Mr. Brainwash
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El concepto de kitsch nació junto a “la revolución industrial que urbanizó
las masas […] y estableció lo que se denomina alfabetidad universal” (Greenberg). En otras palabras, empezó cuando las ciudades se
comenzaron a llenar de “proletarios y pequeños burgueses” alfabetizados que
descubrieron “una nueva capacidad de aburrirse” |
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De este modo, como nos explica Greenberg, al no poder acceder al confort ni al tiempo necesario para abrazar
la “tradicional cultura de ciudad” –es decir, el arte verdadero– estos individuos satisficieron
su hambre de distracciones con un sucedáneo: la cultura kitsch. Esta, destinada a aquellos “insensibles a los valores de la
cultura genuina”, imita y se nutre del arte auténtico. Consecuentemente, el
concepto de kitsch se aplica al arte
que “no exige nada a sus consumidores, salvo dinero”. Debido a esto, no
incita al pensamiento ni invita a la reflexión; más bien al contrario, pues lo kitsch se presenta al espectador masticado
y digerido. Por este motivo, Greenberg dice que gusta al espectador inculto, que
se ve eximido de la tarea de comprender la obra de arte. Así, el arte kitsch es un arte cuyo fin es agradar al
gran público, encontrar su beneplácito; un arte que no arriesga, que no va
nunca más allá y que, carente de ironía e imaginación, copia y masifica el arte
verdadero mediante fórmulas.
En definitiva, el arte kitsch es arte superficial, vacío de
contenido (es decir, fácil de entender) y que complace a las grandes e incultas masas.
Greenberg, Clement: Avant-Garde and Kitsch.
A Eduard Cairol
Bibliografía Greenberg, Clement: Avant-Garde and Kitsch.