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Teoría conspirativa

Cuando es el otro el culpable de mis males.


Puedo afirmar que estamos hechos, blindados,
sobornados por cada camino de la niñez.
¿Tanto podemos cambiar a lo largo de la vida?
Sin embargo, algo nos remite, una y otra vez,
a esos senderos, a sus bifurcaciones, sus paradas,
sus polvaredas, sus pozos,
a los momentos de libertad insigne que nos hizo discernir.
Nos educan con cariño y rigor.
Pero sin darnos cuenta hay una libertad desesperada
que elegimos desde nuestros primeros pasos.
Hay un idioma interno que se concibe en las raíces del instinto.
Es un lugar infranqueable, es presencia, es su ardor,
que de por vida será un escudo para el bien y para el mal.
Francis Mallman.

Hay quienes, desde su construcción personal, desde ese idioma interno, creen que todo conspira para su mal. Le hecha la culpa a los otros de sus desgracias, malas decisiones, elecciones, etc. A ellos los entiendo, aunque no los justifico, pues quizá, ese camino, sendero, con sus bifurcaciones de la vida los ha marcado en ese sentimiento, convirtiéndolo en un lugar infranqueable, que los llevó a elaborar ese escudo para defenderse de la vida a veces mala, a veces cruel.

A los que no entiendo, es a aquellos que, esos senderos recorridos, esas bifurcaciones, los caminos polvorientos, han hecho mella en su capacidad de discernir, en sus elecciones realizadas.
Han tomado caminos llenos de pozos, oscuros, han modificado su capacidad de percibir lo bueno y distinguirlo de lo malo.
Lo hacen con motivaciones distintas, a sabiendas que pueden hacer daño, utilizan todos los medios a su alcance para beneficio personal, y en cuanto se ven expuestos utilizan la teoría conspirativa para defenderse.
Algunos, como el caso de los cinco jóvenes de ‘La Manada’, lo ven como algo natural:
“Hay algo peor que el cariz de la condena a los cinco jóvenes de ‘la manada’. Y es que estos no entiendan lo que ha pasado. La imagen de uno de los acusados llorando de indignación y angustia ante el juez, porque no sabía qué mal había hecho ni qué hacía allí, me parece lo más grave de todo el proceso. Ese llanto era sincero. He ahí la raíz del mal…
El tipo que lloraba ante el juez veía como algo kafkiano (que tiene el carácter trágicamente absurdo de las situaciones descritas por Kafka, en sus obras), tener que estar en la cárcel por «follarse a una chica»…
…Para él y para muchos, esas son cosas que cabe esperar que le pasen… (a la chica)
…La banalidad con la que estos chicos de barrio abusan, violan y vejan a una mujer es escalofriante para nosotros, pero no para el que vive en su mundo de valores. Y son esos valores, tan profundamente arraigados – en el instinto, en la tradición, en los grupos de referencia, en ciertas instituciones –, los que hay que deconstruir y desactivar. Están en la familia, en la calle, en los cuarteles, en las hinchadas de fútbol…”[1]
Otros, quienes han hecho de ese lugar infranqueable un escudo para el mal.
Es odio, es tristeza, es “según Spinoza, ‘el odio es la tristeza, acompañada por la idea de una causa exterior’. Es, pues, ‘una tristeza surgida del daño de otro’. Si se imagina lo que se ama siendo afectado por la tristeza, entonces pronto el odio tomará cuerpo en su contra, porque quien afecta con alegría o tristeza lo que se ama o se odia no solo afecta a dicho objeto, sino que, al mismo tiempo, se afecta a sí mismo. De tal modo que quien predica tan vehementemente sus afecciones contra el odio, en realidad, pretende ocultar el odio profundo que las anima. El más patético de los sentimientos ha servido de sustento, de fundamento, a quienes, creyendo hallarse más allá del bien y del mal, se han tomado la molestia de ponerse al descubierto la proyección de su pálido reflejo.”[2]
Odio, tristeza, el ‘otro’, el que conspira, al decir de F. Nietzsche estos hombres “son muy ingeniosos y agresivos; saben que existen otras maneras de matar diferentes a las causadas por un puñal y un golpe de mano, y no desconocen que todo lo que se dice bien’ goza de credibilidad”[3], y toda mentira que se repite hasta el hartazgo al final queda subyacente como verdad.
Son quienes “…se preocupan del momento más de lo que lo hacen sus oponentes... De esta manera, se unen con gusto a los violentos, pues se sienten capaces de actuar y disponen de recursos que la masa no comprendería ni perdonaría, mientras que, por otro lado, descubren que el César extiende el concepto de derecho del individuo hasta incluir también sus transgresiones, y que le interesa convertirse en el intérprete de una moral privada más audaz… y quiere también que los demás piensen, lo que a su modo dijo Napoleón de una manera totalmente clásica: ‘Tengo el derecho a contestar todas las quejas que me hagan con un eterno 'yo soy el que soy'. Yo estoy al margen de todos, no acepto condiciones de nadie. Deben someterse a todos mis caprichos y estimar como absolutamente natural que me entregue a tales o cuales distracciones’. Así le aseveró Napoleón a su esposa, un día que ella puso en duda, no sin fundamento, la fidelidad conyugal de su marido”[4]

“La única forma legítima de competir con ellos tiene que ser la educación formal y obligatoria. Una educación en la que la reflexión en torno a valores no sea algo marginal, sino el eje mismo del currículo. Mientras concibamos la educación como mera formación profesional y académica no hay nada que hacer. Los problemas de valores no los resuelve la policía, ni los psicólogos, ni los discursos. A nadie se le convence simplemente a palos, ni con terapias, ni con discursos.”[5]

Quizá sintamos algo que nos remita, una y otra vez, a esos senderos, a sus bifurcaciones, sus paradas, disipando polvaredas, rellenando pozos, a los momentos de libertad que nos hace discernir, a construir una sociedad fundada en valores sin la necesidad de recurrir a la teoría conspirativa para defender las decisiones tomadas.




[1] Víctor Bermúdez Torres https://t.co/1Efl1LEgNg
[2] José Rafael Herrera, https://www.microfilosofia.com/2017/11/el-odio-como-reflejo.html
[3] Friedrich Nietzsche, La gaya ciencia, edición digital.
[4] Ídem.
[5] Víctor Bermúdez Torres, idem.

Vivir bajo sospecha, apariencias.

No importa la verdad, sino quién puede instalarla.                                                      


Tengo de todo para ver y creer, 
para obviar o no creer 
y muchas veces me encuentro solitario 
llorando en el umbral de la vida. 
Busco hacer pie en un mundo al revés 
busco algún buen amigo 
para que no me atrape algún día, 
temiendo hallarla muerta 
a la vida. 
La realidad duerme sola en un entierro 
y camina triste por el sueño del más bueno. 
La realidad baila sola en la mentira 
y en un bolsillo tiene amor y alegrías, 
un dios de fantasías, 
la guerra y la poesía.
León GIECO, La colina de la vida



Sostiene F. Nietzsche, “la apariencia es la viva realidad misma actuando que, irónica consigo misma, había llegado a hacerme creer que aquí no hay más que apariencia, fuegos fatuos, danzas de duendes y nada más.”[1]
La instalación de una ‘verdad’, sea por el grupo que sea, solamente por el uso del poder que suelen ejercer, conduce a producir una situación incongruente, por un lado los iluminados creedores de poseer la verdad y por el otro el escepticismo total de no considerar que es posible alcanzar cierto grado de veracidad.
En el primer caso, los iluminados, José Rafael Herrera[2], expresa: “Como se sabe, toda oración –toda oratio– se compone de verbo y predicado. En clave spinoziana, verbo es principio, sustancia. Predicado es atributo y modo. Predicar es la acción de quien pre-dice, de quien está facultado para anticiparse a lo inminente y lo-dice-antes. Él es, pues, quien advierte, porque su función consiste, precisamente, en pre-dicare el verbo, la verdad que ya conoce, porque le ha sido revelada. El “portador de la verdad” se anticipa al hecho, advierte lo que se viene y, por ello, debe tomar las pre-visiones y actuar en consecuencia. Es, todo él, un “iluminado” por el efecto del chispazo, por el resplandor de la revelación divina. Es el fulgor en sí del flash en el rostro del portador de la “filosofía del pistoletazo”. Y fue eso lo que pudo ver Isabel la Católica en el semblante hosco –y aún tiznado por los abrasivos fogonazos de la verdad– de Torquemada: a solicitud de la reina, y mediante bula del Papa Sixto IV, el bruciante es designado inquisidor general, dependiente, directamente, de la Corona española. Su crueldad y fanatismo contra los “enemigos de la fe cristiana” –particularmente contra los judíos– aún son objeto de estupor. Muy caro ha pagado España –y con ella buena parte del mundo occidental– el odio esparcido por aquél siniestro personaje, en nombre de la verdad”[3]. Cuántos ‘bruciantes’, ‘torquemadas’, existen y están imponiendo al resto de la sociedad sus verdades, como poseedores, iluminados por un ser superior, de la verdad absoluta.
En el otro extremo, el escepticismo, que nos lleva a pensar en que nada es verdad, y que incluso esto mismo tampoco lo es, nos deja en no poder conocer, en que el conocimiento, ni siquiera como forma de adaptación y dominio de la naturaleza, es inútil.
En la antigüedad, ya Platón advierte la necesidad de dar respuesta a este dilema y en la “Alegoría de la caverna” expresa que el mundo que observamos, al que llamamos realidad, es apariencia. Lo verdadero, la verdad está más allá de lo que vemos, en otra dimensión, no está en este mundo. Si la verdad es absoluta, no le cabe la carencia, no puede ser una parte, tiene que ser el todo. Por lo que lo resuelve creando un mundo de ‘Arquetipos’, hoy diríamos en otra dimensión, del cual lo que vemos son copias más o menos parecidas.
Darío Sztajnszrajber, sostiene “la cuestión de la verdad, se mueve entre dos polos: existe y es imposible, o no existe. Aunque no existe no se puede dejar de buscarla, pero si existe no es para nosotros”[4]
Aristóteles, sostuvo, que ‘la verdad se oculta tras las apariencias por lo que hay que develarla’. Los arquetipos de Platón los ubicó en las cosas, en la realidad, en las esencias, las cuales hay que aprehenderlas, hacerlas conscientes.
A la verdad hay que buscarla, se escabulle de nuestra mirada cual animal salvaje que siente el peligro de ser encontrado y devorado.
“Hacer  filosofía es la construcción permanente de una inseguridad existencial; huimos cuando nos peleamos con las seguridades de ese adormecimiento que al mismo tiempo provocamos, porque buscamos un saber que sabemos que nunca vamos a alcanzar”[5]
Lo cual significa vivir en la apariencia, en la penumbra.
“La penumbra tiene la propiedad de no dejar percibir dónde termina la oscuridad y dónde comienza la luz. Su sombría presencia circular no permite precisar con exactitud el inicio de la una y el acabamiento de la otra. No sin cierto riesgo -que, llevado de la mano por la tentación de su belleza singular, bien se puede antojar divino, como casi todo riesgo- es posible leer en la penumbra. Salva al encantamiento del riesgo en cuestión el hecho de poder percibir cierta magia en los caracteres desdibujados que, de pronto, cobran vida y que permiten sorprender, para la mirada atrevida, y detrás de la letra muerta, nada menos que al Espíritu: al Logos re-cobrando realidad inmanente, ejercitando la pureza del fuego que es su ser y que, a la vez, no lo es. La filosofía propiamente dicha, es decir, la que comporta sentido enfático, sin duda vive entre luces y sombras por el bien de las ideas. Sólo quien ha penetrado en la más densa oscuridad puede conquistar la luz de la verdad: “en el círculo el principio y el fin coinciden”, observa, en la penumbra, el Éfeso oscuro (Heráclito).”[6]
Por su parte, Darío Sztajnszrajber  expresó que en la actualidad “la dicotomía real-aparente es una categoría arcaica, no tiene sentido en la era digital” y que “la tecnología no destruye ni mejora al ser humano, lo transforma”.A su vez, problematizó los conceptos de verdad y mentira en la sociedad actual”. “La posverdad tiene que ver con la mentira, con el mentirse a sí mismo. Lo opuesto a la verdad no es la mentira, es la ficción, la apariencia”, dijo. En relación a lo que concebimos como la realidad, aseguró que es una construcción social.  “Lo más interesante es que el espectáculo del espectáculo convence. Todos saben que no es así, pero parece no importar”.[7]
J. A. López sostiene que “tal vez esta vida ausente que llevamos, donde lo virtual le gana terreno a la realidad, no esté tan mal, en el fondo. Perdemos una dimensión, sí, pero ganamos otra. Quizá no estemos muy presentes en el lugar donde estamos, pero las fotos y los comentarios que colgamos sobre él construyen otro que se le parece. ¿No es eso, para bien o para mal, lo que hemos hecho siempre? Creamos nuestro propio mundo imaginario ―construido con nuestras percepciones, nuestras impresiones, nuestras expectativas…― y nos desenvolvemos en él como si fuera real. En ese juego del “como si…” reside el sentido, que es completo en sí mismo, y nos queda más cerca que la siempre fragmentaria realidad”.[8]
La búsqueda de un camino para volver a una realidad objetiva, independiente del observador, es un esfuerzo que hasta los científicos desvela.
Así S. Hawkins dice: "Los filósofos, desde Platón hasta ahora, han discutido a lo largo de los siglos sobre la naturaleza de la realidad. La ciencia clásica está basada en la creencia de que existe un mundo real externo cuyas propiedades son definidas e independientes del observador que las percibe. Según la ciencia clásica, ciertos objetos existen y tienen propiedades físicas, tales como velocidad y masa, con valores bien definidos. En esa visión, nuestras teorías son intentos de describir dichos objetos y sus propiedades, y nuestras medidas y percepciones se corresponden con ellos. Tanto el observador como lo observado son parles de un mundo que tiene una existencia objetiva, y cualquier distinción entre ambos no tiene importancia significativa."… sin embargo “Diferentes teorías pueden describir el mismo fenómeno a través de marcos conceptuales distintos”… ya “David Hume (1711-1776), escribió que a pesar de que no tenemos garantías racionales para creer en una realidad objetiva, no nos queda otra opción sino actuar como si dicha realidad fuera verdadera.” Es por eso que propone “No hay imagen —ni teoría— independiente del concepto de realidad. Así, adoptaremos una perspectiva que denominaremos realismo dependiente del modelo: la idea de que una teoría física o una imagen del mundo es un modelo (generalmente de naturaleza matemática) y un conjunto de reglas que relacionan los elementos del modelo con las observaciones. Ello proporciona un marco en el cual interpretar la ciencia moderna.”[9]
Sobre esto podemos decir: “Siempre hemos vivido en un mundo paralelo: el de nuestras fantasías, nuestros temores y nuestras esperanzas. Ahora lo hemos hecho más rápido y más grande. Si eso acaba arrastrando nuestra vida, y convirtiéndola en “líquida”, como reflexiona Zygmunt Bauman, tal vez sea porque no queremos estar en ella, porque no nos atrevemos a quedarnos y preferimos correr y correr, … La vida ya era ilusión, a veces feliz y otras terrible.”[10]
“La negación de la verdad nos lleva hacia, una vida vacía de hechos. La cual, niega también el conocimiento, donde no hay verdad no existe el conocimiento. Para después hundirse en la ignorancia de una realidad, que termina negando los hechos. Mientras el presente se diluye entre los deseos y las ilusiones, las cuales alimentan una vida de inconsciencia colectiva. Esta es una de las realidades en donde se desarrollan las masas sociales. Domesticadas y encadenadas a una existencia de oscuridad, la cual recorre los pasillos de lo laberintos de la ignorancia compartida. La verdad siempre será negada por las muchedumbres inconscientes, porque la verdad les destruye las inútiles ilusiones, y los deseos no consumados.”[11]
Nos encontramos aquí ante la pérdida de sentido de la categoría error.
Ya no puede haber verdad, no hay posibilidad de confrontarla con la realidad, pues ésta es ilusión.
Todo es mera ilusión, deseo, penumbra, que nos oculta la verdad. El afirmar algo es tomado como intento de instalar una mentira, hacerla pasar como verdad, sin entender que para mentir es necesario conocer la verdad. Pues la mentira es un concepto moral. En cambio desde una mirada gnoseológica el error, el equívoco, son lo opuesto a la verdad.
       Y nos sobreviene la posibilidad de la ‘teoría conspirativa’. “No importa la verdad, sino quién puede instalarla.”
       


[2] José R. Herrero es docente de la Cátedra de Filosofía en la Universidad Central de Venezuela
[4] http://www.telam.com.ar/notas/201508/117824-dario-sztajnszrajber-sabemos-que-la-verdad-no-existe-pero-no-hacemos-otra-cosa-buscarla.html
[5] http://www.telam.com.ar/notas/201508/117824-dario-sztajnszrajber-sabemos-que-la-verdad-no-existe-pero-no-hacemos-otra-cosa-buscarla.html
[8] https://www.microfilosofia.com/2017/11/la-presencia-virtual-jal.html?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed:+Microfilosofia+(Microfilosofia)
[9] S. Hawkins y L. Mlodinov,  El gran diseño. www.librosmaravillosos.com 
[10] https://www.microfilosofia.com/2017/11/la-presencia-virtual-jal.html?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed:+Microfilosofia+(Microfilosofia)
[11] dario-sztajnszrajber

Corrupción y orden social

¿Un nuevo orden social es posible?

"En las épocas de corrupción caen los frutos del árbol; me refiero a los individuos, portadores de las semillas del futuro, instigadores de (…) la formación de nuevos órganos del Estado y de la sociedad". F. Nietzsche
La corrupción hace que caigan todas las concepciones que sostienen los andamiajes sociales. Pues se introduce en la vida social e individual hasta el punto de carcomer las bases éticas, y sostener que es imposible evitarla, incluso pareciera que sólo una concepción utilitarista puede dar respuesta a una nueva configuración social.


"En las épocas de corrupción caen los frutos del árbol; me refiero a los individuos, portadores de las semillas del futuro, instigadores de (…) la formación de nuevos órganos del Estado y de la sociedad".[1]
En el ensayo “Nietzsche y la corrupción”[2], se ve claramente como la corrupción hace que caigan todas las concepciones que sostienen los andamiajes sociales. Pues se introduce en la vida social e individual hasta el punto de carcomer las bases éticas, y sostener que es imposible evitarla, incluso pareciera que sólo una concepción utilitarista puede dar respuesta a una nueva configuración social.
El estado caótico en que se encuentran algunas sociedades, producto de la corrupción, disgregación social, individualismo, desdén por los principios éticos, nos llama a tratar de establecer un nuevo contrato o pacto social, a refuncionalizar la República (del Latín res = cosa, publicae = pública), los asuntos públicos que, por tener esta condición, interpela a todos los individuos que forman parte del tejido social, y la respuesta es multifacética, compleja, ideologizada y corporativa -a veces los que van en contra de esta última forma de respuesta, se agrupan y terminan siendo tan corporativistas como los que dicen contrariar-.
Debido a la complejidad de miradas con que se analiza la realidad[3], las mismas se tendrían que precisar; además el hecho que todo ser humano anda por la vida con una postura filosófica a cuestas, aunque a veces sin ser concientes de ello, se hace necesario explicitar las distintas concepciones acerca de las bases sobre las cuales se construye una sociedad.
En primer lugar, para poder sentar algunas bases para el establecimiento de un nuevo contrato/pacto social, deberíamos hacer explícito lo que se entiende sobre los siguientes conceptos:
-         La condición de perfectibilidad del ser humano[4].
-         Su condición social.
-         La subjetividad como obstáculo y garantía de un nuevo orden social.

- La condición de perfectibilidad del ser humano:
El ser humano es una existencia inacabada, incompleto, está en constante perfeccionamiento. Siempre está en constante tensión entre las pasiones y las razones, entre lo que es y lo que quiere llegar a ser. Es un ser-en-el-mundo y un ser-con-el/lo-otro.
Ser-en-el mundo: El término expresa el hecho de que la existencia no se define sólo como rebasamiento que trasciende la realidad dada en dirección de la posibilidad, sino que este sobrepasamiento es siempre sobrepasamiento de algo, está siempre situado, está aquí. Existencia, Dasein, ser-en-el-mundo, son sinónimos. Los tres conceptos indican el hecho de que el hombre está «situado» de manera dinámica, es decir, en el modo del poder ser. En la acción de estar haciendo algo la experiencia se vuelve transitiva, lo cual nos coloca en situaciones que al estar experimentando eso lo hacemos en directo y sin elucubraciones intelectuales.[5]
Ser-con-el/lo-otro: En la construcción del yo voy elaborando una cosmovisión (mi visión del mundo), construida en el aquí/ahora con las circunstancias que me rodean, la primera relación que construyo es YO – TÚ, con los otros que me rodean, que me abrigan, que me dan afecto. Voy tomando conciencia de  mí mismo, por oposición al otro. Después le toca el turno a YO – LAS COSAS/OTRO, sobreviene la etapa del animismo: no distingo aquello que tiene vida de lo que no, de personas animales o cosas. Posteriormente la distinción entre yo – tú – otro – las cosas[6].

 - Su condición social:
El ser humano es un animal social, gregario, necesitado de los “otros” para su desarrollo, a su vez, es esta misma condición lo que lo limita y lo interpela.
Como grupo social construimos el mundo, nos apropiamos de una cosmovisión, que limita la acción individual.
En el último siglo y medio, la sociedad en su conjunto ha quitado, en la concepción del hombre, la condición espiritual que nos hace persona[7], y nos queda sólo el aspecto psicofísico, considerando al ser humano como un animal superior, poseedores de razón, sentimientos, pasiones…
Esta nueva mirada, hace que resalten especialmente estos aspectos:
-         La voluntad de dominio, la supervivencia del más fuerte.
-         El goce, las pasiones.
-         Yo sobre todo lo demás.
-         El otro como obstáculo.
Además se profundiza la dialéctica social, ya Marx y antes Hegel consideran la conformación social como una dialéctica de dos grandes grupos:
-         Los opresores, aquellos que son más fuertes (económica y físicamente).
-         Los oprimidos, aquellos que para subsistir se dejan sojuzgar por los primeros, y dentro de este grupo se encuentran dos subgrupos:
·         los oprimidos propiamente dichos, y
·         los que se ponen a disposición de los que tienen poder y adscriben a su discurso (y a veces con las armas) para imponer, al resto de los mortales, la cosmovisión del más fuerte (en ocasiones declamando que lo hacen en beneficio de aquellos que son sojuzgados).
Lo paradójico de la situación es que esta realidad se presenta independientemente de la concepción de sociedad de sus actores, todas las ideologías dominantes en la actualidad, mantienen esta estructura de poder.
Por otra parte la realidad humana no la podemos analizar puramente desde la dialéctica, es plural, cada ser humano es único e irrepetible, por lo que podríamos agregarle infinidad de otras categorías a las mencionadas, me voy a limitar a enumerar unas cuantas:
-         Los intelectuales que elaboran las teorías para mantener este orden.
-         Los que adscriben a esa teoría y tratan de convencer a toda la sociedad que es la mejor solución.
-         Los violentos que quieren imponerlas.
-         Los que piensan distinto, y conciben la sociedad como medio para la realización plena del ser humano.
-         Los que piensan que se puede construir una sociedad humana con el aporte de todos, salvo de las actitudes violentas de todo tipo.

- La subjetividad como obstáculo y garantía de un nuevo orden social.
La subjetividad e individualidad en que se mueve el mundo, hace que vivamos en una paradoja constante, ya no existen la certeza, la verdad, solo miradas, puntos de vista, interpretaciones distintas. No se pone el acento entre lo pensado y su correlato[8].
Una paradoja surge única y exclusivamente de una ambigüedad engañosa, ya sea por casualidad o porque así se desea[9], por lo que necesita ser resuelta.
Esta distintas miradas/interpretaciones, podrían ser una forma de construir un nuevo orden social, aprovecharlas para enriquecer, compartir, construir una sociedad mas humana, si podemos dejar de lado las ambiciones personales.
“A los filósofos se nos llama a interpretar e interpelar la realidad, a intentar modificarla, desde las argumentaciones, y proponer futuros posibles”.

Es así que, en segundo lugar, toda propuesta de un orden social debe estar basada en una concepción ética.
De hecho todas las concepciones sociales lo están, así por ejemplo:
-          El comunismo, está basado en la concepción ética que la igualdad social está por encima de otros derechos.
-          El capitalismo, en que la libertad es el valor supremo.
-          En la misma línea de concepción están el socialismo y el neoliberalismo, respectivamente, aunque atenuadas por los horrores del holocausto, los campos siberianos, los terrorismos de estado…
-          Con la globalización comunicacional, queda en evidencia la gran desigualdad social; con la económica, se produce el fenómeno de aumento de pobreza en algunos lugares y descenso en otros, sin solucionar el problema; con la tecnificación, el aumento de mano de obra calificada, y la pérdida de fuentes de trabajo no idóneo, dejando fuera del sistema productivo a un tercio de la población mundial. Sin embargo los principios éticos que la inspiran es el del bienestar del ser humano, con más consumo de artículos materiales, tareas más livianas, mayor comodidad y tiempo libre para el propio desarrollo.
-          En los últimos años ha aparecido un nuevo/viejo fenómeno, el populismo, que está basado en la ética, producto de una concepción nihilista, que el “otro” es el que me limita, como individuo o sociedad, que en otras palabras es “el otro es el enemigo” aunque a veces disfrazado considerándolo como sujeto que lo encumbra como poseedor de atributos: derechos, libertad, sentimientos, pasiones…, a su vez esta misma concepción deja librado a la subjetividad, del resto de los mortales, su aceptación. Se culpa al otro (otras sociedades, etnias, corporaciones, religiones) de todo lo malo que nos sucede.

De donde se desprende que, en tercer lugar, hay que tener en cuenta algunos valores éticos para dar nueva forma a la organización social, propongo los siguientes.

-          Ευδαιμονία: (Eudaimonía): Felicidad.
Toda acción humana está orientada a la felicidad, la buscamos en cada ocasión, aunque no sepamos de qué se trata. Según Aristóteles: la felicidad es la finalidad del ser humano y consiste en el desarrollo de sus aspectos más nobles, inteligencia y voluntad (espíritu). Para los estoicos, es la Ataraxia: tranquilidad del espíritu. Si unificamos ambos conceptos podríamos decir que la felicidad es “la tranquilidad que se logra por el desarrollo de las cualidades propias del ser humano”
-          Αρετή: (areté) Virtud
Virtud: cualidad positiva que permite producir ciertos efectos. Existen distintos usos del término vinculado a la fuerza, la valentía, el poder de obrar, la eficacia de una acción o cosa, la integridad del ánimo.
Así, por ejemplo la virtud de la fuerza, nos permite levantar pesos; la valentía, enfrentar un peligro; el poder de obrar, el desarrollo de la tecnología y la ciencia; la eficacia de un remedio para curar o aliviar una enfermedad; la integridad del ánimo, superar momentos difíciles.
Virtuosidad: Dominio y perfección propia de un arte o una técnica. Habilidad para superar dificultades y evitar consecuencias negativas.
En cambio la virtuosidad nos permite al levantar un peso, no lastimarnos; al enfrentar un peligro saber si está o no más allá de nuestras posibilidades; el uso adecuado de la tecnología y la ciencia y le da orientación al hacer para mejorar las condiciones de vida de la humanidad, etc.
Uniendo ambos conceptos podemos intuir que es necesario realizar un camino de esfuerzo y constancia para desarrollar una cualidad, el poder de obrar, convirtiéndola en una habilidad que nos permita producir ciertos cambios para superar las dificultades, evitando consecuencias negativas.
-          Bien común:
Toda organización social se construye sobre la base del bien común, (aunque sean pocos los beneficiados de ese bien).
Para poder comprender mejor el concepto hay que distinguirlo de bienestar general: éste considera que los bienes materiales se puedan distribuir entre el conjunto de la sociedad (aunque se permite que algunos queden afuera de esa distribución).
El Bien Común incluye lo anterior y lo trasciende, pues es crear las condiciones materiales y culturales para que cada ser humano, de todas las condiciones sociales, no sólo tengan lo indispensable para sus necesidades, sino que además puedan desarrollarse en plenitud desde su propia cosmovisión.
-          Justicia:
Principio moral que inclina a obrar respetando la verdad y dando a cada uno lo que le corresponde.
Es un conjunto de valores esenciales sobre los cuales debe basarse una sociedad y el Estado, estos valores son; el respeto, la equidad, la igualdad y la libertad.
En sentido positivo es el conjunto de normas codificadas en función del bien común.
-          Justicia social:
La justicia social se refiere a las nociones fundamentales de igualdad de oportunidades y de derechos humanos, más allá del concepto tradicional de justicia legal. Está basada en la equidad y es imprescindible para que los individuos puedan desarrollar su máximo potencial…[10]
Además hay que tener en cuenta que “existe una correlación positiva entre la pobreza, la miseria y el crimen”.
-          Equidad:
Igualdad de ánimo. Propensión a dejarse guiar por el sentimiento del deber. Justicia natural, por oposición a justicia legal. Cualidad que consiste en dar a cada uno lo que se merece o necesita por sus méritos o condiciones[11].
-          Cooperación:
La cooperación es el resultado de una estrategia aplicada al objetivo (lo que se quiere lograr) desarrollado por grupos de personas o instituciones que comparten un mismo interés u objetivo. En este proceso generalmente son empleados métodos colaborativos y asociativos que facilitan la consecución de la meta común. La cooperación ha sido estudiada desde diferentes campos disciplinarios: las matemáticas, las ciencias políticas, la biología, la ecología, la antropología, etc.
Desde la Ecología se establece que corresponde a una relación interna específica de colaboración para la obtención de un objetivo común de una población, como la protección o la cacería. Entendiéndose población como el conjunto de individuos de una misma especie, ubicada en un área determinada[12].
En síntesis: es colaboración para la obtención de un objetivo común de una sociedad, entendiendo que aquél es el bien común.
-          Solidaridad:
La solidaridad es un valor por excelencia que se caracteriza por la colaboración mutua que existe entre los individuos, lo que sin duda permite lograr la superación de los más terribles desastres, como guerras, pestes, enfermedades, entre otros, aplicarlo también con nuestros familiares, amigos y/o conocidos que se encuentren en situaciones difíciles y con la ayuda recibida permita salir adelante y mejorar en cierto modo la situación.
La solidaridad entre los seres vivos permite resistir las adversidades que se presenta a lo largo de la vida. La persona solidaria no duda en colaborar y apoyar a todos aquellos individuos que se encuentran en situaciones desfavorecidas, lo que permite distinguirse de las personas indiferentes, egoístas ante sus compañeros.
Es importante fomentar la solidaridad desde la infancia ya que puede ser vista como la base de otros valores humanos que logra desarrollar valiosas relaciones de amistad, familiares y/o sociales basadas en la ayuda, apoyo, respeto y tolerancia[13].
Por último un concepto que se ha dejado de lado en pos de la individualidad: “es el otro el que me constituye como ser humano”.
“Nadie es una isla, autónomo e independiente de los demás: solamente podemos construir el futuro juntos, sin excluir a nadie”.[14]
Hay una frase que se dice por estos lugares, “la patria es el otro”, pero quién es ese otro, y la respuesta es subjetiva, sólo yo determino quien es ese “otro”. 
El otro como sujeto es una construcción social que lo encumbra como poseedor de atributos: derechos, sentimientos, pasiones, libertad…, a su vez esta misma concepción deja librado a la subjetividad, del resto de los seres humanos, su aceptación como otro. Cuando lo objetivamos, cuando lo convertimos en un tú, permitimos que nos interpele, que lo tratemos como otro, es ese momento que comienzo a constituirme como ser humano y constituyo al “otro” como ser humano.



[1] F. Nietzsche, La gaya ciencia.
[7] Lo espiritual en el ser humano, está dado por su carácter de trascente. Ver http://www.microfilosofia.com/2017/04/el-yo-como-conciencia-de-si-mismo-nem.html
[8] La verdad es la conformidad de la relación pensada con la situación objetiva.
[9] Isaac Asimov
[10] www.enredate.org/cas/educacion_para_el_desarrollo/justicia_social
[11] Diccionario Enciclopédico Vox 1. © 2009 Larousse Editorial, S.L.
[12] https://es.wikipedia.org/wiki/Cooperaci%C3%B3n
[13] https://www.significados.com/solidaridad/