La acción divina del hombre en la tierra desde el idealismo alemán | ||||
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La historia de la humanidad, de las ideas y del desarrollo de las grandes
coyunturas, a través de un consenso académico; a determinado varias pautas o
estadios de la propia dinámica historiográfica. Naturalmente la filosofía no
podría estar exenta: en ese sentido ubicaremos la filosofía de Fichte dentro de
la corriente del idealismo alemán dentro de los años de 1762-1814.
Bajo esa premisa entendemos que en su época, como ya avisaba en el párrafo
anterior, en la época en que vivió el filósofo alemán Fichte, dentro de la
corriente del idealismo alemán, su quehacer y obra filosófica fue entendida
como una exaltación y promoción de la subjetividad desde el punto de vista
cognoscitivo, pasando por la fenomenología como ente argumentativo.
En el común denominador de sus obras, como común denominador se manifestaba
la idea de que el “yo” como recurso inmanente de la existencia finita, se
justifica a través de una serie de actividades fundamentadas. Es en ese sentido
que se empiezan a gestar las pautas principales de lo que se considerará el
idealismo alemán y a él se le conocerá como el fundador.
De hecho, si se revisa aunque sea de manera panorámica la secuencia y/o el
curso de lo que es la propia historia de la filosofía, tenemos que el propio
Hegel, parte de sus doctrinas filosóficas (de Fichte), para construir lo que
ahora conocemos como uno de los sistemas filosóficos más intensos desde el
punto de vista del idealismo. De hecho, podríamos argumentar que el propio
Hegel nutrió las ideas de Fichte.
La lectura y aportación que en la dinámica actual podemos rescatar de la
obra de Fitche llevada a la praxis, radica en el hecho más que fortuito de que en
el contexto del devenir humano, como ser social y político, lo más elemental,
vital e importante es que el propio ser humano esté sin ataduras morales, es
decir, cuente con su propia libertad humana.
El ente social y político que se vacía en el recipiente del Estado social,
solamente tiene justificación divina a través de la acción individual del
propio ser; claro está, como un impulso de mejora del propio Estado. Es así que
el propio “yo” será el pilar de la construcción del mundo inteligible. La
cultura es unión y progreso.