Concepciones de una búsqueda sin sentido
La realidad está sin presentarse. Ante esto el humano debiese improvisar desde una multitud de ángulos de innovación filosófica y técnica. La era en que todo pensador hace filosofía desde un auto de carreras.
Dicen que de un universo pueden salir múltiples universos, ramificaciones, es el mainstream de la física moderna; lo digo porque siempre he considerado al humano como un universo en cierto sentido, ya que comparten similares características, ambos son indefinibles por ejemplo. He hecho una lista de cosas indefinibles, como el amor, la amistad, el ser, la nada, el humano y el universo; y me he preguntado cuál es anterior a cuál o si habrá alguna forma para definirlo así. Por ejemplo, ¿es el ser humano el universo de dios, o dios es el universo del ser humano?. Y no he podido llegar a ninguna conclusión. A veces me echo la culpa por no tener el tiempo o el valor de dedicar la vida a lo que me apasiona: el pensar; como para llegar a meditaciones, preguntas y supuestas respuestas aún más interesantes que las que aquí expongo. ¿Es el amor el universo del hombre? Quizás sea todo lo contrario.
Porque hasta en la física cuántica existe cierto determinismo, el determinismo Tomista está devuelta haciéndonos preguntar por las causas primeras, por los universos primeros, por las observaciones primeras. ¿Quién fue el primero que observó? Pero el humano no es indefinible sólo por el espectacular y a la vez mínimo hecho de la observación, ni que esta pueda ramificarse hasta proporciones infinitamente azarosas. Es indefinible porque sus creaciones son incuantificables e invaluables, y no porque las evalúe un tercero, sino por el misterio mismo que encierran las vuelve indefinibles, así, como la belleza máxima, como lo mas caro de este mundo. Hablando en términos capitalistas.
Indefinible e infinito presentan una dualidad tan estrecha que a veces tienden a confundirse conceptualmente. El infinito, como lo entiendo, encierra dos conceptos fundamentales, la nada y el todo como simplificaciones que no hacen más que ampliar los conceptos de palabras indefinibles y universales. El infinito puede relacionarse con estos conceptos sin necesidad de hacer demasiado esfuerzo, ya que la nada, para ser nada, necesita ser infinita, y también el todo para ser todo. Estos son, a la vez, conceptos indefinibles, por el mismo hecho de ser conceptos infinitos. Mas lo infinito no queda a simple vista, lo infinito necesita ser calculado, y al ser calculado se vuelve indefinible. Son como dos dioses griegos, Zeus y Cronos, que al mismo tiempo que son dioses infinitos, son seres creados por otros dioses infinitos. Por ello quizás no podemos llegar al concepto "partero" del universo, ni siquiera a alguna fórmula aceptada para “acercarnos” a él.
Analicemos los universos “pequeños” entonces, como el amor, la amistad, la vida o la muerte que por siglos han demostrado ser considerados indefinibles por el hombre, los poetas y los filósofos por cierto. ¿Pero, qué les hace indefinibles sino sus infinitas significaciones? Un poema puede ser escrito de inimaginables formas. ¿Es entonces lo inimaginable el “partero” de todo concepto? ¿Será esa la forma? ¿Encontrar en el factor común de los conceptos a los progenitores perdidos? Lo cierto es que la humanidad tiene una desgracia, es profundamente bastarda, aunque sea desde este estado donde nace lo más hermoso que lleva nuestra vida hacia una misión casi santa: encontrar a nuestros padres, ya que, esperanzadoramente o no, no tenemos forma de demostrar en absoluto que fueron ellos quienes nos abandonaron.
Lo inimaginable es la dialéctica misma, porque lo inimaginable es precisamente las ramificaciones de lo que se puede imaginar y su infinitud en la vastedad de lo excelente. Cuando pensamos en lo inimaginable siempre pensamos en algo imaginable aunque infinito, la dialéctica misma valga la redundancia. ¿No necesitamos construir para comprender? Este es el principal argumento poético, el principal argumento de la necesidad de lo indefinible. Y es que la necesidad de una lógica a mano, es la necesidad del todo.
Y aunque no sea grato, la prueba más exacta de que existimos es la posibilidad de que seamos sólo un concepto y nada más.
Por mucho tiempo pensamos que una idea era nuestra madre, por otras épocas, que era nuestra propia sustancia la que paria conceptos, universos; y en cierta medida es así, como se ha visto en la cuántica. Lo cuántico es lo empírico que nos une al primer párrafo de esta nota, que de buenas a primeras parecía, demasiado metafísica, difuminada, subjetiva, para algunos gustos. Habíamos dicho anteriormente que el pensar lo inimaginable es pensar precisamente en lo imaginable con toda su vastedad, con toda nuestra capacidad; es decir, en palabras más exactas, la lucha entre lo ideal y lo empico se termina al imaginarnos a nosotros mismos seriamente dentro de lo posible; posibilidad que no podemos demostrar hasta qué medida llega, y que por lo tanto se vuelve imposible en el acto, aunque quizás no lo sea; pero la relevancia de que lo sea es tal que debemos ubicar nuestros limites donde siempre debiesen estar en honor a la excelencia, allá, en las inmediaciones del cielo.
Cioran se presenta aquí con una fuerza que creo yo, aún no está bien entendida, como todo pensador importante de después de la segunda mitad del siglo XX. ¿En qué medida nuestro pensamiento se transforma en una mera guerra entre pesimismo y optimismo? Y es esta pegunta la que nos regala una pregunta aún más personal, y por tanto, más metafísica: ¿aún amas la excelencia? Supongo que no debiesen existir normas éticas ni morales con respecto a las posibles respuestas, por lo menos atendiendo a que gran parte de la excelencia tiene mucho de pesimismo.
Es esta dialéctica la que nos hace dioses. Ya que todo concepto presenta un opuesto intrínseco, que ni siquiera es ideal, sino más bien necesario, propiedad que, por cierto, la tiene la ley científica de la fuerza, respetando las proporciones significativas si se les puede llamar así.
Imaginando que el todo se puede dividir, ¿qué hay entre los distintos segmentos?, ¿la nada? Esta es a la vez una discusión profundamente teológica, pero también dialéctica. ¿Qué hay entre un opuesto y su contrario?, ¿Hay algo entre ambos?, ¿Qué los hermana, qué les da nacimiento?
Porque la excelencia es infinita por dos motivos: por necesidad humana, y por necesidad técnica.
Porque hasta en la física cuántica existe cierto determinismo, el determinismo Tomista está devuelta haciéndonos preguntar por las causas primeras, por los universos primeros, por las observaciones primeras. ¿Quién fue el primero que observó? Pero el humano no es indefinible sólo por el espectacular y a la vez mínimo hecho de la observación, ni que esta pueda ramificarse hasta proporciones infinitamente azarosas. Es indefinible porque sus creaciones son incuantificables e invaluables, y no porque las evalúe un tercero, sino por el misterio mismo que encierran las vuelve indefinibles, así, como la belleza máxima, como lo mas caro de este mundo. Hablando en términos capitalistas.
Indefinible e infinito presentan una dualidad tan estrecha que a veces tienden a confundirse conceptualmente. El infinito, como lo entiendo, encierra dos conceptos fundamentales, la nada y el todo como simplificaciones que no hacen más que ampliar los conceptos de palabras indefinibles y universales. El infinito puede relacionarse con estos conceptos sin necesidad de hacer demasiado esfuerzo, ya que la nada, para ser nada, necesita ser infinita, y también el todo para ser todo. Estos son, a la vez, conceptos indefinibles, por el mismo hecho de ser conceptos infinitos. Mas lo infinito no queda a simple vista, lo infinito necesita ser calculado, y al ser calculado se vuelve indefinible. Son como dos dioses griegos, Zeus y Cronos, que al mismo tiempo que son dioses infinitos, son seres creados por otros dioses infinitos. Por ello quizás no podemos llegar al concepto "partero" del universo, ni siquiera a alguna fórmula aceptada para “acercarnos” a él.
Analicemos los universos “pequeños” entonces, como el amor, la amistad, la vida o la muerte que por siglos han demostrado ser considerados indefinibles por el hombre, los poetas y los filósofos por cierto. ¿Pero, qué les hace indefinibles sino sus infinitas significaciones? Un poema puede ser escrito de inimaginables formas. ¿Es entonces lo inimaginable el “partero” de todo concepto? ¿Será esa la forma? ¿Encontrar en el factor común de los conceptos a los progenitores perdidos? Lo cierto es que la humanidad tiene una desgracia, es profundamente bastarda, aunque sea desde este estado donde nace lo más hermoso que lleva nuestra vida hacia una misión casi santa: encontrar a nuestros padres, ya que, esperanzadoramente o no, no tenemos forma de demostrar en absoluto que fueron ellos quienes nos abandonaron.
Lo inimaginable es la dialéctica misma, porque lo inimaginable es precisamente las ramificaciones de lo que se puede imaginar y su infinitud en la vastedad de lo excelente. Cuando pensamos en lo inimaginable siempre pensamos en algo imaginable aunque infinito, la dialéctica misma valga la redundancia. ¿No necesitamos construir para comprender? Este es el principal argumento poético, el principal argumento de la necesidad de lo indefinible. Y es que la necesidad de una lógica a mano, es la necesidad del todo.
Y aunque no sea grato, la prueba más exacta de que existimos es la posibilidad de que seamos sólo un concepto y nada más.
Por mucho tiempo pensamos que una idea era nuestra madre, por otras épocas, que era nuestra propia sustancia la que paria conceptos, universos; y en cierta medida es así, como se ha visto en la cuántica. Lo cuántico es lo empírico que nos une al primer párrafo de esta nota, que de buenas a primeras parecía, demasiado metafísica, difuminada, subjetiva, para algunos gustos. Habíamos dicho anteriormente que el pensar lo inimaginable es pensar precisamente en lo imaginable con toda su vastedad, con toda nuestra capacidad; es decir, en palabras más exactas, la lucha entre lo ideal y lo empico se termina al imaginarnos a nosotros mismos seriamente dentro de lo posible; posibilidad que no podemos demostrar hasta qué medida llega, y que por lo tanto se vuelve imposible en el acto, aunque quizás no lo sea; pero la relevancia de que lo sea es tal que debemos ubicar nuestros limites donde siempre debiesen estar en honor a la excelencia, allá, en las inmediaciones del cielo.
Cioran se presenta aquí con una fuerza que creo yo, aún no está bien entendida, como todo pensador importante de después de la segunda mitad del siglo XX. ¿En qué medida nuestro pensamiento se transforma en una mera guerra entre pesimismo y optimismo? Y es esta pegunta la que nos regala una pregunta aún más personal, y por tanto, más metafísica: ¿aún amas la excelencia? Supongo que no debiesen existir normas éticas ni morales con respecto a las posibles respuestas, por lo menos atendiendo a que gran parte de la excelencia tiene mucho de pesimismo.
Es esta dialéctica la que nos hace dioses. Ya que todo concepto presenta un opuesto intrínseco, que ni siquiera es ideal, sino más bien necesario, propiedad que, por cierto, la tiene la ley científica de la fuerza, respetando las proporciones significativas si se les puede llamar así.
Imaginando que el todo se puede dividir, ¿qué hay entre los distintos segmentos?, ¿la nada? Esta es a la vez una discusión profundamente teológica, pero también dialéctica. ¿Qué hay entre un opuesto y su contrario?, ¿Hay algo entre ambos?, ¿Qué los hermana, qué les da nacimiento?
Porque la excelencia es infinita por dos motivos: por necesidad humana, y por necesidad técnica.