Mostrando entradas con la etiqueta Marx. Mostrar todas las entradas

La realización y superación de la filosofía.

Materialismo y Antropología en Karl Marx

Para celebrar un aniversario filosófico, 200 años de pensamiento, queremos rendir homenaje a  K. Marx (1818-1883) quien construyó una antropología sobre una visión materialista que configuró como premisa moral fundamental: la filosofía debía realizarse en la medida que se supera a sí misma.  Su perspectiva sobre la filosofía fue fundamentalmente práctica,  porque  no se trataba de poner al hombre sobre los cielos, sobre la "esencia ideal", sino de poner a Dios en lo mundano del hombre; de realizar la existencia divina del hombre en la tierra.  La autorreflexión del pensamiento crítico, es la necesidad de su superación en tanto realización de su propia filosofía, de su propio discurso. 

La relación entre antropología y materialismo en el pensamiento del filósofo aleman, es un proyecto  «Normativo» que busca la superación de la filosofía en tanto  realización práctica de la libertad humana.  

Escenario moderno que resume el materialismo y la antropología en la filosofía de Karl Marx, con un enfoque en la relación práctica del ser humano con la naturaleza y la sociedad, y que representa la lucha entre clases y la necesidad de realización filosófica para superar la alienación.



«Assim como a filosofía encontra no proletariado armas materiais, o proletariado encontra na filosofia armas espirituais... o cérebro dessa emancipação é o proletariado. A filosofia não pode realizar-se sem a supressão do proletariado, e o proletariado não pode ser suprimido sem a realização da filosofia»

Karl Marx





Introducción:


La filosofía hoy más que nunca precisa de ser superada para poder ser realizada. La barbarie constante en los archivos del patrimonio histórico de la humanidad, la inminente devastación de los recursos naturales, la criminalidad y el hambre en la mayoría de países del tercer mundo, hace que persistir en el quehacer filosófico para los latinoamericanos, este determinado fundamentalmente por el objetivo de acabar con la filosofía misma. Hoy más que nunca se trata de transformar y no meramente interpretar las cosas.

La especificidad del discurso crítico manifiesta constantemente su determinación más esencial: él precisa de ser superado para poder ser realizado. La superación se fundamenta por la supresión real de las condiciones objetivas que configuran la aparición real en la sociedad de la injusticia. En la medida que realiza lo anterior, realiza al discurso crítico, puesto que son estas condiciones objetivas las que permiten su aparición como discurso revolucionario y emancipador. Al no suprimirse las condiciones objetivas, el discurso crítico se envuelve en una constante auto crítica del proceso de conocimiento, puesto que al criticar al conocimiento se crítica a la sociedad en sí misma.


El Contexto Filosófico: Crítica a Hegel y el proyecto de L. Feuerbach


Las críticas realizadas a la religión por diversos pensadores y ámbitos intelectuales del siglo XIX, se sustentan en una de las mayores discusiones que versaba entorno a la relación de la gracia divina y la libertad humana (Bonilla & Martínez, 2011). En medio de tal contexto, la intelectualidad alemana consideró la existencia de dos dimensiones en el terreno práctico: la política y la religiosa. En realidad se presentaba una única cuestión que se dividía en dos simplemente para ocultar la verdadera determinación del problema. Se trataba de la relación del hombre con su propia libertad, que se encubría bajo la figura de su relación moral con Dios. Lo político se definía en términos de la relación del poder civil y el eclesiástico (Bonilla & Martínez, 2011); en donde aparecía la figura de Hegel y toda su sistema filosófico, como el culmen último del debate. El idealismo absoluto de Hegel significó para todo el pensamiento occidental y no solo para la Alemania del siglo XIX, la culminación del pensamiento teológico como filosofía especulativa. Dios no es definido por la fé que el hombre posee, sino por su uso de la Razón. En el recorrido que realiza la conciencia natural hacia el saber absoluto, ésta se encuentra con la experiencia religiosa, en donde se sabe a sí misma como contenedora de la «esencia inmutable» y de sí misma. Dice Hegel (1993:395):



«[…] En las configuraciones examinadas anteriormente y que se diferencian en general conciencia, autoconciencia, Razón y Espíritu, se ha presentado también, ciertamente, en general, la Religión, como consciencia de la esencia absoluta, pero solamente desde el punto de vista de la conciencia, consciente de la esencia absoluta en y para sí misma, no se ha manifestado la autoconsciencia de espíritu [..]»
En la religión, el espíritu se sabe lo real, pero no es autoconsciente de sí mismo como lo real. Dios precisa de ser encarnado en un sujeto conceptual para ser real. Las diferentes figuras de la religión, por la necesidad de la superación, terminan en la «Religión revelada», puesto que esta tiene como determinación esencial al intelecto puro (Hegel, 1993). La filosofía especulativa viene a ser este momento en el que el espíritu se hace «En» y «Para sí» absolutizándose por completo. Los conceptos de la filosofía hegelina de libertad, sujeto, vida, espíritu, etc., se contienen entonces en su idea de «Razón» (Bonilla & Martínez, 2011).

Dentro de los problemas que abordó la filosofía del idealismo absoluto, podemos resaltar el hecho de que, con relación a los problemas religiosos y políticos debatidos desde el racionalismo cartesiano, pone radical énfasis en la importancia de la dignidad del hombre mismo para hacerse dueño y responsable de su propia vida; así, la importancia del cristianismo como una religión que se diferencia y resalta en la historia, está dado en resaltar este hecho (Bonilla & Martínez, 2011).

El proyecto filosófico de L. Feuerbach fue fundamentalmente una empresa antropológica. Su énfasis estuvo en poner no al hombre ante Dios, sino poner a Dios frente al hombre, para cumplir así el llamado religioso según el cual el ser humano debía realizarse según la imagen divina. La finalidad de Feuerbach al realizar una crítica filosófica a la religión, es mostrar que el secreto de esta es la antropología (Saldarriaga Madrigal A. , 2016). Su problema no radica en si existe o no Dios, sino si existe o no existe el ser humano. No se trata de Dios, sino de cómo es una vida verdaderamente humana (Saldarriaga Madrigal, 2016). Feuerbach percibió claramente que la entidad Dios, es una abstracción en dónde él hombre se proyecta a sí mismo para no encontrarse realmente. La crítica a la religión fue el medio necesario para construir una «Antropología Materialista» pensada desde la libertad del hombre (Feuerbach, 1969).

La reinterpretación de Feuerbach en la obra de Marx, no hace sino demostrar el carácter revolucionario y humanista de la obra de Feuerbach, puesto que Marx saca de él su impulso más práctico. La relación entre Marx y Feuerbach, permite conocer la especificidad del discurso crítico en relación con el discurso y ejercicio teórico (Bolívar Echeverría, 2011). El hecho de que la tesis 11 sobre Feuerbach sea la más conocida dentro del movimiento revolucionario mundial, no hace sino resaltar dicha relación.

Hay que considerar también que Marx percibió que en la formulación de una filosofía para el futuro, Feuerbach incurrió en varias contradicciones (Mondolfo, 2006). Por ejemplo con relación a la primera de las tesis, Marx crítica a Feuerbach para defender a Hegel, dijéramos en los mismos términos en que Engels defendió al “viejo”. Feuerbach no ve la actividad, la praxis del sujeto en los sentidos mismos, esto es, no ve lo que si vieron los idealistas de la teología especulativa: la actividad del intelecto para producir la realidad. El sensualismo feuerbatino quiere el objeto, la intuición sensible de lo real, como algo diferente del intelecto, sin ver la actividad practica del sujeto en la producción de tal realidad. Aún más el no concibe la realidad sensible está condicionado por el desenvolvimiento histórico de la división del trabajo en cada fase de desarrollo de las fuerzas productivas (Las Tesis Sobre Feuerbach, 2007). No obstante, para Feuerbach era muy importante el papel de la conciencia.

La interpretación de Mondolofo (2006) aquí es muy importante porque permite organizar la crítica e interpretación de Marx sobre Feuerbach en bloques temáticos que se manifiestan alrededor de las once tesis. En un primer momento, la teoría del conocimiento en relación al ser (tesis I, II, III, XI); luego tenemos el problema de la concepción del hombre como ser social e individual (tesis VI, VII,IX, X); enseguida tenemos el problema del concepto de praxis (I, II, V, XI) unido a la problemática de la sociedad como proceso de praxis social (tesis IV, VII, XI) (Mondolfo, 2006); permitiéndonos ver de manera más clara la relación de Marx con la obra de Feuerbach.

Frente al primer bloque temático, el relacionado con el ser y el conocer, realmente, aunque como vimos, si existe una crítica de Marx al carácter objetivista de Feuerbach, frente a la dinámica de la conciencia y el trabajo de Hegel, Marx va a mantener la consideración de que lo fundamental del conocimiento es la transformación del objeto, puesto que el objeto ya es sujeto. La afirmación de Feuerbach según la cual una religión que opte por el ser humano concreto y real, de carne y hueso, sin perderse en la espesura de un alma abstracta, es la superación de la religión misma; esto es, el hombre en sí mismo es la religión, por lo que proponer una religión propia del ser humano, pone al hombre frente a sí mismo, constituyendo un humanismo (Bonilla & Martínez, 2011). Cuando Feuerbach se acerca al problema del ser y el conocer desde el materialismo sensualista, lo fundamental no estriba en formular una teoría del conocimiento o una metafísica, sino en realizar los imperativos morales de la teología especulativa. En otros términos, la finalidad de la antropología materialista de Feuerbach, fue siempre práctica, puesto que buscaba realizar el imperativo ético de su formulación crítica sobre la realidad humana.

La filosofía del futuro que siempre vio Feuerbach como un proyecto en construcción, de la que él sólo daría los elementos iniciales, es una herramienta que le sirve al hombre para pensarse a sí mismo (Mondolfo, 2006). El conocimiento en Feuerbach es convertido, aun con sus vicios mecanicistas sensualistas, en una actividad más fundamental que la actividad abstracta del idealismo. Feuerbach pone a la teoría como una herramienta revolucionaria necesaria para que el hombre tome conciencia de sí mismo y desarrolle sus fuerzas fundamentales en el mundo terrenal. La fuerza revolucionaria estriba en que el estímulo del concepto es el mismo estímulo para la praxis. Sólo porque aún existe el sufrimiento, el padecimiento real de los hombres, cabe la posibilidad, dice Feuerbach, para la filosofía.

Antropología y Materialismo

Marx heredó como ningún otro este llamado a la realización del ser humano; por ello, en él encontramos una formulación normativa con respecto a la alienación del hombre en el proceso general del trabajo. La Antropología de Marx se diferencia de la Antropología de Feuerbach, en que Marx realmente no ve el ser genérico de manera abstracta, como un conjunto de fuerzas fundamentales consideradas “a priori”, sino como el conjunto de relaciones sociales que deviene socio históricamente. Lo primero que realiza Marx, es establecer una distinción que no aparece muy desarrolla en Feuerbach; él distingue entre la «especie» y la colectividad (sociedad) concreta como dos momentos contenidos en la idea de ser de género (Mondolfo, 2006). Para Marx el error de Feuerbach estribó un poco en considerar un sentimiento religioso, el amor, en relación solamente con la idea abstracta de especie, sin considerar la sociedad históricamente que concretiza a dicha esencia. En esa medida, dice con respecto a la esencia humana en la tesis 8, que esta no es sino el conjunto de las relaciones sociales; es decir, define al hombre a partir de su determinación como ser social.

Esta definición antropológica del hombre como ser social, ya está presente en el mismo Feuerbach, sólo que este no desarrollo la distinción que Marx realiza, más, como piensa bien Rodolfo Mondolofo en su trabajo “Feuerbach y Marx: El concepto Dialéctico de Historia” (2006), en el pensamiento de Feuerbach hay una interpretación dialéctica de la historia que él mismo se negó a asegurar por su afán de diferenciación y distanciamiento con Hegel; pero cuando este afirma que la realidad concreta del hombre se encuentra en la historia, está retomando fundamentalmente el lado más crítico de la dialéctica hegeliana. La construcción “a priori” de las potencialidades y facultades humanas en el concepto de ser de especie, son un elemento fundamentalmente normativo en el que Feuerbach pone el carácter devenido de tal esencia a través de los tiempos, manifiesto en los periodos y transformaciones de la religión. Marx como lector de Feuerbach, realiza la crítica a su materialismo y antropología, en el sentido que ya mencionamos, más conserva su esencia normativa, la consideración de que tal esencia genérica esta extrañada del hombre y que precisa ser realmente desarrollada. El camino que toma para esclarecer la alienación parte de Feuerbach, se aleja de él con los estudios sociológicos sobre la realidad de la economía, para regresar nuevamente a la filosofía de Feuerbach en su postura normativa.

Marx basa entonces su teoría en una Antropología Materialista que ve en el proceso de trabajo, la determinación de la totalidad de la existencia humana, dando así a la sociedad un esquema básico (Marcuse, 1992). El hombre en el trabajo, muestra que él tanto producto como productor de la historia; él crea y a la vez en su creación es creado. Lo que produce el hombre en el trabajo no es más que su forma de subsistencia, la manera material de satisfacer sus necesidades materiales como hombre de carne y hueso. Así la ontología es materialismo y él materialismo es una antropología, que ve en la relación entre el hombre y la naturaleza en el proceso de satisfacción de las necesidades materiales, la «substancia» de toda la realidad. El trabajo material es la base ontológica de la realidad y del hombre. La historia, las condiciones materiales de producción, es la base de los individuos vivientes de carne y hueso (MArx & Engels, 2007).

El hombre y el animal no se distinguen ahora por la religión, sino por el trabajo, por la praxis, ya que sólo el hombre produce los modos y bienes para satisfacer sus necesidades materiales que precisa para poder subsistir como animal biológico (MArx & Engels, 2007). Hay una doble relación entre las necesidades naturales y el modo en que el ser humano, en cooperación mutua en sociedad, soluciona estas necesidades, manifestada de diversos modos en la historia humana. En esa medida, a diferencia de Feuerbach, Marx no va directamente a la experiencia religiosa, para explicar el fenómeno humano, sino que, a partir de lo que Fuerbach descubrió como secreto de la religión, es decir, la antropología, se dedica a estudiar el proceso total del trabajo humano, de la producción, para descubrir las condiciones de posibilidad del hombre. La substancia que es también sujeto, muestra que la “cosa en sí” no es un dato sino un producto, en esa medida, quien se piensa al hombre a de pensarlo como un producto de su propio trabajo con la naturaleza y en la historia. El trabajo transforma las condiciones naturales, el ser natural del hombre, en condiciones histórico sociales. Como dice en una de sus cartas a Engels, su materialismo descubre a la manera de Darwin, la naturalidad de la historia; su carácter no trascendente sino material.

La esencia del hombre se manifiesta en su trabajo, dejando esto sin contenido aparente, Marx se dedica a realizar el ejercicio crítico de mostrar como la propia esencia humana, su trabajo, se antepone como algo extraño para sí mismo, se aliena, para llenar de contenido material lo que el hombre ha hecho y puede hacer de sí mismo. Marx se dedica no a definir al hombre de forma “a priori”, sino mostrando su determinación histórica natural de manera negativa, como un diagnóstico de la realidad de su presente. La alienación en la religión es reflejo determinado de la alienación general del hombre con respecto a su esencia (Manuscritos de Economía y Filosofía, 2001). La objetivación del hombre en el proceso de trabajo le deviene como algo en el que el hombre mismo no se reconoce; en este sentido, aquello que lo hacer como hombre, es la clave para interpretar la imposibilidad misma de lo humano. La economía, vista a la luz del carácter socio-histórico del fenomeno humano, es la clave para interpreta la alienación más general que Feuerbach había supuesto en el fenómeno religioso. Como dice Marx ( Manuscritos de Economía y Filosofía, 2001: 104



[…] Con la misma Economía Política, con sus mismas palabras, hemos demostrado que el trabajador queda rebajado a mercancía, a la más miserable de todas las mercancías; que la miseria del obrero está en razón inversa de la potencia y magnitud de su producción […]



Los economistas operan de manera igual a los teólogos de la filosofía especulativa, ya que a partir de supuestos naturalizados, encubre e hipostasian la verdadera determinación esencial (Marx K. , Manuscritos de Economía y Filosofía, 2001). En la economía, en el proceso general del trabajo impuesto por el capitalismo, es posible ver la misma relación establecida entre Dios y el hombre:

«[…] La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas […] Este hecho, por lo demás, no expresa sino esto: el objeto que el trabajo produce, su producto, se enfrenta a él como un ser extraño, como un poder independiente del productor. El producto del trabajo es el trabajo que se ha fijado en un objeto, que se ha hecho cosa; el producto es la objetivación del trabajo. La realización del trabajo es su objetivación. Esta realización del trabajo aparece en el estadio de la economía política como desrealización del trabajador, la objetivación como pérdida del objeto y servidumbre a él, la apropiación como extrañamiento, como enajenación […]». (Marx K. , Manuscritos de Economía y Filosofía, 2001).

Marx explica la alienación del trabajo tal cual como esta se manifiesta en la objetividad histórica: 1) relación del trabajador con el objeto de su trabajo y 2) relación del trabajador con su propia actividad (Marcuse, 1992). Estas dos perspectivas la alienación estará dada para el trabajador en la medida que él no se reconoce con el objeto de su propio trabajo; no se reconoce a sí mismo en su actividad; por lo que no reconoce a los demás en su propia relación de trabajo, lo cual no lleva a que no reconoce su propia esencia como ser de género. El trabajador se ha convertido en esclavo de su propio trabajo:

[…] El trabajador se convierte en siervo de su objeto en un doble sentido: primeramente porque recibe un objeto de trabajo, es decir, porque recibe trabajo; en segundo lugar porque recibe medios de subsistencia. Es decir, en primer término porque puede existir como trabajador, en segundo término porque puede existir como sujeto físico. El colmo de esta servidumbre es que ya sólo en cuanto trabajador puede mantenerse como sujeto físico y que sólo como sujeto físico es ya trabajador […] (Marx K. , Manuscritos de Economía y Filosofía, 2001).

El hombre queda reducido a mero animal, a la mera satisfacción de sus necesidades físicas, en la actividad que precisamente lo hace humano. No solo se extraña él de su actividad creadora, sino que extraña a la naturaleza como objeto de esa actividad (Marx K. , Manuscritos de Economía y Filosofía, 2001). . En relación a este tema Bolivar Echeverría (2011) considera que es precisamente la situación objetiva de la alienación, como la determinación objetiva de la crítica revolucionaria.

A diferencia de Feuerbach, Marx no considera que el Amor sea la relación moral que permita la superación de las condiciones objetivas que hacen posible la alienación del hombre por el hombre mismo. Marx es más radical y; ser radical significa arrancar los problemas de raíz, es decir, arrancar los problemas en el hombre mismo. La perspectiva antropológica y materialista de Marx, le permite considerar el hecho de que es la lucha, y no el amor, entre los hombres la constante y motor de la historia. La reconciliación de tal contradicción en el proceso histórico, no puede resolverse de manera abstracta, como Hegel y el propio Feuerbach concibieran. No es ni el Estado como garante de la relación moral en el mundo de la eticidad, ni el amor religioso entre los hombres, el que supera la división de la sociedad en clases y la dominación del hombre por el hombre. Sólo una superación de las condiciones histórico objetivas que hacen posible esta contradicción, la única fuente de la reconciliación real entre los hombres.

Sobre este punto se manifiesta el carácter revolucionario que Marx recupera de la dialéctica. Lo más importante de la filosofía de Hegel es su consideración de la realidad como proceso; lo real es la necesidad de lo real (Engels, 1856.). El lado más revolucionario de la dialéctica hegeliana, como bien dice Engels (1856), es la consideración de la realidad como un proceso constante en devenir; la posibilidad de que cuanto existe puede y es digno de perecer. La dialéctica hegeliana es en realidad un materialismo puesto de cabeza; el cual precisaba de ser rectificado con una perspectiva antropológico materialista. La filosofía, ya desde Feuerbach, se presentaba como la realización de la filosofía especulativa en tanto su superación negativa.

Consideraciones finales: El devenir mundo de la Filosofía

Como vemos, la formulación de una antropología materialista en Marx, está definida a partir de una exigencia normativa: la de que el hombre supere su alienación en el trabajo. En esa medida, es necesario que la filosofía se realice en tanto superación de tales condiciones objetivas. Su perspectiva es práctica, pues él busca que el hombre se apropie de su determinación más esencia, de su praxis, ya que ella muestra que el trabajador es producto de las condiciones del mundo del trabajo, pero también es esencialmente productor y sujeto de la historia. Ahora bien, en el proceso mismo del desarrollo dialéctico en la historia, se engendra el sujeto de su superación: El proletariado. Consecuentemente, la formulación de Marx, encuentra que la filosofía necesariamente ha de ser revolucionaria en la medida que es un instrumento de emancipación de la clase proletaria.

El pensamiento de Marx en tanto antropología materialista, es una filosofía de la praxis. Conocer es un principio de la praxis moral, ya que Conocer y hacer poseen una unidad fundacional (Mondolfo, 2006). La revolución es producto entonces del espíritu crítico de la mente. Marx reelabora el proyecto antropológico materialista de Feuerbach en la medida que lo desarrolla hasta sus últimas consecuencias. El centro fundamental de la filosofía como praxis, es por su lado, la recuperación del carácter normativo de la filosofía para el futuro. La revolución y emancipación real del hombre de carne y hueso para Marx, se realiza sólo cuando el hombre reconoce sus propias fuerzas como fuerzas sociales, sin separar su fuerza social sobre la forma de la fuerza política.

Lo que Marx está tratando de mostrar es la necesidad histórica del discurso crítico, de la antropología materialista como exigencia de la realización de la filosofía en tanto la realización práctica de la libertad humana (Bolívar Echeverría, 2011). La reapropiación de las fuerzas fundamentales para Marx se realizan por la conciencia teórico filosófica de la realidad. Al mismo tiempo, la filosofía sólo va a tener justificación en la medida que no se encierra en la interpretación, sino en la medida que se compromete en la transformación de su objeto.

Necesariamente el discurso crítico, en la medida que es una determinada concepción del mundo y del ser humano, postula, no la significación de lo real, sino la superación real de las condiciones objetivas que hacen posible la significación crítica sobre lo real. Como él dice en su tesis, es necesario que la filosofía devenga mundo: […] resulta así como consecuencia que el devenir filosofía del mundo es al mismo tiempo el devenir mundo de la filosofía, que su realización es a la vez su perdida […] (Marx, 1971: 85)

TRABAJOS CITADOS:

Bolívar Echeverría. (2011). El materialismo de Marx. Discurso Crítico y Revolución. Itaca.
Bonilla, F. G., & Martínez, F. J. (2011). ATEÍSMO Y HUMANÍSMO: LA REIVINDICACION DEL HOMBRE EN LUDWIG FEUERBACH. Bogotá: Tesis para optar a Título de Licenciado en Filosofía.
Feuerbach, L. (1969). La Filosofía del Futuro. Buenos Aires: Calden.
Hegel, W. F. (1993). Fenomenología del Espíritu. México: Fondo de Cultura Económica.
Marcuse, H. (1992). Razón y Revolución: Hegel y el Surgimiento de la Teoría Social. Buenos Aires: Amorrourtu.
Marx, K. (1971). Diferencia del Concepto de Naturaleza en la Filosofía. Editorial Ayuso.
_______. (2001). Manuscritos de Economía y Filosofía. Madrid: Alianza Editorial.
_______. (2007). Las Tesis Sobre Feuerbach. En K. Marx, & F. Engels, Ideologí Alemana. Fundación Editorial el Perro y La Rana.
_______. (2007). LA Ideología Alemana. Venezuela: Fundación Editorial El Perro y la Rana.
Mondolfo, R. (2006). Feuerbach y Marx: La Dialéctica y el concepto marxista de Historia. Claridad.
Saldarriaga Madrigal, A. (2016). Antropologías Emancipatorias. L. Feuerbach y K. Marx. Aula Abierta Ciclo de Teoría Crítica. Medellín.

Una paradoja que define la imaginación

 




La paradoja de Aquiles es un problema que propuso Zenón de Elea, en el que se aprecia una complicación lógica dentro de lo que en Física se llama: Movimiento Rectilíneo Uniformemente Variado. En esta paradoja se presenta el problema de los instantes. Si una tortuga tuviera la ventaja en una maratón siendo que su competidor, Aquiles, partiera más tarde, ¿en qué momento Aquiles superaría esta ventaja sin importar una eventual mayor velocidad? ¿Cómo explicar el concepto de la extensión lineal geométricamente? Dado que, por más que avance Aquiles, la tortuga lo hará igual en menor dimensión de manera indefinida. Proporcionalmente avanzaría, estaría por delante de Aquiles siempre en términos lineales y dependientes del tiempo; aunque la tortuga no tendría la ventaja en función de sí misma, sino en función de Aquiles, es decir, por cada punto que avance Aquiles, la tortuga estaría en una  permanentemente victoria hasta el límite del infinito. Una especie de cero absoluto. En estos términos la paradoja es mucho más configurativa de lo que se creía inicialmente, mucho más simbólica. Es en tiempos infinitos introvertidos, donde no hay diferencias competitivas entre el mayor de los guerreros griegos, y uno de los animales más lentos de nuestro reino. El resultado está predicho, la oportunidad no se puede superar a no ser que haya una "nada temporal".

 

El tiempo en términos marxistas es la condición estructural que impide que una cualidad supere una cantidad, la superestructura le responde en formas espectrales. Se divide dentro de tres acontecimientos que son la base del sistema que definió Karl Marx, y que impiden que "Aquiles alcance a la tortuga": La Economía, la Sociedad y la Política. Tres patas de la mesa que sirven de apoyo para la forma en que se plantea el banquete humano (Platón); sobre ellos, la educación. 

La economía según Althusser, es mucho más versátil que la función simple de estructura, es interdisciplinaria, puede formar parte del conjunto completo de los sistemas de control y manipulación, pero a la vez ser la piedra que dé soporte a la pobreza material humana, la solución universal, la única respuesta pragmática.

El aparato ideológico del estado es vital para mantener la estructura y la superestructura en mantenimiento vigente. Lo hace por la razón o la fuerza. Es una forma enemiga-amistosa para sobrellevar-se y sobrevivir como sea; una relación dialéctica que puede afectar a cualquier institución, desde la más básica como la familia, hasta las grandes instituciones, como los sistemas penales, fiscales, legislativos, etc. Problemas eternos y olvidados, como los apagones informativos, las deudas históricas, la ilegalidad, son parte de algunos de los medios desde donde se camufla el poder.

La falsa conciencia distorsiona la realidad. El siglo XX convivió con un fantasma, con el fantasma de su propio potencial, el miedo, el terrorismo, las amenazas nucleares, las primaveras político-religiosas, la búsqueda de justicia, el industrialismo, el toyotismo, el internet de las cosas, la contracultura, e innumerables factores que formaron parte de la contingencia (real o no), hasta su culminación como ideologías activas o pasivas. En el primer caso, se pueden llevar a la acción interpretaciones del mundo completamente erróneas, en el segundo, se lleva a la historia y a la psiquis colectiva posibles hechos amenazantes o gratificantes sobre las consecuencias de vivir en sociedad.

 

Economía

Los países de Latinoamérica durante la gran depresión económica de la década de los 30, fueron profundamente afectados, al ser economías dependientes se vincularon estrechamente a las consecuencias de su dependencia, como gran parte de los países del tercer mundo. Esta crisis trajo dramáticos aumentos del desempleo y el cierre de muchas empresas. Los esfuerzos más decididos de los individuos languidecieron, pendiendo del factor económico, que llevaba a una imposibilidad latente de superación.

La estructura se va haciendo más oscura entre más abajo en la escala económica se presenta. Interpretar el mundo y cambiarlo partieron como premisas de algo bastante concreto, el enfrentamiento de la economía naciente con la era de la industria. Se comenzó por interpretar la filosofía como una forma de lenguaje que no era útil; su falta de verificabilidad otorgaba la ilusión de su inutilidad. Ideología. El problema de la burocratización pasó por dejar de ser la falta de velocidad, o el parasitismo; la agilidad puede ser burocrática en las manos correctas. La burocracia se volvió el lucro sobre el proceso. Hoy, se debería redefinir este concepto que nos controlará a la velocidad del instante, y retardará, a la antigua usanza, algo elemental del ser humano: su individuación. El extractivismo fiscal se viene como fuerza aniquiladora de gobiernos punitivos, la fiscalidad opresiva y dictatorial es la base de esta superestructura. 

A mediados del siglo XIX se le pagaba al obrero lo necesario para su subsistencia, lo que implicaba una nula capacidad de ahorro… A fines del siglo XX se le pagaba al obrero lo necesario para consumir insanamente hasta la deuda, desde la deuda. No es que el individuo ya no quiera ser libre, éste siempre se enfrenta a la libertad, salvo que no sabe qué hacer. Sobre las bases en que se instituyó la libertad quedan deseos ahogados, el soporte que permitió la economía para que los contribuyentes siguieran bebiendo de su seno sin dejar de llamarla madre. Como diría Nietzsche, la libertad la alcanzamos para ser hombres sin libertad, cuando aseguramos la libertad, la perdemos. El poder de la lógica, de sus números, avasallan cualquier intento por enverdecer nuestras conciencias. La fuerza de la necesidad desertifica todo, queda un susurro hablando, una voz fantasmal, una fantasía, nada científico, nada económico. Desde ahí nacerá una humanidad.

 

Sociedad

“Yo no puedo jugar contigo. Dijo el zorro al principito. Porque tú no me has domesticado. ¿Qué significa domesticar? preguntó el principito. Es una cosa demasiado olvidada. Significa crear lazos. Para mí no eres más que un muchachito, semejante a diez mil muchachitos. Entonces, no te necesito. Y yo no soy para ti más que un zorro, semejante a diez mil zorros. Pero si tú me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mi único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo” (Antoine de Saint-Exupéry).

La palabra es fuente de mal entendidos. La sociedad es una total extraña, separada, y aún más separada entre sí. Se busca, a través de muchos medios, que se haga perpetuamente extraña, que existan eternas diferencias, diferencias estructurales, geométricas, clases, estrados, castas; como objetos que no pueden ser vistos, una partícula cuántica de la que no se puede calcular ni su posición ni su tiempo. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada, compran cosas a los comerciantes, pero como no existen comerciantes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. La estructura es una jaula social llena de prejuicios impuestos desde hace décadas y que pueden durar muchas generaciones; prejuicios nacidos por la fuerza, cohecho. ¿Quieres conocer la estructura? hay que escuchar a nuestros ancianos. Las posiciones de las sociedades con respecto a sus creencias dependen de Patrones universales que se pueden rastrear para entender cualquier comportamiento estructural antropológico (Claude Lévi-Strauss).

A una sociedad se le engaña mejor que a un hombre (Pio Baroja). La telaraña de la sociedad atrapa cualquier verdad que pueda ser ingresada, la enreda, la modifica de maneras muy variadas hasta el punto de alterar todo pacto que se pueda hacer con ella, convenientemente. El contrato social como estructura no sirve, no es; no porque las propuestas sean del todo erróneas, sino porque la sociedad por su falta de forma degenera cualquier verdad, cualquier pacto, de acuerdo a la red cultural que se le implantó, la que se desarrolla y sigue complicándose en propuestas y farsas. De no ser por la sociedad el hombre sería una bestia salvaje, o, lo que viene a ser lo mismo, un santo (Bakunin).

 

Política  

La estructura política es un acto de equilibrio entre aquellos que quieren entrar y los que no quieren salir (Jacques Benigne Bossuet). Antes de ser estructura, la política no podía ser para cualquiera, después de serlo, tuvo que serlo para todos.

Si existen, como tanto se ha comentado, los “no lugares”, es decir, los sitios urbanos en los que los individuos son "objetivos" que pasan por los espacios comunes sin ningún tipo de subjetividad o de capacidad creativa, desde la no observación de los espacios que le rodean en el "atrapamiento móvil", rutinario, enajenante, es sin duda una oportunidad política. Luego, ¿Quién escucha realmente la ciudad? Los que nos la recuerdan, los políticos. Si no hay ciudad no hay ciudadano, y la política se vuelve una repetición constante, un punto concurrido, una estrategia, un lugar de asalto, una agujero negro, un centro supermasivo. Así como los mismos contantes edificios, automóviles, locomoción pública, veredas, vitrinas, que retrasan la estética del urbanismo, de la libertad y de su abandono. Se hace constante en la mente ciudadana una leve sensación de orfandad, de engaño, de sumisión ante la nada. 

La política es una de las más eminentes estatuas ensuciada y vejada por los que se le acercan; hay algunos que intentan limpiarla con el manto de la excelencia, se mantiene incólume a veces. Los que se salvaron en el arca eran buenos, los que se quedaron abajo eran malos, pecadores. Un filósofo debe evitar hablar de culpas, hablar de culpas es tarea y afán políticos. Quizás, cuando el planeta esté en un eventual desastre, el relato del diluvio sea el relato de la élite para justificar que no quepan otros, otra clase, otra economía, otras ideas, ninguna salvación. ¿Quién dijo que no tienen teorías para justificarse? Si es necesario, la política traumatiza el oído, argumentando que el problema es el lenguaje. El arca es una estructura. 

¿Qué es la utilización de la paradoja del tiempo en términos estructurales sino una manipulación de la metafísica para fines productivos? La metafísica sólo existe sin fines, alejada de la perpetua concatenación de consecuencias, inmóvil del completo movimiento de la repetición. La existencia, el ser, no es un pulso causal pendiente del lenguaje, de graficas estructurales ni superestructurales; no es un tiempo que se extiende hasta el infinito, internamente, como la paradoja... es una vida que se acaba, sistemas que se acaban, modelos que se acaban, ideologías que se acaban. Posverdad a veces, verdad siempre. 

Que exista una tortuga completamente invencible sólo puede pertenecer a una aberrante ideología, a geometrías imprecisas, a planos no circulares, a dichos sin contradicción. Es el mundo un constante anhelo de aquello que cambia para lo marginal, un debería, un imposible, un inimaginable. No queda otro medio que escapar por las rendijas, por los recovecos, por la nada.  


Gobiernos modernos de narco-tiranía



Gobiernos de Narcotraficantes y tiranos.

 De la narco-tiranía


Cada época histórica tiene sus propias leyes. Las diversas formas en virtud de las cuales la humanidad ha desarrollado sus diferentes modos de vida no son una abstracción, incluso a pesar de que en cada una de ellas puedan haber surgido elementos similares o hasta idénticos a las del resto. El modo de hacer característico de los individuos, siempre está socialmente determinado por su época. Las más diversas actividades y disciplinas a las que se dedican los seres humanos no son formas aisladas, ajenas a su contexto específico, histórico y cultural. De hecho, el considerarlas como formas generalizadas, aisladas de sus circunstancias, es un ejercicio de la imaginación desprovisto de fantasía. Son simples “robinsonadas dieciochescas”, incapaces de expresar, más allá de las presuposiciones, alguna justificación que convalide la remota posibilidad rousseuniana de sustentar la vida del primitivo 'buen salvaje'. Insensato neoliberalismo elevado a terapia psicológica.

Como afirmara Marx en los Grundrisse -sí, el Marx auténtico, no el manipulado y adulterado por el socialismo oficial, primitivo y parasitario-: “cuanto más lejos nos remontamos en la historia, tanto más aparece el individuo como dependiente y formando parte de un todo mayor: en primer lugar, y de una manera todavía muy enteramente natural, de la familia y de esa familia ampliada que es la tribu; más tarde, de las comunidades en sus distintas formas, resultado del antagonismo y de la fusión de tribus. Solamente al llegar el siglo XVIII, con la “sociedad civil”, las diferentes formas de conexión social aparecen ante el individuo como un simple medio para lograr sus fines privados, como una necesidad exterior. Pero la época que genera este punto de vista, esta idea de individuo aislado, es precisamente aquella en la cual las relaciones sociales (universales, según este punto de vista) han llegado al más alto grado de desarrollo alcanzado hasta el presente. El hombre es, en el sentido más literal, un zoon politikón, no solamente un animal social, sino un animal que solo puede individualizarse en la sociedad”. Toda forma de producción y de reproducción, representada con independencia de su contexto histórico, “es tan absurda como la idea de la existencia del lenguaje sin individuos que vivan juntos y hablen entre sí”.

Que toda la vida hayan existido la producción, el mercado o el dinero no significa que la sociedad capitalista haya existido siempre. La creencia en el “siempre ha existido y siempre existirá”, vendida como una realidad inevitable, como un hecho natural, es parte de las “robinsonadas” por las que acostumbra inclinarse el entendimiento abstracto, su más eficaz promotor. Pero la verdad es que la sociedad capitalista propiamente dicha no existió hasta que, como resultado de un largo proceso histórico en el desarrollo de las fuerzas productivas, motivado por una serie de transformaciones en el régimen de producción y comercialización nunca antes visto hasta entonces, tuvo lugar la llamada “acumulación originaria de capital”. A partir de entonces, dejó de ser una determinación más, entre muchas otras determinaciones sociales, para imponerse históricamente como forma de vida, como modo de ser, hacer y pensar. Y solo a partir de entonces, cada determinación social se le hizo dependiente, como los astros que giran al rededor del sol.

A propósito de lo ocurrido recientemente en Tocorón, el ejemplo del modo como se fue fraguando históricamente la sociedad capitalista cabe perfectamente para explicar los elementos esenciales que sustentan el negocio del narco-tráfico en general y de la consolidación de la narco-tiranía enquistada en Venezuela. Es verdad que siempre han existido tiranías y que casi todas -por no decir que todas- han sido complacientes con la producción, distribución y comercialización de narcóticos, desde los tiempos imperiales del opio hasta los actuales carteles de la cocaína y sus derivados, desde los grandes despotismos orientales del pasado hasta las dictaduras latinoamericanas del siglo XX. Se sabe, por ejemplo, que Fulgencio Batista se hizo socio de Charles “Lucky” Luciano y que convirtió a Cuba en el cuartel general de una de las más poderosas e influyentes corporaciones de la droga durante el pasado siglo. Se afirma lo propio de las llamadas dictaduras del Cono-Sur y, por supuesto, del papel estelar cumplido por Manuel Antonio Noriega, quien convirtió a Panamá un puente de referencia mundial para el tránsito de drogas. Tampoco es un secreto que ciertos gobiernos democráticos de la región, es decir, electos por votación popular, fueron señalados en su momento de ser cómplices directos del narcotráfico, como en los casos de Colombia, Perú y México. Pero todos estos casos, históricamente comprobables, muestran una diferencia fundamental con respecto a lo que viene sucediendo con la narco-tiranía que mantiene secuestrada a Venezuela.

En la Venezuela del régimen chavo-madurista, el negocio de la droga dejó de ser un negocio más entre otros para imponerse, históricamente, como una forma de vida, un modo de ser, hacer y pensar. Y a partir de entonces, cada determinación social se le ha hecho dependiente, de nuevo, como los astros que giran al rededor del cartel de los soles. Sin proponérselo, Fulgencio Batista fue un maestro para Fidel Castro, pero con una importante distinción: esta vez, no se trataba de obtener ingentes ganancias con el narco-tráfico, sino, además, de utilizarlo como un arma política, precisamente, contra el régimen capitalista mundial, mediante la construcción de una red, de un gran cartel internacional, que agrupara a todos los enemigos de la llamada sociedad occidental. Castro, como si se tratara de un partido de futbol, intentó, una y otra vez, meter el “golazo” hasta que, convertido ya en un anciano, encontró en Chávez -a quien hizo su “discípulo”- su “goleador” estelar. El mecanismo empleado fue el Foro de Sao Paulo, el cartel de los carteles. Por primera vez, cultivo, producción, comercialización, distribución y tráfico fueron ensamblados en una gran cadena de montaje. Por primera vez, la droga se transformaba en el medio y en el fin. No se trataba tan solo de un jugoso negocio, sino de la chiave di volta que, “más temprano que tarde”, terminaría socavando las bases mismas de la sociedad capitalista moderna, intoxicándola. Así, pues, parafraseando una popular consigna entre los estudiantes de los años '70 y '80, “entre droga y revolución no hay contradicción”. La política “revolucionaria” y “anti-imperialista” encontró en el narco-tráfico su mejor sustento y su programa de acción. Su teoría y su praxis.

Muerto Chávez -y más tarde Fidel-, Maduro y Cabello continuaron “el legado”. Y a pesar de los reveses, la narco-tiranía prosigue engañando al mundo. Las capuchas de otros tiempos sirven hoy para encubrir los verdaderos objetivos. Los reales victimarios se muestran ante el mundo como las víctimas. Algunos los perciben con ingenuo candor. Desconocen la “picardía” Caribe. Otros, simplemente, fingen y esquivan la mirada. Muchos son cómplices. Las cosas se invierten con harta frecuencia. Marx afirmó que la religión es el opio de los pueblos. Hoy por hoy, las drogas son la religión de los pueblos. El bucle ha concrecido y se ha vuelto a cerrar. Entre tanto, un país secuestrado y abatido, empobrecido y obligado a migrar, mengua con los días, mientras la seguridad del mundo libre se ve cada vez más amenazada. El deslizamiento de la política hacia la gansterilidad es un asunto de extrema delicadeza, que la consciencia civil tiene la obligación de denunciar, a objeto de hacer sanar y reconstituir su tejido ético.           

        

       


¿Qué significa ser de derecha?

 

Ser de derechas o de izquierdas

            La primera lección que se aprende en filosofía, y en virtud de la cual tiene sus inicios el oficio de pensar, consiste en someter a duda lo que se da por hecho cumplido, traspasando, con ello, los siempre rígidos y estrechos límites de toda posible pre-su-posición, o sea, de toda “positividad”, como dice Hegel siguiendo a Kant. No por casualidad, la expresión De omnibus dubitandum -dudar de todo- ha servido como lema y estandarte de batalla a los más diversos -y no siempre compatibles- pensadores de la historia de la filosofía, como es el caso de filósofos de la talla de René Descartes, quien tiene el mérito de haberla elevado a fundamento de su filosofía. Karl Marx la hizo el motto o lema esencial de todo su pensamiento -la Kritik-, y Søren Kierkegaard, bajo el seudónimo de Johannes Climacus, le dedicó nada menos que uno de sus mejores ensayos póstumos: Or, De Omnibus Dubitandum Est.

            Hay épocas en las que el Logos pareciera haber perdido toda decencia. La decrépita y babosa conformación del universo previsible puesto por la escolástica, que justificó la tortura y la hoguera de los Giordano Bruno, a manos del “santo oficio”. La indignación hecha carne y sangre frente a la transmutación del ser social -y de su conciencia-, cuando no en bestia, en cosa. La pretensión de querer resolver bajo el arrogante cobijo de una supuesta “objetividad universal” los asuntos más íntimos, más sensibles y propios de cada individuo. El cinismo de la compra y venta de la verdad, su mercantilización, elevado a la máxima potencia de su abstracción y ofertado como posverdad absoluta o, más bien, como absoluta relativización de la verdad (o, lo que es igual: en no-verdad). La estampa de un legionario romano sentenciando una frase de Confucio. Un teniente directamente involucrado en -por lo menos- dos intentos de golpe de Estado, y que usurpa la presidencia de la Asamblea Nacional, gime con rabia teatral al referirse a “la derecha golpista”. “¡Narrativa!”, exclaman los cultores de las palabras vacías, a fin de parecer “chicks”, como entusiastas repetidores de las sendas perdidas, de lo que, de suyo -cabe decir, por inmanencia-, se niega a abandonar la comodidad de su entumecimiento, su hechura abstracta, a objeto de transitar hacia alguna parte, en alguna posible dirección. “Juegos de lenguaje”, al decir de los neopositivistas, en el que “no existen los hechos” sino “solo sus interpretaciones”. Y en esto, una vez más, estrechan sus irremediables coincidencias con la llamada posmodernidad de los caprichos parisinos. No obstante, y por desgracia para ellos, en lo que va de siglo XXI, el connubio de los restos del círculo “analítico” y de la French Theory ha terminado poniendo en evidencia -y cada vez con mayor énfasis- la estrecha relación existente entre posverdad y poder político real.

            Pero por eso mismo, y una vez más, la duda vuelve a ser imprescindible en el presente. La facilidad y rapidez con la que los conceptos históricamente determinados son mutilados y transmutados en representaciones sin contexto, en fantasmagorías que no pocas veces sirven para afirmar exactamente lo contrario de lo que alguna vez llegaron a ser, no solo se ha hecho habitual -su puesta en escena es, de hecho, el deleite, la gran comilona del populismo totalitario-, sino que se podría afirmar que es el 'santo y seña' característico de este desdibujado fractal de inversiones reflexivas que va de siglo. Y es función de la filosofía, crítica e histórica, apelar a la duda y ejercerla, con el propósito de sorprender y denunciar el trastocamiento, el extravío del contenido y la consecuente prostitución de las formas.

            La verdad es que la posverdad ha traído con ella la lepra populista, y no solo. Afirmarse “de izquierda” pareciera ser, en el actual contexto mundial en general, y latinoamericano en particular, una gran conquista -del y- para el progreso de la humanidad. Los defensores de la libertad, la paz mundial, la igualdad de género, la ecología, la libertad de expresión, los derechos de los trabajadores, la educación gratuita y de calidad, la salud, la justicia y la equidad. Ser de derecha, en cambio, tipifica al conservadurismo y la reacción históricas. Espacio de godos y caudillos. Tiempo anquilosado y de oligarcas: el signo de la preterización misma, de la representación de quienes se asumen eternos y pretenden permanecer en el poder para siempre. Paradójicamente, convencidos de que sin ellos -patriarcas del pueblo- el país se quedaría sin futuro y perdería el tren de la historia. Pero derecha es, además, la fusión de una élite cívico-militar que se reclama heredera del heroísmo de los padres de la patria, mientras defiende poderosos intereses económicos, generalmente obtenidos con “negocios” de los fondos públicos. Y aunque la mayoría de ellos provenga, como dice Vico, de “debajo de la tierra” -como Boves, como Páez, como Gómez-, una vez entronizados en el poder, desprecian a las mayorías por las que decían luchar, y las someten bajo su voluntad. A ellos, sus fieles, los que carecen de techo, de alimento, de salud y seguridad, los débiles, los de escasa o nula formación y pericia. Ser de derecha es, en suma, actuar en contra de los intereses de los fámulos pero en su nombre: en el nombre de los desposeídos, de los humildes, de quienes, en medio de la más amarga desesperación, se ven finalmente en la necesidad de emigrar de su terruño hacia otros horizontes, lejos de los suyos.

            Momento de dudas: ¿lo que en las líneas anteriores se ha descrito como la posición representativa de “la izquierda”, no es lo que efectivamente ha caracterizado, in der Praktischen, a la izquierda de hoy? ¿No ha sido esa, más bien, la acción política de los partidarios de las llamadas “sociedades abiertas”, a las cuales la izquierda acostumbra definir como “la derecha”? Y, por otra parte, ¿lo que se ha definido como “la derecha” no es lo que, hasta nuevo aviso, ha caracterizado históricamente la acción política de la izquierda? Entonces, ¿cómo es posible que a la llamada izquierda se le pueda llegar a atribuir lo que en los hechos ha sido la derecha, mientras que a lo que en los hechos ha sido la derecha se le denomine izquierda? Lástima que la derecha sea tan ignorante como para poder comprender la celada. Afirmaba Bolívar que el país que fundó -La Gran Colombia- estaba condenado a caer en manos de “tiranuelos casi imperceptibles”. Leer esa frase en estos tiempos menesterosos y pensar en la izquierda de la derecha o en la derecha de la izquierda resulta una labor inevitable. Se comprende, entonces, el cinismo cruel de quienes afirman que “no existen los hechos sino sus interpretaciones”. Por fortuna, el mismo Vico que definiera a los “gigantes” surgidos de la tierra, ha resumido el laborioso y paciente tránsito de su pensamiento en una sentencia:  Verum et factum convertuntur. Parafraseando al joven Marx, habrá que decir que mientras una gota de sangre haga latir el corazón absolutamente libre de la filosofía, ella proseguirá su lucha contra las ficciones que se pretenden vender como “piezas exclusivas de colección” de la verdad.       

           

           

                          

Free time en la post verdad


“El infierno está vacío. Todos los demonios están aquí”

                                                              W. Shakespeare


Post verdad agarrándose



 Frases edificantes, propositivas, esperanzadoras, plenas de creación y de la más auténtica de las libertades individuales, según las nuevas formas de expresión propias del lenguaje de estos tiempos de inclusiva positividad y exclusivo desgarramiento. Esas que, con tanto fervor, la psicología instrumental contemporánea y los mass media -las redes- avalan, divulgan con frenético entusiasmo y habitúan recomendar, a fin de poder lograr la mayor de las felicidades posibles para la gran cadena -de montaje- del ser social. Nunca una época fue más feliz con sus memes y, en consecuencia, con su pobreza de Espíritu. Además, tómese en cuenta que existe nada menos que el “Megaverso”, el “Tic-Toc”, el “Only-fans” o el mayor de los géneros musicales de todos los tiempos, esa maravilla de la que Bach, Mozart, Beethoven o Paganini, sin duda, llegarían a sentirse avergonzados: ¡el insuperable Reggaeton! ¿Y cómo no sentirla, frente a ese posverdadero gigante llamado Bad Bunny, por ejemplo? ¿O cómo podría justificarse el pobre Mahler frente al mega-universal virtuosismo y la retorsión de esos titanes de la música actual como Ozuna o Don Omar? Y eso -a propósito de la toxicidad- para no hablar de esa otra auténtica revelación musical -digna representación de la más exquisita decadencia- como la Bachata de Prince Royce y de Romeo Santos, ese Shakespeare de la era de la porverdad. Una joya que sobresale en medio de tanta mediocridad. Habrá que olvidarse de los Boomers definitivamente, enterrar de una vez por todas el recuerdo de esos “muertos vivientes”, Pink Floyd, Genesis, Yes, Emerson, Lake & Palmer, Doors o Ten Years After, entre otros, y asumir esos grandes valores del presente y repetir con alegría: “¡Se arregló!”.

 El gran problema que, sin duda, enfrentaría hoy Karl Marx consigo mismo es que no solo no sería marxista -como, de hecho, en algún momento se vio en la necesidad de afirmar-, sino que, además, consideraría que ni el proletariado ni -¡mucho menos!- el lumpen, podrían llegar a ser el vehículo adecuado -dialéctico- para poder salir de la prehistoria humana y conformar una sociedad de ciudadanos, justa y auténticamente libre. Todo parece indicar que ya no. Como el de los Beatles, el tiempo de Marx parece haber concluido, por lo menos desde el punto de vista característico de una sociedad que ha logrado prefabricar el orden social a la luz de las lámparas “led”, las luces de neón, las pantallas de los móviles y de los procesadores. Aquiles Nazoa afirmó en su momento que los fantasmas decimonónicos huyeron de las ciudades cuando llegó la electricidad. Nunca se imaginó el poeta que la excesiva luminosidad que hoy se exhibe los traería de regreso, desde las lúgubres miserias de una menesterosidad espectral.

 Para Marx, la lucha por una jornada laboral de ocho horas y la conquista de un período de tiempo de ocio, indispensable para el descanso y la expansión del espíritu del trabajador, representaba una de las grandes conquistas del movimiento revolucionario de su tiempo. A menos que se hable de los despotismos orientales, en las más diversas sociedades del presente la jornada laboral es, en términos generales, de ocho horas y el tiempo de ocio se ha ido transformando en la gran industria del Free time. Todos tienen, en términos generales, pleno derecho de disfrutarla. Es verdad que quien haya prestado algo de atención al funcionamiento de la cotidianidad propia de la sociedad contemporánea -especialmente de las que presentan mayor desarrollo de sus fuerzas productivas, aunque no exclusivamente-, tendrá que confirmar la autenticidad de aquellas líneas introductorias del Manifiesto de Marx en las que, históricamente, la sociedad burguesa alineara sobre su gran cadena de montaje, con sorprendente precisión, las más diversas actividades profesionales, al punto de transformar “al médico, al jurista, al sacerdote, al poeta, al hombre de ciencia, en sus obreros asalariados”. Pero, a diferencia de lo que ocurría en el siglo XIX, el proletariado del presente -de nuevo, en términos generales- vive en condiciones muy distintas y muestra una holgura que el propio Marx -¡oh, sorpresa!- consideraría no sin estupor. Y, por supuesto, su tiempo libre está debidamente garantizado para su merecido ocio.

 Decía Marx que el tiempo de ocio era propicio para dedicárselo a la pesca, la pintura, la lectura, la música o la poesía. Es el privilegio de una vida desahogada para enriquecer al Espíritu, a fin de cuentas. La pregunta que surge inevitablemente con el Free time del ser genérico -del proletariado- del mundo contemporáneo es para qué sirve, en una sociedad mundial que ha terminado por imponer patrones de comportamiento regulados y modelos de vida preconcebidos que trastocan el tiempo libre en sobretiempo laboral. En una expresión, el hastío laboral del cual los individuos anhelan liberarse en las horas no laborables termina por convertirse en una prolongación de tal hastío. La pesca, la pintura, la lectura -si la hay-, etc., se transforman en actividades reguladas y sistemáticamente prestablecidas, en una gran industria que perfectamente puede llegar a producir, incluso, mucho más ganancias que las del tiempo laboral. De modo que el llamado tiempo libre ha devenido no solo una extensión inconsciente de la actividad laboral, sino la redundante conversión de los individuos en seres condenados, profundamente rotos en su interioridad, limitados en sus auténticos deseos, capacidades e iniciativas creativas, objetos y no sujetos de su propio destino. La liquidez registrada por Bauman va en sentido contrario a la del río de Heráclito. En el caso venezolano, las cosas han llegado al punto de que al régimen le interesa más mantener el mayor Free time posible de los trabajadores públicos que su tiempo de trabajo necesario, pues a mayor enajenación mayores son las ganancias. Es evidente, bajo tales circunstancias, que para la gran masa resulte un tanto turbia la diferencia, por ejemplo, entre Romeo y Julieta, de Shakespeare, y Romeo Santos. O que se llegue a la convicción de que exista un gran compositor llamado Ludwig van Badbunny. En el fondo, todo se repite, una y otra vez, indeteniblemente. Los “hilos” del meta-versado Instagram o del Tik-Tok se han vuelto tan tediosos y previsibles como el viejo Nihil sub sole novum. Valdría la pena preguntarse por el fin de este “agujero


La superfectación de marx por la historia

 Liebre de marzo

 

 

La liebre de Marzo será mucho más interesante y,

tal vez, como nos encontramos en Mayo no estará

loca de atar..., por lo menos no tanto como estaba

en Marzo”.

Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas

Marx, historia y superfectación 

 

            Superfectación, palabra, por cierto, poco conocida y tan extraña como su significado. No obstante, a pesar de esa inhabitual condición, su uso tanto en las ciencias médicas -especialmente en obstetricia- como en el campo de la zoología, no es del todo infrecuente. Pero no así en el de la lógica simbólica o, por extensión, en el de aquellas disciplinas que han hecho del silogismo aristotélico su fundamento natural, su punto de partida y de llegada. 'P>Q', fin de la discusión. O llueve o no llueve. No se puede ser o estar y no ser y no estar en el mismo espacio y al mismo tiempo. Y, sin embargo, la superfectación, a pesar de las precisas indicaciones aristotélicas, comporta la posibilidad cierta de que, por ejemplo, una mujer quede embarazada estando ya embarazada, a pesar de que cuando se produce la fecundación de un óvulo -como indica la reseña en cuestión-, “se inicia una cascada hormonal, cuyo objetivo es impedir que sigan madurando nuevos óvulos y que se produzcan nuevas fecundaciones”. Pero -y es que en filosofía, como en la vida misma, siempre acecha un terrible pero- “en ocasiones acaban anidando en el útero varios fetos en distinto estado de desarrollo. Así, la zoologa Kathleen Röllig, del Instituto Leibniz, en Berlín, ha descubierto con ecografías que las liebres preñadas pueden sufrir un segundo embarazo”. Durante su época de apareamiento, en marzo, las liebres macho boxean entre sí por el amor de las hembras. Se dice que pierden por completo “la cordura”. El estar “loco como una liebre de marzo”, es una conocida metáfora popular, especialmente en los países de ascendencia anglosajona.  

 

            Unas cuantas liebres de marzo han terminado 'boxeando' sobre el fértil terreno de la lógica aristotélica, generando a la larga peligrosas superfectaciones que, poco tiempo después, terminan en empreñamientos de doble factura, curiosas epifanías, Janos o 'vuelvan caras', cuyas insolvencias materiales y espirituales terminan produciendo esos extraños freakies que, tarde o temprano, ponen en peligro el buen nombre de la civilización humana. No cabe duda: tipos como Hitler o Stalin, Mussolini o Mao Tse Tung, Franco o Fidel, Chávez o Putin, son el resultado de tan curiosas experiencias, de esos extraordinarios fenómenos que reciben el nombre en cuestión. Son la liebres de ese largo, prolongado marzo de la historia. Y no son pocos los casos tanto en las ciencias sociales como en las ciencias políticas. La obra de unos cuantos filósofos adolesce de esta engorrosa condición. Especialmente la de aquellos que gozan de mayor popularidad. Ya lo decía Sartre en relación con una obra como el Manifiesto de Marx: se trataba, en su opinión, de “la vulgarización de un pensamiento”. Y es que -para no tener que atravesar las aguas del insufrible barruntar posmoderno, en relación con Nietzsche- bastará con señalar que cuando Marx postula la actividad sensitiva humana -la praxis- como núcleo central de su filosofía, con ello, y a fortiori, está declarando la bancarrota del materialismo. Pero si Marx -según lo que oficialmente sostienen los apologetas de la franquicia- es un materialista, entonces inevitablemente le pone fin a la actividad sensitiva humana como centro motor de su pensamiento. Más aún, cuando la filosofía ejerce su función como legítima teoría crítica de la sociedad, con ello desecha la vana manía de pretender predecir el futuro. Pero cuando esta se dedica a predecir el porvenir, con ello cesa su función como teoría crítica y, por ende, como filosofía en sentido estricto. Una concepción filosófica no es, y no puede ser, una doctrina, una fe, un dogma, una ideología. Mientras la filosofía se esfuerza por denunciar -more geometrico demostrata, diría Spinoza- la irracionalidad, la injusticia o la decadencia de una determinada formación cultural, las llamadas doctrinas procuran sembrar esperanzas en un mundo construido, según la conocida expresión maquiaveliana, “sobre las nubes”, garantizando con ello su propio beneficio y preservación.  

            Cuenta un entrañable amigo de siempre que, durante sus años de “formación” ideológica en la Juventud Comunista, Pedro Ortega Díaz les decía, no sin severidad enfática: “el marxismo no es un dogma.. ¡Repitan conmigo..!”. Por supuesto, Lenin lo superaba con creces: según su ortodoxa opinión, “el marxismo es una ciencia exacta”. Pero, en todo caso, el así llamado “socialismo del siglo XXI” es, en relación con sus figuras precedentes, la superfectación de una superfectación. Y, por cierto, nada de esto tiene que ver con el pensamiento dialéctico. En primer lugar, porque no es pensamiento sino representación. En segundo lugar, porque no es dialéctica sino fe positiva, tomada de la más momificada versión del entendimiento abstracto. Así, pues, Heinz Dieterich, padre de la creatura del llamado “nuevo proyecto histórico”, que consiste en apuntalar una sarta de recetas acerca del cómo se debe implementar un régimen neo-totalitarista: “desarrollismo democrático”, “economía de equivalencias”, “democracia participativa y protagónica”, organización de los “colectivos de base”,  construcción del “Bloque Regional de Poder” como garante de la integración económica de los “Estados progresistas” latinoamericanos O el “Bloque Regional de Poder Popular”, suerte de coordinadora continental de los movimientos sociales en apoyo al “proceso revolucionario”. En fin, la ficción puede resumirse en una consigna: “liberalismo sin capitalismo; socialismo sin estatismo”. De nuevo, una superfectación. Por fortuna, the dream is over, como diría Lenon.

            Sin más fundamentación que la presuposición y el dar por sentado, y tomando como referencia immobile esa especie de alter ego de un Marx superfectado por la fértil imaginación del fanatismo materialista soviético, el novísimo socialismo del siglo XXI, fecundado por una liebre de marzo, dejó de ser un legajo de sublimes -y ociosas- fantasías para terminar -puesto en manos de un roedor de las estepas barinesas- en el más vetusto de los regímenes autocráticos, cuyo destino inevitable es el terror, la corrupción y el crimen. En una expresión, la gansterilidad. Decía Hegel que los sueños más sublimes de la revolución francesa terminaron en la pesadilla de la guillotina. Sí, “sublime, terriblemente sublime, pero no bellamente humano”. Dieterich declaró, entre brincos y saltos, que Lepus, el Galáctico, desvió el camino que él, magistralmente, había trazado. Doctor Frankenstein se niega a asumir las consecuencias de su monstruosa creación. A pesar del frescor -o quizá como su consecuencia-, la primavera puede servir para la gestación de más de un parto en un mismo cuerpo.


José Rafael Herrera

@jrherreraucv

 

 


¿Qué es la anti-política?

 

Que es anti-política

 
 

            En el conocido Prólogo a la Contribución para la crítica de la economía política, Karl Marx sostiene que “el modo de producción de la vida material determina el proceso de la vida social, política y espiritual en general”. Lo que se es se identifica con lo que se hace y con el modo como se hace. Ser es hacer. La vida es un hacer continuo y las formas como los hombres conciben su modo de vida depende de lo que ellos mismos sean capaces de hacer. Una frase compendia sus conclusiones: “No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, es el ser social lo que determina su conciencia”. Esa es la razón por la cual el ser sin más, en su simplicidad, el ser a secas,  no es, porque todo ser es en cuanto que es social, en cuanto que es hacer, es decir, en cuanto que es histórico, político. Verum et factum convertuntur reciprocatur, al decir de Vico.

            “Todo es político”, advertía Gramsci en sus Quaderni, incluso lo es el no ser político, el  concebir-se (o creer-se) a sí mismo en la no-politicidad o en la anti-politicidad. Ya lo había advertido el mismísimo Shakespeare, al referirse a aquellos artistas que, no sin cierta vanidad, creían poder mantenerse ajenos al quehacer político de su tiempo, presos -como diría Sir Francis Bacon, autor del Novum Organum- de los “idola theatri”: “todo arte que pretenda ser auténtico tiene que ser la necesaria expresión de lo político”. En suma, el ser social, históricamente considerado, por razones inherentes a su propio devenir, a su naturaleza histórica, no puede prescindir de esa su condición sustancial: la de ser zoon politikón, un “animal político”. El resto es imaginatio: son “el cazador o el pescador solos y aislados”, que “pertenecen a las imaginaciones desprovistas de fantasía que produjeron las robinsonadas diesiochescas” y su malentendido 'retorno a la vida natural'. “Nadie -cita Hemingway a John Donne- es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra”. Y todavía más: “la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti”.

            Más interesante todavía pareciera ser el camino del recorrido inverso, cabe decir, el camino de aquel que, al mejor estilo positivista o nihilista -da lo mismo-, convencido del preponderante y superior papel de la política en y para la vida de los hombres, y presuponiendo, como todo auténtico “especialista”, que la política sólo puede ser el producto de la exclusiva labor de la techné, propia de la dirigencia partidista, considera que quien tenga el atrevimiento de opinar sobre una determinada situación política sin ser “político” es, para decir lo menos, un estulto, un ignorante, un perturbador del 'orden natural de las cosas' y que debería, por el bien general, guardar las distancias, o más específicamente, mantenerse alejado de este tan especial y supremo oficio.

            Sorprende sobremanera cómo el muy diligente detractor de la 'anti-política' acostumbre mostrar hasta “las costuras” los graves inconvenientes que, a lo largo de estos años, ha venido causando la intromisión de esta suerte de “irresponsables” que, 'sin conocer las hierbas', se consideran en plena capacidad de hacer los más osados “hechizos” de toda posible tonalidad, como si fuesen auténticos expertos en las 'esotéricas' artes de la Politeia. El profesor Albus Dumbledore, maestro de “el elegido” Harry Potter, se quedaría pasmado ante semejante atrevimiento. En síntesis, y según la opinión de estos expertos, son ellos, los 'anti-políticos', esos irresponsables detractores del oficio político, los genuinos culpables de que, hasta la fecha, la “oposición” al régimen gansteril no haya podido concretar el triunfo en sus intentos por instaurar un régimen de libertades, democrático, justo y próspero en Venezuela.

            Tal vez, en estos argumentos haya algo -o incluso mucho- de razón. “Zapatero a su zapato”, como dice el refrán. Nadie podría cuestionar el hecho de que, así como para dedicarse a la medicina o a la ingeniería es menester aprender al detalle las técnicas propias del oficio, de igual modo quien se dedica exclusivamente al conocimiento de la praxis política debe ser el más indicado para ejercer la difícil tarea de confrontar el gansterismo, esa fase superior del totalitarismo, revestido de una extravagante ideología de neo-izquierda y experto, por demás, en la manipulación de los más cándidos sentimientos de las clases desposeídas. Son ellos, en consecuencia, los llamados a diseñar la carta de navegación que haga posible el reencuentro del país consigo mismo. Pero, precisamente por ello, no se comprende bien cómo es que pudo surgir la anti-política, no solamente la que hizo posible la llegada del lumpen al poder, sino también la que ha venido generando esa inconveniente e irracional 'perturbación' a lo interno de la llamada “oposición”.

            Pareciera necesario, pues, hacer algunas consideraciones que contribuyan a la comprensión del cómo y por qué pudo haber irrumpido en la escena pública la anti-política, cuál es su origen y cuál es la razón de su caprichosa y extravagante presencia, tomando en cuenta el hecho de que antes del secuestro perpetrado por el cartel, se supone, los políticos venían ejerciendo sus funciones, y que durante el presente no pocos han sido los intentos de construcción de un gran movimiento político de unificación de las más diversas tendencias y militancias partidistas, verdaderos 'mosaicos' -o piezas de un rompecabeza- con los cuales se pretende generar el 'efectivo' movimiento de cambio que requiere el país. Es como si en un hospital en el que sobraran médicos de las más variadas especialidades se incrementaran irrefrenablemente las patologías. Cosa extraña, que debería llamar la atención de las autoridades del hospital en cuestión.

            En otros términos: ¿será que la anti-política surgió de la nada? Pero, por una vez: ¿no fue Aristóteles quien afirmó que de la nada no surge más que la nada? O, para decirlo en clave estrictamente ontológica: ¿no será la anti-política la hija legítima del tradicional modelo de hacer política? Da la impresión de que la posición asumida por los “especialistas” en política es tan anti-política como la de sus detractores. De hecho, la anti-política bien puede ser definida como la inversión reflexiva -abstracta- de la política, su contra-cara. Y quizá eso explique, en parte, los saltos de “talanquera”, la “fuga” de los “alacranes” o la deserción de los pobres de Espíritu. Y es que los políticos de oficio, al negarse a reconocer la cada vez mayor -y más preocupante- consistencia de la anti-política, terminan asumiendo la misma función que ejercen los anti-políticos en su contra. De suerte tal que el uno queda sorprendido como el claroscuro del otro. Cada uno se devela como “el otro del otro”, en el que el uno y el otro devienen idénticos. Sin reconocimiento no hay conocimiento, decía Hegel. Para que el país se reconozca, se requiere, en primer lugar, que la llamada “oposición” se reconozca a sí misma, que deje de lado los prejuicios, los viejos hábitos, y construya una novedosa red hegemónica que ponga fin al secuestro hamponil. Para ser una auténtica oposición es indispensable comprenderse como lo distinto de la criminalidad. Sin ideas 'claras y distintas' no hay ni técnicas ni especializaciones que valgan de mucho, ni políticos ni anti-políticos que resuelvan el grave escollo en el que se encuentra inmerso lo que va quedando de país. La construcción de un nuevo modo de ser y pensar (que es un nuevo modo de hacer) es la verdadera prioridad. La formación cultural -esa que trasciende los límites de la política en minúscula- pareciera ser, de hecho, la tarea primordial.           

                                  

 

 

José Rafael Herrera

@jrherreraucv

 


Historia de la filosofía resumida.

 

NUTRITOR

al cuidado de Joaquín E. Brotons

 




     

    Qué es la filosofía: el mundo al revés

     

    La filosofía es literalmente amor al conocimiento. El conocimiento puede ser teórico (ciencia, o sofía) o práctico (prudencia, o phronesis). La filosofía no es un conocimiento de hechos de la experiencia. La filosofía no conoce hechos históricos, físicos, biológicos, etc. La filosofía es un conocimiento de la percepción de los hechos. Por eso la filosofía se pregunta por ella misma y es en este sentido una autoreflexión.

     

    El filósofo alemán Hegel decía que la filosofía es ver el mundo al revés. La filosofía ve el mundo al revés porque no conoce los hechos del mundo sino la percepción de estos hechos. Es entonces como darle la vuelta al mundo de los hechos: lo que primero cuenta es la percepción de los hechos y no los hechos del mundo.

     

    El conocimiento filosófico es un conocimiento de lo que es en el sentido de que no es un conocimiento de los hechos sino de que los hechos sean. Es un conocimiento de que haya hechos. El filósofo español Zubiri lo llama en este sentido saber estricto.

     

    De la naturaleza a la ciudad



    Historia y contexto de la filosofía

     

    Todo el mundo por naturaleza desea saber, dice Aristóteles al inicio de su Metafísica. En este sentido, todo el mundo es filósofo desde tiempos immemoriales.

     

    Pero el primer filósofo que hizo explícito este deseo de saber es Tales de Mileto, en la Grecia antigua, en torno al año 600 a.C. Tales de Mileto miraba al cielo y se preguntaba por las causas no mitológicas de los fenómenos celestes. Es así como empieza la filosofía propiamente dicha. Lo que Tales de Mileto hacía era investigar la naturaleza. Los primeros libros de filosofía son poemas que tratan de la naturaleza y de sus primeros principios. Para Tales es el agua, para otros la tierra, para otros el aire, para otros el fuego. Para Empedócles es una combinación de estos elementos unidos o separados según el amor o el odio. A Tales de Mileto le siguen, pues, Anaxímenes, Anaxágoras, Anaximandro y otros. Para Anaxágoras hay una mente ordenadora de todo, a la que llama nous. Para Anaximandro el primer principio es algo indeterminado, to apeiron.

     

    Un siglo después de Tales de Mileto la pregunta por lo que es se ha trasladado a la comunidad de los hombres. Es lo que se conoce como el paso de la physis (naturaleza) a la polis (ciudad). Es decir, de algún modo la interrogación sobre la naturaleza tenía que repercutir en la vida colectiva y aun individual de los hombres que se preguntaban por la naturaleza.

     

    Es así como nace la democracia. Lo que se pregunta ahora es el principio de organización de la comunidad. Lo que se interroga ahora es el origen, no de la naturaleza, sino de las normas (nomos) de la comunidad. Y de este modo se pasa de la organización tribal en clanes a la ciudad, formada por ciudadanos. La ciudad más importante de la Grecia antigua, pero no la única, fue Atenas. En Atenas se funda la primera democracia de la historia humana en torno al año 500 a.C.

     

    De este modo, si en un primer momento la filosofía es sobre todo física (ciencia natural), en la ciudad la filosofía se convierte en ética, reflexión sobre la moral, entendiendo por moral lo que forman las costumbres, las leyes, los comportamientos, etc., de una comunidad dada. A la pregunta por la verdad de la naturaleza le sigue la pregunta por la justicia de la ciudad.

     

    Pitágoras y la matemática

     

    Todo el mundo ha oido hablar del teorema de Pitágoras, que aun hoy en día se enseña en las escuelas. Pitágoras fue un matemático de la Magna Grecia (actual sur de Italia). Fue el primero en utilizar la expresión filosofía, designando el amor al saber del que hacía gala y definiéndose como filósofo, amante de la sabiduría.

     

    Las matemáticas son una ciencia exacta. Galileo afirmó que la naturaleza está escrita en lenguaje matemático. Por tanto, al investigar la naturaleza leemos un libro escrito en caracteres matemáticos, los números. Por eso la física hace uso de la matemática. Incluso se ha hablado de una mathesis universalis, queriendo significar con ello que hay una matriz o patrón matemático universal en la naturaleza.

     

    Cabe apuntar como curiosidad que la escuela de Pitágoras era vegetariana. El ya mencionado Empedócles está considerado un pitagórico.

     

    Heráclito y Parménides

     

    Antes que Atenas empezara a florecer como la ciudad de la filosofía, Heráclito de Éfeso y Parménides de Elea destacaron en su siglo. El canon los contrapone porque para Heráclito todo es movimiento y para Parménides todo es quietud. En estos dos filósofos se empieza a hablar de un concepto que hará furor en el futuro: el ser. Para Heráclito el ser es movimiento, siempre está en movimiento: phanta rei. Para Parménides el ser es estático, siempre está quieto. Para Heráclito lo que existe es el cambio perpetuo, para Parménides lo que existe es un ser que permanece siempre igual. Para Heráclito nunca te puedes bañar dos veces en el mismo río, para Parménides el ser es idéntico a sí mismo.

     

    Se dice, como curiosidad, que Heráclito era un poco llorón. De Parménides ha llegado hasta nuestros días su distinción entre la vía de la opinión (doxa) y la vía de la verdad. De Heráclito también es conocida la frase “no me escuches a mí, escucha al Logos”.

     

    Filosofía y democracia: los Sofistas

     

    Ya hemos apuntado cómo la filosofía lleva a la democracia y cómo de la física se pasa a la ética. Pues bien, los primeros filósofos morales fueron los Sofistas. La Sofística floreció en el Gran Siglo de Atenas, del año 500 a.C al 400 a.C, es decir, desde la fundación de la democracia a la muerte de Sócrates, más o menos.

     

    Los Sofistas eran profesores, maestros del nuevo saber. Enseñaban filosofía moral, que incluía retórica y en general lo que hoy llamaríamos ciencias sociales. Se ganaron mala fama por la corrupción de la política de aquel siglo, pero es una fama a todas luces injusta. Algún corrupto habría, pero entonces ya no hablamos de la Sofística sino de sofistería.

     

    Sofistas hubo muchos, pero sobre todos destaca Protágoras. Protágoras es el gran pedagogo (educador) de la Atenas democrática del siglo V a.C. Según Protágoras, la forma de todas las cosas para nosotros es la forma humana. La forma de las cosas que son en tanto que son y de las que no son en tanto que no son no puede ser para nosotros más que la humana, nuestra misma forma humana de ver las cosas. Hay, pues, en la sofística de Protágoras un principio de relativismo.

     

    Sócrates

     

    Sócrates es el mártir de la filosofía. ¿Quién era Sócrates? Era, a diferencia de tantos filosófos de la época, ateniense. No era sofista, es decir, no cobraba dinero por sus enseñanzas. Probablemente era un funcionario que en sus ratos libres o ya jubilado se dedicaba a filosofar con amigos y discípulos en las casas, calles y plazas de Atenas. Estaba casado y tenía hijos.

     

    Sócrates fue acusado por la ciudad de Atenas de cuestionar los dioses de la ciudad y de corromper a la juventud. Platón, que era un joven seguidor de Sócrates, relata el juicio y la condena a muerte de Sócrates en su libro la Apología (que quiere decir defensa) de Sócrates. Sócrates es el protagonista de todos los posteriores diálogos platónicos.

     

    Se cuenta que el tribunal que sentenció a Sócrates le ofreció conmutar la pena de muerte por el exilio. Sócrates rechazó la oferta. Dijo que era un ciudadano de Atenas y que acataría las leyes de la ciudad hasta el final. Bebió la cicuta, que era un veneno, y murió.

     

    De la filosofía de Sócrates nos han quedado varias cosas. En primer lugar, la mayéutica. La mayéutica es el arte de ayudar a dar a luz (su mujer era comadrona). Lo que hacía Sócrates era, pues, ayudar a pensar, ayudar a dar a luz las ideas, tanto de jóvenes como de viejos, tanto de ciudadanos como de esclavos, tanto de hombres como de mujeres. La filosofía de Sócrates igualaba a todos.

     

    La mayéutica es conocida hoy en día como método socrático. El método (que significa camino) socrático consiste en el arte de preguntar y responder, en el arte de conversar. Por eso se habla con profusión del diálogo como principal fruto del método socrático. El método socrático se sigue utilizando aun hoy en día en las escuelas y universidades.

     

    Es conocida la frase de Sócrates según la cual nadie hace el mal a sabiendas. Si los hombres conocieran el bien, harían el bien, pero como lo ignoran, hacen el mal. “Dios, perdónalos porque no saben lo que hacen”, se podría decir. A esta doctrina socrática se la conoce como intelectualismo moral.

     

    La muerte de Sócrates coincide con el final del Gran Siglo de Atenas (500-400 a-C.). El siglo de las grandes tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides. Se ha hablado del pecado que la democracia cometió contra Sócrates, y contra ella misma. Por eso Aristóteles, que no era ateniense, cuando se inició un proceso de acusación en su contra similar al de Sócrates, dijo que no permitiría un segundo pecado contra la filosofía y se fue al exilio.

     

    La muerte de Sócrates coincide con la derrota de Atenas frente a Esparta en la Guerra del Peloponeso, relatada por Tucídides. Se llegó a acusar a Sócrates de favorecer los intereses de Esparta. Pero lo que hacía Sócrates era dialogar con todos sin excepción, y esto es la verdadera filosofía.

     

    La influencia de Sócrates es enorme. De Sócrates derivan Platón (y por tanto Aristóteles), los Cínicos, los Estoicos y los Escépticos. ¡Casi nada!

     

    Con Sócrates aparece finalmente la conciencia, que el griego llamaba “mi daimon”.

     

    Demócrito

     

    Demócrito era un discípulo de Protágoras (eran de la misma ciudad, Abdera). Escribió tanto de física como de ética. Para Demócrito los primeros elementos o principios de la naturaleza son los átomos. Átomo significa indivisible. Lo que hay para Demócrito no es más que átomos y vacío, átomos que se mueven en el vacío según una inclinación (clinamen).

     

    Antes de Demócrito, un tal Leucipo ya había expuesto la misma teoría, pero apenas nos ha llegado casi nada de sus textos. Demócrito es conocido por ser una persona que siempre estaba riendo. Su doctrina se conoce como atomismo o materialismo.

     

    La influencia sofística en Demócrito se ve claramente en su afirmación según la cual incluso el frío y el calor lo son por convención. Recordemos que el paso de la naturaleza a la ciudad significa el paso de la naturaleza a la convención (nomos). Lo que quiere decir Demócrito es que el frío y el calor solo existen para nosotros los humanos si los conocemos, y que todo conocimiento es convencional.

     

    En la Antigüedad, Demócrito estaba considerado el mejor de los filósofos.

     

    Los Cínicos

     

    Los Cínicos son la primera escuela seguidora de Sócrates. El primer cínico fue Antístenes, del que se cuenta que dejó el comercio de su padre y se fue a vivir “conforme a la naturaleza”. De ahí le viene el nombre a esta escuela, porque vivían “como perros” (kynos en griego).

     

    Pero el más célebre de los cínicos es sin duda Diógenes de Sínope. Se cuenta que Diógenes vivía en Atenas en una tinaja, que defecaba en público y que imprecaba a la gente por su mal comportamiento. Es conocido como el “Sócrates enloquecido”. Hay muchas anécdotas de su vida, como cuando el emperador Alejandro Magno fue a visitarle y le preguntó si necesitaba algo. La respuesta de Diógenes no se hizo esperar: “Aparta, que me tapas el sol”. Un día a la salida del teatro Diógenes iba caminando en dirección contraria a la gente. Le preguntaron qué hacía y su respuesta fue: “Voy a contracorriente”.

     

    Polemizó con Platón, que como ya ha sido dicho también era discípulo de Sócrates. Al ver una gallina desplumada Diógenes exclamó: “Ahí va el hombre de Platón”, pues Platón había dicho que el hombre era un animal bípedo sin alas.

     

    Entre los Cínicos, encontramos a las primera mujeres dedicadas por entero a la filosofía, como por ejemplo Hiparquia.

     

    La Academia: Platón

     

    La Academia de Platón es la primera escuela fundada en Atenas para uso exclusivo de filósofos. Es la primera escuela filosófica propiamente dicha. Situada en Atenas (Platón era, como Sócrates, ateniense), duró mil años, si contamos desde el 500 a.C hasta el 500 d.C, es decir, desde la fundación de la democracia en Atenas hasta el fin del Imperio Romano.

     

    Platón es el filósofo por antonomasia. Es de sobras conocida la afirmación del filósofo contemporáneo inglés Whitehead según la cual la historia de la filosofía no son sino notas a pie de página de los diálogos platónicos.

     

    Ya ha sido citada la obra que escribió en defensa de Sócrates. Platón es un gran escritor. Sus diálogos son múltiples y como también ya ha sido dicho tienen a Sócrates como interlocutor protagonista. En sus diálogos Platón trata del tiempo, del mundo (aparece por primera vez el concepto mundo, cosmos), del alma, del Estado, etc. Pero sin duda lo más célebre de Platón es el mito de la caverna.

     

    Según Platón, los hombres viven como en una caverna mirando las sombras en la pared que la luz del exterior proyecta en ella. Lo que Platón propone es girarnos y salir fuera de la caverna, salir a la luz y ver el sol, símbolo del Bien que según Platón se halla fuera de las sombras de la caverna.

     

    También es cierto que se dice que Platón cambiaba a menudo de opinión.

     

    Platón se llamaba en realidad Aristocles. Platón es su apodo, que significa “de anchas espaldas”. Polemizó sobre todo con Demócrito, y no tenía en general una buena opinión de la Sofística, a la que acusaba de degenerar en sofistería y de corromper a Atenas y, en última instancia, de matar a Sócrates. Por eso la opinión de Platón sobre la democracia no es siempre favorable a la misma.

     

    Al final de sus cartas, Platón siempre acaba con la misma frase: “Pórtate bien”.

     

    El Liceo: Aristóteles

     

    Como ya ha sido dicho, Aristóteles no era ateniense, sino macedonio. Fue a Atenas a estudiar a la Academia de Platón. Allí fue luego profesor, en concreto de Retórica. Al morir Platón, Aristóteles dejó la Academia y fundó su propia escuela, en Atenas, llamada el Liceo.

     

    A diferencia de la Academia de Platón, el Liceo se caracterizaba por su estudios en ciencias naturales. Es de sobras conocido el cuadro de Rafael en el que se ve a Platón señalando hacia arriba y a Aristóteles señalando hacia el suelo. Aristóteles bajó a tierra la doctrina de las ideas de Platón.

     

    Para Aristóteles, no existe el Bien, sino los hombres buenos, ni la virtud, sino los hombres virtuosos, etc. Aristóteles escribió sobre todo tipo de materias, sobre el cielo, los animales, la naturaleza, el alma, la política, la retórica, la poética, la ética, etc. Para el filósofo español Eugenio Trías Aristóteles es el number one.

     

    Aristóteles era hijo de médico y su filosofía está llena de metáforas médicas. Fue preceptor del joven Alejandro Magno, futuro emperador. Como ya ha sido dicho, se inició un proceso de acusación en su contra y se fue al exilio para que no se cometiera un segundo pecado contra la filosofía.

     

    Influido seguramente por Platón, su opinión sobre la democracia es más matizada que la de los Sofistas. Pero hay que subrayar que en contra de lo que se dice Aristóteles no era un anti-demócrata. En sus libros de política entiende y explica qué es la democracia.

     

    Finalmente, podemos decir que con Aristóteles aparece el concepto de felicidad. 

     

    El Jardín: Epicuro

     

    Epicuro es un discípulo de Demócrito y por tanto seguidor del atomismo. Floreció en Atenas en una época que ya no era la del esplendor democrático y por tanto recomendaba “vivir oculto”. Su escuela es conocida como el Jardín. En ella había tanto filósofos como filósofas, hombres y mujeres.

     

    Para Epicuro el origen del mal no es la ignorancia, como lo era para Sócrates, sino el miedo a la muerte. La causa de todos los males es para Epicuro el miedo a la muerte y la doctrina de Epicuro procura ofrecer un remedio contra este miedo a la muerte y por extensión a los dioses (en esto es más socrático).

     

    Lo que Epicuro busca es la tranquilidad de espíritu (ataraxia) y la encuentra justamente en la filosofía.

     

    El Pórtico: los Estoicos

     

    Los Estoicos son discípulos curiosamente de los Cínicos, y por tanto también vienen de Sócrates. Su escuela, también situada en Atenas, es conocida como el Pórtico. El término estoicismo (como por ejemplo en la frase “tomarse las cosas con estoicismo”) ha hecho furor desde entonces en adelante y aun hoy en día se utiliza muy a menudo en psicología, etc.

     

    ¿Qué es el estoicismo? El estoicismo es una doctrina a la vez física, moral y lógica. Los Estoicos destacaron sobre todo en el campo de la lógica. Por primera vez aparece con ellos el concepto de destino (hado). Y siguiendo a a algún cínico, los Estoicos se proclamaron ciudadanos del mundo, que es lo que significa la palabra cosmopolita.

     

    El más célebre de los Estoicos es Zenón de Elea, que es famoso por su paradoja de la tortuga, según la cual Aquiles nunca atrapará a la tortuga porque cuando Aquiles avanza la tortuga también avanza.

     

    Como veremos más adelante, el estoicismo tuvo una enorme influencia en el Imperio Romano, de tal modo que se puede considerar que existe una continuidad entre el estoicismo original griego y el romano posterior.

     

    Los Escépticos

     

    Otros seguidores de Sócrates son los Escépticos. Los Escépticos hacen de la duda su modo de vida. No dicen si esto es una cosa o la otra sino si les parece o no. El escepticismo contiene un principio de empirismo, algo que ya estaba en Aristóteles. De ahí que uno de los escépticos más conocidos sea Sexto Empírico.

     

    La crítica más usual al escepticismo es que sus tesis se autorefutan. Si uno dice “no existe la verdad o si existiera no se podría decir”, según los Escépticos esta frase, ¿es verdad o mentira? Si tiene pretensión de veracidad, la frase se autorefuta.

     

    Sea como fuere, la influencia del escepticismo llega hasta la modernidad, sobre todo en autores iniciales como el ensayista francés Montaigne, Descartes (la duda metódica) o el español Francisco Sánchez (Que nada se sabe), o más adelante en Hume.

     

    La Biblioteca de Alejandría

     

    Con la Biblioteca de Alejandría nos plantamos ya en el año 300 a.C. Hemos salido de Atenas y nos encontramos en la costa de Egipto. La Biblioteca de Alejandría es a la vez una biblioteca y una escuela (Museo). En ella destacan sobre todo los estudios en ciencias naturales y en matemática.

     

    El matemático más importante de la Biblioteca de Alejandría es Euclides, conocido por su geometría, la geometría euclidiana, de larga proyección en la historia.

     

    La Biblioteca de Alejandría estaba dividida en dos departamentos, el de Filología y el de Filosofía. El departamento de Filología se dedicaba al estudio del lenguaje, el departamento de Filosofía incluía todo el resto de saberes.

     

    La duración de la Biblioteca de Alejandría se extiende a lo largo del tiempo hasta la invasión musulmana. Los musulmanes, antes de quemarla y destruirla, se llevaron todos los libros de Aristóteles, entre otros, y por eso la filosofía islámica medieval es aristotélica.

     

    Otro autor destacado de la órbita de la Biblioteca de Alejandría es Ptolomeo. Ptolomeo era astrónomo y hasta Copérnico en el siglo XVI la astronomía oficial del mundo occidental era la ptolemaica.

     

    Lucrecio

     

    Lucrecio es el primer filósofo romano, anterior al Imperio. Era seguidor de Epicuro, al que dedica su poema filosófico De la naturaleza de las cosas. En este largo poema, Lucrecio llama a quitar los límites al Todo y a vivir de forma epicúrea.

     

    Se cuenta de Lucrecio que estaba locamente enamorado y que escribió su gran libro bajo esta circunstancia. Es un hermoso poema filosófico recomendable para todos los públicos. Para algunos, sigue siendo la física que podemos postular. Como escribe Lucrecio, “Ya irá diciendo...” (la naturaleza, en la que pensamos).

     

    Cicerón y la República

     

    Situados ya en Roma, no podemos pasar por alto a Cicerón. Si bien Cicerón (que es un apodo) destacó sobre todo como político, escribió algunos libros de contenido filosófico. La época de Cicerón es el final de la República romana y de la guerra civil que desemboca en el Imperio. Cicerón se pone del lado de Pompeyo frente a Julio César, finalmente victorioso. Lo más destacado de Cicerón es su defensa de la ley. Cicerón entiende al ciudadano como súbdito de la ley. Solo como súbdito de la ley es el ciudadano libre, para Cicerón.

     

    El final de la República romana se vivió como una verdadera catástrofe. A partir de Julio César empieza el Imperio romano, que se extenderá hasta su fin en el año 476 d.C. El Imperio supone respecto de la República un retroceso en la libertad civil, en la ciudadanía, pero de algún modo lqa expansión de Roma por media Europa conforma el futuro del continente. La ciudadanía, extendida al final del Imperio a todos los habitantes del limes, ya no se basa en la etnia (romana) sino que cualquiera puede ser ciudadano, sea ibero, galo, británico o germánico. Eso ya estaba en Julio César.

     

    El Imperio romano conservó siquiera en apariencia algunas formas democráticas del periodo de la República, sobre todo el Senado. Pero no olvidemos que el Emperador tenía un carácter divino.

     

    Estoicismo romano

     

    En el contexto del Imperio romano, la filosofía griega que más floreció en Roma fue, como ya ha sido dicho, el estoicismo. Estoicos fueron el hispano Séneca, el esclavo Epitecto y el emperador Marco Aurelio. Como se ve, el estoicismo fue en Roma una doctrina igualitaria que tanto valía para un extranjero en Roma, como para un esclavo o para el emperador. La contención del estoicismo (abstente y soporta) casaba bien con la extensión del imperio y aun de la esclavitud.

     

    Contemporáneo del Imperio y del estoicismo es Jesús de Nazaret y por tanto el cristianismo. La crucifixión del judío de Nazaret interrumpió las vacaciones del emperador Tiberio en Capri y conmocionó al mundo occidental. Esto fue, como es sabido, en el año 33 d.C. Poco a poco el cristianismo se fue extendiendo por el Imperio llegando a sustituir de algún modo al inicial estoicismo. Finalmente, en el siglo IV el cristianismo fue declarado en Milán la religión oficial del Imperio.

     

    San Agustín

     

    Agustín de Hipona es el primer filósofo cristiano. Hipona, en la actual Túnez, era parte del Imperio romano, y allí hizo su vida San Agustín.

     

    De todos es conocida la afirmación de San Agustín sobre el tiempo: “Si no tengo que decir lo que es, sé lo que es, si tengo que decir lo que es, no sé lo que es”. La influencia de la obra de San Agustín en el posterior cristianismo es enorme, e incluso hoy en día su Ciudad de Dios sirve como modelo para la política.

     

    Neoplatonismo: Plotino

     

    ¿Qué ocurrió en Grecia durante el Imperio romano? ¿Siguió existiendo Grecia? ¿Siguió existiendo la filosofía en Atenas? La respuesta es sí. La Academia de Platón seguía abierta y no se cerró sino con el fin del Imperio romano. A menudo los filósofos griegos eran importados en Roma como profesores, los famosos graeculi.

     

    Pero el mayor filósofo griego del periodo romano es sin duda Plotino. Plotino era un seguidor de Platón que le dio una vuelta de tuerca a su idea del Bien, hablando del Uno y de la unión mística con este Uno. Plotino, como San Agustín, influyó mucho en la filosofía medieval. Su doctrina se conoce como neoplatonismo.

     

     

     

    Antes de pasar a la Edad Media, conviene recordar que en China y en otras partes se hacía algo así como filosofía. Podemos destacar en China a Confucio y a Lao Tsé. Confucio es un filósofo propiamente dicho próximo al gobierno de su tiempo. Lao Tsé es más bien un sabio místico que dio origen al taoísmo, mezcla de religión y sabiduría práctica.

     

    En la India, como escisión del hinduismo, encontramos a Buda. El budismo a que da lugar tiene aun hoy un impacto enorme. Es la religión mayoritaria de Japón (budismo zen) y su influencia se extiende también por Occidente. El budismo es una religión sin Dios, una sabiduría de la vida de tipo más bien práctico que teórico. El concepto budista del nirvana (ausencia de dolor) es de todos conocido. El filósofo alemán Schopenhauer tiene influencias del budismo.

     

     

    El Renacimiento carolingio: Escoto Eriúgena

     

    Desde el fin del Imperio romano hasta el año 800 apenas ocurre nada en Europa. En torno al año 600 se funda el primer monasterio cristiano, benedictino, es decir, que sigue la Regla de San Benito, en la península itálica.

     

    La invasión musulmana de la península ibérica del año 711 encuentra su rechazo en Poitiers, Francia, unos años después. A partir de aquí lo que se va formando es el Reino franco dirigido por Carlomagno, al que a veces se le ha llamado padre de Europa. Es en este contexto que se habla del Renacimiento carolingio.

     

    El Renacimiento carolingio es también conocido como el primer Renacimiento, anterior al más conocido Renacimiento humanista de los siglos XV y XVI. Lo que a partir de Carlomagno intenta el Reino franco con la bendición papal es reconstruir el mundo occidental tras el fin del Imperio romano. Para ello se pretende construir escuelas, carreteras y ciudades. El resultado fue más bien pobre por falta de recursos económicos, pero de este intento de renacimiento nos han quedado algunas cosas valiosas.

     

    Al menos en la Corte del rey existió una escuela, la escuela palatina, fundada por Alcuino de York y en la que destacó sobre todo el irlandés Escoto Eriúgena. Eríugena se había formado en Irlanda pero su fama hizo que fuera llamado al Reino franco para enseñar en la escuela palatina. Maestro palatino por excelencia, Escoto Eriúgena es también un filósofo polémico por su presunto panteísmo en plena Alta Edad Media. Sea como fuere, lo que demuestra la existencia de Escoto Eriúgena, al que cabe llamar por eso el primer filósofo medieval, es que se podía hacer filosofía aun bajo el feudalismo de la época.

     

    Filosofía islámica

     

    Los musulmanes destruyeron la Biblioteca de Alejandría pero, como ha sido dicho, antes se llevaron todos los libros, entre los cuales destacaban los de Aristóteles. Es por eso que la filosofía islámica medieval es aristotélica.

     

    La filosofía islámica floreció sobre todo en el Al-Andalus, el territorio hispano conquistado por los musulmanes. El más importante de los filósofos islámicos de Al-Andalus fue Averroes, cuya doctrina influyó luego en la Universidad de París como averroísmo latino. Pero antes de Averroes encontramos otros filósofos como Avicebrón, influido por Escoto Eriúgena, Abentofail (autor de una preciosa novela titulada El filósofo autodidacta), Avempace (El régimen del solitario), etc. Fuera de la península ibérica, el filósofo más destacado fue Avicena, influido por Platón.

     

    Averroes, natural de Córdoba, tiene un libro titulado Destrucción de la destrucción que es una respuesta a la Destrucción de los filósofos de otro autor árabe contrario a la filosofía. También es conocido por su distinción entre las verdades de la fe y las verdades de la razón. Finalmente tuvo que huir de Al-Andalus al endurecerse el régimen de vida en aquel territorio.

     

    Aunque no era musulmán, otro filósofo destacado del periodo de Al-Andalus es el judío Maimónides, también natural de Córdoba y cuyo libro más célebre es la Guía de perplejos.

     

    Las Universidades y la “via modernorum”

     

    A partir del año 1000 se produce por fin un renacimiento en Europa, en concreto de las ciudades. Es conocido como la revolución comercial. Durante dos siglos las ciudades van creciendo y en torno al año 1200 se empiezan a fundar en ellas las Universidades, donde la filosofía florecerá en forma de Escolástica.

     

    Pero antes de la Escolástica, también conocida como “vía de los modernos” (como se ve, moderno es un concepto medieval), se sigue haciendo filosofía en la Europa cristiana. Cabe destacar a Pedro Abelardo y su socrático Conócete a ti mismo. Pedro Abelardo es el autor más importante anterior a la Escolástica. Es famoso su amor por Eloísa, que le trajo tanta desgracia. Tiene escrito un diálogo entre un filósofo (un musulmán, entonces los filósofos eran musulmanes), un judío y un cristiano.

     

    La Escolástica se desarrolló en las Universidades aunque no todos los escolásticos profesaron en la Universidad. Por ejemplo, el inglés Guillermo de Ockham, conocido por sus tesis revolucionarias sobre Dios, el yo o el lenguaje (nominalismo), nunca fue profesor universitario.

     

    Entre las universidades recién creadas en Europa destacan las de París, Oxford, Bolonia o Salamanca. En filosofía, la más célebre era la de París, donde profesó Santo Tomás de Aquino, que según el escritor inglés Chesterton, unió a Aristóteles con Jesucristo.

     

    Otro filósofo medieval famoso es Duns Escoto, conocido como Doctor Subtilis. Polemizó con Ockham a cuenta del yo: ¿es el yo un uno exacto o uno es más o menos yo?

     

    Sea como fuere, en la Edad Media también se empezó a hacer ciencia. El más destacado de los científicos es el inglés Roger Bacon, y más adelante el físico Nicolás de Oresme, que también tiene un libro sobre finanzas. El capitalismo moderno empezaba a asomarse.

     

    El Renacimiento

     

    Durante los siglos XV y XVI se produjo un movimiento cultural en sentido amplio conocido como Renacimiento que da lugar a la Edad Moderna. Su epicentro fue la actual Italia, pero se extendió por toda Europa. La doctrina del Renacimiento es el humanismo. Se dice que de la preocupación por Dios se pasó a la preocupación por el hombre. En este contexto aparece el concepto de dignidad humana en un libro de Picco della Mirandola. Dios sigue siendo el Creador, pero el hombre es co-creador: en eso consiste la dignidad del hombre.

     

    En filosofía hay una recuperación del interés por Platón mientras en las Universidades se seguía enseñando al Maestro (Aristóteles). Con el Renacimiento, florecen las artes, de una arquitectura religiosa como las catedrales se pasa a la construcción de edificios civiles a menudo dedicados al comercio, o a la política.

     

    Florencia es la capital del Renacimiento, y en ella destaca Maquiavelo, autor que lleva la política al realismo.

     

    Pero el escritor renacentista más famoso es sin duda Erasmo de Rotterdam, que da nombre hoy a un programa universitario para estudiantes de toda Europa. Erasmo es el autor del libro Elogio de la locura. La “locura” se celebra y se promueve. Se ha dicho que su influencia puede verse en El Quijote.  

     

    En Inglaterra, antes de ser decapitado, Tomás Moro escribe Utopía. El utopismo influyó en toda la cultura posterior hasta nuestros días.

     

    El filósofo renacentista español más conocido es Vives. Vives era valenciano pero vivió exiliado en Brujas por su origen judío.

     

    En astronomía se produce un hecho equivalente al descubrimiento de América por Colón: el libro de Nicolás Copérnico Sobre la revolución de las esferas celestes. Si el término utopía se sigue utilizando aun hoy en día, qué decir de la palabra revolución? Pues esta es la primera vez que se emplea.

     

    En religión, también se produce un fenómeno histórico: el protestantismo. No se trata de una cisma geográfico entre Occidente y Oriente o una disputa por ver quién es el Papa. Se trata de la fundación de una nueva Iglesia cristiana, la luterana (de Lutero, monje alemán), que a su vez conoce nuevas escisiones: anglicanismo, calvinismo, etc. El reformismo religioso en Europa venía produciéndose desde la Edad Media (cátaros, etc.), pero no es sino con Lutero cuando triunfa realmente.

     

    Más allá de la valoración que podamos realizar del Renacimiento, lo que es claro es que son unos años de cambio profundo en Europa (y en la recién “descubierta” América). Es el Renacimiento el que lleva a Descartes a dudar de la Escolástica y a iniciar la filosofía moderna propiamente dicha.

     

    El racionalismo: Descartes y Leibniz

     

    El Discurso del método de Descartes es de 1637. Está escrito en francés. A principios del siglo XVII se había creado el Banco de Amsterdam, primera piedra del capitalismo moderno. Descartes escribe su discurso sobre el método tomando como modelo el conocimiento matemático a partir del modelo experimental (hoy científico) de Galileo Galilei. Decepcionado por la insuficiencia del saber de la Escolástica, que solo en España Suárez había intentado renovar, Descartes se va a Holanda a investigar por su cuenta. Allí pasa veinte años y escribe la mayor parte de su trabajo. Descartes parte de la duda metódica para alcanzar luego el conocimiento. Su doctrina se conoce como racionalismo, según el cual el conocimiento procede de la razón y se obtiene por deducción. El método cartesiano consta de cuatro pasos: evidencia, análisis, síntesis y enumeración.

     

    Más allá de su doctrina, lo que importa de Descartes es su ejemplo, el hecho de que no se satisficiera con la repetida Escolástica de origen medieval e iniciara de este modo la filosofía moderna.

     

    El otro gran racionalista es el alemán Leibniz, ya en el siglo XVIII. Para Leibniz, este mundo es el mejor de los mundos posibles, pues lo ha hecho Dios y Dios podría haber hecho cualquier cosa pero ha hecho en concreto este mundo, y por tanto este mundo es el mejor de los posibles. El gran libro de Leibniz es la Monadología (todo está formado por mónadas) y su concepto principal es el de la armonía preestablecida, del universo y del hombre. No hay una mónada igual a otra, y las mónadas son incomunicables.

     

    El empirismo: Locke, Hume y Berkeley

     

    La otra gran corriente de la filosofía moderna es conocida como empirismo. Según el empirismo el conocimiento procede de los sentidos y se obtiene por inducción. El empirismo se origina geográficamente en las Islas Británicas.

     

    El primer empirista es el inglés Locke, que vivió todo el siglo XVII. Locke escribió un ensayo sobre el entendimiento humano pero ha pasado a la historia como el primer escritor en utilizar el concepto de tolerancia en su escrito sobre las religiones. Escribió sobre el gobierno, distinguiendo lo que es un gobierno civil de un gobierno eclesiástico. También escribió sobre educación.

     

    Hume es ya un autor del siglo XVIII y su impacto llega hasta hoy. La influencia del escepticismo en Hume es más acusada que en Locke. Escribió sobre la naturaleza humana así como sobre moral, política, economía, historia, etc. Hume era escocés, como su amigo Adam Smith, el autor de La riqueza de las naciones. Nunca pudo ser profesor de universidad.

     

    Berkeley era irlandés y su empirismo es algo diferente. Para Berkeley ser es ser percibido (esse est esse percipi): si no eres percibido, no eres. Para Berkeley las ideas son idénticas a sí mismas. Es un empirismo cuasi idealista, diríamos platónico.

     

    Spinoza

     

    Spinoza es un filósofo de origen sefardí nacido en Amsterdam. Fue seguidor de Descartes, pero su filosofía es original. Su gran libro es la Ética demostrada según el modo geométrico, o Ética. También escribió sobre política, y teorizó sobre la democracia. Asistió de oyente en la Universidad de Leiden pero nunca fue profesor. Su empleo era el de pulidor de lentes. Leibniz lo visitó y le ofreció una cátedra en la Universidad de Heidelberg, que Spinoza rechazó. Se carteaba con Robert Boyle, miembro de la recién creada Royal Society de Londres.

     

    El spinozismo es una doctrina según la cual la Sustancia está formada por infinitos modos y atributos, de los que conocemos, siguiendo a Descartes, dos: el pensamiento y la extensión. Dios, o sea la Naturaleza, son una y la misma cosa, como el entendimiento y la voluntad. Para Spinoza, se trata de entender “más y más” a Dios, o sea la Naturaleza. La mente humana es el autógrafo de Dios. Nadie ha podido determinar (“hasta ahora”, dice), lo que puede un cuerpo. Para Spinoza, el ejercicio de la virtud es su propia recompensa. A la pregunta de para qué sirve la filosofía, Spinoza responde que su doctrina le parece “útil para la vida”, pues permite “disfrutar de la vida mejor que temer a la muerte”.

     

    El conocimiento en Spinoza se obtiene tanto por inducción como por deducción, pero hay un tercer género de conocimiento al que llama intuición que lo emparenta con la ciencia intuitiva del Salomón de la Biblia. Spinoza nos insta a ver las cosas sub specie eternitatis, bajo la especie de la eternidad. Para Spinoza, todos nos sentimos y experimentamos como eternos.

     

    Spinoza nació en 1632 y murió en La Haya en 1677. A la identificación de Dios y la Naturaleza se la conoce a veces como panteísmo. La influencia posterior de Spinoza es apenas cuantificable. La Ilustración de corte más radical sigue a Spinoza, y el idealismo alemán leyó y recibió a Spinoza con entusiasmo.

     

    Newton

     

    Si Copérnico acaba en el siglo XVI con la astronomía de origen ptolemaico, Newton pone fin en el siglo XVIII a la física que venía de Aristóteles. Es por esto que Newton es el primer físico moderno. Su libro Principios matemáticos de la filosofía natural (a la física aun se la llamaba filosofía natural) hizo furor. La física de Newton trata de la energía reelaborando el principio de inercia. Polemizó entre otros con Leibniz sobre el cálculo infinitesimal.

     

    Newton es hoy una figura prominente en Gran Bretaña. Un héroe de la nación.

     

    Kant

     

    Y con esto llegamos al final del siglo XVIII, y por tanto de la Edad Moderna, que puede considerarse en realidad una transición entre la Edad Media y la Edad contemporánea.

     

    El siglo XVIII es conocido como el siglo de la Ilustración, o de las Luces. La obra más importante de la Ilustración es el libro colectivo conocido como Enciclopedia, elaborada en París y dirigida por los franceses Diderot y D´Alembert.

     

    Kant es el último ilustrado. La filosofía kantiana intenta sintetizar el racionalismo y el empirismo, tras despertar del sueño dogmático (leyendo a Hume). El sueño dogmático es una herencia de la Escolástica de origen medieval según la cual la metafísica es una ciencia. Después de Newton, la ciencia moderna ya no es la misma ciencia que antes. A veces se conoce también a la filosofía kantiana como giro copernicano. Para Kant, la metafísica no puede ser una ciencia en el sentido moderno. Esto destruye definitivamente la Escolástica y el mundo asociado a ella.

     

    Kant escribió numerosos libros, pero destacaremos sus tres grandes críticas: la Crítica de la razón pura (donde trata del conocimiento), la Crítica de la razón pura práctica (donde trata de la moral) y la Crítica del juicio (donde trata de la estética)

     

    La filosofía kantiana intenta responder a tres preguntas fundamentales, que el propio Kant se planteó: ¿qué soy? ¿qué puedo conocer? ¿qué cabe esperar?.

     

    Kant escribió también sobre política, por ejemplo en su conocido libro Sobre la paz perpetua. En asuntos de religión propone una Iglesia invisible universal, arquetipo de todas las Iglesias realmente existentes. La Iglesia invisible kantiana es una comunidad ética.

     

    Kant fue profesor en la Universidad de Konigsberg. Ni los racionalistas ni los empiristas ni Spinoza habían sido profesores. Kant sí lo era, y a partir de entonces se convertirá en el modelo de profesor universitario contemporáneo.

     

    Hegel

     

    ¿Quién es Hegel? Hegel es el profesor contemporáneo por excelencia. A veces se le ha llamado el Platón contemporáneo. Profesó sobre todo en la Universidad de Berlín. Si Kant es el último moderno, Hegel es ya el primer contemporáneo.

     

    El concepto principal de Hegel es el de espíritu. El espíritu es la realización efectiva de la libertad. En La fenomenología del espíritu, Hegel se propone pasar del amor al saber al saber, pues, ¿qué es sino la filosofía? Si la filosofía es el deseo de saber, al final lo que queremos es saber y no quedarnos en el deseo. En este libro Hegel recorre la experiencia de la conciencia hasta llegar a la “historia concebida”. La filosofía para Hegel desemboca en la historia concebida.

     

    Otros grandes libros de Hegel son su Filosofía del derecho, donde expone qué es el Estado, la Ciencia de la lógica y la Estética. En su filosofía del derecho, Hegel dice que el Estado es la sustancia ética, el bien, la libertad. Es como si la Ética de Spinoza se hiciera Estado. El concepto principal es el de eticidad, que engloba a la familia, a la sociedad civil y al propio Estado. Por encima de los Estados solo está el espíritu del mundo.

     

    En la Ciencia de la lógica Hegel trata del conocimiento. El conocimiento viene a ser para Hegel el entendimiento de la no-nada, modo negativo de definir al ser. Es como cuando quedamos anonadados.

     

    En la Estética, Hegel desarrolla lo que podemos llamar teoría del arte contemporáneo. El arte ya no es imitación de la naturaleza. La naturaleza entra en crisis. El arte se libera.

     

    Esta es a grandes rasgos la filosofía de Hegel.

     

    Marx

     

    El alumno más importante de Hegel es Marx. Marx es más un ideólogo (conoce la ideología de los psicólogos) que un filósofo, pero su conocida frase “Hasta ahora la filosofía ha interpretado el mundo, es hora de transformarlo” sigue en el frontispicio de la Universidad de Berlín. El “socialismo científico” (diferente al utópico) de Marx está felizmente superado, no así su idea de paraíso, al que llama paraíso comunista, donde el trabajo lo harían las máquinas y los hombres se podría dedicar a pescar, hacer la siesta o a la crítica teatral. ¿Como salir de la alienación? Más que por la vía marxista habría que regresar a Hegel: alineándose con lo general.

    El trabajo más importante y minucioso de Karl marx es El capital.   

     

    Darwin

     

    Darwin puso fin a la biología de origen aristotélico. En su libro El origen de las especies explica el origen de los animales y su evolución. Por eso su teoría se conoce como teoría de la evolución. De joven viajó a Suramérica para luego escribir un relato en el Viaje del Beagle. Darwin ya habla en este libro del concepto de cambio climático. Es un libro sumamente divertido.

     

    Desde Darwin en adelante los evolucionistas se han entretenido en perfeccionar la teoría de Darwin: mutacionismo, variabilidad, etc. El impacto del darwinismo ha sido desde entonces más importante que la propia teoría. Incluso se ha hablado de un darwinismo social.

     

    El filósofo español Eugenio Trías propone un darwinismo crítico.

     

    Nietzsche

     

    Nietzsche fue un joven profesor de filología clásica en la Universidad de Basilea que prontó dejó la cátedra para dedicarse a la filosofía. Vivió en diversas partes de Europa, destacando su residencia de verano en Sils-Maria, Suiza. Desde Sils-Maria, escribió libros que él mismo llamaría intempestivos, inactuales, como el más conocido de todos, Así habló Zaratustra. Nietzsche hizo suya “la muerte de Dios” del idealismo alemán de principios del siglo XIX y extrajo todas las consecuencias. Propuso un ateísmo como “segunda inocencia” desculpabilizadora.

     

    Uno de los conceptos nietzscheanos que han quedado en el imaginario colectivo es el de “buen europeo”. Ser buen europeo significa un máximo de fuerza de adaptación, y es el movimiento democrático de Europa hacia el progreso o la civilización. Es por esto que Nietzsche es el filósofo del europeísmo, del buen europeísmo, aun hoy en día.

     

    Nietzsche es un filósofo popular, es decir, ajeno a la academia, aunque sigue estudiándose en la academia, que ha aclarado el malentendido del nietzscheanismo con ideologías criminales como el nacionalsocialismo.

     

    El pragmatismo: Peirce

     

    Después de la Guerra civil americana (1861-1865), el pragmatismo se convirtió en la filosofía de los Estados Unidos de América. Su fundador es Charles S. Pierce, al que siguieron ya en el siglo XX el psicólogo William James y el pedagogo John Dewey. El pragmatismo, en palabras de Peirce, es “un nuevo realismo de un sentido común crítico”. El pragmatismo es más un método que una doctrina, y su idea básica consiste en la idea según la cual “hay que incluir los efectos sensibles de lo que concebimos en lo que concebimos”.

     

    El pragmatismo americano ha creado una escuela y ha llegado hasta nuestros días en figuras como Rorty. Si interés político principal es la democracia, a la que Rorty define como “una gran conversación”.

     

    En cuanto al aspecto más doctrinario, una derivada del pragmatismo es la semiótica de Pierce. La semiótica es el estudio de los signos. Peirce fue profesor de Lógica durante cinco años en la Universidad John Hopkins, la única laica de entonces. Para Peirce, el conocimiento empieza por la sensación (primeridad), luego la voluntad media (segundidad) entre la sensación y el entendimiento, hasta alcanzar el conocimiento (terceridad). El concepto de intuición lo entiende Peirce como abducción o retroducción.

     

    Freud y el psicoanálisis

     

    Freud era un médico vienés y profesor conocido por su teoría del psiconálisis. La psicología se había convertido a finales del XIX en Alemania en una disciplina autónoma, pero Freud le da una vuelta de tuerca a principios del XX. Para Freud existe lo que llama inconsciente, o ello, además del yo y del nosotros. El inconsciente es, para decirlo como el filósofo griego Castoriadis, un magma de significaciones no explicítas, como un sueño. Para Freud, la formación del yo pasa por el encauzamiento del inconsciente. Cómo encauzarlo es otra cuestión. Castoriadis le da la vuelta a la fórmula freudiana y dice: “Donde está el yo, el ello debe emerger”.

     

    El psicoanálisis se convirtió además en una práctica terapéutica utilizada aun hoy en día.

     

     

    Einstein y la física cuántica

     

    Si Newton es el físico moderno por antonomasia, Einstein, judío alemán, se ha convertido en el físico contemporáneo por excelencia. Lo que era aun espacio absoluto en Newton se relativiza en Einstein en un espacio-tiempo diferente al newtoniano. La física de Einstein es más conocida como teoría de la relatividad. Para Einstein, hay una relatividad restringida y una relatividad general. Einstein fue Premio Nobel por su teoría de la relatividad restringida, pero más problemas presenta su teoría de la relatividad general. En concreto, son muy problemáticos su principio de equivalencia y la existencia de agujeros negros.

     

    Es conocida la afirmación de Einstein de que creía en el Dios de Spinoza. La teoría de la relatividad de Einstein es hoy cultura popular. En efecto, el movimiento es relativo, como ya sabía en el Renacimiento un Giordano Bruno.

     

    Contemporánea de la física einsteiniana es la física cuántica. La física cuántica, o mecánica cuántica, no es sino el renacer contemporáneo del antiguo atomismo o materialismo. Ahora los átomos son cuantos.

     

    Planck, Heisenberg, Bohr, etc., son los físicos cuánticos más conocidos. Al decir de Zubiri, la física cuántica es solo una simbolización del atomismo. Si Demócrito mismo no sabía realmente qué eran los átomos, lo mismo ocurre en la contemporánea mecánica cuántica con los cuantos. Lo único que podemos hacer, y estos físicos han hecho, es simbolizarla.

     

    El existencialismo: Heidegger

     

    El antecedente del existencialismo contemporáneo se remonta al filósofo danés del siglo XIX Soren Kierkegaard. Pero es con el filósofo alemán Heidegger cuando toma carta de naturaleza en el XX. Heidegger polemizó a cuenta del existencialismo con el filósofo francés Sartre, pero la obra de Heidegger destaca sobre todas las demás.

     

    Para Heidegger, los seres humanos estamos ahí (dasein), arrojados a la existencia. De lo que se trata es de habitar ese ahí, y Heidegger al final de su vida propone un habitar de tipo poético. Su obra principal fue sin embargo Ser y tiempo, en la que retoma antiguas cuestiones de la metafísica como el tiempo, la actividad, el ser, etc.

     

    Al igual que otros filósofos, entre ellos el español Ortega, Heidegger meditó sobre la técnica. Desde Hegel por lo menos, es decir, desde los inicios de la Revolución industrial contemporánea, la técnica está cada vez más presente en nuestras vidas. Para bien o para mal, eso depende, y ahí juega un papel la reflexión filosófica, como por ejemplo la existencialista de Martin Heidegger.

     

    Wittgenstein

     

    Wittgenstein era un filósofo austriaco que vivió exiliado en Inglaterra. Sus dos principales libros son el Tractatus logico-philosophicus y las Investigaciones filosóficas. De ahí que se hable de dos Wittgensteins, el primer Wittgenstein y el segundo Wittgenstein.

     

    El primer Wittgenstein, emulando a Descartes, trata de determinar qué es el ser. Se dice que lo escribió en las trincheras de la 1ª Guerra Mundial. Para este Wittgenstein, el ser es lingüístico. Por eso a la filosofía de Wittgenstein se la conoce también como la del giro lingüístico. Una de las proposiciones más conocidas del Tractatus es que “de lo que no se puede hablar hay que callar”. El Tractatus desemboca pues en la mística.

     

    El segundo Wittgenstein, ya instalado en la Universidad de Cambridge, rompe con el Tractatus y elabora una filosofía de los juegos del lenguaje y de sus reglas. El lenguaje es un juego, casi como diría un Sofista (“el significado de una expresión es su uso social”), y como cualquier juego tiene, eso sí, unas reglas. Wittgenstein reflexiona en las Investigaciones sobre las reglas del juego que es el lenguaje. Ya no se calla, sino que juega, casi como los niños de Heráclito.

     

    Wittgenstein es quizá el filósofo académico más importante del siglo XX.

     

    Arendt

     

    Hanna Arendt es la única mujer que encabeza un texto en esta breve historia de la filosofía. El siglo XX es el siglo del sufragio femenino y de la incorporación paulatina de las mujeres a la vida pública. Si incluimos a Arendt y no a otras pensadoras, como la española María Zambrano, es porque la filosofía de Arendt ejerce aun hoy en día una enorme influencia en las concepciones políticas contemporáneas. El término totalitarismo, para definir lo que fueron el bolchevismo, el fascismo y el nazismo, es de Arendt. Arendt reflexiona sobre la política en su libro Qué es la política y en este libro empieza desafiando nada menos que a Aristóteles y su idea del animal político. Para Arendt, no existe ningún animal político, en lo que la política consiste es en una relación, la política se desarrolla en el “entre sí inesencial” de las relaciones de cada uno con cada uno. Hablar los unos con los otros fuera de las relaciones de mando y obediencia, eso es la política, en concreto la democrática.

     

    Arendt fue alumna y amante de Heidegger. Un alemán y una judía enamorados es la mejor antítesis del nazismo que se pueda imaginar.

     

    Deleuze y la filosofía contemporánea

     

    La vida del filósofo francés Gilles Deleuze recorre todo el siglo XX. Acabamos esta breve historia de la filosofía con Deleuze porque lo consideramos el más idóneo para hablar de la filosofía contemporánea, de sus problemáticas y desafíos.

     

    Los tres grandes libros de Deleuze son la Lógica del sentido, El anti-Edipo y Mil mesetas. Además, dedicó obras a otros filósofos modernos y contemporáneos.

     

    En El Anti-Edipo, Deleuze, junto a Guattari, se propone “liberar a los europeos del yugo edípico”. Una de las consecuencias no deseadas del psicoanálisis de Freud de principios del siglo XX fue subyugar la cultura europea con el mito griego de Edipo. Deleuze y Guattari se proponen liberarla. Sea como fuere, cabe recordar que la tragedia antigua Edipo rey tiene una segunda parte, Edipo en Colona. En esta segunda parte, Edipo, ciego pero en paz consigo mismo, vive los últimos días de su existencia de forma pacífica. Asienta las bases teóricas para una ayuda psicológica profesional.

     

    En Mil mesetas, su obra acaso más aclamada, Deleuze, nuevamente junto a Guattari, expone su concepto del rizoma. A partir de geometrías no euclidianas, Deleuze propone un pensamiento rizomático al modo de tales geometrías.

     

    Este pensamiento rizomático es el que permite a Deleuze líneas de fuga del capitalismo. Hay que subrayar que Deleuze no es anticapitalista. De hecho, en uno de sus últimos libros tiene palabras elogiosas del capitalismo (que establecería un “plano de inmanencia” en lo real) sin escapérsele que también puede ser represor. Es entonces cuando propone ya desde sus primeras obras estas líneas de fuga que desembocarían en una idea de la convivencialidad más allá de la capitalista.

     

    En cuanto a la relación de Deleuze con el llamado posmodernismo, podemos también decir que Deleuze no es posmoderno. El posmodernismo es un movimiento contrario a la idea del Todo que se remonta a la Grecia antigua. El representante contemporáneo por excelencia de esta idea del Todo no es otro que Hegel. Deleuze no es hegeliano, pero no se puede hacer filosofía contemporánea sin dialogar con Hegel, de modo semejante a como la historia de la filosofía no son sino notas a pie de página a los diálogos de Platón. Deleuze dialoga con Hegel al pensar el capitalismo contemporáneo, el arte contemporáneo, el Estado contemporáneo, etc. Con su amigo Michel Foucault, dialogan con Hegel tratando de esquivar sus interpretaciones represivas, sea en forma de biopolítica (por eso Deleuze aboga por un “cuerpo sin órganos”) o de cualquier otra forma.