activa, la elaboración de resúmenes o la conexión de ideas.
  • El aprendizaje y uso adecuado de estrategias metacognitivas, como la planificación del estudio, la autorreflexión y la evaluación del progreso.
  • El aprendizaje y uso adecuado de modelos conceptuales, que inicialmente pueden ser rudimentarios pero que, con el tiempo, maduran y se refinan a medida que el individuo gana experiencia.
Desde esta perspectiva, aprender a aprender equivale a dotar al individuo de "herramientas para aprender". Estas herramientas no son meras técnicas, sino conceptos que actúan como bisagras entre el lenguaje, la experiencia y el entendimiento. El conocimiento más valioso en este proceso es el autoconocimiento o metacognición: la capacidad de comprender el propio funcionamiento psicológico, ser consciente de lo que se está haciendo y controlar eficazmente los procesos mentales. Por ejemplo, un estudiante que reconoce que se distrae fácilmente podría decidir estudiar en bloques cortos con descansos regulares, optimizando así su concentración.
En última instancia, al individuo no le interesa simplemente dominar técnicas de estudio eficaces, sino desarrollar un entendimiento profundo de sus propios procesos de aprendizaje. La vía fundamental para alcanzar este metaconocimiento es la reflexión constante sobre la propia formación teórica y práctica en distintos contextos. Esto significa crear teorías personales, equivocarse, reconocer los errores y reemplazarlos por conceptos más precisos, un método que resuena con el enfoque de Spinoza en su Ética demostrada según el orden geométrico. Al igual que este filósofo construyó un sistema lógico a partir de axiomas y proposiciones, cualquier persona puede edificar su propio marco de aprendizaje mediante la observación, la experimentación y la corrección continua.


¿Es justo lo que pasa?

 



La única ley que se cumple, es la que no se escribe...


La tortura ha sido un medio para escarmentar a las masas desde hace milenios, se tiene conocimiento que en Irán ya se usaba la crucifixión como castigo, pasando por los babilonios, asirios, persas, romanos, etc. Toda forma de tortura que sirviera como forma de terror y escarmiento ante un hecho peligroso para el imperio, que generara opinión pública en contra de la rebeldía, y una visión apocalíptica sobre el fin del ser humano como sujeto libre pensante en cualquier ámbito que amenazara al estadio de las cosas, servía como instrumento válido para ser usado. Si se considera el pulso de muerte, en conjunto con el pulso de vida, podemos llegar a estimar que en este terror que se ha impuesto desde antiguo nace también una resistencia al terror; es esta resistencia la que arguye, aunque sea inconcientemente, los propósitos que van en contra del imperio, los gérmenes que pueden hacer caer los grandes poderes del pasado (sí, en presente); por el mal manejo o desde la completa ignorancia de esta resistencia, ha surgido la negación de la negación en los rincones de la tierra en los que se sigue formando una especie de corriente autónoma, tendiente a la libertad. El proceso de nuestra historia ha sido consecuencia de resistir, una consecuencia de la mente consciente e inconsciente, la manera en que el ser humano, desde el terror absoluto impuesto por el control, llegara y seguirá llegando a un deseo de libertad irrefrenable.

Esta tradición, actualmente se ha transformado en un proceso casi oculto, empero, aún así existe una especie de romanticismo elocuente, popular, folclórico, con respecto al delincuente, que es digno de analizar. 

La búsqueda de la maquinaria ejecutora es amenazar desde la bondad, esto es, se amenaza al “buen ciudadano” con un miedo continuo a los hechos delictivos que ocurren de facto, pero que se hacen columna vital en la prioridad de información que se debe tener, como espectáculo, de miles de medios de información, dado que es el espectáculo, el término integral que ha cruzado por siglos, los conceptos dominantes desde una barbarie imperial y/o primitiva, hasta esta nueva barbarie civilizada, que llega a través de cientos de vehículos de información mucho más efectivos que el boca a boca de la edad media, aunque la edad media tenga otras intrigantes tan misteriosas como apasionantes. El espectador sigue participando con el morbo de la observación, con en el terror que esta cercanía le produce desde un ángulo completamente consumible, digestivo; por tanto, el terror en lugar de disminuir, se aísla, se vuelve manejable, maleable, hasta acercarse a lo placentero, pero el fin apocalíptico permanece amenazante. El ciudadano ya sabe lo que lo mete en problemas, ya sabe las causas; debe conocerlas, en último término, intuirlas, al fin y al cabo, ese es el objetivo. 

Como el mercado es abstraído, también es abstraído el sistema judicial penal, ambos pertenecen al poder del espectáculo desde tiempos inmemoriales, han sabido mezclarse para perpetuar los finos mecanismos que, de historia en historia, de hegemonía en hegemonía, sobrevivieron hasta nuestros días, mutando, indefinibles. Como la subcultura de antaño, la cultura de hoy y la subcultura de hoy, se mantienen tan multifacéticas que es prácticamente imposible identificar cómo se vinculan las verdades manifiestas de la justicia (debería haberlas), con los hechos evidentes de la tortura penal de mercado. No sabemos en qué posición está el ajusticiado por las leyes ordinarias en sentido epistemológico, por lo tanto, no sabemos en qué posición se encuentra su rebeldía, ni aquel rebelde utópico, tan parecido al necesario superyó en la sociedad. Cuando se imponen las reglas, de tal manera que no exista un automatismo voluntario en el individuo, terminará por confundir su yo con todo lo que se le imponga. Si no conocemos al rebelde, si se nos vende la idea de rebeldía, la verdad misma está en jaque, y con ello la justicia. Quién ejecuta la justicia no puede renunciar a su responsabilidad. 

La delincuencia como letra musical es un negocio, Reggaeton, Hip Hop, Salsa, se han utilizado para vender esa idea, claramente, puede vender otras. Así como es un negocio la constante amenaza de inseguridad a través de los medios oficiales. La población se encuentra en algún punto en el medio de estos dos extremos.  

Se asume en pleno siglo XXI que existe la fatalidad ante la violación de las leyes, en lugar de mostrar, a través de ellas, en qué momento se comete justicia, en qué momento se comete injusticia; educar verdaderamente; pero esto no importa, porque nunca ha sido el espíritu de la ley; pensar otra cosa es un acto inocente. Lo que se busca es, más bien, crear un relato que testifique la mayor cantidad de escenarios sobre los cuales nos presentamos y se presentan, ellos, los fatales, en alguna otra dimensión, sufriendo una justicia, la que sea. No se trata que no existan individuos que crean, con buenos fundamentos, que la vida es injusta, es más, que no exista la justicia real; se trata que el sistema que nos rige es problemático porque nos impone una justicia chamánica, arcaica, con intocables, con comunidad Dalit; que viven con la amenaza permanente de la violencia en sus vidas, tanto criminal como judicial; con la carga de no ser educados, tanto por el mundo criminal como por el mundo judicial; con condiciones de vida parecidas al esclavismo, impuestas desde su gobierno como desde las mafias. Usé a los Dalit de ejemplo, porque su posición en este tablero es universal desde los extremadamente terribles hechos que tienen que vivir. Son minoría, no tienen voz, son desplazados, son débiles, no pueden ejercer la política y, ni siquiera, elegir no ser usados por ella.

En el 2022, un joven Dalit en Rajasthan fue golpeado hasta la muerte por beber agua de un recipiente destinado a castas superiores. En 2016, cuatro hombres Dalits en Gujarat fueron azotados públicamente por “matar” una vaca. En 2021, una niña de 9 años fue violada y asesinada, generando protestas nacionales. El 2020, una joven fue violada, torturada y asesinada por hombres de castas superiores; su cuerpo fue incinerado por la policía sin un consentimiento familiar.

Segregación de espacios públicos, humillaciones rituales, boicot económico, negligencia policial, manipulación de leyes, intimidación judicial, acceso limitado a la educación y al empleo, despojo de tierras, crímenes de odio, trabajos forzados, esclavitud; los lugares donde viven son llenados de basura por sus propios vecinos. Son sistemas de acoso que no viven solamente los Dalits, que pueden extrapolarse a cientos de miles de casos en países en vías de desarrollo con millones de familias que viven en la desdicha. Paises en donde la muerte penal a comenzado a ser prohibida para demostrar, simbólicamente, que no se puede escapar de la justicia de ninguna forma; una obligación penal es una deuda, se rige como cualquier ley del mercado. Evidentemente muchos considerarán que el derecho a la vida (y a la muerte), es uno de los derechos más fundamentales de los seres humanos, no discrepo con ello; empero, hubiese esperado que la abolición de la pena de muerte tuviera éstas razones, sin camuflajes, humanamente. 

Es el alma la que se juzga, de ella nace lo réprobo y lo útil, la rebelión y la locura, el control y las palabras. Qué nazca la palabra. Cuando es el alma la culpable, no hay otros culpables, mientras la justicia se pierde en el enmarañado inimaginable de la sociedad, la ley puede hablar en ausencia del acusado, inteligentemente, dado que la ausencia según Hegel, torna a algo, la ausencia nunca es nada, siempre es ausencia de algo, quién sabrá dado que es la ley la que habla, quién habla. No alcanza, según la lógica utilitaria, con que los malos sean castigados justamente, de ser posible, que se juzguen y se condenen ellos mismos, por ello es conveniente la segregación; el impedimento y la imposición, no es otra cosa que culpar a todos sin lugar para romanticismos. Una obra de teatro en el que el personaje principal es el pueblo, cuya presencia real e inmediata es un requisito para su realización.

Jesús dijo una verdad al sufrir la tortura de la cruz en su momento aterrador, con el tiempo esta verdad mutó. Es necesario entonces para el poder, que se olviden las verdades de los procesos punitivos, que se interponga injusticia tras injusticia, para que ninguna verdad aterradora mute a otra rebelde; pero, si cambia, ¡que sea aterradora! 

Entendemos por punitivo al aparato legal e ilegal que interactúa precíprocamente para acosar a la ciudadanía. La labor de la filosofía es mutar las verdades, revelarse estéticamente. Deconstruir. Diría Jacques Derrida muy acertadamente, que no se debe destruir por destruir, más bien investigar cómo los procesos y las palabras fueron construidas. El término deconstrucción no viene de Derrida únicamente, nace de pensadores como Jean-Luc Nancy, Paul de Man, Hélène Cixous, Gayatri Spivak y Judith Butler; el cual busca la desestabilización de nuestras categorías. Pero, ¿No es el mismo abismo de deconstruir una acusación manifiesta a las leyes de nuestro tiempo? La critica a la metafísica de la presencia, debería tornarse e invertirse pulsativamente a la crítica de la metafísica de la ausencia, porque es así como se maneja el poder de las armas. Esta visión aparentemente equitativa y acertada, no puede coincidir con la forma en que se estructura el aparato legal, entendiéndolo mínimamente, como un lujo que no estamos dispuestos a asumir, y menos quienes nos gobiernan. Lo dijeron los estoicos, ser como promontorio contra el que sin cesar se estrellan las olas, las olas continúan, este mar inunda nuestra tierra.

Deshacer, descomponer, desedimentar estructuras […] no consistía en una operación negativa. Más que destruir era preciso asimismo comprender cómo se había construido un “conjunto” y, para ello, era preciso reconstruirlo” Jacques Derrida

Como dijo Michael Foucault: "El hecho de que la falta y el castigo se comuniquen entre sí y se unan en la forma de la atrocidad no era la consecuencia de una ley del talión oscuramente admitida. Era el efecto, en los ritos punitivos, de determinada mecánica del poder: de un poder que no sólo no disimula que se ejerce directamente sobre los cuerpos, sino que se exalta y se refuerza con sus manifestaciones físicas; de un poder que se afirma como poder armado, y cuyas funciones de orden, en todo caso, no están enteramente separadas de las funciones de guerra; de un poder que se vale de las reglas y las obligaciones como de vínculos personales cuya ruptura constituye una ofensa y pide una venganza; de un poder para el cual la desobediencia es un acto de hostilidad, un comienzo de sublevación que no se funda en un principio muy diferente al de la guerra civil; de un poder que no tiene que demostrar por qué aplica sus leyes, sino quiénes son sus enemigos y qué desencadenamiento de fuerza los amenaza; de un poder que, a falta de una vigilancia ininterrumpida, busca la renovación de su efecto en la resonancia de sus manifestaciones singulares; de un poder que cobra nuevo vigor al hacer que se manifieste ritualmente su realidad de sobre poder".



Escrito de Oscar Wilde: Un chino muy Sabio.

Chuang Tzu, antiguo filósofo chino, sentado en una naturaleza serena, con símbolos de sabiduría, un espejo reflectante y un dragón volador que encarna la contemplación.



Junto con algunos escritos de Oscar, encontre un librito titulado:ensayos y articulos, y más aún dentro de el, bajo el titulo "Un chino muy sabio" me sorprendio esta jolla. Es un articulo corto, copiado aquí en su totalidad

Oscar Wilde: Un chino muy sabio. 


Un eminente teólogo de Oxford indicó en cierta ocasión que su única objeción al progreso moderno era que se progresaba hacia adelante y no hacia atrás. Este punto de vista fascinó tanto a cierto graduado en Arte que inmediatamente escribió un ensayo sobre algunas analogías, hasta ahora desconocidas, entre el desenvolvimiento de las ideas y los movimientos del cangrejo corriente. Estoy convencido de que el Speaker no querrá que sus muchos y muy entusiastas admiradores y lectores sospechen que ha caído en esta peligrosa herejía tan retrógrada. Pero debo admitir cándidamente que he llegado a la conclusión de que la crítica más cáustica sobre la vida moderna con que me he tropezado en estos últimos tiempos está contenida en los escritos del sabio Chuang Tzu, traducidos recientemente a la lengua vulgar por mister Herbert Giles, cónsul de Su Majestad en Tamsui.

Nada más cierto que la extensión de la educación popular ha hecho completamente familiar el nombre de este gran pensador al público general; pero, por culpa de unos pocos supereraditos, me creo en el deber de establecer definitivamente quién era y de dar una breve reseña sobre su carácter y su filosofía. Chuang Tzu, cuyo nombre debe ser cuidadosamente pronunciado de forma diferente a como está escrito, nació en el siglo IV a. C., en las riberas del río Amarillo, en la Tierra Florida, y aún se encuentran retratos del maravilloso sabio, sentado sobre el dragón volador de la contemplación, en las humildes bandejas de té y en las agradables pantallas de muchos de nuestros más respetables inquilinos de los suburbios. El honrado tasador y su saludable familia se habrán divertido, sin duda, con la abombadafrente del filósofo y reído de la extraña respectiva del paisaje que se extiende bajo él. Si ellos supieran en realidad de quién se trata, temblarían. Porque Chuang Tzu empleó su vida en predicar el gran credo de la Inacción y en señalar la inutilidad de todas las cosas útiles. "No haga nada, y todo estará hecho", fue la doctrina que él heredó de su gran maestro Lao Tzu. Su malvado y trascendental designio fue resolver la acción en el pensamiento y éste en la abstracción. Como el oscuro filósofo de la antigua especulación griega, creía en la identidad de los contrarios; era un idealista como Platón, y poseía todo el desprecio de idealista por los sistemas utilitarios: era místico como Dionisos, como Scotus Erigena y como Jacob Bohme, y estaba de acuerdo, con ellos y con Philo, en que el objeto principal de la existencia era zafarse de la propia conciencia y transformar la inconsciencia en un vehículo de la más alta iluminación. De hecho, Chuang Tzu puede ser considerado como un compendio de casi todos los aforismos y todos los pensamientos de los místicos y metafísicos europeos, desde Heráclito hasta Hegel. Había también en él algo del Quietismo, y en su culto a la Nada puede decirse que poseía alguna medida anticipada a esos extraños soñadores de la época medieval, quienes, como Tauler y Master Eckhart, adoraban el purum nihil y el Caos. La gran clase media de su país, a quien, como sabemos, se debe por completo nuestra prosperidad, ya que no nuestra civilización, puede encogerse de hombros ante todo esto y preguntar, no sin cierta razón, cuál es la identidad de sus contrarios y por qué deben prescindir de esa conciencia propia que es su principal característica. Pero Chuang Tzu era algo más que un metafísico y un iluminado. Como nosotros sabemos, como sabe esa clase media, él buscaba la forma de destruir la sociedad; y lo malo es que combina la apasionada elocuencia de Rousseau con el razonamiento científico de un Herbert Spencer. No existe nada de sentimentalismo en él. Se compadece del rico más que del pobre, suponiendo que alguna vez se compadece de alguien, y la prosperidad le parece cosa tan trágica como el mismo sufrimiento. 

No siente nada de la moderna simpatía hacia los fracasos, ni tampoco está de acuerdo en que las recompensas sean siempre otorgadas, en el campo moral, a los que llegan los últimos en la carrera. Es a la propia raza a la que objeta, y respecto a la simpatía activa, que en nuestra época ha cambiado el rumbo de tantas personas valiosas, cree que tratar de hacer buenos a los demás es una labor tan ridícula como "la de golpear un tambor en un bosque para encontrar a un fugitivo". Es gastar energías inútilmente. No hay más. Así que, un hombre arrolladoramente simpático es, a los ojos de Chuang Tzu, simplemente un hombre que está siempre tratando de ser algo más, y entonces desconoce la única excusa posible para su propia existencia. 

Así es; por increíble que parezca, este curioso pensador volvía la vista con cierta nostalgia hacia la Edad de Oro, en que no existían exámenes de competencia, ni fastidiosos sistemas educativos, ni misioneros, ni comidas económicas para el pueblo, ni iglesias, ni sociedades humanitarias, ni insulsas lecturas acerca de los deberes de cada cual con su semejante, ni tediosos sermones de tesis. En esos días ideales, nos cuenta, las gentes se amaban sin tener conciencia de la caridad y sin escribir nada que se relacionase con ella en los periódicos. Puesto que cada hombre guardaba para sí sus propios conocimientos, el mundo se libraba del escepticismo, y como cada hombre conservaba para sí también sus virtudes, nadie se mezclaba en los asuntos ajenos. Vivían unas vidas sencillas y pacíficas, y se contentaban con los alimentos y ropas que cada cual podía conseguir. Los distritos vecinales estaban a la vista, y "los gallos y los perros de cada cual podían ser oídos por los demás", y las personas crecían, envejecían y morían sin hacerse visitas jamás. No había conversaciones sobre hombres inteligentes, ni homenajes a hombres bondadosos. El intolerable sentido de la obligación era desconocido. Los hechos de la Humanidad no dejaban rastro, y sus asuntos no pasaban a manos de estúpidos historiadores con cargo a la posteridad. Pero un endiablado día hizo su aparición el Filántropo, y con él surgió la nefasta idea del Gobierno. "No hay nada como dejar a la Humanidad sola; no hay, nada peor que gobernar a la Humanidad", dice Chuang Tzu. Todas las formas de gobierno son erróneas. No son científicas, porque buscan alterar el desarrollo, el desenvolvimiento natural del hombre; son inmorales, porque, al interferir la vida individual, producen las más agresivas formas del egoísmo; son ignorantes, porque tratan de extender la educación; son destructoras consigo mismas, porque engendran la anarquía. Nos cuenta Chuang Tzu que "en tiempos remotos, el emperador Amarillo inculcó por primera vez la caridad y el deber en un semejante para que interfiriera la bondad natural existente en el corazón humano. Consecuencia de ello fue que Yao y Shun perdieron hasta el vello de sus piernas en sus esfuerzos por dar de comer al pueblo; destruyeron su economía interior para encontrar un cuarto donde alojar sus artificiales virtudes; desgastaron sus energías elaborando leyes, y, al final, fracasaron". Al corazón humano, continúa diciendo nuestro Filósofo, se lo puede "forzar o excitar", pero en cualquier caso el resultado es fatal. Yao hizo al pueblo demasiado feliz y el pueblo no estaba satisfecho. Chieh lo hizo demasiado infeliz, y cada vez estaba más descontento. Entonces cada uno empezó a argüir la mejor manera de componer la sociedad. "Está completamente claro que algo debe hacerse", se dijeron el uno al otro, y hubo una ofensiva general de leyes. Los resultados fueron tan desastrosos que el Gobierno del día tuvo que implantar el Terror, y como consecuencia de esto "los virtuosos hombres tuvieron que refugiarse en las cuevas de la montaña, mientras que los regidores del Estado se sentaban temblando en los ancestrales vestíbulos". 

Luego, cuando todo estaba sumergido en un perfecto caos, los reformadores sociales subieron a las tribunas públicas y predicaron desde allí la solución a los males que ellos y sus sistemas habían causado. ¡Los pobres reformadores sociales! "No conocen la vergüenza ni saben lo que es ruborizarse", es el veredicto de Chuang Tzu con respecto a ellos. La cuestión económica también fue debatida por este sabio de ojos de almendra, que escribe acerca de la teoría del capital con tanta elocuencia como puede hacerlo mister Hyndman. La acumulación de riquezas es, para él, el origen de todos los males. Hace al fuerte violento y deshonesto al débil. Crea ladronzuelos que instala en jaulas de bambú. Engendra grandes ladrones que sienta en tronos de jade blanco. Es el padre de la competencia, y ésta significa desgaste, así como destrucción, de energías. El orden de la Naturaleza es descanso, repetición y paz. El malestar y la guerra son los resultados de una sociedad artificial basada en el capital; y lo más meritorio que esta sociedad consigue es, en realidad, una verdadera bancarrota, puesto que no recompensa suficientemente al bueno ni castiga justamente al malo. Por otra parte, debemos recordar que los premios mundanos degradan al hombre tanto como los castigos. La edad se pudre con su culto hacia los éxitos. En cuanto a la educación, la verdadera sabiduría ni se enseña ni se aprende. Es un estado espiritual que sólo consigue el que vive en completa armonía con la Naturaleza. El saber es superficial si lo comparamos con la grandiosidad de la ignorancia, pues sólo lo que se ignora tiene valor. La sociedad engendra bribones, y la educación hace a unos más inteligentes que a otros. Es el único resultado de la School Boarás. Además, ¿qué importancia filosófica puede tener la educación cuando se pre- ocupa simplemente de hacer a cada hombre diferente de su semejante? Al final, nos encontramos en un caos de opiniones, dudando de todo y cayendo en la vulgar costumbre de razonar. Sólo razona el intelectualmente perdido. Fijémonos en Hui Tzu. "Era un hombre de muchas ideas. Sus obras serían suficientes para llenar cinco carros. Pero sus doctrinas eran paradójicas." Decía que debía haber plumas dentro de los huevos, porque los polluelos las tenían; que el perro podría ser una oveja, porque todos los nombres son arbitrarios; que había un momento en que la flecha disparada no estaba en movimiento ni parada; que si se agarraba un palo de un pie de largo y todos los días se lo cortaba por la mitad, nunca se vería su fin, y que un caballo y una vaca eran tres, porque, considerándolos por separado, eran dos, pero, por junto, eran uno, y uno y dos hacían tres. "Era como un hombre que jugase a las carreras con su propia sombra y que hiciese ruido para apagar el eco. Era un tábano inteligente, eso es todo. ¿Y cuál era su finalidad?" No hay ninguna duda de que la moralidad es algo distinto. Chuang Tzu dice que la gente se desquiciaba cuando empezaba a moralizar. Los hombres cesaban de ser espontáneos y de actuar por intuición. Se volvían presumidos y artificiosos y tan ciegos como tener un propósito definido en la vida. Entonces aparecían los gobernantes y los filántropos, las dos pestes de todas las épocas. Los primeros trataban de oprimir al pueblo para obligarlo a ser bueno y, ¡claro!, destruían la bondad natural del hombre. Los segundos constituían un grupo de agresivos en- tremetidos que sembraba la confusión por donde iba. Eran bastante estúpidos por tener principios, y bastante infelices para actuar como es debido. Todos ellos procedían con fines malvados, demostrando que el altruismo universal es tan malo en sus resultados como el egotismo universal. "Engañaban al pueblo con la caridad y lo encadenaban con los deberes hacia sus semejantes." Se presentaban con música y alborotaban con sus ceremonias. Como consecuencia de todo esto, el mundo perdió su equilibrio, y desde entonces se tambaleaba. Por lo que según Chuang Tzu, ¿cuál es el hombre perfecto? ¿Y cuál es su forma de vida? El hombre perfecto no hace más que contemplar el universo. No adopta posiciones absolutas. "En movimiento, es como el agua. En reposo, como un espejo. Y, como Eco, contesta sólo cuando se le pregunta." Deja que lo exterior cuide de sí mismo. Nada material lo ofende; nada espiritual lo castiga. Su equilibrio mental le da el imperio del mundo. Nunca es esclavo de los objetivos de la existencia. Sabe que, "como el mejor idioma es el que nunca se habla, la mejor acción es la que jamás se hace". Es pasivo, y acepta las leyes de la vida. Permanece inactivo, y ve cómo el mundo transforma sus propias virtudes. No trata "de descubrir sus propios actos buenos". Nunca se malgasta en un esfuerzo. No se desazona por las distinciones morales. Sabe que las, cosas son como son y que sus consecuencias serán las que deben ser. Su pensamiento es el "espejo de la creación", y siempre está en paz. Como es natural, todo esto es excesivamente peligroso; pero debemos recordar que Chuang Tzu vivió hace más de dos mil años y nunca tuvo la oportunidad de contemplar nuestra sin rival civilización. Y aún es posible que, si volviera a la tierra para visitarnos, le diría algo a mister Balfour acerca de su opresivo y activo desgobierno en Irlanda; podría sonreírse de algunos de nuestros fogosos filántropos y mover, dubitativo, la cabeza respecto a muchas de nuestras organizadas caridades; la School Boards tal vez no lo impresionase ni quizá lograse su admiración la lucha por la riqueza. Se maravillaría, sí, de nuestros ideales y su malestar crecería al ver lo que hemos hechos. Es mejor que Chuang Tzu no pueda volver. Mientras tanto, gracias a mister Giles y a mister Quaritch, nosotros tenemos su libro para consolarnos, y, ciertamente, es un volumen de lo más fascinante y delicioso. Chuang Tzu es uno de los darwinistas anteriores a Darwin. Investiga al hombre desde el germen y observa su relación con la Naturaleza. 

Como antropólogo es excesivamente interesante y, con la misma minuciosidad de un lector de la Royal Society, describe a nuestro primitivo y arboreal antepasado viviendo en los árboles, temiendo a los animales más fuertes que él y no reconociendo más pariente que su madre. Al igual que Platón, adopta el diálogo como forma de expresión, "poniendo las palabras en boca de otras personas para conseguir mayor libertad de expresión", según nos dice. Como relator de historietas es encantador. El relato de la visita del respetable Confucio al gran ladrón Che es de lo más vívido y brillante, y es imposible no sonreír ante la derrota final del sabio, cuando la pobreza de sus trivialidades morales es cruelmente expuesta por el venturoso bandido. 

Aun en sus metafísicas, Chuang Tzu es un humorista. Personifica sus abstracciones y las hace interpretar ante nosotros. El Espíritu de las Nubes, en su marcha hacia el Este a través del espacioso aire, tropieza con el Principio Vital, que, golpeándose las costillas, va sin cesar de un lado para otro. -Y tú, ¿quién eres, anciano? -le pregunta el Espíritu de las Nubes-. ¿Qué haces? -Vago por el mundo -contestó el Principio Vital sin detenerse, porque todas sus actividades estaban en movimiento. -Necesito que me aclares una cosa - continúa, retomando el diálogo, el Espíritu de las Nubes. -Ah! -grita el Principio Vital, en un tono de total desaprobación. E inmediatamente surge un maravilloso diálogo que no es muy diferente al que, en el curioso drama de Flaubert, se desarrolla entre el Fénix y la Quimera. Cuando habla de los animales, Chuang Tzu emplea la parábola y el cuento, y a través del mito, de la poesía, y de la fantasía, su extraña filosofía encuentra melodiosas resonancias musicales. Desde luego que es doloroso decir que es inmoral el ser conscientemente bueno y que la peor forma de ociosidad es hacer algo. En realidad, miles de excelentes y sesudos filántropos desaparecerían si nosotros adoptásemos el punto de vista de que nadie debe mezclarse en lo que no le concierne. La doctrina sobre la inutilidad de todas las cosas útiles, tal vez no pondría en peligro nuestra supremacía comercial como nación, pero podría traer el descrédito sobre muchos prósperos y esclarecidos miembros de las clases industriales. ¿Qué sería de nuestros predicadores populares, de nuestros oradores del Exeter Hall, de nuestros evangelistas de brocha gorda, si les dijéramos, con palabras de ChuangTzu: "Así como los mosquitos se preocupan con sus zumbidos en mantener a los hombres despiertos toda la noche, conduciéndolos poco a poco a la locura, así esas charlas sobre la caridad y el deber de un semejante para con otros nos llevan al mismo desequilibrio nervioso. Señores, procuren que el mundo conserve su propia sencillez original y, lo mismo que el viento sopla hacia donde quiere, dejen que la Virtud se establezca por sí misma. ¿Por qué esta indebida energía?" ¿Y cuál sería el destino de los gobernantes y políticos profesionales si llegásemos a la conclusión de que no hay nada mejor que no gobernar a la Humanidad? 

Está claro que Chuang Tzu es un escritor muy peligroso, y la publicación de su libro en Inglaterra, dos mil años después de su muerte, sea un poco prematura, porque puede causar gran malestar a muchas personas en verdad respetables y trabajadoras. Puede ser cierto que el ideal de la autocultura y del autodesarrollo, que es el propósito de este esquema de vida y la base de su esbozo de filosofía, sea un ideal muy necesario en una época como la nuestra, en que la mayoría de los pueblos están tan ansiosos de educar a sus habitantes que no tienen tiempo de educarse a sí mismos. Pero ¿sería inteligente el hacerlo? Que parece que si nosotros admitiéramos, por una sola vez, la fuerza de alguna de las críticas destructivas de Chuang Tzu, habríamos abofeteado nuestra nacional costumbre de autoglorificación, y lo único que siempre consuela al hombre de las cosas estúpidas que hace es el aplauso que él mismo se da por hacerlas. Hay, sin embargo, unos pocos que han buceado en esa extraña tendencia moderna que lleva a hacer del entusiasmo el trabajo del intelecto. Para ellos, y para otros como ellos, Chuang Tzu da la bienvenida. Pero léanlo sólo. No hablen de él. Sería un personaje molesto en los banquetes e imposible en los tés, puesto que su vida toda fue una protesta contra los asaltantes de la tribuna pública, contra los charlatanes. "El hombre perfecto se ignora; el divino desconoce la acción; el verdadero sabio desprecia la reputación." Estos eran los principios de este chino sabio.

Conceptos de política, teoría e ideología

Relación de los conceptos de política, teoría e ideología
Desde mis épocas de bachillerato, me acuerdo que me gustaba leer en espacios abiertos, donde podía sentir el viento correr, las voces que fluían como una polifonía incesante de voces, como en una constelación peninsular de cometas… Me gusta que mi experiencia de lector se choque con lo incierto de lo inmanente, devenir heterogéneo de la existencia. Una experiencia con lo caótico y múltiple de la realidad, en mi opinión, es mil y una veces preferible a lo muerto, fijo y estéril de la unidad de las abstracciones conceptuales, que son necesarias, pero como incesante fluir de lo asombroso, no como una estática de las fuerzas creativas y activas del conocer.

Conceptos de política, teoría e ideología, que representa a un lector en un espacio abierto, con el viento y las voces fluyendo, contrastando la realidad caótica con abstracciones estáticas, incluyendo citas y metáforas volcánicas.



“Necesitamos ilusiones que nos permitan soportar la dureza de la vida. Las ideologías cumplen entonces una importante función vital, pues son intentos de dar sentido a los accidentes de la vida y a los aspectos más penosos de la existencia humana. Las ideologías son ilusiones necesarias para la supervivencia” (J.P. Ricoeur, Ideología y utopía)

¿Para qué serviría de lo contrario?, seguramente si se prefiere esta estática abstracción, valdría lo mismo salir como el Quijote al asalto de molinos conceptuales, pasados por feroces y crueles gigantes, no menos fantásticos por su naturaleza ficcional e inexistente… Ofrecerle a una utopía, como lo diría Ricoeur, “La magia del pensamiento” (Ricoeur, 2001:318), dándole la posibilidad de tener que responder a un juego de fuerzas inmanentes, y no menos poderosas cual feroz lava de un volcán, auténtico desafío del pensar.

Construid vuestras ciudades al pie del Vesubio”, nos recordaría Nietzsche en su Gaya ciencia, como metáfora e invitación para aceptar la alegría de la fatalidad, la inocencia del devenir, el peligro de lo múltiple, porque es ahí donde nace realmente lo grande… Esto es lo que re-presenta para mí el arte de las relaciones, de los flujos, lenguajes que pasan y dejan su huella en dichas relaciones, géneros que se entrecruzan, conceptos que danzan, que se deforman hasta hacerse casi irreconocibles, dotando de movilidad y dinámica a un lenguaje anquilosado, enterrado en una quietud fantasmagórica y espeluznante.

Este lenguaje quieto e inerte, en el que ha caído la teorética academicista, que ha convertido a una sinfonía de oídos, en una polifonía de reacios y poco dispuestos a resonar entre sí. Es, en ese orden de ideas, el motivo y la razón por la cual quiero escribir y enfatizar este ensayo.

Al articular conceptos como Ideología, Teoría y Política, mi pretensión o hipótesis de lectura es la de mostrar la resonancia y movilidad que estos tres conceptos, (añadiría el de lo político), adquieren dentro de un campo simbólico que llamamos sociedad u orden social1, como nociones que se encuentran de una manera permanente dentro de las distintas formas “De concebir lo político como un modo de interacción entre colectivos humanos” (Arditi, 2005:220). Con la aparición de la noción de lo político, se puede entrar a la diferencia en que, por ejemplo, autores como C. Schmitt entablaban entre la política y lo político “El concepto de Estado supone el de lo político” (Schmitt; 1991:49), diferencia que, lejos de estar enmarcada por el cambio de género en los artículos y sustantivos, señalaban dos momentos diversos de estática o dinámica social:
Concibo “lo político” como la dimensión de antagonismo que considero constitutiva de las sociedades humanas, mientras que entiendo a “la política” como el conjunto de prácticas e instituciones a través de las cuales se crea un determinado orden, organizando la coexistencia humana en el contexto de la conflictividad derivada de lo político.  (Mouffe, 1999:16).

En este orden de ideas, lo político se caracteriza y se diferencia de la política, por su carácter dinámico y fluctuante que, como criterio teleológico, tendría la institución del orden social propio de la política “Lo político indica el modo de institucionalización de una sociedad, la puesta en forma del todo, el proceso mediante el cual la sociedad se unifica a pesar de sus divisiones” (Arditi, 2005, 220). Estas concepciones y visiones de mundo, siempre están en contexto, nunca se encuentran desligadas ni de un espacio o un tiempo concreto e inmanente, enmarcado bajo algo que Foucault denominaría “epistemes”; es decir, organización de un conjunto de reglas y procedimientos de exclusión que facilitan la emergencia de discursos en una época particular y que rigen las relaciones entre diferentes dominios del saber (Castro-gomez, 2011:165).

Dicho conjunto de reglas y procedimientos de exclusión dento del cual existe una continua pugna entre diferentes dominios del saber, hacen las veces de aquellas pequeñas ventanas que tenemos para poder visualizar en mundo.
Estas visiones de mundo, no son dadas directamente, sino que están mediadas por aquellas re-presentaciones, afecciones o pre-juicios que tenemos a la hora de observar un fenómeno de la realidad.

Juan Villoro, en su libro El concepto de ideología y otros ensayos, postula que referente a una definición únicamente gnoseológica se pueden dar dos tipos de explicación de una misma creencia. 
 
Si se pregunta ¿Por qué A cree que B?, (“B” está en lugar de cualquier enunciado), pueden existir dos clases de respuestas: 1) Señalar las razones (en el sentido de fundamentos, justificaciones racionales), que tiene A para aceptar o aseverar B, 2) Señalar las causas o motivos que indujeron a “A” a aceptar “B”.  (Villoro: 1985, 24).

Por ejemplo, si se pregunta ¿Por qué creía Platón en la inmortalidad del alma?, se puede dar dos respuestas: 1) Mencionar los argumentos filosóficos del Fedón para probar la inmortalidad del alma, los cuales funcionan como razones en las que se funda el enunciado “el alma es inmortal”. 2) Indagar, en la educación recibida por Platón, en su psicología o en las influencias sociales que tuvo para creer y argumentar la existencia de un alma inmortal” (Villoro: 1985,25).
Siguiendo la argumentación de Villoro, dicho aspecto gnoseológico abarca tanto la creencia como el saber, pensamientos de orden epistemológico que recuerdan la distinción entre ideas y creencias señalada por Ortega y Gasset: “Las creencias y las ideas son vivencias que pertenecen al mismo género: no son sentimientos, ni voliciones, pertenecen a la esfera cognoscitiva de nuestro yo, son pensamientos” (Ortega y Gasset: 1940, 27).

Que un pensamiento sea creencia o idea depende del papel que tenga en la vida del sujeto; por lo tanto, la diferencia entre uno y otro tipo de pensamiento es relativa, relativa a su significación en la vida de cada persona, al arraigo que dicho pensamiento tiene en su mente. “El mismo pensamiento puede ser creencia o idea: las primeras noticias científicas que de la Luna tiene un niño las vive como ideas, con el tiempo, con el vivir en sociedad, estas ideas se instalarán en su mente en la forma de creencias.” (Ortega y Gasset: 1940, 25).

Este componente cognitivo y social que caracteriza a la noción de ideología en tanto conjunto de creencias socialmente compartidas hace que dicha noción no se agote ni limite únicamente en un aspecto gnoseológico. Es por esta razón que se puede inferir el carácter ambiguo de, por ejemplo, la noción que tenía sobre ideología, el pensador Karl Marx “En Marx, la crítica de la ideología deriva de la idea de que la filosofía invirtió la sucesión verdadera de las cosas, invirtió el orden genético real, de manera que lo que corresponde hacer es poner de nuevo las cosas en su orden real” (Ricoeur, 2001, 49).

Para Marx, la noción de ideología, es a la vez un concepto gnoseológico (la falsa conciencia”), y un concepto sociológico (la “superestructura dominante”). “El hombre en sociedad se ve como criatura de sus propias ideas, fantasías y creencias; en ambas doctrinas se oculta la condición real del hombre bajo una idea abstracta” (Marx, Enggels: 1966, 35).

Una ideología, no necesariamente es falsa por su contenido. Puede ser cierta para quienes trabajan o viven cotidianamente aspectos no menos ideológicos, que dependen del modo como este contenido se relaciona con la posición subjetiva expuesta como falsa o verdadera. Como La organización simbólica de un aula de clase, las conductas que socialmente debemos compartir para tener una cotidianidad agradable, las creencias que continuamente alimentan nuestro desarrollo y función dentro del espacio social que se cree y se crea como tal, etc. “Aprender a reconocerla en su dimensión aterradora, y después, con base en este reconocimiento fundamental, tratar de articular un modus vivendi con ello” (Zizek:2010, 27). Un ejemplo concreto y cotidiano puede ser el comportamiento que algunas personas tienen frente a la materialidad del dinero: Ellos saben muy bien que el dinero, como todos los demás objetos materiales, sufre los efectos del uso, que su consistencia material cambia con el tiempo, pero en la efectividad social de mercado, a pesar de todo, tratan o tratamos las monedas y al papel moneda como si consistieran en una especie de sustancia inmutable, una sustancia sobre la que el tiempo no tiene poder y que está desproporcional a cualquier materia de la naturaleza. ( Zizek, 2010: 25)

Lo anterior es la dimensión fundamental de la ideología, ya que ésta no es simplemente una “falsa conciencia”, una representación ilusoria de la realidad, sino que es aquello que facilita la comprensión de la realidad misma. Para Ricoeur, la ideología tiene un fuerte aspecto Nietzscheano “La ideología es irremplazable porque los hombres necesitan dar algún sentido a sus vidas” (Rioeur, 2001: 56).

Tal vez, cuando salía al aire libre para leer, necesitaba encontrar algún sentido a mi gusto por la lectura en esos espacios abiertos, donde existe la movilidad, el flujo constante de ideas. Y no lo inerte, cerrado y acabado de las nociones mono-lógicas de aquellas estructuras abstractas en las que se quiere encasillar aquella riqueza de la realidad caótica y que se encuentra en inocente devenir…
…”Construid vuestras ciudades al pie del Vesubio” (F. Nietzsche).

Bibliografía:
  • Arditi, Benjamín, 2005 “¿Democracia post-liberal?, el espacio político de las asociaciones”. Editorial Anthropos, Barcelona.
  • Castro-Gomez, Santiago, 2011. “Crítica a la filosofía latinoamericana” Ed. Pontificia universidad Javeriana.
  • Marx, Karl y Friedrich Engels, 1966 “la ideología alemana” ed. nuestra América, Barcelona,
  • Mouffe, Chantal  1999. El retorno de lo político. PaidosOrtega y Gasset, José. 1940. Ideas y Creencias. Editorial Alianza. España.Ricoeur, paul, 2001 “ideología y utopía” ed. gedisa, Barcelona,
  • Villoro, luís, 1985. “el concepto de ideología y otros ensayos”, ed. fondo de cultura económica, México,
  • Zizek, slavoj 2010 “el sublime objeto de la ideología”, ed. s. xxi, méxico,

1 La noción de campo simbólico puede visualizarse desde los trabajos de Bourdieu, como espacio donde interactúan cumplimientos tácitos de unas reglas de juego que definen quiénes se hallan adentro y quiénes fuera de él (Bourdieu: 1999:44). O también, lo que Laclau denomina como “el momento del antagonismo” a través de las relaciones de poder que constituye el campo de “lo político” (Laclau, 1993:52).