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Del Logos al Texto Digital: Reflexionando sobre el poder del lenguaje en la era moderna

Pintura rupestre antigua de un profeta hablando a una multitud, con un trasfondo de comunicación digital y redes sociales, que simboliza el poder del lenguaje hablado y la transición al lenguaje escrito.



En una era donde la comunicación digital y la sobreinformación dominan nuestras vidas, donde las redes sociales y la instantaneidad de la comunicación han transformado cómo interactuamos y pensamos, es necesario reflexionar sobre los orígenes y el poder del lenguaje. Hoy, inmersos en problemas como la polarización política, la crisis de la verdad, y la superficialidad en las interacciones humanas, es crucial recordar la profundidad y la capacidad transformadora del pensamiento simbólico, especialmente en su forma más pura: el logos. 

Este no es simplemente un ejercicio académico, sino una vuelta a las raíces de cómo los antiguos modelaban su mundo, cómo la palabra hablada fue fundamental antes de la escrita, y cómo la escritura, al "congelar" el habla, ha permitido no solo la transmisión del conocimiento sino también el desarrollo de sistemas de pensamiento que moldean nuestras cosmovisiones. Nuestro legado lingüístico y simbólico puede ofrecernos herramientas para enfrentar y entender los desafíos contemporáneos de la comunicación, la educación y la construcción de identidades culturales en un mundo cada vez más interconectado pero, paradójicamente, más fragmentado.

La capacidad superior del pensamiento simbólico ligada al logos no es algo aburrido. Nunca lo fue. Reproducir la imagen de un jabalí en piedra para nuestro antepasado incurría en modelar el mundo real (y el simbólico), transformar el cuerpo comunicativo común de todo un grupo en una época prehistórica, y acompañado de historias, en noches de lluvia dentro de la cueva —frente a las pinturas— la charla del pre-filósofo inundaba las paredes y tejía a la par el imaginario colectivo.

La palabra hablada fue antes que la palabra escrita en todas las culturas, así lo reflejan lingüistas y antropólogos (también Google que solo ha encontrado el 2% de las lenguas que existen escritas en internet) que coinciden en proponer al profeta, o al filósofo del pueblo como aquel que dominaba la palabra hablada y las formas de hacérsela entender al hombre antiguo, con sus palabras de raíces enraizadas en pequeñas culturas de grupos, había que girar la palabra contra sí misma, gritarla bien alto y chocarla de frente contra la multitud para que esta gente pudiese entender algo de lo que encerraban estas. Estos profetas entendían realmente bien el poder de las palabras y los conceptos, frágiles por depender del entendimiento; si eran conceptualizadas por una multitud eran alzadas como estandarte, casi siempre significadoras de un gran número de aldeanos en grandes periodos de tiempo. Y este gran poder del profeta existía por lo lejano que aparecía para el aldeano de estas tierras antiguas la palabra escrita. Pocos que sabían leer. Pocos sabían descifrar. Y quienes pensaban que palabras eran cosa de dioses eran mayoría. De aquí el gran poder del profeta en esta época de profetas.

La escritura es un sistema gráfico de anotación del lenguaje que “congela” el habla y la convierte en duradera. Es el mayor placer del teórico, permite el orden, el sistema y la demostración. Así, ofrece algunas ventajas que no ofrece el habla en el discernimiento de las ideas y su acoplamiento en “el alma”, un cuerpo puede inventarse a sí mismo con mayor control, placer y suficiencia si los conceptos que lo componen se ordenan en palabras escritas, que si lo hacen en palabras habladas. Como un “corpus” spinoziano conectado por un millón de partes en un millón de sitios, formándose en un solo cuerpo demostrable y otros tantos cuerpos axiomáticos. 

Obras gigantescas y placeres infinitos unidos en casos extraordinarios a las palabras escritas. El filósofo más útil es el que crea un sistema, con esto quiero decir que es el más útil para el lector con deseo de aprender, de comparar y discernir en una filosofía. También hay conceptos únicos que se incluyen en sistemas no muy grandes, o en sistemas abstractos (poco concretos) que hacen incomprensible al concepto que tiene valía (y estúpido al filósofo que se esconde en esta forma abstracta) y muy poco útil la teoría como conjunto. Un escrito tiene que hacerse entender, de otra forma no será muy diferente de un continuo de rayas y puntos en cualquier orden. El placer está en lo simple escrito de “un millón de formas”, cuanto más concreto mejor.

En "Las palabras y las cosas" de Foucault: Economía y Población en la Dinámica del Poder



Lectura de Michael Foucault en Las palabras y las cosas.
El escritor francés desliza esquemas de posibilidad e imposibilidad de distintas formas políticas en materia económica, en última instancia la problemática estriba en la institución del símbolo monetario y la forma moderna de obtener riqueza.

Desarrollo económico y crecimiento de la población en países ricos y pobres, mostrando la relación entre la industria, la agricultura y la circulación de riqueza.

Suponiendo que hubiera un Estado capaz de vivir por sí solo, la cantidad de moneda que tendría que poner en circulación depende de muchas variables: la cantidad de mercancías que entra en el sistema de cambios; la parte de estas mercancías que, al no ser distribuida ni retribuida por el sistema de trueque, debe estar representada, en un momento cualquiera de su curso, por la moneda; la cantidad de metal que puede ser sustituida por el papel escrito; por último, el ritmo al que deben efectuarse los pagos: no es indiferente, como señaló Cantillon, que los obreros sean pagados por semana o por jornada, que las rentas se paguen al término de un año o, más bien, según es costumbre, al fin de cada trimestre. Una vez definidos los valores de estas cuatro variables con respecto a un país dado, se puede definir la cantidad óptima de especies metálicas. Para hacer un cálculo de este tipo, Cantillon parte de la producción de la tierra, de la que surgen directa o indirectamente todas las riquezas de la tierra. Esta producción se divide en tres rentas en las manos del campesino: la renta que se paga al propietario; la que se utiliza para el mantenimiento del campesino, de sus hombres y sus caballos; y por último “una tercera que debe quedar a fin de hacer productiva su empresa”.  Ahora bien, solo la primera renta y más o menos la mitad de la tercera deben pagarse en especies; las otras pueden pagarse en la forma de cambios directos. Si se tiene en cuenta el hecho de que la mitad de la población reside en ciudades y tiene gastos de mantenimiento más elevados que los de los campesinos, se ve que la masa monetaria en circulación debería ser casi igual a los 2/3 de la producción. Sí, cuando menos, todos los pagos se hiciesen una vez al año... pero, de hecho, la renta de la tierra se paga cada trimestre; así pues, basta con una cantidad de especies que equivalga a 1/6 de la producción. Por lo demás, muchos pagos se hacen por jornada o por semana; la cantidad de moneda requerida es, pues, del orden de la novena parte de la producción —es decir, 1/3 de la renta de los propietarios. Pero este cálculo solo resulta exacto a condición de imaginar una nación aislada. Ahora bien, la mayor parte de los Estados sostienen unos con otros un comercio cuyos únicos medios de pago son el trueque, el metal estimado de acuerdo con su peso (y no las especies con su valor nominal) y, en ocasiones, los efectos bancarios. En este caso, se puede calcular también la cantidad relativa de moneda que se necesita poner en circulación; sin embargo, esta estimación no debe tomar como referencia la producción de la tierra, sino una cierta relación entre los salarios y los precios con los usuales en los países extranjeros. En efecto, en una comarca en la que los precios son relativamente poco elevados (por razón de una débil cantidad de moneda), el dinero extranjero es atraído por las amplias posibilidades de compra: la cantidad de metal crece. El Estado, según se dice, se hace “rico y poderoso”; puede mantener una flota y un ejército, lograr conquistas, enriquecerse aún más. La cantidad de especies en circulación hace subir los precios, proporcionando a los particulares la facultad de comprar en el extranjero, en donde los precios son inferiores; poco a poco desaparece el metal y el Estado empobrece de nuevo. Tal es el ciclo descrito por Cantillon, quien lo formula en un principio general: “La mayor abundancia de dinero que hace, mientras dura, el poderío de los Estados los rechaza insensible y naturalmente a la indigencia”. Desde luego, no sería posible evitar estas oscilaciones si no existiera en el orden de las cosas una tendencia inversa que agrava sin cesar la miseria de las naciones ya pobres y, por el contrario, aumenta la prosperidad de los Estados ricos. Se trata de que los movimientos de la población tienen un sentido opuesto al del numerario. Este va de los Estados prósperos a las regiones de precios bajos; los hombres, en cambio, son atraídos por los salarios elevados y, en consecuencia, van hacia los países que disponen de un numerario abundante.

Así, pues, los países pobres tienen la tendencia a despoblarse; la agricultura y la industria se deterioran y la miseria aumenta. Por el contrario, en los países ricos, la afluencia de mano de obra permite explotar nuevas riquezas, cuya venta aumenta en proporción la cantidad de metal que circula. En consecuencia, la política debe tratar de armonizar estos dos movimientos inversos de la población y del numerario. Es necesario que el número de los habitantes crezca poco a poco, pero sin detención, para que las manufacturas puedan encontrar siempre una mano de obra abundante; entonces los salarios no aumentarán más de prisa que las riquezas, ni los precios con ellos; y la balanza comercial podrá seguir siendo favorable: se reconoce aquí el fundamento de las tesis populacionistas. Pero, por otra parte, se necesita también que la cantidad de numerario tenga siempre un ligero aumento: es el único medio para que los productos de la tierra o de la industria sean bien retribuidos, para que los salarios sean suficientes, para que la población no sea miserable en medio de las riquezas que hace nacer: de allí todas las medidas para favorecer el comercio exterior y mantener una balanza positiva.

Lo que asegura el equilibrio e impide las profundas oscilaciones entre la riqueza y la pobreza no es, pues, un cierto estatuto definitivamente adquirido, sino una composición —a la vez natural y concertada— de dos movimientos. Hay prosperidad en un Estado no cuando las especies son numerosas en él o los precios elevados, sino cuando las especies están en ese estadio de aumento —que es necesario prolongar indefinidamente— que permite sostener los salarios sin aumentar también los precios: entonces la población crece regularmente, su trabajo produce siempre de sobra y el aumento consecutivo de las especies, al repartirse (de acuerdo con la ley de representatividad) entre las riquezas poco numerosas, hace que los precios no aumenten con relación a los usuales en el extranjero. Solo “con el aumento de la cantidad de oro y el alza de los precios resulta favorable a la industria el aumento de la cantidad de oro y plata. Una nación cuyo numerario está en vías de disminución es, en el momento de hacer la comparación, más débil y más miserable que otra que no posee más, pero cuyo numerario está en vías de crecimiento”. Así se explica el desastre español: la posesión de minas había aumentado en efecto el numerario en forma tremenda —y, como consecuencia, los precios— sin que la industria, la agricultura y la población hubieran tenido tiempo, entre la causa y el efecto, de desarrollarse en proporción: era fatal que el oro americano se derramara por Europa, comprara mercaderías, hiciese crecer las manufacturas, enriquédese la agricultura, dejando a España más miserable de lo que antes fuera. En cambio, Inglaterra, al atraer el metal, lo hizo siempre para hacer progresar el trabajo y no solo el lujo de sus habitantes, es decir, para aumentar, antes de cualquier alza de precios, el número de sus obreros y la cantidad de sus productos.” Tales análisis son importantes porque introducen la noción de progreso en el orden de la actividad humana. Pero más aún porque afectan el juego de signos y de representaciones de un índice temporal que define la condición de posibilidad del progreso, índice que no se encuentra en ninguna otra región de la teoría del orden. En efecto, la moneda, tal como la concibe el pensamiento clásico, no puede representar la riqueza sin que este poder no se encuentre modificado, desde el interior, por el tiempo —sea que un ciclo espontáneo aumente, después de haberla disminuido, su capacidad de representar las riquezas, sea que un político mantenga, a base de esfuerzos concertados, la constancia de su representatividad. En el orden de la historia natural, los caracteres (los haces de identidades elegidas para representar y distinguir muchas especies o muchos géneros) se alojan en el interior del espacio continuo de la naturaleza que recortan en un cuadro taxinómico; el tiempo sólo interviene desde el exterior, para trastornar la continuidad de las diferencias más pequeñas y dispersarlas de acuerdo con los lugares desmenuzados de la geografía. Aquí, por el contrario, el tiempo pertenece a la ley interior de las representaciones, forma un cuerpo con ella; sigue y altera sin interrupción el poder que detentan las riquezas de representarse a sí mismas y de analizarse en un sistema monetario. Allí donde la historia natural descubre niveles de identidades separadas por diferencias, el análisis de las riquezas descubre “diferenciales” —tendencias al crecimiento y a la disminución.

Era necesario que esta función del tiempo en la riqueza apareciese desde el momento (a fines del siglo XVII) en que la moneda fue definida como prenda y asimilada al crédito: era muy necesario que la duración del crédito, la rapidez con la que vencía, el número de manos por las que pasaba durante un tiempo dado, se convirtieran en variables características de su poder representativo. Pero todo esto no era más que la consecuencia de una forma de reflexión que colocaba el signo monetario, con relación a la riqueza, en una postura de representación en el pleno sentido del término.

De palabras y sentidos

«El amor puede empezar con una sola metáfora», escribe Milan Kundera en su Insoportable levedad del ser. Hay una antigua alianza entre emociones y palabras: las primeras cristalizan en las segundas. La palabra constituye para la imprecisa sensación un soporte que se parece a la realidad; antes de ella solo hay impulso, instinto ciego, respuesta a estímulo, reacción primaria: aproximarse, huir o luchar.

Cuando atribuimos un sentido, cuando asumimos un significado, de repente acude a nosotros, unido a él, una maraña de semánticas. Mucho más en el caso de las metáforas, que por su misma naturaleza están repletas de connotaciones. Cuando una mirada se convierte en imagen, y nos habla (aunque somos nosotros los que le ponemos voz), de repente se sale del mundo y pasa a acoplarse a nuestro mundo. Antes solo había sucesos, descoloridos y fragmentarios, más o menos ajenos. Ahora estamos nosotros, enredados en esa malla. El mundo nos cambia porque nosotros lo cambiamos: se ha abierto un portal de ida y vuelta, como los que permiten viajar en el tiempo en las películas de ciencia ficción, solo que aquí comunica el territorio íntimo y el universo. 

Así, una mera atracción no es más que una anécdota hasta que la otra persona acapara nuestra conciencia y traspasa la frontera de lo indiferente. A lo largo del día sentimos infinidad de atracciones y repulsas, en una continua ondulación del ánimo que Spinoza describió con precisión. De pronto, una de ellas cobra más consistencia, destaca sobre el resto, se incrusta en nuestra atención y nos interpela. Parece como si despertáramos de un sueño, como si solo ahora cayéramos en la cuenta de que habíamos vivido en un mundo sin colores o en penumbra, ahora que alguien se nos aparece realmente luminoso y colorido. Habitábamos sin apenas conciencia en el légamo de la rutina, hasta que un acontecimiento nos ha impulsado a la cumbre de la excepción. 

Entonces se precipita sobre nosotros un torrente de recuerdos, sueños, esperanzas, creencias, anhelos. El deseo se impregna de significado, se convierte en parte de una historia; nos parece magia, y quizá sea magia quedarnos fascinados por ese desembarco repentino, que nos parece misterioso porque brota de nuestro misterio. Entonces nos atrevemos a utilizar la palabra, como un poste indicador de ese embeleso: enamorado. Las palabras son poderosas porque están cargadas de constelaciones de significados compartidos, que se engarzan con los que ya nos ocupaban. Por eso hay que tener cuidado con ellas, porque tienen vida propia y nos arrastran. Tienen un poder performativo. Si creo que estoy enamorado, la creencia pedirá ser confirmada, la palabra pugnará por ensancharse. Creo que a eso se refiere el comentario de Kundera. 

Con su efecto performativo, las palabras nos permiten entender, o al menos hacen que la extrañeza y el descontrol nos parezcan menores porque podemos manejarlos. Las palabras organizan nuestras experiencias caóticas de un modo muy real, porque expresan estructuras erigidas socialmente, y nos dotan de artefactos mentales arraigados en la cultura. Estar enamorado no solo es un sentimiento, es también una comedia y un papel, del que cabe esperar determinadas actuaciones, sujetas a su argumento. Un enamorado buscará el modo de acercarse a su amada, de conquistarla, de asegurarla, o bien la venerará en silencio. La palabra, el rol, le han asignado bastante trabajo, una tarea nueva que antes no tenía. Y esa tarea ocupará su existencia mientras el enamoramiento dure, mientras persista el sentimiento, mientras reine la palabra. 

Artículo publicado el 17/08/2024 en mi blog Filosofías para vivir.

Wittgenstein y la Lógica Perfecta: El Lenguaje y la Realidad en el Tractatus



Lógica perfecta y enunciable, en Witgenstein
Para comprender la presente lectura de Wittgenstein hay que comprender primero el simbolismo de Wiigenstein, que es el que se ocupa del lenguaje lógicamente perfecto. Pregunta: ¿qué es lo que efectivamente ocurre en nuestra mente cuando empleamos el lenguaje con la intención de significar algo?, y, ¿qué existe entre pensamientos, palabras y proposiciones y aquello a lo que se refieren o significan?.

imagen que resuma y represente lógica perfecta y enunciable, simbolismo de Wittgenstein, mundo como hechos, conexiones entre pensamientos, palabras y realidad, según Tractatus Logico-Philosophicus
Representación de una lógica perfecta y enunciable en Wittgenstein, mundo como hechos, conexiones entre pensamientos, palabras y realidad, según Tractatus Logico-Philosophicus


Para Wittgenstein el mundo no consiste en cosas, consiste en hechos, los hechos y sus combinaciones son la totalidad de lo que ocurre. Se cuestiona qué sucede en nuestra mente cuando usamos el lenguaje, y cómo se conectan nuestros pensamientos en palabras con la realidad. Este fragmento establece las bases de la teoría de Wittgenstein sobre la estructura lógica del lenguaje y su correspondencia con la realidad, diferenciándose de otras visiones filosóficas sobre el lenguaje y el mundo.

1. El mundo es todo lo que acaece.
1.1 El mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas.
1.11 El mundo esta determinado por los hechos y por ser todos los hechos.
1.12 Porque la totalidad de los hechos determina lo que acaece y también lo que no acaece.
1.13 Los hechos en el espacio lógico son el mundo.
1.2 El mundo se divide en hechos.
1.21 Una cosa puede acaecer o no acaecer y el resto permanece igual.

2 Lo que acaece, el hecho, es la existencia de los hechos atómicos.
2.01 El hecho atómico es una combinación de objetos (entidades, cosas).
2.011 Es esencial a la cosa poder ser la parte constitutiva de un hecho atómico.
2.0121 Aparecería, por así decirlo, como un accidente si a una cosa capaz de existir po sí misma pudiese subsecuentemente convenirle un estado de cosas. Si las cosas pueden entrar en un hecho atómico, esta posibilidad debe estar ya en ellas. (Algo lógico no puede ser sólo-posible La lógica trata de toda posibilidad y todas las posibilidades son sus hechos.) Lo mismo que no nos es posible pensar objetos espaciales fuera del espacio y objetos temporales fuera del tiempo, así no podemos pensar ningún objeto fuera de la posibilidad de su conexión con otros. Si yo puedo pensar el objeto en e contexto del hecho atómico, no puedo, sin embargo, pensarlo fuera de la posibilidad de ese contexto.
2.0122 La cosa es independiente en cuento puede entrar en todos los posibles estados de cosas, pero esta forma de independencia es una forma de dependencia. (Es imposible que las palabras se presenten de dos modo distintos, solas y en proposición.)
2.0123 Si yo conozco un objeto, conozco también todas sus posibilidades de entrar en los hechos atómicos. (Cada una de tales posibilidades debe estar contenida en la naturaleza del objeto.) No se puede encontrar posteriormente una nueva posibilidad.
2.01231 Para conocer un objeto no debo conocer sus propiedades externas, sino todas sus propiedades internas.
2.012 En lógica, nada es accidental: si la cosa puede entrar en un hecho atómico, la posibilidad del hecho atómico debe estar ya prejuzgada en la cosa.
2.0121 Aparecería, por así decirlo, como un accidente si a una cosa capaz de existir po sí misma pudiese subsecuentemente convenirle un estado de cosas. Si las cosas pueden entrar en un hecho atómico, esta posibilidad debe estar ya en ellas. (Algo lógico no puede ser sólo-posible La lógica trata de toda posibilidad y todas las posibilidades son sus hechos.) Lo mismo que no nos es posible pensar objetos espaciales fuera del espacio y objetos temporales fuera del tiempo, así no podemos pensar ningún objeto fuera de la posibilidad de su conexión con otros. Si yo puedo pensar el objeto en e contexto del hecho atómico, no puedo, sin embargo, pensarlo fuera de la posibilidad de ese contexto.
2.0122 La cosa es independiente en cuento puede entrar en todos los posibles estados de cosas, pero esta forma de independencia es una forma de dependencia. (Es imposible que las palabras se presenten de dos modo distintos, solas y en proposición.)
2.0123 Si yo conozco un objeto, conozco también todas sus posibilidades de entrar en los hechos atómicos. (Cada una de tales posibilidades debe estar contenida en la naturaleza del objeto.) No se puede encontrar posteriormente una nueva posibilidad.
2.01231 Para conocer un objeto no debo conocer sus propiedades externas, sino todas sus propiedades internas.
2.0124 Si todos los objetos son dados, también se dan con ellos todos los posibles hechos atómicos.
2.013 Cada cosa está, por así decirlo, en un espacio de posibles hechos atómicos. Puedo pensar esta área como vacía, pero no puedo pensar la cosa sin el área.
2.0131 Un objeto espacial debe encontrarse en un espacio infinito. (El punto en el espacio es un lugar de argumento.) Una mancha en el campo visual puede no ser rosa, pero debe tener un color; tiene, por así decirlo, un espacio color en torno suyo. El tono debe tener una altura, el objeto del tacto una dureza, etc.
2.014 Los objetos contienen la posibilidad de todos los estados de cosas.
20141 La posibilidad de entrar en hechos atómicos es la forma del objeto.
2.02 El objeto es simple.
2.0201 Todo aserto sobre complejos puede descomponerse en un aserto sobre sus partes constitutivas y en aquellas proposiciones que describen completamente el complejo.
2.021 Los objetos forman la sustancia del mundo. Por eso no pueden ser compuestos.

Ludwig Witgenstein en Tractus Logico - Philosophicus


Esta postura es contraria - en forma y posición— a la expuesta en Diferencias entre filosofía conceptual y lógica, y vaya diferencia, ordenar el mundo de forma enunciable, y lógicamente perfecto, increíble proyecto, gran envergadura, más, no era esa la alegría que buscaba él ante-dicho artículo, cuya meta era mucho menor. Sin olvidar que un mundo múltiple puede ser útil, individualizado, y puede que algo loco. En cambio, la lógica siempre es más útil para un estado de cosas general —y generalizable.

Desde el Hecho y el Deshecho

 


"Escaparé, de eso no hay dudas", dijo la voluntad, tratando de volcarse en la realidad. Todo tipo de voluntad, nace de esta moldadura. El tiempo de los que buscan está llegando a su culminación, es un asunto de viejos (eugenesia). Un día de documentación es dominante en este prodigio, las cosas se extienden desde los inicios por el colapso inmediato de lo que nunca pudo ser, es por ello que en el no ser es de donde nace nuestra propia supervivencia, quizás, incluso nuestra suerte. El mundo es extraño, no cabe duda, es sagrado y vasto, por ello nadie puede dominarle (Tao). Quizás los gritos de nuestro propio poderío sean los gritos desesperados de nuestra debilidad. Los secretos de los gobiernos políticos actuales son que nacen por convicción, desde el no ser; estar ahí solamente, hacer acto de presencia. Pero, ¿por qué amamos tanto la realidad? ¿Seremos acaso esa pizarra rasa que pronunció Locke? ¿Es el cuerpo más importante que el alma en estos sentidos?... al parecer, alimentamos el alma con arte y comenzamos a ser humanos (usando nuestro cuerpo). Trataré de explicarlo. 


Sin mucho que intervenir las cosas del alma como las del cuerpo se van dando solas, pero es esta “conciencia”, que definió Hume, la que muestra "el verdadero valor" de las cosas; quizás, es ella misma la que debería otorgarse este "verdadero valor". Aunque, ¿sobre cuál de estos dos polos estoy cuando digo esto?


Francis Crick creía que  la conciencia era una interacción, si es así, no habría que ubicarse en ella geográficamente, sino como una vibración. ¿Y si queremos llamarle oscilación? Dependerá de tanto. De todas maneras, esta impresión podría ser solamente el lado visible de la luna. Su lado oscuro (Freud), es aún un mayor misterio. Su naturaleza dual o mono-ubicacional, es un verdadero enigma. Plantear un tercer escenario seria aún peor, para cualquiera de ambas partes (de la luna, incluso de la conciencia), hasta extrapolarnos a la conciencia de la conciencia, lo que crearía un verdadero caos (Analíticos). Lo milagroso es que en este caos podamos pensar, o creer que pensamos, creer y tener conciencia (Descartes). Es este el suceso y no otro, por ello la importancia, aunque se le critiquen tantas cosas, de La Ciencia, pero también, de La Ética, de La Libertad. Sus vitales hermanas. 


Se están creando castillos enormes sobre las sombras de la nada, pero una nada que estará donde se haya posicionado. Esto es la esencia de lo natural. Y encontrar la esencia de lo natural, quizás sea lo único que tiene sentido. Quizás, el arte sea una de estas esencias. Encontrar una esencia nos humaniza. Porque lo natural no es siempre corpóreo, sino que también, y esto es clave, espiritual. Los indígenas hablaron bastante de estos asuntos. Los Navajos, Los Cheroquis, Los Inuit, Los Mapuches, Los Yanomami, Los Quechua, Los Sami, Los Dogon, Los Yoruba, o los Aborígenes Australianos, entre otros, han contribuido a la búsqueda de respuestas a estas preguntas, y por lo menos, heredarnos tierras fértiles donde trabajar para comenzar a modernizar nuestros conceptos. Han creído en fuerzas como la lluvia, el viento, el sol, la luna; costumbres tribales que son tan importantes de analizar en estos asuntos, como lo son las grandes religiones del centro del mundo. La Pachamama ubica a la conciencia desde aristas religiosas profundas... si no está el hombre que debe tener fe, estará la mujer, que la tiene. Ostentan una tradición, como la ciencia, pero que respetan hace muchísimos más siglos que nosotros. Deben tener que ver con la religión, porque de ser necesario, se debe dar la vida por estas creencias lógico tribales, mas no la conciencia. Cosa curiosa, porque, lo cual supongo, no lo hace desde ninguna ambivalencia filosófica hasta ahora expuesta, sino desde ambas inmediatamente. Esto trasciende a las anteriores interrogantes de facto, al proponer a la conciencia como fundamento de todo, pero ya no desde si misma, si no desde otra simbiosis. Un cuadro ya no refractal de la realidad, sino fractal, que presenta otra dicotomía como anunciando que estamos amarrados a la especulación, al nacimiento del infinito y de lo finito, sin saber a ciencia cierta cual de ellos es, ni porqué parecieran encontrarse en cada lugar al que van (hermetismo).


Hoy en día creo está naciendo una nueva habilidad, la habilidad de la conciencia. El hombre de hoy debe ser tan hábil en estas artes como los primeros indígenas para proponer nuevas soluciones a la humanidad, desde lo corpóreo y lo espiritual; produciendo así nuevas interrogantes acerca de nuestra naturaleza, sólo por hablar de nosotros. El tiempo dirá si debemos seguirle o huir de ella, sin saber exactamente si estamos haciendo justo lo contrario, el lenguaje no sirve en este caso. El mundo es más vasto que esto, no podemos dominarle; puede que por ello Marco Aurelio elegiría, siendo el dueño del "mundo conocido", la filosofía; más específicamente el estoicismo, más específicamente, el "Contente y Abstente". Como posicionándose donde debe ir el verdadero monarca, el verdadero emperador, el verdadero ser humano. Buscar no nos dio la humanidad, nos dio el salvajismo.  Ambos nos dieron la vida.

La realidad se forja a través de las palabras

 

Realidad y palabras

 

 A veces, en nuestra sociedad actual, tendemos a ignorar una experiencia o concepto cuando no tenemos las palabras adecuadas para describirlo, o cuando no estamos de acuerdo sobre el significado de ciertos términos. Cuando las palabras no son suficientes, el arte tiene la capacidad de capturar y transmitir emociones y experiencias humanas complejas. No obstante, la comprensión de ese arte por parte de otras personas también se ve influenciada por su conocimiento previo, el contexto en el que se expone y un lenguaje visual común. La comprensión del arte está estrechamente relacionada con la posibilidad de acceder a un entorno de arte y educación. Y es en las imágenes donde se puede ver fácilmente cuántos significados dependen completamente de cómo las interpretemos. La música tiene el poder de despertar emociones, sin embargo, esto depende de la perspectiva y del gusto individual. Lo que puede ser una expresión emocional profundamente personal para una persona, puede ser percibido simplemente como ruido por otra.

El lenguaje se presenta como una de las pocas herramientas que tenemos para transmitir nuestros pensamientos de manera precisa a los demás. Cuando nos encontramos sin palabras para describir algo, tendemos a negar su existencia. Si no hay una palabra que lo describa, significa que me falta habilidad para hablar al respecto, carezco de la capacidad para escribir sobre ello y no puedo compartirlo. Si no hay una palabra que lo describa, seguiremos experimentando la sensación de estar solos y estaremos destinados a vivir separados de los demás. Si no hay un idioma para expresar la experiencia, solo nos queda la abstracción sin una explicación adecuada o lo que no se dice. Cuando no hay palabras, prevalece el silencio.


Personas que se encuentran temporalmente en un lugar


Asignamos nombres a las cosas para poder comunicarnos acerca de ellas. En ocasiones me descubro aprendiendo una palabra nueva que no puede ser traducida de manera precisa, una palabra que no tiene equivalente en holandés o inglés, pero que describe una experiencia o percepción que reconozco instantáneamente. Estoy muy contento de saber que existe una palabra precisa para describir y poder compartir esa experiencia en particular. Ya que muchas personas más también han pasado por esa misma experiencia y han creado un término específico para describirla.

Todas las personas, incluso aquel desconocido que ahora transita por la calle, tienen una vida que se desarrolla por completo sin que nosotros podamos percibirlo. La complejidad de tu vida tiene un impacto en numerosas personas, incluso aquellas que no conoces. 

Cuando se logra comprender una experiencia, esta se vuelve más entendible. Cuando se introduce un término nuevo, es imprescindible proporcionar una definición que permita establecer sus características distintivas respecto a otras experiencias afines. Al dar un nombre a algo, implica que estamos acompañados. El objetivo es proporcionar apoyo para compartir el significado o la experiencia. Y cuando más personas además de nosotros utilizan, dividen y comprenden ese nombre, confirmamos la vivencia. Es gratificante saber que lo que quieres describir también existe más allá de ti. No estás solo, hay una palabra que lo describe. Estamos buscando palabras clave que puedan hacer que los conceptos se conviertan en parte de nuestra realidad compartida.

Por lo tanto, no es sorprendente que exista una falta de palabras para expresar ideas o temas que preferimos evitar o que solo hacemos referencia a ellos dentro de ciertos límites establecidos. El componente político está presente en el lenguaje. El lugar donde acordamos lo que es cierto, lo que se ha verificado y donde definimos nuestras emociones hacia las cosas a través del sentido y las consecuencias de nuestras palabras. Es imperativo invertir esfuerzo en reflexionar más allá de los significados ya establecidos y ponerlos en tela de juicio. Es posible que no te des cuenta de que son inadecuados, incluso hasta que los experimentes personalmente o alguien más te los mencione. Solo te percatas cuando lo visualizas.


Palabras ansiosas

Las conversaciones relacionadas con el uso del lenguaje y el género resultan muy fascinantes en este entorno. Resulta sorprendente cómo existe una resistencia al empleo del término "no binario", incluso entre individuos progresistas, especialmente aquellos que luego se lamentan de que su libertad de expresión se ve limitada. Frecuentemente se argumenta en contra del respeto hacia una identidad no binaria que en el idioma holandés se considera antinatural el uso de pronombres que no sean masculinos o femeninos. Si algo parece poco natural desde el punto de vista lingüístico, es probable que sea un fenómeno antinatural. Si el lenguaje es demasiado complejo para cumplir con las reglas existentes, entonces no se puede esperar que las personas lo adapten. Como si el idioma holandés estuviera arraigado en la propia naturaleza y reflejara perfectamente la realidad.

A pesar de que el concepto de identidad de género no binaria no es algo nuevo. Hay una amplia diversidad de culturas no occidentales en diferentes partes del mundo, las cuales tienen su propio vocabulario para hablar de identidades de género fluidas. Fue Occidente quien quería dividir el mundo en una estructura de género rígida. Mediante el uso de la fuerza, Occidente impuso su cultura, lengua y forma de ver el mundo sobre los demás.

A lo largo de miles de años, se han perdido innumerables lenguas y culturas. ¿Cuántos significados hemos dejado olvidados? ¿Conceptos que alguna vez estaban definidos y ahora son ignorados o pasados por alto. Imagino que están ahí a nuestro lado, siempre invisibles o inalcanzables, anhelando que alguien los recuerde y los vuelva a poner en palabras.


El idioma que nos brinda consuelo

Los filósofos se han esforzado mucho en estudiar el lenguaje. En relación a si el significado existe más allá del lenguaje, hay diferentes opiniones. Nuestra forma de hablar y comunicarnos influye en cómo pensamos y en cómo percibimos el mundo. La forma en que nos describimos a nosotros mismos influye en cómo percibimos el tiempo, la distancia y el color. La idea de que el lenguaje tiene influencia en nuestra manera de pensar y cómo percibimos el mundo, como por ejemplo, al considerar que el rojo y el rosa son diferentes debido a sus nombres, mientras que solo llamamos azul claro a la mezcla de azul con blanco, se denomina determinismo lingüístico. Según una visión más detallada del relativismo lingüístico, se sostiene que el lenguaje, la gramática y su uso influencian nuestras ideas, elecciones y forma de ver el mundo. Los factores no juegan un papel determinante, pero sí ejercen influencia.

Es muy gratificante poder establecer un nivel de comprensión mutua que nos permita compartir nuestras experiencias. Cuando el lenguaje falla, es notable la sensación de soledad y aislamiento que se experimenta. No obstante, el lenguaje también tiene un impacto educativo. No podemos comunicar nuestras vivencias a aquellos que no las han experimentado, ya que las palabras se quedan cortas para expresarlas plenamente. Si nunca llegamos a descubrir o crear la palabra "y" y, por lo tanto, el concepto nunca forma parte de nuestra cultura compartida, habrá multitudes de personas que permanecerán ignorantes de lo que ocurre a su alrededor. Cuando las palabras inadecuadas están presentes, ejercen presión sobre experiencias que no se expresan, llegando incluso a distorsionar cómo percibimos el mundo como sociedad. Cuando no hay lenguaje, el ruido sofoca el silencio.