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El Deseo en la Filosofía de Spinoza: Ética y Naturaleza Humana Explicadas

Spinoza y el Consumismo Moderno: Deseos Fugaces vs. Auténticos.

¿Alguna vez te has preguntado qué impulsa realmente nuestras acciones y deseos en un mundo saturado de consumismo y apetencias superficiales? En la filosofía de Baruch Spinoza, el deseo no es un capricho pasajero, sino la esencia misma del ser humano, un motor que conecta la naturaleza humana con una ética profunda y transformadora. En este artículo, exploramos “El Deseo en la Filosofía de Spinoza: Ética y Naturaleza Humana Explicadas”, analizando cómo su obra maestra, la Ética demostrada según el orden geométrico, nos invita a distinguir entre deseos auténticos y las ilusiones inducidas por la sociedad moderna. Sumérgete en esta reflexión para descubrir cómo los conceptos de Spinoza pueden ayudarnos a entender nuestra relación con el mundo y a navegar los desafíos del consumismo contemporáneo.




Contexto Histórico y Conceptual: Spinoza y el Deseo en su Época

Para comprender el deseo es esencial situarnos en el siglo XVII, una era de transformaciones intelectuales y religiosas en Europa. Baruch Spinoza, nacido en Ámsterdam en 1632 y fallecido en 1677, vivió en un momento de tensiones entre la ortodoxia religiosa, el auge del racionalismo y los primeros pasos de la Ilustración. Como pensador judío excomulgado por su comunidad y criticado por las autoridades cristianas, Spinoza desarrolló una filosofía radical que desafiaba las nociones tradicionales del deseo, la naturaleza humana y Dios, presentándolos como parte de una sola sustancia infinita, que llamó “Dios o Naturaleza”.
En su obra cumbre, Ética demostrada según el orden geométrico (1677), Spinoza propone que el deseo (conatus) es la esencia misma del hombre, la fuerza que nos impulsa a perseverar en nuestra existencia y a buscar la alegría (beatitudo). A diferencia de los filósofos anteriores, como Descartes, o de las visiones cristianas que veían el deseo como pecaminoso, Spinoza lo concibe como algo natural y necesario, inseparable de la razón y los afectos. Este enfoque contrasta con el mundo moderno que describe el texto: una sociedad saturada de consumismo y deseos fugaces, donde las apetencias superficiales, impulsadas por la publicidad, opacan los deseos auténticos que Spinoza celebraba.
Este contexto histórico y conceptual nos permite entender por qué la filosofía de Spinoza sigue siendo relevante hoy. Su visión del deseo como un puente entre la naturaleza humana, la ética y el cosmos ofrece una crítica poderosa al vacío de los impulsos modernos, invitándonos a reflexionar sobre cómo recuperamos una relación más profunda y consciente con nuestros anhelos.

El deseo de Spinoza hoy

Spinoza moderno en cómic, chaqueta y jeans, sosteniendo su Ética en ciudad nocturna con anuncios, simbolizando deseos frente al consumismo, Microfilosofia.com



Así que pretendo hacer filosofía partiendo de uno de los conceptos más trillados de la historia de la filosofía, encuentren ustedes a un filósofo que se precie que no haya hablado del deseo y su interacción con el hombre y la naturaleza. Ya se pueden imaginar que es un concepto central al hombre, cuerpo autónomo e integrado en el hombre que participa de él como la sal al mar, el deseo es la parte consciente y procedimental de la naturaleza humana, y así como la naturaleza del desarrollo puede predecirse por sus genes y sustancias -por su determinación genética- la naturaleza del deseo humano puede intuirse por sus ideas y conceptos. No es poca cosa detenerse a pensar en ello: el deseo no solo nos atraviesa como un hilo que cose nuestra existencia, sino que también nos define en nuestra relación con el mundo, con los otros y con nosotros mismos. Es un motor silencioso, a veces imperceptible, que guía nuestras acciones incluso cuando creemos que somos dueños absolutos de nuestras decisiones.
El deseo que a mí me interesa es el de Spinoza, quien dice que este es la esencia del hombre, es decir, para Spinoza el deseo es lo que mueve al hombre en la dirección y forma en la que los hombres pueden formarse a sí mismos en cuanto a individuo o cuerpo social. Y no hay ejemplo más claro que su "Ética demostrada según el orden geométrico" como libro que define y ejemplifica esta descripción. Ya que es un libro de deseos, de esos libros que crecen sobre tu cabeza y hacen hijos a tus espaldas. Si un hombre quisiese aprender a desear intensamente no puede perderse este libro.
Es una obra que no se limita a describir el deseo, sino que lo despliega en un sistema riguroso, como si fuera una arquitectura del alma humana trazada con compás y regla. Spinoza no se conforma con observar el deseo desde lejos; lo disecciona, lo ordena y lo presenta como una fuerza viva que no solo nos empuja, sino que nos constituye. Ahora bien, los deseos de Spinoza son complejos y entrelazados, no son deseos fugaces como las apetencias que se muestran en televisión, ni deseos basados en "pulsiones" o instintos, como son la gula, la avaricia, la lujuria o el ansia de poder—-estos son deseos incompletos que siempre van acompañados de alguna tristeza, de un vacío que se cuela por las rendijas de la satisfacción momentánea. En Spinoza el deseo es uno, y al mismo tiempo infinito, capaz de descomponerse en una multiplicidad de deseos y afectos, como un prisma que refracta la luz en colores diversos sin perder su unidad esencial.
Pero, no pretendo aquí extenderme en la fuerza del deseo spinoziano —eso ya puede hacerlo quien quiera en su casa, con un café en la mano y la disposición de dejarse interpelar por sus páginas—, lo que vengo es a criticar, y a decir que los deseos que veo en la gente a diario, los deseos que anidan en ciertas cabezas llenas de pájaros, junto con otros de cabezas más instruidas e igualmente inutilizadas son, en su mayoría, deseos fugaces. Más que deseos son apetencias, o pequeños intereses inducidos. Apetencias de una chocolatina, de una fragancia, de una gominola, de un viaje a un lugar que en el fondo no importa tanto, de un utensilio no necesario que mañana quedará olvidado en un cajón. Son sombras de deseos, ecos de algo más profundo que ha sido reemplazado por un simulacro. Lo que ocurre es que los deseos que respiramos solo son producidos por el intelecto del hombre en su propio bien en una mínima parte; el resto son desechos de la publicidad, subproductos de un sistema que nos bombardea con imágenes, promesas y necesidades artificiales. Pensemos, por ejemplo, en el frenesí de las compras navideñas, en esos anuncios que nos dicen que la felicidad está a un clic de distancia, en un nuevo teléfono o en un perfume que nos hará inolvidables. ¿Cuánto de eso es deseo genuino y cuánto es sugestionado desde fuera?
Libro de Spinoza en una calle nocturna de una ciudad moderna con anuncios brillantes, simbolizando la búsqueda de deseos auténticos frente al consumismo, filosofía y ética spinoziana
¿A quién le interesa tener tanta cantidad de deseos inútiles en su cabeza?, eso no interesa a ningún individuo, solo es un concepto de pago con intereses lúdicos, una deuda que cargamos sin darnos cuenta, un juego en el que participamos sin haber elegido las reglas. ¿Por qué tenerlo en mi cabeza?, ¿Qué puedo hacer para defenderme de esto?, lo único que se puede hacer es hacerse consciente de los deseos propios. Y para esto solo conozco un remedio: Ética demostrada según el orden geométrico de Baruch de Spinoza. No es una solución fácil ni inmediata, claro está. Leer a Spinoza requiere paciencia, un esfuerzo casi matemático para seguir sus proposiciones, definiciones y escolios. Pero en ese esfuerzo está la clave: al comprender el deseo como una fuerza que nos atraviesa y nos forma, podemos empezar a distinguir entre lo que realmente nos pertenece y lo que nos ha sido impuesto. Es un ejercicio de autoconocimiento, una forma de limpiar la mente de escombros y quedarse con lo esencial. Porque si algo nos enseña Spinoza, es que el deseo verdadero, el que merece ese nombre, no se agota en la superficie de las cosas, sino que se dirige hacia lo eterno, hacia una alegría que no depende de lo pasajero. Y en un mundo saturado de apetencias triviales, ¿no es eso, acaso, una revolución silenciosa?

El “sueño” de Nietzsche contra la caverna de Platón.

El “sueño” de Nietzsche contra la caverna de Platón.
Para Friedrich Nietzsche el mundo no tiene sentido, es caos, y no existe nada de preestablecido. Pues este mundo que creamos es un sueño, una prisión: vivimos así dentro de nuestro horizonte, de nuestra perspectiva, y la verdad – el caos – está fuera. Este sueño es la única manera dada al hombre para ver la existencia, la “verdad”, y la única manera para no hundirse en el caos es mantener este sueño – nuestra perspectiva, que queda una mera imagen del caos —, ya que el caos nos obliga a tomar una posición valiente y creativa poniéndonos frente a la insensatez de nuestras vidas.

Visualización de la filosofía de Nietzsche versus la alegoría de la caverna de Platón: hombre en celda simbolizando la percepción limitada de la realidad según Nietzsche, versus hombres encadenados viendo sombras en la caverna de Platón, representando la diferencia entre el mundo sensible y el inteligible.


Solo el prisionero puede mantener este sueño; solo es libre aquel que es capaz de reconocerse como prisionero. De hecho, la realidad es, para aquellos que no pueden soportar el peso de los sueños, el peso de una existencia sin sentido: el hombre desea la verdad porque es incapaz de enfrentarse con el sueño, con el misterio.
Así que Nietzsche utiliza la metáfora de la prisión para definir al hombre libre: no como él que se refugia en valores sin fundamento, considerados poseedores de verdad, que no puede soportar el peso al que lo pone el caos, sino como él que está consciente de su condición de prisionero y que sabe que no puede conocer la verdad no siendo capaz de descifrar el caos en constante transformación y, por lo tanto, teniendo como única manera de conocer la verdad la perspectiva, el sueño (el conocimiento de la verdad posible solo desde una posición parcial).

En la caverna de Platón los hombres están atados y dirigidos hacia una pared en la que se puede ver solo sombras de lo que pasa fuera. Fuera de esta caverna hay otro muro más allá del cual otros hombres asoman formas de animales, plantas y personas que están proyectadas por un fuego en la pared de los hombres encadenados en la caverna. Si uno de esos hombres que llevan las formas hablará, en la caverna se formaría un eco que podría llevar a los prisioneros a pensar que aquella voz provenga de las sombras que ven pasar sobre el muro. Mientras que una persona externa tendría una idea completa de la situación, los prisioneros, no sabiendo lo que realmente pasa detrás y no teniendo experiencia del mundo exterior (están encadenados desde la infancia), serían llevados a interpretar las sombras “hablantes” como objetos, animales, plantas y personas reales.

En este mito de la caverna Platón identifica a esta con el mundo sensible y el “afuera” con el mundo inteligible (el supra sensible), con la verdad. Platón afirma que normalmente los hombres son prisioneros, obligados a mirar las sombras de formas simples que ni siquiera son objetos reales; estos objetos reales solo se pueden encontrar “fuera de la caverna”, es decir en el mundo inteligible de las formas conocidas por la razón y no por la percepción. Los hombres no conocen directamente e inmediatamente a los objetos reales del mundo: más bien, nosotros solo conocemos el efecto que la realidad externa actúa en nuestras mentes. Cuando miramos un objeto, solo percibimos una copia, una sencilla representación mental del verdadero objeto de la realidad externa.
Platón, por lo tanto, a través de la metáfora de la caverna, reconoce el hombre libre en él que está consciente de que el mundo sensible no revela la verdadera esencia de las cosas, en él que puede alcanzar el conocimiento puro de lo real liberándose de las cadenas de su experiencia y mirando la luz de las estrellas y de la luna, llegando en el mundo de la pura intelección y comprendiendo la idea del Bien en sí.

Platón y Nietzsche utilizan la metáfora de un lugar cerrado como la caverna y la prisión con el fin de llegar a la definición de hombre libre y para ambos fuera de este lugar cerrado está la verdad. La diferencia entre Platón y Nietzsche es que, para el primero, Platón, la verdad es directamente visible, aunque no en el mundo de los sentidos (que es solo una copia de lo supra sensible), sino en el mundo inteligible (fuera de la caverna), mientras que para el otro, Nietzsche, no podemos conocer la verdad que se encuentra fuera de la prisión, una verdad que puede ser identificada con el caos, es decir con algo que está en constante movimiento, en constante transformación. Para Platón el mundo tiene un sentido y la realidad, la verdad, puede ser alcanzada por el hombre; para Nietzsche, en cambio, el mundo no tiene sentido y es el hombre que tiene que crear un sentido, y la verdad, el caos, no es cognoscible sino desde una posición parcial, a través de la perspectiva, en el mantenimiento del sueño.
Además, fundamental para
Nietzsche es el abandono del planteamiento metafísico platónico (que ve una distinción entre el mundo sensible y el mundo supra sensible) para sostener la falta de fundamento de un mundo trascendental. Lo único que queda al hombre es su vida terrenal, la apariencia, entendida aquí como una manera de interpretar la verdad.

Las tres transformaciones de Nietzsche: Camello, León y Niño.

Nietzsche dedica en el libro Así habló Zaratustra un par de páginas a la descripción de las tres transformaciones del hombre, la primera en camello, después león y al fin niño. En este artículo el discurso del gran Zaratustra se adentra en la problemática de la libertad individual: ¿piensa el hombre? Y ¿quien piensa por el hombre?, preguntas que se formulan acompañadas de la prosa y la agresividad del martillo.
Lectura de Nietzsche en Así habló Zaratustra - De las transformaciones.

Las tres transformaciones del espíritu de Nietzsche: de camello a león y a niño, que representan el viaje del espíritu a través de la humildad, la rebelión y la inocencia.



Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño. Hay muchas cosas pesadas para el espíritu, para el espíritu fuerte, de carga, en el que habita la veneración: su fortaleza demanda cosas pesadas, e incluso las más pesadas de todas. ¿Qué es pesado?, así pregunta el espíritu de carga, y se arrodilla, igual que el camello, y quiere que lo carguen bien. ¿Qué es lo más pesado, héroes?, así pregunta el espíritu de carga, para que yo cargue con ello y mi fortaleza se regocije. ¿Acaso no es: humillarse para hacer daño a la propia soberbia? ¿Hacer brillar la propia tontería para burlarse de la propia sabiduría? ¿O acaso es: apartarnos de nuestra causa cuando ella celebra su victoria? ¿Subir a altas montañas para tentar al tentador?(1). ¿O acaso es: alimentarse de las bellotas y de la hierba del conocimiento y sufrir hambre en el alma por amor a la verdad? ¿O acaso es: estar enfermo y enviar a paseo a los consoladores, y hacer amistad con sordos, que nunca oyen lo que tú quieres? ¿O acaso es: sumergirse en agua sucia cuando ella es el agua de la verdad, y no apartar de sí las frías ranas y los calientes sapos? ¿O acaso es: amar a quienes nos desprecian y tender la mano al fantasma cuando quiere causarnos miedo?, todas estas cosas, las más pesadas de todas, carga el espíritu de carga: semejante al camello que corre al desierto con su carga, así corre él a su desierto.

Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: en león se transforma aquí el espíritu, quiere conquistar su libertad como se conquista una presa y ser señor en su propio desierto. Aquí busca a su último señor: quiere convertirse en enemigo de él y de su último dios, con el gran dragón quiere pelear para conseguir la victoria. ¿Quién es el gran dragón, al que el espíritu no quiere seguir llamando señor ni dios? «Tú debes» se llama el gran dragón. Pero el espíritu del león dice «yo quiero». «Tú debes» le cierra el paso, brilla como el oro, es un animal escamoso, y en cada una de sus escamas brilla áureamente «¡Tú debes!». Valores milenarios brillan en esas escamas, y el más poderoso de todos los dragones habla así: «todos los valores de las cosas - brillan en mí». «Todos los valores han sido ya creados, y yo soy - todos los valores creados. ¡En verdad, no debe seguir habiendo ningún “Yo quiero!”» Así habla el dragón. Hermanos míos, ¿para qué se precisa que haya el león en el espíritu? ¿Por qué no basta la bestia de carga, que renuncia a todo y es respetuosa? Crear valores nuevos - tampoco el león es aún capaz de hacerlo: más crearse libertad para un nuevo crear - eso sí es capaz de hacerlo el poder del león. Crearse libertad y un no santo incluso frente al deber: para ello, hermanos míos, es preciso el león. Tomarse el derecho de nuevos valores - ese es el tomar más horrible para un espíritu de carga y respetuoso. En verdad, eso es para él robar, y cosa propia de un animal de rapiña. En otro tiempo el espíritu amó el «Tú debes» como su cosa más santa: ahora tiene que encontrar ilusión y capricho incluso en lo más santo, de modo que robe el quedar libre de su amor: para ese robo se precisa el león.

El viaje del espíritu desde la carga que soporta hasta la búsqueda de la libertad, hasta la creación inocente.




Pero decidme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha podido hacer? ¿Por qué el león rapaz tiene que convertirse todavía en niño? Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí. Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa un santo decir sí: el espíritu quiere ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo.

Tres transformaciones del espíritu os he mencionado: cómo el espíritu se convirtió en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño. 
Y entonces residía en la ciudad que es llamada: La Vaca Multicolor(2).

NOTAS: 

(1)  Tentador, para el cristiano- es el que sube a la montaña para inducir a Jesús a pecar.
(2)  «La Vaca Multicolor» traducción de la ciudad Kalmasadalmyra, visitada por Buda en sus peregrinaciones.

Nietzsche -Así habló Zaratustra

Pintura de un sabio maestro que se separa de sus alumnos, cada uno emprendiendo su propio camino, con un sentido de independencia y autodescubrimiento, inspirado en las enseñanzas de Zaratustra.


Sabio Zaratustra representación



¡Ahora yo me voy solo, discípulos míos! ¡También vosotros os vais ahora solos! Así lo quiero yo.
En verdad, este es mi consejo: ¡Alejaos de mí y guardaos de Zaratustra! Y aún mejor: ¡avergonzaos de él! Tal vez os ha engañado. El hombre del conocimiento no solo tiene que poder amar a sus enemigos, tiene también que poder odiar a sus amigos.
Se recompensa mal a un maestro si se permanece siempre discípulo. ¿Y por qué no vais a deshojar vosotros mi corona?
Vosotros me veneráis: pero ¿qué ocurrirá si un día vuestra veneración se derrumba? ¡Cuidad de que no os aplaste una estatua! ¿Decís que no creéis en Zaratustra? ¡Más qué importa Zaratustra! Vosotros sois mis creyentes, ¡más qué importan todos los creyentes!


No os habíais buscado aún a vosotros: entonces me encontrasteis. Así hacen todos los creyentes: por eso vale tan poco toda fe. Ahora os ordeno que me perdáis a mí y que os encontréis a vosotros; y solo cuando todos hayáis renegado de mí volveré entre vosotros.

Ética demostrada de Spinoza: Prefacio por Alain - Razón y Espíritu

Prefacio a Ética Demostrada de Spinoza por Émile-Auguste Chartier, conocido como Alain

La filosofía, la razón y la sabiduría como un fuego, con la vida y las ideas como combustible.



La filosofía es, en efecto, una gran cosa; puede hacerse todo lo que se quiera con ella, excepto algo chato. Sucede lo mismo con la Razón y con la Sabiduría, que consisten sobre todo en un fuego cuya eficacia es importante conservar; pues nada se pierde con mayor facilidad que la vida y la fuerza de las ideas.

Comienzo, pues. Es preciso partir de Descartes y llevar esta admirable doctrina hasta Spinoza. Éste es el medio para no caer en la filosofía escolar y para despertar al hombre en el lector. Así pues, dejaos penetrar por el espíritu de las Meditaciones, atendiendo sobre todo a lo que pudo asustar al propio Descartes y devolverlo a las Matemáticas, cien veces más fáciles, donde igual que en la guerra el coraje es suficiente.
 
Consideraré primero la presencia de Dios, tan evidente en las Meditaciones. Imaginad que Descartes se sumerge en un retiro para estar solo, cultivar su propio espíritu y reencontrar el mundo entero y todo el Ser. En primer lugar, Dios, o el Espíritu, es indivisible: lo cual hace que, si descubrimos una parte de Él en nosotros, necesariamente debemos encontrarlo todo; de manera que la actividad de rezar, o de meditar, nos retira de los hombres y de las cosas y nos pone en posesión de nuestra libertad, que es Dios mismo. Semejante conclusión, que Descartes no desarrolló, debía asustarle, como todo lo que brinda al hombre un gran poder.

La posición del rey inspira naturalmente mucha desconfianza. En cada cual está el Espíritu absoluto, el Gran Juez, juez de todos los valores, juez de la opinión, de la majestad, juez de las ceremonias. Un poder semejante invita enérgicamente al hombre a fundar una religión: “¡Vaya -se dice a sí mismo-, otra más!”. Esta reflexión sobre sí fue la que animó a Rousseau, y no podía ser de otro modo. Estoy convencido de que Rousseau nunca pudo olvidar el capítulo de El Contrato social titulado “El derecho del más fuerte”, y de que jamás se lo perdonó. Exactamente, del mismo modo, también la moral de Kant, que hacía inútiles tantos razonamientos metafísicos, dio miedo a esta gran filósofo, que rechazó esta grandeza.

El penetrante ojo de Descartes había percibido todas estas dificultades. Además, aconsejado por Mersenne, el gran jesuita, debió arrepentirse de su puesto de soldado, bastante temible ya por sí mismo, y llegar a la Modestia absoluta de la que he encontrado ejemplos en Lagneau y en Lachelier.

He aquí que ya hemos avanzado bastante en nuestro camino, al conocer gracias a Descartes que el Espíritu es uno. Ahora bien, también Spinoza leyó a Descartes. Bajo el título de Cogitata Metaphysica había presentado a Descartes en proposiciones matemáticas. Pero Spinoza, por su parte, no tenía el menor miedo de su Espíritu y se entregó a él por completo, con la admirable ingenuidad de un lector de la Biblia.

Si leéis la Biblia no podréis evitar pensar que la única religión es ésa, y que ése es el único Dios y la única verdad política. A menudo dije, y lo repito aquí, que quienes han mamado desde pequeños la Biblia tienen una inmensa ventaja sobre sus contemporáneos; saben adorar y despreciar; ello explica la persecución continua que, al separarlos de los hombres, los ha obligado a formar la Humanidad. Y también explica el odio que aún persiste y que sólo puede cesar mediante el desarrollo de la inmensa idea hebraica, un odio que no puede permanecer, que reclama un resultado y una infinidad de Mesías. ¡Cuántos peligros entraña aún esta gloria! Spinoza aceptó este papel de impío y de paria, porque puso en la balanza los placeres de la amistad y los placeres del amor a Dios, y tomó partido por la felicidad, como se observa en la quinta parte de la Ética.

Si habéis leído la Biblia, sabéis que allí está el verdadero Dios y la única religión que se ha conocido; de ahí su desprecio por todas las demás religiones; y de ahí también los odios, como advertí; y ese espantoso aislamiento que se debe a no querer nada, a no amar nada más que el Pensamiento, que nos permite mantenernos en comunicación con Dios. Por eso las piedras lanzadas contra Spinoza vuelven a caer sobre nosotros. Tal es el monasterio moderno. Están claras, pues, las razones para hacerse spinozista; pues también eso está prohibido. El movimiento de mezclarse con el pueblo es el movimiento propio de todo Espíritu. Pero el movimiento de retirarse en uno mismo, de negarse, es aún más fuerte. Tal es la situación de un espíritu moderno ante la Política, tan detestada como inevitable.

Al leer el Tratado político de derecho natural de Spinoza, así como el Tratado teológico-político, encontraréis sin duda todas las condiciones de la República, y sin duda me perdonaréis también que haya considerado a Spinoza como el radical puro. Es asombroso que tanto el jacobino puro como el monje puro se dieran en la persona de Spinoza, tantas veces, y tan en vano, maldita. Queda claro, pues, para qué puede usarse a Spinoza.

No cabe duda que el poder de este resumen tan sabio, que constituye el contenido de la presente pequeña obra, resulta asombroso. Sí, ¿pero qué hay del alma? Encontramos más alma en los perseguidores, en los guerreros, en todos los individuos Gloriosos de la Historia, que en el judío estudioso que, sin embargo, acabará llevando por las calles el letrero que Spinoza llevaba para denunciar a todos los tiranos.

La cuestión está, pues, claramente planteada. Pues hay que preferir la justicia y vengar al inocente. Me resulta imposible no sorprenderme al comprobar cómo la imponente masa de los sacerdotes y de los fieles, en fin, de toda la Iglesia, hace tan a menudo lo contrario y suscribe el esclavismo universal. En alguna ocasión he dicho que la filosofía resultaba muy peligrosa. Por eso ningún hombre fue más refutado que Spinoza. Ningún sistema fue más maldito que ese detestable panteísmo. Falta saber lo que sea tal cosa. Puesto que Dios es uno e indivisible, Dios está presente por todas partes; por lo demás, eso es lo que se enseña. Pero pobre de quien lo enseña. Y el jesuita eterno nos recuerda que no hay que decirlo. Cuando hayáis considerado lo suficiente todas estas contradicciones, que libran una guerra en nuestro interior, entonces copiaréis la Ética de cabo a rabo, puesto que es así como debe empezarse si se quiere sentir esta belleza bíblica, modelo de toda grandeza.

Después de esto, las muy sabias Proposiciones y los muy prudentes Escolios de la Ética os parecerán grandes y bellos versículos de la nueva religión. Convenceos de que la Gran Reconciliación se hará de este modo y de ningún otro; por el culto de la Humanidad recobrada y por lo que debe llamarse el gozoso fanatismo de la Razón. Pensad en el número de hombres indignados al ver que es la sinrazón la que reina. Porque en último término es preciso oponerse a ella. No tenemos derecho a abandonar la Razón y la Justicia. A estos abandonos se debe lo que vemos en el presente.

Así pues, cada vez que regreséis a Spinoza, perdido todo vuestro coraje y sin ver ya nada en él, refugiaos, como Descartes, en ese vasto mundo e interrogad al Espíritu uno e indivisible. Entonces, inevitablemente, recobraréis el espíritu, y las fórmulas spinozistas recuperarán su sentido, tanto si os consagráis a la Política, a la Moral o al placer. Entonces os reencontraréis en la Biblia, ante Jehová y ante una sabiduría tan antigua como el mundo.

Tal es, pues, el sentido del spinozismo, sentido muy positivo y muy fácil de comprender, siempre que estemos persuadidos de encontrarnos en presencia del Espíritu Universal. Esta convicción os hará soportable el pensamiento, y de repente os reconoceréis como hombres, siempre a la luz del axioma: El hombre es un dios para el hombre, que es la clave de la futura República y de la igualdad del 48. He dicho igualdad porque no es posible que el hombre carezca de pasiones y porque todo afecto deja de ser una pasión en cuanto nos formamos una idea adecuada de él. He aquí el secreto de la Paz, que en cualquier caso es la Paz del alma, verdad muy ignorada. Por este motivo aprenderéis a tomar partido por Spinoza, un partido que evitaréis calificar de judío, pero que no por ello lo será menos. Entonces, sin combate, el nazismo, el fascismo y toda suerte de despotismos serán vencidos, y la maldad enteramente impotente, tal como efectivamente es (pues no es nada). Este es el porvenir inminente que encierra este pequeño libro. 

Puedes leer el libro completo aquí.


¿Qué pasa después de la caja Brillo?



Después de un tiempo de letargo y sensación de nostalgia por no publicar, vuelvo al papel. Os presento una propuesta/tesis, cuando menos personal, divertida y original, que ya me lleva tiempo comiendo la cabeza. Hablaremos de la “Brillo box” de Andy Warhol como representación del fin del arte en Hegel. Por si fuera poco, repito, por si fuera poco, también estoy interesada en relacionar los 3 momentos de la historia del arte en Hegel con los 3 momentos de evolución de la persona escrito por Nietzsche en “Así habló Zaratustra”.
Pero tranquilo todo el mundo, ¡Que no os salten las alarmas de la densidad filosófica! Como siempre mi prisma y mi reto es divulgar de forma que no os acabe dando un parraque cerebral. Aquí estamos para pasarlo bien y si se puede analizar críticamente algo, ¡Eso que nos llevamos a la tumba!


¡Pasajeras empezamos el viaje! Comenzamos por el germen de este inusual artículo: La Brillo Box (producto de súper: cajas con esponjas para lavar la vajilla). En 1964 Warhol presenta por primera vez las Brillo Box como obras de arte. Las cajas representan objetos cotidianos que plantean estas cuestiones la mar de interesantes, entre otras:

- ¿Cuándo un ente cotidiano pasa a ser elevado a la categoría de obra artística?
- ¿El concepto de autoría y artista van de la mano?
- ¿Cuál es la realidad del arte y el arte en sí mismo?

Para retozar cómodamente todo el rato que queramos en torno a estas preguntas e intentar dar nuestras propias respuestas bajo nuestro espíritu valorativo, hemos de saber que Warhol no presenta las cajas Brillo en bruto, sino que presenta una caja diferente a la del súper con un logo hecho por James Harvey. Ahora el arte se libera ya que todo es susceptible a serlo. La narrativa subyacente es susceptible a ser un caleidoscopio postmoderno.
¡Vamos que te peta la puta cabeza!

En mi humilde opinión las cajas Brillo fueron creadas en un momento clave y colaboraron con el cambio de paradigma artístico, fueron de la mano con el fin del modernismo dejando espacio para el postmodernismo o a una era post histórica en lo que a historia del arte hegeliana se refiere.


Para entender bien el fin del arte en Hegel daré 4 brochazos del sistema hegeliano, a modo de contextualización, pero que nadie se altere que todo sigue la misma línea divulgativa con destellos petardos.

Vamos a empezar como se suele hacer por el principio, en un inicio nos topamos, dice Hegel,  con un arte simbólico, donde el elemento sensible se superpone al material. Corresponde a las primeras propuestas artísticas, cuando las personas y la naturaleza son misterios por resolver a modo Agatha Christie. Ejemplo de ello es el arte del Antiguo Egipto. Por suerte fui a Egipto hace poco y si tienes la fortuna de ver una pirámide e incluso entrar dentro, te saltan los plomos y das la razón a Hegel. Es como la famosa frase de Un tranvía llamado deseo “No quiero la realidad, quiero la magia”.

 En un segundo momento pasamos al arte clásico, siendo Grecia su máximo exponente. Aquí vemos representaciones artísticas de dioses antropomorfos, es decir la idea y la materia se equiparán.

Como podéis observar a medida que llegamos a la última parada: el fin del arte. La materia se va diluyendo para dar paso a la idea en si misma. Primero en Egipto, la forma supera el contenido, luego en Grecia el contenido y la idea se igualan y finalmente con Warhol la idea rebasa la forma y muere el arte. Hegel marcó este último hito con el arte romántico, pero no hemos de olvidar que el autor lleva cadáver desde el 1831 y no pudo disfrutar en vida las Brillo Box.

Seguimos al lío y os recomiendo que os abrochéis los cinturones porque de aquí hasta el final del artículo me he permitido ir cuesta bajo y sin frenos. Como ya he comentado en el inicio estoy interesadísima en compartir con vosotres la siguiente movida:  Relacionar los 3 momentos de la historia del arte en Hegel con los 3 momentos de evolución de la persona escrito por Nietzsche en “Así habló Zaratustra”. Nada, una que se vuelve creativa y para eso tenemos la dicha de contar con este espacio.

Estos tres periodos descritos por Hegel (resituando el tercero a nivel personal no en romanticismos sino en el arte conceptual), me empujan de forma muy violenta a relacionarlos con los tres períodos de la persona descritas por Nietzsche, a saber: el camello, el león y el niño.

El camello representa a la persona cargada con una mochila de creencias y supercherías caducas para, cual oveja en el rebaño, sin fuerza para huir a cambio de un paraíso tras esta vida mundana. Evidentemente la persona que es camello está fuertemente metida en el cristianismo y posee una moral de esclavo heterónoma, que le dice qué y cómo ha de hacer las cosas. Llevando a la historia del arte en Hegel responde al arte egipcio que ya os digo yo que de supersticiones y rituales complejísimos está lleno. Lo que me parece una maravillosa fantasía.

La segunda parada representa la fuerza del león para romper contra el deber. Con el león se rompe con lo preestablecido y llega el nihilismo (soy fan que tendría, cual adolescente, un póster de este momento en mi habitación). Este nihilismo representa la archiconocida muerte de Dios. Aquí entrelazaríamos al león con el arte griego que ha superado ya lo simbólico. 

Ante esto ¿Qué coño hace una persona? Pues crear sus propios valores y ahora es cuando entra en el juego la tercera transformación del león al niño, el famosísimo superhombre, que yo denomino superpersona para estar más al día. PUTA LIBERACIÓN TOTAL. En lo artístico llega la postmodernidad y a partir de las Brillo vemos el arte como juego donde el concepto rebosa a la materia.


Este sencillo es esquema nos servirá de referencia y conclusión para resituarnos un poco en todo lo que hemos estado viendo:


Este artículo no ha dejado de ser un capricho que me marcado con el fin de interpelar a la lectora, podéis verle cierto sentido o simplemente pensar que se me ha ido la olla (lo más probable), pero deseo de corazoncito que no os deje indiferentes. Y me parece de justicia que hayáis pasado un rato por lo menos entretenido, ya que yo me lo he pasado genial escribiéndolo.

Nietzsche, del leer y escribir



Nietzsche, del leer y escribir.

La filosofía de Nietzsche sobre la lectura y la escritura: abrazar el significado inherente a la Tierra

El sentido del plano inmanente y de sus fenómenos es inmediato y se encuentra en la propia inmanencia; es, en palabras de Nietzsche “el sentido de la tierra” y este es lo único que puede desparalizar la voluntad y posibilitar el pensamiento


Antes de intentar una reflexión sobre la tipología de lectura y escritura que plantea Nietzsche en “Del leer y escribir”, veamos un poco algunos elementos que se presentan en el mismo discurso y sobre los cuales se posibilita la propuesta de lectura y escritura Nietzscheana.

Nietzsche encuentra que el espíritu, a lo largo de la historia, ha tenido tres faces: “En otro tiempo el espíritu era dios.  Luego se hizo hombre, y ahora se convierte incluso en plebe”[1].  La tercera de estas faces: cuando el espíritu se hace plebe, es en especial interesante para una reflexión sobre la tipología de escritura que propone Nietzsche en este discurso, ya que es en medio de esa fase histórica del espíritu donde Nietzsche escribe y donde encuentra a su tipo contrario de escritor.

En esta fase, del nihilismo pasivo, la voluntad está paralizada, a diferencia de las dos anteriores  cuando dios y la razón llenaban de sentido la existencia (la justificaban).  No hay ningún referente que jalone   la voluntad humana; la cultura se ha convertido en algo trivial y la creación en algo imposible, llegándose a laosumo a una escritura de tipo periodístico[2]

En el discurso del leer y el escribir se pueden distinguir dos momentos  del desarrollo de la propuesta Nietzscheana de lectura y escritura: un momento negativo y un momento  propositivo.  En el negativo se incluye el diagnóstico de la escritura de su época y lo que es más importante, la muerte de la metafísica como aquello que posibilita la fase propositiva.

La metafísica occidental, desde Platón hasta los contemporáneos de Nietzsche, vía idealismo, ha paralizado la potencia creadora de la voluntad (y en ello entiéndase también de la naturaleza). El optimismo teórico occidental de pretender ordenarlo y explicarlo todo según categorías y conceptos de una pretendida validez universal, es, para Nietzsche, la característica por excelencia de un tipo de cultura que él llama socrática-alejandrina

La muerte de la metafísica posibilita, en el discurso nietzscheano, el resurgimiento de la cultura trágica  hacia la cual se dirige el momento propositivo del discurso del leer y  escribir.

En el apartado veinte de “El nacimiento de la tragedia”  la invitación de Nietzsche es clara: “si, amigos míos, creed conmigo en la vida dionisaca y el renacimiento de la tragedia. El tiempo del hombre socrático ha pasado: coronaos de hiedra, tomad en la mano el tirso y no os maravilléis si el tigre y la pantera se tienden acariciadores a nuestras rodillas. ¡Vosotros acompañaréis al cortejo dionisiaco desde India hasta Grecia!, ¡armaos para un duro combate, pero creed en los milagros de nuestro dios¡”[3]

Una vez muerta la metafísica se abre un nuevo plano de interpretación en el cual nada está ordenado de antemano. Ya no es misión del pensamiento  encontrar ese orden que desde una visión metafísica llena de sentido los fenómenos, sino,  dejando de lado cualquier jerarquización noumeno-fenómeno que le atribuya a lo noumeno la característica de un orden trascendente, penetrar en lo inmanente del fenómeno  que se ha constituido  en el  nuevo plano de interpretación y de acción para el pensamiento.

La acción del pensamiento en este plano de inmanencia, para Nietzsche no puede ser otra que una labor estética de creación de perspectivas de interpretación.

La tipología de lectura y escritura que propone Nietzsche, es entonces también una labor estética; en ambas, lectura y escritura, se está siempre interpretando y  creando sentidos y no solo leyendo el orden ya dado que se halla al fondo de cualquier propuesta metafísica.

 El sentido del plano inmanente y de sus fenómenos es inmediato y se encuentra en la propia inmanencia; es, en palabras de Nietzsche, “el sentido de la tierra” y este es lo único que puede desparalizar la voluntad y posibilitar el pensamiento.



[1] NIETZSCHE, Federico.  Así habló Zarathustra. Oveja negra. P. 63.
[2] Este tipo de escritura es el tipo contrario de la escritura  que Nietzsche propone.  En ella, además de ser objeto del comercio, no se crean perspectivas de interpretación del mundo y de la existencia. No se arriesga el escritor a lanzarse en el juego estético de la creación conceptual, sino, que se escribe para un lector ya conosido sobre asuntos también conocidos  echando  a perder cualquier posibilidad de verdadera creación y convirtiendo el esfuerzo y compromiso que, para Nietzsche, implica la escritura, en algo rutinario
[3] NIETZSCHE, Federico. El nacimiento de la tragedia. Alianza. P. 164

Autor: Jesús Alejando Villa Giraldo

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Ser filósofo


Desde que la disciplina de la filosofía existe, siempre ha habido individuos que la han odiado y despreciado. Han pasado casi tres décadas y en la actualidad, la filosofía ya no es tan odiada como antes, sino que se percibe con una combinación de incertidumbre e indiferencia. La filosofía académica está actualmente experimentando cierto grado de confusión. Existen múltiples causas que contribuyen al estancamiento de la filosofía en la actualidad, pero el impacto simultáneo de la especialización y la comercialización ha transformado esta disciplina de tal manera que apenas se asemeja a cómo era practicada por grandes filósofos como Aristóteles, Spinoza o Nietzsche.

A lo largo de la historia, los filósofos han estado constantemente preocupados por determinar cuál es la forma ideal de llevar a cabo la filosofía. En la antigua Grecia, la enseñanza de la filosofía se llevaba a cabo con frecuencia al aire libre, en espacios públicos como el Liceo, mientras que los textos filosóficos solían estar escritos en forma de diálogo. Agustín expresó su filosofía a través de confesiones. Nicolás Maquiavelo redactó tratados filosóficos dentro del género literario conocido como "espejos para príncipes". Sin embargo, su obra más reconocida, El Príncipe, fue escrita en forma de instrucción dirigida a un gobernante. Cuando Tomás Moro escribió su famosa novela filosófica Utopía (1516), decidió mantener el formato de diálogo que había sido popular en la antigua Grecia. A mediados del siglo XVI, Michel de Montaigne se había convertido en un autor famoso por su uso del ensayo, en el que mezclaba anécdotas personales con elementos autobiográficos.

En el siglo siguiente, Francis Bacon adoptó un estilo aforístico en sus obras, mientras que Thomas Hobbes optó por escribir Leviatán (1651) en forma de conferencia. La obra de Baruch Spinoza se caracterizó por su inusual enfoque geométrico, inspirado en la geometría de Euclides. El enfoque de la filosofía en términos de forma y contenido experimentó una divergencia durante la Ilustración. Sin embargo, los escritos de Immanuel Kant eran mucho menos accesibles. El estilo de su escritura, que a veces resulta difícil de comprender, empezó a ganar popularidad en el ámbito de la filosofía, siendo retomado de manera significativa en la obra de GWF Hegel. Aunque se reconoce la complejidad de sus obras, tanto filósofos lograron tener una influencia perdurable en la filosofía moderna.

En el siglo XIX, Friedrich Nietzsche se vio profundamente influenciado por Arthur Schopenhauer, y adoptó un estilo aforístico en su escritura. Expresaba sus ideas de manera espontánea, presentándolas en ráfagas de prosa vigorosa. Son escasos los filósofos que han conseguido comprender la trascendencia y la exigencia intelectual de la filosofía, al tiempo que mantienen una pasión y una poesía tan marcadas como Nietzsche. Tal vez esto puede explicar por qué sigue siendo atractivo para los lectores, aunque también podría explicar el escepticismo que a menudo se encuentra en tradiciones más analíticas, donde Nietzsche no siempre es considerado como un filósofo "serio".

El siglo XX se demostró ser un momento clave de cambio. La filosofía se especializó significativamente, a pesar de la publicación de numerosas grandes obras. La influencia más amplia de la filosofía sobre los artistas y el público en general se vio disminuida debido al aumento en la especialización en el mundo académico. La filosofía dejó de estar tan involucrada con la sociedad en general y se fragmentó en disciplinas altamente especializadas, tales como la filosofía de la mente, la hermenéutica, la semiótica, el pragmatismo y la fenomenología.

Existen diversas perspectivas en cuanto a las razones por las cuales la especialización se ha vuelto tan prominente en la filosofía. Terrance MacMullan afirma que el incremento de la especialización tuvo sus inicios en los años 60, coincidiendo con la radicalización de las universidades. Durante ese período, los académicos empezaron a desestimar a los no académicos como "ignorantes". El problema aumentó cuando los académicos empezaron a imitar los estilos llenos de jerga de filósofos como Jacques Derrida, optando por comunicarse principalmente entre ellos en lugar de hacerlo con el público en general. En su artículo "Jon Stewart and the New Public Intellectual" (2007), MacMullan describe cómo escribe Jon Stewart.

Es considerablemente más sencillo y conveniente comunicarse con alguien que comparte nuestras suposiciones y utiliza nuestros términos, en lugar de alguien que podría desafiar nuestras suposiciones de formas imprevistas o solicitarnos que aclaremos lo que queremos expresar.


Por otro lado,  la especialización se percibe como una manera de destacarse.


Los académicos en general, incluyendo a los filósofos, requieren establecer su influencia en su campo para poder avanzar en sus carreras. En la etapa inicial, la única forma realista de lograrlo es escribir sobre temas altamente especializados. Preguntas a las cuales pueden aportar de manera realmente única.

Moore, sin embargo, expresa su pesar por el creciente enfoque en la especialización y advierte que, aunque en ciertos casos la presencia de especialistas puede ser necesaria, existe el riesgo de que la filosofía termine por no ser practicada en absoluto, o al menos no de una manera significativamente integrada.

De hecho, aunque la especialización puede ayudar a los académicos a destacarse en su campo, también implica que es menos probable que su trabajo tenga un impacto más amplio debido a su enfoque estrecho. Al dar preferencia a la especialización, los académicos han limitado el ámbito de la filosofía y, inadvertidamente, han excluido a aquellos que podrían aportar sus propias contribuciones desde fuera de la academia.

En el clima intelectual actual, la experiencia es un factor muy importante y tiene sentido que se le otorgue más importancia a aquellos que han sido educados y capacitados en campos específicos en lugar de a los aficionados. Sin embargo, fueron precisamente esos filósofos quienes, con sus escritos abarcando una amplia gama de áreas, dejaron una huella profunda en la filosofía. Aristóteles incursionó en diversas áreas del conocimiento, incluyendo la ciencia, la economía, la teoría política, el arte, la danza, la biología, la zoología, la botánica, la metafísica, la retórica y la psicología. En la actualidad, si un investigador decide explorar áreas diferentes o "contrapuestas", sería criticado por alejarse de su especialidad. Como resultado, son escasos y distanciados los libros monumentales que desafiaron la tradición, desde la Ética a Nicómaco de Aristóteles hasta Más allá del bien y del mal (1886) de Nietzsche. No obstante, esto no implica que no existan filósofos influyentes. Saul Kripke and Derek Parfit, both deceased recently, are perhaps the most important philosophers of recent years, but their influence is mainly limited to the academic world. En la actualidad, Martha Nussbaum destaca como una de las filósofas más influyentes y productivas. Las contribuciones de esta persona a la ética, el derecho y las emociones han sido altamente valoradas y han tenido un amplio alcance. Su estilo y rigurosidad frecuentemente reciben elogios, lo que demuestra que no todos los filósofos se enfocan en campos de especialización limitados.

Sin embargo, según David Bloor, la plaga de la especialización sigue firmemente arraigada en la filosofía y constituye una barrera artificial para el libre intercambio de ideas. Por otro lado, John Potts argumenta que el enfoque en la especialización ha tenido un efecto negativo al evitar la aparición de nuevos íconos.

La especialización comenzó a ganar terreno en el siglo XX, lo que hizo menos común encontrar intelectuales alemanes destacados en campos como la historia, la filosofía, la teología, la psicología, la filología, la literatura y los clásicos. Anteriormente, el dominio de estos campos fomentaba la formación de eruditos universales de la talla de Nietzsche y Weber, por mencionar solo dos de los más influyentes.


A veces, leer a Nietzsche puede ser desafiante y complejo, pero nunca cansado.


Cuando se desvaloriza la importancia del pensamiento generalizado, se pierde la visión clara de la interconexión natural que existe entre diferentes disciplinas. Por otro lado, es fundamental respetar las metodologías propias de cada campo. Si aceptamos la premisa expuesta por Henri Bergson en su obra "La mente creativa" (1946), en la que afirma que la filosofía nos ayuda a comprender de manera más completa la realidad, entonces el enfoque actual en la especialización limita nuestra capacidad para realmente entender el mundo en toda su profundidad. Esto pone en peligro la tarea misma de la filosofía. Como lo dijo Milan Kundera en su libro El arte de la novela (1988):

El crecimiento de las ciencias motivó al hombre a adentrarse en los profundos caminos de las diferentes áreas de especialización. A medida que se adentraba en su aprendizaje, su percepción del mundo y de sí mismo se volvía menos clara, y se sumergía cada vez más en lo que el alumno de Husserl, Heidegger, describió como "el olvido del ser", en una frase hermosa y casi mágica.

Restringir nuestra aproximación al conocimiento a cualquier campo o área de especialización es limitar nuestra comprensión del mundo a los confines de discursos en competencia. Esto trivializa el conocimiento al reducirlo a una simple metodología. En situaciones como estas, el conocimiento se convierte simplemente en un contenedor, una codificación o una herramienta, algo que se debe aprender y manejar.

A medida que se alejaba de un enfoque más generalizado, la filosofía cada vez se separaba más del estilo poético que nutría su espíritu. Por ejemplo, James Miller describió a la filosofía previa al siglo XX como una forma de poesía. Gran parte del reconocimiento que las ideas de Nietzsche siguen obteniendo (y también gran parte de las críticas de otros filósofos hacia él) se puede atribuir al estilo poético y único de su escritura. Leer a Nietzsche puede ser un desafío en ocasiones, pero nunca es monótono. En realidad, Tamsin Shaw se refirió a Nietzsche menos como un filósofo y más como un "poeta-filósofo". Jean-Paul Sartre lo describió como un poeta que lamentablemente fue malinterpretado como filósofo.

Incluso Martin Heidegger, quien escribía de manera menos poética que Nietzsche, solicitaba "un poeta en tiempos de escasez" y consideraba a los poetas como aquellos que se adentraban directamente en el abismo durante la "noche del mundo".

Claro, el estilo de escritura no puede ser el único responsable de los fracasos de la filosofía. Tanto Kant como Ludwig Wittgenstein demostraron ser increíblemente influyentes a pesar de su imponente prosa. De manera similar a Nietzsche y Heidegger, sus trabajos se adentraron en temas filosóficos trascendentales relacionados con el ser y el conocimiento, provocando cambios significativos en el curso de la filosofía. Sin embargo, a medida que la filosofía se alejó cada vez más del entorno social en el que se centraban sus intereses, surgió la pregunta de si realmente tenía relevancia para las preocupaciones del "mundo real" y si tenía algo importante que decir sobre la condición humana. Esta cuestión se volvió cada vez más recurrente y urgente. La crítica predominante surgió rápidamente cada vez que se tocaba el tema de la filosofía. En 1996, Bernard Williams afirmó que la filosofía recibe con frecuencia la crítica de no brindar respuestas o no responder a preguntas que sean relevantes para los adultos. En la misma línea, David Hall plantea que el punto inicial de debate es la importancia de la filosofía.

En la actualidad, es evidente la influencia de la especialización. En el siglo XXI, la filosofía se considera a menudo como poco más que un pasatiempo frívolo, e incluso como una materia optativa en el mejor de los casos. Muchos la ven como inapropiada para el sistema educativo actual, que se enfoca en desarrollar habilidades para una vocación específica. Las universidades proporcionan carreras de estudio que preparan a los estudiantes para su futura trayectoria laboral, mientras que la alfabetización digital se promociona como una medida de inteligencia y logros. La mayoría de la infraestructura educativa apoya ampliamente el enfoque en el aprendizaje cuantificado y los cursos STEM. En el año 2022, el Consejo Australiano de Investigación dio a conocer los resultados de los proyectos que se llevarán a cabo en el año 2023. En 2023, se aprobaron un total de 478 proyectos. De estos, 131 estaban relacionados con ingeniería, ciencias de la información y la informática. Además, se aprobaron 117 proyectos relacionados con ciencias biológicas y biotecnología. Por otro lado, se asignaron 98 proyectos para matemáticas, física, química y ciencias de la Tierra. Asimismo, se destinaron 93 proyectos para ciencias sociales, del comportamiento y económicas. Por último, se aprobaron 39 proyectos enfocados en humanidades y artes creativas.

En opinión de Hawking, la filosofía no poseía la rigurosidad empírica de las ciencias. Esta no era una denuncia nueva. En su libro Power Failure (1987), Albert Borgmann argumentó que la ciencia es superior a las humanidades debido a que generalmente existe un consenso casi unánime sobre la mejor teoría actual. No existe tal cosa en humanidades. Einstein escribió: "En su forma, Einstein reemplazó a Newton de una manera en la que Arthur Miller no pudo reemplazar a Shakespeare". Sin embargo, Borgmann no tuvo en cuenta que las teorías filosóficas no siempre requieren de pruebas o refutaciones, y que las ideas filosóficas no se vuelven obsoletas simplemente porque surjan nuevas. Según Hall, el filósofo de la cultura se interesa principalmente por la articulación de interpretaciones importantes que fomentan la autoconciencia cultural, en lugar de preocuparse por la veracidad o falsedad de esas interpretaciones en particular.


Cuando teorizó sobre el Übermensch -El super hombre Nietzscheano-, Steve Jobs y Elon Musk no eran las personas que tenía en mente.


Ante el abrumador impacto de la especialización, algunos escritores y académicos han intentado corregir la oscuridad de la filosofía, buscando hacerla más pertinente para la sociedad. Sin embargo, en su intento de extender el alcance de la filosofía, muchos han terminado convirtiéndola en un negocio corporativo. La corporatización ha tenido un efecto desastroso en la filosofía, siendo la peor manifestación del capitalismo neoliberal. Ahora, las ideas y la creatividad solo se valoran si se pueden vender y generar ganancias.

De acuerdo con Nietzsche, la transformación en ubermensch -super-hombre- es bastante fácil. La receta consiste en tener confianza en uno mismo y dejar de preocuparse por lo que sucede en el mundo. La resistencia al cambio siempre se apoderará del statu quo, la sociedad inevitablemente te tachará de loco, incluso algunos podrían calificarte de narcisista, y otros te catalogarían de ingenuo por tus ideas radicales.

Para Kodithala, Steve Jobs puede ser considerado como una posible manifestación del elusivo Übermensch de Nietzsche, principalmente debido a su constante búsqueda de la creatividad a pesar de enfrentar obstáculos significativos. No obstante, Nietzsche habría rechazado la implicación y, al mismo tiempo, habría señalado la exaltación que la sociedad realiza de magnates tecnológicos como Jobs y Elon Musk, quienes simplemente han fortalecido el orden establecido bajo la apariencia de emprendimiento, en lugar de desafiarlo. Estas personas no eran aquellas a las que Nietzsche hacía referencia cuando teorizó sobre el concepto de Übermensch. Este concepto no se aplicaba tanto a un individuo en particular como a una idea general. Si Nietzsche hubiese querido que el Übermensch se aplicara solamente a ciertas personas específicas, entonces lo habría reservado únicamente para los artistas más destacados.

Según Nietzsche, el arte se considera la forma más genuina de expresión personal, y admiraba profundamente a artistas como Ralph Waldo Emerson, Goethe y Schopenhauer, ya que en su criterio, encarnaban el espíritu esencial de autorrealización. En el siglo XXI, las industrias del capital han cooptado la creatividad, y la noción de "grandeza" ha perdido su sentido, siendo ahora utilizada para describir a aquellos que, según Nietzsche habría argumentado, no hacen más que corromper la cultura y desvirtuar su concepto. La creatividad es la capacidad de generar ideas y soluciones originales. La recompensa de la creatividad no reside en ser un fin en sí misma, sino más bien en ser un medio para acumular capital. Según Jenny Odell en su libro "Cómo hacer nada" (2019), el arte, la filosofía y la poesía están luchando por permanecer en un sistema que solo se preocupa por los resultados finales. Estas actividades no son toleradas porque no se pueden utilizar ni aprovechar de ellas, y no ofrecen resultados tangibles.

En este sentido, los libros de filosofía pop han tomado el lugar de las grandes obras filosóficas, siendo más cercanos a la industria de la autoayuda que a la filosofía como tal. Alain de Botton es reconocido como una de las figuras prominentes en el ámbito de la filosofía contemporánea, lo cual refleja el cambio en este campo. Su organización, la School of Life, cuenta con un equipo de producción altamente capacitado y ha transformado la filosofía en un negocio que vende productos que pueden parecer ilustrativos en el contexto actual, pero que en realidad pueden ser engañosos. Aunque es admirable su deseo de acercar la filosofía al público en general, sus esfuerzos pueden ser a la vez beneficiosos y perjudiciales para la esencia misma de la filosofía. En primer lugar, los libros de esta persona tratan de hacer que la filosofía sea más accesible para un amplio grupo de lectores que de otra manera no estarían familiarizados con estos conceptos o filósofos. Sin embargo, su peculiar estilo de "modernizar" el campo corre el riesgo de reducir la filosofía y los conceptos filosóficos a una herramienta superficial para solucionar problemas de autoestima. Los títulos como "Cómo Proust puede cambiar tu vida" (1997) y "Cómo pensar más en el sexo" (2012) no tienen nada en común con las grandes obras de la filosofía. Además, promueven la nociva idea de que el valor de la filosofía radica en su utilidad práctica como antídoto contra los problemas psicológicos de la sociedad. Sin embargo, es necesario que la filosofía tenga un valor más allá de su utilidad práctica para ser realmente valiosa.

De Botton no está solo en su enfoque de tratar la filosofía como una táctica de marketing para el automejoramiento, ya que muchos libros etiquetados como "filosofía" en la actualidad son en realidad libros de autoayuda disfrazados de textos filosóficos. Uno de los libros afirma: "¿De qué manera puede Kant brindarte consuelo cuando te abandonan a través de un mensaje de texto? ¿Cómo puede Aristóteles curar tu resaca? ¿Cómo puede Heidegger hacerte sentir mejor cuando tu perro muere?" Realmente, ninguno de estos filósofos tenía la intención de que su trabajo fuera utilizado de esa manera.

Nina Strohminger describió el libro de Colin McGinn, El significado del asco (2011), como un ejemplo de la filosofía popular contemporánea en su crítica mordaz del libro mal recibido. La elección de tener contenido, pensamiento o conocimiento verdadero es completamente opcional. El único requisito válido es que las páginas eleven el ego del lector, que le hagan sentir que está involucrado en algo intelectual por una vez.


Los lectores más jóvenes sienten que la filosofía requiere una identidad o dirección más definida.


Sin duda, estos libros pueden ser beneficiosos para diversas personas, pero también tienen el peligro de simplificar nuestras expectativas acerca de la experiencia del pensamiento filosófico y crítico. Según Christian Lorentzen en London Review of Books en 2020, muchas personas compran libros que dan la sensación de pensar profundamente. Estos libros pueden servir para introducir a lectores no familiarizados con la filosofía a los pensamientos e ideas de grandes filósofos, pero no promueven una participación más crítica por parte de los lectores. Como máximo, pueden lograr que los lectores se sientan un poco mejor, lo cual no es un objetivo indigno, pero definitivamente no es uno que esté relacionado con la esencia de la filosofía. Según lo afirmado por el biógrafo filosófico Ray Monk, se podría argumentar que estos libros "tienen un propósito". "Pero eso", agregó, "no entra dentro del ámbito de la filosofía".

En su obra "La naturaleza y el porvenir de la filosofía" (2010), Michael Dummett plantea la cuestión: "¿Cuál es el rumbo que probablemente tomará la filosofía en un futuro cercano?". Esta interrogante es frecuentemente planteada tanto por personas con conocimientos filosóficos como por aquellas sin ellos. Recientemente, Kieran Setiya señaló que no es infrecuente que las personas se lamenten por el estado de la filosofía. Es común que en cierta época, los filósofos se lamenten por la falta de guía en la disciplina o por la ausencia de figuras influyentes prominentes. Sin embargo, los lectores y practicantes más jóvenes sienten abrumadoramente que la filosofía está en una etapa de incertidumbre o estancamiento y requiere una identidad o dirección más definida.

Dummett admitió que la especialización y las diferentes tradiciones que surgieron de ella han tenido un impacto significativo en el futuro de la filosofía. Señaló que "el mayor obstáculo para el avance conjunto en la filosofía ha sido la distancia que ha surgido entre las distintas tradiciones". En su planteamiento, Dummett argumenta que la tradición analítica ha sido el enfoque más exitoso en el campo de la filosofía, principalmente debido a su énfasis en el estudio del lenguaje. A pesar de que considera que la tradición analítica tiene ciertas ventajas en comparación con el enfoque continental en la fenomenología, también ve el potencial de una "reconciliación" entre estas tradiciones. Cree firmemente que esta unión podría lograrse de manera más efectiva a través de un enfoque mutuo en la filosofía de la mente. Afirma que tanto los científicos como los filósofos han mostrado un gran interés en el concepto de conciencia. Según él, esta es un área en la que estas dos tradiciones diferentes podrían converger.

Sin embargo, el problema principal de la falta de comprensión sobre la identidad de la filosofía todavía persiste. La popularidad de la filosofía ha crecido significativamente en el mercado, lo que ha generado una mayor confusión acerca de su verdadera naturaleza y propósito. En el sitio web de la editorial Penguin Australia, se encuentra el apartado de "filosofía pop", donde se promociona una selección de libros escritos por autores reconocidos como de Botton, AC Grayling y Marie Robert. Estos libros ofrecen valiosas enseñanzas que pueden resultar útiles para enfrentar el día a día. Promover la filosofía popular es algo importante. Sería razonable esperar que al realizar una búsqueda individual de "filosofía" en el sitio web de Penguin se obtuvieran resultados más significativos. Sin embargo, lo que te encuentras es una combinación incoherente de las obras de Jordan Peterson, Marco Aurelio, Stephen Fry y Séneca. Es posible que no sea sorprendente que la filosofía esté en un estado de confusión cuando obras filosóficas clásicas se mezclan con libros de autoayuda superficiales, como si fueran equivalentes. Si bien los libros académicos pueden tener un contenido más profundo, son conocidos por ser muy costosos, lo que implica que la mayoría de las veces son ignorados o leídos principalmente por académicos.

Hoy en día, hay una falta de conexión entre la forma en que filósofos como Nietzsche, Heidegger y Kant practicaban la filosofía y lo que se ofrece a los lectores en la actualidad. La corporatización y la comercialización han debilitado la tolerancia de las personas hacia el pensamiento crítico y han distorsionado sus expectativas sobre el significado de leer filosofía, limitándolo a una actividad que busca únicamente la felicidad. Sin embargo, tal como nos recuerda Monk: "La filosofía no te brinda la felicidad ni debería hacerlo". ¿Cuál es la razón por la cual la filosofía debería brindar consuelo?

Nietzsche mismo admitió que la filosofía puede ser una actividad perturbadora. En su más reciente obra, llamada Ecce Homo, declaró que la filosofía implica "alejarse deliberadamente hacia regiones frías y picos montañosos: la exploración de todo lo extraño y cuestionable que existe". Dijo: "Es importante estar preparado para ello, de lo contrario, es muy probable que te desanime".

Nietzsche no se veía a sí mismo como un filósofo en el sentido convencional.

En 2005, Richard Rorty, dos años antes de su fallecimiento, expresó de forma similar que "la filosofía no es algo en lo que los seres humanos se involucran debido a un sentido innato de asombro...". Por el contrario, Rorty sostenía la idea de que la filosofía es "algo a lo que las personas recurren cuando tienen dificultades para conciliar el pasado con el futuro, fusionar la creatividad de sus antepasados con la de sus contemporáneos más innovadores". David Hall defendió en una ocasión que:

Si el filósofo no logra brindar esa comprensión, falla en cumplir con su verdadera misión.

Es verdad que la filosofía no está hecha para todos, y Nietzsche era consciente de ello. Es comprensible entender por qué Bertrand Russell percibía que Nietzsche tenía una actitud elitista, dado que Nietzsche declaró: "Estos son únicamente mis lectores, mis lectores legítimos, mis lectores predestinados: ¿qué importancia tiene el resto?". Sin embargo, las obras de Nietzsche ejemplifican lo mejor de la filosofía, mientras que el resto solo representa la humanidad. No tenían una naturaleza académica, pero tampoco una naturaleza abiertamente comercial. Nietzsche no se consideraba a sí mismo como un filósofo en el sentido tradicional, lo cual contribuye a entender su posición poco convencional en la historia de la filosofía. Sin embargo, Nietzsche se consideraba a sí mismo como parte de un grupo. Mientras Borgmann aparentaba estar envuelto en una constante competencia con los científicos para superarse mutuamente, Nietzsche reconoció que él mismo se sustentaba en aquellos que lo precedieron, y que también sus lectores se apoyarían en él. En su obra "Daybreak" (1881), uno de sus primeros y más subestimados trabajos, el autor expresa:

Nuestros admirados maestros y pioneros han llegado a su fin, y no es la acción más noble y sofisticada aquella que logra poner fin al cansancio: ¡nos ocurrirá a ti y a mí también! ¡Pero qué nos importa a nosotros! ¡Otras aves volarán más lejos!

En realidad, Nietzsche ha tenido un impacto significativo en varios pensadores posteriores, aunque ningún otro filósofo desde entonces ha logrado crear un impacto tan perdurable. Es evidente que en nuestro siglo, se le ha dado mucha importancia al conocimiento cuantificable, la especialización y la capacidad de ser comercializables. Esto ha generado un ambiente intelectual que no solo menosprecia el pensamiento filosófico, sino que también ha transformado a la filosofía en algo completamente diferente a su propósito original.