La culpa como vía de sanación | ||||
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Es tal vez uno de los sentimientos menos valorados en la vida del hombre, aunque sea el mismo hecho de sentir culpa lo que forja nuestra condición humana. ¿Dioses o bestias son los hombres? quizás este viejo sentimiento tenga algo que decir. |
La culpa es esencial en la vida del individuo y en la misma civilización, sin la cual la libertad no podría existir. En bastantes círculos políticos se tiende a hablar mucho de derechos, pero poco de responsabilidades (por razones obvias), olvidando algo vital: una de las responsabilidades olvidadas del ser humano es desarrollar la culpa como un sentir que lo lleve a ser mejor. Sin la culpa no tenemos la dirección adecuada en nuestras vidas para ser capaces de rectificar nuestros errores, sin la culpa no podemos reconocer nuestra propia humanidad, sin la culpa no hay corrección y perdemos el timón para hacer de este mundo un mundo un poco mejor. Hannah Arendt, cuando citó los juicios de Eichmann en la banalidad de mal resumió perfectamente esto; el hombre puede ser malo fácilmente, lo radical en el hombre son los actos buenos: el sacrificio y la solidaridad; sólo se puede ser radical siendo bueno, todo lo malo es superficial y se extiende como un hongo, lo malo no puede ser profundo, y es por eso que el mal es tan peligroso. Cuando la culpa no está en nuestras vidas, perdemos la capacidad de juzgar nuestros propios actos, y si no podemos juzgarlos no podemos ser imparciales, perdemos libertad porque la libertad no vive en la ignorancia, esa ignorancia que aquejaba precisamente a Eichmann en su juicio, y lo que lo llevó a decir que él sólo cumplía órdenes sin el menor complejo de culpa.
Quizás uno de los relatos más descarnados sea el de Jean Améry, el cual narra y examina el sentimiento de culpa en su libro “más allá de la culpa y la expiación”, dónde nos lleva a pensar en aquella culpa que no se debe marchar del corazón humano, pero que tampoco sirve de mucho ante la víctima, ante los mismos hechos que separan por un abismo a la víctima del victimario; entendiendo que Auschwitz no es una singularidad en la historia, sino que Auschwitz es la realidad, Auschwitz es la condición humana. Al respecto Amery dice algo desolador: “en mi brazo izquierdo tengo un dígito de seis números, los cuales dicen más de la condición humana que todo el Talmud y la Torá juntos”.
No quiero presentar la culpa como ese sentimiento que sólo viene a amargar nuestras vidas, impidiendo en parte el correcto desarrollo de nuestra felicidad. Esta culpa no tiene que ver con la libertad, de hecho, quizás no debamos llamarle culpa en este artículo, sino resentimiento hacia nosotros; éste es un sentimiento crónico que se puede tornar peligroso y que no imprime para nada en la vida el sentido de acción, sino más bien el sentido de destrucción. La culpa sin cambio es estéril y vana, pero sin culpa no hay cambio.
La culpa viene del otro diría lacan, y se llaman tradiciones, sin las cuales no podríamos haber construido lo que hoy en día llamamos sociedad. En la sociedad tiene que haber complejo de culpa, complejo de culpa por Hiroshima, complejo de culpa por el racismo, complejo de culpa por no ser una sociedad feliz; gracias a la culpa como sociedad podemos rectificarnos, el pueblo alemán aprendió mucho de sus culpas, aun asumiendo que el nazismo no fue responsabilidad del “pueblo alemán” sino de personas concretas. Las tradiciones se forman desde las masas las cuales tienden a ser más espontáneas con sus sentimientos de culpa, Antonio Porchia decía: “Lleve cada uno su culpa y no habrá culpables”. Precisamente el sentimiento de culpa, aunque no nos exima, nos libera.
La culpa es el pilar del cristianismo, sin el sentimiento de culpa no se puede ser salvo. Quizás el cristianismo tuvo la brillantez de darse cuenta que los individuos también se mueven por sus culpas, aunque no todos con el mismo vigor. La culpa pagó indulgencias, y demostró que es peligroso hacer creer al hombre que está perdonado por todos sus pecados. El sentimiento de culpa llevó a sus personajes al cambio, ¿qué mejor libro puede ilustrar sobre ese sentimiento que en el libro de Job? Partiendo de la culpa dios nos perdona, dice la biblia, quizás, aunque seamos ateos la misma culpa hará que nuestro "súper yo" se perdone, ya que es lo más cercano a un dios.
Este artículo no pretende ser esperanzador con la culpa, quizás ésta nunca nos abandone, pero que bien si no nos abandona por la gratificante consecuencia de llegar a ser mejores cada día. Quizás más de alguien se pregunte cómo controlar la culpa, personalmente considero que la mejor manera de controlarla es precisamente utilizarla, los sentimientos son herramientas si podemos encontrar su porqué, por lo tanto la culpa se controla de una sola manera: cambiando.