Mostrando entradas con la etiqueta Louis-Ferdinand Céline. Mostrar todas las entradas

La pequeña invención de Céline: notas sobre el estilo






En Conversaciones con el profesor Y  Céline  nos brinda claves precisas sobre la construcción narrativa presente en su obra, expone lo que llama su ¨pequeña invención¨ pero no sólo eso, además ajusta cuentas con editores, escritores y el público en general, en síntesis: con el mundo de la cultura francesa de su época. Construye una ficción especulativa que denomina su pequeña creación personal, la conformación de un estilo en el marco de una entrevista ficticia que presenta a la novela como una apología directa frente al campo literario y político de su época. Novela breve que puede leerse como un opúsculo literario que plantea como punto de partida la emoción y la polémica con los instituidos de la cultura en torno a la creación de un estilo literario. Signos de exclamación, puntos suspensivos como expresiones de escritura en un ritmo nervioso que no puede detenerse, que avanza con ligereza entre tropiezos y silencios ante un interlocutor pobre que se orina encima. El registro escrito es un balbuceo que combina afirmaciones crudas, políticamente incorrectas, con vacilaciones y silencios que hacen a la traslación de lo hablado en lo escrito. Lo político y la filosofía le son hostiles porque se mueven dentro del campo de las ideas, las sentencias firmes sobre los rieles derechos de lo ordinario cuyo objeto es la construcción de pequeños públicos que desconocen la experiencia del exilio, de la cárcel y la miseria. Para retomar el estilo emotivo es necesario capturar la emoción desde la experiencia de exclusión. Ser declarado fuera de la ley. 


No se trata de declamar una postura rebelde, sino de una experiencia real en la miseria y en lo marginal, de hacer frente al rechazo colectivo y afirmar la palabra personal del Yo. Céline divide al mundo de la cultura en dos: él por un lado y a los que señala como cafishos por el otro. Estos pertenecen al ámbito del cromo. De lo aceptado por las masas y las elites. Instituciones vivientes o muertas que tienen el favor del público y los grandes editores, pertenecen al campo de las bellas letras, la música y la moral, que consideran a la literatura como un asunto serio y escriben voluminosos libros buscando responder: qué es la literatura? Se debaten entre ideas y conforman pequeños tribunales censores para separar la buena prosa de la mala y entregarle a su público palabras masticadas y frases contundentes para retener en la memoria, así el lector tendrá qué leer en el baño. ¨-Toda la masa de débiles mentales… la masa amorfa… la que ni siquiera lee el diario…¨ El público definido como bestia animal que hace de la emoción un síntoma histérico seguido del asesinato porque ¨ ¡la pendiente humana es carnívora!¨. Una pasión única los corroe: cómo hacerse públicos. Definidos como experto de la opinión siempre bien dispuestos a mostrase. No es vanidad, es terror a la miseria y a la exclusión lo que define a los cromo.


Céline reconoce carecer de una imagen televisiva. La desdeña. Maldice su miseria pero la afirma como condición de liberación del genio. ¡Tantos escritores viviendo en la miseria! y apunta su crítica a los editores, a Gaston Gallimard, su editor personal, y sentencia: nunca verán un editor vivir bajo un puente. ¿Cómo salir? -se pregunta-. Hacerse público como los cromo o a través de la creación, o como él lo llama, su pequeña invención: el estilo emotivo, es decir la emoción de lo hablado en lo escrito. Traslación de gritos y carcajadas al registro escrito, ello explica la sintaxis usada en el texto. Una definición primaria del estilo podría ser la siguiente: un asunto de sintaxis pero Céline va más allá. Busca la transposición del registro hablado en la escritura por medio de la emoción. Intenta que esos gritos, toda esa envidia que no niega y el sentimiento de ser el último gran escritor del siglo XX tengan lugar en el texto escrito.


La emoción no como sentimiento espontáneo sino como el negativo de las ideas. Por ejemplo Cioran y sus cimas de la desesperación repletas de ideas y sentencias, filósofos y escritores cromos presentes en ese texto que lo salvó, como él mismo reconoce, de la muerte. Ideas aunque él las llame obsesiones pero no emociones. La emoción pertenece al lirismo. Es un tipo de impresionismo que se opone a toda reproducción que se pretenda objetiva, se trata de plasmar bajo la luz la presencia de un yo recubierto de mierda, de corregir un efecto y de buscar una torsión del lenguaje. El lirismo mata al escritor, lo marca en sus nervios y lo expone ante un mundo sádico. El lirismo del escritor excluido, del paria marginal declarado fuera de la ley, Céline se reconoce como el último gran escritor, el último maldito autor de panfletos antisemitas.


Capturar la emoción en lo hablado y reproducirlo en lo escrito parece un trabajo sencillo pero requiere de un trabajo lento y de la conformación de una técnica. La emoción responde a un Yo singular que se presenta desnudo sin autocensuras, es la clave del lirismo. Es un Yo que se afirma como inventor en oposición a los cafishos plagiarios con forma de mantis religiosas, son los fariseos de la cultura a quienes les corresponde el Yo que se expresa bajo un plural arbitrario en nombre de causas nobles, de lo correcto y a favor de lo que nadie puede estar en desacuerdo excepto Céline. El Yo singular omnipresente que tanto molesta al lector. También dedica algunas breves consideraciones a los escritores extranjeros que todavía están descifrando Madame Bovary. Marginales en el tiempo. 


La emoción necesita ser capturada, de un solo golpe, es un movimiento de superficie en un espacio cerrado en el metro o el colectivo. Es un estilo de superficie que se expresa con los nervios ultrasensibles que nos conduce por rieles torcidos hacia un destino que no tiene escala. Es un truco afirma Céline: ¨metro-todo-nervios-rieles-mágicos-con-durmientes-puntos-suspensivos¨. El estilo emotivo es el tiempo manifiesto en los tres puntos… 
No podemos dudarlo, en tanto creador, inventor, Céline tiene su espacio en el panteón literario como el antisemita creador de una pequeño estilo. Un marginal al cual la experiencia de la miseria y el odio general de la sociedad no lo asustan sino por el contrario moviliza. Porque es desde ese lugar que Céline construyó su prosa.