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Desde el Hecho y el Deshecho

 


"Escaparé, de eso no hay dudas", dijo la voluntad, tratando de volcarse en la realidad. Todo tipo de voluntad, nace de esta moldadura. El tiempo de los que buscan está llegando a su culminación, es un asunto de viejos (eugenesia). Un día de documentación es dominante en este prodigio, las cosas se extienden desde los inicios por el colapso inmediato de lo que nunca pudo ser, es por ello que en el no ser es de donde nace nuestra propia supervivencia, quizás, incluso nuestra suerte. El mundo es extraño, no cabe duda, es sagrado y vasto, por ello nadie puede dominarle (Tao). Quizás los gritos de nuestro propio poderío sean los gritos desesperados de nuestra debilidad. Los secretos de los gobiernos políticos actuales son que nacen por convicción, desde el no ser; estar ahí solamente, hacer acto de presencia. Pero, ¿por qué amamos tanto la realidad? ¿Seremos acaso esa pizarra rasa que pronunció Locke? ¿Es el cuerpo más importante que el alma en estos sentidos?... al parecer, alimentamos el alma con arte y comenzamos a ser humanos (usando nuestro cuerpo). Trataré de explicarlo. 


Sin mucho que intervenir las cosas del alma como las del cuerpo se van dando solas, pero es esta “conciencia”, que definió Hume, la que muestra "el verdadero valor" de las cosas; quizás, es ella misma la que debería otorgarse este "verdadero valor". Aunque, ¿sobre cuál de estos dos polos estoy cuando digo esto?


Francis Crick creía que  la conciencia era una interacción, si es así, no habría que ubicarse en ella geográficamente, sino como una vibración. ¿Y si queremos llamarle oscilación? Dependerá de tanto. De todas maneras, esta impresión podría ser solamente el lado visible de la luna. Su lado oscuro (Freud), es aún un mayor misterio. Su naturaleza dual o mono-ubicacional, es un verdadero enigma. Plantear un tercer escenario seria aún peor, para cualquiera de ambas partes (de la luna, incluso de la conciencia), hasta extrapolarnos a la conciencia de la conciencia, lo que crearía un verdadero caos (Analíticos). Lo milagroso es que en este caos podamos pensar, o creer que pensamos, creer y tener conciencia (Descartes). Es este el suceso y no otro, por ello la importancia, aunque se le critiquen tantas cosas, de La Ciencia, pero también, de La Ética, de La Libertad. Sus vitales hermanas. 


Se están creando castillos enormes sobre las sombras de la nada, pero una nada que estará donde se haya posicionado. Esto es la esencia de lo natural. Y encontrar la esencia de lo natural, quizás sea lo único que tiene sentido. Quizás, el arte sea una de estas esencias. Encontrar una esencia nos humaniza. Porque lo natural no es siempre corpóreo, sino que también, y esto es clave, espiritual. Los indígenas hablaron bastante de estos asuntos. Los Navajos, Los Cheroquis, Los Inuit, Los Mapuches, Los Yanomami, Los Quechua, Los Sami, Los Dogon, Los Yoruba, o los Aborígenes Australianos, entre otros, han contribuido a la búsqueda de respuestas a estas preguntas, y por lo menos, heredarnos tierras fértiles donde trabajar para comenzar a modernizar nuestros conceptos. Han creído en fuerzas como la lluvia, el viento, el sol, la luna; costumbres tribales que son tan importantes de analizar en estos asuntos, como lo son las grandes religiones del centro del mundo. La Pachamama ubica a la conciencia desde aristas religiosas profundas... si no está el hombre que debe tener fe, estará la mujer, que la tiene. Ostentan una tradición, como la ciencia, pero que respetan hace muchísimos más siglos que nosotros. Deben tener que ver con la religión, porque de ser necesario, se debe dar la vida por estas creencias lógico tribales, mas no la conciencia. Cosa curiosa, porque, lo cual supongo, no lo hace desde ninguna ambivalencia filosófica hasta ahora expuesta, sino desde ambas inmediatamente. Esto trasciende a las anteriores interrogantes de facto, al proponer a la conciencia como fundamento de todo, pero ya no desde si misma, si no desde otra simbiosis. Un cuadro ya no refractal de la realidad, sino fractal, que presenta otra dicotomía como anunciando que estamos amarrados a la especulación, al nacimiento del infinito y de lo finito, sin saber a ciencia cierta cual de ellos es, ni porqué parecieran encontrarse en cada lugar al que van (hermetismo).


Hoy en día creo está naciendo una nueva habilidad, la habilidad de la conciencia. El hombre de hoy debe ser tan hábil en estas artes como los primeros indígenas para proponer nuevas soluciones a la humanidad, desde lo corpóreo y lo espiritual; produciendo así nuevas interrogantes acerca de nuestra naturaleza, sólo por hablar de nosotros. El tiempo dirá si debemos seguirle o huir de ella, sin saber exactamente si estamos haciendo justo lo contrario, el lenguaje no sirve en este caso. El mundo es más vasto que esto, no podemos dominarle; puede que por ello Marco Aurelio elegiría, siendo el dueño del "mundo conocido", la filosofía; más específicamente el estoicismo, más específicamente, el "Contente y Abstente". Como posicionándose donde debe ir el verdadero monarca, el verdadero emperador, el verdadero ser humano. Buscar no nos dio la humanidad, nos dio el salvajismo.  Ambos nos dieron la vida.

Para la conquista de la libertad

 


“La libertad de juicio es, ciertamente, una virtud que 

conviene permitir y que no puede ser suprimida”

                                                                   B. Spinoza 

La filosofía consiste en la captación del presente y de

lo real, no en la posición de un más allá que radica en

el error de un razonamiento vacío y unilateral”.

                                                               G.W.F. Hegel     





libertad

Una expresión resalta con harta frecuencia por estos tiempos de crisis orgánica, tan lejanos a los rigores del pensamiento como cercanos a la vulgar mediocridad: “ese es el deber ser”, se dice, sin el menor previo aviso, como si se tratara del regurgitar de la certeza sensible. Su chocante sonido de moneda de utilería comporta un mecanismo de expulsión que se ha vuelto tan instantáneo, tan corriente y común entre los más diversos sectores de lo que va quedando de sociedad, que en sí mismo confirma el carácter institucional de la condición esquizofrénica de este menesteroso presente. Das ist die sollen sein, decía el viejo Kant en la Kritik der praktischen Vernunft. No obstante, hoy se sentiría, sin duda, más asombrado que de costumbre al ver como el fundamento de una metafísica de la moralidad ha devenido sentencia de la justificación de la desvergüenza y, al mismo tiempo, de la confirmación del tácito reconocimiento de la separación de lo que se hace, lo que se piensa y lo que se dice. La evocación de frágil figura del gran pensador de Königsberg siempre resulta pertinente, a los fines de recuperar la sobriedad del entendimiento y, como consecuencia de ello, la propia condición humana. 

Un breve ensayo kantiano, publicado en 1793, lleva por título: “Puede ser justo en la teoría, pero no sirve de nada en la práctica”. En dicho ensayo, hay una frase que bien vale la pena tener presente, sobre todo en esos momentos, en los cuales la barbarie gansteril y despótica parecieran haber triunfado -una vez más- sobre la razón y la libertad: “Un gobierno basado en el principio de la benevolencia hacia el pueblo, como el gobierno de un padre sobre los hijos, es decir, un gobierno paternalista, en el que los súbditos, como hijos menores de edad, que no logran distinguir lo que les es útil de lo dañino, son obligados a comportarse sólo pasivamente, para esperar a que el jefe del Estado juzgue la manera en que ellos deben ser felices y a esperar que por su bondad él lo quiera. Ese es el peor despotismo que pueda imaginarse”.

De la cita en cuestión, derivan dos posiciones, dos ideologías que pugnan recíprocamente entre sí, con el firme objetivo de consolidar su hegemonía a nivel mundial: el liberalismo y el totalitarismo. Esta última es a la que la certeza sensible suele dar el nombre de socialismo, pero que desde 1917 y bajo los efectos de su trastocamiento teológico-político por parte de los regímenes orientales, metamorfeó en totalitarismo. Así, pues, dos ideologías, como se ha indicado. No dos filosofías, por cierto. Ambas tienen su punto de partida en prejuicios -a los que se suele denominar “principios” o “fundamentos”- que dan por sentado -precisamente, por juicios previos- su condición de suprema autenticidad y veracidad racional o científica. Se trata de presuposiciones que, en ambos casos, ponen de relieve la sustitución de premisas traídas más de la religión positiva y de la instrumentalización (la ratio technica) que de la razón histórica, con lo cual el discurso acerca de la historia de la organización de la sociedad queda exento, nada menos, que de su más genuina determinación, a saber: de su historicidad. Todavía hoy, Vico, Hegel, Dilthey, Croce y Ortega tienen mucho que decir respecto de estos “modelos” de interpretación preconcebida que, en no poca medida, acostumbran diseñar mundos tal y como deberían ser, dejando la “realidad efectual de las cosas” -como la llama Maquiavelo- fuera de su contexto, transmutando así en sollen sein nada menos que lo que es en verdad, o sea, nada menos que su wirklichkeit.

Los opuestos, al devenir extremos, se atraen e identifican. El mayor pecado del totalitarismo del tiempo presente consiste en invocar un discurso sobre la historia que carece de toda sustentación histórica, hecha sobre la base de postulados extirpados de los restos moribundos de un supuesto “materialismo dialéctico” que, desde el punto de vista de la filosofía de Marx, quizá pueda resultar materialista, en el sentido más procaz, más crudo del término, pero que -conviene advertirlo- no es ni dialéctico ni, mucho menos, histórico: “El defecto capital de todo materialismo pasado, consiste en que el término del pensamiento (Gegenstand), la realidad (Wirklichkeit), lo sensible (sinnlichkeit), ha sido concebido sólo bajo la forma de objeto (Objekt), y no como actividad sensitiva humana, como praxis, subjetivamente”. Término del pensamiento, dice el discípulo de Hegel: porque justo donde termina la labor del pensamiento inicia la realidad y, viceversa, donde comienza ésta termina aquél. Verum et factum convertuntur seu reciprocatur. Son los términos de la inescindible relación del sujeto y del objeto, de la teoría y de la praxis. Por cierto, advierte Vico en Scienza Nuova que la expresión “término” quiere decir “ideas, formas o modelos” con los cuales los pueblos gentiles construyeron el mundo de los hombres, o sea, y justamente, la realidad efectiva, la Wirklichkeit. De nuevo, Ordo et conectio.

Se le puede imputar, con razón, a la doctrina liberal el hecho de haber comenzado por el prejuicio de una sociedad de individuos originariamente libres, dueños y señores de su propiedad, con base en la premisa de un no menos prejuicioso -supuesto- Derecho natural. Porque, como lo es la libertad que está contenida en él, el derecho es, por cierto, un término: no es en modo alguno ni una dádiva divina ni un regalo de la naturaleza, sino un resultado, una conquista de la humana civilidad, un hecho (verum-factum) de la historia. Pero por eso mismo, concebir que los hombres son vástagos de un Estado originario, del cual dependen, no deja de comportar el mismo grado de abstracción ahistórica. 'Ni lo uno ni lo otro', como diría el gran filósofo de Rubio.

El mero formalismo es incapaz de dar cuenta de su propia con-formación histórica, dado que ha sumido al presente en los avatares de unanueva religión positiva, sustentada en los dogmas propios de las viejas ideologías. Representaciones fijas, sin movimiento, que devienen cascarones vaciados de todo contenido. La palabra sin realidad, sin contexto, sin determinaciones históricas, nada dice, nada es. A la demagogia de los populistas le han quedado las puertas abiertas del templo, de par en par, y la gansteril corrupción puede, ahora, manipular el sentido común a sus anchas. Liberales y totalitaristas asumen la naturalidad del “principio” del derecho de ser libres. Derecho dado o entregado, pero siempre “dado”, supuesto, previo a todo juicio. Lo que fue una conquista de la humanidad, de su hacer, ha perdido el recuerdo de su calvario, de su sagrada lucha, de su libre voluntad. Nadie debe ni puede esperar que le sea obsequiado lo que sólo puede adquirir por su propio esfuerzo, precisamente, por su libre voluntad. En esto consiste el “ser mejor” que los populistas pretenden secuestrar. Confirmar el derecho de ser libre no es obra de seres supremos ni de caudillos militaristas: sólo es fruto de la constancia, del insistir, del perseverar, una y mil veces, en la conquista por la Libertad. Mientras no se asuma la humanidad y la civilidad como continuo trabajo humano, histórico, la escisión de esencia y existencia seguirá estando presente, especialmente en estos tiempos de barbarie ritornata.  

    

    

    

               



Pensando junto a Avicena

 

Avicena pensando

El medico persa Avicena fue uno de los pensadores más influyentes en el mundo medieval. Su filosofía es neoplatónica porque plantea, desde las ideas, la defensa del conocimiento verdadero. Sugería que el verdadero conocimiento se adquiere mediante la razón y la contemplación. Para él la filosofía era la herramienta para obtener la verdad sobre el mundo y sobre la existencia.

Conoce y adapta las ideas de Platón y Aristóteles así como de filósofos islámicos anteriores como Al-Kindi quien tuvo una influencia fundamental en el desarrollo de la filosofía árabe durante el siglo IX. Sostenía que así como la fe es revelada la Razón también es revelada para complementarse en el terreno de los hechos y llevar a una comprensión más profunda de la verdad. 

Según Al-Kindi la fe proporciona la moral y la razón la reflexión sobre esta moral en todos los terrenos de la vida del hombre, ya que ahí donde puede entrar la fe, también puede y debe entrar la razón; ambas, razón y fe, crean la filosofía del individuo y se tornan fuentes para llegar a Dios. Fe y razón son ámbitos complementarios y parte del dialogo que debe existir dentro de las personas. Dios mismo es fuente de ambas y el resultado eterno de esta dialéctica. Mas esto no quiere decir que no existan verdades a las que no se puedan llegar, a esto Al-Kindi llamó misterios, y es ahí donde la fe proporciona el segundo aliento al esfuerzo autentico del pensar.

En su obra “Filosofía de los árabes”, propuso una revalorización de la filosofía griega haciendo una importante labor de traducción y estudios de sus filósofos, contribuyendo a preservar este conocimiento en el mundo árabe. Desde un plano completamente aristotélico defendió y preservó la idea de que la observación y la experimentación eran claves para conservar la ciencia y la filosofía, y que se podían alimentar mutuamente, dejando en los tres pilares de su teoría del conocimiento a la filosofía, a la ciencia y a la religión, aunque esta última con un nivel más importante para la dignidad humana. También propuso la existencia racional de Dios, obra en donde trato de demostrarla.

Al-Kindi propuso en el argumento cosmológico, que no todo en el universo puede ser contingente, o de lo contrario habría un regreso infinito a las causas, por lo que debía existir algo no contingente que sea la causa primordial. También propuso el diseño inteligente que le daba a lo que hoy llamamos fenómenos, una razón que no se remita netamente al proceso cíclico de causas y efectos, sino a la necesidad de una teleología que le diera un sentido último a las cosas, más allá del aparente absurdo que se presenta como un "todo" para el hombre.

La necesidad de la perfección también fue planteada y con ello la perfección de la existencia por sobre la no existencia y poder desarrollarse la esencia, por lo que toda existencia debía tener causa y fundamento; razonamiento que dio cabida a la idea del absurdo del infinito en la mente humana, por lo que la esencia de la perfección es la existencia y la esencia de la existencia la perfección, de la cual se logra ver una huella más orientalista sobre el universo. Existían los accidentes, pero estos eran parte de los seres contingentes que estaban atados a la causa y el efecto, pero en el fondo habitaba lo inmutable, aquella esencia a la que pertenecía la raíz inicial y de cuyas cosas no podían nombrar los pensamientos humanos.

Sobre la ética y la virtud dijo que debían ser una guía para las tomas de decisiones, el alcance de la significatividad, para encontrar nuestra esencia y por lo mismo nuestra conexión con Dios, para el desarrollo con y entre una comunidad que trasciende las divisiones culturales, étnicas y lingüísticas, porque trata, dentro de su fe y su razonamiento, de ser tan uno como el creador. La esencia de la ética es existir y la esencia de la existencia es la perfección.

La corte abasí ubicada en la ciudad de Bagdad fue un importante centro intelectual y cultural que proporcionaba patrocinio a la filosofía, la ciencia y las artes. Bajo su patrimonio se establecieron academias y bibliotecas que alentaban el estudio y la traducción de obras filosóficas y científicas griegas al árabe. Fue en este entorno en donde Al-Kindi tuvo acceso a obras tan importantes para desarrollar su filosofía fundamentada en el islam, del cual recibió apoyo y reconocimiento oficial a través de la corte abasí, lo que le permitió dedicar tiempo y recursos a sus investigaciones y estudios.

Otro pensador importante para Avicena fue Al-Ghazali, el cual cumplió una labor antagónica en su pensamiento. Filósofo y teólogo islámico, encontró letras para una muy variada cantidad de temas. Criticó el enfoque racionalista de su época, ya que consideraba que la razón humana tenía unas limitaciones que no le permitían conocer ni comprender los misterios de la existencia ni de la realidad, por lo que admitía que la fe y la revelación divina eran las únicas fuentes fiables para llegar al conocimiento y la verdad. Creía que la experiencia personal es clave para el crecimiento en absolutamente todo, como un modo superior de comprensión del mundo, del universo, de Dios y del propio ser. Por lo que la conectividad con lo superior era parte importantísima de su filosofía, en donde lo realmente importante eran los métodos para llegar a vincularse más con la palabra, con el símbolo, con la imagen que sólo podían ser resultado de esta relación.

Fue esta la base argumentativa que daba pie a sus estudios sobre la moral, los cuales debían ser orientados totalmente a mejorar la relación con Dios y con su revelación; la religiosidad, como el mayor bien que puede alcanzar el hombre era la consecuencia evidente de una especie de “mito” que alimentaba con justicia, buenas obras y respeto cualquier ámbito de cualquier comunidad correctamente formada. A la fe se llega por la razón, a Dios, pero una vez estando ahí, si se les conoció verdaderamente, no deberían existir los retrocesos, porque Dios es la mayor de las razones.  

En su obra maestra, “La incoherencia de los filósofos” o “El colapso de la filosofía racional”, Al-Ghazali trató mayormente de refutar las teorías racionalistas de su época, criticó el determinismo y las cadenas causales interminables, así como las matemáticas estaban basadas por el “mito del infinito”, también lo contingente tenía este aspecto; es evidentemente imposible concebir la libertad humana en una cadena determinista y con ello la responsabilidad de su voluntad.

Planteó una critica a la razón pura, ya que esta no podía llegar a ninguna verdad sin la fe, es decir, la fe debe ser practicada para alcanzar un conocimiento válido y revelador. Esto lo aborda en su obra maestra “La revivificación de las ciencias religiosas”, donde el conocimiento religioso, las practicas de adoración del islam, la purificación del corazón, la purificación espiritual y el control de los deseos son temas de columna de este libro para su propia fe.

Algunas de sus otras obras son: “El camino de los creyentes”, “la mecánica de los corazones”, “El abrevadero sagrado”. En estas obras prima el concepto de reflexión, se busca quizás enfrentar al hombre y todos sus parámetros con el propio camino, con el propio andar, con el propio aliento y con todo el conjunto para recibir el reflejo de algo cada vez más grande. ¿Remedios? Sí, nos regaló muchos, muy dignos de otra nota.

La ética para reconstruir un país.

 

Libertad de un pueblo.

“Solo puede llamarse idea lo que es objeto de la libertad”

Hegel, Hölderlin, Schelling

Durante el duro invierno de la Frankfurt de 1796-1797, tres jóvenes colegas, egresados del Stift de Tübingen, se reunieron para redactar lo que concibieron como el Programa mínimo del itinerario filosófico que a partir de entonces sería menester desarrollar para los próximos tiempos, con el firme propósito de contribuir decididamente a la realización ─in der Praktischen─ del anhelado sueño de una humanidad redimida de sus propias inconsistencias e inconsecuencias, después del probado fracaso de los sueños de una racionalidad trastocada en monstruosa tiranía. Se trataba, nada menos, de quienes, no mucho tiempo después, se transformarían en los más representativos pensadores del llamado Idealismo alemán, sobre las huellas de Kant y Fichte, cabe decir: del poeta Hölderlin y de los filósofos Schelling y Hegel. Reunidos en aquella Frankfurt signada por “el punto nocturno de la contradicción”, los tres jóvenes compañeros, tras densas jornadas de discusión, finalmente redactaron el Primer Programa de un sistema del Idealismo alemán. No se impuso la voluntad de uno de ellos en particular para la redacción definitiva de dicho programa. Más bien, y como solía decir el maestro Pagallo en sus clases, “el Ich bin devenido Wir sind, era la sustancia, el Espíritu absoluto que brotaba de la empuñadura de la pluma de sus redactores”.

“..una ética. Puesto que, en el futuro, toda la metafísica caerá en la moral, de lo que Kant dio solo un ejemplo con sus dos postulados prácticos, sin agotar nada. Esta ética no será otra cosa que un sistema completo de todas las ideas o, lo que es lo mismo, de todos los postulados prácticos. La primera idea es naturalmente la representación de mí mismo como un ser absolutamente libre. Con el ser libre, autoconsciente, emerge simultáneamente, un mundo entero ─de la nada─, la única creación de la nada verdadera y pensable”.

Como podrá apreciarse, desde los primeros parágrafos del programa, los rígidos criterios de demarcación, puestos por el entendimiento abstracto, entre la razón teórica y la razón práctica, entre conocimiento y moralidad ─cuyo distanciamiento en el horizonte de la cultura contemporánea se ha vuelto abismal hasta el absurdo─ estallan, al tiempo de exigir la impostergable reconducción a su concepto originario: la indisoluble unidad de lógica, ética y estética, reflejada ya desde los diálogos platónicos, como la identidad del ser como pensar, decir y hacer verdadera, buena y bellamente. El instrumentalismo mecanicista, representado en el culto patológico de las metodologías, cuyo propósito consiste en ocultar en sus entrañas el miedo a la realidad de verdad, evadiéndola, mientras recrea una “realidad” ─la fictio imaginatio propiamente dicha─ que le resulta más “potable”, queda descubierto, sorprendido en su extremismo religioso, en la tiranía de su fanatismo.

Cosa similar ocurre en el Systemprogramm con la “idea” del Estado. Si por Estado se entiende un simple mecanismo, una recurrente y esclavizante cadena de montaje, entonces, ese Estado no puede más que desaparecer, debe dejar de existir, porque así como “no existe una idea de una máquina”, tampoco puede existir la idea de un mecanismo que termina aprisionando y sometiendo a los individuos, convirtiéndolos en pernos y tuercas descartables de un abominable artificio hecho de engranajes, porque, en realidad, “solo puede llamarse idea lo que es objeto de la libertad”. Por lo cual, un Estado solo puede justificar su existencia si es el resultado de la acción de los ciudadanos libres para los ciudadanos libres. Todo lo cual resulta impensable si no se construyen los fundamentos sólidos de un innovador, rico y concreto significado de lo ético hecho arte, literatura, poesía y mitología. Es imposible el razonamiento histórico ─e incluso, el matemático─ sin sentido estético. Los individuos sin sentido estético son los “técnicos”, los “especialistas” a secas, vulgares aplicadores de fórmulas vaciadas de contenido, “científicos” sociales, metodólogos y pragmáticos ortodoxos que confunden la política con las transacciones, que trafican con los “recursos humanos” ─como si la condición humana tuviese precio y no valor─ y, en consecuencia, son aquellos tendencialmente propensos a la deslealtad y a la corrupción que, más temprano que tarde, llegan a confundir la gestión pública con la criminalidad. En fin, se trata de los “bachaqueros” de la praxis política devenidos gánsters.

Mientras no se comprenda la inescindibilidad de conocimiento y moral, de verdad y libertad; mientras no se transformen “las ideas en ideas estéticas, en ideas mitológicas”, capaces de proyectar y dignificar la propia labor en beneficio del ethos, hasta conquistar los arcana coelesti y revelarlos, no habrá un contundente y decidido acompañamiento ciudadano, apto para derrumbar los andamiajes de la corrupción y el secuestro colectivo al que han sido sometidos los venezolanos, presas de las fauces de la canalla vil. Sin Ethos la república terminará desapareciendo para dar paso a un conglomerado de sobrevivientes sin rumbo, a la deriva. Solo con eticidad llegan a su fin “las miradas desdeñosas” y “el ciego temblor del pueblo” ante sus cancerberos. Y solo entonces llegará la conformación de la “igualdad de todas las fuerzas, tanto de las fuerzas del individuo como de las de todos los individuos. No se reprimirá ya fuerza alguna, reinará la libertad y la igualdad universal de todos los espíritus”.

La educación estética de la sociedad ─y especialmente la de quienes se han propuesto ejercer la función de dirigentes políticos─ es clave para la construcción de una nueva ciudadanía, auténticamente libre y democrática, sobre todo en tiempos de desgarramiento. Es necesario hacer el esfuerzo por superar los rumores del día a fin de dar cabida a los acordes de la eternidad. La única red social que bien merece llamar la atención de todos es la que terminará apresando y poniendo fin a la tiranía. Esa inmensa red social y política de la resistencia tiene que estar tejida con los hilos de la ética del compromiso y la solidaridad, de la constancia y el desempeño de los ciudadanos. El ejemplo dado por aquellos tres jóvenes pensadores alemanes, que más tarde serían las figuras centrales de la inteligencia poética y filosófica de su tiempo, pasma, y no deja de llenar de asombro, de admiración. La reconstrucción de un país depende de ese programa que aún está por construirse, justo aquí ahora, después del último desencanto. Será el programa de la fantasía concreta. Solo las ideas son capaces de redimir a los pueblos. Y, justo después del gran fraude, ha llegado el momento de las ideas.

Por @jrherreraucv