Mostrando entradas con la etiqueta Frege. Mostrar todas las entradas

Searle y Kripke: superando el descriptivismo.

Apuntes de base para leer a Searle y Kripke

Searle y Kripke
Searle y Kripke

John Searle busca realizar una crítica profunda a las teorías descriptivistas de Frege y Russell, para ello elabora su denominada "teoría del cúmulo". Saul Kripke por su parte, no concuerda con Searle en buena parte de sus planteos.


PARTE PRIMERA: SEARLE ¿EN QUÉ CONSISTE LA TEORÍA DEL CÚMULO Y QUÉ PROBLEMA SE PROPONE RESOLVER?

John Searle propone una versión descriptivista que suele llamarse “teoría del racimo” o “teoría del cúmulo”, en respuesta a las posturas tradicionales en teoría de la referencia. Searle comienza en “Nombres propios y descripciones”, haciendo un muy buen compendio de las teorías de Frege y Russell, que sirven de base para el planteo de los problemas que el autor pretende abordar.

Más allá de la facilidad con la que una teoría descriptivista logra dar cuenta del significado de los enunciados de identidad así como de los enunciados existenciales, parece poco plausible establecer una equivalencia entre descripciones definidas y nombres propios, ya que eso implicaría el considerar como necesarias ciertas propiedades contingentes sobre el portador del nombre. Para este autor, la utilización de un nombre en diferentes situaciones implica que en todas ellas se trata del mismo objeto que es pasible de ser reconocido como tal; de este modo quien habla debe poder identificar el portador del nombre. Searle señala la importancia del uso y la enseñanza del uso de los nombres propios, sugiriendo un estrecho vínculo entre el uso de un nombre y el conocimiento de las características del objeto que se nombra y que lo distingan de otros objetos. El conjunto de descripciones es lo que hace posible el uso y la enseñanza del nombre, de modo que si bien es posible negar alguna de las descripciones del cúmulo, no tiene sentido negarlas a todas.

El nombre está vinculado analíticamente no con una sola descripción sino con la disyunción identificadora de descripciones del objeto. No obstante, Searle dirá que más allá de ser analítico, ese vínculo también es laxo, en virtud de que pese a asumir que lo nombres propios poseen un sentido, ese sentido es no obstante no del todo preciso, ya que las características que constituyen las identidad del objeto que porta el nombre no se encuentran totalmente especificadas. Esa calidad laxa referida, implica que es posible usar un nombre propio sin establecer propiedades del portador del nombre.

Como argumentos a favor de la teoría del “no-sentido”, se expresa que los nombres propios no son equivalentes a las descripciones definidas porque llamar a un objeto por su nombre no es un modo de describirlo. Nombrar es una preparación para describir y no un modo de hacerlo. A partir del nombrar puedo predicar de ese objeto, determinadas propiedades. El nombre no es verdadero o falso, como sí es el caso de una descripción.

 Uno de los problemas de esta teoría, es la paradoja de la identidad que se plantea en Frege. Plantea además otras objeciones a la teoría del no-sentido: poder dar cuenta de la diferencia informativa de a = a y a = b, y luego los enunciados existenciales (ya sean afirmativos o negativos).  En “El actual rey de Francia existe” parece que no hay modo de decir que la existencia se está predicando de un concepto. Hay que tener presente que en Frege, un enunciado del tipo  “Luis XIV es el actual Rey de Francia” es un enunciado de identidad, es decir, de tipo a = b. Russell dirá que no es de identidad sino de predicación, ya que toda descripción definida es predicativa.

Si pongo la descripción en lugar del sujeto transformando de ese modo el nombre en un concepto, el asunto se complica y termina teniendo razón Russell. Lo que Searle plantea es que si el sentido del nombre es una descripción, entonces ese sentido podría ser un concepto y yo podría decir de ese concepto que es vacío, y eso complica la situación con los enunciados existenciales.

El nombre tenía contenido descriptivo para Frege, y ese contenido no podría ser otra cosa que el sentido del nombre propio. Hay un sentido, pero no sólo la afirmación de que los nombres tienen un contenido descriptivo sino el resto de la teoría que sustenta esto, se vuelve inconsistente.

Parece excesivo (o algo “tramposo”) el argumento que plantea que la identificación entre el significado del nombre y el objeto, implique a que si desaparece el objeto desaparece también el significado. Los que defienden la teoría del no-sentido dicen que se fija el significado señalando el objeto al que se le pone el nombre, pero si el objeto desaparece no quiere decir que el nombre se quede sin significado. 

Si una palabra es un nombre propio entonces es necesario que exista el objeto al que nombra, pero eso no quiere decir como plantea Searle, que necesariamente el objeto sea necesario. No se sigue que haya objetos necesarios. Claro está que si acepto un nombre propio genuino, estoy aceptando que el objeto existe.

En lo que refiere al planteo de Searle para dar respuesta a sí los nombres propios tienen sentido (que plantea de más de una manera), ensaya una respuesta de versión fuerte y otra débil. Por ejemplo, si pensamos en el caso de “Aristóteles fue el discípulo de Platón”, la versión débil sería que dado que Aristóteles tiene ese sentido entonces el enunciado es analítico; la versión fuerte exigiría no simplemente que la proposición contuviera algún predicado que forme parte del sentido “Aristóteles” sino que contuviera una descripción que definiera únicamente a Aristóteles. La versión débil exige solamente que el enunciado sea analítico, porque el predicado que se predica en el enunciado forma parte del sentido del nombre pero ese predicado no tiene por qué definir únicamente al portador del nombre. La versión fuerte implica que los enunciados analíticos que interesan son aquellos en los cuales el predicado contiene una descripción definida que solo es verdadera sólo en ese caso.  

Si consideramos “Aristóteles era un hombre”, parece que el concepto “Aristóteles” incluye de algún el concepto “ser humano” pero en sentido débil porque “ser humano” no define a “Aristóteles” sino que se aplica también a cualquier otro individuo, no siendo suficiente para definir al sujeto de la proposición.

Dice que la ostención conecta el nombre al objeto en virtud de especificar características del objeto para distinguirlo de otros objetos. Si eso es así, si yo señalo el objeto y lo nombro para que alguien aprenda el nombre del objeto ¿qué estoy señalando exactamente cuando señalo un objeto? Necesito múltiples ostenciones para poder fijar realmente lo que quiero señalar. Puede pensarse entonces que también las ostención de algún modo presenta de alguna forma el objeto.

Es cierto que cuando hacemos una ostención a veces es necesario de algún modo darle algún rasgo para distinguir el objeto que estamos señalando (por ejemplo: el color rojo, pero eso no es una descripción definida, por lo que estamos en la versión débil). No es claro que la determinación de algún rasgo de una persona implique que uno maneje una descripción definida de esa persona. Por ejemplo uno puede definir a una persona por propiedades que no son las que siempre caracterizan a esa persona.

Menciona las pre-condiciones para usar el nombre, suponiendo que algunas de esas descripciones son verdaderas. Si no es así, entonces no estábamos usando el nombre.

PARTE SEGUNDA: CRÍTICA A LA PROPUESTA DESCRIPTIVISTA DEL NOMBRE ¿EN QUÉ CONSISTE LA PROPUESTA DE KRIPKE RESPECTO AL NOMBRE Y LA CRÍTICA A LA TEORÍA DESCRIPTIVISTA?

En “El nombrar y la necesidad”, Saúl Kripke realiza una crítica a las llamadas “teorías del racimo” o “teorías del cúmulo”, entre las que se cuentan las teorías de Searle. En sus conferencias, Kripke introduce el término de “designador rígido”, que refiere a una entidad  que es la misma en todos los mundos posibles en los que ella existe, mientras que no designa nada en los mundos en los que dicha entidad no existe. Son designadores rígidos los nombres propios, las descripciones definidas, las sensaciones (como “placer”), así como las clases naturales. Estos designadores aparecen como contrapuestos a los designadores no rígidos o débiles, que designarán diferentes entidades en diversos mundos posibles. Hay que mencionar también a los designadores rígidos llamados “obstinados”, que según algunos autores y comentaristas, son designadores rígidos que refieren a la misma entidad aún en aquellos mundos posibles en los que dicha entidad no existe. 

Lo que Kripke va a criticar en principio acerca de las teorías de Frege y Russell (reconociendo que son diferentes en lo que refiere a los nombres propios genuinos), es que plantean que el único modo de fijar la referencia es a través de una descripción. Según Kripke, la referencia de un nombre no se fija por una descripción, ni hay una descripción que sea el sentido de un nombre, aunque hay algunas descripciones que son designadores rígidos (aunque la mayoría no lo son). El nombre se fija por medio del acto bautismal, es decir, un acto en el cual se nombra un objeto con un nombre determinado. El objeto no se describe, sino que en el acto de bautismo el objeto está presente (Russell diría que hay conocimiento directo del objeto al que nombra). En casos como por ejemplo Aristóteles, al no tener nosotros conocimiento directo, Kripke dirá más adelante que existe una cadena causal que se va trasmitiendo de generación en generación desde aquél acto original. Claro que podemos llegar a identificar a Aristóteles a través de descripciones, pero no es esa descripción la que fija el significado de Aristóteles. 

Si uno se toma en serio la idea de que el significado de un nombre propio es sinónimo de una descripción identificadora, entonces se podría sustituir un nombre propio corriente (como por ejemplo: Aristóteles) por la descripción del objeto (por ejemplo, si uno cree que la propiedad identificadora de Aristóteles es “el más famoso discípulo de Platón”). Si efectivamente el contenido de un nombre propio fuese sinónimo de una descripción, surge un problema al decir que “Aristóteles fue el discípulo más famoso de Platón” ya que sería tautológico.  Kripke entiende que algunos descriptivistas ya notaron ese problema, modificando lo referente a la única propiedad verificadora por una especie de familia de definiciones, una especie de disyunción (en el ejemplo de “Aristóteles”, sería “el discípulo más famoso de Platón” o “el Maestro de Alejandro Magno” o “el autor del Organon”). Lo que se necesitaría es que la mayoría de esas propiedades (o una mayoría ponderada) sea verdadera para ser competentes en el uso del nombre, pero no se necesita que todas lo sean. Da la sensación que esta solución no se enfoca  realmente en el problema.

Kripke reconoce el atractivo que posee el descriptivismo, pero tiene razones para pensar que existen razones fuertes para concluir que las teorías descriptivistas son falsas. Advierte sobre una versión fuerte y una versión más débil del descriptivismo; en esta última uno no puede sustituir el nombre por una descripción. Esta versión débil no tiene el poder explicativo de la versión fuerte.

Como se dijo líneas atrás, la referencia de un nombre depende de la cadena de comunicación que enlaza a los hablantes que usan el nombre referido. Hay un bautismo inicial o acto bautismal y luego una sucesión de eslabones mediante el que se trasmite el uso del nombre. Kripke no realiza una caracterización exhaustiva sobre las condiciones que debe cumplir esa cadena para fijar la referencia de un nombre. Los bautismos iniciales pueden darse ya sea por ostensión o también por descripción.

 La cuestión que tiene que ver con la esencia y con propiedades esenciales de la que Kripke hablará, no es independiente de los criterios de identificación. La idea de mundo posible podría generar la idea de otro mundo paralelo observable, pero no se trata de eso, sino que la idea de “mundo posible” tiene la finalidad de trabajar desde el punto de vista contra-factico (contrarios a los hechos en efecto regresivo).

Decir, como dice Kripke, que hay un mundo posible en el que Nixon no ganó las elecciones, implica decir que el mundo actual podría no haber sido así. Pero en lo que refiere a la identificación, eso no se plantea como problema por parte del autor. Cuando digo “Nixon” me refiero a “Nixon” en el mundo actual, podría no haber sido Presidente, pero el fijar la referencia se da en el mundo actual. Al describir en el contra-factico una posibilidad alternativa es que se daría la idea de “mundo posible”, pero no implica de ninguna manera la existencia de mundos paralelos.

Tarski desarrolla en la teoría de modelos una semántica de lenguaje extensional de la lógica, para la interpretación de un sistema lógico uno puede asignar referentes a distintos objetos, a términos singulares, a predicados, clases; la interpretación es una función que va del lenguaje-objeto a un mundo definido. Cuando ese mundo definido hace verdaderos a todos los enunciados de la teoría, se dice que es un modelo de la teoría. Esa es una teoría de modelos que se aplica únicamente a los lenguajes extensionales y no a los lenguajes que contienen operadores modales. Entonces Kripke (en otros trabajos), construye una teoría de modelos para los lenguajes intensionales y en esa semántica es donde introduce un mundo determinado (actual) y un mundo posible; entonces yo puedo definir “necesario” como verdadero en todo mundo posible o posible como verdadero en algún mundo posible. Esa teoría de modelos kripkeana podría generar la idea de múltiples mundos que coexisten simultáneamente, pero eso no es lo que el autor pretende.

Si bien hablará de propiedades esenciales (en los seres humanos, en algún otro trabajo menciona el ADN) y las reconocerá, pero no es necesario que las haya para reconocer a través de los mundos. Kripke dice que no es necesario que yo conozca esas propiedades esenciales cuando fijo la referencia. Basta con saber que el nombre se aplica a la persona, porque el nombre es un designador rígido. Siempre referirá a esa persona en todo mundo posible. Y la referencia se fijó con un acto bautismal que une el nombre al objeto.

No son las cualidades las que determinan la referencia, porque la referencia sería la misma aún cuando el sujeto o el portador del nombre tuviese otras cualidades. El problema de la identificación no tiene que ver con la cuestión de las propiedades esenciales.
Todo esto es crucial para la teoría del nombre y también para su teoría de los designadores rígidos que le va a permitir explicar los enunciados contra-fácticos.

Una descripción definida no puede dar el significado del nombre, ya que son hechos contingentes. Si fueran las definiciones las que fijan el significado entonces por ejemplo “Aristóteles fue discípulo del Platón” sería necesario, pero es contingente. En este punto parece muy razonable lo que plantea Kripke.  

Respecto de los cúmulos de propiedades, “X” refiere si satisface un determinado conjunto de disyuntos. Kripke plantea el problema de si esos disyuntos tienen el mismo peso o si por el contrario hay que establecer alguna ponderación entre propiedades triviales y las cruciales. El autor se posiciona cercano a esta última opción. Si más de un objeto satisface una disyunción, entonces no refiere, porque la condición es que haya un único objeto para que refiera.

Kripke analiza la teoría del cúmulo de los nombres, que se propone para que no sea sólo una descripción la que defina, sino que haya una disyunción. Ahora bien, aún para la teoría de cúmulo, para que pudiéramos decir que es necesaria “p” o “q” o “r”, debe haber por lo menos una de ellas que sea necesaria.  La historia bíblica no nos da propiedades necesarias sobre “Moisés”. Si ningún individuo cumple con todas las descripciones que aparecen en todos los textos bíblicos, deberíamos concluir que Moisés no existió. Pero si consideramos que esas descripciones sirven para fijar la referencia pero no para fijar el significado del nombre, entonces simplemente decimos que existió alguien llamado “Moisés” pero todo lo que se dice él es falso. Si yo considero la teoría de cúmulo como una teoría del significado, entonces yo puedo decir a priori que Moisés no existió, en caso de que ningún individuo cumpla con las descripciones. La teoría del cúmulo no sirve como teoría del significado.

En lo que refiere a la cadena causal, es posible porque nosotros tenemos la intención de usar el nombre del modo en que fue usado cuando lo recibimos. En algún momento la referencia “Papá Noel” fue utilizada por alguien de un modo diferente a como fue utilizada por quien la trasmitió. Eso sirve incluso para explicar desviaciones del lenguaje. En lugar de tener que dar una descripción identificatoria es necesario en cambio para hacer referencia a un nombre propio, el tener la misma intención que tenía su predecesor en la cadena, de referirse al objeto.

No se fija referencia mediante propiedades que sean únicamente de ese referente. Uno puede conocer un nombre y no conocer nada respecto a una propiedad o conjunto de propiedades que delimiten el objeto. Kripke dice que la teoría descripcionista se equivoca en eso.
  Incluso alguien puede (“siendo hablante de una comunidad”, dice el autor) tener una creencia independiente a la referencia y el nombre, y estar equivocado.



DESCRIPCIONES DEFINIDAS EN FREGE Y RUSSELL

Un ineludible análisis comparativo.

Las teorías de las descripciones definidas son a las claras una parte medular de la filosofía del lenguaje. Para entender el lugar que desde la filosofía contemporánea damos al lenguaje, es imprescindible abordar la cuestión de las descripciones definidas en el pensamiento de Gottlob Frege y Bertrand Russell. Esa tarea intenta plantearse esquemáticamente en el presente trabajo.

 1- Presentación de la teoría de Gottlob Frege.

Para Frege, un signo va ligado no solamente al objeto al que refiere sino también al sentido, caracterizado este último al decir que en el mismo se encuentra el modo de presentación del objeto. De este modo se toma en cuenta el carácter informativo de los enunciados (no es lo mismo a = a que es trivial y no agrega información, que a = b que sí lo hace). El autor explica que dos términos con la misma referencia no pueden intercambiarse sin alterar el significado del enunciado. Un signo expresa un sentido y un sentido determina su referente.

Frege dirá que todo signo connota o tiene sentido, no existiendo signo puramente denotativo sino que todo signo tiene sentido aunque algunos tengan denotación y otros no. Allí podemos ver la distinción entre sentido y denotación asociada a un significado. Frege establece esa distinción y la hace explícita de dos formas: una de ellas es la nota al pie sobre Aristóteles, y la otra es a través de casos de contextos indirectos, dónde la expresión denota lo que es un sentido habitual.

Dijimos que para Frege un signo tendrá sentido y referencia (denotación). El sentido es lo que se halla contenido en el modo de darse de la denotación, pero es un concepto que Frege no especifica en profundidad qué es. No es el modo de darse la denotación, sino que lo contiene. En lo que tiene que ver con la referencia, es el objeto al cual el signo se aplica (puede ser a nombres propios, a conceptos o a expresiones abiertas). Vemos entonces que el sentido no pertenece al lenguaje sino al objeto, perteneciéndole o no a la denotación por cómo la denotación es. Vemos también que son los sentidos de los elementos y no las referencias, lo que compone el significado de la oración.

Según Frege, existen dos tipos de referencia: la habitual y la indirecta. En el uso cotidiano que se les da a las palabras se utiliza una referencia directa, mientras que cuando hablamos de las palabras o del sentido de las mismas, se trata de referencia indirecta. Frege piensa que el error en la pretensión de sustitución términos co-referenciales en contextos opacos no es tal, ya que se pasa por alto que en la sustitución la referencia puede cambiar de directa a indirecta. En lo que refiere a los existenciales negativos, no serían un problema para Frege ya que como se mencionó puede haber sentido sin referencia.

El autor establece que cuando referimos (pone el ejemplo de la luna), no lo hacemos sobre la imagen que tenemos del objeto ni tampoco sobre uno de los sentidos del mismo, sino que presuponemos la denotación, eso será distinto en Russell.

Si analizamos la proposición “el actual Rey de Francia es calvo”, decimos que no tiene referencia, y la proposición como un todo no tiene valor de verdad. La ley del tercero excluido no constituye un problema para el autor.

En lo que refiere a los modos de presentarse,  la descripción es distinta al nombre propio porque tiene sentido, presenta al objeto, da información. Frege usa la denominación de “objeto” para cualquier descripción.

Mencionando brevemente la cuestión del juicio, decir que tiene que ver con atribuir una referencia Verdadera a un pensamiento, es decir que se trata de agregarle “algo” al pensamiento, ya que si me quedo en el pensamiento y no paso a la referencia, no hago juicio. Pasar del Pensamiento al Juicio es pasar del sentido a la denotación. Asimismo Frege entiende lo verdadero y lo falso, como objetos.

2- Presentación de la teoría de Bertrand Russell.

Russell estaba interesado en la distinción entre conocimiento directo y conocimiento por descripción, que es muy importante para sus teorías filosóficas. Es la distinción entre las cosas que se nos presentan y las cosas a las que llegamos a través de las frases denotativas; en este punto podemos ver la importancia que atribuye Russell a estas últimas, ya que si no fuese por ellas no podríamos conocer sino aquello que se nos presenta.

En la percepción tenemos conocimiento directo de los objetos de la percepción, en el pensamiento tenemos conocimiento directo de objetos de un carácter lógico más abstracto. El conocimiento está constituido por frases cuyo significado conocemos de forma directa, pudiendo llegar con esa base a tener conocimiento por descripción.  Aún las partes de una frase denotativa, son conocidas en alguna instancia por conocimiento directo, que es el conocimiento para el que se constituye todo el conocimiento.

La frase denotativa es un tipo de frase que entra dentro de lo que se llama descripciones definidas. No tienen significado por sí mismas, pero las proposiciones de las que forman parte sí lo tienen (Russell discrepa con Frege en este punto).

“Todo”, “nada” y “algo” no tienen significado por sí mismo, no son términos singulares, no denotan un objeto, pero sí contribuyen al significado en las proposición en la que figuran; esto es lo que Russell llama términos incompletos.

Una frase que parece referirse a un objeto mediante la indicación de alguna de sus características exclusivas, es una descripción. “Estas frases se caracterizan por la presencia de los artículos definidos ‘él’ o ‘la’ y por ello se denominan, más particularmente, ‘descripciones definidas’, distinguiéndose así de las frases de la forma ‘un tal y tal’ conocidas como descripciones ‘indefinidas’” (Simpson, Thomás Moro; Formas lógicas, realidad y significado”, pág. 65)

Con su teoría de las descripciones va a preguntarse sobre expresiones como “El actual Rey de Francia”. Enumera las frases denotativas en función de lo que entiende por cada uno de esos tipos de frases, en esa enumeración incluye “El actual Rey de Inglaterra”, “El actual Rey de Francia” o “el centro de masa del sistema solar en el primer instante del siglo XX” entre otras. Muchas ya habían sido analizadas utilizando la cuantificación, y en ese sentido Russell no agrega nada nuevo, pero otras  no habían sido analizadas a través de la teoría de la cuantificación que Frege introdujo.

Para Russell una frase es denotativa solamente en virtud de su forma lógica, y no porque denote o no denote, de hecho una frase puede ser denotativa y no denotar nada (“el actual Rey de Francia”), puede denotar un objeto definido (“el actual Rey de Inglaterra”) o puede denotar ambiguamente (“un hombre”).
El autor entiende que la descripción definida contiene una afirmación de existencia y una afirmación de unicidad. Para analizar las descripicones definidas, debe hacerse a través de tres enunciados de cuantificación:
(    1)  Existe al menos un tal y tal
(    2)  Existe a lo sumo un tal y tal
(    3)  Cualquiera que sea tal y tal es X

El análisis russelliano de las descripciones definidas permite un lenguaje sin nombres propios (que para el autor son en realidad descripciones abreviadas), en dónde todo lo que puede decirse es en base a cuantificadores, predicados y variables de individuo. Las únicas constantes de un lenguaje, las únicas expresiones que tienen significado por sí mismas, serían los predicados.

Para Russell, las dificultades para denotar son producto de un análisis equivocado de las proposiciones cuyas expresiones verbales contienen frases denotativas. “Encontré un hombre” significa: encontré X y X es humano no es siempre falso. Lo que pretende mostrar el autor, es que la expresión “un hombre” desapareció, el término denotativo queda disuelto en el análisis dentro de la expresión total, en el predicado “X es humano”.

Russell busca eliminar la expresión “todos los hombres”, “ningún hombre”, “algunos hombres” o “cada hombre” como frases denotativas, ya que esas frases por sí mismas no tienen ningún significado.

Como se dijo, los nombres propios son descripciones definidas para Russell, y un nombre propio es nombre propio si se utiliza para nombrar algo que existe, si no existe no se puede darle nombre. Existen pocos nombres propios lógicos genuinos como por ejemplo “esto” o “eso”.

Para Russell, el significado de una expresión es de algún modo la cosa a la que la expresión se refiere, aunque esa cosa puede ser un universal (como un color, por ejemplo) del que nosotros tenemos conocimiento directo.

Tenemos términos generales (que designan propiedades o conceptos) y términos singulares que son los que designan un individuo. Si algo es un término singular (es decir, que designa un individuo), tiene significado si denota, y si no denota no tiene significado.

Existen predicados que sirven para determinar el sujeto, y otros predicados que tienen la noción de predicar del sujeto. No siempre queda claro cuáles son los predicados que estoy utilizando en uno y otro caso. Esa es una observación que se ha realizado a la teoría de las descripciones de Russell, que el autor no habría tenido en cuenta. 

Algo a  considerar sobre el punto expuesto precedentemente, es que una descripción definida puede no ser verdadera y sin embargo identificar el individuo exitosamente, es decir, puede funcionar para ubicar al sujeto identificándolo, aunque falle.

Existen descripciones propias e impropias. “El autor de ‘Pincipia Matemática’ es británico” es una descripción impropia, puesto que no está cumpliendo en este caso con el principio de unicidad. 
Para Russell las proposiciones son tales que están compuestas por los elementos que son la referencia o el significado de las palabras que uso en el enunciado. Por eso una no-entidad no puede ser nunca componente genuino de ninguna proposición (“el actual rey de Francia es calvo” no es componente genuino, aunque de los componentes de esa frase puedo tener conocimiento directo), aunque el nombre de una no-entidad puede ser componente de una oración. Una oración con componentes no genuinos no sería una proposición.

Cuando Russell dice que “el actual Rey de Francia” no es un componente genuino de la proposición, quiere decir que el individuo que supuestamente denota esa frase no forma parte de la proposición, porque no existe en la realidad. Si falta el objeto no hay proposición, y por tanto no habría tampoco significado, aunque en definitiva lo tiene porque es falso.
Para Russell deben considerarse tres cuestiones: identidad y contextos opacos, términos singulares no denotativos y enunciados de existencia negativos.


3- Análisis comparativo entre ambas teorías.

Lo primero que hay que mencionar es que Russell no realiza diferencia entre sentido y referencia; apela a la eliminación de los términos singulares en lo que refiere a la cuestión de los contextos opacos y la identidad.

Si pensamos nuevamente en “el actual Rey de Francia”, para Frege simplemente no denota, no tiene valor de verdad, tiene significado pero no referencia. Frege da lugar a que no existan juicios existenciales negativos verdaderos.

Las teorías de Frege daban lugar a enunciados que no eran verdaderos ni falsos, introduce una solución ad-hoc para resolverlo (consistía en atribuir un mismo individuo definido arbitrariamente a todas las descripciones definidas que ameritara, para evitar lo que se conoce como “huecos de verdad”), y funcionaba formalmente bien. Russell sin embargo piensa que su solución es mejor porque no es ad-hoc.

La teoría de Russell en cambio, permite tratar con juicios existenciales negativos verdaderos sin postular ninguna entidad como sí lo hacía Meinong con los objetos ideales y como Frege no podía hacer. Russell logra dar cuenta de los enunciados existenciales negativos, pero se genera la discusión de si efectivamente quien afirma que “el padre de Carlos II fue ejecutado” afirma eso que Russell dice que afirma, dice que eso implica suponer que existió un individuo con tales características (hay quienes dicen que Russell no afirma sino que supone esa cuestión).

Frege propone que las frases denotativas son términos singulares. Russell propone tratar las frases denotativas no como términos singulares sino como parafraseables por medio de la teoría de la cuantificación.

Es el significado de “El monte blanco” y no la montaña real, lo que es un componente de la proposición “El monte blanco mide más de mil metros de altura”. Lo que es un componente de la proposición para Frege es el sentido de “el monte blanco” (por distinguir sentido y denotación), para Russell es la montaña real.

En Frege, lo que llamamos “proposición” es el pensamiento que un enunciado expresa, y su denotación es el valor de verdad. Al eliminar Russell la dicotomía sentido-denotación, entonces tener significado es de algún modo tener denotación.

En las tres paradojas que plantea Russell (“Sobre el denotar”, pág. 38) sobre el denotar (que su teoría por cierto resuelve), podemos apreciar diferencias entre su teoría y la de Frege, así como algunos puntos en común. La primera paradoja “si a es idéntico a b”, todo lo que es verdadero de uno es verdadero del otro, y cualquiera de ellos puede sustituir al otro…”, es algo que también la teoría fregeana salva ya que opera el contexto indirecto (que establece que a y b deberían tener además el mismo sentido). La segunda paradoja que plantea Russell, acerca de que “A es B” o bien “A no es B” (con el ejemplo de que “el actual Rey de Francia es calvo” o bien “el actual Rey de Francia no es calvo” debería ser verdadera); por lo visto, la teoría de Frege no resuelve esa paradoja, mientras que Russell propone trasladar la negación desde un lugar secundario a un lugar primario.

La tercera paradoja será resuelta por Russell a través de la posibilidad de la construcción de juicios existenciales negativos verdaderos, mientras que para Frege se trataría de una carencia de valor de verdad.

Frege diría que la frase denota la denotación, mientras que Russell dice que es el significado el que denota la denotación, entendiendo que la relación entre significado y denotación no pasa simplemente por su relación con la frase.

En Frege, de cierto modo el sentido de los nombres son descripciones, es decir, un tipo de frase denotativa. En ese sentido, Frege estaría probablemente de acuerdo con lo planteado por Russell en el denominado “pasaje oscuro” del texto trabajado “Sobre el denotar”, que plantea como problema que “no podemos comprender el significado si no es por medio de frases denotativas” (Pág. 40)

De algo que podemos darnos cuenta después de leer a Russell, es que en Frege sólo podemos acceder a significado por medio de frases denotativas. El ejemplo que aparece en nota al pie en el artículo de Frege (ejemplo sobre Aristóteles), nos lleva a interpretar o bien que el sentido y la denotación son la misma cosa, o bien a que el sentido no lo puedo comprender totalmente. Frege sólo da ejemplos de sentido de nombres comunes.
Frege diría que todo nombre tiene sentido (puede no tener denotación) y Russell diría si no tiene denotación no puede ser un nombre.


BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES CONSULTADAS
:

Acero, Juan José; Bustos, Eduardo; Quesada, Daniel: Introducción a la filosofía del lenguaje, Ediciones Cátedra, 2001.

Simpson, Thomás Moro (comp.): "Sobre el sentido y la denotación", en Semántica filosófica: problemas y discusiones, Siglo XXI, Bs. As.,1970.

Blackburn, Simón y Code, Alan: “El poder de la crítica de Russell a Frege: On denoting”, Artículo proporcionado por el Prof. Carlos Enrique Caorsi.

Simpson, Thomás Moro: “Formas lógicas, realidad y significado”, Editorial Universitaria de Buenos Aires.


Russell, Bertrand: “Sobre el denotar”, Teorema, 2005.

Gottlob Frege: notas sobre el sentido y la referencia

Es importante saber que Gottlob Frege fue –inicialmente- matemático. pensaba que el lenguaje ordinario (natural) no era ideal para exponer un razonamiento matemático. Entonces, en la búsqueda de un lenguaje ideal para expresar perfectamente la estructura de un razonamiento matemático, desembocó en un análisis semántico sobre las expresiones lingüísticas, de tal manera que planteó temas filosóficos sombre el lenguaje. ¿Podemos expresar la verdad sin ambigüedades lingüisticas? Pues, sí. Sin embargo, esto requería entonces el desarrollo de lo que él llamó «ideografía» un lenguaje lógicamente perfecto no sólo para las matemáticas, sino también para las ciencias en general.

Por suerte, terminó fundando los principios necesarios para hacer lo que hoy entendemos como Filosofía del Lenguaje. Puesto que es el lenguaje lo que coloca al hombre sobre el resto de los seres y le proporciona dominio sobre ellos, constituye por su nobleza un tema que merece ser investigado.

En efecto, es bueno saber que Frege hace uso de tres términos fundamentales como lo son: signo, sentido y referencia. He aquí la novedad en su obra Sinn und Bedeutung [Sentido y Referencia], obra que estamos estudiando en este momento.

Antes de Frege, quizás no se había considerado tal problema en las expresiones lingüísticas. Una expresión en la cual el predicado guarda relación con el sujeto u objeto puede ser considerada como válida, por lo que podríamos asignar un valor veritativo (V o, F). En Frege, esto no es suficiente, para que una oración pueda asignársele un juicio de valor veritativo debe necesariamente tener una referencia (objeto real).

Hay un ejemplo que el autor usa para explicar esto, la frase: «La voluntad del pueblo» es una expresión que tiene sentido, pero carece de referencia (objeto extramental) por lo que no se le puede asignar un valor veritativo, ni mucho menos la puedo someter a un análisis de tipo científico.

Una oración debe entenderse –según Frege- como un todo articulado que proporcione los elementos necesarios para una explicación razonable  de cómo decir algo verdadero o falso mediante ella.

Una función es un concepto cuyo valor es siempre un valor de verdad. Mientras que un objeto es todo lo que no es una función cuya expresión no conlleva, por tanto, a un valor veritativo.

 Para Frege, en el antiguo concepto de función no se distingue entre forma y contenido, entre signo y cosa designada. Por tal motivo, inicia su artículo con un ejemplo del lenguaje matemático, A=A y A=B, en la primera puede significar que Aristóteles es Aristóteles y esta expresión no me dice nada, es evidente en sí misma y no nos dice nada sobre alguna cosa del mundo, es lo que Kant llamaría juicio analítico. En la segunda A=B puede significar: Aristóteles es un discípulo de Platón, pues esta expresión sería según Kant, un juicio sintético, lo que nos hace pensar que deberíamos conocer algo sobre historia de la filosofía y sobre la biografía de Platón. Es decir, requiere análisis, razonamiento.

El problema es que la segunda expresión está formulada partiendo de un lenguaje ordinario y entonces hay que analizarlos muy bien y precisar cuál es la relación entre el signo, su sentido y su referencia y el modo en que se conectan estas para expresar lo que hoy día llamamos en lógica «proposición»,  entiéndase por esta una oración o expresión lingüística de la cual podemos deducir de forma inequívoca si es verdadera o falsa. Frege a inferir: quien no admita la referencia de una expresión no podrá afirmar ni negar de ella un predicado. «El pensamiento pierde valor para nosotros tan pronto vemos que una de sus partes le falta la referencia. Estamos, pues, bien justificados al no contentarnos con el sentido de un enunciado, y al preguntarnos también por su referencia». Que una oración tenga sentido no quiere decir que sea verdadera o falsa.