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La técnica de las técnicas


 


La libertad de hablar se está perdiendo. Antes era evidente que las personas que mantenían una conversación se interesaban por su interlocutor, pero eso ha sido hoy sustituido por la pregunta por el precio de sus zapatos o de su paraguas. En toda conversación se va infiltrando el tema que plantea las condiciones de vida, el del dinero. (…) Es como si estuviéramos atrapados dentro de un teatro y tuviéramos que presenciar la obra que se representa en el escenario, lo queramos a no, convirtiéndola, una y otra vez, en objeto del pensamiento y la conversación (Walter Benjamin).

El castigo ha dejado poco a poco de ser teatro (Foucault), quizás porque el teatro comenzó, desde algún momento en más, a formar parte de la cotidianeidad que necesitaba "el nuevo hombre" que estaba naciendo. El acceso a las artes debe venir desde medios controlados, ojalá desde las pantallas, nunca más desde la espontaneidad. Los pueblos tienen un vigor especial, son las parteras del arte, alimentarlas, avivarlas, es traer las llamas del Olimpo a los sedientos esclavos (Hegel). Lo que sobrepasó por completo al teatro griego como ornamentación educativa para las polis, fue la tortura europea del siglo XVII. Así como cualquier tipo de ostracismo de antaño, sigue permaneciendo vigente en la cultura popular como susurraciones, los implantes que se quieren instalar con lo ausente, con lo falto; así se cambia lo ornamental para alterar lo fundamental.

La evidente reacción de los actores en cada una de las piezas de este "Espectáculo de los reyes" (Debord), precedió a gran parte de las teorías filosóficas continentales y analíticas del siglo XX. Al traspasar el poder de castigar se traspasa la maldad, al anonimato. 

Los actores de un reino ejecutaban sus papeles con pasión porque eran la obra, eran su llama, su calor, su razón, quienes estaban en la última escala para la creación del lenguaje (ciencia) y la cultura (literatura). El verdugo sabía que sus manos y sus herramientas representaban el poder del rey, éste jamás podría quedar mal, de lo contrario, el escarnio sería mayor. Hipotéticamente, es otro el que castiga desde las sombras, pero no participa en el castigo dada su bondad intrínseca nombrada por Dios. La gracia es no saber quién castiga, vemos un acto y ejecutores a sueldo que siguen ordenes (Nuremberg), la gracia, es la oportunidad de ser algún día perdonados por un agente que puede estar a un metro o a miles de kilómetros de distancia, omnipresente, siendo el mismo el que nos condenó, el mismo quién nos salvó, un aparato, una logística. El supliciado era la encarnación del cuerpo del Cristo, era uno con su sufrimiento, quién murió y seguirá muriendo por todos nuestros pecados, reprimidos (cínicos(filosofía)), en una liturgia sonora-visual que demuestra las consecuencias de ser masa, pero no las comprende (siglo XX). Un hombre es lo que hace con lo que hicieron de él.

El público forma parte de un juicio, es jurado, una propaganda nacida por ellos mismos, para ellos mismos, desde sus pobres techos, desde sus humildes moradas; reaccionan al evento avivándolo, o en contados casos, pidiendo compasión, pero siempre reaccionando. Ni la democracia fue tan políticamente participativa como una obra de teatro. Hay muchos casos documentados en que los verdugos debieron huir de sus propios puestos ante la ira del pueblo por piedad o por gracia.

Es entonces el teatro una forma antigua de conocimiento de la opinión pública (un voto), una elección sin registros estadísticos, que opina del poder de sus políticos y de sus violadores, un juicio estético reservado más para definir el mal y el bien. Es subjetividad misma, lo que Immanuel Kant quiso ahuyentar con sus críticas terminó por reforzar la subsección a la razón. 

El teatro es la política de los infiernos... corazonadas, ritmos, pautas manipuladas, aunque sin un resultado predecible; lo predecible es que se mostrará una cultura que de una u otra manera sobrevivirá. El teatro es el único medio en donde la humanidad se enfrenta a sí misma (Miller). La esencia literal del averno de Sartre. Los círculos de Dante no son más que una representación.

Es la imagen que causa el teatro una opinión de cada tiempo, una manifestación culta. Si el teatro es paupérrimo, hablamos de una sociedad paupérrima; cada cosa que se insinúa, se dice, se hace, habla sobre emperadores e imperios. 

El cine habla de muchas cosas, entre ellas de dinero, de espacios de tiempos, de limbos; el teatro es presente puro, el mas natural de los actos como regalo, aunque regalo siempre para una Troya. Un engaño para una guerra, para un descanso, para una fiesta, para una masacre... mas no todo esto es polar...

Masacrar a un pueblo, en estos ámbitos, es disminuir su capacidad de sentir, hacer guerra con un pueblo es coartar y tomar su cultura, extasiarlo para que se sienta angustiado, devastado, exhausto.  

El teatro no nació como accidente aunque sea uno, como una cosa que nunca sabremos si en realidad fue o si volverá a ser. Es innato. Puede ser cualquiera, nacer cualquiera. No podemos identificarlo con alguna civilización, aunque la creencia esté. Es un acto de fe. 

 El teatro es tentador, tentación, tentativo, tensión. Un universal. El creador de los proyectos binarios tuvo que haber conocido el teatro, así como la guerra, así como la política, así como el ritual. Todo acto político es teatral. 

Recibe el reconocimiento a través y sólo a través de su iniciativa. Es la intención más acertada de las simulaciones, pues miente con la verdad.

El poder es mentiroso, de ahí el posmodernismo. La máxima que acusa es esta: las verdades establecidas, los hechos, las causas exactas, las moralidades. El arte de mentir debe separarse del castigo en la plaza pública, el castigo verdadero debe ser en las sombras. El falso castigo, así como las falsas caricias, son a plena luz del día. La mentira, como arte, como verdad danzante tiene esta corriente: el actor tiene la responsabilidad de ser el rey de su papel el tiempo que sea necesario, tan excelentemente como para que nadie se le iguale, y tan cruelmente para que nadie se le acerque.

Conócete a ti mismo y conocerás al mundo. El teatro se atreve a gritar esto en la cara de su público. Es una caracterización de valientes, de memorizadores coloniales de algún tipo de psicología, de guión; perseguidos día y noche por su imposible pizarra limpia. El actor en general, si no tiene público, tiene lentes. El actor en particular, tiene tablas, respiros, murmullos, susurros, silencios, respetos, aplausos. Es su propia vida un accidente. 

La vida de un actor no se rige por la verdad, sino por el mito, por una confusión profesional sobre quién es verdaderamente. La más santificada ambigüedad en algún tipo de persona; después el loco, después el villano, después el comediante, ninguna tan necesaria, tan anhelada, tan maestra.

¿Quién sabe lo que se puede hacer con una bomba? ¿Un rey? ¿Un poder? ¿Un pueblo? ¿Un actor? ¿Un espectador? ¿Un ejército? ¿Un coro? ¿Un director? ¿Quién vendrá a salvarnos con otra obra artística que sobrepase, que trascienda nuestra alienación? Invirtamos los términos. ¿Volverá algún Vietnam? ¿Es el teatro la más evolucionada de las técnicas de las tinieblas? ¿De la llegada de un mesías, de nuestra historia, de nuestra vida, de nuestra especie?

El presente, para ser tiempo, debe viajar al pasado (San Agustín). Mil demonios acechan la frontera de las nobles verdades. Mis manos quizás actúen la posición de sus dedos. De todas formas, jamás lo sabremos.  


"El tiempo corre. Gracias a él, primero vivimos, lo cual quiere decir que ya hemos sido acusados y juzgados por la gente. Luego morimos y permanecemos aún unos años entre los que nos han conocido, pero muy pronto se produce otro cambio: los muertos pasan a ser muertos viejos, de los que ya nadie se acuerda y que desaparecen en la nada; tan sólo unos cuantos, muy, muy pocos, imprimen su nombre en la memoria de la gente, pero, ya sin testigos fehacientes, sin un solo recuerdo real, pasan a ser marionetas" (Milan Kundera)

El legado del viejo alcatraz



José Rafael Herrera

@jrherreraucv


“Ahora te estás pareciendo demasiado al alcatraz viejo, que si joven es

tan rápido como el gavilán, al perder la vista se estrella contra las rocas”.

Francisco Herrera Luque, El vuelo del alcatraz




A mi viejo colega y amigo de siempre, Omar Noria


Bolivar y guerra



La edad que se tiene depende de la intensidad con la que se vive. En 1826, con apenas 43 años, el Libertador Simón Bolívar semejaba a un provecto. Quizá no tanto por fuera como por dentro, allá, en las profundidades de los delirios de su alma desgarrada, a consecuencia de las guerras que llevaba a cuestas, no solo las que lo habían enfrentado contra el poderoso Imperio español sino las que debía enfrentar contra su propio entorno y, lo que tal vez resulte menos sorprendente, las que a diario libraba contra sí mismo. Una vida marcada por la guerra. Una guerra que no acaba nunca, similar al oleaje del mar que, en vano, se pretende arar. La sentencia de Heráclito proyecta con extraordinaria y pasmosa nitidez la cronológicamente breve y al mismo tiempo históricamente dilatada existencia del Libertador: “la guerra es el origen de todas las cosas”.

Fue Herrera Luque quien tuvo el mérito de elevar a la conciencia social esta extraordinaria experiencia que, por lo demás, da cuenta de lo que, desde entonces, ha sido el devenir de un pueblo habituado a hacer de la devoción al caudillo el hilo conductor de su discurrir histórico. El precio, post-festum -como resultado- ha sido muy alto. Se trata del militarismo, onto-históricamente concebido, como destino. No por caso, Lovera De-Sola, curador y prologuista de El vuela del alcatraz, observa que propósito de Herrera Luque consistió en “plantear los momentos más difíciles de la vida de Simón Bolivar, y lo hizo siempre para volver a contar la historia, para no mentir a través de ella, para humanizar a sus protagonistas, para hacer comprensible nuestro pasado a los venezolanos de hoy”.

Así deben ser interpretadas las palabras puestas por Herrera Luque en boca del fiel mayordomo José Palacios y dirigidas al Libertador, dado que bien pudieran ser premonitorias a la hora de dar cuenta de las desbordadas felonías del presente: “Tenga confianza, mi amigo, en lo que dice este negro, que por nacido en su casa y llevarle unos cuantos años lo considera su hijo o su hermano menor. Así como fuiste gavilán primito con Piar, Morillo, San Martín y los peruanos, te estás volviendo cegato. Después de volar tan alto no diferencias una sardina gorda de un peñasco. ¿Quieres que te diga una vaina? Ni Páez ni Santander: los dos te la tienen jurada”.

Los venezolanos -según afirmaba Francisco Antonio Zea- fundamentan el derecho al mando en el poder de fuego. De ahí -sostenía el entonces vicepresidente de la naciente República- que Venezuela se construyera sobre los fundamentos del militarismo. Una opinión que Santander compartía de plano con su compatriota: “los venezolanos creen que la guerra, más que una función trascendente, es una forma de trepar en la sociedad y de adquirir riquezas”.

Al finalizar el sueño republicano y ya escindidas las antiguas provincias que conformaron la utopía grancolombina, se despertaron las ambiciones de sus caudillos sedientos de poder absoluto. Los nuevos amos reclamaban el mando. Había comenzado la época de los “coroneles”, muchos de los cuales habían perdido sus cuotas de poder central. En no pocos casos, aquellos héroes de guerra se sentían “llamados” a controlar y tomar posesión de un territorio mucho más amplio, más vasto, que el que -en el reparto de los latifundios post-independentista- les había correspondido. ¿Porqué conformarse con el dominio absoluto de una región, teniendo por horizonte la vastedad? ¡Si todo el país podía estar bajo su égida, forjada al fragor de sus hazañas! Para ellos, un pueblo sin mayor formación ciudadana era un botín de guerra. Un botín que concebían como mezcla de razas, un pardaje -como se decía por entonces- que, al decir de Hume, no pasaba de conformar una población de “niños perdidos”, desorientados y sin un guía, un condottiero, sobre todo ahora que estaban huérfanos de rey. Los fámulos necesitaban un padre, un “amito”, un patrón. Un Páez o un Monagas, un Guzmán o un Zamora, un Castro o un Gómez. En el fondo, se trataba -y aún se sigue tratando- de una cultura para el sometimiento cuartelario y la heteronomía, a pesar de que todas las llamadas “revoluciones” se hicieron invocando el sagrado nombre de la Libertad.

No por azar, ese despotismo caudillista, ese militarismo infame, fue la premisa real sobre la cual se levantó la construcción del socialismo en Venezuela, como en el resto de la América Latina. Un caudillismo que, bajo la pomposa nominación de “cesarismo democrático” , tuvo en las academias su mejor respaldo argumentativo. Cierta hermenéutica contemporánea, llevada de la mano de la lógica positivista, presupone que la naturaleza del pensamiento marxista latinoamericano es lo más ajeno y distante a la cultura vernácula. No obstante, conviene señalar que esta presuposición comporta una retórica simplista e increíblemente artificial. Una retórica que por años ha intentado imponer como su única “lógica” su anti-marxismo patológico. Pero la realidad es otra. De hecho, y a pesar de lo que digan los manuales, las colonias de la América hispana recibieron una formación escolástica sustentada sobre los rígidos principios implantados por un catolicismo contra-reformista, que hizo del dogmatismo y la ortodoxia de la fe sus mayores virtudes, siendo, además, el “santo oficio” la garantía de su fiel cumplimiento. La fe positivizada y puesta en manos de la teología filosofante, con el tiempo, se transformaría en el fundamento, no siempre visible, de la lógica del entendimiento abstracto. De la teología de la Ilustración surgieron y se nutrieron las universidades latinoamericanas, de donde inevitablemente tenía que surgir el positivismo, el mismo que sirvió de sustentación a los caudillos que se hicieron del poder. Pero, además, fue el positivismo la premisa lógica necesaria para que surgiera el interés por el diamat, como consecuencia necesaria de sus tesis fundamentales.

La suerte estaba echada. La Positivität, ese certum que ha sido puesto por la reflexión del entendimiento como sustituto de la verdad, es el resultado de una audaz operación lógica, histórica, política, social e ideológica. Pero ese mismo entendimiento abstracto -de origen teológico y escolástico- fue el guía supremo de la Ilustración, aunque con caracteres invertidos. Más tarde lo sería de la doctrina positivista y del empirismo lógico, que en buena medida terminarían sustituyendo el espíritu de la Ilustración por su letra inerte. Para sorpresa de muchos, el diamat, la doctrina materialista sobre la cual se sustenta la gobernante versión asiática del socialismo actual, es el heredero no reconocido de la lógica del entendimiento. Por eso los nietos de los viejos caudillos se convirtieron, primero, en los peores enemigos de la inédita experiencia democrática venezolana y, más tarde, en los secuestradores de un país que han terminado por conducir a la ruina. Al final, el viejo alcatraz no solo terminó confundiendo el mortal peñasco con una “sardina gorda”. Dejó el legado de lanzarse sumariamente para perder la vida al estrellarse contra los riscos.


Zelenski y la guerra glocalizada

 

Guerra glocalizada y Zelenski

I

Explicito el lugar epistemológico, mi caja de herramientas, desde el cual realizo el análisis, en clave de twitter. (1) Desde la tradición de la filosofía política inaugurada por Maquiavelo, llamada realismo político. (2) Desde la reinterpretación de Maquiavelo realizada por Nietzsche en el Crepúsculo de los ídolos, en la sección titulada Lo que le debo a los antiguos, a propósito de dos vocablos: libertad y belleza. El primero definido en el fragmento 38 de Incursiones de un intempestivo, a saber: “¿Qué es la libertad? Tener voluntad de autorresponsabilidad” y el segundo, en el fragmento 47: “Regla suprema: es preciso no dejarse ir ni siquiera delante de sí mismo.” (3) Desde la reinterpretación de Nietzsche que realiza Foucault; pero, sobre todo, su mirada de lo social como mallas de poder; como lo expresó en sus lecciones publicadas con el nombre El gobierno de los vivos, “(…) no hay ningún poder que no se apoye en la contingencia y la fragilidad de una historia…” (Foucault, 2012/2014 pág. 99) y otra idea fundamental en uno de sus artículos recogidos en el libro Estética, ética y hermenéutica: las “(…) formas de poder son heterogéneas. Así pues, no debemos hablar del poder si queremos hacer un análisis del poder; sino que debemos hablar de poderes e intentar localizarlos en su especificidad histórica y geográfica.” (Foucault, 1994/1999 pág. 239).

II

Utilizo el vocablo glocalizada, en el sentido contemporáneo de la sociología, la guerra es local, es decir, geográficamente delimitada, Ucrania, pero que tiene efectos globales y viceversa; pero, además, hay un nivel de guerra global en el campo económico. Es decir, afecta al planeta, a todos los países, económicamente, en distintas dimensiones y de forma diversa. La Guerra glocalizada es una novedad de nuestra época.

La guerra glocalizada que estamos presenciando tiene unas características novedosas con relación a la palabra guerra, a propósito de los criterios para discernir el éxito o el fracaso de un ataque. Cuando se decía guerra en la época moderna, se entendía que era una confrontación, donde atacar era una acción que realizaba uno de los actores con la finalidad de dañar de forma inmediata al enemigo en el corto, mediano y largo plazo. Era exitoso el ataque si el atacante permanecía igual o mejor que antes del ataque, con relación a sus costos. Se consideraba que el ataque era un fracaso, si el resultado tenía más costos que beneficios para el atacante.  

Una imagen de la globalización ha sido McDonald´s. La trasnacional tomó la decisión de cerrar todos sus establecimientos en Rusia. Esa decisión se considera como un ataque económico a Rusia.  En el corto, el mediano y en el largo plazo (de mantener la medida), esa decisión tiene más costos para McDonald´s que para Rusia. Para Rusia es mínimo porque es social (su población no podrá disfrutar de un tipo de comida) y quedarán una cantidad de trabajadores sin empleo (pero eso mínimo, considerando la población del país) y para Mc Donald´s, el costo es máximo porque no obtiene ningún beneficio y asume solo costos económicos. Es decir, se encuentra en peor posición que antes de atacar. Pero lo que sucede con la trasnacional, es similar en otros campos económicos con relación al efecto, en el campo económico, que llamo boomerang.

Al ser una guerra planteada globalmente en el campo económico, hasta el momento, toda decisión de la OTAN tiene un efecto boomerang, es decir, algún país de la alianza sufre los costos de la decisión sin ningún beneficio o con muy pocos beneficios. Es por ello que el mayor ataque, bloquear el suministro de energía a Rusia, tenía el efecto boomerang contra el estado alemán; por lo tanto, tuvieron que derogar esa decisión.  Al tener el efecto boomerang, cualquier medida económica, en el corto, mediano y largo plazo, tendrá efectos negativos en los distintos países de la OTAN de forma inmediata, mediata o a largo plazo y el efecto es expansivo globalmente.

Por ahora, las poblaciones de todos los países de la OTAN, pueden asumir los costos de las decisiones de sus gobiernos, a propósito de los acuerdos de la alianza; pero, de prolongarse la guerra, el panorama se transforma.  Imaginemos a la población de Canadá, Alemania, Italia o Francia, por ejemplo, si permanece la guerra empezarán a sufrir las consecuencias económicas; y la oposición política en cada uno de sus países capitalizará el descontento y quienes estén tomando esas decisiones, actualmente, correrán el riesgo de perder el poder político en sus estados, localmente, por una decisión global…  Porque localmente, la población expresará su descontento a su gobierno porque el primer deber es tomar decisiones que minimicen los costos y maximicen los beneficios para el país.  De allí que los decisores tienen que acordar medidas comunes, pero tienen un límite, los intereses de su país; porque si pierden de vista sus intereses locales, tanto los decisores como sus partidos que ejercen el gobierno, actualmente, arriesgan su capital político.

Si la guerra se mantiene en el plano económico. Rusia solo tiene que resistir, no tendrá beneficios en el aspecto económico, tendrá altísimos costos, pero tendrá menos costos tanto económicos y como políticos que sus oponentes. A menos que sean tantos los costos económicos para Rusia, que se le genere un problema interno y se desestabilice su gobierno. Pero si le causan un máximo daño económico, como tiene un efecto boomerang, esa medida, será proporcional o peor para la alianza. De allí que este escenario es improbable.

Si la OTAN toma una decisión distinta, más allá de enviar armas, apoyo económico, técnico, tecnológico, la guerra deja de ser local y sería global. Esto significa que los espacios de confrontación se realizarían en sus países, con una gran probabilidad que utilicen armas nucleares. En ese caso, todos pierden. Tal escenario es el resultado es suma cero, para utilizar el vocablo de la teoría de juegos. 

De allí que lo más racional, desde la perspectiva económica para la OTAN, era acordar con Rusia, lo más rápido posible después de su invasión.  Rusia alcanzaría unos territorios, pero se le hubiesen aplicado medidas paras paralizar se crecimiento como imperio, aunque tuviese un efecto boomerang en los países más débiles dentro de la alianza y Estados Unidos, dentro de la OTAN, hubiese acrecentado su poder. 

Pero no fue así por la contingencia Zelenski. Es contingencia porque las dos decisiones fueron de carácter ético. Afrontar la situación, decidir liderar la guerra y no asilarse cuando se lo ofrecieron. La consecuencia práctica de ambas decisiones es que cada día, se le está complicando más la forma de jugar a la OTAN con respecto a Rusia. La ventaja que ha tenido Zelenski, como jugador dentro del escenario local y global, se debe a una condición epocal, las redes sociales. Zelenski logra el apoyo y la asesoría del hombre más millonario del mundo, especialista en comunicación, Elon Musk, con un twitter donde lo confrontó directamente, indicándole que estaba invirtiendo dinero para llegar al planeta Marte y no estaba preocupado por la tierra.  Ese mensaje directo, le generó un arma, más poderosa, en los tiempos actuales que un misil, tener a su disposición una plataforma de comunicación con el mundo. Y tener a un asesor, con extraordinaria pericia, en el manejo de las comunicaciones.

Pero, además, sin tener poder económico ni militar, se transformó en el general de su guerra local, con el apoyo de la alianza alrededor de la OTAN. Apoyo que logra porque logró comunicar su decisión globalmente, diciendo que estaba en desacuerdo con la forma que la OTAN planteaba cómo confrontar con Rusia, por eso dijo, “nos quedamos solos”, pero iremos a la guerra. Logra su condición de general por la decisión de no asilarse. Pero esa decisión no la expresó solo localmente, sino que la hizo global, le dijo al mundo que Francia y Estados Unidos le estaban ofreciendo asilo y lo que él necesitaba eran armas.  Desde ese instante, no antes, Zelenski adquiere la condición de un general, un líder, que le habla y exige a las potencias aliadas.

Un buen decisor, un buen general lo es, no por las alianzas poderosas ni por los brillantes asesores, sino porque sabe decidir. Estoy resumiendo en términos contemporáneos lo que explica Maquiavelo con sumo detalle a propósito de los príncipes exitosos. Si tiene una alianza con poderosos y sus decisiones son las que indican los poderosos, dejar de ser príncipe, porque los otros deciden por él y se transforma en un esclavo de sus aliados. Si tiene buenos asesores y no sabe decidir, los asesores asumen el lugar del príncipe. Si tiene buenos asesores y tienen opiniones contrarias, no podrá tomar la decisión, sino piensa por sí mismo. Un buen príncipe es quien tiene alianza con poderosos, pero les exige que colaboren en lo que él necesita y de la manera cómo lo necesita. Y es capaz de tomar decisiones y establecer, según su perspectiva, cuál es el mejor curso de acción con independencia de las miradas contrarias de los asesores. Es decir, sabe discernir.

Ahora veamos ejemplos recientes. Es una novedad que un presidente de un país sin recursos económicos ni militares, se dirija a las grandes potencias, quienes lo están financiando militar, económica, técnica, y tecnológicamente y les llame débiles, indicándoles que están desunidos, que no saben tomar decisiones; adjetivaciones realizadas cuando aprobaron toneladas de gasolina, pero rechazaron la propuesta de Zelenski, de cerrar el espacio aéreo. Discursivamente, retóricamente, se colocó por encima de todos los mandatarios de la alianza, como si fuesen subordinados a él. Pero no solo les dijo eso, sino que lo que acontece en su localidad no solo era responsabilidad de Rusia sino de la OTAN por su falta de acción; retóricamente, le expresó una sentencia moral y política. 

Esa condición de general se debe en primer lugar a la coherencia entre sus decisiones y sus acciones, a saber, asumir la guerra y no asilarse. En segundo lugar, a la valentía para hablarle a la OTAN diciendo lo que piensa, sin medias tintas y con sentido de oportunidad, lo que llamaban los romanos parresia. En tercer lugar, porque tiene conciencia que se lo puede decir, porque tiene una comunicación global, sin esa comunicación global, hubiese tenido las dos condiciones anteriores, pero nunca se sabría de él y solo de las acciones de la OTAN; en ese escenario, la ausencia de las redes sociales, transformaría las reglas del juego y la forma de afrontarlo para Zelenski.   

La estatura de general de guerra mundial, simbólicamente, sucedió cuando le habló al parlamento inglés. En primer lugar, tal como lo han reseñado los medios, es la primera vez que un mandatario se dirige al parlamento en un año antes que la reina. Eso marca un hecho histórico en el pueblo inglés. Quien conoce de protocolos y de la importancia para los ingleses del cuidado de las formas, porque son una monarquía constitucional, el haber permitido que hablase Zelenski es un dato simbólico extraordinariamente relevante, para él como actor político en el escenario global. Ahora bien, él como decisor, no solo narró cómo había enfrentado la guerra, sino que, da un paso osado, con sentido de oportunidad, les exige compromisos y le hace solicitudes concretas al parlamento, como declarar que Rusia es un estado terrorista. Los ingleses que, protocolarmente, no suelen ser efusivos, le dieron un aplauso de pie, antes y después del discurso. La prensa internacional y local, reseñó el acto como un momento estelar que no se había tenido, en ese parlamento, desde Winston Churchill.  Aplausos y alabanzas, incluso admiración, pero que para Inglaterra y para todos los de la OTAN, dichas solicitudes pueden generarles costos inimaginables, de allí que los coloca en un serio problema para acompañarle.

Además, al utilizar de forma magistral los medios de comunicación para coaccionar, discursivamente, a la OTAN y dar ejemplo que está liderando la guerra (tanto local como globalmente), muestra por video de su residencia y las calles de la ciudad donde está ubicado. Tales acciones de Zelenski, para él, tiene un extraordinario beneficio, porque cada día que pasa se hace más complejo para la OTAN permitir su muerte; porque la opinión pública local y global se manifestará en cada país contra los líderes que la permitieron; es decir, tiene un costo político en la localidad de cada país de la OTAN y con seguridad, de llegar suceder eso, los partidos opositores en todos los países, se lo cobrarán a quienes dirigen. Es decir, tiene un alto costo político en lo local y en lo global no apoyarlo. Así que para la OTAN las tomas de decisiones, se les ha complicado, muchísimo más que para Rusia, paradójicamente. De allí que la OTAN tendrá que presionar a Zelenski para negociar y también le conviene a Rusia negociar con Zelenski. Pero él ha mostrado que es un decisor. Para utilizar una sinonimia, era un juego de ajedrez donde Zeneski era un peón y, de pronto, la pieza tuvo metamorfosis y se volvió un jugador. Las reglas del juego se trastocaron. A los tres jugadores les conviene acordar; aunque políticamente, en este momento, Rusia puede darse el chance de mantener un poco más la ofensiva, porque tiene más beneficios que costos; por la complejidad para la OTAN de construir decisiones cooperativas que tengan un efecto boomerang mínimo y maximicen el ataque a Rusia.

Y quien piense que era mejor para el mundo que Zelenski se hubiese asilado, porque tal decisión tendría menos costos y más beneficios económicos y políticos, global y localmente, estaría sosteniendo como valor moral que es preferible ser esclavo, no pensar por sí mismo y está en contra del principio jurídico de la autodeterminación de los pueblos. En otras palabras, es mejor que las grandes potencias decidan el destino de los pueblos que no tienen poder.

En términos personales Zelenski gana. Si muere será un héroe cuyas decisiones complicaron las relaciones globales y si sobrevive, sin duda alguna, tendrá la estatura de un estadista con independencia de sus prácticas como gobernante localmente; pero, sobre todo, será un mensaje para los países pequeños, que no tienen poder económico ni militar, cómo se manejan las relacionales con las potencias en el mundo contemporáneo, en un mundo globalizado.   

El análisis realizado es independiente del pensamiento de Zelenski. Él puede pensar como ultra derecha, derecha, centro, izquierda, ultra izquierda y el razonamiento sobre su práctica, desde nuestra perspectiva permanece inalterable.