EL LUGAR DE LAS PALABRAS. | ||||
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“La
escritura es el abismamiento, la inmersión [...]
Cuanto
más se está perdido, más se es empujado hacia la raíz, la
profundidad”
José
Ángel Valente
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Hay
que detenerse en el lugar de las palabras, sobre ese límite sin
propiedad: sobre el trazarse de la escritura en la página.
Justamente algo se origina desde la perspectiva de una donación, de
un trayecto que se presenta como huella y se constituye también como
huella de otro y huella para los otros.
En
consecuencia lo convocado, se borra en sus márgenes, pero a la vez
se incorpora en ellos: trazo sobre trazo en tanto que tránsito
carnal de las palabras que “nos desengendran / para hacernos
nacer” 1.
Y
el alumbramiento se hace cuerpo 2,
en los huecos del silencio, donde su peso es la metáfora que parece
resistir a la retirada. Sin embargo, lo que queda es el gesto 3
extendido de los signos que asumen nuestras posiciones.
En
eso,
lo que reaparece con cada tecleo, se orienta en el silencio, y se
reconoce en él, para asediar (lo) otro que se reinventa en sus
propias diferencias. Es ahí, aquí, que quien escribe acontece en el
ritmo de lo por venir, en el tono de la destinación, en la
experiencia de lo abisal que es el horizonte recobrado en la promesa.
En
esa medida, las palabras, que estallan en la noche oscura, rodean
constantemente la página, para devenir el corazón del afuera. Su
apertura, articulada en la interrupción del pensamiento, en la fuga
que no tiene localización, no es
más que el interior y el exterior de todas las realidades.
Así
la escritura se expone y está expuesta cuando lo que muestra en sí
es un fondo de espectralidad: espectro furtivo de lo escrito que
arriba, y se
pone en obra,
siendo la obra
la propia
escritura cuya voz,
que es el mar, crea una porosidad entre aliento y latido, que se
asocia con el decir, el exceso, la vida.
En
esta ‘expeausition’
o ‘expielsición’ 4,
la mano abierta exterioriza su presentación en un desborde de
secretos, en el que las palabras son el ser-expuesto del lenguaje,
mientras que escribir es ser (en el) mundo en la vuelta y en el
reverso de lo que se nombra.
Es
por eso que lo escrito remite a la memoria ya que es en la tensión
de la semejanza que el sentido
descubre
la
claridad que señala. Y es que
Hay
que acoger el fulgor de la ausencia,
reflejar
el
don de lo que no está
en
cada cosa que creamos. 5
Lo
anterior permite pensar que lo indecible en la escritura se traduce
desde la hospitalidad
y la revelación
que son la verdad que habita los espacios entre las letras como
animales invisibles que siempre retornan al origen de toda
iluminación.
NOTAS
1
Fragmento del poema “Segunda oda a la soledad” de José Ángel
Valente.
2
“Quizás cuerpo es la palabra sin empleo por antonomasia. Quizás
es, de todo lenguaje, la palabra de más.” NANCY, Jean-Luc.
Corpus. Madrid, Arena Libros, 2003. p. 19.
3
"El autor señala el punto en el cual una vida se juega en la
obra. Jugada, no expresada; jugada, no concedida. Por esto el autor
no puede sino permanecer, en la obra, incumplido y no dicho. Él es
lo ilegible que hace posible la lectura, el vacío legendario del
cual proceden la escritura y el discurso. El gesto del autor se
atestigua en la obra a la cual acaso, da vida como una presencia
incongruente y extraña, exactamente como, según los teóricos de
la comedia del arte, la burla del Arlequín interrumpe de manera
incesante las vicisitudes que se desarrollan en la escena y
obstinadamente deshace la trama. Sin embargo, así como -según los
propios teóricos-la bufonada debe su nombre al hecho de que, como
un lazo, ella vuelve siempre a reanudar el hilo que ha desatado y
aflojado, de igual manera el gesto del autor garantiza la vida de la
obra sólo a través de la presencia irreductible de un borde
inexpresivo. Como el mimo en su mutismo, como el Arlequín en su
burla, el autor vuelve incansablemente a cerrarse en lo abierto que
él ha creado. Y como en algunos viejos libros que reproducen,
aliado de la portadilla, el retrato o la fotografía del autor, en
cuyos rasgos enigmáticos intentamos en vano descifrar las razones y
el sentido de la obra, así el gesto del autor vacila en el umbral
de la obra como el exergo intratable, que pretende irónicamente
poseer e! inconfesable secreto." AGAMBEN, Giorgio.
Profanaciones. Buenos Aires: Adriana Hidalgo, 2005, pp. 90-91.
4 “Cuerpo expuesto: esto no significa la puesta a la vista de lo que, ante todo, había estado ocultado, encerrado. Aquí la exposición es el ser mismo y esto se llama: el existir. Expielsición: firma directamente en la piel, como la piel del ser. La existencia es su propio tatuaje”. NANCY, Jean-Luc. El sentido del mundo. Anthropos: Madrid, 2006. p.98.
5 Fragmento del poema “El anuncio” de Hugo Mujica.