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La Izquierda frente al Espejo: Una Crítica Dialéctica desde Spinoza y Marx

 La “Izquierda” frente al espejo 

Dibujo de una cabeza simbolizando la mente aprendiendo, frente a sí misma


“Juzgan las cosas por los nombres y no los nombres por las cosas”

                                                                                          B. Spinoza


 Nicolás López Varela enseña Ciencias Políticas en la Universidad de Buenos Aires. Es, además, periodista, y un excelente traductor del alemán. En 2012 tradujo el “Cuaderno Spinoza”, escrito por el joven Karl Heinrich Marx en Berlín, entre marzo y abril de 1841, durante el último año de su formación filosófica en la Universidad. El texto traducido por López Varela, viene precedido por un estupendo ensayo introductorio que tiene por objetivo despejar las dudas siempre dejadas por una buena cantidad de “etiquetas” que los manuales, breviarios, compendios y diccionarios -convictos y confesos por el crimen de lesa inteligencia- acostumbran ponerle encima al pensamiento y la obra de un autor como Marx. De hecho, son innumerables los stickers en cuestión. Tantos que difícilmente se puede reconocer la autenticidad del texto y del contexto originales.

 En una larga entrevista que, a propósito de la traducción del mencionado cuaderno de Marx le hiciera Salvador López Arnal, Nicolás Gonzalez -aparte de manifestar su contundente rechazo del supuesto anti-hegelianismo de Marx y de desmistificar la reiterada calificación de Marx como un 'materialista' tout court- sostiene que, más allá de Althusser y compañía, la relación dialéctica expuesta por Marx entre el ser social y la conciencia social -y en consecuencia, entre sociedad civil y sociedad política, o entre la base estructural de la sociedad y su correspondiente sobrestructura jurídica y política- tiene en la idea de la sustancia expuesta por Spinoza su punto de partida. Y, en efecto, como sostiene el traductor, de la sustancia spinoziana se pueden comprender dos atributos fundamentales: la extensión (la realidad) y el pensamiento. Dos términos que son inescindibles, pero que no deben confundirse -pues, como dice Spinoza, no es lo mismo 'Pedro' que la idea de 'Pedro'. Pero siempre conviene tener presente que “el orden y la conexión de las cosas es idéntico al orden y la conexión de las ideas”. 

 De manera tal que, con independencia de la necesaria distinción que cabe establecer entre la realidad y el pensamiento, sin embargo, el uno y el otro son sus correspondientes espejos, la proyección en la cual no siempre lo que se es -o lo que se hace, dado que ser es hacer- coincide con lo que se piensa y se dice. Y ese es, por cierto, el problema esencial a resolver: remontar el “sueño dogmático”, provocar la fluidez de los términos que se han cristalizado, a fin de que se produzca, efectivamente, el reconocimiento, porque toda negación afirma, determina, por más que no se quiera aceptar.

 Por ejemplo, una determinada concepción del poder no puede no ser compatible con el modo de producir que posee una determinada sociedad. Parafraseando a Spinoza, el orden y la conexión de la sociedad política es idéntico con el orden y la conexión de la sociedad civil. Marx afirmó que el ser social determina la conciencia social. Pero las determinaciones no poseen una sola dirección. De hecho, son biunívocas. Lo uno determina a lo otro y a la inversa. El polo norte determina tanto al polo sur como el polo sur al polo norte. Si un determinado régimen político promueve, durante más de veinticinco años, la destrucción del aparato productivo de un país, si le impone “controles” a la economía y sustituye las “fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción” por una política de puertos -y contrabandos-, sustentada en el rentismo petrolero y el populismo, con la premeditada intención de aplastar a la sociedad civil y “fusionarla” -absorberla- con la sociedad política hasta su militarización, es natural que esa sociedad ya no se pueda ver reflejada en su propia imagen. Incluso, es natural que ya no sea más un Estado propiamente dicho, porque ha perdido uno de los términos que constituyen su 'orden y conexión'. Un polo norte sin un polo sur ya no es un polo. Simplemente, ya no es. Es un “no-polo”. Ha aniquilado al otro, ciertamente. Pero con su aniquilación se ha aniquilado a sí mismo.

 En esos casos, las imágenes se interrumpen, se fracturan y se producen las ficciones. Ya no hay correspondencia entre los lados de la reflexión. Ese es, desde el punto de vista de la dialéctica del ser social y de su conciencia, la actual situación de Venezuela. Esa ha sido la labor especular -no especulativa- que ha llevado adelante la así llamada “Izquierda” venezolana. Ha roto la correlatividad de la proiectio; se ha quedado sin imagen, ya no es 'la otra de aquella otra'; ya no mira ni es mirada. En fin, ya no es más que un vulgar vampiro, un “chupa sangre”, sin proyección, sin imagen posible. Y, al igual que el Estado que propició, su ser abstracto se ha hecho la nada indeterminada. De ahí que sus días estén contados.

  Semejante lógica de las abstracciones permite sorprender a una “Izquierda” que ya no lo es. Ya no es ni Izquierda ni Derecha: es un “Snug”, acomodaticio y fascistoide, un acobardado “arruchadito”, una “tercera vía” que pretendía mostrarse como un nacional-socialismo nice, un “tertium datur” cuya condición marginal lo hace auto-excluido y del cual, aunque no sea tarea fácil, conviene salir lo más pronto, a objeto de rehabilitar la relación -el reconocimiento- de la sociedad civil y de la sociedad política, del ser social y de su conciencia. Cuando la izquierda deja de ser un movimiento que comprende su tiempo y sus circunstancias de manera consciente y racional; cuando sus fundamentos abandonan la “crítica histórica de lo existente”, la lucha por el reconocimiento de la democracia, la justicia social, el respeto a la diferencia, a la diversidad y a la tolerancia, para abrazar esquemas vacíos y frases sin tiempo, o para condenar, reprimir o asesinar en el nombre de infamias, enceguecidos por la ira y el resentimiento, por todo lo que le resulta diverso, entonces pasa a ser una izquierda que no lo es, porque ni sus convicciones ni sus acciones se relacionan con ésta. Es una izquierda que ha perdido su condición esencial: la crítica; que se ha extrañado de sí misma, que se ha vuelto –como diría Hegel- “positiva”, “fija”, porque ha perdido su capacidad de movimiento y autosuperación. Se trata, pues, de restablecer 'el orden y la conexión' indispensables, esenciales, para el funcionamiento adecuado de un nuevo Estado. Y de ahí que el nuevo Estado no se pueda sustentar en el simplismo del “voltear la tortilla”, en el “todo lo contrario” del presente, es decir, en la aniquilación -la abstracción- del reino absoluto de la sociedad política por el reino absoluto de la sociedad civil. Ese sería el mundo invertido -pero idéntico- del presente. No es posible eliminar los lados de una relación opositiva. No hay terceros. Eso sí: es prioritario 'superarlos y conservarlos'. El recíproco reconocimiento, la nítida proyección de las imágenes, es la meta que reclama la creación de un nuevo Estado, centrado en la autonomía de los poderes públicos, garantes de la justicia, la libertad y la democracia.

La realización y superación de la filosofía.

Materialismo y Antropología en Karl Marx

Para celebrar un aniversario filosófico, 200 años de pensamiento, queremos rendir homenaje a  K. Marx (1818-1883) quien construyó una antropología sobre una visión materialista que configuró como premisa moral fundamental: la filosofía debía realizarse en la medida que se supera a sí misma.  Su perspectiva sobre la filosofía fue fundamentalmente práctica,  porque  no se trataba de poner al hombre sobre los cielos, sobre la "esencia ideal", sino de poner a Dios en lo mundano del hombre; de realizar la existencia divina del hombre en la tierra.  La autorreflexión del pensamiento crítico, es la necesidad de su superación en tanto realización de su propia filosofía, de su propio discurso. 

La relación entre antropología y materialismo en el pensamiento del filósofo aleman, es un proyecto  «Normativo» que busca la superación de la filosofía en tanto  realización práctica de la libertad humana.  

Escenario moderno que resume el materialismo y la antropología en la filosofía de Karl Marx, con un enfoque en la relación práctica del ser humano con la naturaleza y la sociedad, y que representa la lucha entre clases y la necesidad de realización filosófica para superar la alienación.



«Assim como a filosofía encontra no proletariado armas materiais, o proletariado encontra na filosofia armas espirituais... o cérebro dessa emancipação é o proletariado. A filosofia não pode realizar-se sem a supressão do proletariado, e o proletariado não pode ser suprimido sem a realização da filosofia»

Karl Marx





Introducción:


La filosofía hoy más que nunca precisa de ser superada para poder ser realizada. La barbarie constante en los archivos del patrimonio histórico de la humanidad, la inminente devastación de los recursos naturales, la criminalidad y el hambre en la mayoría de países del tercer mundo, hace que persistir en el quehacer filosófico para los latinoamericanos, este determinado fundamentalmente por el objetivo de acabar con la filosofía misma. Hoy más que nunca se trata de transformar y no meramente interpretar las cosas.

La especificidad del discurso crítico manifiesta constantemente su determinación más esencial: él precisa de ser superado para poder ser realizado. La superación se fundamenta por la supresión real de las condiciones objetivas que configuran la aparición real en la sociedad de la injusticia. En la medida que realiza lo anterior, realiza al discurso crítico, puesto que son estas condiciones objetivas las que permiten su aparición como discurso revolucionario y emancipador. Al no suprimirse las condiciones objetivas, el discurso crítico se envuelve en una constante auto crítica del proceso de conocimiento, puesto que al criticar al conocimiento se crítica a la sociedad en sí misma.


El Contexto Filosófico: Crítica a Hegel y el proyecto de L. Feuerbach


Las críticas realizadas a la religión por diversos pensadores y ámbitos intelectuales del siglo XIX, se sustentan en una de las mayores discusiones que versaba entorno a la relación de la gracia divina y la libertad humana (Bonilla & Martínez, 2011). En medio de tal contexto, la intelectualidad alemana consideró la existencia de dos dimensiones en el terreno práctico: la política y la religiosa. En realidad se presentaba una única cuestión que se dividía en dos simplemente para ocultar la verdadera determinación del problema. Se trataba de la relación del hombre con su propia libertad, que se encubría bajo la figura de su relación moral con Dios. Lo político se definía en términos de la relación del poder civil y el eclesiástico (Bonilla & Martínez, 2011); en donde aparecía la figura de Hegel y toda su sistema filosófico, como el culmen último del debate. El idealismo absoluto de Hegel significó para todo el pensamiento occidental y no solo para la Alemania del siglo XIX, la culminación del pensamiento teológico como filosofía especulativa. Dios no es definido por la fé que el hombre posee, sino por su uso de la Razón. En el recorrido que realiza la conciencia natural hacia el saber absoluto, ésta se encuentra con la experiencia religiosa, en donde se sabe a sí misma como contenedora de la «esencia inmutable» y de sí misma. Dice Hegel (1993:395):



«[…] En las configuraciones examinadas anteriormente y que se diferencian en general conciencia, autoconciencia, Razón y Espíritu, se ha presentado también, ciertamente, en general, la Religión, como consciencia de la esencia absoluta, pero solamente desde el punto de vista de la conciencia, consciente de la esencia absoluta en y para sí misma, no se ha manifestado la autoconsciencia de espíritu [..]»
En la religión, el espíritu se sabe lo real, pero no es autoconsciente de sí mismo como lo real. Dios precisa de ser encarnado en un sujeto conceptual para ser real. Las diferentes figuras de la religión, por la necesidad de la superación, terminan en la «Religión revelada», puesto que esta tiene como determinación esencial al intelecto puro (Hegel, 1993). La filosofía especulativa viene a ser este momento en el que el espíritu se hace «En» y «Para sí» absolutizándose por completo. Los conceptos de la filosofía hegelina de libertad, sujeto, vida, espíritu, etc., se contienen entonces en su idea de «Razón» (Bonilla & Martínez, 2011).

Dentro de los problemas que abordó la filosofía del idealismo absoluto, podemos resaltar el hecho de que, con relación a los problemas religiosos y políticos debatidos desde el racionalismo cartesiano, pone radical énfasis en la importancia de la dignidad del hombre mismo para hacerse dueño y responsable de su propia vida; así, la importancia del cristianismo como una religión que se diferencia y resalta en la historia, está dado en resaltar este hecho (Bonilla & Martínez, 2011).

El proyecto filosófico de L. Feuerbach fue fundamentalmente una empresa antropológica. Su énfasis estuvo en poner no al hombre ante Dios, sino poner a Dios frente al hombre, para cumplir así el llamado religioso según el cual el ser humano debía realizarse según la imagen divina. La finalidad de Feuerbach al realizar una crítica filosófica a la religión, es mostrar que el secreto de esta es la antropología (Saldarriaga Madrigal A. , 2016). Su problema no radica en si existe o no Dios, sino si existe o no existe el ser humano. No se trata de Dios, sino de cómo es una vida verdaderamente humana (Saldarriaga Madrigal, 2016). Feuerbach percibió claramente que la entidad Dios, es una abstracción en dónde él hombre se proyecta a sí mismo para no encontrarse realmente. La crítica a la religión fue el medio necesario para construir una «Antropología Materialista» pensada desde la libertad del hombre (Feuerbach, 1969).

La reinterpretación de Feuerbach en la obra de Marx, no hace sino demostrar el carácter revolucionario y humanista de la obra de Feuerbach, puesto que Marx saca de él su impulso más práctico. La relación entre Marx y Feuerbach, permite conocer la especificidad del discurso crítico en relación con el discurso y ejercicio teórico (Bolívar Echeverría, 2011). El hecho de que la tesis 11 sobre Feuerbach sea la más conocida dentro del movimiento revolucionario mundial, no hace sino resaltar dicha relación.

Hay que considerar también que Marx percibió que en la formulación de una filosofía para el futuro, Feuerbach incurrió en varias contradicciones (Mondolfo, 2006). Por ejemplo con relación a la primera de las tesis, Marx crítica a Feuerbach para defender a Hegel, dijéramos en los mismos términos en que Engels defendió al “viejo”. Feuerbach no ve la actividad, la praxis del sujeto en los sentidos mismos, esto es, no ve lo que si vieron los idealistas de la teología especulativa: la actividad del intelecto para producir la realidad. El sensualismo feuerbatino quiere el objeto, la intuición sensible de lo real, como algo diferente del intelecto, sin ver la actividad practica del sujeto en la producción de tal realidad. Aún más el no concibe la realidad sensible está condicionado por el desenvolvimiento histórico de la división del trabajo en cada fase de desarrollo de las fuerzas productivas (Las Tesis Sobre Feuerbach, 2007). No obstante, para Feuerbach era muy importante el papel de la conciencia.

La interpretación de Mondolofo (2006) aquí es muy importante porque permite organizar la crítica e interpretación de Marx sobre Feuerbach en bloques temáticos que se manifiestan alrededor de las once tesis. En un primer momento, la teoría del conocimiento en relación al ser (tesis I, II, III, XI); luego tenemos el problema de la concepción del hombre como ser social e individual (tesis VI, VII,IX, X); enseguida tenemos el problema del concepto de praxis (I, II, V, XI) unido a la problemática de la sociedad como proceso de praxis social (tesis IV, VII, XI) (Mondolfo, 2006); permitiéndonos ver de manera más clara la relación de Marx con la obra de Feuerbach.

Frente al primer bloque temático, el relacionado con el ser y el conocer, realmente, aunque como vimos, si existe una crítica de Marx al carácter objetivista de Feuerbach, frente a la dinámica de la conciencia y el trabajo de Hegel, Marx va a mantener la consideración de que lo fundamental del conocimiento es la transformación del objeto, puesto que el objeto ya es sujeto. La afirmación de Feuerbach según la cual una religión que opte por el ser humano concreto y real, de carne y hueso, sin perderse en la espesura de un alma abstracta, es la superación de la religión misma; esto es, el hombre en sí mismo es la religión, por lo que proponer una religión propia del ser humano, pone al hombre frente a sí mismo, constituyendo un humanismo (Bonilla & Martínez, 2011). Cuando Feuerbach se acerca al problema del ser y el conocer desde el materialismo sensualista, lo fundamental no estriba en formular una teoría del conocimiento o una metafísica, sino en realizar los imperativos morales de la teología especulativa. En otros términos, la finalidad de la antropología materialista de Feuerbach, fue siempre práctica, puesto que buscaba realizar el imperativo ético de su formulación crítica sobre la realidad humana.

La filosofía del futuro que siempre vio Feuerbach como un proyecto en construcción, de la que él sólo daría los elementos iniciales, es una herramienta que le sirve al hombre para pensarse a sí mismo (Mondolfo, 2006). El conocimiento en Feuerbach es convertido, aun con sus vicios mecanicistas sensualistas, en una actividad más fundamental que la actividad abstracta del idealismo. Feuerbach pone a la teoría como una herramienta revolucionaria necesaria para que el hombre tome conciencia de sí mismo y desarrolle sus fuerzas fundamentales en el mundo terrenal. La fuerza revolucionaria estriba en que el estímulo del concepto es el mismo estímulo para la praxis. Sólo porque aún existe el sufrimiento, el padecimiento real de los hombres, cabe la posibilidad, dice Feuerbach, para la filosofía.

Antropología y Materialismo

Marx heredó como ningún otro este llamado a la realización del ser humano; por ello, en él encontramos una formulación normativa con respecto a la alienación del hombre en el proceso general del trabajo. La Antropología de Marx se diferencia de la Antropología de Feuerbach, en que Marx realmente no ve el ser genérico de manera abstracta, como un conjunto de fuerzas fundamentales consideradas “a priori”, sino como el conjunto de relaciones sociales que deviene socio históricamente. Lo primero que realiza Marx, es establecer una distinción que no aparece muy desarrolla en Feuerbach; él distingue entre la «especie» y la colectividad (sociedad) concreta como dos momentos contenidos en la idea de ser de género (Mondolfo, 2006). Para Marx el error de Feuerbach estribó un poco en considerar un sentimiento religioso, el amor, en relación solamente con la idea abstracta de especie, sin considerar la sociedad históricamente que concretiza a dicha esencia. En esa medida, dice con respecto a la esencia humana en la tesis 8, que esta no es sino el conjunto de las relaciones sociales; es decir, define al hombre a partir de su determinación como ser social.

Esta definición antropológica del hombre como ser social, ya está presente en el mismo Feuerbach, sólo que este no desarrollo la distinción que Marx realiza, más, como piensa bien Rodolfo Mondolofo en su trabajo “Feuerbach y Marx: El concepto Dialéctico de Historia” (2006), en el pensamiento de Feuerbach hay una interpretación dialéctica de la historia que él mismo se negó a asegurar por su afán de diferenciación y distanciamiento con Hegel; pero cuando este afirma que la realidad concreta del hombre se encuentra en la historia, está retomando fundamentalmente el lado más crítico de la dialéctica hegeliana. La construcción “a priori” de las potencialidades y facultades humanas en el concepto de ser de especie, son un elemento fundamentalmente normativo en el que Feuerbach pone el carácter devenido de tal esencia a través de los tiempos, manifiesto en los periodos y transformaciones de la religión. Marx como lector de Feuerbach, realiza la crítica a su materialismo y antropología, en el sentido que ya mencionamos, más conserva su esencia normativa, la consideración de que tal esencia genérica esta extrañada del hombre y que precisa ser realmente desarrollada. El camino que toma para esclarecer la alienación parte de Feuerbach, se aleja de él con los estudios sociológicos sobre la realidad de la economía, para regresar nuevamente a la filosofía de Feuerbach en su postura normativa.

Marx basa entonces su teoría en una Antropología Materialista que ve en el proceso de trabajo, la determinación de la totalidad de la existencia humana, dando así a la sociedad un esquema básico (Marcuse, 1992). El hombre en el trabajo, muestra que él tanto producto como productor de la historia; él crea y a la vez en su creación es creado. Lo que produce el hombre en el trabajo no es más que su forma de subsistencia, la manera material de satisfacer sus necesidades materiales como hombre de carne y hueso. Así la ontología es materialismo y él materialismo es una antropología, que ve en la relación entre el hombre y la naturaleza en el proceso de satisfacción de las necesidades materiales, la «substancia» de toda la realidad. El trabajo material es la base ontológica de la realidad y del hombre. La historia, las condiciones materiales de producción, es la base de los individuos vivientes de carne y hueso (MArx & Engels, 2007).

El hombre y el animal no se distinguen ahora por la religión, sino por el trabajo, por la praxis, ya que sólo el hombre produce los modos y bienes para satisfacer sus necesidades materiales que precisa para poder subsistir como animal biológico (MArx & Engels, 2007). Hay una doble relación entre las necesidades naturales y el modo en que el ser humano, en cooperación mutua en sociedad, soluciona estas necesidades, manifestada de diversos modos en la historia humana. En esa medida, a diferencia de Feuerbach, Marx no va directamente a la experiencia religiosa, para explicar el fenómeno humano, sino que, a partir de lo que Fuerbach descubrió como secreto de la religión, es decir, la antropología, se dedica a estudiar el proceso total del trabajo humano, de la producción, para descubrir las condiciones de posibilidad del hombre. La substancia que es también sujeto, muestra que la “cosa en sí” no es un dato sino un producto, en esa medida, quien se piensa al hombre a de pensarlo como un producto de su propio trabajo con la naturaleza y en la historia. El trabajo transforma las condiciones naturales, el ser natural del hombre, en condiciones histórico sociales. Como dice en una de sus cartas a Engels, su materialismo descubre a la manera de Darwin, la naturalidad de la historia; su carácter no trascendente sino material.

La esencia del hombre se manifiesta en su trabajo, dejando esto sin contenido aparente, Marx se dedica a realizar el ejercicio crítico de mostrar como la propia esencia humana, su trabajo, se antepone como algo extraño para sí mismo, se aliena, para llenar de contenido material lo que el hombre ha hecho y puede hacer de sí mismo. Marx se dedica no a definir al hombre de forma “a priori”, sino mostrando su determinación histórica natural de manera negativa, como un diagnóstico de la realidad de su presente. La alienación en la religión es reflejo determinado de la alienación general del hombre con respecto a su esencia (Manuscritos de Economía y Filosofía, 2001). La objetivación del hombre en el proceso de trabajo le deviene como algo en el que el hombre mismo no se reconoce; en este sentido, aquello que lo hacer como hombre, es la clave para interpretar la imposibilidad misma de lo humano. La economía, vista a la luz del carácter socio-histórico del fenomeno humano, es la clave para interpreta la alienación más general que Feuerbach había supuesto en el fenómeno religioso. Como dice Marx ( Manuscritos de Economía y Filosofía, 2001: 104



[…] Con la misma Economía Política, con sus mismas palabras, hemos demostrado que el trabajador queda rebajado a mercancía, a la más miserable de todas las mercancías; que la miseria del obrero está en razón inversa de la potencia y magnitud de su producción […]



Los economistas operan de manera igual a los teólogos de la filosofía especulativa, ya que a partir de supuestos naturalizados, encubre e hipostasian la verdadera determinación esencial (Marx K. , Manuscritos de Economía y Filosofía, 2001). En la economía, en el proceso general del trabajo impuesto por el capitalismo, es posible ver la misma relación establecida entre Dios y el hombre:

«[…] La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas […] Este hecho, por lo demás, no expresa sino esto: el objeto que el trabajo produce, su producto, se enfrenta a él como un ser extraño, como un poder independiente del productor. El producto del trabajo es el trabajo que se ha fijado en un objeto, que se ha hecho cosa; el producto es la objetivación del trabajo. La realización del trabajo es su objetivación. Esta realización del trabajo aparece en el estadio de la economía política como desrealización del trabajador, la objetivación como pérdida del objeto y servidumbre a él, la apropiación como extrañamiento, como enajenación […]». (Marx K. , Manuscritos de Economía y Filosofía, 2001).

Marx explica la alienación del trabajo tal cual como esta se manifiesta en la objetividad histórica: 1) relación del trabajador con el objeto de su trabajo y 2) relación del trabajador con su propia actividad (Marcuse, 1992). Estas dos perspectivas la alienación estará dada para el trabajador en la medida que él no se reconoce con el objeto de su propio trabajo; no se reconoce a sí mismo en su actividad; por lo que no reconoce a los demás en su propia relación de trabajo, lo cual no lleva a que no reconoce su propia esencia como ser de género. El trabajador se ha convertido en esclavo de su propio trabajo:

[…] El trabajador se convierte en siervo de su objeto en un doble sentido: primeramente porque recibe un objeto de trabajo, es decir, porque recibe trabajo; en segundo lugar porque recibe medios de subsistencia. Es decir, en primer término porque puede existir como trabajador, en segundo término porque puede existir como sujeto físico. El colmo de esta servidumbre es que ya sólo en cuanto trabajador puede mantenerse como sujeto físico y que sólo como sujeto físico es ya trabajador […] (Marx K. , Manuscritos de Economía y Filosofía, 2001).

El hombre queda reducido a mero animal, a la mera satisfacción de sus necesidades físicas, en la actividad que precisamente lo hace humano. No solo se extraña él de su actividad creadora, sino que extraña a la naturaleza como objeto de esa actividad (Marx K. , Manuscritos de Economía y Filosofía, 2001). . En relación a este tema Bolivar Echeverría (2011) considera que es precisamente la situación objetiva de la alienación, como la determinación objetiva de la crítica revolucionaria.

A diferencia de Feuerbach, Marx no considera que el Amor sea la relación moral que permita la superación de las condiciones objetivas que hacen posible la alienación del hombre por el hombre mismo. Marx es más radical y; ser radical significa arrancar los problemas de raíz, es decir, arrancar los problemas en el hombre mismo. La perspectiva antropológica y materialista de Marx, le permite considerar el hecho de que es la lucha, y no el amor, entre los hombres la constante y motor de la historia. La reconciliación de tal contradicción en el proceso histórico, no puede resolverse de manera abstracta, como Hegel y el propio Feuerbach concibieran. No es ni el Estado como garante de la relación moral en el mundo de la eticidad, ni el amor religioso entre los hombres, el que supera la división de la sociedad en clases y la dominación del hombre por el hombre. Sólo una superación de las condiciones histórico objetivas que hacen posible esta contradicción, la única fuente de la reconciliación real entre los hombres.

Sobre este punto se manifiesta el carácter revolucionario que Marx recupera de la dialéctica. Lo más importante de la filosofía de Hegel es su consideración de la realidad como proceso; lo real es la necesidad de lo real (Engels, 1856.). El lado más revolucionario de la dialéctica hegeliana, como bien dice Engels (1856), es la consideración de la realidad como un proceso constante en devenir; la posibilidad de que cuanto existe puede y es digno de perecer. La dialéctica hegeliana es en realidad un materialismo puesto de cabeza; el cual precisaba de ser rectificado con una perspectiva antropológico materialista. La filosofía, ya desde Feuerbach, se presentaba como la realización de la filosofía especulativa en tanto su superación negativa.

Consideraciones finales: El devenir mundo de la Filosofía

Como vemos, la formulación de una antropología materialista en Marx, está definida a partir de una exigencia normativa: la de que el hombre supere su alienación en el trabajo. En esa medida, es necesario que la filosofía se realice en tanto superación de tales condiciones objetivas. Su perspectiva es práctica, pues él busca que el hombre se apropie de su determinación más esencia, de su praxis, ya que ella muestra que el trabajador es producto de las condiciones del mundo del trabajo, pero también es esencialmente productor y sujeto de la historia. Ahora bien, en el proceso mismo del desarrollo dialéctico en la historia, se engendra el sujeto de su superación: El proletariado. Consecuentemente, la formulación de Marx, encuentra que la filosofía necesariamente ha de ser revolucionaria en la medida que es un instrumento de emancipación de la clase proletaria.

El pensamiento de Marx en tanto antropología materialista, es una filosofía de la praxis. Conocer es un principio de la praxis moral, ya que Conocer y hacer poseen una unidad fundacional (Mondolfo, 2006). La revolución es producto entonces del espíritu crítico de la mente. Marx reelabora el proyecto antropológico materialista de Feuerbach en la medida que lo desarrolla hasta sus últimas consecuencias. El centro fundamental de la filosofía como praxis, es por su lado, la recuperación del carácter normativo de la filosofía para el futuro. La revolución y emancipación real del hombre de carne y hueso para Marx, se realiza sólo cuando el hombre reconoce sus propias fuerzas como fuerzas sociales, sin separar su fuerza social sobre la forma de la fuerza política.

Lo que Marx está tratando de mostrar es la necesidad histórica del discurso crítico, de la antropología materialista como exigencia de la realización de la filosofía en tanto la realización práctica de la libertad humana (Bolívar Echeverría, 2011). La reapropiación de las fuerzas fundamentales para Marx se realizan por la conciencia teórico filosófica de la realidad. Al mismo tiempo, la filosofía sólo va a tener justificación en la medida que no se encierra en la interpretación, sino en la medida que se compromete en la transformación de su objeto.

Necesariamente el discurso crítico, en la medida que es una determinada concepción del mundo y del ser humano, postula, no la significación de lo real, sino la superación real de las condiciones objetivas que hacen posible la significación crítica sobre lo real. Como él dice en su tesis, es necesario que la filosofía devenga mundo: […] resulta así como consecuencia que el devenir filosofía del mundo es al mismo tiempo el devenir mundo de la filosofía, que su realización es a la vez su perdida […] (Marx, 1971: 85)

TRABAJOS CITADOS:

Bolívar Echeverría. (2011). El materialismo de Marx. Discurso Crítico y Revolución. Itaca.
Bonilla, F. G., & Martínez, F. J. (2011). ATEÍSMO Y HUMANÍSMO: LA REIVINDICACION DEL HOMBRE EN LUDWIG FEUERBACH. Bogotá: Tesis para optar a Título de Licenciado en Filosofía.
Feuerbach, L. (1969). La Filosofía del Futuro. Buenos Aires: Calden.
Hegel, W. F. (1993). Fenomenología del Espíritu. México: Fondo de Cultura Económica.
Marcuse, H. (1992). Razón y Revolución: Hegel y el Surgimiento de la Teoría Social. Buenos Aires: Amorrourtu.
Marx, K. (1971). Diferencia del Concepto de Naturaleza en la Filosofía. Editorial Ayuso.
_______. (2001). Manuscritos de Economía y Filosofía. Madrid: Alianza Editorial.
_______. (2007). Las Tesis Sobre Feuerbach. En K. Marx, & F. Engels, Ideologí Alemana. Fundación Editorial el Perro y La Rana.
_______. (2007). LA Ideología Alemana. Venezuela: Fundación Editorial El Perro y la Rana.
Mondolfo, R. (2006). Feuerbach y Marx: La Dialéctica y el concepto marxista de Historia. Claridad.
Saldarriaga Madrigal, A. (2016). Antropologías Emancipatorias. L. Feuerbach y K. Marx. Aula Abierta Ciclo de Teoría Crítica. Medellín.

Una paradoja que define la imaginación

 




La paradoja de Aquiles es un problema que propuso Zenón de Elea, en el que se aprecia una complicación lógica dentro de lo que en Física se llama: Movimiento Rectilíneo Uniformemente Variado. En esta paradoja se presenta el problema de los instantes. Si una tortuga tuviera la ventaja en una maratón siendo que su competidor, Aquiles, partiera más tarde, ¿en qué momento Aquiles superaría esta ventaja sin importar una eventual mayor velocidad? ¿Cómo explicar el concepto de la extensión lineal geométricamente? Dado que, por más que avance Aquiles, la tortuga lo hará igual en menor dimensión de manera indefinida. Proporcionalmente avanzaría, estaría por delante de Aquiles siempre en términos lineales y dependientes del tiempo; aunque la tortuga no tendría la ventaja en función de sí misma, sino en función de Aquiles, es decir, por cada punto que avance Aquiles, la tortuga estaría en una  permanentemente victoria hasta el límite del infinito. Una especie de cero absoluto. En estos términos la paradoja es mucho más configurativa de lo que se creía inicialmente, mucho más simbólica. Es en tiempos infinitos introvertidos, donde no hay diferencias competitivas entre el mayor de los guerreros griegos, y uno de los animales más lentos de nuestro reino. El resultado está predicho, la oportunidad no se puede superar a no ser que haya una "nada temporal".

 

El tiempo en términos marxistas es la condición estructural que impide que una cualidad supere una cantidad, la superestructura le responde en formas espectrales. Se divide dentro de tres acontecimientos que son la base del sistema que definió Karl Marx, y que impiden que "Aquiles alcance a la tortuga": La Economía, la Sociedad y la Política. Tres patas de la mesa que sirven de apoyo para la forma en que se plantea el banquete humano (Platón); sobre ellos, la educación. 

La economía según Althusser, es mucho más versátil que la función simple de estructura, es interdisciplinaria, puede formar parte del conjunto completo de los sistemas de control y manipulación, pero a la vez ser la piedra que dé soporte a la pobreza material humana, la solución universal, la única respuesta pragmática.

El aparato ideológico del estado es vital para mantener la estructura y la superestructura en mantenimiento vigente. Lo hace por la razón o la fuerza. Es una forma enemiga-amistosa para sobrellevar-se y sobrevivir como sea; una relación dialéctica que puede afectar a cualquier institución, desde la más básica como la familia, hasta las grandes instituciones, como los sistemas penales, fiscales, legislativos, etc. Problemas eternos y olvidados, como los apagones informativos, las deudas históricas, la ilegalidad, son parte de algunos de los medios desde donde se camufla el poder.

La falsa conciencia distorsiona la realidad. El siglo XX convivió con un fantasma, con el fantasma de su propio potencial, el miedo, el terrorismo, las amenazas nucleares, las primaveras político-religiosas, la búsqueda de justicia, el industrialismo, el toyotismo, el internet de las cosas, la contracultura, e innumerables factores que formaron parte de la contingencia (real o no), hasta su culminación como ideologías activas o pasivas. En el primer caso, se pueden llevar a la acción interpretaciones del mundo completamente erróneas, en el segundo, se lleva a la historia y a la psiquis colectiva posibles hechos amenazantes o gratificantes sobre las consecuencias de vivir en sociedad.

 

Economía

Los países de Latinoamérica durante la gran depresión económica de la década de los 30, fueron profundamente afectados, al ser economías dependientes se vincularon estrechamente a las consecuencias de su dependencia, como gran parte de los países del tercer mundo. Esta crisis trajo dramáticos aumentos del desempleo y el cierre de muchas empresas. Los esfuerzos más decididos de los individuos languidecieron, pendiendo del factor económico, que llevaba a una imposibilidad latente de superación.

La estructura se va haciendo más oscura entre más abajo en la escala económica se presenta. Interpretar el mundo y cambiarlo partieron como premisas de algo bastante concreto, el enfrentamiento de la economía naciente con la era de la industria. Se comenzó por interpretar la filosofía como una forma de lenguaje que no era útil; su falta de verificabilidad otorgaba la ilusión de su inutilidad. Ideología. El problema de la burocratización pasó por dejar de ser la falta de velocidad, o el parasitismo; la agilidad puede ser burocrática en las manos correctas. La burocracia se volvió el lucro sobre el proceso. Hoy, se debería redefinir este concepto que nos controlará a la velocidad del instante, y retardará, a la antigua usanza, algo elemental del ser humano: su individuación. El extractivismo fiscal se viene como fuerza aniquiladora de gobiernos punitivos, la fiscalidad opresiva y dictatorial es la base de esta superestructura. 

A mediados del siglo XIX se le pagaba al obrero lo necesario para su subsistencia, lo que implicaba una nula capacidad de ahorro… A fines del siglo XX se le pagaba al obrero lo necesario para consumir insanamente hasta la deuda, desde la deuda. No es que el individuo ya no quiera ser libre, éste siempre se enfrenta a la libertad, salvo que no sabe qué hacer. Sobre las bases en que se instituyó la libertad quedan deseos ahogados, el soporte que permitió la economía para que los contribuyentes siguieran bebiendo de su seno sin dejar de llamarla madre. Como diría Nietzsche, la libertad la alcanzamos para ser hombres sin libertad, cuando aseguramos la libertad, la perdemos. El poder de la lógica, de sus números, avasallan cualquier intento por enverdecer nuestras conciencias. La fuerza de la necesidad desertifica todo, queda un susurro hablando, una voz fantasmal, una fantasía, nada científico, nada económico. Desde ahí nacerá una humanidad.

 

Sociedad

“Yo no puedo jugar contigo. Dijo el zorro al principito. Porque tú no me has domesticado. ¿Qué significa domesticar? preguntó el principito. Es una cosa demasiado olvidada. Significa crear lazos. Para mí no eres más que un muchachito, semejante a diez mil muchachitos. Entonces, no te necesito. Y yo no soy para ti más que un zorro, semejante a diez mil zorros. Pero si tú me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mi único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo” (Antoine de Saint-Exupéry).

La palabra es fuente de mal entendidos. La sociedad es una total extraña, separada, y aún más separada entre sí. Se busca, a través de muchos medios, que se haga perpetuamente extraña, que existan eternas diferencias, diferencias estructurales, geométricas, clases, estrados, castas; como objetos que no pueden ser vistos, una partícula cuántica de la que no se puede calcular ni su posición ni su tiempo. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada, compran cosas a los comerciantes, pero como no existen comerciantes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. La estructura es una jaula social llena de prejuicios impuestos desde hace décadas y que pueden durar muchas generaciones; prejuicios nacidos por la fuerza, cohecho. ¿Quieres conocer la estructura? hay que escuchar a nuestros ancianos. Las posiciones de las sociedades con respecto a sus creencias dependen de Patrones universales que se pueden rastrear para entender cualquier comportamiento estructural antropológico (Claude Lévi-Strauss).

A una sociedad se le engaña mejor que a un hombre (Pio Baroja). La telaraña de la sociedad atrapa cualquier verdad que pueda ser ingresada, la enreda, la modifica de maneras muy variadas hasta el punto de alterar todo pacto que se pueda hacer con ella, convenientemente. El contrato social como estructura no sirve, no es; no porque las propuestas sean del todo erróneas, sino porque la sociedad por su falta de forma degenera cualquier verdad, cualquier pacto, de acuerdo a la red cultural que se le implantó, la que se desarrolla y sigue complicándose en propuestas y farsas. De no ser por la sociedad el hombre sería una bestia salvaje, o, lo que viene a ser lo mismo, un santo (Bakunin).

 

Política  

La estructura política es un acto de equilibrio entre aquellos que quieren entrar y los que no quieren salir (Jacques Benigne Bossuet). Antes de ser estructura, la política no podía ser para cualquiera, después de serlo, tuvo que serlo para todos.

Si existen, como tanto se ha comentado, los “no lugares”, es decir, los sitios urbanos en los que los individuos son "objetivos" que pasan por los espacios comunes sin ningún tipo de subjetividad o de capacidad creativa, desde la no observación de los espacios que le rodean en el "atrapamiento móvil", rutinario, enajenante, es sin duda una oportunidad política. Luego, ¿Quién escucha realmente la ciudad? Los que nos la recuerdan, los políticos. Si no hay ciudad no hay ciudadano, y la política se vuelve una repetición constante, un punto concurrido, una estrategia, un lugar de asalto, una agujero negro, un centro supermasivo. Así como los mismos contantes edificios, automóviles, locomoción pública, veredas, vitrinas, que retrasan la estética del urbanismo, de la libertad y de su abandono. Se hace constante en la mente ciudadana una leve sensación de orfandad, de engaño, de sumisión ante la nada. 

La política es una de las más eminentes estatuas ensuciada y vejada por los que se le acercan; hay algunos que intentan limpiarla con el manto de la excelencia, se mantiene incólume a veces. Los que se salvaron en el arca eran buenos, los que se quedaron abajo eran malos, pecadores. Un filósofo debe evitar hablar de culpas, hablar de culpas es tarea y afán políticos. Quizás, cuando el planeta esté en un eventual desastre, el relato del diluvio sea el relato de la élite para justificar que no quepan otros, otra clase, otra economía, otras ideas, ninguna salvación. ¿Quién dijo que no tienen teorías para justificarse? Si es necesario, la política traumatiza el oído, argumentando que el problema es el lenguaje. El arca es una estructura. 

¿Qué es la utilización de la paradoja del tiempo en términos estructurales sino una manipulación de la metafísica para fines productivos? La metafísica sólo existe sin fines, alejada de la perpetua concatenación de consecuencias, inmóvil del completo movimiento de la repetición. La existencia, el ser, no es un pulso causal pendiente del lenguaje, de graficas estructurales ni superestructurales; no es un tiempo que se extiende hasta el infinito, internamente, como la paradoja... es una vida que se acaba, sistemas que se acaban, modelos que se acaban, ideologías que se acaban. Posverdad a veces, verdad siempre. 

Que exista una tortuga completamente invencible sólo puede pertenecer a una aberrante ideología, a geometrías imprecisas, a planos no circulares, a dichos sin contradicción. Es el mundo un constante anhelo de aquello que cambia para lo marginal, un debería, un imposible, un inimaginable. No queda otro medio que escapar por las rendijas, por los recovecos, por la nada.  


El cerco ideológico


EL CERCO IDEOLÓGICO, A PROPÓSITO DEL PAPEL DE LA IDEOLOGÍA EN LOS PROCESOS DE DOMINACIÓN Y DEL PENSAMIENTO EN LA RESISTENCIA Y EMANCIPACIÓN

Cerco Ideológico: Tecnificación, Estandarización, y Resistencia



Para abordar la pregunta que nos convoca en este encuentro: ¿Como contribuye la reflexión filosófica en la experiencia de la libertad? Quiero indagar por el papel de la ideología en los procesos de dominación, y del pensamiento en los procesos de resistencia y emancipación. 


EL ESCENARIO

En la actualidad asistimos al fortalecimiento, sin precedentes, de tendencias como la tecnificación, la estandarización, y la vanalización del pensamiento, y con ellas, como veremos, se cierne un poderoso cerco a las posibilidades de la libertad humana, se trata de la concreción del complejo proceso de inculcación ideológica.

En el campo educativo, que nos es bien cercano, fácilmente se evidencia la tendencia a reducir a su mínima expresión las humanidades en la escuela, reificar los resultados de evaluaciones estandarizadas (Saber, Pisa, ISCE) e imponer la tecnificación del sistema educativo; pensarnos y pensar la realidad, son asuntos cada vez más extraños en un sistema educativo que claramente apunta a la instrucción en competencias laborales y ciudadanas.

Asistimos entonces, al desarrollo de un proyecto de construcción de un sujeto social funcional al mercado, con competencias laborales que le permitan ser mano de obra y competencias ciudadanas que limiten su ejercicio social al ámbito de la producción, el consumo y la democracia liberal.

Con el debilitamiento del pensamiento, las condiciones de posibilidad del ejercicio y reivindicación de libertades y derechos quedan gravemente maltrechas o a los sumo se hacen banales: la libertad de pensamiento, de expresión, de conciencia, de opinión, por citar algunas, quedan reducidas, para la mayoría, a la libertad de pensar, opinar y expresar idioteces.

La filosofía, es la filosofía de la empresa, la filosofía del director técnico de un equipo de fútbol, la libertad de opinión se limita a lugares comunes sobre aquello que ofrecer la industria cultural, que además se hace cada vez más ligera, pues eso es lo que la población consume y el mercado responde feliz, generándose así un círculo vicioso.

En este escenario histórico, social y político, es precisamente donde se desarrolla nuestra práctica como estudiantes y profesores de filosofía en la escuela, espacio reducido, que sin embargo, creo vale la pena mantener y defender, por la importancia que tiene el pensamiento en los procesos de resistencia y emancipación humana.

EL CERCO IDEOLÓGICO

Imaginemos un gran campo y en él, un cerco que rodea una porción de éste, pensemos el campo como las posibilidades de la libertad humana, y el espacio rodeado como el ámbito de la experiencia de la libertad de los individuos, finalmente el cerco como aquello que impide que la experiencia de la libertad se extienda por el ámbito de sus posibilidades; pensemos además que el cerco como tal es prácticamente invisible para los individuos.

Las posibilidades de la libertad humana que le son accesibles al individuo están cercadas, y con ellas la experiencia misma de la libertad se domestica subordinándose a los limites que las relaciones de producción imperantes les marca; violencia, coerción pero sobre todo ideología conforman los tablones del cerco.

En este escenario, pensar en qué consiste la experiencia de la libertad, resistir aún en los límites que impone el cerco, evidenciar el cerco, e incluso tratar de romperlo, es en mi opinión, la no despreciable tarea de la reflexión filosófica en el ámbito que nos compete, pues como lo sostiene Marx en la célebre tesis 11 sobre Feuerbach, la tarea de la filosofía es ante todo transformadora.


Antes de avanzar dos ideas:

1. los discursos no son neutros, y en consecuencia tanto sus postulados y definiciones como la forma como estos se expresan en la vida social están determinados por intereses, así en su expresión pretendan lo contrario.

2. entenderemos de forma muy sencilla por ideología, un discurso imaginario sobre una realidad, con la ideología se convence a los miembros de una sociedad de que están ante la mejor alternativa posible, estableciéndose ya no solo un discurso sino una relación imaginaria con la realidad.


EL CONCEPTO DOMINANTE DE LIBERTAD

Un punto de inicio casi obligado en cualquier abordaje que se dé a la idea de libertad, es la definición que da Isaiah Berlin, en “Dos conceptos de libertad”, donde distingue entre a libertad negativa y la libertad positiva, mostrando a su vez lo frágil de su coexistencia.

Estas podemos definirlas de forma básica:

- libertad negativa: libertad de oportunidades, entendida como ausencia de prohibición en la búsqueda de fines.

- libertad positiva: libertad de recursos, entendida como la posibilidad material de una acción o fin.


En la teoría política liberal, claramente se privilegia la libertad negativa, existiendo posturas que van desde el intento de fundamentar su coexistencia, hasta la total primacía de la libertad negativa que encontramos, por ejemplo, en los liberales libertarios como Robert Nozick.

Si tomamos como referencia la realidad política y económica de las sociedades con pretensiones de ser democracias liberales, habrá que aceptar que la definición dominante de libertad dentro del discurso y la práctica económico-política, es la liberal, primando en nuestro contexto el matiz o formulación neo-liberal, que como es sabido pone el acento en lo económico.

Esta definición, podemos matizarla con Hayek, premio Nobel de economía e ideólogo de primera línea del neo-liberalismo, para quien la libertad negativa posibilita alcanzar la libertad positiva.

El individuo en el neo-liberalismo se postula, entonces, como libre de buscar sus propios fines, el Estado u otras organizaciones no deben intervenir en sus decisiones e iniciativas individuales de cuyo éxito podría el individuo alcanzar la libertad positiva o real para realizarlos.

Siguiendo esta lógica: nadie te prohíbe ser millonario y en consecuencia conseguirlo depende solo de las iniciativas y decisiones que tomes como individuo y en especial de las que tomes en el ámbito del mercado.

Este es el espejismo que vende la ideología neo-liberal, sin embargo, la realidad es bien distinta: la igualdad formal en la búsqueda de fines, que supone la libertad negativa, está muy lejos de traducirse en libertad real para realizarlos.

Sociedades con pretensiones de ser democracias liberales, donde se ha adoptado, con mayor o menor nivel de profundidad el discurso y la práctica neo-liberal, son precisamente sociedades con enormes índices de desigualdad, donde la inmensa mayoría de la población está muy lejos de poder buscar sus propios fines y más lejos aún de poder realizarlos.


NOS COMEMOS EL CUENTO

Ante una situación tal de desigualdad, en las posibilidades prácticas de la libertad, cabe preguntarse:

¿Por qué, pese a esto, creemos ser libres?

¿Por qué no nos hacemos libres más allá de la formal libertad negativa?

E incluso ¿por qué, en no pocas ocasiones, nos autolimitamos y hasta renunciamos a ese pequeño ámbito de libertad que supone la definición dominante?

De forma directa y sin eufemismos se puede decir que asistimos a un proceso de dominación que se desarrolla con diversos niveles de concreción sobre la población, en el cual el componente ideológico juega un papel fundamental, en el proceso de sostenimiento del estatus quo.


CERRANDO EL CERCO

La imagen vendida

El neo-liberalismo como discurso se trata de presentar como neutro; en él se encuentran elementos auto justificantes, que tratan de hacerlo ver como algo natural cuyas consecuencias nada tienen que ver con agentes externos al propio individuo; en este sentido se pueden destacar cuatro elementos:

1. igualdad formal: todo individuo es igualmente libre (en sentido negativo), en tanto todos asisten a la misma ausencia de prohibición en la búsqueda de fines.

2. Justificación de la desigualdad real: la desigualdad y la carencia de libertad real para desarrollar sus propios proyectos de vida, que afecta a la mayoría, sostiene esta ideología, no ha sido causada por el orden establecido, el sistema político-económico y las relaciones sociales y de producción, sino por el uso que cada uno ha hecho de la libertad.

3. justificación de la explotación: unos, la minoría, situados en una posición ventajosa fruto de sus decisiones, pueden someter a los otros, la mayoría, a la búsqueda de sus propios fines, convirtiéndolos en medios, siendo esto el resultado natural del desempeño de cada quien y de las decisiones libremente tomadas.


Nota: Convenientemente Hayek y sus cosectarios se olviden de que el punto de inicio de cada uno es diferente, existiendo ventajas que no devienen de las decisiones individuales sino de factores externos.


4. naturalización del orden establecido: la metáfora de la mano invisible del mercado (Adam Smith) sienta las bases del postulado neo-liberal de un “orden espontáneo” que para Hayek, esta fuera del alcance planificador o diseño humano y en consecuencia, es un desarrollo natural que no responde a un proyecto humano, o la acción de individuos organizados.

Conclusión inducida (imagen vendida): si todos somos formalmente iguales, si nuestra situación existencial es el exclusivo resultado de nuestras decisiones y si el orden establecido es espontáneo y no depende de agentes exógenos, no podríamos pensarnos sino como libres, independiente de si alcanzamos o no los fines buscados, o de si nos constituimos en medios para fines ajenos.

EL PAPEL DE LA IDEOLOGIA

Sin embargo, el asunto no es tan sencillo como decir que se le presenta un discurso al conjunto de la sociedad, y ésta simplemente lo acepta aceptando a su vez los efectos prácticos de éste, que como vemos no son nada agradables para la mayoría de los individuos.

Pese a que a los elementos autojustificantes mencionados y el espejismo del éxito, actúan como apaciguarte, es difícil pensar que con este discurso basta para que creamos ser libres, para que no busquemos ser libres más allá de la libertad negativa aceptando un estado tal de desigualdad e incluso para que renunciemos al reducido espacio de la libertad negativa.

Una primera reacción, podría ser pensar que esto sucede por la represión y coerción violenta, pero ésta de por sí, es claramente identificable, de hecho buena parte de las pretendidas resistencias a las limitaciones a nuestra libertad se enfocan en ese aspecto, si a un individuo o grupo social se lo fuerza violentamente a una situación determinada, claramente sabe que no es natural, que no la ha elegido libremente y que no es el resultado de sus propias decisiones, obviamente nadie en una situación tal creería ser libre.

El asunto es entonces mucho más sofisticado.

Aparatos ideológicos

Para que una ideología sea más que una mera fábula o una simple formulación teórica y tenga efectos en el mundo práctico se hace necesaria la sistemática acción sobre la consciencia de los individuos, para que en palabras coloquiales “se coman el cuento”.

Este proceso que podemos denominar como inculcación ideológica, tiene como resultado, la hegemonía cultural de las clases dominantes, quienes logran hacer ver sus intereses, ideas, valores y creencias como de validez universal, de allí que en medio de la diversidad, de lo variables de las situaciones de origen y de las enormes desigualdades que se hacen presentes en nuestras sociedades, el estatus quo parezca intocable e incluso libremente aceptado.

Con la inculcación ideológica las clases domines, logran que el grueso de la población asuma como propias las ideas e intereses que a ellas les son funcionales, por ejemplo la concepción dominante de libertad, estableciéndose así el cerco del que hemos venido hablando.

En este sentido, la visión general que Althuser presenta sobre cómo operan los aparatos ideológicos es ilustrativa.

El objetivo es la reproducción de las relaciones de producción imperantes, lo que implica la reproducción de la fuerza del trabajo y de la sumisa aceptación del orden social, esto se logra por medio de los denominados aparatos ideológicos, familia, religión, orden jurídico, escuela y medios de comunicación, que inculcan en los individuos la ideología.

La reproducción de la fuerza de trabajo, no es otra cosa que la garantía de existencia de individuos que cumplan su rol en el proceso productivo, para esto es necesario que existan como realidad biológica y que tengan ciertas habilidades para desempeñarse en dicho proceso; familia y escuela cumplen el papel central en este aspecto.

La reproducción de las relaciones de producción, por su parte, supone la sumisa aceptación del orden social; en este aspecto, familia y la escuela se complementan con el discurso democrático-liberal y el orden jurídico, que junto a la muy destacada función de los medios de comunicación, con su avalancha constante de información, de entretenimiento, de falsos problemas, siembran la satisfactoria sensación de que participamos de la toma de decisiones y de la construcción del orden social.

En la ideología, se encuentra entonces una representación imaginaria del mundo, y fruto de la inculcación ideológica, dicha representación, media la relación de los individuos con la realidad haciendo igualmente imaginaria dicha relación.

La ideología no da cuenta de las relaciones reales que determinan la existencia de los individuos, sino de la relación imaginarias de estos con la realidad que viven y con las relaciones que determinan su existencia en dicha realidad.

Con el encierro ideológico, como decía al comienzo, se domestica la experiencia de la libertad y se la subordinan a los límites que impone la ideología dominante, que no son otros que los límites de las relaciones de producción imperantes, escindiéndola de sus propias posibilidades; de allí que creamos ser libres, no busquemos ir más allá e incluso renunciemos a algunas libertades de ese pequeño terreno que marca el cerco.

EVIDENCIAR EL CERCO… ROMPER EL CERCO

La tarea de la emancipación humana, señala Marx en la cuestión judía “sólo se realiza cuando el hombre reconoce y organiza sus propias fuerzas como fuerzas sociales"

La quietud, que implica el individuo como sujeto al status quo, y plenamente funcional a este, contrasta con la labor del intelectual, que podemos caracterizar con Gramsci como la labor de quien asume la critica a la superestructura político-ideológica existente, en beneficio de las clases dominadas, o bien, en contraposición, la labor de quien las justifica en beneficio de las clases dominantes.

Ante este escenario, el papel del pensamiento, y en nuestro ámbito, de la reflexión filosófica, en mi opinión, no puede ser otro que contribuir en los procesos de resistencia y emancipación, asumiendo la tarea de la filosofía como una tarea ante todo transformadora y en consecuencia liberadora.

Cuatro puntos que frente a la idea del cerco ideológico que hemos desarrollado, serian propios de la reflexión filosófica así concebida, serian:


1 - asumir y orientar la reflexión filosófica hacia evidenciar la ideología, haciendo conscientes los discursos y relaciones imaginarias con la realidad en busca de consciencia sobre la situación y sobre lo que el hombre es.

2 - identificar la distancia que existe entre el interés que defiende el individuo y que no le es propio, y el que si le es propio.

3 - tarea de desmonte de los espejismos ideológicos, pensar las relaciones reales e intereses que esta oculta.

4 - desnaturalizar las relaciones sociales imperantes, darse cuenta que no ha sido siempre así y que puede por ende ser cambiado.

Pues, finalmente, solo cuando se evidencia y rompe el cerco ideológico, se puede pensar en la transformación de la sociedad y en una experiencia de la libertad que se extienda por el ámbito de sus propias posibilidades.


Jesús Alejandro Villa Giraldo

Blog del autor: motordepensamiento.blogspot.com


Gobiernos modernos de narco-tiranía



Gobiernos de Narcotraficantes y tiranos.

 De la narco-tiranía


Cada época histórica tiene sus propias leyes. Las diversas formas en virtud de las cuales la humanidad ha desarrollado sus diferentes modos de vida no son una abstracción, incluso a pesar de que en cada una de ellas puedan haber surgido elementos similares o hasta idénticos a las del resto. El modo de hacer característico de los individuos, siempre está socialmente determinado por su época. Las más diversas actividades y disciplinas a las que se dedican los seres humanos no son formas aisladas, ajenas a su contexto específico, histórico y cultural. De hecho, el considerarlas como formas generalizadas, aisladas de sus circunstancias, es un ejercicio de la imaginación desprovisto de fantasía. Son simples “robinsonadas dieciochescas”, incapaces de expresar, más allá de las presuposiciones, alguna justificación que convalide la remota posibilidad rousseuniana de sustentar la vida del primitivo 'buen salvaje'. Insensato neoliberalismo elevado a terapia psicológica.

Como afirmara Marx en los Grundrisse -sí, el Marx auténtico, no el manipulado y adulterado por el socialismo oficial, primitivo y parasitario-: “cuanto más lejos nos remontamos en la historia, tanto más aparece el individuo como dependiente y formando parte de un todo mayor: en primer lugar, y de una manera todavía muy enteramente natural, de la familia y de esa familia ampliada que es la tribu; más tarde, de las comunidades en sus distintas formas, resultado del antagonismo y de la fusión de tribus. Solamente al llegar el siglo XVIII, con la “sociedad civil”, las diferentes formas de conexión social aparecen ante el individuo como un simple medio para lograr sus fines privados, como una necesidad exterior. Pero la época que genera este punto de vista, esta idea de individuo aislado, es precisamente aquella en la cual las relaciones sociales (universales, según este punto de vista) han llegado al más alto grado de desarrollo alcanzado hasta el presente. El hombre es, en el sentido más literal, un zoon politikón, no solamente un animal social, sino un animal que solo puede individualizarse en la sociedad”. Toda forma de producción y de reproducción, representada con independencia de su contexto histórico, “es tan absurda como la idea de la existencia del lenguaje sin individuos que vivan juntos y hablen entre sí”.

Que toda la vida hayan existido la producción, el mercado o el dinero no significa que la sociedad capitalista haya existido siempre. La creencia en el “siempre ha existido y siempre existirá”, vendida como una realidad inevitable, como un hecho natural, es parte de las “robinsonadas” por las que acostumbra inclinarse el entendimiento abstracto, su más eficaz promotor. Pero la verdad es que la sociedad capitalista propiamente dicha no existió hasta que, como resultado de un largo proceso histórico en el desarrollo de las fuerzas productivas, motivado por una serie de transformaciones en el régimen de producción y comercialización nunca antes visto hasta entonces, tuvo lugar la llamada “acumulación originaria de capital”. A partir de entonces, dejó de ser una determinación más, entre muchas otras determinaciones sociales, para imponerse históricamente como forma de vida, como modo de ser, hacer y pensar. Y solo a partir de entonces, cada determinación social se le hizo dependiente, como los astros que giran al rededor del sol.

A propósito de lo ocurrido recientemente en Tocorón, el ejemplo del modo como se fue fraguando históricamente la sociedad capitalista cabe perfectamente para explicar los elementos esenciales que sustentan el negocio del narco-tráfico en general y de la consolidación de la narco-tiranía enquistada en Venezuela. Es verdad que siempre han existido tiranías y que casi todas -por no decir que todas- han sido complacientes con la producción, distribución y comercialización de narcóticos, desde los tiempos imperiales del opio hasta los actuales carteles de la cocaína y sus derivados, desde los grandes despotismos orientales del pasado hasta las dictaduras latinoamericanas del siglo XX. Se sabe, por ejemplo, que Fulgencio Batista se hizo socio de Charles “Lucky” Luciano y que convirtió a Cuba en el cuartel general de una de las más poderosas e influyentes corporaciones de la droga durante el pasado siglo. Se afirma lo propio de las llamadas dictaduras del Cono-Sur y, por supuesto, del papel estelar cumplido por Manuel Antonio Noriega, quien convirtió a Panamá un puente de referencia mundial para el tránsito de drogas. Tampoco es un secreto que ciertos gobiernos democráticos de la región, es decir, electos por votación popular, fueron señalados en su momento de ser cómplices directos del narcotráfico, como en los casos de Colombia, Perú y México. Pero todos estos casos, históricamente comprobables, muestran una diferencia fundamental con respecto a lo que viene sucediendo con la narco-tiranía que mantiene secuestrada a Venezuela.

En la Venezuela del régimen chavo-madurista, el negocio de la droga dejó de ser un negocio más entre otros para imponerse, históricamente, como una forma de vida, un modo de ser, hacer y pensar. Y a partir de entonces, cada determinación social se le ha hecho dependiente, de nuevo, como los astros que giran al rededor del cartel de los soles. Sin proponérselo, Fulgencio Batista fue un maestro para Fidel Castro, pero con una importante distinción: esta vez, no se trataba de obtener ingentes ganancias con el narco-tráfico, sino, además, de utilizarlo como un arma política, precisamente, contra el régimen capitalista mundial, mediante la construcción de una red, de un gran cartel internacional, que agrupara a todos los enemigos de la llamada sociedad occidental. Castro, como si se tratara de un partido de futbol, intentó, una y otra vez, meter el “golazo” hasta que, convertido ya en un anciano, encontró en Chávez -a quien hizo su “discípulo”- su “goleador” estelar. El mecanismo empleado fue el Foro de Sao Paulo, el cartel de los carteles. Por primera vez, cultivo, producción, comercialización, distribución y tráfico fueron ensamblados en una gran cadena de montaje. Por primera vez, la droga se transformaba en el medio y en el fin. No se trataba tan solo de un jugoso negocio, sino de la chiave di volta que, “más temprano que tarde”, terminaría socavando las bases mismas de la sociedad capitalista moderna, intoxicándola. Así, pues, parafraseando una popular consigna entre los estudiantes de los años '70 y '80, “entre droga y revolución no hay contradicción”. La política “revolucionaria” y “anti-imperialista” encontró en el narco-tráfico su mejor sustento y su programa de acción. Su teoría y su praxis.

Muerto Chávez -y más tarde Fidel-, Maduro y Cabello continuaron “el legado”. Y a pesar de los reveses, la narco-tiranía prosigue engañando al mundo. Las capuchas de otros tiempos sirven hoy para encubrir los verdaderos objetivos. Los reales victimarios se muestran ante el mundo como las víctimas. Algunos los perciben con ingenuo candor. Desconocen la “picardía” Caribe. Otros, simplemente, fingen y esquivan la mirada. Muchos son cómplices. Las cosas se invierten con harta frecuencia. Marx afirmó que la religión es el opio de los pueblos. Hoy por hoy, las drogas son la religión de los pueblos. El bucle ha concrecido y se ha vuelto a cerrar. Entre tanto, un país secuestrado y abatido, empobrecido y obligado a migrar, mengua con los días, mientras la seguridad del mundo libre se ve cada vez más amenazada. El deslizamiento de la política hacia la gansterilidad es un asunto de extrema delicadeza, que la consciencia civil tiene la obligación de denunciar, a objeto de hacer sanar y reconstituir su tejido ético.